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Reforma para democratizar el acceso a la Educación Superior

Po: Mónica Mancero Acosta

 

Durante la década de la Revolución Ciudadana se dio un golpe de timón significativo de la Educación Superior en el país, necesario pero inconsulto y por ello mismo plagado de fallos que supuso varios problemas relacionados con las dificultades de acceso de los grupos vulnerables; con una errática política de becas que privilegió a grupos que podían costearse sus estudios; con un sistema de gobierno de la Educación superior controlado por el Ejecutivo afectando así la autonomía universitaria, entre otros. Se hizo una reforma en 2018 para poner parches calientes a una ley anterior que se elaboró sin los actores del sistema, esto es estudiantes, empleados/trabajadores, y docentes/autoridades de las instituciones del sistema, pero que no alcanzó a desatar el nudo del problema de inequidad.

Hoy, un nuevo gobierno, con un enfoque opuesto a los anteriores, ha ofrecido cambios en el sistema, pero no ha quedado claro qué tipo de cambios. No sabemos si se trata de fortalecer el mercado y la desregulación, o de fortalecer a las universidades e institutos y el acceso democrático. Esta definición es clave porque de esto dependerá el rumbo de la Universidad. Nuestro país requiere democratizar el acceso, la permanencia y la titulación en educación superior a los sectores más vulnerables del país. Esto no se logró en la década correísta ni tampoco en el período subsiguiente. Podría sonar iluso pensar que ahora se realizaría tal cosa, pero el señor Lasso ofreció reformas y ahora debe evidenciarse que esos cambios se direccionen, en efecto, a favor de las decenas de miles de jóvenes ecuatorianos que no tienen oportunidades ni de empleo ni de ingreso a la educación superior.

Se han desarrollado varias investigaciones sobre educación superior en el país y se han delineado algunas propuestas. Ahí hay un material valioso que no debe ser despreciado; si la Universidad se piensa a sí misma no cabe que alguien desde su escritorio piense por ella sin conocer la complejidad de su dinámica. Por otro lado, la pandemia, a más de todos los efectos adversos que ha tenido, también ha mostrado que la educación virtual -sobre todo en la etapa de educación superior- puede ser un arma potente para ampliar el acceso sin subir excesivamente los costos.

Requerimos fortalecer la pertinencia de la Universidad frente a una sociedad que necesita construirse con crecimiento económico, pero también con democracia, pluralidad e interculturalidad. Se precisa que los actores estén representados en los organismos de decisión y que no haya un control hegemónico del Ejecutivo, ni una burocratización del sistema. Se demanda robustecer la calidad y eso no se hace desregulando para entrar en un mercadillo de ofertas supuestamente académicas con el consiguiente retorno de universidades de garaje. El cogobierno y la autonomía son principios del sistema y están consagrados en la Constitución, cualquier reforma no puede soslayarlos. Y, finalmente, estas reformas no pueden ser elaboradas sin los actores del sistema puesto que no se pueden repetir los errores del pasado, aunque con nuevos rostros.

“Un mejor pueblo”

Por: Mónica Mancero Acosta

El presidente Lenin Moreno ha afirmado que así como los ecuatorianos dicen que les gustaría tener un mejor presidente, a él le gustaría tener un mejor pueblo. De aquí surge la pregunta ¿Qué clase de pueblo es el pueblo ecuatoriano? encontrar un carácter de un pueblo es muy complejo no solo por la heterogeneidad de las sociedades contemporáneas, sino porque la nuestra está atravesada por fracturas de clase, étnicas, regionales, de género.

Si revisamos los aportes de distintas vertientes que han reflexionado sobre la cuestión de la identidad nacional podemos remontarnos al pensamiento de Belisario Quevedo, quien a inicios de siglo XX mencionaba que parecen juntarse en el pueblo ecuatoriano los peores rasgos heredados del español y del indio.  Anotaba el autor las facetas que afectan este carácter, en la educación que es superficial pero con aspiraciones enciclopédicas; en la política siempre a la búsqueda de un caudillo que nos lidere, dando al líder la suma de todos los poderes; en el trabajo y la producción que refleja inconsistencia, debilidad, pobreza.

