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Pedro Reino Garcés recibe Condecoración del Gobierno Provincial de Tungurahua.

Por: Marcelo Robayo Campaña

El lingüista, escritor e historiador Pedro Arturo Reino Garcés, recibió este 3 de julio de 2019 la Condecoración del Gobierno Provincial de Tungurahua, como un justo y merecido reconocimiento a su larga y brillante actividad intelectual y cultural.

¿Puede algún escritor de nuestros lares darse el lujo de haber escrito más de un centenar de libros? Creo que no; pero Pedro Reino Garcés ha superado en mucho dicha cifra. Se dirá que la mayor parte de la obra son
folletos. Sí, pero no son simples folletos; pues diríamos, con toda propiedad, que cada uno de ellos es un tema amplio y autónomo que se desarrolla en gran caudal explorador y creativo que desemboca en la inmensa unidad de transparentada historia.

Para conocer y valorar a Pedro Reino Garcés debemos partir sabiendo de que es uno de los pocos lingüistas del Ecuador y que brilla con luz propia en el ámbito internacional.

Esa su calidad de lingüista le ha permitido ( o le ha obligado ) ser uno de los más severos investigadores de nuestro medio; debiendo advertir que, cuando le atribuimos esta calidad de investigador, no lo hacemos con la
connotación de ratón de archivos o de simple escarbador del apolillado pasado, sino como el gran delator de farsas, demoledor de engañosos cimientos, combatiente y forjador de nuestra realidad; todo lo cual puede
lograrlo gracias a la poderosa herramienta de su literatura en la que, por igual, brilla como poeta, ensayista y novelista de gran altura.

Una lacerante realidad ecuatoriana consiste en que, con mucha boca de trapo, solemos invocar orgullosamente nuestra supuesta identidad, sin tener en cuenta que identidad significa, en suma, autenticidad en el tiempo y en espacio, que procede del conjunto de rasgos propios que hacen la conciencia de lo que somos y que, a la vez, nos diferencia de los demás. Por tanto, cuando invocamos la identidad y argumentamos sobre ella, debemos saber que están de por medio la esencia y fortaleza de lo que somos y el acierto del rumbo que tomamos o debemos tomarlo, por lo que no podemos tratarla con ligereza y menos solazarnos, so pena de debilitar nuestro ser y desorientar nuestro destino, lo cual, lastimosamente, viene sucediendo en todos los ámbitos y niveles, en los que pretendemos ser ecuatorianos a remiendos y pedazos recogiendo, en muchos casos, la basura dejada bajo la alfombra por la desidia nacional transformada en imposición oficial.

Tuve el honor de hacer la presentación de una de las llamadas novelas de Pedro Reino Garcés, oportunidad que aproveché para dejar sentados los lindes cualitativos de su producción, señalando que ella no era una novela
histórica, sino un ensayo histórico partiendo de la novelesca extraída de la frondosidad de los archivos nacionales e internacionales, y que gracias al dominio semiológico del autor, podemos leerla como cualquier obra de entretenida e ilustrativa literatura. Esta y no otra es la gran verdad: Pedro Reino Garcés, conocedor de la temblequera de la que padece la identidad ecuatoriana por la sistemática desnaturalización que van sufriendo los insumos de las nacionalidades, pueblos y colectivos en general, ha tomado sobre sus hombros la titánica misión de autenticarnos.

Así las cosas, todas y cada una de las obras que forman su caudal creativo, constituyen un sondeo profundo y crítico de los elementos extraídos de los archivos, los mismos que son analizados desde los prismas sociales,
culturales y políticos de las épocas pasadas, y trasladados con su verdadera esencia a la convivencia nacional actual, haciendo de ellos el atomismo impulsor de la forja de nuestro verdadero ser.

Leer las obras de Pedro Reino Garcés es aprender a vivir nuestra realidad, pues ellas nos aleccionan para no arrimarnos a deshilachadas leyendas, evocar derrengadas virtudes, enarbolar desteñidas banderas o pendones,
entonar notas colonizadas, enorgullecernos de fementidas prosapias o exaltar falsos heroísmos. Quiero decir que su lectura nos permite encontrar nuestra maravillosa diversidad en un escenario de sólida arquitectura de auténtica nación capaz de depararnos un Estado sólido, en cuyo ámbito no cabe la pacotilla de la Historia Oficial.

Resultas de la severidad investigativa de nuestro autor, tenemos el basamento sociológico que es el poderoso cimiento de la verdad, gracias a que sus análisis y conclusiones nos permiten conocer lo que fuimos, lo
que somos y lo que debemos ser, posibilidades que solo se encuentran en obras de verdaderos y sinceros autores cuya valía empieza cuando se despojan de las concesiones indebidas, del adulo o de las medias tintas, y disponen de una verdadera artillería valiente y rectificadora capaz de devolvernos el alma nacional libre y soñadora.

Ciertamente que nadie es profeta en su propia tierra, y esto parece cumplirse con Pedro Reino Garcés, pues los altos kilates cientificos y literarios de su obra han sido reconocidos más en el exterior que en nuestro país. En efecto, mientras en el exterior se programan ciclos de sus conferencias, o sus obras son tratadas en la cátedra universitaria, y se le han concedido premios y distinciones, en nuestro egoísta medio, ha tenido que sufrir el desdén de ciertas clases sociales que sienten derrumbarse sus heráldicas falacias, y del oficialismo ramplón que pugna por preterir su obra y sus posicionamientos. Por eso es que a duras penas y por méritos inocultables fue admitido como miembro de la Academia Nacional de Historia, sin alharaca mediática, y designado Cronista Oficial y Vitalicio de Ambato. De esta última calidad se intentó despojarle, no siendo posible su desaparición física, mediante leguleyesca reforma de la correspondiente Ordenanza Municipal, asunto que, por suerte, no prosperó.

Pero, con o sin reconocimientos, con o sin condecoraciones distribuidas por los programadores de estatuas y monumentos oficiales, Tungurahua tiene en Pedro Reino Garcés al hombre que, a martillazo limpio, con sus
numerosas obras publicadas a su costa, nos dota de los componentes de nuestra verdadera identidad, fortaleciendo la interculturalidad y enmarcando el ser nacional en tiempos y espacios ciertos y con los
protagonistas que se merecen.

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