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La noche de los giles

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

Los temores despertados recientemente por los fuertes y consecutivos temblores registrados en Quito me transportaron muchos años atrás, a lo que viví en Cuenca. Una noche, muy de madrugada, la ciudad entera se encontró volcada en calles, plazas y parques, a causa de un pánico colectivo originado por el rumor de un terremoto a provocarse en horas inmediatas. En este caso, no hubo temblores previos ni señal extraña en el ambiente, no obstante, como un verdadero reguero de pólvora, se fue difundiendo el mensaje de que habría un terrible terremoto. Los canales de comunicación fueron los teléfonos convencionales, los radioaficionados, y los parientes y vecinos que llamaban a las puertas de los incautos dormidos, quienes, de un sobresalto, se preparaban para salir de sus casas, en medio del frío de la madrugada.

Este evento se produjo el 4 de noviembre de 1985. Fue bautizado por el humor morlaco como ‘la noche de los giles’. Un artículo del genial periodista Edmundo Maldonado nos ha dejado el recuerdo, a quienes lo vivimos con más o menos años a cuestas, de qué hicimos esa madrugada. No todos claro, solo los giles, es decir casi todos:

«Lloran las monjas, lloran los hombres -aunque los hombres nunca lloran-, lloran los pobres, lloran los ricos, porque los ricos también lloran. Terror, temblor, miedo, chirichis, agua de toronjil, abrazos de despedida, perdonada de deudas, recomendaciones… Todo es confusión, carreras, desorden… se canta perdón, oh Dios mío, perdón e indulgencia, perdón y clemencia, perdón y piedad; pequé, ya mi alma su culpa confiesa, mil veces me pesa de tanta maldad, salve dolorosa y afligida madre, salve tus dolores y a todos nos salven…Son las dos y quince de la mañana, faltan tres cuartos de hora para el terremoto, qué lentas pasan las horas, los minutos, los segundos. Sollozan los niños, ladran los perros, fuman las pipas. Las dos y treinta de la mañana y nada… Las dos y cuarenta y dos, señores y señoras faltan dieciocho minutos para el terremoto, profetizado por Mariana de Jesús, cuando los pueblos no hagan nada contra los malos gobiernos. Temblor, pavor, crujir de dientes, nos piernan las tiemblas, cunde el pánico. Faltan dos minutos para las tres, se ponen en cruz los ateos, se hincan los comunistas, se santiguan los socialistas, se golpean el pecho los del MPD, se ríen los curuchupas, pero de miedo”.

Si en Quito se estuvo algo cerca a la noche de los giles cuencana, debemos considerar que los fenómenos de pánico colectivo no son muy frecuentes, no obstante se provocan en situaciones extremas y operan con una rapidez que nos deja pasmados. Información falsa o distorsionada circula espontáneamente y produce conductas que tienden a imitarse fácilmente, por un efecto gregario. En estos escenarios se ha comprobado que la orientación, el liderazgo y mensajes claros y sencillos son claves para superar estas situaciones. Y, después de todo, siempre nos queda el buen humor para burlarnos de nosotros mismos y nuestros miedos atávicos.

La universidad en la encrucijada

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

La entrevista a Fernando Sempértegui, rector de la Universidad Central, recientemente publicada, no deja de ser esperanzadora. Lo es por varios motivos: ahí se perfila un académico con trayectoria de investigación y docencia “al mando” de la Universidad más antigua del Ecuador, pero también un humanista de amplio talante. En la entrevista, además, se delinea una ya anunciada política de ampliación del campus universitario tan necesaria para dar oxígeno a la Universidad; se señalan algunas estrategias para fortalecer la investigación y, además, se plantea el fortalecimiento de las humanidades y ciencias sociales: “Como somos universidad necesitamos un potencial social y humanista importante. El campus de la avenida América estará dedicado a las ciencias sociales, humanas, a las artes y al deporte; vamos a fortalecer esas áreas. Tenemos una Escuela de Sociología que es un apéndice de la Facultad de Jurisprudencia, la vamos a sacar y vamos a crear la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas” (Revista Mundo Diners, julio 2014).