Contemporáneamente, Juan Valdano habla de un complejo de bastardía del ser mestizo ecuatoriano, que lo llevó a una ética de la simulación. En una tesitura algo similar, Erika Sylva argumenta que los ecuatorianos llevamos a cuestas el mito de la raza vencida, surgido desde la colonia hasta las derrotas militares y el cercenamiento del territorio. Uno de los rasgos reiterativos, para Manuel Espinosa, es la alienación que se provoca por la negación de la identidad indígena, buscando consolidar el proyecto de mestizaje.

A Oswaldo Hurtado le ha preocupado nuestro carácter ingobernable que se fue configurando desde la Colonia y República, con costumbres como poca valoración al trabajo, desconfianza, impuntualidad, falta a la palabra, elusión de la ley, sin sentido del orden y la autoridad, preeminencia del interés privado sobre el público.

Así, observamos que son el pesimismo y la autoincriminación los derroteros que han seguido el pensamiento de varios intelectuales. Cuando se analizan los estudios de la cultura política ecuatoriana se encuentra también un desdén hacia los rasgos de esa cultura.

Sin negar las profundas huellas del brutal hecho colonial, de la violación y la usurpación que llevamos a cuestas, así como una dominación sistemática en época republicana, creo que debemos revisar algunos de estos elementos, y sobre todo empezar a valorar el carácter estratégico y político de un pueblo que logró sobrevivir y mantener su cultura durante semejantes condiciones. Es necesario advertir sobre el proceso de reconfiguración identitaria que se provoca ahora mismo, y, además, distinguir entre el carácter de las élites y de los sectores populares.

Durante la pandemia, por ejemplo, hemos tenido alimentos porque ese “sustrato popular” de nuestra sociedad -sin ser esencialistas- está en aquellos que son gente trabajadora, siempre buscando alternativas de sobrevivencia, privilegiando el sustento familiar, aún bajo serios riesgos. Un pueblo inteligente, estratégico y trabajador cuyo sustrato ha logrado sobrevivir no solo a quinientos años de colonialismo y neocolonialismo, sino a doscientos años de República, con élites generalmente rentistas y mezquinas. Otra cosa será analizar el carácter de la élites políticas que nos gobiernan, lo cual supondría no solo otro artículo de opinión sino un estudio sistemático.

Hoy somos menos idiotas

Por: Mónica Mancero Acosta

En 2013 escribí para este mismo Diario una columna que se tituló “Todas somos idiotas” en alusión a que el nuevo Código Penal solo cambió la palabra idiota por demente, mientras permaneció inalterada la penalización del aborto por todas las causales. Escribí textualmente:

“Desde hace miles de años son los hombres quienes deciden cuándo violar a una mujer, y también ellos acaban decidiendo las penas a los violadores y si las mujeres violadas deben o no parir al hijo fruto de la violación. Históricamente las mujeres, frente a las violaciones, han sido tratadas como provocadoras y brujas; han sido los hombres, en sus roles de legisladores, gobernantes y jueces quienes han decidido su suerte. Es decir, a las mujeres nos han tratado, y nos siguen tratando, como idiotas (tontas, cortas de entendimiento -RAE), y no nos permiten autonomía y decisión sobre nuestros cuerpos”.

El 28 de abril de 2021, por decisión de la Corte Constitucional, y luego de un largo bregar de los movimientos feministas, finalmente se ordenó eliminar a la violación como causal para la penalización de aborto, sin embargo, se mantienen las otras. Es un paso significativo porque la situación de violaciones en el país es grave y en el contexto de pandemina se ha acentuado. Los embarazos consecuencia de estas violaciones constituyen afrentas sin nombre para estas niñas y mujeres, quienes a más del trauma de la violación debían enfrentar esa maternidad no deseada.

No obstante, aún nos sabe a poco; sobre todo al comparar con otros países como Argentina que acaba de despenalizar en aborto de forma general, parece francamente insuficiente y casi  vergonzoso que en Ecuador se haya aprobado recién la despenalización del aborto por violación, mientras en este país se permitía desde hace cien años.

