Archivo de la etiqueta: Mónica Mancero Acosta

Los ecuatorianos y la política

Por: Mónica Mancero Acosta

El debate acerca de cómo vivimos la política los ecuatorianos se ha dado en varios ámbitos, uno de ellos está relacionado con el análisis de nuestra cultura política y su supuesto déficit o dificultad intrínseca para ser modernos y adaptarnos a los valores y prácticas de la modernidad y la democracia. Desde el sentido común cotidiano, los ecuatorianos vivimos intensamente la política dado que podemos advertir que, fácilmente, en cualquier taxi, sobremesa o tertulia, constituye uno de nuestros temas obligados.

Para Bolívar Echeverría, existen diversas maneras de lo que él denomina “actualizar la polis” o vivir la cultura política, hay algunas sociedades donde se vive una suerte de plebiscito cotidiano -la misma noción de Renán sobre la nación como un plebiscito de todos los días- y otras en donde lo político aparece completamente difuminado. Considero plausible que para nuestro país se aplique más bien la primera forma.

Los ecuatorianos, de acuerdo con Fernando Bustamante, vivimos la política como un teatro, una performance en la cual se despliegan sus dotes y se producen efectos, tanto estéticos como emocionales; más que interesarnos el poder mismo pareciera interesarnos el reconocimiento del otro. La política se vive como una liturgia en la cual se provoca una auténtica comunión.

Para Echeverría, en la cultura política de lo que él denomina el ethos barroco -es decir el modo de ser que hemos construido en sociedades como las latinoamericanas, en las cuales vivimos la contradicción del capitalismo como una puesta en escena donde la vida se convierte en su propia representación- el cuerpo del gobernante se convierte en una extensión del cuerpo del pueblo, por ello el caudillo es una prolongación del mismo. De ahí que la política se viva intensamente.

Si de este modo, efectivamente, vivimos la política los ecuatorianos, sus avatares nos afectan especialmente y, dado que no es algo distante y etéreo, sino que nos implica en la vida cotidiana, corresponde construir unas defensas especiales para prevenirnos frente a sus desencantos.

 

Contamíname

Por: Mónica Mancero Acosta

La migración venezolana al país, de paso o permanente, ha desatado reacciones distintas: algunas de apoyo y solidaridad, otras de rechazo y franca xenofobia. Que los venezolanos deban migrar de uno de los países con mayores reservas de petróleo del mundo dice mucho de su gobierno cuyo proyecto realmente constituye un fracaso, aunque también dice mucho de sus élites económicas; ambas partes “empatadas catastróficamente” solo significan la ruina para ese pobre pueblo que migra en busca de tener una vida digna de ser vivida.

La migración para nosotros los ecuatorianos no es una realidad desconocida, al contrario, tenemos experiencias migratorias múltiples y hasta diásporas surgidas por la crisis económica. La migración nos ha traído fortalezas, la más visible, una economía que constantemente se nutre de las remesas de aquellos que no nos olvidan. Pero también la demostración de que el migrante ecuatoriano es tenaz, trabajador y tiene una capacidad de adaptación a su entorno. Ellos, orgullosos cuando retornan a su tierra, pueden ingresar en sus comunidades de origen con altivez y con nuevas experiencias a cuestas, lo cual nos enriquece profundamente.

La ignorancia y la falta de escrúpulos de algunas cabezas visibles ha llevado a auspiciar marchas xenófobas en contra de migrantes venezolanos. Sabemos que la migración venezolana a nuestro país es, en su mayor parte, solo de paso, pero aquellos que se quedan generan su propio empleo de carácter informal y luego, evidentemente, gastan para sobrevivir, lo que termina dinamizando la economía; de ahí que el argumento de que quitan empleos a los locales es una falacia.