La estrechez de miras que supone fortalecer exclusivamente lo tecnológico y productivo en la educación superior ha sido criticada con sobra de argumentos. Por ello el anuncio oficial que ha hecho el rector supone una perspectiva amplia de lo que implica, en efecto, la universalidad de pensamiento.

No obstante, es ineludible referirse a las dificultades que deben sortear no solo la Universidad Central, sino todas las universidades, y sobre todo las públicas, en estos momentos de verdadero acoso por parte de los organismos de acreditación y evaluación y otras instancias de control y disciplinamiento de la educación superior. En el día a día, los académicos universitarios, además de sus actividades propias de docencia e investigación, se encuentran entrampados en la búsqueda y el registro de evidencias que permitan dar cuenta de los famosos indicadores construidos en una propuesta de evaluación absolutamente inconsulta con los propios actores de la educación superior.

Para complejizar la situación, la ambigüedad de los docentes de las universidades públicas como funcionarios públicos y como académicos, ha llevado al absurdo de que instancias como Contraloría pretendan también evaluar el desempeño de los docentes, pretendiendo establecer glosas por supuestos incumplimientos. Y aún más, la propuesta reciente de graduación a marchas forzadas de estudiantes rezagados, supone redoblar esfuerzos para enfrentar esta nueva disposición. En medio de todo este ambiente de menoscabada autonomía universitaria, se pretende que las y los académicos hagan docencia, investiguen y publiquen artículos exclusivamente en revistas indexadas, asfixiando la generación y circulación de conocimiento, que tiene otros canales legítimos de expresión.

Los esperanzadores mensajes del rector de la Universidad Central son tomados con optimismo por una contrariada comunidad universitaria, que además de estos anuncios requiere acciones políticas decididas y frontales para encarar esta política de disciplinamiento establecida por estos organismos gubernamentales, que implican irrespeto, falta de conocimiento e intromisión en los asuntos universitarios.

¿Existe pensamiento político ecuatoriano?

Por: Mónica Mancero Acosta

De esta clase eran las preguntas que se hacían los teóricos sociales latinoamericanos, allá por la década del 60. Hoy, para fortuna nuestra, Fernando Tinajero ha respondido de forma contundente a esta pregunta. El reconocido teórico de la cultura ecuatoriana ha mostrado evidencias de la existencia de este pensamiento en la Colección de Pensamiento Político Ecuatoriano, dirigida hasta hace poco por él, y mentalizada junto con Doris Soliz, cuando fuera Ministra de Coordinación de la Política.

En días pasados se realizó una jornada de reflexión sobre la historia política del Ecuador que mostró los avances en los debates acerca del Estado, la nación, las ideas políticas de izquierda y también las conservadoras, así como el rol y el pensamiento de líderes políticos en Ecuador. Todo este esfuerzo se encuentra sistematizado en esta significativa colección que integra al momento doce volúmenes, y que conlleva un estudio introductorio junto a una compilación realizada por cada uno de las y los autores.

En la serie azul de la colección titulada Temas se han publicado La utopía republicana a cargo de Fernando Albán; El pensamiento político de los movimientos sociales por Carolina Larco y León Espinoza; El pensamiento de la izquierda comunista de autoría de Hernán Ibarra; Estado nacional y región por Mónica Mancero; El pensamiento político de inspiración católica a cargo de Fernando Ponce. En la serie marrón, acerca de políticos y gobernantes, tenemos Eloy Alfaro por Jorge Núñez; El pensamiento de Simón Bolívar de autoría de Ángel E. Hidalgo; Velasco Ibarra a cargo de Javier Gomezjurado. En la serie gris, acerca de intelectuales, tenemos El pensamiento de Montalvo por Carlos Paladines; Agustín Cueva, ensayos; Bolívar Echeverría, Benjamín Carrión y la cultura nacional, todos ellos de autoría del maestro Fernando Tinajero.

Un mérito de esta colección es la continuidad que ha logrado, a pesar de las dificultades de circulación de los libros cuando cambian las ministras y alguna de ellas se niega a que circule porque consta el nombre de la anterior. Más allá de esos extraños celos en un mismo equipo de gobierno, esta colección ha logrado sobrevivir gracias al empuje que le dio el maestro Tinajero. Ahora que él se encuentra por fuera de esta tarea, será un reto para el grupo de trabajo a cargo dar continuidad a esta colección que expresa pluralismo, rigurosidad y que promueve la difusión del pensamiento político ecuatoriano.