Los aspectos implicados en este debate son la secularización y la laicidad. La secularización es un hito de las sociedades y Estado modernos que refiere a una autonomía de la esfera política en relación a la religiosa. La laicidad implica que el poder político no se apoya en símbolos y cuestiones religiosas para su legitimidad. Los grupos provida hacen gala de desconocer los avances en secularización y laicidad de nuestras sociedades, incluida la ecuatoriana. Tanto antes como ahora usan argumentos de la fe religiosa católica para oponerse a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres ecuatorianas.

Hace pocos años fue Correa el gran decidor sobre este tema; hoy, a falta de este líder, la esposa del reciente presidente electo se convirtió tristemente en vocera de estas posturas retrógradas. Al menos su marido reaccionó a tiempo señalando que respetaría la decisión de la Corte. Personajes como estos deberían entender de una vez por todas los significados de la secularización y de la laicidad para no dar paso a grupos fanáticos en el debate.

El dictamen de la Corte significa que las mujeres ecuatorianas hemos avanzado, hoy somos menos idiotas que antes, porque al menos las mujeres violadas podrán abortar si lo deciden. Sin embargo, aún se duda de la capacidad autónoma que tenemos las mujeres para decidir sobre nuestros cuerpos. Pero no esperaremos que pasen cien nuevos años para lograr ese reconocimiento al derecho a decidir de las mujeres en este país.

Una transición sin mujeres

Por: Mónica Mancero Acosta

Las imágenes de la reunión de transición entre el equipo del gobierno actual y el de Lasso causó indignación en las redes, sobre todo en el grupo del activismo feminista digital.

¿Hay razón para tanto alboroto? Se preguntaron muchos, enseguida salieron los defensores del presidente electo a decir que no se aceleren, que apenas es una primera reunión de transición, que todo criticamos.

Pero acá hay dos cosas que hay que tener bien claras, primero la histórica exclusión de las mujeres de la política que hace que esto se vuelva un tema sensible; y segundo, el gesto de Lasso en la campaña de la segunda vuelta de acercarse a grupos tanto feministas y de diversas identidades genéricas para capturar ese electorado que por su perfil profundamente conservador no pudo hacerlo en la primera vuelta.

Sobre la primera cuestión, las sociedades democráticas occidentales ya no pueden realizarse sin la participación de mujeres. Esto quiere decir que no podemos hablar de una auténtica democracia sin que las mujeres votemos -eso lo obtuvimos en 1929-, sin que las mujeres seamos votadas; y sin que las mujeres estemos en todas y cada una de las instancias de poder del Estado. Esto último no lo hemos conseguido aún en condiciones de paridad, tal como vemos las cifras de alcaldesas, concejalas, prefectas y asambleístas electas.

Los gabinetes de funcionarios designados son una posibilidad más rápida y sencilla de alcanzar paridad en el poder del Ejecutivo, y eso depende ya no solo de la sensibilidad del gobernante que designa sino también de una presión social para que así ocurra. La configuración de su equipo de transición fue un mal presagio de lo que vendrá, ojalá nos equivoquemos, pero esas fotos con equipos configurados solo por hombres molestan a hombres y mujeres perceptivos a la inequidad de género porque ya no estamos dispuestos  a contemplar esas fotos sin la presencia de mujeres en cualquier espacio: entrevistas en medios de comunicación; paneles de debates académicos y políticos; columnas de diarios; organismos colegiados; staff empresariales y un largo etcétera.

Sobre la segunda cuestión, el partido CREO y su candidato aparentemente entendieron que no podrían triunfar sino se sensibilizaban a la desigualdad de género. De ahí que su campaña diera un giro para conectarse con esos temas y con algunos de esos colectivos, pero no puede quedarse en una cuestión de campaña nada más. Ahora que corresponde la configuración de su gabinete exigiremos que lo haga en condiciones de paridad. Y no se trata de que habrá que buscar a los mejores sin importar si sean hombres o mujeres, ese discurso quedó obsoleto; se trata de que, con enfoque de equidad de género, seguro van a encontrar a mujeres y hombres para que enfrenten los desafíos de las carteras de estado, puesto que de nada las mujeres podemos quedar excluidas, ni aún de gobiernos conservadores.

