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Nicaragua: del sueño a la pesadilla

Por: Mónica Mancero Acosta

La bochornosa declaración del Foro de Sao Paulo acerca de la situación crítica de Nicaragua solo da cuenta de una ceguera monumental frente a las reales causas por las cuales se moviliza un pueblo y quiénes son los autores de la masacre que está ocurriendo.

El lenguaje, el tono y las categorías usadas en esa declaración, como lo dice el escritor nicaragüense y premio Cervantes, Sergio Ramírez, corresponden a una época del “Parque Jurásico” que replica una ideología fosilizada donde no hay lugar al pensamiento crítico.

Da vergüenza decirse de izquierda y constatar la decadencia de las posturas y del lenguaje de este Foro, que alguna vez constituyó una avanzada en la región. Ahí estaban también los correístas, pudimos escuchar a Gabriela Rivadeneira quien, a pesar de su juventud, dio un discurso aceptable para unas tres décadas atrás, justo antes de que cayera el muro, lo cual parece no se dio por enterada.

El tema de fondo no es solo el anacronismo del discurso, el simplismo del análisis y la retórica burda, no; el tema de fondo es lo que se defiende realmente: que un sujeto como Ortega y su familia, una pareja en el poder a través de una oscura alianza, continúe en nombre de una revolución que se perdió en el camino.

El costo de mantenerse es sencillamente inaceptable y espantoso: cerca de cuatrocientos muertos al momento. El proceso “sandinista” -nombre que hoy les queda grande- ¿será tan valioso como para sacrificar las vidas de jóvenes nicaragüenses?

No lo vale ni de lejos. Ortega y su grupo están 11 años en el poder, su mandato termina en 2021, y hasta el momento no tienen intenciones de retirarse, como lo exigen los jóvenes universitarios. Los paramilitares que lo defienden afirman que “solo disparan cuando es necesario”, necesario para evitar la caída de este grupo que ha tenido políticas conservadoras en cuanto a derechos y excluyentes en cuanto a redistribución.

La Iglesia católica, que ha tenido una posición progresista e involucrada políticamente, ha intercedido en diálogos fallidos y ha abierto sus iglesias como refugios a los jóvenes, pero los matones no se han detenido. Bien ha hecho el Ecuador, recientemente, en rechazar la violencia y señalar la necesidad de retomar el proceso de diálogo.

28 de julio de 2018

Machos de siempre o nuevas masculinidades

Por: Mónica Mancero Acosta

La masculinidad, igual que la feminidad, es una construcción social. Esto significa que no están determinadas biológicamente, sino que cambian de acuerdo a diferentes momentos históricos, lugares, culturas, cotidianidad. Entonces, la premisa de Beauvoir de que las mujeres no nacen, sino se hacen, se cumple también para los hombres.

Si bien se reconoce que ha habido una masculinidad hegemónica, es decir una forma dominante como los hombres se constituyen en tales, culturalmente; también se acepta que hay transformaciones de la misma que ha llevado a una crisis de masculinidad, y la constitución de nuevas masculinidades, en plural.

El machismo ha sido definido como un culto a la virilidad, e implica un conjunto de prácticas de dominio y opresión hacia las mujeres, pero que tienen consecuencias negativas para los propios hombres. No se trata de desconocer que hombres y mujeres somos diferentes biológicamente; sino de que esas diferencias biológicas han dado lugar a jerarquías sociales, que terminan en violencia, y relaciones inequitativas.

No obstante, los enfoques que ven a los hombres como los poderosos y violentos y las mujeres como víctimas pasivas, están siendo superados por perspectivas más complejas, precisamente a través de plantear las nuevas masculinidades, que están atravesadas también por categorías como clase, etnia, edad, identidad sexual.

La iniciativa de incluir la perspectiva de relaciones de género en los programas de estudio en colegios es insoslayable. Los chicos y chicas necesitan entender que hoy, esas relaciones están transformándose y deben hacerlo aceleradamente a favor de la equidad y de una vida libre de violencia. Quienes se oponen a esto, quizás lo hacen desde el desconocimiento, porque suponen que va a implicar que estos estudios traten de cambiar identidades sexuales o creencias religiosas. Esta es una visión errónea, desinformada o malintencionada.

