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¿Y la cultura?

Por: Ramiro Caiza
Quito (Ecuador)

La cultura en la encrucijada, es la sintomática institucional que respira por las heridas causadas desde dentro y desde fuera, un cadáver que se resiste entre cuestionamientos, en donde varios militantes políticos intentan salvarla o hacerse con los pocos recursos negados hasta entonces.

La cultura ecuatoriana estuvo representada por la Casa durante décadas, que quiérase o no, marcó el pulso de su desarrollo y de su presencia en el ámbito nacional e internacional, época de añoranza marcada con lustre por sus protagonistas, tanto sujetos y como objetos que, con sus obras nos recuerdan de sus buenas acciones.

Luego de 75 años, la Casa se ahoga en sus propios resuellos, como el anuncio de una muerte, en parte provocada por la misma institucionalidad, que pretendió inducir el cambio radical a fuerza de leyes y decretos. Los cambios, si son verdaderos, no se los realiza desde el escritorio y las buenas intenciones, son producto de las revueltas e insurgencias, como acumulado y resistencia, al menos son las lecciones que el pasado inmediato nos aporta.

Parece ser que, en las últimas décadas, los representantes de la cultura oficial se han olvidado de las normativas imperantes, en este sentido, quiérase o no, los mandatos son para todos y el sector cultural fue descuidado como sujeto. Obvio que se atendió a ciertos artistas o escritores de la “alta cultura”, como beneficiarios directos y también a algunos allegados al poder, es decir, la atención clientelar ha sido una constante, y curiosamente hoy, se intenta maniobrar para hacerse con la dirección de las instituciones culturales; al menos sus obras, desde la estética no justifican o les dan asidero para ello, pero la agitación política los certifica como representantes de la cultura de un sector de la sociedad que, obviamente no es la más clara demostración de participación y democracia, este el escudo para que pululen todo tipo de argumentos en nombre de la cultura y sus salvadores.

Llama la atención que el malestar haya caído como una pandemia más en el disuelto Ecuador, en coincidencia con las elecciones nacionales de Presidente de la República, ahora ya con Presidente electo, de seguro muchos candidatos a las direcciones provinciales de la Casa de la Cultura, se alinearán con el ganador del 11 de abril de 2021, poniéndose a las “ordenes”. Así también va la cultura, por los andariveles del compadrazgo y servilismo. Entones las libertades creativas estarán condicionadas una vez más, al poder, desde donde emanarán a cuenta gotas ciertos recursos que afirmen al gobernante de turno.

Las leyes están diseñadas para afirmar el poder, así ha sido y será, es el reflejo y expresión de quienes dominan coyunturalmente, como ejercicio de la práctica democrática copiada de occidente, otro rasgo de la libertad amañada desde el primer mundo. Así vamos, con los principios civilizatorios a cuestas, como condenados a cometer los errores de siempre, porque la amnesia llueve a cántaros y el botijo derrama su contenido entre los miembros del sector cultural que se niegan a cumplir con los mínimos y considerar que el ser parte del Registro Único de Artistas y Gestores Culturales, RUAC, les da derecho a  todo; se debe revisar y depurar este registro que ha servido para agitar las aguas de la cultura.  Los derechos son para todos y la cultura entendida como un todo; con esta lógica debería albergar a toda la sociedad, desde al gran artista y creador hasta la señora que vende los chinchulines, sin exclusiones, estaría en el marco de exigir este derecho, es decir, ser parte del RUAC y poder elegir al director/a de las Casas de la Cultura, inclusive ser la directora si así se pronuncia la mayoría.

Uno de los aspectos fundamentales es el político, cuando sus personeros se alinean con el poder sin concesiones y hacen uso de la representatividad con intereses particulares o clientelares. La ley ha permitido ello, para generar más burocracia y la institucionalidad es vista como un botín para un grupo que cada cierto tiempo cambia de vocería. Hemos arribado a los condicionamientos de un solo sector que dependiente de una posición política quiere hacerse de los destinos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y demás entidades; esto no es transformación ni avance, es estancamiento y servilismo a quienes le hagan la venia al régimen. Desgraciadamente el ente rector de la cultura es el brazo cultural de la política del gobierno de turno, de allí que se ponga en duda la gestión de un Ministerio de Cultura en favor de las diversidades. Quede claro que aquí si es deber de la sociedad, no solo del sector cultural, demandar el ejercicio de los derechos culturales en favor de la comunidad en su conjunto.

