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Fuimos un puñado

Por: Mónica Mancero Acosta

Algo cansada, luego de la marcha del 8, escribo este artículo desde mis propias impresiones, y después de revisar brevemente las redes. Hoy pude observar que las marchas se están convirtiendo no solo en sitio de consignas feministas y de rechazo a la opresión, sino también en un espacio de denuncia por los feminicidios.

Antes, porque no se nombraba o no se tipificaba no era frecuente la asistencia, como hoy, de familiares y amigos de mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Una marcha por el duelo y esos testimonios que reclaman justicia y que se enfrentan a la impunidad estuvieron presentes.

Hubo una generación joven, muchachas armadas de tambores, pitos, megáfonos, carteles y con discursos radicales daban el ritmo y el paso a la marcha. También había hombres, apoyando y reportando la marcha. Y, por supuesto, las activistas de siempre, aquellas de una lucha histórica, a quienes reconocemos mucho de lo que hoy tenemos.

Sin embargo, con cierta envidia vi la dimensión de la marcha de Madrid, de Barcelona, de Tokio y aun la de Turquía. Allá fueron cientos de miles, acá apenas un puñado. Creo que no hubo mayor diferencia en la marcha de Guayaquil o de Cuenca, en relación con la de Quito. Aunque acá se fragmentaron en varias marchas lo que muestra que el activismo feminista también lo está. Peor aún cuando se convocó a una marcha paralela contra la corrupción.

La marcha de las mujeres amazónicas en el Puyo fue sin duda lo más esperanzador de la jornada, ellas marcharon en defensa de sus territorios y de la vida; una gran lección. Habríamos esperado que desde la Asamblea se hubiera tramitado la despenalización del aborto por violación, pero era mucho pedir a un espacio que nos avergüenza porque se encuentran entrampados en disputas bochornosas.

Hubo gestos interesantes, en los medios públicos se abrieron espacios para las mujeres, en pocas universidades se organizaron foros de debate sobre la situación de las mujeres. A pesar de todas estas señales debemos reconocer que fuimos apenas un puñado, que solo se paralizaron muy contadas instituciones o áreas de las mismas y que no hemos conseguido interpelar a una sociedad que ve con pasividad, no solo cómo continúa la discriminación, sino también la propia muerte de mujeres.

8 de marzo… ¡Las mujeres paramos!

Por: Mónica Mancero Acosta

¿Acaso puede haber algo más radical y provocador que no cocinar, no limpiar, no cuidar, no trabajar, no asistir a los centros educativos, no consumir? ¿Cuántas pérdidas le ocasionaría al capitalismo una huelga mundial de mujeres?

El feminismo internacional convocó a un paro internacional de mujeres porque, pese a los avances en diversos ámbitos y en distintos lugares, las mujeres seguimos discriminadas. En nuestro país tenemos razones de sobra para plegarnos al paro.

¿Por qué paramos?

Porque nos tienen hartas de tanto trabajar: según la encuesta del uso del tiempo, trabajamos 18 horas más a la semana que los hombres, más de dos días de trabajo extra por semana. Porque trabajamos más que los hombres, pero ganamos menos: las estadísticas que nos dicen que la brecha salarial en el país es del 23%. Porque hemos retrocedido en nuestros derechos sexuales y reproductivos: las cifras de embarazo adolescente son altísimas, pues en los últimos 10 años se ha disparado en 78%, una parte de ellas son niñas violadas; el embarazo prematuro alcanza al 10% de adolescentes entre los 15 y 19 años.

Tenemos 250 casos de juicios contra mujeres por el delito de abortar. Porque seguimos siendo una mayoría que es minoría en los órganos de decisión política: la paridad sigue siendo una quimera, tanto en los organismos de elección popular, cuanto en los de designación. Registramos 6 puntos de diferencia a favor de los hombres en la inscripción de las listas a pesar de la paridad, alternabilidad y secuencialidad; y en la elección esta diferencia se dispara. Porque los hombres nos están matando: se provoca un feminicidio cada 50 horas.

