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“Alabado seas” y el don de la creación

Por Mons. José H. Gómez
Arzobispo de Los Ángeles

Como muchos de ustedes, he estado esperando la nueva encíclica del Papa Francisco acerca del cuidado de la creación.

Anoche, cuando estaba pensando acerca de esta columna, recibí por fin mi copia de Laudato Si’ (“Alabado Seas”), cuyo título se deriva del gran himno de San Francisco de Asís en honor de la tierra que es nuestro hogar común.

Laudato Si’ es un documento largo —de más de 100 páginas— y he tenido tiempo de leerlo sólo una vez. Por eso sólo puedo ofrecer mis primeras impresiones.

La mayor parte del énfasis de los medios de comunicación ha sido sobre la “postura” del Papa respecto a temas que son controvertidos en nuestra política.

Y su carta contiene consideraciones importantes y firmes sobre temas como el cambio climático, la desaparición de especies vegetales y animales, la cultura del desperdicio y los estilos de vida consumistas, y las desigualdades globales en la distribución de la riqueza y el acceso a los recursos.
Estos pasajes de la encíclica merecen una cuidadosa relectura. Pero lo que me llama la atención en esta primera lectura de la encíclica es el sentido de urgencia y el tono personal que tiene. Laudato Si’ no es tanto una obra sobre la política o la economía; se trata más bien de una reflexión moral y espiritual sobre nuestro tiempo.

El Papa basa sus reflexiones en la realidad de que toda la creación y todas las cosas creadas tienen un Creador.

“La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo”, escribe el Papa. “Porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses”.

Dice el Papa que en el designio de Dios, el mundo y todo el orden natural son obra de su amor.

“El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado… Entonces, cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño”.

En Laudato Si’, a menudo vemos al Papa escribiendo en un tono poético y hasta místico. Él escribe: “Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios”.

El Papa Francisco nos recuerda que la persona humana está en el centro del plan de Dios para la creación, que es creada a imagen de Dios y que podemos ver “la inmensa dignidad de cada persona humana”.

Aunque acepta la teoría científica de la evolución, el Santo Padre rechaza cualquier intento de “reducir” a los seres humanos a meros productos de procesos naturales. Hay algo más en la persona humana, algo sagrado.

“La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico”, escribe. “La novedad cualitativa que implica el surgimiento de un ser personal dentro del universo material supone una acción directa de Dios, un llamado peculiar a la vida y a la relación de un Tú a otro tú”.

La “ecología humana” y la familia tienen un lugar especial en la visión del Papa Francisco.

Él rechaza aquellos que exacerban las preocupaciones ambientales en detrimento de las necesidades humanas. Critica el “relativismo cultural” y “una obsesión por negar toda preeminencia a la persona humana”, en la que “se lleva adelante una lucha por otras especies que no desarrollamos para defender la igual dignidad entre los seres humanos”.

Además, usa palabras fuertes para condenar a aquellos que proponen el control de la natalidad y el aborto como soluciones a los problemas ambientales.

Las políticas internacionales que promueven el control de la población sólo sirven para reforzar la injusticia económica y la degradación ambiental. El Papa escribe:

“Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de… legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo”.

Acerca del aborto, dice: “Dado que todo está relacionado, tampoco parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades”.

Una y otra vez, el Papa reitera lo que se ha convertido en un tema clave de su pontificado: la necesidad de recuperar el sentido de responsabilidad por los demás: “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos”.

Como antídoto para los estilos de vida consumistas y para la cultura del desperdicio, el Papa Francisco propone la espiritualidad cristiana. Nuestra fe, dice, nos lleva a un estilo de vida, a “una actitud del corazón” que se caracteriza por la moderación, la humildad y la gratitud; y encuentra la felicidad en las pequeñas cosas de la vida y “se entrega a cada momento como don divino que debe ser plenamente vivido”.

