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CORONAVIRUS Y GEOPOLÍTICA

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

La pandemia a causa del COVID-19 ha suscitado un sinnúmero de análisis, casi todos basados en las lecciones históricas de crisis globales como la Segunda Guerra Mundial. De hecho, no pocas lecturas de la situación actual han estado caracterizadas por la comparación con períodos de la historia en los cuales la humanidad se enfrentó a desafíos de similar complejidad. Nosotros hemos publicado ya varios artículos sobre el tema: Dos durante el mes de abril de este fatídico año 2.020, el primero titulado LA PRODUCCIÓN DE VIRUS: LAS GUERRAS DEL FUTURO, ¿HOY?, donde analizamos a profundidad la explosiva diseminación por todo el mundo, de más de 25 laboratorios especializados en biotecnología, todos al servicio de los intereses del imperio del norte. El segundo artículo CORONAVIRUS e IMPERIOS, en el cual hacemos un pormenorizado recuento histórico de las pandemias en el mundo a través de los tiempos y demostramos como llevan de manera concomitante el ocaso de grandes imperios.

Finalmente, en agosto publicamos el tercer artículo CORONAVIRUS Y GLOBALIZACIÓN, donde estudiamos cuales han sido los desastrosos efectos que ha causado la pandemia y cómo gran parte de su rápida expansión se debe a la globalización rampante que hemos venido experimentando en el presente siglo.

En la actualidad, la carrera por obtener una vacuna eficaz ha puesto a diversos países como Rusia, China, Alemania, Francia y Estados Unidos en el primer foco de atención. Los resultados de las pruebas son comparables a los escenarios de competencia espacial que enfrentaron a Washington y Moscú en el fragor de la Guerra Fría y así como el primer hombre en el espacio,  la primera vacuna en aplicarse de manera masiva es la Sputnik V rusa, con una efectividad del 92% según publicación de la BBC el pasado 12 de noviembre de 2.020.

En sintonía con este análisis, el presente artículo busca poner de manifiesto los escenarios geopolíticos que se avizoran luego de superada (parcialmente) la crisis del coronavirus. Para ello, se propondrá, por una parte, un estudio de las tendencias estructurales derivadas de las circunstancias del futuro inmediato y, por otra, un examen multiactor donde se analicen las relaciones entre las potencias mundiales.

Lo primero que debe advertirse es que los impactos geopolíticos de la pandemia serán agudos y complejos, pero ello no quiere decir que todas las consecuencias se deriven por la situación del coronavirus, sino más bien estarán agudizadas por él. En otros términos, la crisis estructural que vivía el mundo será catalizada por la pandemia y pondrá de manifiesto todas las contradicciones del capitalismo. A partir de allí, de acuerdo con el profesor, Breno Bringel, se observan tres escenarios posibles:  el “business as usual”; “el Green New Deal” y finalmente, el cambio de paradigma hacia una matriz económica y ecosocial. El primero de ellos, se caracteriza por el fortalecimiento de la globalización militarizada del neoliberalismo autoritario y de un modelo destructivo que profundizaría los escenarios de crisis. Aunque es la circunstancia más apocalíptica no está alejada de la realidad si observamos la depredación de los recursos en la Amazonía brasilera promovida por las ambiciones de Jair Bolsonaro, o la visión de la Casa Blanca según la cual el mundo entero funciona con base en los principios empresariales.

Según el profesor Bringel, la pandemia del coronavirus provocará una profundización de la crisis global antes que el desarrollo de una estrategia capitalista de cooperación y solidaridad. Sin embargo, el segundo escenario que contempla se relaciona con la creación de un nuevo pacto global basado en principios de reformas sociales y económicas sustentadas en la transformación del sistema energético. Ello, por supuesto, dependerá del compromiso de los líderes mundiales. Finalmente, la tercera alternativa estará basada en un cambio de paradigma propuesto por movimientos ecologistas que adquirirán mayor protagonismo, haciendo que la situación de desigualdad mundial empuje las narrativas anticapitalistas que apuestan por el decrecimiento. En los tres escenarios, no obstante, hay profundas consecuencias por lo que puede confirmarse lo que se ha repetido como un mantra: el mundo tal y como lo conocíamos ha dejado de existir.

Otra de las tendencias estructurales en la geopolítica mundial que ha mostrado la situación del COVID-19 es la ausencia de un liderazgo mundial fuerte, sumado a la rivalidad entre las grandes potencias y las acusaciones mutuas por el origen y expansión del virus. Más allá del cierre de las fronteras y el intercambio de críticas, hay una situación más compleja y es la falta de coordinación política global ante el avance del virus. Parece como si cada Estado tomara decisiones independientes sin considerar los impactos regionales o globales. Si algo permitió una situación de relativa estabilidad luego de la Segunda Guerra Mundial fue el ascenso de un liderazgo influyente y certero por parte de la Unión Soviética y los Estados Unidos. A pesar de los enfrentamientos latentes, la creación de instituciones internacionales como la ONU, contribuyeron a evitar una tercera confrontación mundial. Esta circunstancia es justamente la que no se evidencia en la actualidad pues basado en su posición aislacionista, el gobierno de los Estados Unidos ha encontrado chivos expiatorios, evadiendo su responsabilidad como líder mundial.

Lo anterior lleva a considerar, entonces, dos alternativas: o bien el mundo entrará en un nuevo escenario de cooperación multilateral basado en la mutua coordinación; o emergerá un líder global capaz de hacer frente a la situación, asestando un golpe definitivo a la hegemonía norteamericana. El primer caso será sumamente complejo por lo anteriormente descrito: cada país tomó su propio camino en la contención de la pandemia e instituciones como la Organización Mundial de la Salud tuvieron una participación secundaria en detrimento de las decisiones nacionales. El segundo escenario es todavía más complicado, pues basados en la experiencia histórica podemos afirmar que “para ser el líder [mundial] no basta con ser el más fuerte. Un líder necesita concitar la adhesión de los demás con su ejemplo, su generosidad y su empatía. Ser capaz de señalar un camino y de abrir paso siempre”. Esta fue justamente la actitud que tuvieron la Casa Blanca y el Kremlin luego de vencer al fascismo. Sin embargo, en las actuales dinámicas, Estados Unidos no está en condiciones de ejercer esa función e incluso ha renunciado a ella con las desafortunadas declaraciones del magnate-presidente.

https://www.vanguardia.com/mundo/el-nuevo-orden-global-postpandemia-AD2544299

Por otra parte, está la República Popular China como el principal aspirante al trono de primer poder del mundo que ha demostrado su efectividad en la contención del virus. Empero, el gobierno de Xi Jinping se enfrenta a condiciones poco favorables, pues si bien podría convertirse en un súper poder económico, la ausencia de prestigio político puede restar en su ambición de liderazgo mundial. En otros términos, existe un consenso en los países occidentales de rechazar de manera abierta la posición autoritaria del gobierno chino, por lo que no estarán dispuestos a sacrificar las libertades individuales a cambio de progreso tecnológico. Por su parte, el liderazgo de la Federación rusa parece depender en extremo de su hombre fuerte, Vladimir Putin, con lo cual, un escenario sin su autoridad restaría en el perfil de Rusia y podría ser insostenible un liderazgo de la Unión Soviética. Pareciese que Moscú está más interesado en consolidar su influencia regional más que convertirse en el primer referente mundial, aunque como anunciábamos al inicio, todo podría cambiar con la producción y distribución de la vacuna.

https://elfarodeceuta.es/puertas-orden-mundial-pospandemia/

Otro jugador importante dentro del tablero geopolítico es un bloque económico que ha mostrado grandes fisuras en la toma de decisiones: la Unión Europea. El grupo de los 27, caracterizado por ejercer el poder blando (salvo algunas excepciones como Kosovo), se convirtió en un paradigma de integración y cooperación. Sin embargo, la reacción de la UE frente a la gestión del coronavirus ha demostrado una fragmentación nunca antes vista, sin una estrategia unificada de contención, sin solidaridad ni líderes en medio de la adversidad. Por esa razón, para algunos analistas esta situación podría hacer incrementar la popularidad de movimientos antieuropeos (muchos de ellos de ultraderecha) que pueden llegar con fuerza en el escenario post-pandemia. Además, debe considerarse el Brexit como una circunstancia que puede agudizar la ya precaria unidad europea. En todo caso, a pesar de salir de esta situación, y debido a sus debates internos, la UE no tiene el potencial del líder mundial, por lo que el puesto continuaría vacante.

Es poco lo que otros países pueden hacer para convertirse en líderes mundiales, probablemente la diplomacia árabe o el bloque económico del sudeste asiático tengan un papel importante en la reactivación de la economía en un escenario post-pandemia, pero no reunirán las condiciones para entronarse como hegemónicos en el tablero geopolítico.  También debe tenerse en cuenta que el coronavirus es una crisis sobre otras crisis. De hecho, antes de la extensión masiva de la enfermedad, asistíamos a una guerra de precios en hidrocarburos que involucraban a Rusia, Arabia Saudita y los Estados Unidos. De la misma forma, los conflictos de baja intensidad en Siria, Yemen, Afganistán o Libia hacían parte del panorama mundial, así como el enfrentamiento económico entre Washington y Pekín que involucra la tecnología 5G. En consecuencia, es ilusorio pensar que estas situaciones desaparecerán una vez controlada la pandemia, ese es el motivo por el cual, se considera al COVID-19 como un acelerador de todas las problemáticas mundiales.

Con todo lo dicho anteriormente es posible afirmar que nos enfrentamos a un futuro incierto. Por una parte, el coronavirus ha permitido que los recursos públicos tomen mayor relevancia que los privados e incluso muchos debates se han centrado en la renta básica universal como alternativa para solucionar la precaria situación de millones de personas, hecho que requiere de un Estado sólido e interventor, tan criticado por las teorías neoliberales. Por otra parte, es claro que los estados nacionales resurgen con fortaleza inusitada, pues ellos han sido los protagonistas de la gestión de la crisis, poniendo en entredicho lo que veíamos con el caso de la débil integración europea en medio de la pandemia.

Las posturas mencionadas se pueden concretar en los razonamientos de dos de los pensadores más importantes de la actualidad: Slavoj Zizek y Byung Chul- Han. Para el primero, la pandemia ocasionará una crisis estructural en el sistema económico capitalista que llevará a la creación de una sociedad alternativa de cooperación y solidaridad, es decir, la crisis como oportunidad. Por su parte, Han advierte que una vez superada (parcialmente) la pandemia, se producirá un mayor aislamiento e individualización de la sociedad, caldo de cultivo eficaz para que el capitalismo regrese con mayor fuerza.. Independientemente de la lectura que cada analista tenga (lo cual se convierte en un asunto de terreno subjetivo), lo cierto es que el coronavirus ha traído consigo un escenario de reconfiguración geopolítica que podría llevar a los Estados Unidos a perder su prestigio y con ello ocasionar que el puesto de líder mundial quede vacante.

https://cronicon.net/wp/jaque-eneko/

 

Diciembre 2020

El ciberespacio, nuevo escenario de confrontaciones

Por:  Rodrigo Bernardo Ortega

The New York Times: Ciberataque sacude cimientos de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU

Hasta hace muy poco tiempo se conoció de un ciberataque dirigido en contra de las Naciones Unidas en el verano de 2.019. Aunque intentó mantenerse en el anonimato, se pudo conocer que los servidores de la red informática de la ONU en Ginebra y Viena sufrieron sendos ataques cibernéticos, en particular las oficinas dedicadas a la protección de los derechos humanos y el departamento de recursos humanos.

El representante de la organización, Stéphane Dujarric, dijo con muchos titubeos que no se informó a la opinión pública del suceso pues no se logró determinar con precisión los alcances

de las acciones. Sin embargo, hay mucho por esclarecer en esta circunstancia y suena más a excusa que cualquier otra cosa las declaraciones del alto funcionario. Al margen del acontecimiento, el ataque a la ONU, habla de una nueva dinámica a la que estaremos abocados en los próximos años: un escenario de confrontación cibernética. Por supuesto, este tipo de temáticas despierta suspicacias por parte de diversos actores, entre ellos, el gobierno de los Estados Unidos, siempre tan atento en la reconfiguración de escenarios de disputa geopolítica.

¿Puede Irán ganar una ciberguerra a Estados Unidos?