Las razones sobran. La consigna de la marcha es: ¡Paramos porque si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras! Esta huelga tiene pretensiones radicales, pues abarca un amplio espectro de esferas. La convocatoria a paralización incluye no solo lo laboral, sino también lo estudiantil, el consumo y los cuidados. Supone paralizar los ámbitos en los que vivimos las mujeres cotidianamente y en los que somos explotadas. Los hombres podrían ser solidarios en este paro si cocinan, si atienden a sus hijos, si no se ponen a dirigir nuestras marchas, y si empiezan de una vez por todas a cambiar su comportamiento violento, privilegiado, misógino y machista.

El paro, para que sea eficaz, no debe ser de un par de horas y una vuelta a casa a continuar con lo de siempre. El paro exige una actitud radical, y para que sea eficaz supone una paralización de 24 horas continuas.

La consulta y el clivaje regional

Por: Mónica Mancero Acosta

Nuestro país, desde que es tal, ha estado atravesado por escisiones regionales que se expresan en lo que se denomina en ciencia política clivajes regionales. Estos clivajes constituyen divisiones confrontacionales del electorado que derivan eventualmente en conflictos. Históricamente, la llamada cuestión regional se evidenció en la fragmentación de nuestras regiones en Sierra y Costa en el siglo XIX las que, más allá de la abrupta geografía, se dividieron por acciones y omisiones de sus élites políticas.

El municipalismo, el regionalismo, el federalismo y el Estado centralizado constituyeron discusiones apasionadas de nuestras élites para definir la configuración del Estado. El gran desafío desde García Moreno hasta Eloy Alfaro fue la unificación nacional, en términos geográficos y políticos; el ferrocarril constituyó un “abrazo de hierro” para la conexión de las regiones. Muy posteriormente, cuando surge la visibilidad del “mítico” Oriente, el velasquismo logró una relativa base electoral nacional, aunque la región del sur se mantuvo leal a la tendencia conservadora.

Hace una década el correísmo despegó con una base política electoral afincada en la Sierra, pero a lo largo de su prolongado ejercicio de poder se fue modificando, hasta cuando algunos politólogos celebraron el fin del clivaje regional por una supuesta votación nacional de Alianza PAIS. Sin embargo, esta tendencia cambió y el apoyo se fue desplazando hacia la Costa.

Hoy, en la derrota del correísmo en la consulta, se ha advertido un comportamiento electoral diferenciado en la Costa en relación a uno más homogéneo en la Sierra, Amazonía y Galápagos. Si promediamos todas las preguntas de la consulta, observamos que fluctúa el Sí con 80% aproximadamente en la Amazonía, 78% en la región insular, 76% en la Sierra; mientras que en la Costa encontramos un apoyo que desciende vertiginosamente al 62%. Específicamente el No ha ganado en Manabí en las preguntas de tinte político, lo cual muestra una cierta base política del correísmo bastante situada.

Si el correísmo aspiró a ser un movimiento político nacional, hoy evidencia un cercamiento geográfico importante. No obstante, habrá que explicar las razones de este apoyo atípico en Manabí en particular, y de la Costa en general, las cuales seguramente van más allá del terremoto.

¿Traición o lealtad?

Por: Mónica Mancero Acosta

La acusación de traición es frecuente en el mundo político, igual que en el afectivo. En ambos casos juzgar una traición se vuelve un tema complejo porque está plagado de matices. En la historia hay grandes traidores, desde Judas que por unos denarios vendió a su maestro, pasando por Bruto que conspiró contra Julio César, hasta llegar a Gorbachov, quien para unos fue un traidor al socialismo mientras para otros, un héroe.

Según el diccionario político de Rodrigo Borja, no hay traidores sino tránsfugas. Se trata de “la abjuración de una creencia política y la adopción de otra o, especialmente, el abandono por un afiliado de un partido político y el ingreso a otro. El transfugio forma parte del descenso de los niveles éticos y estéticos en la política”.

La felonía es aquella deslealtad en que incurre el siervo contra su amo. Las relaciones serviles precisan, para mantener su propia dominación, de lealtades personales rígidas. Para Dante, el peor de los pecados es la traición, en el último círculo del infierno es donde se queman los traidores que abusaron de la confianza de sus víctimas. Pero es Maquiavelo la voz autorizada para hablar de política en la modernidad, porque logra sutilmente separar la ética pública política de la ética privada, como se estudia en los primeros cursos de teoría política.

