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Antonio de Clavijo el reclutador de indios. 1570

Por: Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Todos los indios corrían a los montes cuando llegaba a sus oídos que el tal Antonio Clavijo cabalgaba por los campos de Jambato arrebañando manadas de indios para fundar pueblos por orden de los señores que habían establecido un cabildo en San Francisco del Quito. En 1570 tenía 13 años de estar ya en Indias, según hacen cuenta los historiadores españoles como Javier de la Tabla Ducasse. Según el testamento hecho por su hija Doña Gabriela de Clavijo (ubicado por mi investigación, en el Archivo Nacional, Seccional Tungurahua) “En cuyo testimonio lo otorgué en el asiento de Hambato en 9 días del mes de junio de 1643 años”, ella declara que fue “hija legítima de Antonio Clavijo y de Doña Isabel de Montesdeoca”. Este dato entra en contradicción de mi parte con el historiador español que asegura que Antonio de Clavijo era “noble hijo-dalgo de solar conocido y casado con hija de primer conquistador, fiel en Añaquito y él mismo repoblador de 18 pueblos indígenas de Riobamba,”. Si entendemos que el primer conquistador de Quito es Sebastián de Benalcázar, ¿Se habría casado con su hija? No en vano hace constar ante el notario, doña Gabriela, que es hija legítima, pero en otra mamá. Lo de que fue “fiel en Añaquito” se está refiriendo a Gonzalo Pizarro que hizo que al propio virrey Blasco Núñez de Vela, le cortaran su cabeza, para que aprendieran política los quiteños de las futuras generaciones.

La rebelión de Añaquito ocurrió un 18 de enero de 1546. Desde ese suceso en adelante, las cosas se habrían puesto políticamente a su favor, si el historiador español nos dice que tuvo esa condición de ‘fidelidad’. Con esa fidelidad de los triunfalistas se puede entender lo que nos relatan los historiadores, de haberle encargado la “fundación” de los pueblos que ya existían. O sea que no fundó nada, sino que emitiría informes a su superior indicando cuántos indios había reclutado para someterlos a que vivieran en núcleos cobijados por una iglesia y a disposición de nuevos patrones dispuestos a hacerse obedecer por cualquier método:
“En 1570 la Real Audiencia de Quito, por medio de su Presidente, Hernando de Santillán y Figueroa, cumpliendo disposiciones del Virrey e instrucciones del Obispado, comisionó al Capitán Don Antonio Clavijo, como una Autoridad experimentada para que redujera en pueblos a la dispersa población indígena en la zona central del Ecuador, actividades en la que se destacó por más de cinco años. Don Antonio Clavijo con título de Fundador General, paulatinamente y en el lapso de cinco años funda oficialmente: San Juan de Ambato, San Vicente Mártir de la Tacunga (Latacunga), San Miguel de Molleambato (Salcedo), San Francisco del Monte del Cedral de Penipe, San Pedro de Pelileo, San Cristóbal de Patate, Santiago de Píllaro, San Miguel de Tisaleo, Santiago de Quero, Quisapincha, Santiago de Guanando, San Juan de Mocha. Pues esa fue su comisión, deber y encargo Real.”

Repensemos cómo es esto de fundar pueblos por encargo, según las relecturas de la historia. No es que el comisionado salía con una orden burocrática y habría regresado con un papel en donde a manera de ‘acta’ ya quedaba la constancia. El fundador debía reunir ciertos requisitos negociados previamente con quienes estaban en su jerarquía de poder. Tener caballo propio, por ejemplo, era una de las grandes ventajas para que a uno le contrataran para cargos de importancia. Tener esclavos negros y pajes era mejor condición para ofrecer servicios ‘a la corona’. Mejor si era lo que ahora llamamos un “micro empresario”, que podía solventar a sus peones, darles alimentación y pagarles en dinero o en reconocimientos por los servicios prestados. En el mejor de los casos se los reconocía dejándolos de funcionarios de los propios pueblos a los que habrían de someterlos. Igual que se negocia hasta ahora los cargos políticos a quienes aportan con sus capitales en los procesos democráticos, en procura de alcanzar el poder sectorial. Sin más, la familia de Antonio de Clavijo, sus hijas mujeres analfabetas se convirtieron en esposas de hombres notables que quedaron de autoridades en el asiento de Jambato, como el propio caso del esposo de doña Gabriela de Clavijo, Rodrigo de Banegas, quien, según los archivos de Ambato por mí investigados en documentos de 1602. Ahí encontraremos a Rodrigo Vanegas, ya como “Teniente de Corregidor y Justicia Mayor de este dicho pueblo y su comarca, por Su Majestad”.