Una visión tradicional en la historia del pensamiento político ha sido analizar estas ideas como si fueran de iluminados que aclaran la confusa realidad. Otras visiones reduccionistas han querido ver las ideas políticas como un reflejo de la clase social, etnia o lugar en que se ubica la o el autor. Pero hacer la historia conceptual de lo político, de acuerdo a Rosanvallon, es la forma social en que se construyen respuestas a lo que se percibe como problemas, configurando nuevas racionalidades que modifican las representaciones de lo político.

Entre lingotes de oro y McSquared

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

La corrupción política ha sido definida como el uso ilegal o ilícito de una posición de poder político con el fin de proporcionar ventajas particulares a individuos o grupos. Para contrarrestar la corrupción se ha probado que un mecanismo eficaz constituye la transparencia sobre los asuntos públicos y el establecimiento de dispositivos de control y penas para sancionar las prácticas corruptas. En general este afán de enriquecimiento y de obtener ventajas indebidas encontraría asidero en fallas del Estado de derecho, que posibilitan que aquello ocurra, es decir una cierta laxitud en las leyes. También la permanencia prolongada en los cargos puede contribuir a institucionalizar la corrupción.

Para algunos estudiosos de la corrupción, esta es una práctica rutinaria y normal tanto en democracias como en sistemas autoritarios. Las informaciones que a diario recibimos de regímenes diversos de distintas partes del mundo dan cuenta de ello. Prácticas corruptas como compra del voto, malversación de fondos y nepotismo han sido históricamente pan de cada de día, aquí y fuera.

El caso de la denuncia sobre los supuestos lingotes de oro ocultos en el equipaje de una exvicealcaldesa constituye una burda forma de acercarnos a la corrupción, que lamentablemente no se ha podido desterrar. Afortunadamente la Fiscalía ha iniciado indagación al respecto. También ha generado suspicacias el millonario contrato concedido a la agencia McSquared conformada por ecuatorianos residentes en New York, a quienes se habría encargado llevar adelante una campaña internacional “con el fin de contrarrestar las fuerzas internacionales que quieren destruir la creciente imagen de liderazgo mundial del presidente Correa y aislar al país de la comunidad internacional”.Según fuentes periodísticas internacionales rezaría así el contrato. Si esto se refiere a la campaña contra Chevron fueron más o menos evidentes las estrategias desarrolladas para enfrentar a la nefasta empresa transnacional. La resistencia a transparentar la información sobre este contrato vulnera el principio de transparencia que ha garantizado nuestro Estado de derecho y la propia institucionalidad conformada recientemente. La creación de la Secretaría de Transparencia al inicio de este proceso político fue la manifestación institucional de cómo este proyecto expresaba el malestar de las y los ecuatorianos acerca de las consabidas prácticas corruptas de la partidocracia. Al inicio fueron puestos al frente de esta entidad funcionarios con reconocida trayectoria y transparencia. No obstante, hoy, este reducido perfil a nivel de una Subsecretaría podría evidenciar una retirada de estas causas fundamentales.

La lucha contra la corrupción se trata de desincentivarla institucionalmente. Esto se lo hace incrementando la transparencia y reduciendo la brecha informativa entre gobernantes y gobernados, y, por tanto, ampliando la capacidad de la sociedad de controlar más eficazmente a los políticos y funcionarios públicos. Mientras tanto, las suspicacias generadas por los lingotes de oro y los contratos millonarios de relaciones públicas solo minan el capital político de la confianza ciudadana.

A estas alturas de su vida, Manuel Calisto

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

La magia del cine nos pudo dar un privilegio especial, volver a ver a Manuel Calisto en un trabajo cinematográfico inédito, su último proyecto de vida. El actor ecuatoriano, lamentablemente, falleció. Un crimen inconcebible que, según declaraciones de su hermano a la prensa, se mantiene impune.

