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Raquel Yotti: “Hay que llamar a una ciencia feminista”

Las científicas del coronavirus, episodio 1: ‘Gestión de una crisis’

Las mujeres han trabajado en primera línea de la pandemia; no obstante, han estado infrarrepresentadas en la toma de decisiones. Una excepción es Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III y experta del comité de coronavirus del Gobierno español. En el primer episodio de esta audioserie, cuenta cómo ha vivido estos meses intensos en los que ella misma ha pasado la covid-19; y reflexiona sobre la necesidad de trabajar por una igualdad de oportunidades “que nos enriquezca a todos”.

Raquel Yotti, directora del ISCIII. / EFE

Los profesionales de la salud han trabajado sin descanso para atender a las personas enfermas de la covid-19. Tres de cada cuatro profesionales sanitarios son mujeres, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El mismo organismo advierte del alto riesgo de infección, la fatiga, el estrés y la violencia y estigma al que se enfrenta este colectivo, sobre todo ellas.

Solo en España y durante la primera ola, el 76 % de los sanitarios contagiados por COVID-19 fueron mujeres, según recogía un informe del Instituto de Salud Carlos III publicado en mayo.

A pesar de que las sanitarias han vivido la pandemia en primera línea, las mujeres han estado infrarrepresentadas en las posiciones de liderazgo y toma de decisiones, tal y como pone de manifiesto un informe sobre el impacto de género en la pandemia del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). Raquel Yotti (Madrid, 1973) es una excepción.

Esta cardióloga ha trabajado casi veinte años de su vida en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, pero ahora le ha tocado enfrentarse a esta crisis sanitaria mundial desde «otra trinchera», como cuenta ella misma. En agosto de 2018, Yotti fue nombrada directora del Instituto de Salud Carlos III y se convirtió en la segunda mujer que ocupa el cargo de responsable del principal organismo público de investigación de biomedicina y salud en España, que depende del Ministerio de Ciencia e Innovación.

“Se nos juntaba el día con la noche todos los días de la semana. No recuerdo en qué momento existió por primera vez un lunes o un domingo, todos los días eran iguales”

“Se nos juntaba el día con la noche, todos los días de la semana —rememora sobre el inicio de la pandemia—. No recuerdo en qué momento existió por primera vez un lunes o un domingo, todos los días eran exactamente iguales”. En la gestión de esta crisis, ella también ha sido una de las expertas del comité de gestión técnica del coronavirus del gobierno español.

En estos meses ha liderado el estudio nacional de seroprevalencia ENE-COVID, cuyos resultados se publicaron en la revista The Lancet; ha fomentado la investigación a través del Fondo COVID-19, dotado con 24 millones de euros; y ha coordinado la respuesta diagnóstica del Sistema Nacional de Salud (SNS) mediante test de PCR, a través del Centro Nacional de Microbiología. No obstante, asegura que siempre ha tenido presentes a sus compañeros de hospital. “El impulso de ponerte la bata y el fonendo y ofrecerte para atender a pacientes yo creo que para cualquier clínico es inevitable”, confiesa.

La covid-19 en primera persona

El primer episodio de la audioserie Las científicas del coronavirus, retratos sonoros de una pandemia está protagonizado por Raquel Yotti. En él habla de cómo ha vivido desde dentro la gestión de la crisis sanitaria en España. Esta entrevista es la única de la audioserie que no se grabó presencialmente, sino por teleconferencia. El día anterior a nuestra cita Raquel ya no pudo asistir al homenaje que brindó el Instituto de Salud Carlos III a su primer director, Rafael Nájera, ya que se encontraba aislada al ser positivo por coronavirus.

Al enfrentarse a la comunicación pública durante la pandemia dice haberle ayudado “pensar que quien estaba al otro lado de esa cámara era uno de mis pacientes o una persona normal que tenía inquietud y quería entender lo que estaba pasando”

“Me siento con mucha empatía con muchas de las personas que han tenido que pasar la enfermedad y que han estado en casa y que a lo mejor hasta han tenido algún momento de preocupación, porque el curso clínico de esta enfermedad es bastante curioso. Parece que uno mejora y luego empeora”, me cuenta desde casa, aislada, a través de la pantalla de su iPad.