El país no es un banco

Por: Mónica Mancero Acosta
El triunfo del señor Lasso no debe llevarle a enfatuarse con el poder, todo el país sabe que es el 19% aquel porcentaje de respaldo real con el que cuenta porque fue la votación de la primera vuelta. Aun este porcentaje quedó en entredicho por las denuncias de fraude. Si a eso le sumamos el histórico porcentaje del nulo, que trepó hasta más del 16% sumado al ausentismo, su respaldo real se desdibuja.

Fue sorpresivo, creo que para él mismo, haber obtenido un triunfo que suponía remontar los 12 puntos de diferencia que lo separaban de Arauz en la primera vuelta, y luego sacarle casi 5 puntos de ventaja. Los factores que intervinieron fueron muchos, y se relacionan con el marketing político, cosa que no es precisamente la sustancia de la legitimidad. Más allá de eso, está lo que hizo mal la otra campaña, como esos videos amenzantes y agresivos de expresidente Correa, lo que sumado al voto del temor que supieron vender bien, hicieron lo suyo. Sin embargo, la política basada en el temor no es sustancial, pues una vez vencido el “cuco” al cual se rechazó, se queda solo el gobernante en medio de una compleja situación que enfrentar.

De todas formas hay un presidente electo, y más allá del programa y sus ofertas de campaña, es necesario que sepan leer bien el escenario político y la profunda crisis que está sumiendo verdaderamente en la miseria a cientos de miles de ecuatorianos. No estamos para un proyecto neoliberal en este momento ni para medidas de schok, tampoco para privatizar servicios de salud o la seguridad social, como lo propone su programa. Se requieren políticas que traten de paliar medianamente la crisis, generar empleo sí pero no a costa de la explotación de los trabajadores ni de la vulneración de sus derechos.

El país no le ha dado un cheque en blanco al señor Lasso, al contrario, le ha dado un voto muy esquivo de confianza valorándolo como el menos malo frente a la encrucijada electoral que tuvimos. Esperemos que haya una lectura política apropiada frente a los planes que se trazaran los próximos días, y frente al gabinete que conformaría, el cual no va a dirigir un banco ni un negocio privado, va a dirigir un país donde no se trata de que lucren los de arriba, sino que no mueran de hambre ni infectados los de abajo.

El puente de la memoria

Por: Mónica Mancero Acosta

Virginia; Katthy; Johanna; Cinthia; Paulina; Noeli; Melissa; Jenny; Nayeli; María; Sisa; Olga; Adriana; Johana; Doris; Victoria; Monserrate; Maricelys; Gabriela; Maria Inés; Lucrecia; Tamia; Marlene; Elvira; Paula; Rosa; Wendy; Carmen; Katty; Brigith; María; Andrea; Katherine; Milena; Judith; Emili; Sani; Gloria; Camila; Jennifer; Estrellita; María Isabel; Zoila; Elizabeth; Mariuxi; Liliana; Gabriela; Sasha; Cristina; Sara; Daniela; Lisseth; Gema; Paulina; Juana; Marjorie; Belkis; Konny; Yulexy; Elsa; María Gabriela; Lidia; Daniela; Isbeli; Paola; Valentina; Johanna; Thalia; María Mercedes; Mayra; Rosa; Kattya; Jenny; Jéssica; Katherine; Adriana; Maité; Antonella; Carmen; Johanna; Julia; Silvia; Emilia; Katherine; Marilyn; Yomira; Maribel; Cristina; Fladis; Gabriela; Anahis; Melany; Maria Rosario; Jazmín; Jessenia; Karen; Verónica; Fanny; Emily; Vilma; Mikaela; Rafaela; Angela; Rosa; Cristina; Eliana; Gloria; Shelmín; Melany; Flor Del Rocío; Jéssica; Yuliana; Lisbeth; Alejandra; Mercy…

Estos son los nombres de las 118 mujeres asesinadas en 2020 en razón de su género, lo que lo constituye en femicidios. Algunos de estos nombres están en las columnas del puente Mariano Moreno en Cuenca, un puente que se pintó de violeta y que se erigió, en medio de una disputa, en un lugar de la memoria.