En efecto, el ciberespacio constituye hoy por hoy un nuevo instrumento de influencia política en el sistema internacional. Los grandes poderes mundiales pugnan por establecer su dominio en diversas zonas de influencia. El propósito de este tipo de estrategias ha sido articular espacios de control que generen un ambiente de constante dependencia a la tecnología y la ciberseguridad. Este escenario es muy similar a las

descripciones realizadas por el teórico argentino Raúl Prébisch sobre la teoría de la dependencia en el marco de sus reflexiones como Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL). De acuerdo con Prébisch y los cepalinos, existe una dinámica entre centro y periferia en la cual los Estados industrializados explotan recursos y medios de producción que son llevados a sus naciones, transformados y vendidos como bienes y servicios a los países emergentes desde donde se extrajeron dichos recursos. De esa manera, se genera un círculo vicioso de dependencia en donde los países del centro aseguran su subsistencia mediante el domino y la explotación de las naciones periféricas.

En las actuales circunstancias está sucediendo algo similar: el control del ciberespacio por parte de poderosos gobiernos como el de Estados Unidos, busca construir en torno suyo un conjunto de Estados leales y subalternos a sus caprichos.

Esta nueva dinámica daría origen al “cibervasallaje” en el que Washington puede prolongar su dominio histórico, por ejemplo, en países como Colombia. Así pues, ya no sólo se utilizaría el territorio mediante la ocupación de facto con el establecimiento de bases y mandos militares, sino además con la creación de centros de espionaje cibernético para llevar a cabo ataques sorpresivos a naciones enemigas del imperio norteamericano. De hecho, no debe perderse de vista como declara Daniel Markuson (experto en tecnologías digitales) que en este año 2.020 habrá más de 80 elecciones en todo el mundo, por lo cual no es difícil predecir que tanto políticos como hackers tratarán de entrometerse en la elección de los votantes.

En el caso norteamericano, esto aplica no solamente en las elecciones en su propio territorio, sino en las elecciones que pueda llegar a tener influencia. Nuevamente, encontramos a

Colombia, en donde el hastío del pueblo a la clase política tradicional ha llegado a niveles importantes, de ahí que las elecciones de 2.022 tengan el foco de poderes internacionales por un posible viraje a un gobierno progresista. En todo caso, debe considerarse que la Casa Blanca no perderá fácilmente su poder sobre uno de sus Estados vasallos más leales.

En consecuencia, a causa del pobre desarrollo tecnológico que tiene una nación como Colombia, puede llevar a convertirla en presa fácil de las ambiciones de Washington. Por tanto, sumado al servilismo económico y político de vieja data (que inició incluso con la declaración de independencia de España), ahora se suma una subordinación en términos cibernéticos que traería nefastos resultados para el interés nacional colombiano. No obstante, es tradicional esa noción servil y rastrera con la que la élite política de Bogotá ha servido a los intereses de sus jefes del norte. Ahora bien, el peligro inmediato que puede derivarse de una circunstancia como aquella es que a mediano y largo plazo puede llevar a la desestabilización de gobiernos que contravengan las órdenes de Washington y generar una situación de autoritarismo tecnológico. Haciendo un parangón con otras épocas, la influencia del Pentágono puede llevar a crear nuevos escenarios de control sobre América Latina al estilo de las truculentas dictaduras de mediados del siglo XX.

https://es.wikipedia.org/wiki/Cibercomando_de_Estados_Unidos#/media/Archivo:2010-05-14-USCYBERCOM_Logo.jpg

La situación más preocupante es la ausencia de regulación internacional del ciberespacio, por lo cual ningún país puede sentir salvaguardadas sus redes informáticas gubernamentales. No en vano, uno de los miedos más radicales de Whasington es el inicio de una posible ciberguerra con Irán, pues la nación persa puede realizar ataques híbridos en los que se combine sabotajes y ataques haciendo uso de drones para arremeter en contra de las instalaciones petroleras de socios de Estados Unidos como Israel o Arabia Saudita. No debe olvidarse, sin embargo, que el primer saboteador del mundo duerme en la Casa Blanca y que, por ello, las redes informáticas de infraestructura crítica y militar de otros países, están en

riesgo por las ambiciones de ese gobierno. El gran cambio que se ha generado en las dinámicas actuales es el hecho de pensar en otros escenarios de guerra en el cual ya no enfrentan dos ejércitos convencionales, sino un grupo de hackers que pueden generar devastación a poblaciones enteras.

Es claro que Washington ve el ciberespacio como un territorio de guerra en el que cualquier país puede convertirse eventualmente en un competidor informático y agresor potencial de ese país. En este escenario, Estados Unidos está promoviendo un sistema de seguridad informático internacional bajo la égida de la ONU, estrategia que tiene dos intenciones:

Por una parte, asegurarse el control internacional, eliminando la injerencia de “pequeños países”, pues todo ello se gestionaría desde el Consejo de Seguridad y, en segunda medida, ponerse en situación de paridad con otros grandes poderes mundiales como China o Rusia y así evitar ataques sorpresa.

En este sentido, la regulación internacional del ciberespacio será determinante para que Estados Unidos pueda erigirse como un actor relevante dentro del concierto internacional. Es oportuno recordar en esta circunstancia que la carrera armamentista está siendo progresivamente reemplazada por otro tipo de competencia global. Estamos asistiendo a una nueva Guerra Fría en la que los diferentes Estados se disputan posiciones estratégicas, pero en territorios etéreos y deslocalizados.

http://www.juventudrebelde.cu/suplementos/informatica/2017-02-22/el-nuevo-universo-y-la-intimidad-cero

Para ilustrar lo anterior, tenemos el caso de la guerra comercial entre Estados Unidos y China que inició a mediados de 2.019 y que tuvo como telón de fondo el origen y propagación de la tecnología 5G, carrera que la Casa Blanca se niega a perder. El aumento de aranceles por un supuesto desbalance comercial sólo fue la excusa impulsada por la administración Trump al ver cómo el gigante chino Huawei se adelantaba definitivamente en la consecución de una tecnología móvil capaz de ofrecer mayor velocidad, menor tiempo de latencia y mayor cantidad

de equipos que pueden conectarse a una misma base. De manera que las recientes decisiones adoptadas por el magnate-presidente son tan sólo pataletas de ahogado frente al imparable ritmo de la tecnología china. Ahora, el gobierno Trump va detrás del gigante de compras online Alibaba tras despacharse contra la aplicación Tik Tok, según se dijo por “razones de seguridad”. El problema es que Washington buscará influenciar a sus gobiernos vasallos para que persigan su misma directriz. El mensaje es claro: “el único que puede espiar al mundo y generar guerras cibernéticas es Estados Unidos”.

Por esa razón, es fundamental destacar las palabras de Roberto Uzal, director de la maestría en ciberdefensa y ciberseguridad de la UBA en Argentina: «entre países no hay amigos ni enemigos: sólo hay intereses compartidos y muy acotados en el tiempo». Esta frase resume en buena medida el fenómeno al que nos estamos enfrentando.

Mientras el gobierno de Colombia, liderado por un pseudopresidente cree y repite ser un “socio estratégico” de Washington, la realidad es que es un simple servidor de los intereses del imperio del magnate-presidente. Pero no debe escatimarse el hecho de que Estados Unidos está siendo consciente de su debacle internacional. En efecto, la pandemia del coronavirus ha puesto en evidencia el poco nivel de respuesta que tiene la Casa Blanca para gestionar una situación de estas dimensiones, por lo que entregar el estandarte de líder mundial es algo que se avizora en un futuro cercano (Ver Coronavirus e Imperios ). Sin embargo, el Pentágono peleará con las fuerzas del herido para continuar siendo un importante referente mundial, de ahí que la ciberguerra se configure como un posible escenario de renacimiento de los poderes imperiales.

Ciberguerra: nuevo ataque a instalaciones de Israel

Otro de las profundas consecuencias que se pueden derivar del actual fenómeno es el ciberpatrullaje. So pretexto de mantener información diáfana en torno al número de contagios por coronavirus, los servicios de inteligencia de varios países han estado patrullando y extrayendo información de la ciudadanía en diversas partes del mundo. Como si se tratara de gobiernos autoritarios, el propósito de estas acciones es ejercer control a como dé lugar. En este punto ya debe sonar familiar la estrategia del Pentágono después de los atentados a las torres gemelas, donde se promovió un ambiente de “salvaguardar la seguridad internacional”, algo que derivó en la persecución e invasión de países en Medio Oriente. Pues bien, actuando de manera similar, Washington busca promover una campaña de persecución por diversos medios empleando la tecnología para eliminar a sus adversarios.

A manera de epílogo podemos mencionar que las ciberguerras no son un asunto de ciencia ficción. Por el contrario, son confrontaciones muy reales que permitirán a ciertos Estados (re)posicionarse en el plano internacional. Esta circunstancia ha surgido como un nuevo camino de disputa y ha recordado las carreras tecnológicas propias de la Guerra Fría. Por esa razón, Estados Unidos como poder en decadencia está llamado a reconfigurar sus estrategias para evitar perder su poder de influencia en el mundo. El objetivo central de la Casa Blanca será articular una compleja red de influencias capaz de crear en torno suyo una serie de “cibervasallos” desde donde espera seguir ejerciendo control del destino político del mundo. Nunca en la historia de la humanidad había existido un Estado tan terco a la hora de aceptar su debacle como potencia, razón por la cual, los Estados libres del mundo deben estar atentos para no perder su independencia informática en detrimento de las más odiosas ambiciones imperial

EL CIBERESPACIO, NUEVO ESCENARIO DE CONFRONTACIONES

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Hasta hace muy poco tiempo se conoció de un ciberataque dirigido en contra de las Naciones Unidas en el verano de 2.019. Aunque intentó mantenerse en el anonimato, se pudo conocer que los servidores de la red informática de la ONU en Ginebra y Viena sufrieron sendos ataques cibernéticos, en particular las oficinas dedicadas a la protección de los derechos humanos y el departamento de recursos humanos.

El representante de la organización, Stéphane Dujarric, dijo con muchos titubeos que no se informó a la opinión pública del suceso pues no se logró determinar con precisión los alcances de las acciones. Sin embargo, hay mucho por esclarecer en esta circunstancia y suena más a excusa que cualquier otra cosa las declaraciones del alto funcionario. Al margen del acontecimiento, el ataque a la ONU, habla de una nueva dinámica a la que estaremos abocados en los próximos años: un escenario de confrontación cibernética. Por supuesto, este tipo de temáticas despierta suspicacias por parte de diversos actores, entre ellos, el gobierno de los Estados Unidos, siempre tan atento en la reconfiguración de escenarios de disputa geopolítica.

https://www.muyseguridad.net/2020/01/10/puede-iran-ganar-una-ciberguerra-a-estados-unidos/

En efecto, el ciberespacio constituye hoy por hoy un nuevo instrumento de influencia política en el sistema internacional. Los grandes poderes mundiales pugnan por establecer su dominio en diversas zonas de influencia. El propósito de este tipo de estrategias ha sido articular espacios de control que generen un ambiente de constante dependencia a la tecnología y la ciberseguridad. Este escenario es muy similar a las descripciones realizadas por el teórico argentino Raúl Prébisch sobre la teoría de la dependencia en el marco de sus reflexiones como Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL). De acuerdo con Prébisch y los cepalinos, existe una dinámica entre centro y periferia en la cual los Estados industrializados explotan recursos y medios de producción que son llevados a sus naciones, transformados y vendidos como bienes y servicios a los países emergentes desde donde se extrajeron dichos recursos. De esa manera, se genera un círculo vicioso de dependencia en donde los países del centro aseguran su subsistencia mediante el domino y la explotación de las naciones periféricas.

En las actuales circunstancias está sucediendo algo similar: el control del ciberespacio por parte de poderosos gobiernos como el de Estados Unidos, busca construir en torno suyo un conjunto de Estados leales y subalternos a sus caprichos.

Esta nueva dinámica daría origen al “cibervasallaje” en el que Washington puede prolongar su dominio histórico, por ejemplo, en países como Colombia. Así pues, ya no sólo se utilizaría el territorio mediante la ocupación de facto con el establecimiento de bases y mandos militares, sino además con la creación de centros de espionaje cibernético para llevar a cabo ataques sorpresivos a naciones enemigas del imperio norteamericano. De hecho, no debe perderse de vista como declara Daniel Markuson (experto en tecnologías digitales) que en este año 2.020 habrá más de 80 elecciones en todo el mundo, por lo cual no es difícil predecir que tanto políticos como hackers tratarán de entrometerse en la elección de los votantes.

En el caso norteamericano, esto aplica no solamente en las elecciones en su propio territorio, sino en las elecciones que pueda llegar a tener influencia. Nuevamente, encontramos a Colombia, en donde el hastío del pueblo a la clase política tradicional ha llegado a niveles importantes, de ahí que las elecciones de 2.022 tengan el foco de poderes internacionales por un posible viraje a un gobierno progresista. En todo caso, debe considerarse que la Casa Blanca no perderá fácilmente su poder sobre uno de sus Estados vasallos más leales.