En la conversación, Raquel explica que haber vivido la enfermedad en carne propia y el aislamiento de dos semanas le han dado mucho que pensar. “Hay que hacerse consciente del privilegio que supone poder pasar la enfermedad en casa y además tener una red de apoyo. Yo he sido una afortunada tanto desde el punto de vista clínico [no requirió de hospitalización] como de los recursos alrededor”, se sincera con el pudor de quien no es dada a hablar de su vida privada.

Su experiencia clínica con pacientes ha esculpido su capacidad comunicativa, esencial en esta pandemia; por ejemplo, a la hora de comparer serena en Moncloa para dar los resultados de las diferentes rondas del estudio ENE-COVID: “Pensar que quien tenía al otro lado de esa cámara era uno de mis pacientes o una persona normal que tenía inquietud y quería entender lo que estaba pasando” dice haberle ayudado a enfrentarse a una situación que vivió como “excepcional”.

El secretario general del Ministerio de Sanidad, Faustino Blanco, la directora del Centro Nacional de Epidemiología, Marina Pollán y la directora del Instituto de Salud Carlos III, Raquel Yotti, durante una rueda de prensa celebrada el 6 de julio en el Palacio de la Moncloa para dar a conocer las conclusiones del Estudio nacional de seroepidemiología de la infección por SARS-Cov-2 en España. EFE/ Fernando Alvarado

Preocupación por la brecha de género

Días después de la declaración del primer estado de alarma en España, el gobierno aprobó un Real Decreto-ley de medidas urgentes para facilitar la investigación en coronavirus. Desde estudios biológicos del patógeno al desarrollo de pruebas diagnósticas y ensayos clínicos para probar nuevos fármacos. El objetivo era desentrañar las incógnitas de una enfermedad nueva, desconocida por todos, con un presupuesto de 24 millones de euros.

Yotti reclama “una ciencia que no esté hecha por y para unos pocos, sino en la que tengan cabida todas las personas que puedan contribuir, independientemente del género y de otros factores de desigualdad”

En pocos días, esta convocatoria extraordinaria recibió más de 1.500 propuestas, la mayoría presentadas por hombres. “La pandemia por coronavirus ha acentuado la brecha de género”, admite Yotti, que recurre a los resultados del cuestionario sobre el impacto del confinamiento en investigadores del Ministerio de Ciencia e Innovación para dimensionar el problema. “Esto puede impactar en los currículos de las investigadoras y especialmente de las madres investigadoras, y es algo que realmente no nos deberíamos permitir”, subraya con preocupación.

De cara al futuro, Raquel considera que la ciencia será feminista o no será. Este es su deseo de cara a los próximos años: “Una ciencia que no esté hecha por y para unos pocos, sino en la que tengan cabida todas las personas que puedan contribuir, independientemente del género y otros factores de desigualdad. Actualmente no estamos en esa situación, por eso hay que llamar a una ciencia feminista. Porque el feminismo lo que persigue es alcanzar esta meta de igualdad de oportunidades en la que nos enriquezcamos todos”.

Fuente: Agencia SINC
Derechos: Creative Commons

Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III: “Evito hacer predicciones sobre la pandemia. Debemos aprender de los errores de meses pasados”

Esta cardióloga dirige el gran organismo público de investigación que realiza, entre otros, el estudio de seroprevalencia del SARS-CoV-2 en España. Considera que, cuando las hipótesis científicas se trasladan a la población, corren el riesgo de convertirse en “simplificaciones erróneas y peligrosas”. Además, asegura que las mutaciones del coronavirus han jugado un papel menor si se comparan con los factores sociales y sanitarios.
  

Raquel Yotti. / ISCIII

Su estudio de seroprevalencia estimó que el 5,2 % de los españoles había pasado la enfermedad a principios de mayo, si bien mostró grandes diferencias entre regiones. ¿Tenemos idea de cuánto ha cambiado ese porcentaje desde entonces?