Este puente incomoda a las autoridades que se preocupan del ornato y que en acciones recurrentes lo volvían a blanquear pero el activismo feminista insistía en ponerlo de violeta. Ese puente perturba a los de mentes conservadoras y con prejuicios patriarcales, porque visibilizan los nombres de su inherente violencia. Ese puente exaspera a los violentos porque recuerda la dimensión de la saña con que humillan, golpean, y asesinan a las mujeres ¡Bien hecho! justo para eso está ahí ahora ese puente, ya casi no circulan vehículos porque es una zona peatonal, pero se ha convertido en el lugar de la memoria, de la infamia y el escarnio contra las mujeres.

La ira de los violentos no se agota en el ultraje a “sus” mujeres. También esa rabia se desborda contra las mujeres feministas activistas que están presentes precisamente para desplegar estas acciones de memoria, indispensables en una sociedad que ya está acostumbrada a las estadísticas de las mujeres asesinadas. Por ello no tuvieron empacho en destruir una placa conmemorativa que se colocó en el puente y en acciones oprobiosas contra Liz Zhingri, una de las jóvenes activistas feministas prominentes en Cuenca. Sin embargo, ni el amedrentamiento ni el miedo van a acallar a las mujeres comprometidas con esta causa, que significa la defensa de la vida, de la libertad y la autonomía de las mujeres.

 

El riesgo de defender la naturaleza

Por: Mónica Mancero Acosta

La reciente consulta popular sobre la prohibición de la minería metálica en las fuentes de agua en el cantón Cuenca tuvo un triunfo apabullante. Sin embargo, esto no se debe a una repentina conciencia de los cuencanos en defensa del medio ambiente; sin negar que sea una sociedad donde algunos de los nuevos temas sociales se posicionen de forma más vanguardista que en el resto del país, se debe a que hay una tradición de décadas de activistas defensores de la naturaleza y particularmente el agua.

Uno de los candidatos a la presidencia, precisamente quien se cambiara de nombre a Yaku, por la importancia que en su identidad tenía el agua, fue uno de los pioneros de estos cambios hacia lo que se denomina una agenda posmaterialista, la defensa de la naturaleza. Además, esta identidad se fue generando, no exclusivamente en capas medias altas urbanas de jóvenes, como usualmente se piensa; ni tampoco vinculados exclusivamente a Organizaciones No Gubernamentales, sino en el seno del campo popular. Es un ecologismo popular porque de esos recursos simplemente depende la vida de toda la comunidad, al igual que de la ciudad que se encuentra aguas abajo, Cuenca; así que el adjetivo posmaterialista, que mencioné anteriormente, no aplica en estricto rigor.

Precisamente allí, esta semana, fue asesinado Andrés Durazno con varias puñaladas, un activista ambientalista del pueblo, que libró duras batallas para oponerse a la minería metálica en Río Blanco. El fue presidente del sistema comunitario de agua y riego de Molleturo-Río Blanco, parroquia rural del cantón Cuenca. En 2016 se estableció una empresa minera, subsidiaria de una compañía china para extraer oro y plata que hay en el lugar. Esto generó innumerables conflictos por el acceso a las fuentes de agua de los habitantes del lugar. En 2018 se dictaminó una orden judicial de suspensión de la actividad, sin embargo, los conflictos no han parado porque la minería ilegal estaría tomándose la zona.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha instado al Estado ecuatoriano a investigar de manera diligente esos hechos para que no queden en la impunidad y brindar todas las medidas de protección frente a activistas defensores de los derechos humanos, de la naturaleza y de la vida, una militancia de alto riesgo.