Sebastián de Clavijo fue otro de los hijos de don Antonio que quedó de beneficiario del poder y las fortunas que amasaron en Tungurahua, pues se apoderaron de tierras y trapiches en Patate, y curiosamente de toda la entrante a la amazonia, pues he ubicado escrituras de compra-venta de la actual parroquia de Río Blanco hasta Río Verde por parte de Álvaro de Clavijo a Pedro Durán por 1661.

Se le atribuye haber procreado 12 hijos, entre ellos: “Don Francisco, Don Juan, Don Sebastián, Don Esteban, Doña Gabriela, y Doña Gerónima de Clavijo, que constan entre los vecinos del padrón del asiento de Ambato en 1606”, dice un descendiente llamado William Clavijo, desde Esmeraldas, en 2014. Por su parte el historiador español De la Tabla Ducasse, dice de Antonio de Clavijo: “y él mismo repoblador de 18 pueblos indígenas de Riobamba, aún no había tenido recompensa y junto con sus 8 hijos se encontraba ‘pobre, según su calidad’ “, por lo que solicitaba 3.000 pesos de renta en indios vacos, un corregimiento u otro cargo.” Mírese esa perla escondida: pide que se le pague “renta en indios vacos”, es decir, en indios no registrados. ¿Qué hacía con tanto indio que él mismo reclutaba para estructurar los pueblos que le ordenaron que los aglutinara en sus poblados? No olvidemos que en esos tiempos también hubo comercio de venta de indios. Si de esto no hay testimonio, el caso es que él mismo los necesitaba para las haciendas que acababa de posesionarse, pese a lo cual argumenta que estaba pobre y necesitado, según lo atestigua el historiador español. Su negocio de fundar pueblos estaba en la rentabilidad de los indios a los que les sometía. ¡Vivan los fundadores de nuestros pueblos! Esto también fue parte de Quito.

Piernas de protocolo

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato

Se puede encontrar en nuestro medio, según las solemnidades, con piernas de protocolo. Pero con mayor seguridad en eventos “académicos y universitarios”. Los dioses del Olimpo irrumpen de pronto en los auditorios y es cuando resplandecen las piernas con sus significaciones mitológicas. Todas las solemnidades se transforman en predicados de amor. La sintaxis se rinde ante tanta metáfora que de seguro, extravía el entendimiento. Se sobrecoge el silencio con las ignorancias, y prosiguen los discursos que se impregnan de libido operando la catarsis del público que no tiene otra alternativa que eyacular aplausos. Se ha conseguido el éxtasis. Los dioses de la escena entran en orgasmo.

Las piernas preceden a las palabras porque tienen lenguajes heredados desde la edad de las cavernas. Han sido desde monolitos binarios hasta arcos de triunfos. En la modernidad son íconos de la manipulación con que engalanamos las tragedias, igual que las solemnidades públicas y secretas. Todos tenemos derecho a la forclusión, hasta para poder decir que son camino o trampa, trofeos de guerra o distractores de las solemnidades vacías.

Polifemo reordena los recintos y dispone que así se modernicen los rituales. Las piernas pasan a ser señales de obediencia y morbo por disposición del Nombre del Padre. Se siente que el aire juega con la pederastia intelectual como si lo hiciera con un balón lanzado entre el amor y el odio. Algunas piernas no piensan y otras ya, pero todas se enfrentan a la opinión pública, donde también hacen dualismo entre la estética y las abyecciones. Las piernas también son signos de todas las condensaciones, aunque en estos eventos se quiera camuflar como muestras inocentes tan solo de significantes. Seguro que todo lector de imagen les ha de proporcionar su contenido. En asuntos de primitivismo no hay lectores inocentes, puesto que tienen la ventaja del inconsciente.