En consecuencia, a causa del pobre desarrollo tecnológico que tiene una nación como Colombia, puede llevar a convertirla en presa fácil de las ambiciones de Washington. Por tanto, sumado al servilismo económico y político de vieja data (que inició incluso con la declaración de independencia de España), ahora se suma una subordinación en términos cibernéticos que traería nefastos resultados para el interés nacional colombiano. No obstante, es tradicional esa noción servil y rastrera con la que la élite política de Bogotá ha servido a los intereses de sus jefes del norte. Ahora bien, el peligro inmediato que puede derivarse de una circunstancia como aquella es que a mediano y largo plazo puede llevar a la desestabilización de gobiernos que contravengan las órdenes de Washington y generar una situación de autoritarismo tecnológico. Haciendo un parangón con otras épocas, la influencia del Pentágono puede llevar a crear nuevos escenarios de control sobre América Latina al estilo de las truculentas dictaduras de mediados del siglo XX.

https://es.wikipedia.org/wiki/Cibercomando_de_Estados_Unidos#/media/Archivo:2010-05-14-USCYBERCOM_Logo.jpg

La situación más preocupante es la ausencia de regulación internacional del ciberespacio, por lo cual ningún país puede sentir salvaguardadas sus redes informáticas gubernamentales. No en vano, uno de los miedos más radicales de Whasington es el inicio de una posible ciberguerra con Irán, pues la nación persa puede realizar ataques híbridos en los que se combine sabotajes y ataques haciendo uso de drones para arremeter en contra de las instalaciones petroleras de socios de Estados Unidos como Israel o Arabia Saudita. No debe olvidarse, sin embargo, que el primer saboteador del mundo duerme en la Casa Blanca y que, por ello, las redes informáticas de infraestructura crítica y militar de otros países, están en riesgo por las ambiciones de ese gobierno. El gran cambio que se ha generado en las dinámicas actuales es el hecho de pensar en otros escenarios de guerra en el cual ya no enfrentan dos ejércitos convencionales, sino un grupo de hackers que pueden generar devastación a poblaciones enteras.

Es claro que Washington ve el ciberespacio como un territorio de guerra en el que cualquier país puede convertirse eventualmente en un competidor informático y agresor potencial de ese país. En este escenario, Estados Unidos está promoviendo un sistema de seguridad informático internacional bajo la égida de la ONU, estrategia que tiene dos intenciones:

Por una parte, asegurarse el control internacional, eliminando la injerencia de “pequeños países”, pues todo ello se gestionaría desde el Consejo de Seguridad y, en segunda medida, ponerse en situación de paridad con otros grandes poderes mundiales como China o Rusia y así evitar ataques sorpresa.

En este sentido, la regulación internacional del ciberespacio será determinante para que Estados Unidos pueda erigirse como un actor relevante dentro del concierto internacional. Es oportuno recordar en esta circunstancia que la carrera armamentista está siendo progresivamente reemplazada por otro tipo de competencia global. Estamos asistiendo a una nueva Guerra Fría en la que los diferentes Estados se disputan posiciones estratégicas, pero en territorios etéreos y deslocalizados.

http://www.juventudrebelde.cu/suplementos/informatica/2017-02-22/el-nuevo-universo-y-la-intimidad-cero

Para ilustrar lo anterior, tenemos el caso de la guerra comercial entre Estados Unidos y China que inició a mediados de 2.019 y que tuvo como telón de fondo el origen y propagación de la tecnología 5G, carrera que la Casa Blanca se niega a perder. El aumento de aranceles por un supuesto desbalance comercial sólo fue la excusa impulsada por la administración Trump al ver cómo el gigante chino Huawei se adelantaba definitivamente en la consecución de una tecnología móvil capaz de ofrecer mayor velocidad, menor tiempo de latencia y mayor cantidad de equipos que pueden conectarse a una misma base. De manera que las recientes decisiones adoptadas por el magnate-presidente son tan sólo pataletas de ahogado frente al imparable ritmo de la tecnología china. Ahora, el gobierno Trump va detrás del gigante de compras online Alibaba tras despacharse contra la aplicación Tik Tok, según se dijo por “razones de seguridad”. El problema es que Washington buscará influenciar a sus gobiernos vasallos para que persigan su misma directriz. El mensaje es claro: “el único que puede espiar al mundo y generar guerras cibernéticas es Estados Unidos”.

Por esa razón, es fundamental destacar las palabras de Roberto Uzal, director de la maestría en ciberdefensa y ciberseguridad de la UBA en Argentina: «entre países no hay amigos ni enemigos: sólo hay intereses compartidos y muy acotados en el tiempo». Esta frase resume en buena medida el fenómeno al que nos estamos enfrentando.

Mientras el gobierno de Colombia, liderado por un pseudopresidente cree y repite ser un “socio estratégico” de Washington, la realidad es que es un simple servidor de los intereses del imperio del magnate-presidente. Pero no debe escatimarse el hecho de que Estados Unidos está siendo consciente de su debacle internacional. En efecto, la pandemia del coronavirus ha puesto en evidencia el poco nivel de respuesta que tiene la Casa Blanca para gestionar una situación de estas dimensiones, por lo que entregar el estandarte de líder mundial es algo que se avizora en un futuro cercano (Ver Coronavirus e Imperios ). Sin embargo, el Pentágono peleará con las fuerzas del herido para continuar siendo un importante referente mundial, de ahí que la ciberguerra se configure como un posible escenario de renacimiento de los poderes imperiales.

https://www.muyseguridad.net/2020/07/20/ciberguerra-ataque-iran-israel/

Otro de las profundas consecuencias que se pueden derivar del actual fenómeno es el ciberpatrullaje. So pretexto de mantener información diáfana en torno al número de contagios por coronavirus, los servicios de inteligencia de varios países han estado patrullando y extrayendo información de la ciudadanía en diversas partes del mundo. Como si se tratara de gobiernos autoritarios, el propósito de estas acciones es ejercer control a como dé lugar. En este punto ya debe sonar familiar la estrategia del Pentágono después de los atentados a las torres gemelas, donde se promovió un ambiente de “salvaguardar la seguridad internacional”, algo que derivó en la persecución e invasión de países en Medio Oriente. Pues bien, actuando de manera similar, Washington busca promover una campaña de persecución por diversos medios empleando la tecnología para eliminar a sus adversarios.

A manera de epílogo podemos mencionar que las ciberguerras no son un asunto de ciencia ficción. Por el contrario, son confrontaciones muy reales que permitirán a ciertos Estados (re)posicionarse en el plano internacional. Esta circunstancia ha surgido como un nuevo camino de disputa y ha recordado las carreras tecnológicas propias de la Guerra Fría. Por esa razón, Estados Unidos como poder en decadencia está llamado a reconfigurar sus estrategias para evitar perder su poder de influencia en el mundo. El objetivo central de la Casa Blanca será articular una compleja red de influencias capaz de crear en torno suyo una serie de “cibervasallos” desde donde espera seguir ejerciendo control del destino político del mundo. Nunca en la historia de la humanidad había existido un Estado tan terco a la hora de aceptar su debacle como potencia, razón por la cual, los Estados libres del mundo deben estar atentos para no perder su independencia informática en detrimento de las más odiosas ambiciones imperiales.

https://images.app.goo.gl/5SVw35CtCEid2nEKA

 

Coronavirus y globalización

La globalización encadena al mundo

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

La gran paradoja que ha revelado la crisis del COVID-19 ha sido el hecho de que la globalización trajo consigo el germen de su propia destrucción. En efecto, la expansión de un virus que inició en las entrañas de China, rápidamente se instaló en lugares insospechados a causa de la velocidad de tránsito y comunicación. Para algunos analistas, la propagación de la enfermedad desnudó las desigualdades estructurales en el mundo, pues aquellos ciudadanos que pueden viajar libres -a causa de sus recursos y capital- fueron los que trajeron la enfermedad a sitios llenos de pobreza y sin margen de respuesta sanitaria u hospitalaria. En consecuencia, la “geografía del virus” se ha distribuido más en aquellos sitios sin mayores controles o herramientas de prevención. Esto sumado, por su puesto, a las respuestas llenas de ignorancia de líderes mundiales como Donald Trump, Boris Jhonson y Jair Bolsonaro que, en un primer momento, minimizaron la acción del virus y luego, lo concibieron como algo inevitable, cuando ya los muertos se contaban por miles.

Por esa razón, la promesa de la globalización de un mundo interconectado y liberal, luego de la caída del socialismo real a principios de los años noventa, se convirtió en la aparente panacea mundial. Incluso algunos autores hablaron del «fin de la historia», hecho que marcaba la victoria definitiva de los Estados Unidos y por extensión de su modelo económico. Y todo apuntaba a que era cierto: los procesos de integración en Europa, la conversión de China y el espacio post-soviético al modelo capitalista, la conectividad asegurada a través de internet y la entronización de los mercados bursátiles, por mencionar sólo algunos fenómenos. No obstante, muchos ignoraban las señales contrarias y las atribuían a pesimistas o resentidos, verbigracia, el aumento de los movimientos nacionalistas/secesionistas, el resurgimiento de partidos de ultraderecha con consignas xenófobas, los movimientos antiinmigración o políticos con discursos proteccionistas, ejemplos todos de un mundo que nunca se fue.

De ahí que la globalización tenga que ser leída como una estrategia propia del neoliberalismo que benefició a un segmento específico de la población: aquellos que cuentan con los recursos de movilización, pues los millones restantes son vistos con desconfianza y excluidos de los procesos de toma de decisiones. Sin embargo, dejando de lado la discusión sobre la aporofobia, el COVID-19 plantea una interesante reflexión sobre el futuro del fenómeno globalizador que será atendido y desarrollado en las siguientes líneas. Lo primero que hay que mencionar es la paradoja con la que inició este texto: la propagación del virus es una consecuencia inmediata de la globalización. Es decir que la promesa de un mundo unido e interconectado fue el caldo de cultivo ideal para la propagación acelerada de la enfermedad.

La propagación del virus es una consecuencia inmediata de la globalización

Dicho de otro modo, «el aumento de la movilidad de las personas que tantas bondades ha supuesto a la sociedad y a la economía en las últimas décadas se ha convertido en el mejor aliado del virus». La consecuencia inmediata no ha sido otra que el aislamiento de las personas sospechosas de contraer el virus, la cancelación de rutas comerciales y aéreas, el confinamiento de millones de individuos y, como no, el cierre de fronteras. Esto sin contar los innumerables problemas internos como la paranoia colectiva, las enormes desigualdades y la búsqueda de chivos expiatorios que se han centrado en los ciudadanos chinos e increíblemente, en los médicos. Todo ello lleva a preguntarse, ¿El mundo post-pandemia supondrá el fin de la globalización? La respuesta es compleja y requiere de múltiples aristas de análisis. En efecto, por una parte, podría considerarse que los movimientos antiglobalización tenían razón y que en aras de salvaguardar la humanidad de futuros brotes infecciosos es necesario desarrollar estrategias autárquicas y proteccionistas. Por otro lado, están los sectores reacios a perder la unión económica global y por eso le apuestan a la integración solidaria (la cual ha brillado por su ausencia) para superar este impase de la humanidad.

¿Qué hacer para salvar a la humanidad de futuros brotes infecciosos?

Aunque suele decirse que las grandes catástrofes son las parteras de soluciones y líderes de las mismas dimensiones, lo cierto es que la pandemia del COVID-19 puede transformar al mundo tal y como lo conocemos. Enfermedades y pestes estuvieron en el telón de fondo de la caída de grandes sociedades e imperios y que la debacle de los Estados Unidos no será la excepción. En esta misma línea se encuentra la opinión del filósofo político, John Gray, para quien “el apogeo de la globalización ha llegado a su fin”, éste estará caracterizado por la caída de gobiernos, una ruralización generalizada, la restricción de viajes comerciales, la desintegración de la Unión Europea al estilo del “Sacro Imperio Romano” y el ascenso de la extrema derecha; en una palabra estamos asistiendo al desmoronamiento del «orden mundial». Algunas voces han caracterizado este fenómeno como la “desglobalización”, un proceso consecuente que puede derivar en peligrosas circunstancias como el auge de nacionalismos xenófobos y el proteccionismo económico.

