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Cuenca por el agua y la vida

Por: Mónica Mancero Acosta

La Cámara de minería habla de “minería responsable” y me suena igual cuando en el régimen correísta se inventaron lo de “autonomía responsable” con el objetivo de menoscabar la autonomía universitaria. Las actividades mineras no sólo se limitan a extraer materiales provocando altísimos impactos denominados pasivos ambientales que superarían a los beneficios generados, sino que además acarrean problemas sociales como pérdida de condiciones de sustento de las comunidades locales, desintegración social, cambios culturales abruptos, delincuencia, además de problemas para la salud.

La cuestión minera y extractiva no es tan sencilla, la minería tiene varias fases y en todas ellas se desencadenan impactos. En la exploración ya hay una fase de afectación por caminos de acceso, campamentos, trabajos geofísicos, zanjas, que se abren en la zona. Durante la explotación hay deforestación de bosque que luego generan escorrentías que generan verdaderas catástrofes, impacto sobre el hábitat de especies endémicas, y sobre todo la afectación de las fuentes de agua en zonas de páramo es un tema clave en el caso de Cuenca.

En la propia zona de extracción se provoca erosión y residuos inmensos de tierras y rocas estériles. Por otro lado, la cantidad de agua que se requiere termina por secar las fuentes de agua del sector. Los especialistas señalan que se genera material tóxico de ácido que podría continuar por cientos y hasta miles de años; incluso que metales pesados pueden terminar en tejidos de organismos vivos.

También acarrea contaminación del aire que provoca daños a la salud y gases que contribuyen al efecto invernadero y el consecuente cambio climático; todo ello unido al ruido y un sin fin de otros daños irreparables. Apenas uno revisa la información es para asustarse, y un estudio del tema le da la verdadera dimensión de la minería y las actividades extractivas.

Cuenca y el país merecen mejor suerte que semejantes amenazas que afectarían a sus fuentes de agua y al consumo humano de la ciudad ubicada más abajo, aunado a estos otros impactos detallados. Cuenca, sus cuatro ríos, sus árboles, sus hermosos parques lineales a lo largo de estos ríos, y el agua de consumo humano, todo esto corre un riesgo inmenso con la minera metálica.

La lucha por el agua fue emprendida hace décadas por unos pocos activistas ambientalistas, más bien de origen campesino, era por la defensa del agua de riego, indispensable para sus cultivos, y su autogestión; desde la ciudad no entendíamos bien estos procesos. Hoy esas reivindicaciones han escalado a otros niveles con la amenaza de la minería, pero los habitantes de la ciudad y sus parroquias rurales están conscientes que lo prioritario es el agua, esos frágiles sistemas, el medio ambiente, una población saludable, en definitiva, la vida.

 

Ecuador en la encrucijada

Por: Mónica Mancero Acosta

El país está a escasos días de tomar una decisión en las urnas que será crucial para nuestro futuro. Si la política importa es porque decide el rumbo de las sociedades, y la decisión no será solo sobre quién llega a Carondelet sino, literalmente, sobre quiénes, y cuántos viven y mueren, tanto por las vacunas como por el hambre y desempleo.

Los proyectos políticos neoliberales, como el que plantea el candidato Lasso, ya se experimentaron en nuestro país en la década de los 80, 90 y al inicio del nuevo siglo.  Las medidas de ajuste y la reducción del Estado fueron parte de la agenda política neoliberal de gobiernos como el de Febres Cordero, Durán Ballén, Mahuad, Gutiérrez. La creencia de que el mercado será el organizador de la vida social llevó hacia una desregulación de la economía, a privatizaciones que fueron contenidas por las luchas de los movimientos sociales, y a transferir responsabilidades a la sociedad civil. Todos los estudios muestran que es un proyecto político regresivo, es decir que empobrece más a las capas más vulnerables y permite mayor acumulación de los estratos altos.