En la misma línea, el Santo Padre propone el ejemplo de los santos. No sólo el de San Francisco, de quien tomó su nombre y quien fue la inspiración para esta nueva carta, sino también el de Santa Teresa de Lisieux y su “pequeño camino del amor” cuya práctica nos ayuda a “no perder la oportunidad de una palabra amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad”.

El Papa nos llama a todos a volver —de manera individual pero también como familias— a la práctica de dar gracias a Dios antes y después de cada comida:

“Ese momento de la bendición, aunque sea muy breve, nos recuerda nuestra dependencia de Dios para la vida, fortalece nuestro sentido de gratitud por los dones de la creación, reconoce a aquellos que con su trabajo proporcionan estos bienes y refuerza la solidaridad con los más necesitados”.

La carta del Papa concluye con una hermosa reflexión acerca de los sacramentos como la puerta de entrada para redescubrir una nueva relación con la creación y con los elementos del mundo natural.

“En la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación”, dice. “La gracia, que tiende a manifestarse de modo sensible, logra una expresión asombrosa cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse comer por su criatura. El Señor, en el colmo del misterio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia. No desde arriba, sino desde adentro, para que en nuestro propio mundo pudiéramos encontrarlo a él”.

Hay mucho más que decir sobre Laudato Si’. Espero continuar esta reflexión en mi columna de la próxima semana.

Así que recemos unos por otros esta semana.

Y pidámosle a María, la Reina de toda la creación, que nos ayude a descubrir al Dios vivo en los dones de su creación, y a servirlo, sobre todo, en la persona de los pobres y los vulnerables.

24.06.15
ACI Prensa

Laudato Si’ y la Nueva Evangelización

Por Mons. José H. Gómez
Arzobispo de Los Ángeles

Desde hace muchos años, la Arquidiócesis de Los Ángeles ha estado profundamente comprometida con los temas de la ecología y el cuidado de la tierra.

Podemos señalar los esfuerzos innovadores de nuestro Ministerio de Conservación de la Creación. Podemos también mencionar las innumerables parroquias e individuos que promueven la concientización ambiental y el trabajo para proteger a nuestras comunidades —especialmente a las comunidades de pobres y de minorías— y que abarcan desde el impacto de la contaminación hasta la degradación ambiental.

Así que pienso que para mí, y sé que para muchos de ustedes también, Laudato Si’ (“Alabado Seas”), la nueva encíclica del Papa Francisco acerca del cuidado de la tierra, es un instrumento bienvenido y lleno de desafíos.

Sigo reflexionando sobre esta carta del Papa. Y al hacerlo, me llama la atención la amplia gama de preocupaciones del Papa. Esta es sólo una muestra, tomada al azar, de entre los temas que el Papa cree que son importantes para entender la crisis ambiental de nuestros tiempos: “el ruido y las distracciones provenientes de la sobrecarga de información”; el acceso al agua potable; la crisis de la esperanza en un “futuro mejor”; “el mito del progreso””; la arquitectura moderna; la “cultura del relativismo”; el abuso de las drogas en los países ricos; la necesidad de aceptar “el propio cuerpo en su femineidad o masculinidad”, y cómo “no es saludable eliminar las diferencias sexuales”; la diversidad de las especies; la elevación del nivel del mar; la desigualdad global.

El tono del Papa es urgente y apasionado. Escribe con el ojo de un profeta acerca de la injusticia: “Con frecuencia encontramos espacios verdes hermosos y bien cuidados en las llamadas zonas ‘más seguras’ de las ciudades, pero no en las zonas más ocultas, donde vive la sociedad desechable”.

Los medios de comunicación se han centrado en el contenido político de la carta —en la convicción del Papa Francisco de que los gobiernos del mundo y los organismos internacionales deben tomar medidas concretas para hacer frente al cambio climático global.

Es cierto que en éste y en otros ámbitos, Laudato Si’ va más allá del análisis moral para sacar conclusiones acerca de la evidencia científica y para ofrecer recomendaciones relativas a las políticas específicas que conciernen a cuestiones tales como la compra y venta de “créditos de carbono” (el Papa le llama a esto “una maniobra” que los países ricos utilizan para proteger sus riquezas).