Además, un grupo significativo de ellos tienen estudios de bachillerato y superiores, lo que constituye un aporte sin que hayamos gastado nada en su formación. Es verdad que se pueden generar algunas dificultades por el carácter caótico del desplazamiento, pero debemos tener en cuenta que se trata de una crisis humanitaria; es decir, se trasladan porque no tienen lo mínimo para sobrevivir, como alimentos, medicinas y bienes básicos.

Por todo ello creo que, para acogerlos mejor, debemos inspirarnos en la hermosa canción de Pedro Guerra que dice: “Contamíname, pero no con el humo que asfixia el aire/ ven, pero sí con tus ojos y con tus bailes/ ven, pero no con la rabia y los malos sueños/ ven, pero sí con los labios que anuncian besos/ Contamíname, mézclate conmigo, que bajo mi rama tendrás abrigo”.

Leyendas heroicas del correísmo

Por: Mónica Mancero Acosta

Los nacionalismos inventan tradiciones y leyendas donde no existen y los movimientos políticos populistas y nacionalistas también, más si deben protegerse frente a las acusaciones en todos los órdenes de una sociedad que reclama justicia y hasta venganza. Así, hoy se despliega una hilarante estrategia desde el correísmo, por inventar persecuciones, mitos, leyendas y cuentos que no se los creen sino ellos mismos.

La más ingenua fue el despliegue que dieron con la última marcha celebrando el cumpleaños de un plagiador y convicto de la justicia por corrupción, el exvicepresidente Jorge Glas. ¿Acaso el correísmo no podía fijar una fecha algo más emblemática para marchar? Parece chiste, pero no lo es: celebraron el cumpleaños de un sujeto con serios indicios de delincuencia organizada y también con una clara falta de honestidad académica, asunto que aún no ha sido sancionado como merece.

Abonado a ello, el folclor correísta añadió una canción para estimular la marcha, cantada nada menos que por la expresidenta de la asamblea Gabriela Rivadeneira, acusada de promover en esa función, no solo el otorgamiento de medallas a personajes cuestionables sino una gestión claramente calamitosa.

Como parte de esta delirante performance, apareció el hoy tristemente célebre “ñaño” Ramírez, parte del ejército de los hermanos incómodos, quien se arrogó la composición de la letra de una canción para la marcha denominada, de forma tan imaginativa “Lenín chao”. Ya las redes sociales se encargaron de poner en su lugar a este personaje por este episodio que rayaba en lo pintoresco y absurdo.

La degradación de un movimiento político debe ser uno de los aspectos estudiados por la ciencia política, sin embargo, no lo ha sido suficientemente, menos en nuestro medio. ¿Qué provoca que un movimiento caiga en una decadencia de esta naturaleza, luego de haber estado posicionado como uno de los movimientos más prometedores en la política ecuatoriana? Responder este interrogante constituye una gran tarea para los estudiosos de la política.

 

La chola cuencana: raza, clase y política

Por: Mónica Mancero Acosta

En el marco del coloquio “Formas de lo Humano” que desarrolla el Programa de Antropología y su Maestría de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Cuenca, realicé recientemente una ponencia que lleva por título el mismo de este artículo.

Como en ninguna otra ciudad de Ecuador, en Cuenca las élites desplegaron desde inicios del siglo XX, lo que se puede denominar un proyecto racial. En mi trabajo académico analizo cómo las élites desarrollaron estrategias de distinción que posicionaron a Cuenca como cuna de la cultura, y se construyó el mito de la “Atenas del Ecuador”. Este proyecto cultural trajo aparejado un proyecto racial, los cuales se sustentaban mutuamente.

Las élites cuencanas “nobles”, conservadoras y letradas, erigieron paralelamente el proyecto racial de la nobleza y pureza de sangre, al cual se articuló, cómodamente y sin fricciones, la figura de la chola. La construcción de ese otro, diferente, solo reforzaba su propia identidad aristocrática y excluyente.