Los proyectos políticos del socialismo del siglo XXI, como el que representa el candidato Arauz, y su asesor el expresidente Correa, si bien significaron una discreta redistribución en algunos casos como el nuestro, no tuvo la contundencia ni la efectividad que los significativos recursos económicos y su enorme capital político les daba la oportunidad de desplegar para transformar al país; nos quedaron debiendo. Sin embargo, fuimos testigos de la consolidación de un proyecto extractivista en lo económico y, profundamente autoritario en lo político, que despreció el potencial democratizador de los movimientos sociales como el indígena, el feminista y el ecologista. Además, por lo que han dicho los jueces, involucrado en tramas de corrupción sistemáticas.

Entonces ¿qué nos queda? Podríamos pensar que hay una amplia gama de candidatos, sin embargo, muy difícilmente ellos portan un proyecto político. Lo que tenemos ahí son una sucesión de egos, de perfiles excéntricos que aprovechan el espacio electoral para obtener un reconocimiento que jamás lo tendrían de otro modo. Los que portan un proyecto político son muy pocos, y ahí es donde -considero yo- tenemos que mirar. Un proyecto no individual, tampoco de un grupúsculo, ni siquiera de un partido, sino de colectivos sociales. Una propuesta política que busque una suerte de tercera vía, ni neoliberalismo ni autoritarismo, un proyecto más allá del extractivismo, de la primacía del mercado, de la práctica autoritaria. Un proyecto donde importe la defensa de la vida; de la comunidad y su voz participativa; de la naturaleza; ahí podría construirse algo duradero y alternativo.

Un nuevo contrato sexual

Los partidos políticos son los principales perpetradores de la violencia contra las mujeres en política.

Por: Mónica Mancero Acosta

 

Desde las civilizaciones antiguas las cosas se pusieron complicadas para las mujeres. Más cercanamente, los griegos, dicotomizaron la polis como el espacio esencialmente masculino para la política mientras el oikos constituía la esfera de lo doméstico, espacio “natural” de mujeres y esclavos.

La historia de exclusión y violencia es antigua, por eso, cuando hablamos de las distintas facetas de la violencia política de género, nos referimos apenas a un último tramo en el cual es posible la participación de las mujeres en política. Y este gran logro del siglo XX trae aparejada su correlato: hostigamiento, acoso y violencia expresada en formas sutiles como otras más descarnadas.

Los partidos políticos son, en nuestro país, los principales perpetradores de la violencia contra las mujeres en política, de acuerdo a una investigación de 2019 realizada por el Instituto de la Democracia del CNE. No son los únicos, también están los medios de comunicación; los actores estatales y sus instituciones; y la sociedad expresada ahora en redes sociales que, parafraseando a Eco, constituye la cloaca más inmunda de violencia contra las mujeres; finalmente, la propia familia de las mujeres políticas puede ser su más cercano martirio.

De palizas, y violencia descarnada nos puede hablar Lourdes Tibán, quien sufrió varios actos violentos en su vida política. Hostigamiento en redes sociales, a tal punto de levantar una denuncia en Fiscalía, lo sabe Chechi Alvarado, candidata a prefecta del Azuay. Las mujeres que se divorcian porque sus parejas no terminan de aceptar su rol político, pero también aquellas que son presionadas a renunciar para que el suplente varón tome el cargo, son ejemplos de esta violencia simbólica. Otros actos más sutiles como el tipo de trato que reciben, el ocultamiento de información, los escasos recursos o ninguno que se los asigna. Una forma pública que todo el país pudo presenciar, y por ello más vergonzosa, fue la que sufrió Paola Pabón y su grupo cuando en el debate de la despenalización del aborto se las sancionó dentro de su partido, movidos por su líder Correa.

La violencia política contra las mujeres se encuentra contemplada en la Ley para prevenir la violencia contra las mujeres, y está tipificada como una infracción electoral en el Código de la Democracia. Sin embargo, es importante la prevención generando espacios para observar estas conductas, sensibilizar a las propias mujeres y a los partidos políticos, para la denuncia y la ruptura del silencio.

Sin mujeres en política no podemos hablar de una auténtica democracia, no solo porque somos la mitad de la población sino porque contribuimos al sostenimiento de la vida. Carol Pateman nos dice que el contrato social, es decir el pacto que establece la libertad civil es una historia de libertad, mientras que el contrato sexual es una historia de sujeción, de la dominación de los varones. Hoy requerimos un nuevo pacto, un nuevo contrato social y sexual por el cual las mujeres equiparemos roles y funciones tanto en el ámbito público como en el privado.