La precariedad del sector tiene sus responsables en la conducción y toma de decisiones, se durmieron creyendo que el poder va a ceder en su favor, una vez más, les traicionó mostrando su verdadero rostro, dejando en claro que no le interesa la cultura, sino ciertas ramas que destilan el olor europeo para decir quiénes son los cultos de la sociedad. Mucha agua ha corrido bajo el puente, no se trata de establecer debates en torno a  la teoría de la cultura, eso está bien para la Academia; lo que se debe realizar es asumir el compromiso y actitud de organizarse en torno a grandes líneas de trabajo que beneficien, en lo posible, a una gran mayoría, es decir, construir política pública.

Ante la crisis aparecen, ciertos agoreros que se abanderan de la ingenuidad y desesperación de algunos trabajadores de la cultura; son quienes en su momento, también lucraron con festivales casi personales y familiares, donde la nula incidencia colectiva es el mejor indicador. Estos gestores son quienes aspiran a hacerse con la Casa, maquinado para ello la confusión y subiéndose al carro político del candidato menos malo; desde allí disparan sus débiles dardos que mucho distan de ser parecidos a los dardos de Pucuna, la revista de los tzántzicos, en su momento.

Por otra parte, el carácter de miembro correspondiente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, debería tener un mínimo de servicios, derechos o privilegios, en realidad no tiene nada más que el derecho al voto para designar autoridades de la Casa. Entonces cuál es la diferencia con los miembros del RUAC, toda vez que éstos tienen derecho a fondos concursables y otras líneas de financiamiento estatal; para evitar este doble fondo habría que señalar un solo tipo de elector para la CCE, donde los miembros sean filtrados con parámetros coherentes y verificables, donde los mínimos de calidad estética, formación y experiencia estén de manifiesto. Caso contrario, deberían ser los miembros de la CCE quienes elijan sus representantes o autoridades, por sentido común.

La cercanía al poder es peligrosa para los sectores excluidos, por ello quizá, las culturas urbanas se han refugiado en la clandestinidad o en espacios que les dan cierta seguridad para manifestarse. El poder no ha tenido la mínima consecuencia con los trabajadores de la cultura, a quienes hemos visto padecer y realizar colectas para su despedida final en medio de la pandemia. El asunto es estructural, por ello insisto, que se quiere hablar de cambios profundos, tiene que sacudirse a la institucionalidad desde abajo, con la participación de los mantenedores de la memoria, que en definitiva es el pueblo oprimido.

Los corifeos e iluminados del conocimiento o del arte, quienes no han dado espacio para lo emergente, para esas nuevas formas de lenguajes expresivos del arte, que asociados producen nuevas actitudes que se riegan por doquier y contagian, se quejan de que la gente no tiene cultura, claros están si juzgan desde su particular perspectiva y puntos de vista que engloba a una clase o quienes producto del blanqueamiento, dicen ser cultos al estilo europeo.

La gota de agua permanente ha perforado la escafandra dorada de la cultura impuesta desde la institucionalidad de la Casa, porque siempre ha girado en torno a un círculo de intelectuales o artistas cercanos a los presidentes de turno.

Existe una deuda acumulada con el sector cultural del país, deuda que no solo se la debe expresar en metálico, sino en falta de espacios, en la formación de públicos que consuman arte; no existirá jamás presupuesto que alcance para fomentar la cultura y consecuente con esto, una buena parte del sector se ha acostumbrado al paternalismo del Estado. En este aspecto es necesario que se forme e implemente formas alternativas de gestión cultural, sin dejar de lado la responsabilidad del Estado.

El progresismo ha sido el río por donde las aguas de la cultura han surcado irremediablemente, desde las posiciones de avanzada vinculadas a la izquierda política, se ha escrito y reivindicado a los postergados, este río es incontenible, con sus desvíos y sequías, se debe orientar su cauce desde las fuerzas que lo agitan.

La Ley Orgánica de Cultura, tiene avances en cuanto a derechos, pero de allí a su ejecución y cumplimiento, dista mucho. El Ministerio como ente rector ha sido incapaz de llevar adelante la famosa transformación cultural, tal vez transformó la vida de unos pocos, los allegados al poder y sus beneficios; los más, continúan aplazados. Por ello, el modelo o modelos de gestión desde la institucionalidad, al menos en cultura, deben ser construidos desde abajo, es decir, con quienes trabajan el arte en la calle, en la comunidad, en las organizaciones para generar una nueva conciencia de su trascendencia en la vida cotidiana y exigir el cumplimiento de los derechos culturales que son para toda la sociedad.