En relación con lo anterior, no debe perderse de vista que el período de entreguerras en Europa suscitó el desarrollo del fascismo y significó un fuerte retroceso al comercio internacional. Y aunque la pandemia no puede compararse con la carnicería de un conflicto bélico, sus consecuencias sí han sido alarmantes, por ejemplo, en tan solo 18 días del coronavirus se perdieron la misma cantidad de empleos que en el periodo posterior a la segunda guerra mundial, con la diferencia que esto se produjo 799 días después. Además, siguiendo a la teoría liberal en las Relaciones Internacionales, la interdependencia compleja asegura que dos Estados no entran en conflicto directo a causa de las consecuencias que se pueden derivar de esta decisión. En pocas palabras, si se decidiera atacar a otro país, esto provocaría un gran peligro, sería como una espada de Damocles. Por eso, de acuerdo con estos teóricos la cooperación y el diálogo resultan mucho más eficientes que el conflicto. No obstante, no debemos perder de vista que la globalización sólo beneficia a un sector social, aquel que cuenta con los recursos necesarios para viajar y negociar.

A pesar de no ser una de las voces autorizadas en el tema -y hasta en cierto sentido, uno de sus causantes-, el multimillonario Bill Gates trae a colación que el coronavirus «nos enseña que todos somos iguales (…) nos recuerda que las fronteras falsas que hemos puesto tienen poco valor ya que este virus no necesita pasaporte”. Resulta hipócrita, sin embargo, que el hombre más rico del mundo hable de “igualdad” cuando tiene asegurado el acceso básico a alimentos y otros bienes, en contraste a millones de personas que sobreviven en situaciones paupérrimas. Las desigualdades estaban antes del coronavirus y seguirán allí después de que pase la catástrofe. También debe destacarse que el período neoliberal de los años ochenta es sólo una fase más de la globalización, para algunos especialistas inició en el siglo XV con el llamado “descubrimiento de América” y la expansión del comercio mundial o incluso tiene sus orígenes en la Ruta de la Seda en la dinastía Han.

Las multinacionales farmacéuticas obtendrán jugosos dividendos por esta pandemia

Otro de los escenarios que puede caracterizar la “nueva normalidad” será un aparente retorno a la integración económica mundial, donde los grandes triunfadores serán las multinacionales farmacéuticas que obtendrán jugosos dividendos a costa de la necesidad de la cura. Y aunque la Organización Mundial de la Salud ha insistido en la gratuidad del medicamento, no es descabellado pensar que nuevamente todo estará orientado por la oferta y la demanda. De hecho, al estilo de la carrera espacial en tiempos de la Guerra Fría, el país que primero obtenga una cura efectiva tendrá enormes ganancias en posicionamiento y prestigio, de ahí que Estados Unidos esté en una situación tan compleja, pues de no encontrar la vacuna, tendrá que entregar irremediablemente el estandarte de primera potencia mundial. Esta lectura, menos apocalíptica, se basará en un retorno paulatino a la integración económica global, aunque los Estados serán mucho más cautos a la hora de establecer relaciones comerciales.

De otro lado, es importante mencionar la perspectiva del filósofo coreano-alemán Byuung-Chul Han, quien en un texto revelador titulado “la emergencia viral y el mundo del mañana”, propone su interpretación del por qué en el oriente asiático parece haber una mejor gestión del coronavirus. Según Han, Estados como Japón, Corea, China, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria derivada de su tradición cultural (confucianismo), acompañada de sociedades menos renuentes y más obedientes que, por ejemplo, en Europa o América Latina. Otro de las ventajas, de acuerdo con el filósofo es la vigilancia digital, con lo cual, el big data encierra un potencial inimaginable para defenderse de la pandemia. En China, por ejemplo, hay 200 millones de cámaras de vigilancia con técnicas muy eficientes de reconocimiento facial, hecho que permitió controlar la propagación por medio de un cerco epidemiológico, avisado a través de mensajes de texto. La reflexión de fondo que orienta el artículo de Han es la consideración sobre el dilema entre democracia (libertad) y autoritarismo (eficiencia). Por supuesto que el control de la pandemia es mucho más efectivo en países cuyos índices de libertad están más restringidos, hecho que según el pensador coreano llevará a replantearse en occidente las formas de gobernar, razón por la cual, la tentación a los gobiernos populistas autoritarios no es una coincidencia.

Tomando en cuenta todos los elementos anteriormente mencionados, es posible concluir que la pandemia del COVID-19 está empujando a una reestructuración de las relaciones socioeconómicas mundiales. En el texto intentamos abordar varias perspectivas: desde una visión de la “desglobalización” caracterizada por el ascenso de gobiernos nacionalistas y de fronteras cerradas, hasta una postura mucho más morigerada en donde la integración económica seguirá siendo parte del panorama de países que le apostarán a una reconstrucción colectiva. Si bien, no podemos anticiparnos a lo que sucederá (y nadie, de hecho, puede hacerlo), lo cierto es que los cambios provocados generarán que estemos asistiendo a una transformación en el orden mundial donde se comience a explorar alternativas al extremo individualismo y el culto de mercado tan característicos en occidente y que tanto daño le han causado a millones de personas.

El culto del mercado libre le ha causado mucho daño a millones de personas.

CORONAVIRUS e IMPERIOS

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Los virus son simplemente moléculas que se preocupan únicamente de reproducirse en gran manera y lo más rápido posible. Lo que nos distingue a los seres vivos de dichos virus es una función de relación: necesitamos una sociedad en la cual participar y compartir. Ahora bien, si subimos en la escala biológica, encontramos que la diferencia entre una plaga y nosotros los humanos está ligada a una función de arraigo: cuidar de un país que nos protege como individuos.

Los virus acompañan al hombre desde sus comienzos como homo sapiens. Comencemos con una leyenda narrada por Walter Ledermann:

Hace unos veinte mil años, un hechicero cro-magnon regresaba de un retiro de tres días en el monte, donde había estado recolectando yerbas mágicas, cuando le informaron que uno de los hombres había llegado enfermo después de una larga jornada. Seguro de su poder curativo -la ignorancia hace audaces a los médicos- se recubrió con su vestimenta de venado y fue a verlo. Apartó el cuero que tapaba la entrada de la caverna e iluminó al enfermo con su antorcha. De inmediato dio un respingo, retrocedió espantado, ordenó levantar el campamento y huir hacia un incierto fin en medio de la noche. En la pustulosa cara del enfermo había reconocido la viruela -o alguna peste similar de la época- cuya horrorosa imagen había recibido a través de los relatos sucesivos de su padre y de su abuelo, y sabía que la muerte era inevitable.

Esta ha sido siempre la primera humana reacción a las terribles pandemias: pánico. Un miedo súbito, extraordinario, que oscurece la razón. Al pánico sigue la huida, como consecuencia ineludible.

Repasemos la historia de las grandes epidemias que ha sufrido la humanidad:

Fue Tucídides, padre de la geografía política, el primer hombre en documentar de manera detallada la primera epidemia (enfermedad que afecta a un determinado grupo humano en un ámbito temporal concreto), la cual sucedió en Atenas por allá en el año 430 A.C. Provino de Etiopía, parece que era una especie de fiebre tifoidea, dejando un saldo estimado de 100.000 a 300.000 muertos, entre ellos el inolvidable Pericles, facilitando el triunfo de Esparta, asestando un golpe mortal a la hegemonía de Atenas sobre la antigua Grecia y con efectos devastadores sobre el destino de dicha civilización.

A la llamada peste de Atenas siguieron muchas otras con iguales efectos adversos sobre los diferentes imperios:

Como Grecia, en el siglo II Roma también tuvo su gran plaga, en tiempos de Marco Aurelio, quien además fue una de sus insignes víctimas. La peste antonina – llamada así por el propio emperador, que pertenecía a la familia de los antoninos – fue devastadora en la capital, Roma, y se extendió por toda Italia llegando incluso a las Galias. La peste causaba ardor en los ojos y en la boca, sed y abrasamiento interior, fetidez en el aliento, piel enrojecida, tos violenta, gangrenas, delirios y muerte a los nueve días. No sobra recordar que este fue el principio del fin del imperio romano.

El imperio bizantino también tuvo su peste: El emperador Justiniano padeció una terrible plaga que pudo originarse en Egipto, según la describe Procopio y que comenzaba por una fiebre súbita, seguida de hinchazones en las axilas, los muslos y detrás de las orejas. La llamada peste justiniana, fue terriblemente letal, mató a más de 600.000 personas, a razón de unas 10.000 al día y marcó el comienzo del final de la hegemonía de Constantinopla frente a godos y árabes.

No olvidemos la más famosa de todas, la peste bubónica ó peste negra, la primera pandemia (epidemia que afecta a un área mucho mayor, ya sea un continente o incluso el planeta entero como en el caso actual) de la Edad Media, que asoló todo el continente europeo desde mediados del siglo XIV. Llegó desde Asia a través de los comerciantes italianos que seguían la ruta de la seda, su letalidad fue terrible, en algunas zonas alcanzó a los dos tercios de la población y generó una gran despoblación que afectó principalmente al campo, significando el comienzo del fin del sistema feudal al alterar la oferta de alimentos y tierras.

En menor escala, pero igualmente destructiva, fue la epidemia de tifus que afectó al ejército de Napoleón en su campaña de invasión a Rusia, planteando el inicio de la destrucción del imperio francés.

 

Cómo vimos, una y otra vez las epidemias han marcado el ocaso de imperios a través de los siglos, por ello podemos concluir sin temor a equivocarnos que la actual pandemia, marcará el inicio del colapso del imperio norteamericano y su hegemonía en gran parte del globo terráqueo.

 

Un análisis detallado nos ratifica la veracidad de la anterior afirmación.

El inicio de este nuevo milenio ha venido mostrando las siguientes tendencias:

Estados Unidos, potencia hegemónica hasta finales del milenio anterior, ha comenzado su imparable proceso de declinación de su poderío.

China y Rusia se han comenzado a perfilar de manera nítida como las potencias crecientes que vienen desafiando cada vez más a la potencia hegemónica.

La Unión Europea camina lentamente hacia la desintegración, con elementos más visibles como BREXIT y otras menos visibles como la crisis del EURO que siempre está ahí latente.

Éstas tendencias se han visto aceleradas con la actual pandemia del coronavirus y la recesión concomitante, por lo cual, con la aceleración de tendencias pre-existentes, lo que veremos es que Estados Unidos declina más velozmente, China y Rusia emergen más rápido y la Unión Europea se desintegrará con una mayor aceleración.

Desde el mucho antes de comenzar esta crisis del coronavirus, el Imperio norteamericano decidió tomar las peores decisiones posibles y Trump contribuyó en gran medida a la falta de preparación del país, veamos:

 

Desde el inicio de su mandato, Trump se obsesiona con la eliminación del sistema de Salud implementado por la administración anterior y conocido como Obamacare. Después de arduas luchas legislativas, en el otoño de 2.017,    Trump consigue retirar las ayudas de Obamacare para las personas con menos recursos.

 

Además, según lo afirma la BBC en enero de 2.018: Los congresistas republicanos también dinamitaron Obamacare rechazando el requisito de que todos los estadounidenses contraten seguros de salud. Dicha medida conlleva a que los ciudadanos más sanos se queden sin seguro hasta que se enfermen, lo cual incrementará las primas.

 

Trump no se limitó a desmantelar el sistema de salud de los norteamericanos, sino que arremetió de manera violenta contra las instituciones de salud internacionales: Ya en febrero de 2.018 solicitó al Congreso una reducción de casi el 50% de los aportes de los Estados Unidos la Organización Mundial para la salud OMS.

Pero hay más: en el mes de mayo de 2.018, coincidiendo con el nombramiento del etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien fuera ministro de Salud de su país entre 2005 y 2012, destacándose en el combate de enfermedades infecciosas, Trump anunció un recorte del 25% de los aportes de Estados Unidos a la OMS. En su posesión, Ghebreyesus dijo de manera premonitoria: Necesitamos un nuevo programa porque hay que estar preparados para cualquier epidemia, en cualquier lugar y momento.

 

Para completar el cuadro de las “brillantes ideas”  del presidente de USA, en la primavera de 2018,  Trump acabó con el equipo encargado de responder a las pandemias, incluida la partida de su jefe, el Contralmirante Timothy Ziemer.

Claro que las más fatídicas decisiones, las ha tomado Trump en el 2.020, veamos la cronología informada tanto por la BBC como TELEMUNDO:

El 22 de enero, sólo día después que Estados Unidos confirmara su primer caso de coronavirus, el presidente Donald Trump aseguró desde el Foro de Davos que la situación estaba controlada: «Es solo una persona que vino de China y lo tenemos bajo control. Todo va a estar bien», afirmó en una entrevista con el canal estadounidense CNBC.