El aula virtual: vitrina de la vergüenza

Por: Mónica Mancero Acosta

Apenas ingresé a formar parte de la planta docente de la Universidad Central me asignaron una clase a las siete de la mañana. Debido a esa incómoda hora, di un margen de espera y comuniqué a los estudiantes que cerraría la puerta luego de ese lapso. En días subsiguientes, por dos ocasiones, un grupo de estudiantes varones patearon la puerta del aula de clase, decidí no abrir. Si bien yo tenía a mi haber experiencia académica, me sentí intimidada;  en la tercera ocasión salí fuera y hablé con ellos sobre el incidente, nunca más se volvió a repetir.

La convivencia en el aula no es un lecho de rosas, está plagado de conflictos y malestares. Sin embargo, en el aula siempre hay una situación de poder, el docente siente que debe imponer autoridad con la idea de que así puede gestionar mejor su clase. La cuestión es que muchos de nosotros, en lugar de autoridad, imponemos autoritarismo, y una serie de prácticas que van desde los típicos regaños, tratos diferenciales, expulsiones, correcciones públicas, indirectas, hasta abiertas amenazas.

El rol del docente sigue asentado en la jerarquía del adulto junto al poder que proporciona el conocimiento, añadido al título. Esta triada se convierte en una situación explosiva al interior del aula, un espacio impenetrable que ahora, gracias a la virtualización, se ha convertido en una vitrina de la vergüenza.

En el incidente ocurrido recientemente, el docente justifica esos tratos degradantes por su exigencia de “respeto” y honestidad en el cumplimiento de tareas. Se falta el respeto para exigirlo del otro, es la gran contradicción en donde frecuentemente nos embarcamos en nuestros intercambios sociales, en una sociedad profundamente jerarquizada como la nuestra.

La escuela, de algún modo, refleja nuestra sociedad autoritaria y sus múltiples tensiones, donde termina imponiéndose el que tiene mayor poder y jerarquía. Como pudimos observar, el docente, en lugar de constituir un soporte para el o la joven en proceso de aprendizaje, la termina humillando. Así la autoridad no procede del reconocimiento y la legitimidad ganada por la forma como educa y sus conocimientos, sino que viene de la violencia y las reacciones de temor.

Es imprescindible convertir las aulas en espacios de convivencia y buen trato, a través de estrategias de capacitación y prevención, porque el daño que hacemos a cada uno de nuestros estudiantes muy fácilmente puede replicarse en una espiral de violencia.

¿Cómo votan los ecuatorianos?¨

Por: Mónica Mancero Acosta

Si pudiera responder esta pregunta con certeza no estaría escribiendo este artículo, sino asesorando alguna campaña electoral. Si creemos que los ecuatorianos votan con su billetera, estaríamos postulando un enfoque racionalista de entender el comportamiento electoral. El elector hace sus cuentas en términos de costos/beneficios y decide su voto; es una perspectiva instrumental de entender la política y la democracia. Una campaña sería capaz de ofrecer 1 mil dólares para 1 millón de personas, como lo ha hecho el candidato Arauz; o 2 millones de empleos como ofrece el candidato Lasso.

Si los votos están más bien condicionados por los afectos y desafectos y los electores se guían por lo que se denomina «atajos cognitivos», esta es una perspectiva más psicológica. Así, el líder populista carismático que aglutina afectos estaría presente en la campaña del correísmo; pero hay que considerar que los desafectos que también genera ese liderazgo podrían contar. El candidato Hervas, por ejemplo, estaría apelando a forjar unas ciertas emociones relacionadas con el humor que, por contrastar, al candidato Montúfar le cuesta mucho suscitar, quien proyecta más bien un perfil basado en aspectos éticos. De acuerdo con las teorías apoyadas en el psicoanálisis, la adhesión a un candidato tiene mucho que ver con la catexia, con el afecto que le damos al líder.