Oponerse a que se incorporen estas perspectivas en los planes de estudio implica que continúe una construcción fija de una feminidad entendida como docilidad, servicio, y sacrificio; mientras que, paralelamente, implica mantener una masculinidad tradicional como el hombre proveedor, dominante, y violento. Pero ¿quién va a defender que nuestros hijos e hijas se mantengan en la rigidez de estereotipos tradicionales que están generando tanta violencia?

21 de julio de 2018

“Nada solo para los indios”

Por: Mónica Mancero Acosta

Para los que desconocen la historia reciente -no se diga el largo colonialismo- hay que recordarles el enorme significado de los levantamientos indígenas y de su devenir en actores políticos y sociales. Ese significado tiene que ver con la constitución de un sujeto político que resistió la arremetida del neoliberalismo y que se guió por la premisa de este titular, “nada solo para los indios” el cual, precisamente, implica una lógica de inclusión y jamás de separatismo.

La decisión del presidente Moreno de entregar la sede prácticamente abandonada de la Unasur, al proyecto de reconstitución de Universidad intercultural Amawtay Wasi, ha sido el pretexto para que se alcen voces desde el desconocimiento de la historia y desde ideologías raciales. El racismo, según lo dice uno de los mayores estudiosos de este tema, Peter Wade, se fundamenta en un juego de ideas acerca de lo humano que pueden tener consecuencias como discriminación o violencia racial.

Acusar a los indígenas del fracaso de la Unasur, en mi opinión, es desplazar la culpa y no reconocer que hay causas complejas y múltiples para que esta iniciativa de integración se haya frustrado. En el fondo, en estas acusaciones se esconde una violencia racial, la cual nos ha acompañado durante todo el período colonial y republicano, pero que en la última década se renovó de una manera esquizofrénica pues, por un lado se usaban camisas bordadas y ponchos, se hacían ceremonias y limpias pero, a la par, se insultaba a los líderes indígenas; se suprimía la educación intercultural bilingüe y se enterraba uno de los proyectos emblemáticos de la lucha indígena por la plurinacionalidad y la interculturalidad: la Universidad Amawtay Wasi.

La miseria del racismo, más que ira y asco nos debe causar compasión; son individuos y grupos que, como lo afirma el intelectual indígena Ariruma Kowii, reniegan de sus orígenes y viven un hondo conflicto existencial, el cual lo resuelven discriminando a seres que consideran inferiores. Ahora bien, que personajes ajenos a nuestra cultura como algún ministro mercenario, quien lucró ampliamente del Estado ecuatoriano, pretenda dar lecciones de moral a los indígenas cuando él no ha tenido ninguna constituye un contrasentido. Se vuelve intolerable que fomenten el odio racial, lo cual aparte de ser delito, seguramente se revertirá en su contra, basta con sentarnos a esperar que ello ocurra.

14 de julio de 2018 – 00:00

 

 

Fútbol y nacionalismo

Por: Mónica Mancero Acosta

Decía Benedict Anderson que hay pocas ideas por las cuales uno está dispuesto a morir o matar, esa es la idea de la nación.

Parafraseando, diría que hay deportes por los cuales la nación está dispuesta a todo, ese es el fútbol. La selección de fútbol constituye uno de los elementos privilegiados en los cuales se materializa la idea de la nación, porque se viste con los colores de su bandera. En nuestro caso, la Tricolor es una expresión fehaciente de la existencia de una comunidad imaginada nacional.

En la competencia por la copa mundial de fútbol que se juega en estos días, las ceremonias implican el canto efusivo de himnos por parte de los jugadores y de la hinchada que los acompaña, el despliegue de los colores patrios y la idea de “defender a muerte” la camiseta nacional.

El fútbol constituye la forma deportiva por excelencia en la cual se construyen y reposicionan contemporáneamente las identidades nacionales. Si el “juego” de la guerra abierta es la forma como se defiende el territorio patrio, sus recursos e identidades, el fútbol constituye la forma pacífica en la que se expresa la disputa por la identidad en la cancha de juego.