No tendremos una estimación sólida hasta la siguiente ronda, cuyas pruebas empezarán a partir del 16 de noviembre. Hasta entonces solo sabemos que ha aumentado el número de casos confirmados, el resto son especulaciones. Sí hay que tener en cuenta que la diferencia entre casos estimados y confirmados era muy alta entonces. El estudio mostró que unos 2,3 millones de personas fueron infectadas, pero solo detectamos el 10 % de esa cantidad, unas 230 000. Por eso la letalidad [observada] no era real.

En esta segunda ola ha aumentado muchísimo el diagnóstico. No solo se identifican casos moderados y graves, también leves e incluso asintomáticos. ¿Estamos detectando el 100 %? Seguro que no, el Ministerio de Sanidad calcula entre un 40 y un 60 %. La cuarta ronda del estudio de seroprevalencia nos dirá qué porcentaje se escapa ahora.

¿Subestiman estos estudios el porcentaje de población inmunizada, al no tener en cuenta otros factores como la inmunidad celular?

No reconocer el papel que tiene la inmunidad celular es un error, pero hay que ponerlo en su justa medida. Esta, incluyendo una posible reactividad cruzada con otros virus, puede modular la gravedad de la enfermedad, pero posiblemente no evite la infección.

“¿Estamos detectando el 100 %? Seguro que no, el Ministerio de Sanidad calcula entre un 40 y un 60 %. La cuarta ronda del estudio de seroprevalencia nos dirá qué porcentaje se escapa ahora”

Además, no es posible tener una medida fiable de la inmunidad celular a nivel poblacional. Nosotros medimos anticuerpos circulantes, que nos dan una estimación de la magnitud real de la epidemia. Es posible que haya otros factores que hagan que el grado de inmunidad entre los españoles sea ligeramente superior o inferior, pero creemos que [nuestro estudio de seroprevalencia] da una imagen muy ajustada a la realidad.

En zonas como Madrid la seroprevalencia en mayo superaba el 10 %. ¿Es posible que se haya alcanzado la inmunidad de grupo en algún sitio desde entonces?

Cuando me lo preguntaban en verano explicaba que era un error pensarlo e incluso pretender hacerlo, porque el coste en vidas humanas era inasumible. Ahora tenemos ante nosotros la respuesta: si hubiera habido inmunidad de grupo no tendríamos una segunda onda epidémica como la que observamos.

Sí puede haber ocurrido el efecto contrario. Esto explicaría el rápido incremento de la transmisión en las últimas semanas en algunas provincias con un nivel [previo] de exposición menor y seroprevalencias muy bajas, donde existía un mayor porcentaje de población vulnerable.

La epidemiología molecular recompone la historia del coronavirus y de la pandemia, pero corre el riesgo de culpabilizar. ¿Cómo gestionar este tipo de investigaciones?

Las conclusiones biomédicas tienen mucha transcendencia, y más durante una pandemia. En el ISCIII hemos trabajado mucho en investigación e innovación responsable. Aquí la integridad científica no es solo que los datos sigan los compromisos éticos, sino que en su difusión se transmitan mensajes veraces que la población pueda entender. Son datos que tienen consecuencias desde el punto de vista de la vigilancia epidemiológica y la salud pública. Por eso, hasta que no publicamos esta semana en una revista un artículo que describe la primera onda epidémica, no hemos hecho una nota de prensa para explicarlo.

¿Confundimos a los ciudadanos por culpa de las prisas? Recuerdo casos como la prepublicación que detectó SARS-CoV-2 en las aguas de Barcelona en marzo de 2019.

Totalmente de acuerdo, perdemos credibilidad y confundimos. Se hace con buena voluntad, pero son hipótesis que cuando se trasladan a la población se convierten en simplificaciones erróneas y peligrosas. Estoy segura de que muchos ciudadanos creen todavía que había coronavirus en Barcelona en marzo de 2019, porque es una noticia muy impactante. No me gustaría centrarlo en un artículo, porque por desgracia lo observamos con muchos. También pasó con la hidroxicloroquina. Hay una doble reflexión [que hacer], por parte de los investigadores y de la prensa.