Las piernas pasan a ser sedantes, drogas encarnecidas, evasiones que hacen marco, no solo a los públicos cautivos que condicionadamente se ven obligados a enfermar en dichos eventos, sino a los copartícipes exógenos, que como invitados comparten las mesas directivas, en su reservada prudencia, solo les queda sonreír o asumir la indiferencia si encuentran la abyección, luego de procesar sus forclusiones. Nos damos cuenta, entonces, que tales eventos están en crisis, padecen enfermedad crónica, son paranoias teatrales de los privilegiados. Pero si los sedantes están destinados a la masa, las astucias y vericuetos de las psicopatologías se han puesto de manifiesto. Aquí no triunfa nadie más que el sadismo.

Las piernas sirven de “marco”. Al centro está la fotografía viva de los protagonistas. De otro lado son sinónimos de una doble mutilación o castración, primero porque pasan a objetos decapitados, porque no hay singularización de rostros, sino que pasan a un plural anónimo, de la categoría del sustantivo común: piernas. Y si el enfoque fuese más agudo, se vería que complementan con tetas y nalgas. Pero por hoy mi focalización está en lo primero. La segunda mutilación encubierta en el propósito del evento pensado en distraer, en adornar, en etiquetar el evento con un triunfalismo modernizado, puesto que las “calles de honor” con musas y vestales, dan la medida que el contenido, o sea el significado profundo del evento, necesita refuerzo visual, lúdico, y nada intelectual. Roma en el recuerdo simbólico escapando a la racionalidad del momento. Vistas así las piernas, se convierten en vasos comunicantes con los mentalizadores de los protocolos.

Como objetos de deseo, las piernas pasan al destinatario con una fuerte carga de polivalencia. Estamos hablando de un polisemantismo fabricado sobre el palimsesto histórico. El deseo es apetito, provocación al instinto. Y ahí están las piernas expuestas en el buffet al gusto de la clientela. Escoja y coma mientras dura el ritual con discursos que solo es una música de fondo interrumpida por aplausos.

Si las piernas no hablan, delatan. ¿Dónde están los manipuladores? ¿Cuál es el vínculo entre las piernas y la academia? ¿Son inocentes los actos que necesitan de estos dispositivos de protocolo? Tengo derecho al rol que me permite el pertenecer a una academia, y a comentar mis ejercicios de semiología. Aquí mismo encuentro la crisis de la que culpamos a la sociedad. Somos un buen espejo para investigar trastornos, no solo como humillación al género que ofrece piernas como en una tercena, mientras se predica y se chilla en los discursos con los que nos quieren enredar en las nubes que dicen tener inciensos de valores.

¿Qué hacer con tanto muerto y con tanto vivo?

Por: Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato

Este sigue siendo un problema divino que aún no se nos ha revelado. Sencillamente nos queda la especulación. No creo que los fabricantes de las guerras puedan acomodar sus almas a las liviandades del paraíso cristiano. De seguro necesitarán espacios más dinámicos en otros mundos con otros dioses desalmados, cretinos y perversos. En la región ahora llamada Tierra, los estimativos muertos provocados por invento humano (invento que ha resultado muy eficiente por la inoperancia que se tiene de esperar que la gente se desprenda de su alma por muerte natural) llegan, a partir de los años 1700, a unos cien millones de personas. De esta cifra, el 90 % corresponde a los conflictos del siglo XX. Se dice que esta cifra no incluye a las muertes por pestes o tragedias. Si las guerras son producto del intelecto humano, surgidas de la fabricación de armas cada vez mejoradas ¿acaso no se trata de decir que toda confrontación resulta una guerra civil? ¿Qué es eso de pelear por ser de otra bandera nacional, del bando de otro papa o de la simpatía de otro político, o por ser esclavo de otro rey, o por ser un convencido de entregar algo impalpable a dioses extraños que nunca pensaron en el bien terrenal de sus devotos? ¿De qué sirven las iglesias regadas por el mundo sino para dar testimonio de las calidades de almas que necesita el Hades? ¿Y los millones de muertos habidos por guerras de conquista?