Si, en cambio, pensamos que la nuestra es una sociedad profundamente escindida por fracturas sociales como de clase, etnia, región, el voto se distribuye de acuerdo con estos clivajes; este es un enfoque sociológico. Los votantes de Yaku y Pachakutik tendrían en la plataforma indígena una opción con la cual se sientan identificados y, si a esto sumamos nuevas identidades como la del ecologismo, tendríamos una oportunidad de disputar el voto. Por otro parte, sería el candidato de la derecha Lasso, apoyado por el PSC, quien expresa mejor el predominio de una clase social claramente vinculada con los sectores financieros y económicos; arena compartida con Romero y el candidato que no fue, Alvarito.

Todos estos modelos pueden, sin embargo, colapsar debido a la volatilidad del voto en electorados influenciados por los medios y redes sociales.

Las encuestas son utilizadas como estrategias de campaña y no como predictores de la opinión pública, lleva ventaja quien paga y luego es la difusión de la encuesta la que importa. Estas estrategias están respaldadas por la teoría del Bandwagon según la cual la gente va al ganador o ganadora (cuándo podremos pronunciar esa palabra sin ironía). En abierta contraposición, la teoría denominada Underdog postula que la gente más bien quiere que pierda el poderoso. Así, podríamos explicar por qué Alvarito ha perdido tantas campañas electorales y Lasso, en su tercera campaña, parece no acabar de consolidarse.

¿Cuál teoría prefieren ustedes estimados electores? hagan sus apuestas.

La incruenta Revolución feminista

Por: Mónica Mancero Acosta

 Una revolución expresa las nuevas fuerzas de la historia, significa cambios radicales que generalmente vienen acompañados de violencia. Las transformaciones que se provocan, si bien procuran ser profundas, no siempre se sostienen en el tiempo, a no ser que se estabilicen por medio de un auténtico poder legítimo.

En contraposición y de forma por demás curiosa, los intensos cambios que está provocando el feminismo no están acompañados de violencia; al contrario, la violencia la sigue practicando el patriarcado que se resiste a desaparecer; por ello viola y asesina a miles de mujeres recurrentemente.

En efecto, la reciente despenalización del aborto en Argentina nos abre un horizonte de esperanzas para las mujeres de toda América Latina. Como se ha dicho repetidamente, no se trata de promover el aborto, sino de despenalizarlo en caso de que, como último recurso, una mujer deba acudir a él, bajo determinados plazos y condiciones, con apoyo de servicios de salud. Un aborto es una agresión al propio cuerpo de la mujer y están muy equivocados quienes piensan que la despenalización lo incentiva; los datos que se tienen de los numerosos países que lo han despenalizado muestran justo lo contrario.

En nuestro país no hemos podido avanzar ni tan siquiera en la despenalización del aborto por causal de violación, por la irresponsabilidad de políticos intransigentes y fanáticos, enceguecidos por mitos religiosos, propios de la época más oscura; y que muestra no solo un pensamiento arcaico, sino un desprecio hacia las mujeres.

Luego del gran avance en Argentina, parece que nosotros quedamos más lejos; el movimiento feminista del país, que ha bregado tanto para dar ese pequeño paso que significa despenalizarlo por violación, no puede dejar de medir las vergonzosas distancias que nos separan de estos países; estamos en los últimos lugares de la cola de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Sin embargo, este sentimiento y distancia nos puede llevar a engaño; realmente estamos cada vez más cerca, porque el empuje de Argentina es imparable; porque aquí al igual que allá, miles de mujeres jóvenes están acompañadas de la sabiduría y trayectoria de las militantes feministas más maduras; y porque la propia sociedad ecuatoriana tildada de conservadora, percibe bien que la penalización del aborto por violación es una injusticia sin nombre en este país.

 

 

Navidad en cuarentena

En este diciembre de 2020 la Navidad entró en cuarentena. Una tensión entre querer juntarse por la necesidad del apego, de los abrazos y caricias luego de 10 meses de sequía, y a la vez, racionalmente, saber que no es el momento, por responsabilidad y precaución.

