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¿El fútbol es cosa solo de hombres?

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

El fútbol constituye un elemento que contribuye a la conformación de la «ecuatorianidad», si así se puede llamar a la existencia de una difusa identidad nacional. Salvo pocos, hombres y mujeres estaremos pendientes de la selección nacional. Las mujeres de todos los países podremos mirar solo hombres patear el balón en la cancha. ¿Cómo se ha configurado esta exclusión de las mujeres de un deporte tan importante? ¿Por qué nos parece tan natural que las mujeres solo veamos hombres jugar el fútbol calificado como el deporte rey? ¿Cómo ha cambiado la percepción de las mujeres acerca del fútbol?

Las mujeres, sobre todo antes, veíamos con odio o indiferencia la cultura futbolera, porque como hijas o esposas habíamos sido víctimas de un desplazamiento dominical cuando se instalaba el fútbol en los hogares. Los hombres se sentían a sus anchas, monopolizaban los lugares y generaban espacios excluyentes donde se reunían a mirar o jugar entre ellos. Ahora las cosas han cambiado, vemos hinchas mujeres en los estadios, locutoras y periodistas, y un conocimiento más cabal de ellas acerca de la cultura futbolística. ¿Esto ha revertido las cosas? Para nada, solo genera una naturalización de la exclusión, que nos parezca normal que solo hombres participen de este deporte que concita la atención mundial, incluidas ahora nosotras. Solo vemos varones ir detrás de la pelota durante 90 minutos y, para ser justos, hacer jugadas tácticas y estratégicas para que ese balón termine en la portería del equipo contrario. Se argumentará que ahora también hay equipos femeninos. Sin embargo, constatamos que el fútbol de mujeres no se posiciona, ¿o alguien conoce a la goleadora del equipo femenino ecuatoriano?, ¿hay equipo de fútbol femenino ecuatoriano?

La dominación masculina ha tejido estratagemas para la construcción de esa feminidad que nosotras defendemos. Como argumenta Bourdieu, las mujeres somos cómplices de esa dominación, cuando nos alejamos de los juegos rudos, nos negamos a jugar con una pelota, no incentivamos a nuestras propias hijas a hacerlo, bajo el prejuicio de que el fútbol es cosa de hombres. Ellos, claro, se han asegurado de volver exclusivo ese espacio, rodearlo de violencia y de réditos económicos, que lo lleva a constituir un monopolio de la masculinidad.

La mitad de la población no participa enteramente del deporte central en el imaginario ecuatoriano. El fútbol está marcado por una exclusión de género. Este deporte, que cohesionaría la identidad nacional, está atravesado por la exclusión de la mitad de esa nación, o apenas con una incorporación parcial y subalterna de ella. Esto no es culpa del fútbol, apenas es un reflejo de la desigual configuración de nuestras relaciones de género.

La desaparición del Subcomandante Marcos (II)

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

La mañana del 1 de enero de 1994 sobre México cayó un verdadero balde de agua fría, como para despertarse de la resaca de fin de año -al decir de los mexicanos- debido a que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, conformado algunos años atrás, anunciara una declaración de guerra al gobierno.

Paralelamente los zapatistas se tomaron el municipio de San Cristóbal de las Casas, en el estado sureño de Chiapas. En ese mismo minuto México se aprestaba a firmar el TLC con Estados Unidos y Canadá, la promesa neoliberal de su supuesto ascenso al primer mundo.

Durante 2 semanas el zapatismo se enfrentó con el Ejército mexicano, con un saldo incierto de muertos. El EZLN se replegó a la selva lacandona y desde ahí lanzó su proclama de democracia, libertad y justicia, condiciones ineludibles, según el zapatismo, para negociar tierra, trabajo, vivienda, salud, educación. Este remezón provocó que México volviera a verse a sí mismo, a sus olvidados y excluidos indígenas y campesinos.

No obstante el vocero del zapatismo, el Subcomandante Marcos declaraba, para sorpresa de todos, que no perseguía el poder. Indagado acerca de si aspiraban a asaltar el poder, respondió “Lo que hay que hacer es subvertir la relación de poder, entre otras cosas porque el centro del poder ya no está en los Estados nacionales… de lo que se trata es de construir otra relación política, ir a una ciudadanización de la política”.