Sigue siendo un problema eso de la muerte y el alma, conflicto que ha surgido en la mente evolutiva del hombre conforme va saliendo de sus reflexiones mágicas a otras magias que nos parecen que van por el mismo camino, pero a la inversa, retrocediendo del sentido común con el que operamos de acuerdo a cada época. Me explico: en el camino nos encontramos con que un cortejo fúnebre va cargando a sus muertos a dejarlos en la parte de arriba; en tanto que otro cortejo dice que con los suyos prefiere, o está obligado a ir a dejarlos en la parte de abajo. Son ideas de faraones que se cruzan en el camino con cristianos, por establecer una paradoja.

El asunto me parece que debió haber surgido con el lío de la conciencia, entendida como una utopía de la razón. En los seres humanos está un problema de “ulteridad”, es decir, conforme a las creencias latinas acuñadoras de la palabra, tenemos la corazonada que “algo va a suceder en el futuro”, hasta con los muertos. Se cree que algo debe estar pasando un poquito más allá de nuestro alcance. Solo que estas ideas están en la memoria de los vivos que conocen de trayectorias, o sea historias de proximidad que pesan en las memorias que han pasado a ser manipuladas y desarrolladas por las clases de poder, porque esto de la “ulteridad” ha dado camino a la idea de la “inmortalidad”. Estos conceptos han dado muestras de ser cosas de la opulencia, de la rimbombancia que enmascara la muerte, como aquello de levantar pirámides increíbles como en el caso de los faraones, que no son ideas de los egipcios comunes y corrientes, peor de los esclavos que trabajaron esas mismas pirámides. Estos monumentos funerarios fueron pensados en la importancia de la trascendencia que tiene el poder para someter a todo un pueblo esclavo a pensar que en ellos estaba depositada un “alma” o espíritu diferente en la patria de la muerte o del hadestrascendente, que nada tenía que ver con las pobres almas que casi ni se habrían desarrollado en los cuerpos esclavos del vulgo.

¿Y qué decir de los papas y jerarcas de la iglesia cristiana? ¿En dónde están enterrados los cuerpos de tan importantes señores? ¿Acaso las iglesias no son sus tumbas? Los más importantes están debajo del altar mayor, considerada región ulterior de la memoria inmediata. Están presentes oyendo sus misas llenas de solemnidades con cánticos y plegarias que son transmitidas para que aprendan los ángeles que les custodian a pesar de muchas crueldades practicadas en sus vidas.

Qué pena que la gente común y corriente no pueda ver cómo es la Tumba de Maximiliano I en Innsbruk (Austria). Toda una iglesia llena de la cúpula eterna de los poderosos que ahora tienen alma de hierros forjados y trajes anticorrosivos para tamaños agigantados de tan increíbles personalidades. Qué gran ventaja me resultó no encontrarme con ninguna de esas almas atorrantes. Pero viéndolo de otro modo, también en nuestro medio, la gente con mínimos recursos hace lo mismo, unas casitas humildes o unos cuartitos para poner los huesos de sus antepasados y dejarlos a que “vivan” en familia. La semilla es la misma.

Otra manera de pensar tuvieron quienes prefirieron cavar oquedades en el propio suelo y acompañarles con cositas necesarias que no hagan mucho problema en la vida futura. También resulta poético ser metido en grandes vasijas de barro, con algún poquito de aire con igual dosis de esperanza en un más allá de nadie. ¿Qué podemos decir de los amontonados en las fosas comunes?