Las narrativas en torno al fútbol se expresan en los relatos efusivos de los periodistas que cuentan las historias épicas de los jugadores, quienes se transforman en los héroes contemporáneos que defienden los colores patrios. Estas historias se acumulan para ser parte de un gran relato sobre el desempeño deportivo de la nación.

Sin embargo, como frecuentemente ocurre en la construcción de los estados nacionales, en el fútbol también se muestran las complejidades de género y raciales de una problemática dinámica de inclusión y exclusión: el fútbol es aún esencialmente masculino y, en nuestro caso, representado mayoritariamente por jugadores afroecuatorianos.

Son bastante conocidas las expresiones racistas de la hinchada cuando los jugadores no tienen un buen desempeño. Y, por otra parte, son los varones quienes, al igual que en la guerra, representan a la nación; mientras las mujeres aparecen apenas en los escenarios de juego capturadas por las cámaras que buscan su belleza.

De acuerdo a Eric Hobsbawm, “la comunidad imaginada de millones de seres parece más real bajo la forma de un equipo de once personas cuyo nombre conocemos”. El campeonato mundial que se juega ahora constituye una espléndida oportunidad de renovación de los imaginarios de la nación.

07 de julio de 2018

¿Dios Jano de la política?

Por: Mónica Mancero Acosta

El primer año de gobierno del presidente Moreno fue un período clave para apartarse del régimen anterior, incluso entrar en conflicto con él porque, ciertamente, no había forma de no hacerlo si se querían democratizar las instituciones y la sociedad.

Quizás fue la consulta el clímax de esta intención democratizadora, y es el accionar del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social la cara más visible de este intento, que está rindiendo sus frutos por las evaluaciones sucesivas y sistemáticas de las instancias sujetas a su control.

Hoy vivimos otra etapa, en este segundo año hay un fuerte énfasis en lo económico; la designación de nuevo ministro de Economía y la Ley de Fomento Productivo son muestras de ello. El tema es que designar ministro a un representante de las Cámaras no fue la decisión más feliz del régimen, poner al gato de despensero no es buena idea porque marcharán juntos ratón y queso.

La Ley de Fomento Productivo, que fue aprobada por la Asamblea, contempla una remisión tributaria a grandes grupos económicos que no se compadecen con los supuestos empleos que dicen generará la misma. Los correístas se rasgan las vestiduras, pero no hay que olvidar que en 2015 ya se aprobó una remisión y no llegó el tan anhelado incremento en el empleo.

¿Será que Moreno ha entregado al ala de la izquierda lo político, mientras deja a la derecha el accionar económico? ¿Será que el morenismo se está convirtiendo en el dios Jano, de dos caras, que quiere contentar a tirios y troyanos? Se demanda coherencia, pero debe darse por ambos bandos: no se puede ser condescendiente ni con el correísmo ni con la derecha, ambos en su momento han sido catastróficos para el país.

Cualquier estudioso, medianamente informado, sabe que los saldos que dejó el neoliberalismo en América Latina y en Ecuador fueron nefastos. Tampoco se puede condescender con el correísmo porque fue no solo autoritarismo sino, además, porque ellos otorgaron demasiadas canonjías a los grandes grupos económicos.

Volver por la coherencia permitirá no confundir a la ciudadanía, se trata de ir por los intereses de los grupos verdaderamente desprotegidos. Esto no quiere decir dejar de dialogar o no tomar en cuenta a los empresarios, que sin duda tienen un rol en este sistema; pero hay que estar claros -sobre todo dentro del equipo económico del Gobierno- que no ganó, en las pasadas elecciones, el proyecto neoliberal del señor Lasso.

Junio 30 de 2018

 

La magia de la flauta de los Andes

Por: Mónica Mancero Acosta

La puesta en escena de la ópera de Mozart “La flauta mágica”, por parte de la compañía del Teatro Sucre, evidencia el carácter universal del arte y la posibilidad de un fecundo diálogo intercultural. Es verdad que existen muchas adaptaciones musicales, teatrales y cinematográficas de esta ópera, pero parecía una locura conjuntar a Mozart, el libreto de Shikaneder, con la tradición cultural andina.