El argumento que propongo es que el concurso de elección de la chola cuencana ha sido una performance que, en sí misma, ha revelado los distintos momentos políticos hegemónicos de la ciudad. La elección de la chola ha sido un espejo que ha transparentado los cambios políticos y culturales acaecidos en la ciudad y ha terminado contribuyendo al proceso de blanqueamiento de los sectores cholos de la región.

El concurso muestra cómo se provoca un complicado juego de parte de los sectores subalternos, quienes terminan en estos eventos por posicionar unos trajes e identidades, que en la práctica son desplazados por ellos mismos, en sus usos inmediatos. Esta es la gran paradoja de los concursos y múltiples fiestas que se han “reinventado” en la ciudad en momentos de globalización: estrategias de reconocimiento y rescate, aunadas a un repliegue de la identidad.

Los concursos de belleza que tienen lugar en la ciudad son la muestra de la división jerárquica de clase inextricablemente unida a la segmentación racial. Mientras el certamen de la Reina de Cuenca ha sido, tradicionalmente, la expresión de las élites aristocráticas y “nobles”; la “chola cuencana” ha enunciado a los sectores subalternos y cholos. “Nobles” y “cholos”, reina vs. chola, dos certámenes de belleza que concurren en las fiestas de independencia de la ciudad, son dos mundos distantes en un espacio demasiado próximo.

Agujero negro

Por: Mónica Mancero Acosta

Los agujeros negros constituyen zonas del espacio en las cuales la fuerza gravitacional es de tal magnitud que ninguna partícula puede escapar de ellos, incluida la luz. En “agujeros” similares solemos caer, con más o menos frecuencia, los seres humanos. Este mismo nombre fue utilizado para la película del director ecuatoriano Diego Araujo que se presenta estos días en las salas de cine. No pudo haber mejor título: la temeridad, la ligereza y hasta la ingenuidad nos pueden llevar a situaciones semejantes a agujeros negros, de los cuales resulta difícil escapar. Araujo ha conseguido expresarlo bien en su película.

Un joven escritor, presionado por alcanzar su consagración y fama, entra en una escalada de desaciertos que lo terminan enredando en una aventura insustancial con una adolescente, mientras su relación de pareja con su mujer embarazada se va al traste, y su producción literaria se frustra. Las actuaciones son -salvo excepciones- buenas; los planos de la cámara son magníficos; los golpeteos del ordenador que no logra sacar una palabra del escritor nos paralizan; el ritmo de la trama logra mantener el interés del público en una autodefinida comedia que se acerca más al drama; el uso del blanco y negro en ciertas escenas causa impacto. La resolución de la película termina agradando al público, aunque ese final feliz en la vida real no siempre ocurre.

Está bien lograda la recreación del asfixiante y elitista barrio quiteño; de la dinámica del círculo de poder que se vanagloria de tener los recursos para empujar al escritor a la fama; la decadencia de una generación que cayó en el arribismo; el desolador panorama que deben enfrentar los escritores ecuatorianos y la caracterización de la problemática de la frustrada literatura ecuatoriana; todos ellos son elementos que logran redondear una propuesta consistente.

En física, el enigma de los agujeros negros no está resuelto, puesto que no se conoce bien qué sucede con la materia más allá de este “horizonte de sucesos”. En la vida cotidiana tampoco están del todo claras las dinámicas que nos llevan a caer, a pequeños seres como nosotros, en estos huecos oscuros. Lo que sí parece convincente, como lo muestra la película, es que la fuerza del amor podría contrarrestar el descomunal impulso gravitacional del agujero negro; al menos esta es la lectura que hago para mí misma. La película hay que verla, quizás nos ayude a salir de nuestros propios agujeros negros.