Pero la Navidad tiene una historia larga; como es sabido, el cristianismo aprovechó las tradiciones paganas del solsticio de invierno, porque la luz del Sol Invictus vencía a las tinieblas de la noche y por medio de un sincretismo de siglos, se mezcló con bailes, jolgorios, banquetes, juegos de azar, intercambio de regalos, cancioncillas que se transformaron en los villancicos. La invención del nacimiento de Jesús se determinó apenas en el año 354. Pero es en el siglo XIX cuando la Navidad se domestica, adquiere este carácter más edulcorado, inocente, pasando a ser los niños el centro del festejo (Del Campos en Seogane, 2020).

La Navidad, que se ha extentido más allá del mundo cristiano, ha adaptado diferentes ritos, músicas, y celebraciones en culturas muy disímiles. El capitalismo le ha dado su carácter comercial, que tozudamente, trata de homogenizarla.

Instalada en nuestra cultura, no solo creyentes sino también laicos, agnósticos y ateos debemos arreglarnos en estas fechas para celebrar una suerte de tregua que implica la Navidad. Tal como ha ocurrido en las guerras, la Navidad ha sido el momento en que la humanidad -¿existe tal cosa?- se ha dado una pausa.

Me evoca el concepto de natividad de Hannah Arendt; para ella cada ser humano entra en el mundo como un recién llegado, es un nuevo comienzo que se da con cada nacimiento, y la natalidad representa un hecho decisivo para el pensamiento político debido a que alguien por su actuar puede comenzar algo nuevo en el mundo. Que así sea.

La dominación masculina

Por: Mónica Mancero Acosta

En estos días sumamos el femicidio de una mujer al más de ciento que llevamos en este año, en el país. Parece un número más, pero lo que importa es esa vida perdida. La atrocidad de esta muerte está asociada al alto grado de gestación que significó también la muerte de la criatura ¿Quién las mató? Aún no sabemos, el riesgo es la impunidad. La conmoción que esto causó fue superada rápidamente por la denuncia de violencia psicológica ejercida por un hombre contra una mujer, ambos del mundo del arte.

Aparentemente son dos temas distintos, por lo diametral de la violencia y por los diferenciados estratos sociales. Sin embargo, hay un hilo conductor que las cruza, la dominación masculina que, nos dice Bourdieu, refiere a la violencia simbólica fundamentada en la división sexual que implica que actividades y actitudes de hombres y mujeres están marcadas por el género y son naturalizadas. Este principio es adoptado y reproducido en la familia; es incorporado en el lenguaje y en el sentido común. Luego, son la escuela, la religión, el Estado, las instituciones que lo perpetúan.

¿Por qué matan algunos hombres a mujeres? Los estudios sobre femicidios constituyen un área nueva de investigación y aún no son concluyentes, pero se afirma que no es simple misoginia, porque esta implica un odio a la mujer que es una conducta individual. También se ha concluido que no son hombres enfermos mentalmente. Las causas parecen ser más profundas y podrían relacionarse más bien con esta dominación masculina constituida dentro de un sistema patriarcal.

Esta complejas relaciones no pueden reducirse solo a víctima/victimario, sino que opera una serie de juegos simbólicos, donde ambas partes en desigualdad de condiciones, interactúan. Así, las relaciones de género implican desigualdad, son los hombres los que dominan y sacan ventaja; pero eso no exime que los hombres también acaben siendo víctimas de un sistema que no solo a las mujeres nos lleva al dolor y a la infelicidad, sino también a ellos.

Desmontar la violencia no pasa solo por la tan difundida y simple política de “crear conciencia”, para lo cual se gastan millones en hacer campañas de persuación, sino que es necesario desmontarla en la familia, en la escuela, en el Estado.

El populismo arrepentido

Por: Mónica Mancero Acosta

El programa de gobierno del correísmo es estructurado e integral; constituido por 11 planteamientos denominados “justicias” y 390 estrategias, algunas reiteradas lo cual evidencia que fue realizado por varias manos, sin tiempo para la edición ni para buscar la cédula. De todas formas, plantea políticas de carácter progresista que significan un Estado social de derechos con énfasis en la educación y salud; fortalecimiento de trabajo, seguridad social y economía redistributiva.