 

“Amores que matan” ¿cómo asesinan a las mujeres?

Por: Mónica Mancero Acosta

Frente a un nuevo 8 de marzo, en el que deberíamos conmemorar con logros como el de contar con mujeres en espacios de poder, de su inserción más equitativa en el mercado laboral y en puestos de dirección, de políticas públicas más asertivas con enfoque de género, de disminución de la violencia, no es así. La violencia, que es un continuum que va desde la simple amenaza verbal hasta llegar al último escalón que es el asesinato, recrudece con el encierro causado por la pandemia.

Está ampliamente demostrado que son las parejas de las mujeres quienes, en esta espiral de violencia, las terminan matando. Y también está demostrado que estos hombres no son enfermos, ni depravados, ni personas con problemas mentales; al contrario, son como dice el slogan, hijos sanos del patriarcado. La mayor parte de mujeres que mueren en manos de sus parejas intentan tener algún grado de autonomía, de su cuerpo, de sus movimientos, de sus contactos, y en ese momento el agresor prefiere matarla a dejar que viva con autonomía; es el intento de control y no su demencia lo que lleva a que planifique el asesinato. Entonces los hombres prefieren perder a su pareja matándola, y a veces matándose, que perder el control sobre ella. En esos términos, el poder que ejerce el patriarcado en los imaginarios de estos varones es contundente. Otras mujeres, de plano, han decidido abandonarlos, y ese es otro porcentaje importante de femicidios; el resto mueren en ataques sexuales. Muchas mujeres son asesinadas en sus propias casas, el sitio más peligroso para las mujeres.

A las mujeres las matan sus parejas o exparejas, con armas blancas las apuñalan innumerables veces, con armas de fuego las comen a balas, con golpes directos, con objetos contundente las machacan, desmembran sus cuerpos, las decapitan, las asfixian, las envenenan. Los cuerpos los ponen en fundas de basura, en sacos, en maletas; las tiran en las quebradas, en ríos, en terrenos baldíos. Acaban de encontrar a una mujer en Cuenca asesinada varios días ya, amarrada a un árbol. Algunos perpetradores se suicidan, otros intentan hacer creer que ellas se suicidaron. Muchos de estos femicidios son planificados cuidadosamente y no el resultado de una simple disputa o accidente.

Estas muertes son evitables, por el simple hecho de que tienen un patrón reiterativo de violencia, de ahí que con procedimientos eficaces estos femicidios pueden ser prevenidos. Lo que resta por hacer es mucho, pero ya vemos que los posibles candidatos para el nuevo mandato siguen hablando de “ideología de género” ¿De qué ideología hablamos? ¿De la que frente a tanta violencia pretende hacerse de la vista gorda?

Abrir las urnas, señal de transparencia

Por: Mónica Mancero Acosta

El ambiente político y social de nuestro país está muy caldeado; por un lado, tenemos el tema de la desastrosa gestión de las vacunas, sobre todo por las prácticas prebendarias del ex Ministro de Salud que, con razón, encendió los ánimos de la ciudadanía que exige un mínimo de ética en la larga espera por las vacunas.

Por otro lado, el nivel de violencia inimaginable en las cárceles del país nos ha colocado en un escenario de terror, que antes solo veíamos por los noticieros en países como Colombia o México. Comprender la compleja situación de una sociedad empobrecida que no da oportunidades a jóvenes que terminan arrinconados en el mundo de la delincuencia organizada, que vive gracias a la prohibición de las sustancias convirtiendo en un verdadero infierno todo lo que toca. Todo ello, unido a un sistema penitenciario que ha tocado fondo, no solo en nuestro país, sino en el mundo occidental.

La crisis económica y de desempleo que no da tregua, los riesgos de contagio y el encierro, nos está llevando a los ecuatorianos a una situación de verdadero pesimismo social y desesperanza, y aún siempre surge algo más y parece que no acabamos de tocar fondo.