Sin embargo, la magia, la luz, el color atraviesan las culturas y los resultados son sorprendentes para nosotros, que podemos vernos, escucharnos y recrearnos en la universalidad de un Mozart. La apuesta de la maestra Chía Patiño, con una sólida formación y experiencia, quien tuvo a su cargo la dirección escénica, rinde sus frutos.

La adaptación musical del ya fallecido maestro Segundo Cóndor, la vibrante dirección musical de Carmen-Helena Téllez y la orquesta de instrumentos andinos -unidas a la espléndida escenografía, vestuario, luces, maquillaje, y por supuesto la actuación y canto de su elenco- replican el éxito que esta ópera tuvo en su estreno en Viena en 1791.

Sorprendieron y deleitaron los quichuismos salpicados de un libreto ya traducido del alemán -pocas óperas clásicas se escribieron en ese idioma- al español. Un papageno andino hizo las delicias del público, que en el elenco que pude apreciar, fue interpretado por el barítono cuencano Diego Zamora; igual que Tamino, Pamina, la Reina de la noche, Sorastro, Monóstatos.

La presencia de diablos humas, amautas, mitimaes, damas vestidas con trajes andinos, fueron excepcionales para recrear nuestras significativas y hermosas tradiciones culturales. Todo ello unido a los sonidos de quenas, zampoñas, bocinas, charangos, constituyen la verdadera magia de esta ópera, excepcional por sí misma, pero que ahora ve una adaptación que nos retrotrae a nuestras profundas raíces, de las cuales estamos orgullosos.

Con vergüenza debemos reconocer que como llamados “mestizos”, necesitamos que -igual que ocurre con el idioma italiano o alemán- necesitamos que nos traduzcan en pantalla o en la folletería frases y quichuismos empleados. La interculturalidad es una apuesta vivencial y política que no acaba de concretarse en nuestro país, por múltiples prácticas y mentalidades colonizadas que hicieron su trabajo durante demasiado tiempo.

El arte constituye un espléndido recurso para construir esta interculturalidad. Por ello, concluyo con la frase que Papageno le dice a su warmi Papagena: Ñuca atzilgulla. Esos son los sonidos que deben cada vez más estar presentes en nuestros escenarios, para entendernos mejor.

23 de junio de 2018

 

Argentina despenaliza el aborto, ¿y Ecuador?

Por: Mónica Mancero Acosta

Nadie busca promover el aborto en sí mismo, el aborto es el último recurso al que acude una mujer. Estar a favor de la despenalización del aborto no significa estar a favor de su práctica, más bien implica estar en contra de la penalización y criminalización de las mujeres. El triunfo en el camino a la legalización del aborto en Argentina ha tenido unas dimensiones épicas.

Y nos ha llenado de alegría, no solo a las mujeres feministas sino a todos aquellos que preocupa la vida de las mujeres, sobre todo las más pobres que arriesgan su vida por un aborto clandestino. Pudimos advertir un debate muy amplio, y sustentado en Argentina. Los asambleístas tuvieron que escuchar a filósofos, genetistas, biólogos en exposiciones argumentadas que fueron el sustento de la decisión de los diputados. No obstante, el trabajo fue de las mujeres militantes, no solo de las que como una marea humana se apostaron fuera del recinto parlamentario, sino aquellas que durante décadas han luchado por esta conquista en ese país.

Del otro lado, diputados y diputadas, supuestas defensoras de la vida, si bien estaban respaldadas por una buena parte de la sociedad más conservadora y retrógrada, no pudieron debatir con suficiente rigor frente a una realidad evidente: los abortos están ahí y van a seguir sucediendo; frente a esto, el debate, más allá de cuando se inicia la vida, es cómo la política pública puede abordar esta problemática que conlleva una alta tasa de mortalidad materna. De todas formas, hay que decir que apenas unos pocos votos fueron los que dieron el triunfo a la iniciativa de ley, lo que muestra la radicalidad de este debate.

Para Ecuador, para las mujeres ecuatorianas y para las feministas, todo esto constituye una inspiración, no obstante, es desesperante advertir que acá estamos muy atrás: ni siquiera alcanzamos a despenalizar el aborto por violación, grave herencia del correísmo -no la penalización sino la pérdida de la oportunidad histórica que hubo para despenalizar- y no se advierte ningún síntoma de que alguna de las bancadas legislativas esté diseñando reformas en referencia a este tema. Corresponde tomar renovados bríos al movimiento de mujeres para impulsar estos cambios. El tema del aborto genera posturas extremas, los que están a favor y aquellos que están en contra. Sin embargo, hay una serie de posiciones intermedias que es necesario considerar.