“Hay hipótesis que cuando se trasladan a la población se convierten en simplificaciones erróneas y peligrosas. Estoy segura de que muchos ciudadanos creen todavía que había coronavirus en Barcelona en marzo de 2019”

¿Hemos olvidado que la información de salud pública, además de obtenerla, hay que gestionarla bien?

Efectivamente. [Al principio] podía entenderse porque se necesitaban respuestas rápidas y había confusión, pero ahora ya no es aceptable. Deberíamos haber aprendido y aprovechar lo ocurrido estos meses para identificar y acotar las prácticas que nos perjudican. Ahí tienen un papel clave los gabinetes de comunicación de los organismos públicos.

Un ejemplo reciente es una prepublicación que sugiere que la variante de coronavirus que domina hoy Europa surgió entre los temporeros extranjeros que trabajan en Aragón y Cataluña. ¿Qué opina de la cobertura nacional e internacional que ha recibido?

Es un preprint que tiene que pasar por el enriquecimiento de la evaluación. No solo por pares: en ciencia abierta te expones a la crítica de la comunidad académica en su conjunto. En este caso no ha dado tiempo a que otros investigadores digan si las muestras son representativas del país o si se hacen extrapolaciones, si hay muestras de todas las Comunidades Autónomas o faltan, si se han analizado todos los países europeos o fundamentalmente Reino Unido, Suiza y España… Las hipótesis que se plantean están muy bien como hipótesis, pero seamos prudentes y veamos primeo qué significa. Tampoco se conoce si la variante tiene un impacto en el curso clínico de la enfermedad y su transmisibilidad.

Un artículo de mayo desaconsejaba “sobreinterpretar los datos genómicos durante la pandemia”. A la hora de explicar la situación actual, ¿damos demasiada importancia al propio virus y sus mutaciones, cuando la clave se encuentra a nivel social y político?

Totalmente de acuerdo. Es algo que forma parte de los mensajes simplistas. Los ciudadanos están acostumbrados a la idea de un virus que muta, se vuelve muy malo, circula más y por eso estamos peor. Nos da incluso cierta tranquilidad. Es mucho más difícil transmitir mensajes complejos con los factores que afectan a la transmisión y el desarrollo de la enfermedad. Tiene más que ver con la estructura social y sanitaria, las características personales, la comorbilidad del paciente, la gestión del proceso asistencial, la situación de las residencias…

El coronavirus ya estaba adaptado al ser humano desde el primer momento y no hacen falta mutaciones para mejorar eso.

No tengo dudas de que el papel que ha jugado la mutabilidad de este virus ha sido menor en las consecuencias que ha tenido la pandemia. Es un virus joven y el grado de mutación que ha tenido hasta ahora no ha sido muy importante. La diferencia entre variante y cepa es tan difícil de explicar que ni siquiera los médicos entienden esa terminología y, en cualquier caso, tiene una trascendencia menor respecto al curso de la enfermedad.

Desde el Centro Nacional de Microbiología han coordinado estudios para validar la fiabilidad de los test de antígenos. ¿Qué opina de estas pruebas que tanta relevancia están ganando?

“No se puede diagnosticar a todos los pacientes con test de antígenos, la sensibilidad en asintomáticos es menor”

La fiabilidad es alta, pero la mayor parte de las personas en las que se han probado en condiciones reales tienen síntomas. En pacientes con síntomas, y dentro de los primeros cinco días, la fiabilidad es muy alta tanto en sensibilidad como en especifidad, que ronda el 100 %. Son una ventaja que permite diagnosticar una infección activa fuera de los hospitales de forma rápida y sin equipamiento complejo, siempre que se utilice en las condiciones adecuadas.

¿Cuáles son esas “condiciones adecuadas” que debemos tener en cuenta?