En este contexto, las dudas fundamentadas sobre el resultado electoral de la primera vuelta se convierten en una situación verdaderamente explosiva, que es necesario transparentar. No puede haber democracia, aunque sea la mínima, la formal, si no hay una legitimidad clara en los resultados electorales. Peor si en el escenario que tenemos, ambos candidatos supuestamente finalistas tienen altos grados de rechazo ciudadano: uno porque representa los intereses de un régimen autoritario, corrupto y vengativo; y el otro, los intereses de una élite financiera aupando un programa neoliberal que no tiene cabida con más ajustes en las difíciles situaciones que estamos viviendo.

Las actuaciones del actual CNE han estado plagadas de dificultades desde el mismo día de su instalación; varios de los consejeros sabemos que responden claramente los intereses de uno de los candidatos, los otros se mueven con lógicas poco transparentes; los resultados son absolutamente estrechos; las actas con supuestas irregularidades son más de 16 mil, un número increíble que supera la mitad de ellas. Al país, en este escenario de desconcierto, le daría una señal de transparencia la apertura de las urnas; es cuestión de voluntad política, ya se lo ha hecho antes, no hay razón de no hacerlo ahora.

 

¿Quién puede derrotar al correísmo?

Por: Mònica Mancero Acosta

El  escenario político ya no está polarizado entre izquierda y derecha, porque la denominada “izquierda” correísta, con su ungido Arauz, no es tal, es un populismo autoritario, y ahí periodistas y uno que otro académico despistado yerran en su nominación, pero a las cosas por su nombre. Este populismo, a pesar de su victimización y sus ofertas generosas, bajó en varios puntos el apoyo que tuvo hace cuatro años en primera vuelta y está más cercado territorialmente; pero siguen vigentes.

Por otro lado, la tendencia de derecha implosionó de una manera apabullante. En primera vuelta de 2017 Lasso obtuvo 28 por ciento mientras Cynthia Viteri 16; hoy con alianza incluida parece que no llega a 20 por ciento. No solo se debe a que Lasso sea un mal candidato, se debe a que el país, en medio de la crisis, intuye que por el neoliberalismo no van las soluciones a sus carencias.

El escenario político, con Correa medianamente ausente, empieza a diversificarse. Quien primero ha estado aquí para dar la cara y poner el cuerpo ha sido el movimiento indígena, en octubre. Yaku, representando a Pachakutik, con una trayectoria de treinta años luchando por el agua y en contra del extractivismo no es un improvisado; sufrió cárcel, golpizas y persecución en el correísmo, y fue capaz de capturar las intenciones de voto no sólo de pueblos indígenas sino mestizos empobrecidos, jóvenes y mujeres con valores ecologistas y feministas. Es una auténtica renovación de los idearios de la izquierda.

Ahora disputan el segundo lugar, pero aún si no lo obtuvieran ya han salido victoriosos; además, por el alto número de asambleístas electos. Yaku se apuntó una nueva victoria al conseguir, a pesar de todo el poder de la derecha y de un CNE cooptado por esa mayoría, que haya un amplio recuento de votos.

También se interpreta que una tendencia de centro, la Izquierda Democrática se ha reconstituido. No concuerdo con esta lectura, en las elecciones de 2017 el candidato Paco Moncayo, en una amplia alianza con la izquierda, logró apenas 7 por ciento. Esto provocó que esa tienda política busque un rostro nuevo, un empresario sin trayectoria ni experiencia en política ni gestión pública, ubicado ideológicamente en centro derecha, aunque con un relativo aggiornamento hacia idearios progresistas, y con una campaña algo excéntrica e hilarante, en medio del dolor de la pandemia.

Todo el país intuye que nuestra historia se bifurca dependiendo de quién gane en ese reconteo. Sabiendo que Lasso difícilmente será capaz de capturar a un electorado que se niega persistente a elegir la vía neoliberal, se dejaría el camino abierto al retorno del correísmo; o, si se hace un reconteo en buena lid -cosa difícil cuando se tienen varios consejeros que representan a una de las partes- existe la posibilidad de que sea Pachakutik quien pueda derrotar al correísmo, ahora en las urnas; antes ya se enfrentó a él en calles, plazas y carreteras del país.