 

Licencia para matar

Por: Mónica Mancero Acosta

Los accidentes de tránsito nos están matando. Los ecuatorianos morimos aplastados entre los fierros retorcidos de los buses y de automóviles, en las carreteras y vías del país. De entre todos nosotros, son los jóvenes entre 18 y 26 años quienes más mueren de forma temprana de esta horrible manera, pues para ellos los accidentes constituyen la primera causa de muerte. El país tiene la tercera tasa más alta de mortalidad en accidentes de tránsito en América Latina, de acuerdo con datos de 2015, seguido solo de Brasil y Bolivia.

La palabra “accidente” denota un carácter fortuito, sin embargo, no lo es, debido a que su persistencia nos da la constante sensación de que el peligro acecha en la carretera y, al salir de casa, no hay la certidumbre de si se va a llegar vivo al destino. El caso de muertes de grupos de familias enteras, amigos, que en la práctica constituyen realmente asesinatos, son innumerables en el país; no son fortuitos porque ya hay una trayectoria de negligencias definida: exceso de velocidad –  a pesar de que muchas veces asustados pasajeros reclaman y prevén lo que puede ocurrir, es la mayor causa de los accidentes-, fallas mecánicas, impericia, uso del celular, entre otros.

Particularmente los choferes de los buses de transporte público son aquellos conductores que parecen suponer que el carnet de conducir que obtuvieron para ejercer su actividad, constituye una verdadera licencia para matar. El nivel de irresponsabilidad es tal que, cada cierto tiempo, debemos lamentar la muerte de decenas de compatriotas, en “accidentes” desastrosos en los que, si no muere el conductor, huye.

Después de cada accidente que conmociona a la sociedad reinician las discusiones sobre reformas a la ley de tránsito; acerca de la necesidad de mayores controles de las instancias especializadas; sobre medidas preventivas como campañas y sensibilización, que se podrían realizar. No obstante, en el próximo gran accidente la historia se repite y parece que nunca aprendemos.

El placer de viajar

Por: Mónica Mancero Acosta

Los viajes, sobre todo cuando los destinos constituyen otras culturas, son profundamente excitantes y enriquecedores; aunque pueden estar llenos de sorpresas y situaciones graciosas, que luego servirán para tu archivo de las pequeñas vergüenzas.

Lo más común es que vayas a los baños y no entiendas jota de cómo funciona un simple mecanismo de activación del dispositivo de agua: algunos son automatizados y no debes hacer nada; pero en algunas culturas no occidentales, por ejemplo, siendo mujer tienes que orinar de pie, y esa es una buena experiencia, aunque no sabes bien cómo hacerlo una primera vez.

Otro tema de fondo es el idioma, por ejemplo, cuando piensas que hablas más o menos inglés, como para que te entiendan lo básico, pero resulta que nadie te entiende, así puede ocurrir tanto en China como en Estados Unidos. O cuando preguntas algo en inglés en Francia, pero te contestan muy enojados en francés, claro. O en Rusia, el alfabeto cirílico no te permite entender nada, y no suele haber señalización en inglés, por lo que es fácil perderse todo el tiempo.

Para las mujeres suelen presentarse situaciones particulares en los países musulmanes, las mezquitas son lugares obligados de visita, y hay restricciones de vestuario y de acceso a ciertas partes. Si es verano y se te ha ocurrido ir en falda o short, debes tapar no solo tu cabeza, sino también tus piernas; luego del esfuerzo en hacerlo, aunque sea por poco tiempo, se provoca una gran decepción cuando no puedes acceder a la parte más hermosa de la mezquita, reservada a los varones.

Otra dificultad está asociada con el ritmo del viaje siendo tour, o igual si lo haces libremente; visitas montón de lugares y sitios, y luego no sabes bien dónde mismo estuviste ni a qué lugar corresponden las fotos que tomaste. Has confundido todo, pero el placer de ver ese canal de agua, ese atardecer, la pintura en ese museo, o la arquitectura de ese pueblo, o los rasgos fenotípicos de la gente, su forma de relacionarse; todo ello es inolvidable.