Desde la izquierda más ortodoxa Marcos y el zapatismo cometían una herejía, se olvidaban de la lucha de clases y de la toma del poder, apenas dos “detalles” cuya incorporación tuvo consecuencias catastróficas en vidas humanas para otros movimientos insurgentes de América Latina.

No obstante, el zapatismo fue la inspiración para un movimiento internacional de resistencia al capitalismo. En sus encuentros denominados ‘intergalácticos’, se dieron cita miles de activistas de todo el mundo para debatir acerca de la decadencia de la civilización capitalista.

Marcos, en sus propias palabras, fue fruto de “una compleja maniobra de distracción, un truco de magia terrible y maravilloso, una maliciosa jugada del corazón indígena que somos… Si ser consecuente es un fracaso, entonces la incongruencia es el camino del éxito, la ruta del poder. Pero nosotros no queremos ir para allá, no nos interesa. En estos parámetros, preferimos fracasar que triunfar… En lugar de dedicarnos a formar guerrilleros, soldados y escuadrones, preparamos promotores de educación, de salud, y se fueron levantando las bases de la autonomía que hoy maravilla al mundo… El personaje fue creado y ahora sus creadores, los zapatistas y las zapatistas, lo destruimos.

Vimos que el personaje, el holograma pues, ya no era necesario… Siendo el 25 de mayo del 2014 en el frente de combate suroriental del EZLN, declaro que deja de existir el conocido como Subcomandante Insurgente Marcos. Eso es. Por mi voz ya no hablará la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Vale. Salud y hasta nunca o hasta siempre, quien entendió sabrá que eso ya no importa, que nunca ha importado”, fueron sus últimas palabras.

La desaparición del subcomandante Marcos (I)

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

Pude conocer al subcomandante Marcos en marzo de 2001. Vivía en México cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN organizó la Gran Marcha desde la selva lacandona, ubicada al sur de México, hasta la capital. Acompañé un trayecto de la marcha junto a periodistas ecuatorianos que se desplazaron allá para realizar una cobertura. Me impresionó mucho constatar la fuerza y convicción de esa caravana integrada no solo por mexicanos sino por una apreciable cantidad de extranjeros, entre los cuales figuraba toda una legión de ‘guardianes’ italianos y españoles que custodiaban al subcomandante y a los indígenas, los denominados ‘monos blancos’. Ya en una población del estado de Morelos, en Tepoztlán, el Comando indígena del EZLN hizo su aparición en una tarima del parque central. Intervinieron varios de las y los comandantes indígenas. Todos esperábamos el discurso de Marcos, quien, ataviado con su habitual pasamontañas y su traje militar, apareció junto a toda la dirigencia del EZLN. Sigue leyendo

Sousa, el intelectual que “defiende” la Revolución ciudadana (II)

Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

El texto del intelectual de la democracia participativa Boaventura de Sousa Santos, que comenté en mi artículo anterior, pone nuevamente en el tapete la añeja discusión del rol de los intelectuales y su relación con el poder. Desde la visión erosionada del intelectual orgánico hasta la más aséptica de rechazo a cualquier forma de poder, los intelectuales se han movido en una compleja relación con respecto del poder. Esta tensión es irresoluble, puesto que el intelectual emite sus interpretaciones críticas, y eso genera malestar al poder. Sigue leyendo

Boaventura de Sousa Santos, el intelectual que defiende la Revolución Ciudadana (I)

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

El texto «¿La Revolución ciudadana tiene quien la defienda?», que circulara en días recientes, de autoría del intelectual de la democracia participativa más cercano a los movimientos sociales latinoamericanos, no ha dejado de causar cierta conmoción en los círculos intelectuales y políticos del Ecuador, no por la crítica en sí misma que ya había sido dada desde académicos criollos, sino por la autoridad de la que procede. El intelectual portugués, desde una posición “solidaria comprometida”, parte por calificar a estos gobiernos como “notables” porque se enfrentan al neoliberalismo y no exigen un sacrificio. Se centra en el Gobierno ecuatoriano calificándolo como el “caso más complejo”.