La cinta dirigida por Álex Cisneros y Manuel Calisto, realizada antes de la muerte del primero, no tiene desperdicio. Nos muestra, a través de un penetrante y patético blanco y negro, el vacío y el absurdo de la cotidianidad urbana, y como telón de fondo la ciudad de Quito. Relata la vida de dos amigos con personalidades contrastantes: uno representado precisamente por Calisto, un burócrata relativamente acomodado al establishment, luego de su derrota en alcanzar algunos de sus verdaderos sueños; el otro interpretado por Cisneros, un mujeriego y realista cínico con cualidades matemáticas especiales. Ambos amigos, enredados en el absurdo, enfrentan con humor negro la vida cotidiana. El personaje femenino, interpretado por la actriz Sonia Valdez, muestra a la mujer «cazadora» y sin escrúpulos, en busca de la primera oportunidad para atrapar a su presa.

La cinta, realmente titulada A estas alturas de la vida, reproduce algunas técnicas cinematográficas al estilo Hitchcock, como el voyeurismo de la ventana indiscreta, esta vez desde un telescopio instalado en una ventosa terraza quiteña bajo el ruido recurrente de los aviones que transitaban aún por la urbe. Esta dificultad en la filmación fue aprovechada y dio lugar a un ingenioso recurso cinematográfico, que además nos deja un testimonio de los ruidos y silencios de la capital.

El cierre de la película se lo hace a través de una dura pero lúcida declaración de principios de uno de los personajes. Este fragmento del guión, elaborado por el cineasta de origen cuencano Cisneros, constituye una verdadera oda a la insoportable convivencia humana e inmediatamente me conectó con la premisa de Sartre acerca de la intersubjetividad: «El infierno son los otros».

Manuel Calisto, sin duda, «a estas alturas de su vida», nos habría dado mucho más. La violencia de una sociedad que él mismo denunció en sus filmes, nos privó de este privilegio. No obstante, gracias a la entereza de sus amigos, hemos podido recuperar a este actor ecuatoriano y este magnífico trabajo colectivo.

La atrocidad: exterminio de niños en Gaza e Israel

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com
@MonicaMancero

La espantosa e inconcebible muerte de decenas de niños y niñas en Gaza, y de algunos también en Israel, constituye la muestra de que los fanatismos del sionismo y del islamismo de Hamás han tomado un giro peligroso. No es casualidad que se cuenten niños entre las primeras víctimas de ambos bandos. El reciente problema de hecho surge cuando mueren tres niños judíos a manos de Hamás. Luego vino la ley del Talión y un niño palestino fue quemado vivo en pleno Jerusalén. Hoy en Gaza, con horror podemos observar decenas de niñas y niños convertidos en víctimas de esta infernal espiral de violencia, un verdadero “holocausto palestino”.

Se asesina a niños desde el ala fundamentalista del sionismo porque, a final de cuentas, ellos son el futuro del pueblo palestino, terroristas o no, y lo que este sector quiere es constituir un Estado judío sobre el territorio palestino, con la menor cantidad posible de no-judíos. Se trata entonces de una operación de limpieza étnica. Se asesina a niños israelíes desde Hamás porque ellos son la expresión de ese Estado de Israel, que no debería existir, puesto que su pacto fundador establece la formación de un Estado islámico. Ambos fundamentalismos terminan convergiendo y los niños han sido esta vez las víctimas propiciatorias.

El sionismo, cuyo término viene de los ‘amantes de Sion’ (fortaleza que conquistó David, situada en la colina oriental de Jerusalén), es un movimiento e ideología compleja que no tiene un carácter monolítico. Uri Avnery, fundador del Consejo Israelí para la paz israelo-palestina, sostiene que el sionismo ha llegado a su límite. En el surgimiento del sionismo, como movimiento político-religioso, su bandera de lucha fue la creación de un Estado judío en Palestina. Theodor Herzl, por su obra El Estado judío, es considerado el fundador el sionismo, quien propugnaba un Estado liberal y laico. No obstante el sionismo ha tenido una diversidad de interpretaciones. Según el propio Avnery, el sionismo hoy puede significar únicamente “patriotismo israelí combinado con el dogma de que Israel es un Estado judío”; pero también puede significar que “los judíos en todo el mundo son un pueblo y que Israel pertenece a ese pueblo”.