Viajar es un placer que tiene sus costos, que no son solo económicos, sino también de ocio y descanso que se sacrifican, aunque suene paradójico; por ello se dice que luego de viajar uno debe tomarse vacaciones para descansar. Viajar supone mantener un ritmo bastante implacable de horarios y visitas. Viajar supone mirar y conocer todo lo diferente, probar todo lo diferente, escuchar todo lo diferente, por ello es una experiencia vital que debería ser democráticamente abierta y libre para todo ser humano, un auténtico derecho.

¿Libertad de cátedra o adoctrinamiento?

Por: Mónica Mancero Acosta

El debate social en torno a la separación de un docente del IAEN no deja de remover disputas sobre la libertad de cátedra y el adoctrinamiento ideológico. Hay una argumentación fuerte que se puede hacer con tesis de ida y vuelta sobre hasta dónde se puede tolerar la libertad de pensamiento y cátedra, cuando están de por medio la promoción del odio racial, la discriminación, la violencia. Ahora bien, las líneas que dividen unos de otros se vuelven tenues y eso complica mucho la discusión.

Muchos intelectuales han apoyado poderes totalitarios, fascistas y xenófobos; otros han sido incluso sus propios ideólogos. Por ejemplo, al filósofo Heidegger, quien respaldó entusiastamente al nazismo y su política racista y de terror total, terminaron por suspenderle su clase. Por cierto, no se trata de comparar al profesor cesado con Heidegger, pero habría que enterarse bien de las razones por las que separaron al docente, y evitar que vuelvan a replicarse las injusticias que se provocaron en la etapa correísta.

En este tema no se puede obviar el contexto de lo que ha ocurrido en el IAEN. En la etapa correísta la institución se convirtió en un botín político de una facción que manejó la educación superior a su antojo. Es conocido que, con una proverbial falta de ética, la pareja de quien dirigía el sistema, que se convertiría en su rectora, hacía y deshacía en la institución a su antojo.

Por esas oficinas han desfilado innumerables rectores -quizás más de diez-, por esas aulas desfilamos innumerables docentes, algunos por méritos y otros porque pertenecían al círculo de panas, acólitos y obsecuentes del grupo hegemónico. Cuando no te alineabas con ellos, cuando desafiabas las reformas internas y externas del sistema de educación superior debías salir, porque te pedían la renuncia, te despedían, o porque la vida académica se volvía insoportable y era mejor marcharse.

El fardo que le dejó al IAEN el manejo abusivo de este grupo lo ha marcado indefectiblemente, y va a costar demasiado trabajo rearmar una institución que fue funcionalizada, no a un debate plural y democrático, sino a un adoctrinamiento político ideológico.

En ese contexto, resulta irónico y hasta un acto de desfachatez absoluta que los mismos que auspiciaron, taparon y fueron cómplices de esas prácticas durante una década, hoy se den golpes de pecho por los supuestos atentados a la libertad de cátedra y pensamiento, cuando sabemos de sobra que eso les importa nada.

 

La derrota del correísmo

Por: Mónica Mancero Acosta

Decía Gramsci que en la lucha siempre se tiene que prever la derrota, por esto la preparación de los propios sucesores es un elemento tan importante como todo lo que se hace para vencer. Hoy, que el correísmo ha sido derrotado por su propio sucesor Lenín Moreno y que los pocos que aspiran a serlo están implicados en juicios, observamos que ni movimientos insignificantes quieren aliarse con ellos y aparece totalmente cercado.

La derrota del correísmo lo es de toda la sociedad ecuatoriana. Todos sabemos el inmenso apoyo popular a su haber, su punto más alto fue el proceso constituyente de Montecristi que contó con un respaldo inédito. Su derrota lo es también de las tendencias que sostienen que las transformaciones hacia la equidad, la justicia y la democracia, son posibles.