Pasaron los días y, pese a las denuncias de inacción por parte de expertos y críticos del gobierno, Trump insistía en que el virus iba a «desaparecer» como si se tratase de un milagro.

El 26 de enero, «El riesgo para los estadounidenses sigue siendo muy bajo. Cuando tienes 15 personas… en un par de días va a bajar y acercarse a cero. Es muy buen trabajo el que hemos hecho», defendió Trump.

El 3 de febrero por fin el gobierno Trump impone restricciones a los vuelos provenientes de China, anunciando cuarentena obligatoria, pero los estados luchan, cada uno por su cuenta, por llevar a cabo esta estricta cuarentena y nunca reciben una notificación previa. «¿Dónde se supone que debemos poner a estas personas?»

El 10 de febrero, con 11 casos confirmados: «Mucha gente piensa que se va a ir en abril con el calor. A medida que el calor llega. Normalmente, se irá en abril» -.

El 26 de febrero sentenció Trump: Estados Unidos está «desarrollando rápidamente una vacuna» – contra el coronavirus –  Poco después, el director del gubernamental Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, Anthony Fauci, reconoció que tardará más de un año en estar lista.

Con 59 casos confirmados, Trump dice: «Y nuevamente, cuando tienes 15 personas, y las 15 dentro de un par de días se reducirán a casi cero, ese es un trabajo bastante bueno que hemos hecho».

El 27 de febrero, Trump dice que el virus “Va a desaparecer un día es como un milagro, va a desaparecer”.

El 29 de febrero, se conoce la primera muerte en el estado de Washington. Trump dice en una rueda de prensa que es una mujer de 50 años. En realidad, es un hombre.

Trump también dice que “no hay razón para el pánico”, da la cifra incorrecta de contagiados y dice que «hablamos de 22 personas en este país tan vasto. Creo que estaremos en muy buena forma». Añade que “si usted está saludable, usted pasará por un proceso y estará bien”.

El 10 de marzo, Trump dice: “¡Mantengan la calma! Todo está funcionando, muchas cosas muy buenas van a pasar”.

El 13 de marzo, ya con 50 muertos y 2.167 infectados, una reportera le pregunta a Trump si toma responsabilidad por el “fracaso” de la falta de diagnósticos de la que habló el doctor Anthony Fauci, experto en enfermedades infecciosas: “No, no tomo responsabilidad para nada”, responde.

Yamiche Alcindor de MSNBC le pregunta a Trump qué responsabilidad toma por haber eliminado el equipo de respuesta a las pandemias. Él evade la pregunta y la insulta: “Bueno, solo que eso me parece una pregunta sucia”.

Sólo 3 días después, el 26 de marzo, con el número de contagiados en más del doble y casi un 60% más de muertes, le preguntan “En una escala del 1 al 10, ¿cómo calificaría su respuesta a esta crisis?”. Trump dice: “Me daría un 10, creo que hemos hecho un gran trabajo”.

El 22 de marzo, con 34.221 infectados y 432 muertes, Trump le echa la culpa al gobierno de Obama por la respuesta de su gobierno al virus que expertos han llamado tardía e insuficiente: “Acuérdense, nosotros heredamos un sistema roto, obsoleto”.

El 25 de marzo, tras emitir la directriz de confinamiento a todos los estadounidenses: «Abriremos [el país] relativamente pronto… Me gustaría que el país abriera con energía para Semana Santa». Sólo un día después de ésta iluminada idea, Estados unidos se convirtió en el país con más infectados del mundo.

El 26 de marzo, Trump, en entrevista con Fox News: “No creo que necesiten 40.000 o 30.000 ventiladores”, ese día ya se contaban 1.200 muertes y 83.372 infectados.

El 29 de marzo, de manera increíble, el presidente habla de sí mismo en tercera persona: “El presidente Trump es un éxito en audiencia. Desde que revivió la sesión informativa diaria de la Casa Blanca, el Sr. Trump y sus actualizaciones de coronavirus han atraído a una audiencia promedio de 8.5 millones”, mostrando orgulloso su rating, pero olvidando las 2.459 muertes y los 141.921 contagiados hasta ese día.

El 30 de marzo, Trump se vio obligado a desmentirse el mismo y después de extender la recomendación de confinamiento a los estadounidenses hasta finales de abril, anunció que la recuperación llegará en el mes de junio. Pero para no pasar el día sin decir una barbaridad, Trump dice en la rueda de prensa diaria de la Casa Blanca que «Hay unos hospitales en algunos estados que piensan que necesitan ventiladores y nosotros creemos que no los necesitan».

El 13 de abril, Trump dice en la rueda de prensa diaria: «Estamos muy cerca de completar un plan para abrir el país, ojalá incluso antes de lo planeado… nuestras guías le darán la confianza a la gente para volver a la vida normal. Nuestro país va a estar abierto y va a abrir con éxito».  Según Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, el país no tiene la capacidad de hacer pruebas y rastreo de contagiados para asegurar que no habrá un rebrote de la enfermedad cuando se levanten las cuarentenas. Ya eran hasta ese día 586.941 casos y 23.640 muertes.

El 14 de abril, Trump anuncia que Estados Unidos suspenderá el envío de fondos a la Organización Mundial de la Salud mientras investigan la respuesta de la agencia internacional a la pandemia.

Finalicemos esta cronología con la siguiente perla, este 24 de abril: Trump sugiere tratar el coronavirus con «una inyección de desinfectante» o con «luz solar»:

“Por favor, no coman pastillas de detergente ni se inyecten ningún tipo de desinfectante”. El mensaje fue difundido por Twitter por el servicio de emergencias del Estado de Washington el jueves por la tarde, después de escuchar la rueda de prensa diaria del presidente del país, Donald Trump, sobre la crisis del coronavirus.  Trump había vuelto a adentrarse en pantanosos jardines científicos. Maravillado por el poder destructor que habían demostrado ciertos desinfectantes, así como la luz solar, aplicados contra el virus en el aire o en una superficie, se preguntó qué no podrían hacer para combatir al “enemigo invisible” en el interior de un cuerpo humano.

“Supongamos que golpeamos el cuerpo con una tremenda luz ultravioleta, o simplemente con una luz muy poderosa”, dijo. “Dicho eso, supongamos que traes esa luz dentro del cuerpo, a través de la piel o de alguna otra manera. Después veo el desinfectante, que lo deja KO en un minuto, ¿hay alguna manera de que podamos hacer algo así mediante una inyección? Porque ves que entra en los pulmones y hace un daño tremendo en los pulmones, así que sería interesante probarlo”.

Trump realizó esta dudosa aportación al debate después de que Bill Bryan, director de la División de Tecnología y Ciencia del Departamento de Seguridad Nacional, llevara a cabo una exposición sobre determinadas medidas para evitar la propagación del coronavirus.

El colofón de esta perla es de no te lo puedo creer: Más de un centenar de personas atendidas por ingerir desinfectante en Estados Unidos.

Todo esto cuando, al cierre de esta edición, el país llega al millón de infectados y supera largamente las 50.000 muertes.

Estas decisiones cruciales han allanado el camino para que el país norteamericano se encuentre actualmente en la mayor encrucijada de su historia.

Concuerdo con lo expresado por Alon Ben-Meir en ALAINET:

La preocupación de Trump con la economía es lo único que tiene en su mente. Como él lo ve, el continuo auge económico fue central en su campaña de reelección, y rechaza todo lo que pudiera afectar negativamente la salud de la economía. Por lo tanto, tuvo que minimizar las graves implicaciones del coronavirus, a pesar de que sabía sobre el virus a principios de enero y descartó la evidencia científica que sugiere que el impacto del virus sería catastrófico si el país no se movilizaba completamente para enfrentar la epidemia.

Para un hombre que es un narcisista auto absorbido y hambriento de poder que quiere ser reconocido como uno de los más grandes presidentes de los Estados Unidos mientras intenta desesperadamente ser reelegido, Trump no logró aprovechar la ocasión precipitada por la desafortunada llegada y propagación del coronavirus, pues en lugar de minimizar el peligro ominoso del virus, ignoró la advertencia de los principales científicos sobre las posibles consecuencias desastrosas que podría desencadenar.

Trump pudo haber movilizado desde el inicio de esta pandemia todos los recursos nacionales para enfrentar el virus, en cambio, sus decisiones han acelerado el proceso de propagación de la pandemia y con ello el inicio del fin del imperio norteamericano.

Abril de 2020

La producción de virus: las guerras del futuro, ¿hoy?

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Sin lugar a dudas estamos asistiendo a una era radicalmente distinta en la historia de la humanidad. Esto no es nuevo ni mucho menos, pues en el pasado también hubo virus devastadores como la peste bubónica o las innumerables guerras absurdas que enfrentaban a ejércitos enteros por el color de una bandera o la soberanía de un territorio y que costaban la vida de millones de personas. Sin embargo, la crisis desatada por el Covid-19 es de una proporción inimaginable al punto que las lógicas sociales y de mercado cambiarán su curso para siempre. Escribir sobre este tema tiene una complicación adicional y es que cada día, a cada minuto, crecen por el mundo los infectados y fallecidos a causa del coronavirus.

Por ejemplo, al cierre de esta redacción el mundo registra más de un millón cien mil de infectados y más de 60.000 muertos, tendencia que claramente irá al alza de acuerdo con las proyecciones de instituciones como la Organización Mundial de la Salud. El país con mayores registros es hoy Estados Unidos (con más de cuarto de millón de casos detectados y más de 7.500 muertes), luego de las patéticas decisiones del gobierno Trump de querer minimizar el impacto del virus y reducir sus efectos a los de “una simple gripa”. En un acto que castigó su soberbia e ignorancia, el inquilino de la Casa Blanca tuvo que reconocer sus errores e hizo un llamado a suspender los vuelos provenientes de Europa y a declarar la emergencia nacional que se extenderá hasta el 30 de abril.

Por esa razón, el propósito del presente texto no es el de dar cuenta de la escalada del virus ni de sus repercusiones físicas o económicas (pues pululan las reflexiones al respecto), sino de brindar una perspectiva estructural y en algún sentido proyectiva sobre el futuro de los virus como arma biológica.

En tal sentido, los mares de tinta que se han producido en torno al Covid-19 han enmascarado una serie de elementos que quisiéramos traer a colación. El primero de ellos tiene que ver con el origen mismo del virus que, de acuerdo con las versiones oficiales, surgió a partir del consumo de sopa de murciélagos. Esta hipótesis se ha reproducido sin ningún tipo de crítica y cualquier versión alternativa es acusada de constituir una “teoría conspirativa” que busca generar pánico en la población. Lo cierto es que investigaciones como la del grupo canadiense Global Research sugieren que el origen del coronavirus tuvo lugar en Estados Unidos. En efecto, de acuerdo con este grupo “el origen era desconocido durante mucho tiempo, pero parece probable ahora, según informes chinos y japoneses, que el virus se originó en otros lugares, pero comenzó a extenderse ampliamente solo después de ser introducido en el mercado de Wuhan. Según informes en japonés y otros medios, puede haberse originado en Estados Unidos”. No sería extraño entonces que estemos asistiendo a una nueva era de guerra biológica que, por supuesto, incluye el papel de las grandes potencias mundiales. Desde esta perspectiva específica, es probable que la Casa Blanca tenga parte en todo este asunto de la pandemia. Aunque pareciera contradictorio, si nos ceñimos a la hipótesis de que el virus fue introducido en el mercado de Wuhan, se diría ¿por qué Estados Unidos es hoy el principal afectado con la crisis pandémica? La respuesta podría estar en el hecho de que el Pentágono no logró dimensionar el rápido efecto contagioso que tendría el virus a causa una sociedad global interconectada, ni mucho menos esperaba que su invento pudiera jugarle en contra.

Sumado al portavoz del gobierno chino Lijian Zhao quien señaló al “ejército de Estados Unidos de llevar el virus a Wuhan”, el líder de la República Islámica de Irán (el país más afectado con el coronavirus en Medio Oriente), manifestó que dicho agente fue “fabricado específicamente para Irán usando datos genéticos de iraníes que han logrado por diferentes medios” y culpó al gobierno de los Estados Unidos de estar detrás de todo ello. Por eso rechazó la ayuda ofrecida por el gobierno Trump, pues según el propio Alí Jamenei, Estados Unidos busca “enviar gente camuflada de doctores con el objetivo de ver los efectos que su veneno ha producido en las personas”.