Los test antigénicos pueden tener problemas asociados, porque no se puede diagnosticar todo con ellos y tienen limitaciones. Sabemos que la sensibilidad en pacientes asintomáticos y entre contactos es menor. Esto posiblemente esté vinculado a varios factores como la carga viral, que disminuye la capacidad de detección si es baja. También a la dificultad de identificar ese período de cinco días en los que funcionan muy bien.

¿Cree que es buena idea que sean accesibles hasta el punto de venderse en farmacias?

Lo de las farmacias es muy complejo. En primer lugar, la extracción de la muestra de exudado nasofaríngeo que se requiere no es sencilla ni inmediata. En segundo lugar, tiene que existir una coordinación y un diagnóstico clínico. [El test] se tiene que indicar en coordinación estrecha con los servicios de salud y salud pública, y [dejando claro] quién se responsabiliza de un positivo y de las instrucciones a los pacientes. También evaluar y otras cuestiones como el impacto de falsos positivos y negativos.

Debe analizarse en profundidad antes de tomar la decisión rápida de utilizarlos fuera de los ambientes sanitarios para los que se han diseñado. Va más allá de que se pueda hacer: tienen que integrarse en el sistema sanitario y pensar en las repercusiones que tendrá para este.

¿Habrá gripe este año y, sobre todo, seremos capaces de detectarla?

La posibilidad [de que coincidan ambos virus en la población] está sobre la mesa. Algunos investigadores indican que las medidas contra la covid-19 pueden hacer que disminuyan otras enfermedades respiratorias, pero habrá que ver si es cierto. Debemos estar preparados. Por eso se está haciendo una campaña de vacunación reforzada para la gripe, porque hay que ponerse siempre en el peor de los escenarios.

A la hora de identificar la [temporada de] gripe hay un riesgo que quiero apuntar. Hasta ahora teníamos una red de vigilancia epidemiológica para la gripe que funcionaba extraordinariamente bien. En marzo, con el desmantelamiento de la atención primaria y la reubicación de recursos, esta red centinela también sufrió una disrupción muy importante. En este momento se trabaja para ponerla en marcha de nuevo, que funcione como antes y sirva para vigilar también la covid-19.

“Debemos aprender de los meses pasados, en los que algunas predicciones equivocadas se basaron en hipótesis y no en datos”

Como cardióloga, ¿qué opina de los estudios que sugieren que el coronavirus puede provocar daños en el corazón?

Creo que hay suficientes datos como para decir que hay algo. La solidez de los datos y el número de pacientes es pequeño, pero lo publicado apunta hacia un tropismo del virus en el tejido cardíaco. Cuando se produce inflamación sistémica, algo que no pasa en todas las infecciones por covid-19, el corazón puede estar involucrado como cualquier otro tejido. Aún no sabemos qué efecto podrá tener a medio y largo plazo, pero en algunos pacientes hay una afectación cardíaca que hay que estudiar.

La pregunta que están cansados de escuchar: ¿qué va a pasar en las próximas semanas y meses?

Se me da mal hacer predicciones, lo evito. Debemos aprender de los meses pasados, en los que algunas predicciones equivocadas se basaron en hipótesis y no en datos. Para hacer predicciones necesitamos datos: ahora mismo muestran un incremento muy rápido de la transmisión, pero en algunas partes como Madrid nos dicen que vamos a mejor.

Siempre hay que prepararse para el peor escenario, pero no cerrar los ojos a la posibilidad de que las medidas puedan funcionar y, en algún caso, estamos viendo que lo hacen. Siempre con la salvedad de si los datos nos muestran la realidad y ser prudentes con ello. Hay que verlos no día a día, sino de forma semanal o cada catorce días, teniendo en cuenta todas las salvedades de notificación que conocemos.

Si atendemos al impacto de la gripe en años anteriores, y al incremento muy rápido que vemos en muchas Comunidades Autónomas y países europeos, la situación es muy preocupante. Por otra parte, si datos como los de Madrid nos están mostrando la realidad, sería mucho más optimista. Hay una enorme horquilla en la que todavía están todas las opciones abiertas.

Artículo publicado originalmente en The Conversation.

Fuente: The Conversation
Derechos: Creative Commons