Pero volviendo al caso de los muertos importantes tenidos como nuestros, por una serie de informaciones cercanas, pienso en el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, Virrey de Nueva Granada, ordenando el ahorcamiento de José Antonio Galán en Santafé (Bogotá) y al grupo de rebeldes que fueron mártires, ahora tenidos como próceres de la independencia latinoamericana. Mientras el arzobispo está custodiado por tanto santo y por tanta virgen, y sigue rezado por tanto sucesor, los cuerpos de los rebeldes, una vez bajados de la horca por él ordenada, al principal sedicioso “se le corte la cabeza, se divida su cuerpo en cuatro partes… su cabeza será conducida a las Guaduas,… la mano derecha será puesta en la plaza de El Socorro, la izquierda en la villa de San Gil; el pie derecho en Charalá, y el izquierdo en el lugar de Mogotes…” El ejemplo vale por la importancia del arzobispo, pero podemos hablar de los descuartizados de Quisapincha y Píllaro y averiguar en qué altar de las iglesias de Ambato fueron a parar los huesos de sus asesinos. Menos mal que vino el terremoto para olvidar la barbarie.

En lo ulterior, o sea atrasito de lo desconocido, tenía y tiene que pasar algo con las clases que manejan la ideología del poder. Éstas, desarrollaron y desarrollan una idea de resistencia frente a la vida demasiado corta para vivirla ejerciendo los disfrutes de la obediencia practicada por los súbditos. Y les resultó que podían tomar como pauta construir mausoleos y cenotafios para las herencias dinásticas arranchadas a la inmortalidad, como una práctica del ejercicio de control del mundo ulterior, que puede estar tras de los mares o de las montañas, como pensaban los emperadores romanos, en que se apoyaron, como haber asumido un desafío emocional al mundo de las lágrimas que toca derramar cuando alguien muere. Pero razonando de otro modo, creo yo que esas ideas más bien tomaron de una memoria vegetal, porque las plantas lloran primero, y después, esas mismas plantas en su lloro, “destilan savia” o “sangran”, dan pauta para que los nuevos retoños broten de las mismas ramas o del único tronco ideológico.

La idea de una dinastía de la muerte también la tuvieron los mandones y señores étnicos de nuestra América, y contrastaban con el “destino” que tenían las almas de la gente común y corriente de las masas populares. Los incas momificaban a sus principales mandones y tenían una idea de la ulteridad más vivencial que los romanos. Las panacas dinásticas, o sea las clases nobles, andaban cargando a las momias de sus antepasados a que presidieran rituales de guerras, festejos religiosos, conjuros y otros menesteres que en su cultura y estatus tenían ribetes de solemnidad.

Y pensando en el poder de las almas importantes, se sabe que, por ejemplo, en Ambato, a pesar de ser una sociedad gobernada por“blanco-mestizos”, cuando había ocurrido el terremoto del año 1949, y algunos ambateños lo recordarán, se pedía que la momia de Montalvo fuese sacada de su nicho para implorar a Dios la misericordia del caso, para que intercediera aplacando la “cólera divina”. Con lo dicho, no creo que haya que rememorar un día de difuntos por muerte natural o accidental. Debe haber un día para rememorar a los inventores de las masacres y hacer rogativas para que se les amplíe el infierno. Paz en sus tumbas.

Salitre de Patate y Ambato para la fábrica de pólvora de Latacunga. 1.779

Por: Pedro Reino Garcés

Hace 236 años (al 2015), un 25 de octubre de 1.779 están en las notarías de Ambato esos importantísimos señores que, entre las funciones y las altas dignidades burocráticas que representan en la ciudad de Quito, tienen a su cargo los negocios que sirven para ‘dar trabajo a la gente’ –igual que ahora-. Se trata del “Señor Doctor Don Antonio Solano de la Sala, Abogado Alguacil Mayor de Corte de la Real Audiencia de Quito y Visitador Subdelegado por el Señor Presidente Regente de la dicha Real Audiencia y Visitador General de esta Provincia”. Lo que no se dice es que fue un piojo gordo que chupaba la sangre de los indios hasta carcomerles el hueso cuando morían “tiriciados”,como los cuyes que mueren sin aliento cuando son víctimas de sus pulgas y sus piojos. Y la ‘tiricia’, según la etimología popular, era ese ‘mal que ataca de la pura pena que siente el individuo’. Y pensar que esta palabreja que no tiene el diccionario, sirve eficientemente en las peleas populares. El “pobre tiriciado” como se lo enrostra, es un piojoso entristecido.

