Por: Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato
Todos los indios corrían a los montes cuando llegaba a sus oídos que el tal Antonio Clavijo cabalgaba por los campos de Jambato arrebañando manadas de indios para fundar pueblos por orden de los señores que habían establecido un cabildo en San Francisco del Quito. En 1570 tenía 13 años de estar ya en Indias, según hacen cuenta los historiadores españoles como Javier de la Tabla Ducasse. Según el testamento hecho por su hija Doña Gabriela de Clavijo (ubicado por mi investigación, en el Archivo Nacional, Seccional Tungurahua) “En cuyo testimonio lo otorgué en el asiento de Hambato en 9 días del mes de junio de 1643 años”, ella declara que fue “hija legítima de Antonio Clavijo y de Doña Isabel de Montesdeoca”. Este dato entra en contradicción de mi parte con el historiador español que asegura que Antonio de Clavijo era “noble hijo-dalgo de solar conocido y casado con hija de primer conquistador, fiel en Añaquito y él mismo repoblador de 18 pueblos indígenas de Riobamba,”. Si entendemos que el primer conquistador de Quito es Sebastián de Benalcázar, ¿Se habría casado con su hija? No en vano hace constar ante el notario, doña Gabriela, que es hija legítima, pero en otra mamá. Lo de que fue “fiel en Añaquito” se está refiriendo a Gonzalo Pizarro que hizo que al propio virrey Blasco Núñez de Vela, le cortaran su cabeza, para que aprendieran política los quiteños de las futuras generaciones.
La rebelión de Añaquito ocurrió un 18 de enero de 1546. Desde ese suceso en adelante, las cosas se habrían puesto políticamente a su favor, si el historiador español nos dice que tuvo esa condición de ‘fidelidad’. Con esa fidelidad de los triunfalistas se puede entender lo que nos relatan los historiadores, de haberle encargado la “fundación” de los pueblos que ya existían. O sea que no fundó nada, sino que emitiría informes a su superior indicando cuántos indios había reclutado para someterlos a que vivieran en núcleos cobijados por una iglesia y a disposición de nuevos patrones dispuestos a hacerse obedecer por cualquier método:
“En 1570 la Real Audiencia de Quito, por medio de su Presidente, Hernando de Santillán y Figueroa, cumpliendo disposiciones del Virrey e instrucciones del Obispado, comisionó al Capitán Don Antonio Clavijo, como una Autoridad experimentada para que redujera en pueblos a la dispersa población indígena en la zona central del Ecuador, actividades en la que se destacó por más de cinco años. Don Antonio Clavijo con título de Fundador General, paulatinamente y en el lapso de cinco años funda oficialmente: San Juan de Ambato, San Vicente Mártir de la Tacunga (Latacunga), San Miguel de Molleambato (Salcedo), San Francisco del Monte del Cedral de Penipe, San Pedro de Pelileo, San Cristóbal de Patate, Santiago de Píllaro, San Miguel de Tisaleo, Santiago de Quero, Quisapincha, Santiago de Guanando, San Juan de Mocha. Pues esa fue su comisión, deber y encargo Real.”
Repensemos cómo es esto de fundar pueblos por encargo, según las relecturas de la historia. No es que el comisionado salía con una orden burocrática y habría regresado con un papel en donde a manera de ‘acta’ ya quedaba la constancia. El fundador debía reunir ciertos requisitos negociados previamente con quienes estaban en su jerarquía de poder. Tener caballo propio, por ejemplo, era una de las grandes ventajas para que a uno le contrataran para cargos de importancia. Tener esclavos negros y pajes era mejor condición para ofrecer servicios ‘a la corona’. Mejor si era lo que ahora llamamos un “micro empresario”, que podía solventar a sus peones, darles alimentación y pagarles en dinero o en reconocimientos por los servicios prestados. En el mejor de los casos se los reconocía dejándolos de funcionarios de los propios pueblos a los que habrían de someterlos. Igual que se negocia hasta ahora los cargos políticos a quienes aportan con sus capitales en los procesos democráticos, en procura de alcanzar el poder sectorial. Sin más, la familia de Antonio de Clavijo, sus hijas mujeres analfabetas se convirtieron en esposas de hombres notables que quedaron de autoridades en el asiento de Jambato, como el propio caso del esposo de doña Gabriela de Clavijo, Rodrigo de Banegas, quien, según los archivos de Ambato por mí investigados en documentos de 1602. Ahí encontraremos a Rodrigo Vanegas, ya como “Teniente de Corregidor y Justicia Mayor de este dicho pueblo y su comarca, por Su Majestad”.
Sebastián de Clavijo fue otro de los hijos de don Antonio que quedó de beneficiario del poder y las fortunas que amasaron en Tungurahua, pues se apoderaron de tierras y trapiches en Patate, y curiosamente de toda la entrante a la amazonia, pues he ubicado escrituras de compra-venta de la actual parroquia de Río Blanco hasta Río Verde por parte de Álvaro de Clavijo a Pedro Durán por 1661.
Se le atribuye haber procreado 12 hijos, entre ellos: “Don Francisco, Don Juan, Don Sebastián, Don Esteban, Doña Gabriela, y Doña Gerónima de Clavijo, que constan entre los vecinos del padrón del asiento de Ambato en 1606”, dice un descendiente llamado William Clavijo, desde Esmeraldas, en 2014. Por su parte el historiador español De la Tabla Ducasse, dice de Antonio de Clavijo: “y él mismo repoblador de 18 pueblos indígenas de Riobamba, aún no había tenido recompensa y junto con sus 8 hijos se encontraba ‘pobre, según su calidad’ “, por lo que solicitaba 3.000 pesos de renta en indios vacos, un corregimiento u otro cargo.” Mírese esa perla escondida: pide que se le pague “renta en indios vacos”, es decir, en indios no registrados. ¿Qué hacía con tanto indio que él mismo reclutaba para estructurar los pueblos que le ordenaron que los aglutinara en sus poblados? No olvidemos que en esos tiempos también hubo comercio de venta de indios. Si de esto no hay testimonio, el caso es que él mismo los necesitaba para las haciendas que acababa de posesionarse, pese a lo cual argumenta que estaba pobre y necesitado, según lo atestigua el historiador español. Su negocio de fundar pueblos estaba en la rentabilidad de los indios a los que les sometía. ¡Vivan los fundadores de nuestros pueblos! Esto también fue parte de Quito.