La total libertad para abortar, sin importar razones o temporalidades, solo ocurre en muy contados países, como Canadá, China, Corea. En la mayor parte de países europeos, Estados Unidos y otros, el aborto tiene restricciones temporales de gestación para practicarlo; es lo que se acaba de aprobar en la cámara de diputados en Argentina -pero que aún requiere aprobación del Senado y veto presidencial-. Nosotros nos encontramos muy por debajo de la posición moderada por excepción, pues solo está despenalizado por malformaciones o en caso de que ponga en riesgo la vida de la mujer, y no incluye el aborto en caso de violación. Es urgente que el país avance en debatir social y jurídicamente este tema, con el ejemplo de lo ocurrido en Argentina.

Junio 16 de 2018

Acoso en las aulas universitarias

Por: Mónica Mancero Acosta

En nuestras universidades, muchas mujeres de mi generación vivimos entre el acoso y la misoginia. La misoginia de docentes varones se expresaba a través de comentarios sexistas que desmerecían las capacidades intelectuales de nosotras como estudiantes.

Estos comentarios, que pretendían minar la autoestima académica de una joven estudiante, fueron poco a poco vencidos por la fuerza de la evidencia: las mujeres éramos las que frecuentemente teníamos mejores notas, cumplíamos los trabajos y demostrábamos tener las competencias suficientes para titularnos. Ante esto, y una matrícula universitaria feminizada, esos comentarios misóginos cada vez se han ido replegando, aunque se pueden mantener en carreras aún identificadas como masculinas en nuestro medio.

Hoy se está rompiendo el silencio frente al acoso en las aulas universitarias. Que las mujeres seamos acosadas en múltiples espacios no constituye ninguna novedad. Las aulas universitarias forman parte de los lugares en donde acosos sutiles hasta más descarados ocurren. Los acosadores de las estudiantes mujeres son compañeros o profesores, pero estos acosos casi nunca son reconocidos como tales porque se han llegado a naturalizar: un piropo, un roce, una invitación, un mensaje insinuante por las redes, fotos, reuniones privadas, son parte de los mecanismos del acoso.

Una relación de poder en la cual una parte tiene la sartén por el mango hace que el acoso se vuelva una situación difícil de sobrellevar y de denunciar por parte de la víctima. Hoy estos temas surgen en muchas universidades del mundo y particularmente de América Latina, donde antes eran silenciados precisamente por su naturalización. En varias universidades de nuestro país colectivos de estudiantes están organizándose y denunciando, se están implementando protocolos de atención a las víctimas de violencia sexual. No obstante, es necesario romper con prácticas conservadoras de los claustros docentes, que frecuentemente hacen espíritu de cuerpo.

Hay que decir que, por cierto, no todos los docentes varones son acosadores, o que pueda ocurrir, eventualmente, que algunas estudiantes quieran sacar algún provecho con sus notas a través de ciertos coqueteos con docentes. Pero esta no es la regla ni significa que sea un peligro para el docente, porque el docente es el que está en la posición de poder. También podría ocurrir que, eventualmente, docentes mujeres sean quienes acosen a jóvenes estudiantes, pero tampoco es usual.

Múltiples mecanismos deben ser trabajados en los entornos universitarios, como la prevención, formación de grupos y redes de apoyo, foros para debatir el tema, guías y material sobre cómo actuar en estos casos y, en definitiva, una cultura de tolerancia cero al acoso en las aulas universitarias, pues debe constituir un ambiente donde prime el pensamiento, la libertad, el pluralismo y la equidad.

Quito, 09 de junio de 2018

Niñas que paren

Por: Mónica Mancero Acosta

El embarazo adolescente es visto habitualmente como un “problema” social y como una conducta individual desviada de la norma que debería corregirse con la voluntad de la propia adolescente. Investigaciones académicas desarrolladas en otras latitudes muestran que es un problema complejo que debe considerar necesariamente las desigualdades sociales y las asimetrías de género.