El florentino afirma “cuando un príncipe dotado de prudencia ve que su fidelidad en las promesas se convierte en perjuicio suyo y que las ocasiones que le determinaron a hacerlas no existen ya, no puede y aun no debe guardarlas a no ser que él consienta en perderse”.

En el país la palabra traición se ha convertido en la gran acusación que hace el expresidente Correa contra el actual presidente Moreno. Pero, nos preguntamos, ¿quién traiciona a quién? ¿Quién o qué merece lealtad? ¿Los individuos, los intereses de pocos, los intereses de muchos? ¿Qué se debe privilegiar? ¿La facción, el partido o la comunidad política más amplia?

El caudillo autoritario siempre va a exigir férrea lealtad de sus seguidores; las configuraciones políticas despóticas basan su dominación en un ciego acatamiento para perpetuarse en el poder, cualquier cuestionamiento es tratado como traición y así se cierran filas frente a las críticas, mientras la lealtad se convierte en virtud. Por ello, más vale concluir con el poema de Ramón de Campoamor: “En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira/ todo es según el color del cristal con que se mira”.

Sí, la salida del autoritarismo (II)

Por: Mónica Mancero Acosta

La consulta popular tiene un componente político y otro de carácter social, ambiental y económico. En el artículo anterior analicé los temas político-institucionales, como la reelección indefinida, el Consejo de Participación, el castigo político a la corrupción. Aquí me voy a referir a los restantes.

La limitación de la minería es vital para conservar nuestros recursos naturales, sobre todo el agua. Así mismo, la disminución del área de explotación del parque Yasuní garantizaría medianamente la preservación de los recursos naturales y frenar la agresión a los pueblos en aislamiento voluntario. Además, se trata de sanar la afrenta contra jóvenes e indígenas defensores de la vida, quienes levantaron una iniciativa inédita para hacer una consulta, pero que el correísmo no solo bloqueó, sino que persiguió y denostó a estos grupos. Por ello sí, y con mucha fuerza, a la defensa de la naturaleza.

Por otra parte, la descomunal cifra de niños abusados nos impele a decir sí, para que estos crímenes oprobiosos no prescriban. El abuso contra la niñez, solapado por el propio Estado, merece un sí rotundo. Difícil entender cómo los correístas auspician el no, aun en estas tres preguntas. Finalmente, la especulación de tierras no se ha combatido realmente con la ley de plusvalía, dado que no afecta a la primera venta. Es indudable que hay que tener una ley que la evite, pero debe ser bien concebida para que no perjudique los pequeños patrimonios de la mayoría de ecuatorianos ni el trabajo de miles de obreros de la construcción, como lo muestra el decrecimiento en menos del 8% de este sector productivo.

La consulta popular es un mecanismo de democracia directa, al cual no siempre se puede apelar, pero que hoy es más necesario que nunca para darnos un nuevo aliento político. El teórico político italiano Norberto Bobbio decía que, frente al poder autocrático, que parte desde arriba, hay que oponer el poder desde abajo; y que frente al poder monocrático, aquel concentrado en una sola mano, hay que oponer el poder distribuido. Nada más, pero tampoco nada menos, representa esta consulta popular. Salir del poder autocrático y monocrático en que vivimos estos diez años, para volver -eso aspiramos- al proyecto democrático participativo e incluyente que fue realmente el traicionado en esta oscura etapa que nos toca superar.

Sí, la salida del autoritarismo (I)

Por: Mónica Mancero Acosta

El correísmo abogó por una supuesta democracia participativa, pero en la práctica terminó imponiendo un proyecto de cuño autoritario que instrumentalizó la participación en su beneficio. Las consultas llegaron solo cuando se tenía asegurado el triunfo, pero cuando había dudas de los resultados prefirieron abstenerse.

