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¿En política, todo es posible?

Por: Pablo Salgado Jácome

En verdad no debería sorprendernos, pero nos sorprende. Con bombos y platillos, los medios privados anunciaron que el candidato Guillermo Lasso ha sumado a su candidatura 20 actores sociales y dirigentes de movimientos políticos. Un exsindicalista respaldando a un banquero; dirigentes indígenas respaldando a sus opresores de toda la vida; y dirigentes de gremios periodísticos que en lugar de respaldar a sus agremiados lo hacen a los propietarios de los medios de comunicación y al banquero. Y así develan, ya sin ningún pudor, su condición de actores políticos, militantes de la derecha neoliberal más recalcitrante. Quién creyera. Pero en verdad, en política todo es posible. No hay duda.

Justamente estas actuaciones contra natura es la que siempre la mayoría de los ecuatorianos ha rechazado. La vieja partidocracia se hundió justamente por su incoherencia, por su absoluta falta de honestidad política y porque se antepusieron las ambiciones personales a los intereses de la mayoría de los ecuatorianos. Este nuevo proceso electoral que se avecina, ¿será la excepción? Seguro que no. De ahí que este actuar de la oposición lo único que consigue es más bien consolidar la postura de Alianza PAIS y del presidente Correa. Es decir, consiguen el efecto contrario.

René Ramírez tiene razón cuando afirma que “vienen con sed de venganza, luego de 10 años”. Pero esa sed de venganza también ciega. Y quizá eso es lo que está pasando en la oposición. El odio contra el presidente Correa los está cegando.

Lo mismo ha sucedido con los medios de comunicación privados. La forma en que han manipulado el tema de Solca y el de las dos turistas argentinas asesinadas en Montañita es evidente. Los familiares de las dos chicas asesinadas han pedido disculpas y han agradecido a los ecuatorianos por su respaldo. Los medios jamás pedirán disculpas, y ni siquiera rectificarán. Cada vez es más evidente que se violan los más mínimos principios deontológicos y éticos de una comunicación responsable y de calidad. Y del otro lado -hay que decirlo- la comunicación oficial es cada vez más inefectiva. Se ha perdido incluso la capacidad de reacción. Es el propio presidente Correa quien debe subsanar directamente esa nueva debilidad.

Lo cierto es que la percepción de los futuros electores no cambiará por las virtudes de la oposición, pero sí puede cambiar por la situación económica que puede devenir en niveles elevados de desempleo.

Recordemos lo que sucede en otros países de América Latina, y sobre todo a un tema que está muy presente en la población: la corrupción. No olvidemos que la corrupción no solo carcome la democracia, sino que también tumba gobiernos y entierra candidatos.

De ahí que en el resto del año, la preocupación deberá ser -y de hecho ya lo es- enfrentar al desempleo. Pero también deberá ser el enfrentar con absoluta firmeza al más leve indicio de corrupción. Y además el Gobierno debe dar señales claras de austeridad; hay ministros que han incrementado las comitivas en los viajes y que gastan ingentes recursos en remodelar sus oficinas, por solo citar dos ejemplos. Y eso lo percibe la población. Y se indigna.

En verdad, no me cabe duda de que la próxima campaña electoral será feroz. A la oposición no le importará acudir a cualquier argucia -de todo tipo- para lograr su gran objetivo: ganar en las próximas elecciones. Es decir, si no es posible la Presidencia, al menos la Asamblea Nacional.

http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/en-politica-todo-es-posible

TOMADO DE EL TELÉGRAFO
03-18-2016

En ocho años, ¿el Ecuador cambió?

Por: Pablo Salgado Jácome
psalgadoj@hotmail.com

Sí. Y mucho. Es evidente y no cabe ninguna duda. Y cambió para bien. Uno es el país que la Revolución Ciudadana recibió en 2007 y otro es el Ecuador de 2014. Es más, en nada se parecen.

La semana anterior recibí a dos amigos colombianos, una pareja, a quienes no había visto hacía diez años. Su sorpresa al llegar, vía terrestre, a Ecuador fue tan grande que yo mismo me conmoví. Ella me dijo de entrada: “Yo esperaba encontrar a un país sucio y lleno de indígenas en las calles”. Y sí, esa era la imagen del Ecuador en muchos países del mundo. “Nunca imaginé que Ecuador creciera tanto, es un país del primer mundo y está mucho mejor que Colombia”, continuó ella. “Nos recomendaron venir por tierra, pero nunca imaginamos encontrarnos con un Ecuador tan hermoso”, me dijo él. “Es un país que se mueve, todos están haciendo algo, y todos son alegres”, me decía ella, entusiasmada.

En muchas ocasiones no somos conscientes de esos cambios, no los percibimos en su verdadera magnitud. Son parte de la cotidianidad. Pero lo cierto es que cambió en forma y fondo. Luego de ocho años es un Ecuador distinto; pasó de ese país del cuarto mundo a un país multicolor y alegre. Pasó de ese Ecuador exótico, lleno de postales con indígenas empobrecidos, a un país en movimiento, diverso y vital. La educación, la salud, la vivienda, las carreteras y la notable obra pública transformaron al Ecuador. La reinstitucionalización del Estado ha consolidado la democracia, el acceso a la justicia y a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Aunque el cambio más importante quizá esté en el interior de cada ecuatoriano. Ya casi no existe el ciudadano deprimido y triste que nada puede y que se conforma con el ‘maldito destino’, resignado a su ‘mala suerte’. El ecuatoriano de hoy, sobre todo joven, cree firmemente en sus capacidades, sabe que todo podrá hacerlo si trabaja y se esfuerza por conseguirlo. El Ecuador de hoy, es ya un país del optimismo.

A todas luces, el saldo es más que positivo. No hay servicio público que no haya mejorado. La pobreza se ha reducido, la clase media se ha consolidado y los medianos y grandes empresarios, como nunca, han obtenido utilidades y ganancias históricas, al igual que la banca. Los salarios, de ser los más bajos, pasaron a ser de los más altos de la región, sobre todo para maestros, médicos y policías.

Esto, obviamente, no quiere decir que todo esté perfecto. No. Los propios servicios públicos deben seguir mejorando. La burocracia aún no tiene como objetivo básico el servicio a la comunidad. La participación ciudadana en la toma de decisiones es prácticamente nula. La permanente confrontación genera cierto clima que, a veces, enfada y ofende. Aún para los ecuatorianos no está claro qué es y para qué sirve el cambio de matriz productiva. No hay puentes que permitan constituir un diálogo político-social con sectores afines. Es más, cuando empiezan a construirse, enseguida son dinamitados. Y, hay que decirlo, aún hay deudas que el gobierno de la Revolución Ciudadana no ha conseguido pagar; la Revolución Agraria y la Revolución Cultural, por solo citar dos ejemplos. Y si queremos pasar a la ‘era del conocimiento’ deberemos tomar en cuenta las deficiencias y la ‘percepción’ de los ecuatorianos respecto a las libertades, la lucha contra la corrupción y la inseguridad.

Lamentablemente, la oposición es mediocre y no tiene propuestas válidas. Cuánto bien le haría al país -y al propio Gobierno- una oposición inteligente, ética y propositiva. Pero es lo que hay, y con ella habrá que continuar desentendiéndose hasta 2017. Lo que vendrá luego es otro cantar. Por ahora, y luego de ocho años, el Ecuador tiene ‘más de mil razones’ para el optimismo y el agradecimiento.