Lamentable, pero hay que señalarlo, con este gobierno las políticas culturales rayaron en el clientelismo, en esas formas condicionantes de entregar recursos a dedo, al círculo de amigos por medio de productores en una cadena de favores. Esta la mayor política cultural del gobierno que fenece, donde florecen los de siempre; los talentos y emprendimientos se estrellan en las paredes de una institucionalidad que no supera el marasmo con burócratas que solo esperan el sueldo y (gran parte de ellos) la jubilación oportuna.

El Sistema Nacional de Cultura todavía se resiste o retuerce a ser ejecutado, nadie lo asume en serio, la ley es letra muerta; los municipios siguen con sus farras y despilfarro para potenciar la imagen del burgomaestre de turno y las fiestas se realizan desde su particular óptica, de acuerdo con su “gusto”. Las demás entidades llamadas a fortalecer el Sistema se hacen de oídos sordos o no les interesa más que su propia dinámica. Así a la deriva navega el ataúd de la cultura con el barquero Caronte que se resiste a desembarcar su carga.

La cultura y el arte son las armas para desarmar un sistema que no encuentra la luz que alumbre el sendero. Un arte al servicio de las mayorías, donde la complicidad del financiamiento también sea responsabilidad de la comunidad en general, es decir, que la gente que quiere disfrutar del arte pague por ello, que el trabajo artístico no sea gratuito; diferenciar los públicos del sector popular o marginado, a donde habrá que llegar con funciones, talleres y capacitacones subvencionadas desde el Estado.

Transformar la sociedad desde la cultura es un imperativo a las puertas de elecciones que nos dirán cuàl bando gobierna ahora; formas nefastas de la democracia representativa, donde la participación es solo para depositar el voto. La cultura debe volver a unir nuestros pueblos desde la diferencia, donde las distintas voces tengan cabida en igualdad de condiciones, donde el conocimiento se democratice en beneficio común.

La creatividad y el talento no se rigen por reglamentos o normativas, es el artista quien rebela sus potencialidades internas ante el golpe de la época que le corresponde vivir.

La libertad como expresión de la conciencia se plasma en el hacer justicia por los otros, por los distintos, de allí que es un derecho la resistencia no solo individual sino colectiva, puesto que la manipulación desde la institucionalidad como ejercicio coercitivo y para mantener el statu quo del mundo libre y democrático  carece de legitimidad.

El derecho a la resistencia es legítimo, por ello el cuestinamiento a la institucionalidad se inscribe en esa línea, con el ánimo de elevar a la duda los procedimientos y prácticas administrativas en la gestión de lo cultural.

La cultura es un derecho humano, por tanto viene apegado a la vida y es una expresión y construcción social que de apoco se manifiesta en formas y lenguajes más elaborados conocidos como arte. Sin embargo, esto no significa jamás, que las manifestaciones populares se dejen de lado, no, son más bien la esencia de toda cultura, es su memoria colectiva.

No olvidemos el deber del Estado para fomentar las culturas en sus más diversos ámbitos, donde la planificación de base es la determinante, donde se pregunte qué es lo que aspira artísticamente la comunidad; al igual que la salud o la educación, la cultura es vital para el desarrollo integral de nuestras sociedad, sin la cultura estamos condenados al estancamiento y fracaso.

 

Filosofía del Arte de Galo Rodríguez

Por: Ramiro Caiza

Galo Rodríguez nos tare un libro que es una novedad, no solo por atreverse a compartir sus impresiones y expresiones, sino porque nos obliga a volver la mirada sobre ejes fundamentales de la vida, nos trae su discurso elevado desde el pensamiento y reflexión.

Considero con seriedad que Filosofía del Arte, es la ampliación o tratamiento con mayor profundidad del libro El Discurso del Arte, publicado en el 2015 por la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Un trabajo que es producto de los años cargados de memoria y vivencias, de miradas y sentires, como testigo y compañía de varios creadores; no como crítico, por encima de ello realiza un acercamiento a la esencia, al ejercicio del pensar frente al desciframiento del mensaje y contenido de una obra de arte.