Pero ésta no es la única voz: En un tuit publicado el 11 de marzo, 2020, el líder del Movimiento Sadrista chiita en Irak Muqtada Al-Sadr atacó al Presidente de los Estados Unidos Donald Trump, acusándolo de ser el responsable por la propagación del coronavirus, particularmente en los países hostiles a Estados Unidos: «Me sorprendí cuando Trump dijo: ‘Estamos haciendo un gran trabajo en contra del coronavirus y la situación hubiese sido peor si no fuese por nuestra intervención a ello’». Oh Trump, tú y otros como tú son sospechosos de estar detrás de la propagación de esta enfermedad, en especial porque la mayoría de los que la padecen se oponen a los Estados Unidos»

‘Abd Al-Bari’ Atwan, periodista palestino quien vive en Gran Bretaña y es el editor del diario árabe en la red en Londres Rai Al-Yawm, escribió: «El portavoz de la cancillería de China escribió en su cuenta Twitter en inglés que el ejército estadounidense puede que haya sido responsable de introducir el coronavirus en la ciudad de Huwan, siendo esta la más afectada por la enfermedad.

De esa manera, no son pocos los gobiernos y organizaciones que han buscado señalar como el principal culpable de la creación y propagación del virus al gobierno estadounidense.. Y aunque siempre puede existir un manto de duda en torno a los orígenes de agentes patógenos, lo cierto es que muchos de ellos han sido creados en laboratorios.

De hecho, el segundo elemento de análisis es justamente el papel de los laboratorios biológicos que tiene el Pentágono apostados en diversas partes del globo. Hemos realizado una investigación exhaustiva respecto al tema y mostramos la presencia de al menos 25 laboratorios bioquímicos del gobierno norteamericano ubicados geoestratégicamente. En otras pesquisas, dimos cuenta de las investigaciones genéticas promovidas por la Casa Blanca que buscan desarrollar armas biológicas para atacar genotipos específicos como el de las etnias eslavas. De esa manera, resulta inquietante que varios de esos laboratorios biológicos estén ubicados en ex repúblicas soviéticas como Georgia, Ucrania y Kazajistán. Por ese motivo, no es para nada descabellada la preocupación del líder supremo de Irán en torno al desarrollo de virus, toxinas y bacterias que ataquen a un segmento poblacional específico que comparta ciertos rasgos genéticos.

Aunque en el presente no pueda confirmarse con certeza absoluta que el gobierno estadounidense está detrás de la crisis pandémica, sí es posible fijar la atención sobre el futuro y el control de las armas bioquímicas que tendrá el Pentágono. En este orden de ideas, el tercer factor que el riesgo del coronavirus ha traído es un escenario de futuro cercano caracterizado por el intercambio de armas biológicas capaces de confinar a la población mundial y de arrasar a una parte específica de ella. Por tanto, es probable que los Estados Unidos ya estén desarrollando un virus mortífero capaz de atacar segmentos específicos de la población, esto es, material genético de pueblos concretos. Si algo ha demostrado la pandemia del Covid-19 es que el control fáctico de la población es un asunto real que involucra variables de orden geopolítico. Con la creación de un virus es posible devastar la economía de un país y acabar con millones de personas.

De acuerdo con lo anterior, debe considerarse que se está librando una ardua batalla por la hegemonía mundial y que la guerra biológica puede ser uno de los tantos escenarios de confrontación. De hecho, hace algunos meses los mercados estaban en pánico por una guerra comercial sin cuartel que involucró a Washington y Pekín en un intercambio de poder y negociación. Bajo todo ese aparataje había una cuestión fundamental: el impulso a la tecnología 5G desarrollada por la República Popular China que Estados Unidos quiere evitar a toda costa. No es de extrañar, por tanto, que como sostiene el biólogo ruso y ex miembro de la Comisión de Armas Químicas y Biológicas de las Naciones Unidas, Igor Nikulin, “el coronavirus es un arma biológica producida por Estados Unidos durante los últimos 20 años y eso no es accidental sino un plan diseñado para utilizarse contra sus enemigos, es decir China, Irán [y Rusia]” . Según esta versión, hay virus deliberadamente creados por el departamento de investigaciones biológicas de los Estados Unidos que pretenden a toda costa evitar el ascenso de China como única potencia mundial, de ahí que tenga razón de ser el nuevo espacio para la confrontación de los grandes poderes mundiales.

Varias versiones han circulado en torno a la creación y propagación del coronavirus. Se ha hablado sobre una supuesta conspiración de farmacéuticas para la creación de vacunas y el surgimiento de un nuevo negocio como sucedió en los casos de la gripe aviar o los virus asociados a los cerdos. La realidad es que mientras el magnate-presidente sigue vociferando en contra de China, culpándola de haber sido el foco del virus, en vez de proteger a su población de la propagación que ha llegado a niveles realmente alarmantes, otros países han enfilado sus esfuerzos para acabar con la pandemia. En efecto, científicos rusos dicen tener un medicamento que bloquea el efecto degenerativo que el Covid-19 tiene en las células . Esto demuestra que mientras existen gobiernos que se culpan entre sí de la creación y propagación de los virus, existen otros que se inquietan por el futuro de la humanidad. Por esa razón, no es de extrañar que la pandemia del coronavirus nos esté alertando sobre el futuro cercano: una serie de gobiernos enfrentados a través de peligrosas bacterias y virus que logren diezmar a la población mundial. Estamos ante un nuevo capítulo de la historia de la raza humana y tenemos que estar preparados para lo peor.

Abril 2020

La WADA es un instrumento de poder político

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

En investigaciones pasadas habíamos dado cuenta de los origenes y distintos mecanismos de dopaje en el deporte mundial. En esa ocasión, se mencionó que además de organizaciones como el Comité Olímpico Internacional (COI), existían agencias especializadas que se encargaban del control del uso de sustancias prohibidas. Particularmente se relacionó a la World Anti-Doping Agency (WADA) o en español, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA).

Esta institución fue creada en 1999 con el propósito de establecer un código mundial respecto de aquellas sustancias que los deportistas no podían utilizar, pues significaría una competencia desleal frente a sus adversarios. Así pues, la WADA (AMA) cuenta con una lista específica de sustancias y métodos prohibidos dentro y fuera de competición. El deber ser de la agencia es proveer los mecanismos necesarios para evitar que deportistas de diversas disciplinas obtengan ventaja frente a sus contrincantes o, en otras palabras, que las justas deportivas se desarrollen en un ambiente de equidad y justicia.

Sin embargo, no en pocas ocasiones la WADA (AMA) ha demostrado una diferencia de criterio frente a casos puntuales, lo cual ha despertado suspicacia en distintos sectores deportivos y de la prensa. Por ejemplo, a las atletas norteamericanas como las tenistas Williams, la basquetbolista Elena Donne o la gimnasta Simone Biles, les fue permitido participar en las olimpiadas de Río 2016, a pesar de haber dado positivo en sustancias ilícitas. Pero no sólo eso: las deportistas pudieron continuar con sus carreras y seguir participando de distintas competiciones. Esta situación contrasta con atletas de otras nacionalidades (particularmente rusos) para quienes los controles y sanciones parecen ser mucho más severos.

El propósito de las penalizaciones es generar un descrédito internacional y presentar a los deportistas rusos como deshonestos. Por esa razón, la WADA (AMA) tiene un perfil de tribunal de justicia parcializado más que una agencia comprometida con la transparencia en las justas olímpicas.

En consecuencia, la agencia antidopaje funge como un instrumento de poder político, cuyo objetivo pareciese ser apartar y censurar a los deportistas de origen ruso. En efecto, la reciente sanción a la delegación de la Federación rusa raya en lo absurdo, pues es inconcebible que por la actuación de un puñado de atletas toda una delegación e incluso un país completo sea apartado de las justas deportivas. Desde esa perspectiva, si un deportista incurrió en una falla que fue investigada y probada después de un proceso imparcial y justo, es necesario que se imponga una sanción individual (que, dicho sea de paso, debe ser proporcional a la de otros competidores sin distingo de su nacionalidad), ¿pero que una nación completa sea descalificada? Esta circunstancia realmente no tiene una explicación más allá de ser una persecución con tintes políticos.

La decisión de la WADA (AMA) de excluir a Rusia por cuatro años de las grandes competiciones es un acontecimiento sin parangón en la historia del deporte. Así las cosas, la delegación de ese país no podrá tomar parte de las olimpiadas de Tokio 2020, ni tampoco de su edición de invierno en Pekín 2022. Pero quizá una de las separaciones más dolorosas será el mundial de fútbol de Qatar 2022, uno de los eventos deportivos más importantes en el mundo. La determinación fue tomada por la agencia antidopaje, la cual concluyó que Moscú » había alterado la información de los laboratorios de control mediante la implantación de evidencias falsas y que había eliminado los archivos que permitirían dar a conocer los casos de dopaje positivo». No obstante, los motivos de la WADA (AMA) no son del todo esclarecedores y el argumento de no permitir la participación a toda una delegación por la actuación de ciertos deportistas y dirigentes no es sólido ni convincente, por ello se puede pensar más en un complot por parte de los altos directivos de la agencia antidoping.

Empero, la WADA (AMA) ha manifestado que los atletas rusos que comprueben su inocencia, podrán participar en las olimpiadas pero sin representar a su país (no podrán portar bandera ni escudo), y si ganan una competencia su himno no sonará, es decir, que realizarán su actividad bajo la bandera de “atletas neutrales”. Esto es una completa humillación para una de las delegaciones históricas más importantes del mundo. De hecho, la extinta Unión Soviética obtuvo varias veces el primer lugar en el medallero general de una competición y aún se ubica en el segundo lugar histórico sólo por debajo de los Estados Unidos. Incluso una delegación joven como la rusa que ha disputado siete olimpiadas (desde 1992) acumula 153 preseas doradas. Estos datos hablan por sí solos de la gran capacidad deportiva de la Federación rusa y cómo existen intereses oscuros que quieren apartar a estos grandísimos atletas de la gloria, algo que hace recordar el boicot occidental a las olimpiadas de Moscú de 1980.

Las razones por las cuales la WADA (AMA) decidió, arbitrariamente, suspender a los atletas rusos se podrían resumir en las siguientes: a) tráfico de influencias por la lista de 23 atletas cuyos pasaportes biológicos son sospechosos; b) la desaparición de pruebas en el laboratorio de Moscú. Según un informe investigativo, las pruebas de doping positivo eran guardadas como negativo en la base de datos del laboratorio antidopaje; c) el caso de las Olimpiadas de invierno Sochi 2014, donde aparentemente la delegación rusa contaba con un “cuarto oscuro” en el que cambiaba las pruebas con doping por muestras “limpias”; d) la presentación de documentos falsos por parte de la autoridad deportiva de ese país y; e) la falsificación de datos por parte de laboratorios en Moscú.  A pesar de todo este entramado, la delegación rusa no ha tenido la oportunidad de defenderse en un proceso justo y todos los deportistas, sin importar su disciplina, han tenido que cargar con un estigma que no les corresponde.

Tomando en consideración este panorama, la autoridad antidoping debería realizar una investigación profunda y exhaustiva para determinar qué deportistas deben ser retirados de sus labores sin que sobre toda la nación recaiga una absurda sanción que genera exclusión, discriminación y una huella indeleble. En efecto, muchos atletas rusos no tienen la culpa de lo que está sucediendo y, sin embargo, sus carreras también se han afectado por la decisión deliberada de la agencia antidopaje. Además de lo anterior, no debe perderse de vista la composición de la WADA (AMA) y la influencia de los directivos británicos y de la USADA (la agencia antidopaje de los Estados Unidos, por sus siglas en inglés).

Hay que recordar que justamente Gran Bretaña buscó por todos los medios boicotear la realización de la Copa del Mundo Rusia 2018 y que el papel de sus directivos en la WADA (AMA) fue determinante para la sanción de la delegación rusa.  Todo ello sumado a la presión de Estados Unidos que busca limitar, a como de lugar, el papel geopolítico de Rusia y su permanente influencia en el mundo, pues el deporte es la extensión de la política. Por tanto, ya se especula que la próxima víctima de la agencia antidopaje puede ser la República Popular China, lo que confirmaría categóricamente la influencia política de esta agencia.

Si la WADA (AMA) quiere presentarse como una institución “justa e independiente” entonces es hora que comience a demostrarlo, pues son muchos los atletas a lo largo y ancho del globo que son culpables de doping positivo: ¿por qué sus naciones no son excluidas también de las competiciones deportivas? En este escenario es donde se comprueba que el criterio de evaluación de los casos de dopaje varía sustancialmente de país a país. Mientras deportistas de nacionalidad estadounidense o británica reciben sanciones risibles o incluso les permiten la utilización de sustancias prohibidas bajo criterio médico, otros deportistas son excluidos por años de las competencias y, como en el caso de Rusia, toda la delegación es juzgada sin derecho a la defensa.