En nuestro país, en mi opinión, este es un tema que debe ser investigado con mucha rigurosidad. Desde el activismo se ha hecho un esfuerzo importante por actualizar información y proponer políticas públicas sobre el tema. La Fundación Desafío ha circulado un informe actualizado en el que determina que cada año se embarazarían, aproximadamente, más de 2.000 niñas, y que 80% de esos embarazos serían producto de violación, estos embarazos precoces se producirían en los estratos más pobres del país.

La actuación del sistema de salud en estos casos es profundamente limitada y se reduce al acompañamiento al embarazo y parto. Por ello, con mucha razón, se demanda desde el Estado un programa de atención integral, articulado y multisectorial. Como recordamos, este tema, y otros relacionados con la salud sexual y reproductiva, han ido de tumbo en tumbo en el país, con el Enipla, que fue abandonado por el Plan Familia en el correísmo, y aún no tenemos una propuesta consolidada en el nuevo gobierno. No obstante, las violaciones a las niñas no se detienen.

El embarazo adolescente en caso de violación, como lo sostiene el informe -criterio al que me uno fervientemente-, debe ser despenalizado, lo cual abriría la posibilidad legal de un aborto no punible. Esta no es una idea peregrina, cinco comités de Naciones Unidas han recomendado a Ecuador la despenalización del aborto en caso de violación y malformaciones letales del feto, pero no se lo ha hecho, a pesar de que las convenciones que como país hemos signado son vinculantes, así como sus recomendaciones ¿Qué espera la Asamblea Nacional y el presidente Moreno para acoger las recomendaciones de estos organismos y asumir la responsabilidad estatal sobre un tema que violenta derechos de nuestras niñas?

Sugiero que la academia también tiene acá una corresponsabilidad, porque estos temas no se están investigando, no hay información suficientemente actualizada, ni interpretada con enfoques más rigurosos. Mientras no tengamos esto, se imponen los lugares comunes, la justificación simbólica de imágenes sexistas, clasistas y de dominación generacional respecto al embarazo adolescente, lo cual termina restringiendo los derechos de las niñas y adolescentes.

Quito, 2 de junio de 2018

 

Un aliento para las universidades

Por: Mónica Mancero Acosta

Las universidades, durante la etapa correísta, vivieron una violación flagrante a su autonomía y un control autoritario. La Senescyt, un organismo inconstitucional, constituyó una creación nefasta del régimen. Dirigida por un grupúsculo con nula experiencia en gestión universitaria, operó con una lógica de desconfianza y de menosprecio a la academia ecuatoriana. En el fondo primó el complejo de una matriz neocolonial, que desde la periferia se sentía inferior y requería de proyectos faraónicos pero inviables, como fue Yachay.

Las consecuencias de esta desastrosa gestión se sintieron en el eslabón más sensible: cientos de miles de jóvenes excluidos del sistema de educación universitaria. Los irresponsables funcionarios de este daño social deberán dar cuentas a la sociedad ecuatoriana.

La expedición de una nueva ley es una tarea pendiente que va a requerir tiempo. Hoy, al menos, se ha reformado la ley poniendo paños calientes en las heridas más graves: sistema de ingreso, categorización, escalafón, academia. Ha quedado intocado el núcleo central que mina la autonomía universitaria, el gobierno del sistema de educación superior. Es decir, la conformación con mayoría gobiernista del Consejo de Educación Superior, Consejo de Evaluación y Aseguramiento de la Calidad, y el rol de la propia Senescyt. Esa será una tarea a desarrollar con un debate más pausado, llevado a cabo con todos los actores universitarios.

El aliento que pueden dar las reformas que han sido aprobadas por la Asamblea, y que esperemos se allane el Ejecutivo, serán vitales para que la universidad ecuatoriana se recomponga y pueda volver a pensarse a sí misma. Nunca más la academia debe ser pensada desde seudointelectuales devenidos en burócratas. Si algo cabe en la academia es que sea reflexionada y gestionada por si misma, lo cual no significa autarquía o autismo social. Una academia pertinente es aquella profundamente vinculada con su entorno, no de forma complaciente sino crítica.