Considero que viaja por la diversidad de culturas, sin ser total, es un texto que despierta o nos despierta, es un despertar hacia la esperanza donde vibra o respira desde sus páginas, a veces quizá inútiles e imposibles, porque son para provocar el pensar, espacio casi vedado en nuestro país, está prohibido pensar o no se suscita el pensamiento porque nos tienen atados a la cosificación del mercado.

El ensayista como aproximación ligera en cuanto a extensión se refiere, trata los temas de un plumazo, expone su reflexión, su punto particular de vista, por encima del juicio valorativo, manifiesta su pensar y sentir; pero donde plasma el condumio de los personajes tratados; osadía el atreverse a cruzar esta línea  de frontera entre el pensador y el creador.

Presenta una serie de categorías desde lo ético y estético, como componentes básicos para la convivencia ideal del ser humano; es aquí cuando también me atrevo a plantear una antítesis, el arte viene solo desde occidente?

El arte es lo que conmueve, es hacer las cosas con gusto. Como construcción social, es donde destaca el individuo creador, quien ha acumulado un conocimiento rompe con lo obvio, provoca nuevos lenguajes de acercamiento e interpretación; provoca precisamente, el ejercicio del pensar.

El arte pasa de lo general a lo particular desde la abstracción, como proceso mental, que se concretiza en significado, como uno de los componentes de la filosofía; es decir, dotarle de un sentido al ejercicio del pensamiento.

Poetas y pintores son su plato fuerte, sus amigos y conocidos; a sus obras ha podido acercarse y saborearlas, digerirlas con tino, para encontrar el condumio, su esencia. Allí está presente su pensar y sentir, pero no como todo humano, solo mirar y sentir o expresar un criterio; no, Galo hace uso de sus armas, medita, hurga, manifiesta y escribe.

“La Filosofía del Arte es el resultado de las vivencias y de la formación del artista, donde no tiene acceso el crítico, porque la línea final no es otra cosa que el actor interesado hacia el mercado del arte”, lo dice el prologuista Carlos Paladines, un estudioso de la filosofía.

Aquí caben algunas reflexiones. Quien es tocado por el arte es otra persona, en el sentido cualitativo, donde han despertado sus neuronas hacia la sensibilidad, aprehensión y desciframiento de formas, códigos y contenidos como ejercicio de búsqueda de la verdad y de la realidad.

El arte como expresión de la belleza, es un concepto meramente occidental; las estéticas son diversas, no universales desde el eurocentrismo, sino que van más allá; las cunas de las civilizaciones están en África, oriente, en la China; Mesopotamia, en la milenaria cultura árabe, en las mesoamericanas, mayas, aztecas e inca, entre otras. En todas hay sabiduría, la cultura greco latina, es tardía en cuanto al tiempo histórico, salvo que desde la modernidad se ha erigido como la única verdad universal, para justificar la opresión y la existencia del Estado opresor.

Nos ha hecho creer que la estética como sinónimo de belleza corresponde al mundo occidental, más allá de la cual están los otros, los bárbaros; la centralidad europea abarca al ser, lo demás es el no ser; es decir, los que no existen. Pero la expresión de la belleza, es también natural como estética, requiere atención, hay belleza en la respuesta de los seres vivos a la luz del sol o la venida  de la noche por los seres que la pueblan, es la manifestación de su alegría; el caballo relincha de alegría frente a la yegua en celo, el pavo real abre su esplendoroso plumaje ante las pavas; el gallo canta al amanecer; las ranas croan cuando el cielo se torna gris; una variedad de cactus que florece en la noche, conocida como señora de la noche; los murciélagos esperan sombra y la serpiente sale en la noche para calentar su sangre. Entonces, también debemos hablar de la estética de la naturaleza, más allá del mero concepto occidental.

No hay genio sin pueblo, la magnificencia de la creación es la construcción social y la manifestación a través de sus voceadores, de sus exclusivos representantes que se distinguen del resto y son los creadores.

Pero también es necesario referirnos a la alteridad como parte de la realización artística, yo soy porque tú eres, es el principio o categoría de equidad  e igualdad. El otro es la fuente de mi vida, es donde cobra realidad la obra artística, con los espectadores o lectores, sin ellos ninguna obra existe. Es una aproximación al respeto, donde nace la ética.