De entrada manifiesta que este no puede ser considerado un gobierno de derecha, y destaca su afán redistribuidor y la estabilidad política que ha traído al país. Señala que el gobierno de Correa es “el gran modernizador del capitalismo ecuatoriano” por la centralidad que tiene el Estado, por el impulso de la soberanía, por su política social que trata de construir una sociedad “más moderna y equitativa”.

Por ello, dice, no se construye un socialismo del siglo XXI, sino más bien un “capitalismo del siglo XXI”.

No obstante, plantea que la concepción del gobierno es la de una sociedad “subdesarrollada”, inmadura diríamos, la cual no está preparada para “altos niveles de participación democrática y ciudadanía activa”. Todo este programa del Gobierno ecuatoriano, nos dice Boaventura de Sousa, choca con la Constitución de Montecristi. Para el Presidente y su gobierno, “la política tiene que asumir un carácter sacrificial, dejando de lado lo que más valora para que un día pueda rescatarlo”, con esto se refiere al Yasuní. Los pueblos indígenas opuestos a esta explotación son vistos como “obstáculos al desarrollo” y los jóvenes ecologistas como “manipulados o inconsecuentes”. Esto explica que la participación ciudadana sea funcionalizada al Gobierno y sus intereses, y los adversarios políticos sean vistos como enemigos con el riesgo de que se quiera eliminarlos, todo lo cual lleva a una “demonización de la política”. Así la “sociedad civil es buena, siempre que no esté organizada”, entonces se “corre el riesgo de hacer la Revolución Ciudadana sin ciudadanos”.

A pesar de esta implacable aunque lúcida argumentación, el intelectual de forma optimista cree que aún es posible que el Presidente pueda “rescatar la gran oportunidad histórica de llevar a cabo la Revolución Ciudadana que se propuso”, aunque con escaso margen de maniobra, puesto que “los verdaderos enemigos de la Revolución parecen estar cada vez más cerca del Presidente”. Señala tres medidas a ser implementadas de forma inmediata: “democratizar más la democracia”, lo que significa dialogar con los movimientos sociales, entre los cuales se encuentran los “infantiles” Yasunidos; “desmercantilizar la vida social” a través de fortalecer las formas diversas de economías alternativas, puesto que “la transición al postextractivismo se hace con cierto postextractivismo y no con la intensificación del extractivismo”; y la descolonización de lo público, es decir un Estado que promueva la interculturalidad y que elimine la injusticia originaria que pervive frente a los grupos indígenas. He ahí una ruta de acción que no sabremos si va a tener eco.

19 MAY 2014

Mujeres y protección social

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

Los modelos de protección social implementados en diferentes países están afincados generalmente en el esquema tradicional de reparto de roles sexuales: hombres como proveedores y mujeres como cuidadoras, por lo cual son incapaces de integrar la creciente presencia de las mujeres en el mercado laboral, nos dice la OIT en un documento reciente.En un libro que circula en estos días «Mujeres y protección social en el Ecuador», compilado por Álison Vásconez y publicado por el MIES, se analizan los sistemas de protección social en Ecuador desde una mirada del género; el régimen de empleo y derechos del trabajo; la protección social y los cuidados; los debates acerca de las transferencias monetarias; y la seguridad social y género.

Un sistema de protección social procura brindar una respuesta a una población que se encuentra en riesgo de deterioro de su situación de bienestar presente, es decir un grupo vulnerable. Estos riesgos tienen que ver con contingencias como desastres naturales pero también temas cotidianos como desempleo, vejez, enfermedad, pobreza y desigualdad. La protección se amplía a la primera infancia, bajo el entendido de que así se aseguran condiciones más óptimas para esa población, a futuro. El conjunto de prestaciones que se brindan dentro de este sistema, ya no se lo hace en América Latina desde una visión de caridad, sino desde un enfoque de derechos.