El epílogo de este entramado es que el caso que afecta a la Federación rusa es un asunto político y no deportivo. Es imposible dejar de ser suspicaz frente al hecho de que todos los jefes de la WADA (AMA) incluido su máximo representante, Craig Reedle, son de origen anglosajón. Es por ello que constantemente las delegaciones del mundo se preguntan si los máximos directivos no están políticamente agendados. No en vano, han surgido múltiples propuestas para reformar la autoridad antidopaje. El llamado fue realizado por más de 17 delegaciones que se encuentran inconformes con la manera en la que la agencia antidopaje dirige las investigaciones. Además, resulta un claro conflicto de intereses el hecho que el actual director Craig Reedle haya sido vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI). Estas acusaciones dan cuenta de las complejas y parciales decisiones que se han tomado al interior del organismo rector antidopaje.

Con todo este panorama en mente, es necesario que se inicie un proceso consciente y continuo para que la WADA sea reformada y casos como la exclusión de toda una nación por la actuación de unos pocos deportistas, no se vuelva a presentar. En todo caso, el deporte debe primar por encima de las ambiciones políticas de unos pocos funcionarios de corbata.

Hunter Biden en Ucrania: Una historia de corrupción

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Es innegable que el magnate presidente, Donald Trump, utilizó para su propio beneficio información sensible de la seguridad de su país para fastidiar la carrera de su contendor y precandidato demócrata, Joe Biden. Sin embargo, la historia del número dos de Barack Obama no se puede ocultar con un dedo y el escándalo de corrupción de su hijo Hunter en Ucrania sólo es la punta del iceberg. De hecho, como habíamos analizado en investigaciones pasadas, Hunter Biden trabajó en la junta directiva de una empresa de gas ucraniana cuando su padre era vicepresidente. Todos, excepto el propio Joe Biden, vieron ese acontecimiento como un conflicto de intereses. Así pues, en todo el entramado han intervenido manos extranjeras, lo que explica, por ejemplo, la salida en 2016 del fiscal ucraniano, Viktor Shokin, quien se encontraba investigando supuestos pagos de la empresa de gas a Hunter Biden. Se cree que Shokin fue retirado de su cargo por la presión de varios funcionarios europeos pero, muy particularmente, por el entonces vicepresidente Biden. Dicho de otro modo, el hoy precandidato demócrata buscó ocultar casos de corrupción en los que estaba involucrado su hijo, usando el poder del gobierno norteamericano, algo similar a lo que está haciendo Donald Trump en la actualidad.

No obstante, la historia de Ucrania es tan solo una de las polémicas en las que se ha visto involucrado Hunter Biden. En efecto, desde 2013 ha formado parte también de la junta directiva de BHR (Shanghái) Equity Investment Fund Management Company, la cual fue fundada para invertir capital chino fuera de sus fronteras. De acuerdo con diversas investigaciones, Biden hijo salió de China con 1.500 millones de dólares en un fondo y utilizó el avión del vicepresidente Air Force Two para reuniones privadas. Estas actuaciones sólo hacen parte de una cadena de corrupción en la que ha estado involucrado el menor de los Biden y que quiere presentarse como una “víctima de persecución” con el fin de ocultar la millonada que ha recibido por distintos conceptos en diferentes partes del mundo. También es necesario referenciar que durante la segunda campaña presidencial de Barack Obama (2008), aparecieron reportes de prensa donde se publicó que Biden hijo recibió honorarios de consultoría de la empresa de servicios financieros MBNA entre 2001 y 2005, periodo en el que su padre -en aquel entonces senador- impulsó una legislación que dificultaría a los consumidores solicitar protección por bancarrota. Es decir que Joe Biden estuvo elaborando leyes que a la postre favorecieron a su hijo, quien cobraba millonarias sumas por la emisión de conceptos económicos básicos.

Ahora bien, el papel de Hunter Biden en Ucrania fue un claro caso de tráfico de influencias. En efecto, el menor de la familia recibió pagos mensuales de 83.333 dólares por «asesorías», una suerte de “figura ceremonial” amparada en el influjo de su padre. De esa manera, se cree que la empresa del hijo del ex vicepresidente recibió 3,4 millones de dólares en 18 meses a partir de abril de 2014. Las pesquisas también dieron cuenta de un proceso criminal en contra de la dueña de la empresa, la multimillonaria Mykola Zlochevsky, por casos de lavado de dinero y violaciones de impuestos. Sin embargo, como se mencionó con antelación, las investigaciones han tenido diversos tropiezos toda vez que los fiscales han sido continuamente presionados para ocultar información que pueda comprometer a Biden hijo y de paso la carrera presidencial de su padre.

Con relación a lo anterior, en una conferencia de prensa de 2016, Joe Biden dejó en claro y sin ruborizarse que Estados Unidos congeló un crédito por 1.000 millones de dólares al gobierno ucraniano del entonces presidente Petro Poroshenko, hasta tanto no se tomaran medidas en contra del fiscal Viktor Shokin en cuya oficina existía aparentemente casos de corrupción. Hoy se sabe con certeza que la presión del gobierno norteamericano se debía a las investigaciones que adelantaba Shokin en contra de la empresa en la cual trabajaba el hijo de Biden. De esa manera, al retirar a Shokin de su cargo, se anularon los presuntos cargos criminales en contra de Burisma, la empresa de la cual Biden hijo recibía cuantiosas sumas sin realmente trabajar. En este panorama se puede observar que la tan odiada estrategia de presionar al gobierno ucraniano para que cumpla los caprichos de la Casa Blanca so pena de dejar de recibir ayuda económica, no es exclusiva de la administración Trump y que a pesar de que Joe Biden quiera posar como una víctima, también utilizó la política exterior para fines personales, en este caso, proteger a su hijo de investigaciones penales.

En ese sentido, la nación eslava se ha constituido como un comodín para los gobiernos de Estados Unidos, toda vez que ponen en riesgo la estabilidad económica y de seguridad de Kiev para cumplir con las directrices de la Casa Blanca. Esta manipulación ramplona hizo parte de la estratagema de Joe Biden para que su hijo pudiera salir bien librado de las investigaciones en su contra. Sin embargo, a causa de la visibilidad que ha adquirido el caso, la investigación ha tomado un nuevo rumbo pues se ha logrado determinar que Hunter Biden no ha sido la única figura extranjera en hacer parte de la junta directiva de Burisma. En efecto, el expresidente polaco Aleksander Kwasniewsky sigue siendo parte de ella y junto a él dos estadounidenses: el exbanquero de inversiones Alan Apter y Joseph Cofer Black, un exfuncionario de la CIA en la administración de George Bush. De acuerdo con lo que pudo establecer la fiscalía ucraniana, todos los miembros de la Junta Directiva incluido Hunter Biden recibieron 17 millones de dólares en pagos de honorarios y el dinero puede tener un presunto origen oscuro, aunque no se ha podido establecer con certeza.

Al margen de la procedencia de las ganancias de Burisma y del posible caso de evasión fiscal, lo cierto es que el papel de Biden hijo resulta ser claramente una historia de corrupción. Esta aseveración se sustenta en el hecho de recibir ganancias que superan los 80 mil dólares por mes, “trabajando” desde Estados Unidos. En efecto, la vida personal de Hunter Biden también es una muestra de desórdenes y privilegios.

Ucrania: ¿una nación al borde de la bancarrota?

Se confirmó lo que desde hace varios meses ya habíamos pronosticado: Ucrania se convirtió en el Estado Satélite de la Casa Blanca. Desde las épocas de Petro Poroshenko, Kiev había dado un giro completo en su política exterior, alejándose de Rusia y olvidando los lazos históricos que los emparentan. De hecho, Ucrania comenzó a acercarse a la OTAN y de paso, Estados Unidos, emprendió una agresiva campaña para inmiscuirse en los asuntos de Europa del este. Con la elección de Volodomyr Zelensky en la cabeza del ejecutivo, se pensó que la situación podría cambiar, pero no sucedió. De hecho, el presidente del que nada se esperaba, nada está haciendo. Por el contrario, el comediante se está graduando de títere por cuenta de su homólogo, el magnate-presidente, Donald Trump. Lo que complejiza la situación es que la relación Trump-Zelensky puede traer profundas consecuencias en el ámbito de la política internacional.

Todo comenzó con la transcripción de una llamada telefónica mantenida por ambos mandatarios el pasado 25 de julio. En ella Trump le pedía (o le ordenaba, mejor sea dicho) a Zelensky que promoviera una investigación por presunta corrupción en contra del hijo del candidato demócrata Joseph Biden quien trabajó en ese país en la industria del gas. El objetivo del magnate era crear un ambiente enrarecido de cara a los comicios del próximo año en donde Biden suena fuerte para llevarse la ficha demócrata. Sin embargo, el tiro le salió por la culata a Trump, pues no sólo el mundo entero vio su salida en falso, sino que se inició un juicio político en su contra que podría, eventualmente, llevarlo a la destitución. No obstante, será complicado que el proceso surta efecto, toda vez que el Senado es controlado por mayoría republicana y se necesitarían que al menos veinte senadores voten a favor del impeachment en contra de su presidente. Sin embargo, en política nada está escrito.

Como si se tratara de uno de los chistes a los que tiene acostumbrada a su audiencia, el presidente Zelensky aseguró que “nadie me presionó”, en referencia a su aparente obligación de llevar a cabo una investigación en contra de Joseph Biden y aunque ambos mandatarios buscaron minimizar el acontecimiento, ya el daño está producido. El presidente-comediante quiere aparentar ser un «participante involuntario en una tormenta política estadounidense», pero la realidad es que demostró que lo suyo es el servilismo a occidente y particularmente a las órdenes de la Casa Blanca. Zelensky es una pieza clave en el posicionamiento estratégico de las potencias occidentales en Europa del este y no pudieron encontrar un mandatario más útil a sus intereses: popular, inexperto y obediente.

Ucrania, sin embargo, tiene una posición vital para los intereses de los países más poderosos del hemisferio. Ubicada en las costas de los mares Negro y de Azov y su cercanía con otras potencias medias como Turquía, hacen de Ucrania una zona clave para la estabilidad de Eurasia. Con respecto a Estados Unidos, Ucrania representa una «fantasía geopolítica que le permite soñar con acercarse a las fronteras de Rusia en Europa, es un elemento clave para arrinconar a Moscú y sacarla del tablero europeo». Desde esta perspectiva, más allá del escándalo político que tendrá que sortear Donald Trump, la famosa llamada prueba una vez más que las ambiciones del Pentágono están puestas sobre el control del país que les abre la puerta al este de Europa. Y así Zelensky se esfuerce por negar lo inocultable, es claro que su gobierno será el punto de inflexión para la entrada de Ucrania a la Unión Europea y la OTAN, ambos peligros para la seguridad del continente y del mundo.

Ahora bien, la característica fundamental de la política exterior en la era Trump se basa en debilitar el multilateralismo mientras se fortalece el bilateralismo asimétrico como se muestra en estas circunstancias donde «Estados Unidos perdería un actor que debe entrar a reforzar la Unión Europea para que Rusia no se aproveche». Dicho de otra manera, el magnate-presidente busca tener, desperdigados por el mundo, vasallos que sigan sus órdenes sin el más mínimo asomo de duda. Ejemplos como Iván Duque en Colombia, Emanuel Macron en Francia y ahora Volodomyr Zelensky en Ucrania, dan cuenta de esta perspectiva asimétrica en las relaciones diplomáticas. No en vano, los casos de Kim Jong-un en Corea del Norte o Vladimir Putin en Rusia demuestran el fracaso de Trump por imponer su visión estrecha del mundo. El gran peligro que corre el oriente de Europa pasa por la inestabilidad que surgirá luego de que Zelensky entregue a su país con el propósito de “salvarlo” de un quiebre económico.

Con relación a lo anterior, todo lo que menciona el presidente ucraniano lo incrimina más. De acuerdo con sus palabras y luego de ser cuestionado sobre la influencia ejercida por Trump, manifestó que «no puede presionarme. Soy el Presidente de un país soberano. La venta de misiles anticarro de Estados Unidos no es un agradecimiento por la investigación del caso Joe Biden». Esto quiere decir, por su puesto, todo lo contrario. La ayuda que ha estado recibiendo el país eslavo está y continuará estándolo, condicionada con la información de inteligencia que Ucrania le brinde a la Casa Blanca. Todo ello demuestra, además, la poca capacidad de liderazgo e independencia que tiene Zelensky y augura un futuro político plagado de dependencia y falta absoluta de criterio.