Así, de manera espuria se aprobó la reelección indefinida en la Asamblea, cuando todos votamos por una Constitución que únicamente autorizaba la reelección por una sola vez. Por ello, el Sí para eliminar la reelección indefinida es lo que cabe. En democracia, considerada como un campo de fuerzas en disputa, el relevo de personas y de élites políticas constituye un mecanismo para evitar las presidencias vitalicias, así como para remozar el escenario político nacional.

La integración del Consejo de Participación Ciudadana es otra de las herencias oprobiosas que nos dejó el correísmo, pues este organismo se funcionalizó íntegramente al Ejecutivo y construyó la más espantosa concentración de poder político. Lo que ocurrió, en la práctica, fue una suerte de privatización del Estado que fue manejada por un puñado de gentes, todas leales al caudillo de turno, lo cual garantiza hasta hoy la impunidad del régimen anterior, así como su incrustación en la compleja institucionalidad estatal de control. Votar sí contribuye a una desprivatización del Estado correísta. A más de votar Sí, debemos exigir una integración democrática y plural del nuevo Consejo, que a final de cuentas será electo por sufragio universal.

En la consulta hay ciertos riesgos, pero no son ni de lejos peores que la situación en que nos dejó el correísmo. Es importante que esta consulta venga acompañada de presión y movilización ciudadanas, pues no significa un cheque en blanco al presidente Moreno. En suma, la salida a la dominación autoritaria constituye el Sí a la consulta popular, cuyo dueño no es, por cierto, el señor Lasso, sino la ciudadanía ecuatoriana que levantó esa bandera de lucha.

El legado de Gonzalo Abad Ortiz

Por: Mónica Mancero Acosta

Con las debidas disculpas, me voy a permitir iniciar este artículo con una perspectiva personal, quizás porque esa es la única mirada legítima acerca de la vida y la muerte. Hace algunos años, el día que sustentaba mi tesis doctoral en Flacso, en un pequeño auditorio, y con pocos académicos y estudiantes -como suelen ser estos eventos- de pronto ingresó al recinto Gonzalo Abad. Fue un honor su presencia y, a la vez, un reto sustentar mis hallazgos de investigación en su presencia.

Gonzalo Abad se encontraba en el auditorio porque, además de ser un querido amigo, fue el fundador de Flacso, y nos graduábamos las primeras promociones de doctorado. Flacso, un sistema internacional de posgrado que se abrió en Ecuador en 1975, lo hizo gracias a la iniciativa, gestión y pasión de Gonzalo por las ciencias sociales. Dentro y fuera del país, siempre estuvo pendiente de la suerte de Flacso y las ciencias sociales en el país y la región.

Antes, Gonzalo había tenido otras iniciativas académicas, como fundador y director de la Escuela de Sociología de la Universidad Central. Ocupó altos cargos nacionales como director de la Junta Nacional de Planificación, e internacionales como funcionario del sistema Unesco y su delegado en México. La vida quiso que nos conociéramos precisamente en México, y no en Ecuador. Allí vi en Gonzalo una mente crítica, abierta, cosmopolita. Siempre le preocupó nuestro país, las transformaciones sociales de América Latina, y los más desfavorecidos.

Gonzalo, junto a su infatigable compañera, Cecilia, transitó por un mundo ancho y ajeno, sin olvidar jamás a Ecuador y sus raíces. Pude constatar de cerca su gran versatilidad en París, pues era una persona conocida y respetada en el mundo diplomático internacional. En días pasados, tras su inesperado fallecimiento, asistí a la ceremonia en su homenaje en Flacso y escuché testimonios muy sentidos de académicos, amigos y familiares.

Se fue muy pronto, y de forma sorpresiva. No lo tenemos entre nosotros, extrañaremos su gran personalidad, su inteligencia, su amistad, y su gran sentido del humor. Pero siempre lo sentiremos junto a nosotros, porque nos deja un legado enorme, particularmente para el posicionamiento de las ciencias sociales que el país entero debe reconocer.

FUENTE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/15/el-legado-de-gonzalo-abad-ortiz

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“Si tú mueres primero…”, violencia de género

Por: Mónica Mancero Acosta

No pasa un día sin que maten a una mujer en el país. Cada 55 horas, en promedio, un hombre asesina a una mujer por su condición de ser tal, es decir, comete feminicidio. En lo que va del año ya se han registrado 130. Es posible que mientras usted lee este artículo estén asesinando a otra mujer.