Los datos nos dicen que las mujeres son las más pobres y aquellas que tienen más dificultades para acceder a educación, a empleo o que disfrutan de escaso aseguramiento en su vejez. De ahí que las políticas de protección social deben necesariamente incluir un enfoque de equidad de género para equilibrar esta situación. Ahora bien, la atención en estos programas a poblaciones en su mayoría de mujeres, no implica que necesariamente estén trabajando con un enfoque de género. La transversalización adecuada de esta perspectiva significa más bien que las políticas deben considerar cuál es este reparto de roles tradicional y la vejatoria división de trabajo sexual persistente en la sociedad. Debe considerar el hecho de que la incorporación al mercado laboral de la mujer para generar ingresos, frecuentemente con una menor retribución económica, es inequitativa puesto que ella continúa a cargo de las tareas de cuidados, lo que implica una asfixiante recarga de trabajos.

El esfuerzo de sistematización de este libro es significativo. Examina un conjunto de experiencias de política y de reflexiones alrededor de ella, y nos acaba por mostrar que el desafío es no solo contar con un número amplio de mujeres beneficiarias de estos programas, sino incorporar una perspectiva de transversalización de género que analice minuciosamente los lugares y las formas de las exclusiones y rezagos de las mujeres, para que la política pública pueda diseñar los mecanismos para revertirlos.

Universidad rompe el silencio

Por: Mónica Mancero Acosta
monicamancero@hotmail.com

El proceso vertical e inconsulto de transformación de la Universidad ecuatoriana ha generado resistencia de sus diferentes actores. Hasta ahora estas reacciones se habían presentado de forma aislada, circunscrita en algunas instituciones y sin mayor eco. Hoy está circulando un manifiesto suscrito por cientos de docentes universitarios y académicos, procedentes de más de veinte universidades, que cuestiona con lúcidos argumentos el proceso de evaluación y acreditación universitaria implementada por el CEAACES.

El planteamiento central del manifiesto es el cuestionamiento a la visión de universidad que subyace el modelo de evaluación y acreditación, impuesto por una visión jerárquica, neocolonialista, irrespetuosa de la autonomía y que tiene en poca estima a la comunidad académica ecuatoriana. La argumentación que recoge el documento no tiene desperdicio. Uno a uno los argumentos son examinados con precisión: una evaluación que no toma en cuenta la opinión de la propia comunidad universitaria; la creación de un ranking que categoriza a las universidades en orden jerárquico y siguiendo moldes comerciales y que termina por fomentar las desigualdades socieconómicas y culturales; la calidad, en la cual todos estamos de acuerdo, es tomada como una entelequia sobre la cual no cabe definición ni debate; el desatino de colocar parámetros de publicación que privilegian un par de empresas transnacionales de la distribución de publicaciones académicas y no su impacto en la comunidad académica y la sociedad; un sistema de valoración que termina favoreciendo a las universidades privadas más caras con menoscabo de la universidad pública; la sobrevaloración de los títulos en desmedro de la pertinencia docente; el equívoco de un enfoque tecnicista sesgado por la eficiencia administrativa, antes que la priorización de los problemas que la universidad puede ayudar a resolver a través de la vinculación con la sociedad.
Las y los autores de este texto, pertenecientes al Grupo de Trabajo sobre Universidad y Sociedad, manifiestan:

“Los principales criterios de calidad a nuestro juicio deberían relacionarse con la pertinencia para la sociedad, con la participación, el cogobierno y la administración democrática de las instituciones de educación superior, y con democratización de los saberes y la construcción de capacidades sociales para la convivencia cívica entre personas críticas”.

La Universidad rompió el silencio y lo hizo no desde sus autoridades con perfiles acomodaticios, varios de ellos o plagados de temores sobre la negociación de recursos para sus casas de estudio; tampoco lo hizo desde sus gremios cooptados o con poca capacidad crítica. Lo hizo desde su espacio más lúcido, su comunidad académica. Ahora la universidad demanda una respuesta y un cambio de este modelo disciplinario y tecnicista que ha sido impugnado.

http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/universidad-rompe-el-silencio.html
Publicado el 4/14/2014