Por otra parte señalaré que el cultivo de la Filosofía en el Ecuador es limitada, ha sido ejercida como cátedra; por muchos años o siglos quizá, fue la escolástica su matriz; luego con cierta libertad se instaura en el Ecuador como cátedra en las universidades, en la PUCE, fundamentalmente. Este ejercicio del pensar desde esta región del mundo es reciente, empieza a afirmarse con la revolución liberal como hecho integrador del país. Donde el trabajo de González Suárez, Pio Jaramillo Alvarado, Aurelio Espinosa Pólit, entre tantos, van estructurando un pensamiento nacional.

Desde la abstracción, como metodología, la filosofía está relacionada directamente con el pensamiento griego occidental. Desde que óptica formamos el pensamiento, son cuestiones a dilucidar. Porque quiérase o no estamos inundados del pensamiento euro centrista, por ello es necesario descolonizar la estética para mirar desde otras aristas, desde las nuestras, desde la belleza nuestra, donde la factibilidad de un hecho debe manifestarse u objetivarse en relaciones más plurales y horizontales, donde  el acceso al arte se constituya en beneficio de la comunidad y se ejerza como un derecho a disfrutar de la diversidad artística, no solo del arte greco latino, sinos de todas las artes en su diversidad.

Sin embargo, lo que es filosofía puede ser tratado o respondido desde la filosofía. Lo demás puede ser componente o complemento de la filosofía, ya que nosotros somos producto de veinte siglos de filosofía occidental. Entonces la tarea es inmensa, destruir la historia, re construirla, de construirla para edificar el corpus filosófico nuestro.

La duda es principio de investigación, es una aventura que ni se aprende ni se  enseña, es el constructo social que nos abre los ojos para, de acuerdo con las categorías mentales que manejemos posibilitar respuestas. Es allí donde se cae en la “tentación de explorar más allá”, de interrogarse ante las verdades eternas, de cuestionar el orden establecido, nos lleva a caer en el pecado de atrevernos a plantear otras respuestas.

Precisamente para intentar dar con la salida o aliviar el encierro, están los otros libros, las otras lecturas que nos ayudan a indagar sobre un mismo aspecto.

El pensamiento, el verdadero pensamiento, es la aventura de imaginar, preguntarme por en mi interior, por mí mismo y mi destino. El ejercicio de la intuición puede ser el inicio de la aventura. Como dice Fernando Tinajero “Hablo, en una palabra, de experiencias que no pertenecen al género de la emoción estética ni al arrebato místico, sino al más genuino pensar, a ese pensar que, en buena parte ha configurado los caracteres de la modernidad occidental”.

Estamos frente a una obra pensada para provocar, más allá de la meditación estamos frente a un trabajo de años, donde encontramos rasgos fehacientes de lo que “por filosofía se entienda lo que han pensado los filósofos, lo que se ha comentado sobre ellos, las relaciones que han establecido su pensamiento con otras formas de la cultura de su tiempo, con la evolución de la estructura social y política, con el movimiento general de la sociedad”.

Intento posibilitar diálogos en el tiempo, desde el presente, utilizando las categorías impuestas con únicas verdades, cuestionándolas, rectificándolas o afirmándolas como parte de la historicidad legítima de todos los pueblos, por lo que “es más importante en cualquier historia: la evolución de las formas que asume el espíritu humano y de sus modos de expresarse”. Reflexionando siempre, desde la región o desde la posición que la historia nos ha ubicado.

El lenguaje, o mejor dicho los lenguajes son claves a la hora de embarcarnos en las obras artísticas, para logra “una interpretación, repito, de las relaciones que el pensar de los filósofos tuvo en cada época con las demás expresiones de la cultura”.

Conforme a la utilización de significantes podemos desde la lingüística acercarnos a su contenido, desde la percepción mental y estructurar imágenes que tengan significado. Pero esto es un proceso teórico, por lo cual para comprender su espíritu, sus interioridades, se debe acercarse a las culturas, convivir con ellas y dialogar con ellas. Es aquí cuando el ejercicio y práctica la hermenéutica nos conduce al conocimiento.

A propósito del libro Filosofía del Arte, de galo Rodríguez, permítanme decir que es urgente dar respuesta a la explotación, es el surgimiento de las nuevas posibilidades del pensar, es poner sobre la mesa las nuevas epistemologías, que marcan definitivamente un giro decolonizador.