Las propuestas del Papa Francisco serán debatidas y deberían ser estudiadas de acuerdo al espíritu con que él las ofrece. “La Iglesia no pretende resolver cuestiones científicas o reemplazar a la política”, escribe. “Pero tengo interés en fomentar un debate honesto y abierto, de modo que los intereses o ideologías particulares no perjudiquen al bien común”.

Para mí, Laudato Si’ debe leerse no sólo como una obra de doctrina social católica, sino también como un ejemplo de la nueva evangelización.

La carta refleja una profunda confianza y apertura al mundo. El Papa Francisco hace alusión a un amplio rango de peritos ecuménicos e interdisciplinarios, desde científicos, santos y teólogos hasta organismos internacionales; a otros líderes religiosos del mundo, a anteriores papas y a conferencias episcopales católicas de todos los continentes, e incluso cita a un místico sufí en una de sus notas de pie de página.

El Papa Francisco entiende que en el mundo moderno, el mensaje de la Iglesia necesita escucharse de manera nueva, requiere de una presentación actual, arraigada en las realidades concretas de nuestros tiempos.

Él se da cuenta de que el Evangelio y la Iglesia no tienen necesariamente autoridad en la sociedad secular de hoy, en la que la idea de Dios es, ya sea rechazada, ya sea considerada irrelevante. “Las reflexiones teológicas y filosóficas sobre la situación de la humanidad y del mundo pueden sonar tediosas y abstractas”, reconoce el Papa.

A eso se debe que el Papa no mencione el nombre de Jesús hasta después de casi 13,000 palabras de su largo documento. Sin embargo, “la mirada de Jesús” está en el centro de la visión del Papa en Laudato Si’, aunque rara vez se le menciona.

En mi opinión, en este documento, el Papa Francisco está sentando las bases para un nuevo humanismo cristiano, enraizado en la sencilla y hermosa imagen de Jesús que él presenta a la consideración del mundo.

En pasajes llenos de citas del Evangelio, el Papa escribe sobre Jesús, pintándolo como un hombre de trabajo, un hombre que “vivía en completa armonía con toda la creación”.

“Al hablar con sus discípulos”, escribe el Papa: “con conmovedora ternura él les recordaba que cada uno de ellos era importante a los ojos de Dios. … Conforme se abría paso a lo largo del territorio, con frecuencia se detenía a contemplar la belleza sembrada por su Padre, e invitaba a sus discípulos a percibir un mensaje divino en las cosas”.

Y en el nombre de Jesús, el Papa Francisco está haciendo un llamado a la conversión, un llamado a que todos nosotros miremos la tierra y todas sus criaturas con los ojos de Jesús.

Y como “el Jesús terrenal” es también el Creador y Señor del universo, el mundo ha sido transfigurado. El Papa escribe: “Por lo tanto, las criaturas de este mundo ya no se nos muestran solamente en su aspecto meramente natural, ya que el Resucitado está misteriosamente sosteniéndolas y dirigiéndolas hacia la plenitud del fin para el que fueron creadas. Las mismas flores del campo y aves que él contempló y admiró con sus ojos humanos, están ahora imbuidas de su presencia radiante”.

Así que esta semana, oremos unos por otros y pidámosle a Dios que abra nuestros ojos a la belleza del mundo. Y sigamos orando por nuestros hermanos y hermanas de Charleston, Carolina del Sur. Oremos por las víctimas del tiroteo en la Iglesia Emanuel AME y por sus familias, y oremos más y trabajemos con más empeño para ponerle fin al racismo en nuestro país y a la violencia armada en nuestras comunidades.
Y que nuestra Santísima Madre María, la Reina de toda la creación, nos ayude a amar el mundo que Dios nos ha dado, y especialmente, a ver con claridad la gran dignidad de toda vida humana.

03.07.15
ACI Prensa