“Don Miguel de Barragán, vecino del pueblo de Patate…dice que estándose poniendo en planta por Real Orden de Su Majestad la Real Fábrica de Pólvora en el asiento de Latacunga, y hallándose en esta villa el Sr. Dr. Don Antonio Solano de la Sala… le ha propuesto que abaste la Real Fábrica de Pólvora con los salitres que regularmente se puedan beneficiar en dicho pueblo de Patate, Pelileo, San Ildefonso y Píllaro y sus recintos, a que ha accedido haciéndose cabeza principal para fabricarlos por sí y por otros varios mozos que en dichos recintos han tenido este trabajo y comercio. Imponiéndolo en efecto.”

El salitre o nitro, según las noticias de la época, existía en minas en nuestra geografía. De allí la visión y la misión de la empresa, de instalar la fábrica de pólvora. ¿Cuál fue el procedimiento de extracción de este material? Vaya uno a saber, pero de lo que sí ha quedado constancia es de la existencia de dos calidades que revelan el tipo de trabajo: el más fino y el grueso. Los proveedores, como en este caso Don Miguel de Barragán dice que “ha recibido de mano del dicho Sr. Dr. Don Antonio Solano de la Sala, la cantidad de 187 pesos y 4 reales en moneda corriente… por cuya cantidad se obliga en entregar en dicha Real Fábrica de Pólvora y en manos del Administrador un mil libras de salitre fino a razón de un real y medio cada libra, puestas de cuenta, costo y riesgo en dicha Real Fábrica… dentro del término de un año corrido desde la fecha de este instrumento; y de ahí adelante, se obliga por otro año más, forzoso, a entregar otra tanta cantidad de dichos salitres en la misma conformidad de que se hayga de adelantar como ahora, su importe para el fomento…”

Estos mecanismos de presión al trabajo no quedaban ahí. Ante el notario se comprometían, en caso de incumplimiento “con su persona y todos sus bienes muebles, raíces, derechos y acciones habidos y por haber, en grado de sentencia definitiva…” ¡Qué tal!. Esto me hace recordar similares expedientes con los indios guanderos que se presentaban ante el Justicia Mayor pidiéndoles que les redujeran a prisión a las cárceles, antes que cumplir con las obligaciones que les imponían sus patrones.

Otro expediente relacionado con esta fábrica de pólvora tiene como intermediario a Don Francisco Solano de Sandoval “principal obligado y cabeza que se constituye en el contrato y obligación” para que se entregue el salitre en la fábrica por parte y cuenta de los siguientes responsables de la villa de Hambato: Manuel de Silva 300 libras, Reimundo Villavicencio 300 libras, Petrona Negrete mujer legítima de Joaquín Quintanilla 250 libras, Mariano Arias 300 libras, Alexandro Manzano 300 libras, Narciza Bautista 250 libras, Antonio Villavicencio 200 libras, Juan Calero 300 libras, Juan y Eusebio Mora a 200 libras cada uno, Manuel Aldaz 200 libras, Joaquín Quintanilla 150 libras, Alexandra Santacruz mujer repudiada de Pablo Alcocer 225 libras, Vicente Durán 150 libras, y Manuel Villavicencio 200 libras. Todas estas partidas montan 3.225 libras. El precio que les paga a este proveedor es a razón de 1 real 3/8 de precio por cada libra “puestas en mano del enunciado Francisco Solano de Sandoval,… Y este se haga cargo y obligue como principal a abastar dicha Real Fábrica con los salitres que puedan beneficiarse en esta jurisdicción como que abunda de ellos”.