Situarse en el lugar de los sujetos como constructores de su devenir es la gran tarea. No es el individuo, es la comunidad la que habla, entendida como organización o colectivo. Donde los consensos son unitarios, lo que provoca una respuesta desde sus comunidades históricas. Nos corresponde hablar desde los excluidos…

En este contexto, la política no puede estar de lado, las medidas a tomar son políticas desde la educación, para darle un vuelco a los contenidos curriculares. Existe todo un mundo montado para justificar el orden establecido y la opresión. La clave podría estar en replantear la historia mundial, en cuestionarla y analizarla desde otras miradas, desde el excluido, conocer por ejemplo, cómo surgen las instituciones en el mundo. Es necesario un pensamiento decolonizador, pragmático y globalizador.

Galo Rodríguez, realiza un amplio recorrido por los valores, la ética, la estética; a mi modo de ver esta obra, cierra con éxito, porque ha guardado la penúltima parte para hablarnos, para recordamos que provenimos de una parte del mundo, del Abya Yala, de la pachamama, que somos diferentes y diversos, que por nuestras sangres corre sangre india, y de ello debemos estar orgullos, esto nos hace únicos, esto nos da identidad y un lugar en el mundo con nuestra propia filosofía y epistemología andina y latinoamericana.

Como colofón tenemos a un conjunto de poemas, precisamente el alabado texto a Lázaro Condo y otros más que rinden tributo a lo excluido.

Ha sido motivo de alegría y un honor el poder dirigir unos cuantos puntos de vista y reflexiones, gracias a Filosofía del Arte, obra que contribuye a desarrollar el pensamiento estético ecuatoriano.

Un espacio para el bien común

Por: Ramiro Caiza
Gestor cultural y Poeta

La tarea de publicar cada vez se ha vuelto más compleja en el mundo globalizado, en donde lo local cuenta poco para las grandes transnacionales o empresas editoras que absorben a autores “reconocidos” o publican best seller para distraer al lector. En este amplio panorama de circulación de bienes y productos culturales, el libro tiene un especial lugar, está en formato digital para las actuales generaciones, sin que se iguale al ejemplar físico por supuesto, es la gran alternativa de llevar con nosotros el libro en las remotas circunstancias.

La información dispuesta en redes sociales es innumerable, se puede comprar y vender, el mercado virtual ha encontrado un lugar para realizar transacciones de todo tipo, desde el objeto más simple hasta el placer en el no lugar en tiempo real. La cultura virtual absorbe a los seres humanos a depender de la tecnología, hoy más que nunca, en tiempos de emergencia sanitaria, el arte en sus distintas manifestaciones ha atenuado el encierro, entre una de sus manifestaciones concretas tenemos al libro digital, que se lo puede adquirir mediante transferencias hechas desde el celular o bajárselo de modo gratuito, según el caso.

En el mundo mercantil donde todo pasa a convertirse en mercancía, desde el talento humano hasta el mínimo objeto de uso, donde se uniformiza o estandariza todo y se intenta imponer el pensamiento único con alusión al fin de la historia, emergen otras epistemologías en contraposición a lo universal y es, desde las diversidades donde se afirman las otras posibilidades de construir los nuevos procesos sociales o aquellos que fueron interrumpidos con violencia.

En esta panorámica, desde hace dos años el reconocido intelectual José Manuel Castellano Gil, venido desde Canarias se ha establecido en Ecuador y radicado en la ciudad de Cuenca, región en donde es catedrático universitario; ha emprendido una batalla, un reto, va en pos de la utopía, cuando ha creado la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, ambicioso proyecto que acoge a comprometidos trabajadores de la cultura en su Consejo Editorial y que recepta las más diversas líneas del pensamiento. La filosofía de trabajo, a mi entender, es lo colectivo y solidario, donde se comulga el conocimiento y se comparte los frutos de la sabiduría.

Este compartir del conocimiento y la creación han hecho de este espacio editorial una vanguardia editorial en el Ecuador, desde donde, virtualmente,  emanan voces frescas, reflexiones y criticidades a lo establecido, pero también, planteamientos de un nuevo orden mundial y regional que nos conduzcan y contribuyan al relacionamiento armónico entre los seres humanos; en fin, considero que la editorial aspira a convertirse en un medio para el bien común.