Para los sionistas de derecha significa el establecimiento de un Estado judío en todo el territorio de la palestina histórica. Esto debe ocurrir porque su dios lo quiere de esta forma. Pero no debemos olvidar que hay ultraortodoxos antisionistas, que plantean que no debe existir Estado de Israel ni ejército, siguiendo los preceptos de la Torá. Para los sionistas religiosos, en cambio, el sionismo fue el precursor del Mesías y el Estado judío debe gobernarse en base a leyes religiosas. Hoy, el sionismo está tomado por el nacionalismo, la derecha y el fanatismo religiosos. El propio Avnery ha propuesto la idea del postsionismo, bajo la premisa de que el sionismo, con sus luces y sombras, fue un “andamio para la construcción de la casa, pero una vez que la casa fue construida este andamio debe ser removido”. El Estado de Israel requiere repensar esta ideología que lleva al exterminio no solo de los palestinos, sino que pone en peligro a su propio pueblo, debido a la preocupante reacción antisemita que provoca.

Machos al volante

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com
@MonicaMancero

El hecho de que las mujeres hayamos incursionado en la conducción de vehículos tardíamente nos ha dado una cuestionable fama de malas conductoras, que los varones suelen celebrar y desata burlas y violencia. Al final, si la pericia al conducir viene dada por la cantidad de accidentes y consecuencias que esto causa, nosotras salimos con ventaja frente a nuestros congéneres. Veamos las cifras. Las estadísticas de la Dirección de Tránsito muestran que solo el 2% de accidentes de tránsito es ocasionado por mujeres y el 98% restante, por conductores hombres. Es cierto que la mayoría de conductores sigue siendo de varones, sin embargo, la cifra ponderada también es a nuestro favor, aquí en Ecuador, como en varios otros países del mundo donde conducimos mujeres, porque han de saber ustedes que hay países en donde aún es prohibido que lo hagamos.

No obstante, las mujeres debemos lamentar las consecuencias de una sociedad machista que se expresa en espacios y en interacciones sociales menos pensados. La disputa cotidiana del espacio en calles, carreteras y avenidas no es una excepción. El mundo privativo masculino de la conducción, de pronto, se vio poblado de mujeres que conducimos vehículos de diferente tipo, pero las relaciones de violencia masculina continúan expresándose a través de insultos, gestos, maniobras y toda clase de señas e improperios. Esta cultura de violencia muestra el maltrato que estos sujetos suelen darse entre sí, pero que frente a mujeres suele desbordarse, a veces de manera redoblada, bajo la premisa de que se enfrentan con una ‘mujer al volante, peligro constante’.

A estos prejuicios infundados, que solo atizan los malos tratos, debemos oponer las cifras de escasa severidad en los impactos propiciados por las mujeres, basadas en un comportamiento generalmente cauto, mesurado y responsable al volante. La confianza que supone que una mujer conduzca un bus o un taxi es cada vez más estimada. Los estudios aseguran que la mayoría de percances de las mujeres se relaciona más con errores en maniobras de giro e intersecciones y al circular de retro, sin mayores consecuencias.

Esto seguramente viene dado porque las mujeres aprendemos más tarde que los varones como parte de nuestra propia cultura sexista: tempranamente el padre enseña a conducir a su hijo varón o hay permisividad para que saque el auto de casa, pero más tardíamente lo hace la mujer.

El nivel de agresividad es un indicador de que la testosterona se toma los volantes en nuestras vías y provoca un índice de muertes de los más altos en el mundo: circular con exceso de velocidad, pegarse al parachoques trasero, hacer guiños de luces de manera desesperada o sobrepasar y cambiarse de carril intempestivamente son las maniobras agresivas que se unen a los comunes insultos y gesticulaciones hacia el resto de los conductores, peor si es mujer.

Mientras no cambie la cultura de prepotencia y arrogancia de los conductores varones, por ejemplo, de buses urbanos, interprovinciales, de camiones y demás, quizás una medida adecuada sea reemplazarlos por mujeres entrenadas. Estoy segura de que esto redundará en menos accidentes y poder transitar con más confianza y menos violencia por nuestras carreteras y avenidas.

¿Qué política para qué políticos?