La violencia de género, de hombres sobre las mujeres, que es la más generalizada -como nos indican las abundantes evidencias disponibles- es un continuum de la violencia sexual que implica que no son hechos inconexos. Empieza por el control, prohibiciones, amenazas; continúa con gritos, escenas, golpes; y termina con la muerte de la mujer, perpetrada por su pareja. El feminicidio implica la afirmación de masculinidad del agresor, aunque de forma ambivalente demuestre también su propia impotencia.

¿Cómo se explica este comportamiento violento de los hombres sobre las mujeres? Según los estudios de género, son los roles y jerarquías asignadas las que propician la violencia; la agresión se focaliza en el inferior. Por ello la violencia es la manifestación de la desigualdad, de la asimetría que como sociedad patriarcal hemos construido. No obstante, la mujer ha cuestionado los roles tradicionales, ha incursionado en espacios tradicionalmente masculinos, ha conquistado autonomía, y esto explicaría esta violencia magnificada expresada en los altos índices de feminicidio.

El Código Penal tipificó como femicidio este delito, pero parece que, en lugar de disminuir va en incremento. Estudios señalan que el hecho de querer frenar la violencia directa es un acto fallido porque frecuentemente la enerva, si solo utiliza elementos represivos. Ocurre que en la base de esta violencia directa se encuentra una violencia estructural, que nos implica a todos como sociedad y al propio Estado. Por ahí es por donde hay que atacar.

El análisis, la denuncia y el repudio deben provenir de varios ámbitos: academia, medios, organizaciones sociales, familias, Estado. Hoy 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, exigimos una vida libre de violencias.

FUENTE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/si-tu-mueres-primero-violencia-de-genero

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Noviembre 25 de 2017

Perspectivas críticas en las ciencias sociales

Por: Mónica Mancero Acosta

Frente a la vorágine de los desarrollos tecnológicos y la emergencia de un conjunto de disciplinas innovadoras, tanto los Estados como las sociedades, cautivados, suelen soslayar los viejos saberes o restar importancia al estudio e investigación de las complejas relaciones entre los seres humanos. Este deslumbramiento ocurrió en el país cuando durante el Gobierno anterior el Estado privilegió las carreras técnicas debido a la deficiencia de profesionales en esta área, no obstante, terminó relegando las ciencias sociales y humanidades.

En este contexto adverso, la Universidad Central de Ecuador, gracias a la visión y empuje de su rector, Dr. Fernando Sempértegui, creó la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, integradas por las carreras de Sociología, Ciencias Políticas y Trabajo Social ya existentes, con la proyección de crear nuevas carreras. En esta semana se realizó un congreso internacional para celebrar 50 años de estas carreras, pues a pesar de que integran recientemente la novísima facultad, tienen una trayectoria a cuestas.

En el Congreso se debatieron las dinámicas de las ciencias sociales en la actualidad, los procesos políticos y sociales actuales, los temas concernientes a universidad y autonomía, y reflexiones a partir del centenario de la Revolución rusa. En la Conferencia inaugural, la académica argentina Maristella Svampa caracterizó la dificultad de acumulación del legado de las Ciencias Sociales en América Latina ocasionada por la desvalorización e invisibilización, conjuntamente con lo que denominó una vocación antropofágica por devorar lo ajeno. Esto supone moverse en el paradigma del ‘no aún’ que acarreamos los latinoamericanos y particularmente sus académicos e intelectuales; significa que vemos nuestras sociedades y actores como incompletos, porque aún nos falta llegar a la ansiada modernidad del norte.