Todos hemos sido derrotados. Quienes en algún momento confiamos, apoyamos y hasta prestamos servicios en el régimen, nos queda un saber amargo. Guardábamos desconfianzas, ya veíamos que ocurrían injusticias. Sin embargo, muchos de nosotros llegamos a pensar que quizás valía la pena, por las políticas sociales y redistributivas hacia los más pobres, por los indicadores de disminución de pobreza, suponiendo que era el precio a pagar para que ese millón de pobres saliera de esta situación.

Pero lo que no figuramos, ni en nuestras peores pesadillas, es que detrás de esta gran maquinaria propagandística que contó con recursos insospechados, se organizaba una verdadera banda delictiva que incluía -según indicios que tiene hoy la justicia- asesinatos, sicariato, secuestros, extorsión, amenazas, corrupción. Los sueños se hicieron trizas, pero más allá, hoy asistimos perplejos al descubrimiento de una trama que supera la corrupción.

Los que no apoyaron al correísmo igualmente están derrotados, por más que ahora se sientan triunfantes, es una pérdida colectiva. Quizás son los grupos de derecha, sus voceros e intereses, los victoriosos; pírrica victoria por los costos que significan. También afirma Gramsci que, hagamos lo que hagamos siempre hacemos el juego de alguien, lo importante es hacer bien nuestro propio juego y vencer netamente. El correísmo jugó mal su propio juego y terminó haciendo el juego a la derecha que, antes y hoy, salen victoriosos; mientras los correístas lloriquean su retorno.

11 de agosto de 2018

Con mis hijos, por favor, métanse

Por: Mónica Mancero Acosta

El postulado conservador y retrógrado que intenta detener una educación en derechos con perspectiva de género, que cuestione estereotipos, que muestre nuevas formas de ejercer la masculinidad, ha utilizado el desafortunado eslogan “Con mis hijos no te metas”, el cual pretende ser una consigna protectora, pero es todo lo contrario. Lo que realmente se impulsa con esta campaña -movida por oscuros intereses y agendas- es no solo aislar en una burbuja a los chicos para que no reciban una necesarísima educación sexual sino, además, afectar profundamente sus vidas.

Los efectos de una ausencia de educación sexual y sin perspectiva de género, los tenemos ahora a la vista en las cifras de violencia intrafamiliar; en las de embarazos adolescentes; en las enfermedades de transmisión sexual; en la persistencia de machismo y roles tradicionales; en la inequidad en las relaciones entre hombres y mujeres. No todo se va a solucionar con la educación ni va a ser inmediato, pero qué duda cabe de que estas medidas van a tener impactos fundamentales a mediano plazo.

La educación de nuestros hijos no tiene un lugar privilegiado en el hogar o la escuela. Realmente hay una descentralización en las fuentes de información y educación a la que los chicos tienen acceso en la actualidad. El Estado, si realmente tenemos un sistema democrático, debe dirigir sus políticas públicas educativas con base en derechos y equidad. Constituye una oportunidad invalorable que maestros formados en estos temas puedan educar a nuestros hijos, pues la mayor parte de nosotros desconocemos cómo abordarlos, y terminamos reproduciendo las equivocaciones de nuestros padres.

Se trata de tener jóvenes y adultos con relaciones afectivas más saludables, equitativas, en las cuales las parejas se traten con respeto, compartan las tareas de cuidados, ambas partes se sientan realizadas y reconocidas profesional y humanamente. Si esto significa “meterse” con nuestros hijos, más bien hay que decir “con mis hijos, por favor, métanse”.

Las burbujas en las que pretenden encerrarlos campañas como estas, no son de protección, son burbujas de tradicionalismo que terminarán lastimándolos, porque no los estaremos preparando para los nuevos retos de una sociedad que exige nuevos roles para hombres y mujeres.

La factura que les pasará a esos padres conservadores va a ser muy alta, pero lo peor es que no la van a pagar ellos, sino sus hijos y nietos.

04 de agosto de 2018