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

Hay infinidad de formas de entender la política, como en botica, para todos los gustos y evidentemente depende de la tendencia ideológica del actor, o la propia corriente o enfoque interpretativo. Para empezar, siguiendo a Chantal Mouffe, debemos distinguir la política de lo político. La política se relaciona con las prácticas, por tanto es experiencial, de esto se encarga la ciencia política, que se pregunta por los hechos de la política. Mientras que lo político es lo más sustantivo, se pregunta por la esencia de lo político, de esto se encarga más bien la teoría política. No obstante, para simplificar, con los riesgos que toda simplificación corre, hay dos formas fundamentales en las cuales pueden resumirse los debates centrales sobre «lo político». Una perspectiva consensual, que considera que lo político se hace en base a acuerdos, pactos, acción comunicativa, un modelo deliberativo o dialógico que armoniza intereses y conflictos en la sociedad. Y una perspectiva antagonista, que enfatiza en los disensos, en la dominación, analiza el poder como violencia organizada, un instrumento de opresión, e incluye entender lo político como una relación amigo/enemigo.

Parece claro que nuestros actores políticos, aún inconscientemente, parecen privilegiar la segunda concepción, aunque frecuentemente sus discursos suelen estar inflamados de la «búsqueda del bien común» y de «pactos sociales» que se originarían en la vertiente más liberal y contractualista. Pero en el momento de las disputas, tanto los actores del ala de la derecha, como de la izquierda se decantan por mirar una relación amigo/enemigo, donde cabe solo la eliminación -simbólica o real- del oponente. En la efervescencia electoral reciente circularon en las redes mensajes francamente fascistas de parte de actores de la derecha política con amenazas de exterminio. Se disculparon, pero ahí quedó el mensaje con toda su eficacia. Hoy día, con preocupación escucho discursos de la propia Secretaría de Comunicación que contiene una violencia simbólica sin igual contra aquellos que parece considerar enemigos, no adversarios, los que «organizan marchas que ya marcharon». Si ya ‘marcharon’ no se entiende tanta preocupación ni tampoco ese afán de desconocer la legitimidad del oponente, y de quitarle todo reconocimiento social y cultural. Esa negación es como escupir al cielo, puesto que todos sabemos cómo surgió este proceso político llamado revolución ciudadana, cuáles son sus fuentes y los actores y luchas que contribuyeron a su entronización en el poder político.

No hay ingenuidad en nuestros actores políticos, todos entienden la política como antagonismo y disputa, a pesar de sus declaraciones discursivas en donde hablan de diálogo y acuerdos. Tienen razón en ello, no hay una solución racional a los conflictos políticos, son consustanciales a lo político e irresolubles en sí mismo. En lo que no tienen razón es en este afán de mirar al adversario como enemigo, y el riesgo que se corre es que el enemigo sea eliminado -real o simbólicamente-, como ocurrió en los totalitarismos nazis o fascistas. El problema es que los actores políticos no se perciben como miembros de una misma asociación política, compartiendo un espacio simbólico común, cuyo reconocimiento es el único camino para construir una política democrática.

¿El fútbol es solo cosa de ‘negros’?

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com
mancero@hotmail.com

El partido de nuestra selección contra la de Suiza lo vi en Esmeraldas, en una cabaña que expende bebidas y comida a orillas de la playa, donde se había concentrado muy poco turismo y la mayoría de los espectadores era de afroecuatorianos. Ellos habían instalado una gran pantalla, como es debido, y veían el partido mientras atendían a los escasos turistas. Fue una sensación especial, todos, mestizos y afros, hermanados nada menos que bajo nuestra selección de fútbol. No obstante, quienes tenían un rol protagónico eran ellos, los jugadores ecuatorianos, casi en su totalidad de origen afro, fueron quienes durante más de 90 minutos nos llenaron de emoción y decepción y pudieron hacer la magia de comunicarnos a través del fútbol. Sigue leyendo

Enmiendas, ‘caja de pandora’

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

El proceso político de la Revolución Ciudadana fue, en buena parte, la decantación de un conjunto de expresiones de luchas populares de décadas y, más recientemente, del malestar acumulado durante el período económico neoliberal y del desencanto acumulado del retorno democrático. La apertura de este proceso de efervescencia social y política en el 2006, produjo un renacer de la esperanza de cambio y tuvo la potencialidad de articular estas múltiples demandas y malestares. Sigue leyendo