En contraposición a esta visión neocolonialista, Svampa identifica cuatro tradiciones de ‘notable espesor’ en nuestra región: el debate de la dependencia; el tema del desarrollo; el lugar de los pueblos indígenas en el Estado nación; el retorno de los populismos. Pero aquí, afortunadamente, no se acaba el debate, puesto que están en el escenario ahora mismo diversas perspectivas críticas como los estudios de la subalteridad representada por Silvia Rivera Cusicanqui; el poderoso concepto de la decolonialidad del poder representado por Aníbal Quijano, Santiago Castro Gómez, Edgardo Lander, Walter Mignolo; la perspectiva posdesarrollista que integra tanto los lenguajes feministas como ecologistas, representada por Arturo Escobar; y las epistemologías del sur acuñadas por Boaventura de Sousa Santos.

De acuerdo a Svampa, es necesario y posible crear puentes entre las diversas perspectivas debido a que comparten un pluralismo epistemológico, una crítica al reduccionismo dualista y un compromiso por el pensamiento crítico. Por toda esta riqueza, no cabe que la novísima Facultad de Ciencias sociales y humanas se encasille en un solo paradigma conceptual. Su tendencia actual es retomar la tradición del pensamiento de la Escuela de Sociología de la Universidad Central, pero abrirse a las nuevas perspectivas críticas aquí señaladas.

FUENTE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/perspectivas-criticas-en-las-ciencias-sociales

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Noviembre 11 de 2017

Impunidad política

Por: Mónica Mancero Acosta

Atónitos, los ecuatorianos somos espectadores de cómo muchos de los responsables políticos de presuntas asociaciones ilícitas, peculados, sobreprecios, obras inconclusas, violaciones a menores de edad, se pasean por los platós de la televisión y las radios haciendo declaraciones para justificarse. Pero, a la vez, ellos continúan en cargos públicos y, en algunos casos, en funciones relacionadas con sus cargos anteriores.

El colmo de la audacia ha sido, sin duda, el aún vicepresidente Jorge Glas, quien luego de hacer su propia campaña de defensa por los medios, “está en goce de sus vacaciones” mientras permanece en prisión, negándose a renunciar a su cargo. Así, ha dejado al Gobierno en una situación incómoda; ha provocado a su vez la indignación ciudadana que quisiera ver un gesto de decencia, aunque sea al finalizar su gestión; y nos ha hecho, además, un flaco favor frente al mundo.

El exministro de Educación Augusto Espinosa no se queda atrás, invitado en varios programas televisivos, pudimos observar -la semana anterior- cómo configuraba una defensa insulsa, porque en su criterio no se trata de buscar responsables. Lo inaudito es que este mismo personaje continúa a cargo de la Comisión de Educación en la Asamblea Nacional. Un mayúsculo contrasentido, que no parece vaya a enmendarse.

Así, podemos seguir enumerando diversos casos. La cuestión de fondo es que durante este largo período ha muerto la responsabilidad política, y parece que nos acostumbramos a ello. Cuando saltaban escándalos durante la autodenominada ‘década ganada’, el implicado solía recibir, casi siempre, todo el respaldo del Jefe de Estado. De tal manera que la impunidad política fue la moneda del día. Esto parece que ha hecho mella y no sorprende que nadie asuma su responsabilidad política ante los errores, desaciertos, omisiones o delitos de quienes desempeñaban altas funciones públicas.

No juzga penalmente la ciudadanía, esperamos que los jueces a cargo de varios procesos hagan bien su trabajo esta vez. Pero esperamos también una dosis de justicia política, que parece desapareció del sentido ético en este país. Sin embargo, el simbólico juicio popular representado por la Comisión Nacional Anticorrupción responde a un clamor ciudadano para hacer justicia en el caso del vicepresidente Glas.

Los antiguos funcionarios, algunos de ellos, se han escudado en su inmunidad parlamentaria y continúan al frente de temas en los cuales no solo hubo inaceptables negligencias sino posiblemente delitos. La Asamblea, por su parte, no ha recuperado su capacidad fiscalizadora en el ámbito político; atada a una lealtad no solo a su líder, sino también por intereses propios, se niega a fiscalizar.

Maquiavelo jamás habría imaginado que su máxima de que el buen gobernante deba ser tan astuto como un zorro y tan fuerte como un león, habría sido interpretado aquí y ahora, como una patente de corso para seguir usufructuando de lo político, en medio de una impunidad política rampante.

FUENTE: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/impunidad-politica
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Octubre 28 de 2017