En lo político postula una nueva Asamblea Constituyente, lo cual sorprende puesto que pretenden derogar la Constitución que ellos mismo hicieron y la irrespetaron; hablan de democracia participativa y deliberativa, así como democratizar la economía, desconcentrar los mercados, fortalecer la dinámica industrial y fomentar el aparato productivo. Por otro lado, plantean sostenibilidad y justicia intergeneracional; multilateralismo; comercio justo; movilidad y derechos humanos; justicia, educación y salud interculturales; promover memoria, cultura y arte; protección del medio ambiente; plan de lucha contra violencias y economía de cuidados; derechos digitales, tecnologías e investigación, así como democratizar conocimientos.

Uno de los elementos más curiosos es lo que denominan “justicia justa”, despolitizar la justicia y desjudicializar la política, lo cual, a pesar de que se esgrime independencia judicial, nos previene que la justicia retorne a los cauces en que la dejaron.

En el caso de correísmo podemos cotejar su programa con su ejercicio reciente del poder: se habla de recuperar la democracia cuando su mandato fue autoritario; se insiste en la construcción del Estado plurinacional e intercultural cuando acabaron con lo poco que en este país se había avanzado como la educación intercultural; se plantea avanzar en el cambio de matriz productiva cuando ya sabemos que esa fue una de las promesas incumplidas; se habla de justicia de género cuando el correísmo significó un retroceso en términos de derechos sexuales y reproductivos.

En fin, el correísmo más que progresismo, realmente fue un populismo -hoy en su programa parece arrepentido de varios de sus errores- que implicó un cierto énfasis redistributivo, pero tan escaso que no alcanza para compensar el nivel de autoritarismo y corrupción que vivimos. Como dice Beatriz Sarlo, el populismo no deja herencias ni tiene herederos porque su liderazgo carismático se lo lleva el líder; así fue con Moreno, es igual con Arauz.

 

La izquierda ecologista y campesinista

Por: Mónica Mancero Acosta

Yaku Pérez es ecologista aunque no nació en la Floresta ni pertenece a la generación de millennials, como estereotipadamente se piensa de ellos. En Cuenca, de donde provengo, se lo conoció cuando era joven militando en las organizaciones campesinas de la región.

Proveniente de una familia humilde, logró graduarse como abogado y su activismo por el cuidado del agua fue una lucha temprana que no siempre fue entendida en la ciudad; sin embargo, hoy Cuenca exige una consulta popular para decidir su conservación.

Fue concejal de la ciudad e hizo una dura, y a veces poco argumentada, oposición al alcalde F. Cordero; luego de algunas campañas fallidas, recién como prefecto logró llegar al poder.

Los sectores campesinos e indígenas tienen sobradas razones por hacer suya la candidatura de Pérez; en el programa denominado “Minka por la vida” se puede advertir una suerte de “vía” campesinista y ecologista como visión de país, inspirada en la ancestral cultura de los pueblos indígenas. Se plantean cuatro Minkas: la ecología, la economía, la educación y la ética.

Para el cuidado de la naturaleza y la vida se define transitar hacia un post extractivismo, a través de suspender las concesiones mineras así como la no expansión de la explotación petrolera. Lo que si no queda claro es cómo se financiará ese déficit en el presupuesto.

Salud y educación entran como eje de reorganización de la producción. Será el cuidado del ser humano y su salud el que determine el despliegue de todos los procesos productivos.

En el sistema financiero se programa un giro fuerte, definiendo el ahorro e inversión como una meta. Se postula reducir las horas de trabajo, mantener el salario y permitir que se incorporen nuevos trabajadores. También se plantea una renta básica universal financiada con dinero electrónico, un tema que está en debate.

Se postula una ampliación de la seguridad social y fortalecimiento de educación emancipatoria y diálogo de saberes; libre acceso a educación superior ampliando matrícula a través de incrementar presupuestos. Una nueva ética asociada a una nueva estética; unir lo local con lo universal y una política internacional de integración y no alineamiento.

El reto de Pachakutik es soldar las evidentes fracturas internas, y que sus propuestas lleguen a un electorado empobrecido y desencantado, más allá del indígena y campesino.