Según el comediante-presidente, la Constitución de su país no le otorga al jefe de Estado competencias para indicar al fiscal general ni a ninguna otra instancia si investigar o no un caso particular. Sin embargo, no sería extraño que todo el aparato investigativo ya esté puesto en servicio de la campaña de desprestigio contra Joe Biden y su hijo.  Si bien el deber ser de toda democracia es servir a la población y proteger sus derechos, es claro que Trump ha encontrado al perfecto idiota útil que le servirá como un investigador privado de cara a cumplir con sus ambiciones. Por su puesto, tendrá que esperar a que la tormenta política desatada en su país amaine un poco para luego disfrutar de los resultados de su presión e influencia. Hoy en día el presidente de Ucrania está preso en su propio país pues no tiene margen de maniobra, toda vez que poco más del 75% del PIB de la nación está hipotecado en deudas y sus entradas se resumen en la ayuda “humanitaria” que reciben de bancos occidentales que tienen capital alemán y estadounidense.

Mientras el juicio político en contra del presidente Trump continúa, se han conocido nuevos testimonios de funcionarios de inteligencia del país norteamericano que aseguran que el magnate estuvo detrás de la presión a Zelensky y que es muy probable que exista manipulación política para cumplir con sus objetivos. Dos agentes de inteligencia representados por el abogado Marz Zaid han asegurado que Trump recurrentemente forzaba a su homólogo ucraniano para que iniciara las investigaciones al líder demócrata. Estas declaraciones se suman a las graves acusaciones que han recaído sobre Trump y Zelensky y muestran una vez más que no hay nada de “inocente” o “accidental” en este caso. Es claro que el magnate-presidente se aprovechó de la inexperiencia de su par para forzarlo a realizar una investigación ilegal so pretexto de acabar o recortar la ayuda a través de cooperación y comercio que mantienen Estados Unidos y Ucrania.

El escándalo puso en evidencia la falta de preparación de Volodomyr Zelensky para asumir un cargo tan importante en el mundo político. Su única experiencia pública fue interpretar al presidente de la nación en la serie Servidor del pueblo y es todo. Por esa razón, su ausencia de experticia puede cobrarle factura y en los próximos años de su mandato puede seguir siendo manoseado por los líderes occidentales, repletos de ambición. El comediante-presidente creyó que dirigir a uno de los países más importantes del mundo eslavo sería similar a la novelada historia televisiva, pero es más que evidente que se equivocó. En cada declaración y acto público demuestra su total falta de preparación y el caso Trump lo deja muy mal parado ante la opinión pública que lo ha comenzado a acusar de vender la soberanía de su país.

Con todo, la conversación Trump-Zelensky provocó un revuelo en el mundo occidental. Por una parte, el mandatario norteamericano ha estado en el ojo del huracán a causa del inicio de un juicio político en su contra que podría terminar en su destitución, algo que según analistas resulta complicado de avizorar. Sin embargo, la conversación telefónica mostró que la política internacional de Trump tiene un estilo de bilateralismo asimétrico, esto es, una relación fundamentada en la supremacía de la nación norteamericana que busca Estados-vasallos más que socios estratégicos. La inexperiencia de Volodomyr Zelensky le ha jugado una mala pasada pues ha accedido a realizar una investigación ilegal en un espíritu de “cooperación” servil. Si bien el juicio político contra el presidente Trump es difícil de llevar a término, la situación envía un mensaje a propósito de la traición de la nación norteamericana como lo ha denunciado el partido demócrata. Por su parte, Zelensky demostró ser un mandatario sin criterio y se hunde cada vez más cuando intenta negar lo sucedido. Quizá esta situación sirva para cambiar nuestro apelativo de comediante-presidente al de presidente-títere.

El juicio político contra Trump y el factor Ucrania

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Se confirmó lo que desde hace varios meses ya habíamos pronosticado: Ucrania se convirtió en el Estado Satélite de la Casa Blanca. Desde las épocas de Petro Poroshenko, Kiev había dado un giro completo en su política exterior, alejándose de Rusia y olvidando los lazos históricos que los emparentan. De hecho, Ucrania comenzó a acercarse a la OTAN y de paso, Estados Unidos, emprendió una agresiva campaña para inmiscuirse en los asuntos de Europa del este. Con la elección de Volodomyr Zelensky en la cabeza del ejecutivo, se pensó que la situación podría cambiar, pero no sucedió. De hecho, el presidente del que nada se esperaba, nada está haciendo. Por el contrario, el comediante se está graduando de títere por cuenta de su homólogo, el magnate-presidente, Donald Trump. Lo que complejiza la situación es que la relación Trump-Zelensky puede traer profundas consecuencias en el ámbito de la política internacional.

Todo comenzó con la transcripción de una llamada telefónica mantenida por ambos mandatarios el pasado 25 de julio. En ella Trump le pedía (o le ordenaba, mejor sea dicho) a Zelensky que promoviera una investigación por presunta corrupción en contra del hijo del candidato demócrata Joseph Biden quien trabajó en ese país en la industria del gas. El objetivo del magnate era crear un ambiente enrarecido de cara a los comicios del próximo año en donde Biden suena fuerte para llevarse la ficha demócrata. Sin embargo, el tiro le salió por la culata a Trump, pues no sólo el mundo entero vio su salida en falso, sino que se inició un juicio político en su contra que podría, eventualmente, llevarlo a la destitución. No obstante, será complicado que el proceso surta efecto, toda vez que el Senado es controlado por mayoría republicana y se necesitarían que al menos veinte senadores voten a favor del impeachment en contra de su presidente. Sin embargo, en política nada está escrito.

Como si se tratara de uno de los chistes a los que tiene acostumbrada a su audiencia, el presidente Zelensky aseguró que “nadie me presionó”, en referencia a su aparente obligación de llevar a cabo una investigación en contra de Joseph Biden y aunque ambos mandatarios buscaron minimizar el acontecimiento, ya el daño está producido. El presidente-comediante quiere aparentar ser un «participante involuntario en una tormenta política estadounidense», pero la realidad es que demostró que lo suyo es el servilismo a occidente y particularmente a las órdenes de la Casa Blanca. Zelensky es una pieza clave en el posicionamiento estratégico de las potencias occidentales en Europa del este y no pudieron encontrar un mandatario más útil a sus intereses: popular, inexperto y obediente.

Ucrania, sin embargo, tiene una posición vital para los intereses de los países más poderosos del hemisferio. Ubicada en las costas de los mares Negro y de Azov y su cercanía con otras potencias medias como Turquía, hacen de Ucrania una zona clave para la estabilidad de Eurasia. Con respecto a Estados Unidos, Ucrania representa una «fantasía geopolítica que le permite soñar con acercarse a las fronteras de Rusia en Europa, es un elemento clave para arrinconar a Moscú y sacarla del tablero europeo». Desde esta perspectiva, más allá del escándalo político que tendrá que sortear Donald Trump, la famosa llamada prueba una vez más que las ambiciones del Pentágono están puestas sobre el control del país que les abre la puerta al este de Europa. Y así Zelensky se esfuerce por negar lo inocultable, es claro que su gobierno será el punto de inflexión para la entrada de Ucrania a la Unión Europea y la OTAN, ambos peligros para la seguridad del continente y del mundo.

Ahora bien, la característica fundamental de la política exterior en la era Trump se basa en debilitar el multilateralismo mientras se fortalece el bilateralismo asimétrico como se muestra en estas circunstancias donde «Estados Unidos perdería un actor que debe entrar a reforzar la Unión Europea para que Rusia no se aproveche». Dicho de otra manera, el magnate-presidente busca tener, desperdigados por el mundo, vasallos que sigan sus órdenes sin el más mínimo asomo de duda. Ejemplos como Iván Duque en Colombia, Emanuel Macron en Francia y ahora Volodomyr Zelensky en Ucrania, dan cuenta de esta perspectiva asimétrica en las relaciones diplomáticas. No en vano, los casos de Kim Jong-un en Corea del Norte o Vladimir Putin en Rusia demuestran el fracaso de Trump por imponer su visión estrecha del mundo. El gran peligro que corre el oriente de Europa pasa por la inestabilidad que surgirá luego de que Zelensky entregue a su país con el propósito de “salvarlo” de un quiebre económico.

Con relación a lo anterior, todo lo que menciona el presidente ucraniano lo incrimina más. De acuerdo con sus palabras y luego de ser cuestionado sobre la influencia ejercida por Trump, manifestó que «no puede presionarme. Soy el Presidente de un país soberano. La venta de misiles anticarro de Estados Unidos no es un agradecimiento por la investigación del caso Joe Biden». Esto quiere decir, por su puesto, todo lo contrario. La ayuda que ha estado recibiendo el país eslavo está y continuará estándolo, condicionada con la información de inteligencia que Ucrania le brinde a la Casa Blanca. Todo ello demuestra, además, la poca capacidad de liderazgo e independencia que tiene Zelensky y augura un futuro político plagado de dependencia y falta absoluta de criterio.

Según el comediante-presidente, la Constitución de su país no le otorga al jefe de Estado competencias para indicar al fiscal general ni a ninguna otra instancia si investigar o no un caso particular. Sin embargo, no sería extraño que todo el aparato investigativo ya esté puesto en servicio de la campaña de desprestigio contra Joe Biden y su hijo.  Si bien el deber ser de toda democracia es servir a la población y proteger sus derechos, es claro que Trump ha encontrado al perfecto idiota útil que le servirá como un investigador privado de cara a cumplir con sus ambiciones. Por su puesto, tendrá que esperar a que la tormenta política desatada en su país amaine un poco para luego disfrutar de los resultados de su presión e influencia. Hoy en día el presidente de Ucrania está preso en su propio país pues no tiene margen de maniobra, toda vez que poco más del 75% del PIB de la nación está hipotecado en deudas y sus entradas se resumen en la ayuda “humanitaria” que reciben de bancos occidentales que tienen capital alemán y estadounidense.

Mientras el juicio político en contra del presidente Trump continúa, se han conocido nuevos testimonios de funcionarios de inteligencia del país norteamericano que aseguran que el magnate estuvo detrás de la presión a Zelensky y que es muy probable que exista manipulación política para cumplir con sus objetivos. Dos agentes de inteligencia representados por el abogado Marz Zaid han asegurado que Trump recurrentemente forzaba a su homólogo ucraniano para que iniciara las investigaciones al líder demócrata. Estas declaraciones se suman a las graves acusaciones que han recaído sobre Trump y Zelensky y muestran una vez más que no hay nada de “inocente” o “accidental” en este caso. Es claro que el magnate-presidente se aprovechó de la inexperiencia de su par para forzarlo a realizar una investigación ilegal so pretexto de acabar o recortar la ayuda a través de cooperación y comercio que mantienen Estados Unidos y Ucrania.

El escándalo puso en evidencia la falta de preparación de Volodomyr Zelensky para asumir un cargo tan importante en el mundo político. Su única experiencia pública fue interpretar al presidente de la nación en la serie Servidor del pueblo y es todo. Por esa razón, su ausencia de experticia puede cobrarle factura y en los próximos años de su mandato puede seguir siendo manoseado por los líderes occidentales, repletos de ambición. El comediante-presidente creyó que dirigir a uno de los países más importantes del mundo eslavo sería similar a la novelada historia televisiva, pero es más que evidente que se equivocó. En cada declaración y acto público demuestra su total falta de preparación y el caso Trump lo deja muy mal parado ante la opinión pública que lo ha comenzado a acusar de vender la soberanía de su país.

Con todo, la conversación Trump-Zelensky provocó un revuelo en el mundo occidental. Por una parte, el mandatario norteamericano ha estado en el ojo del huracán a causa del inicio de un juicio político en su contra que podría terminar en su destitución, algo que según analistas resulta complicado de avizorar. Sin embargo, la conversación telefónica mostró que la política internacional de Trump tiene un estilo de bilateralismo asimétrico, esto es, una relación fundamentada en la supremacía de la nación norteamericana que busca Estados-vasallos más que socios estratégicos. La inexperiencia de Volodomyr Zelensky le ha jugado una mala pasada pues ha accedido a realizar una investigación ilegal en un espíritu de “cooperación” servil. Si bien el juicio político contra el presidente Trump es difícil de llevar a término, la situación envía un mensaje a propósito de la traición de la nación norteamericana como lo ha denunciado el partido demócrata. Por su parte, Zelensky demostró ser un mandatario sin criterio y se hunde cada vez más cuando intenta negar lo sucedido. Quizá esta situación sirva para cambiar nuestro apelativo de comediante-presidente al de presidente-títere.