El notario aclara que deben completarse 4.525 libras con las 100 que pone Don Francisco Solano. El precio de entrega fue de 1 real ½ por cada libra “pues aunque los subsidiarios se la han de dar a 1/8 menos, es pacto”. El monto por este negocio llega a 848 pesos 3 ½ reales, cantidad con la que se podía comprar una hacienda del tipo de la época. En nota adjunta a la firma de la escritura se insiste “ se dice y se expresa con el nombre de salitre corriente, es y ha de ser salitre fino… y es condición que el salitre o salitres ordinarios que beneficiaren de las cabezadas, extraídos los finos, todo el número que laboraren todos de esta clase de ordinarios lo han de dar y entregar a la misma fábrica, y estos se lo han de pagar a razón de 1 real por cada libra, sin que en ninguna manera puedan dar otro destino, por la absoluta prohibición que ha de haber de semejante comercio”. Firman ante Joaquín Viteri.

La pólvora de Latacunga para Popayán y Guayaquil. 1773

La noticia de que los salitres de Patate, Píllaro y algunas zonas de Ambato iban a dar en la Real Fábrica de Pólvora instalada en Latacunga a cargo de Don Francisco Solano de la Sala, está en un documento de 1779. Un nuevo expediente relacionado con la industria de la pólvora, consta en la notaría de Manuel de Mora que tiene el Archivo de Ambato, fijado con la fecha 21 de octubre de 1773. Aquí “pareció presente Don Joseph de Silva y Mera, vecino de esta villa, arrendador del Real Estanco de Pólvora de este partido…” Este señor Silva diremos que tiene bajo su control la distribución de este explosivo en lo que actualmente es la provincia de Tungurahua, y lo ha hecho “al asentista general de esta provincia que lo es Don Thomás López Moncayo”. Por mutua conveniencia seguramente encubren el monto al que asciende dicho arriendo; solo se limitan a decir “en la cantidad que consta del instrumento del contrato”.

Resulta importante el saber que en la zona de Samanga se montaría una fábrica de pólvora. El interesado en tal propósito es “Don Francisco Solano Sandoval, vecino de esta villa (Hambato) enhacendado en el valle de Samanga”. Al señor Silva “se le ha propuesto que le venda dicho partido de Samanga para poder labrar en él y la hacienda que posee toda la pólvora que le parezca o pueda beneficiar con franca administración compra o beneficio de los salitres y materiales necesarios, bajo la expresa condición de que toda la dicha pólvora que hiciere la han de sacar o para la ciudad de Popayán, para expenderla de si fuera del recinto de la villa de Ibarra, sin internarlo en ella, ni en la ciudad de Quito y asiento de Latacunga y sus distritos; o en la de Guayaquil y su jurisdicción sin poder vender cosa alguna en esta dicha villa y lugares que son narrados con motivo alguno en mucha o poca cantidad, sobre cuyo pie se han convenido y pactado en conferir la facultad de que pueda labrar dicha pólvora en el expresado valle de Samanga poniendo la oficina y los aperos necesarios para el efecto…” Más adelante el documento señala que “para el efecto, y mandando sacar los salitres y materiales conducentes… se han ajustado en pagar la cantidad de 250 pesos… por los 5 años de arriendo que tiene hecho el asentista”, cantidad que realmente es mínima. Lo que se asegura Don Francisco Solano es de que “se le han de pagar por adelantando 50 pesos por cada un año hasta el cumplimiento de los dichos 5 años mencionados”. Sobre lo que se vuelve a insistir es en que solo deben vender la pólvora en los lugares ya mencionados “donde no haya estanco (para evadir el impuesto)… para lo cual se ha de dar boleto y pase correspondiente de la cantidad poca o mucha que sacare y su calidad, y de lo contrario se lo pueda comisar siendo comprehendida en esta jurisdicción donde se le prohibe la venta bajo dicha pena y más las impuestas en la Real Provisión labrada a este fin…” lo que quiere decir que para ello hicieron otro documento oficial desde Quito.

Con estos antecedentes, Francisco solano de Sandoval compra Samanga para instalar su fábrica de pólvora y explotar la cantidad que le parezca, libremente. Este documento lo firman un 8 de julio de 1773.