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Graves problemas para el fracking en Colombia

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Como si se tratara de un escenario apocalíptico, digno de las películas sobre el fin del mundo, la ministra de Minas, María Fernanda Suárez, aseguró que la decisión del Consejo de Estado de prohibir el fracking en Colombia es caótica: lo más grave que le pudo haber sucedido al país. En un tono muy cerca a la manipulación alarmista, la Ministra se atrevió a decir que el rechazo del alto tribunal llevaría a la devaluación del peso e incluso un dólar podría cotizarse en 5.000 pesos en los próximos años. De acuerdo con datos suministrados por Ecopetrol, las reservas de crudo en Colombia son para máximo siete años y los cerca de 400.000 barriles de consumo interno, tendrían que importarse. Una calamidad absoluta, según la Ministra. En esta misma línea, siguiendo algunos medios de comunicación, la seguridad energética en el país está comprometida y el fracking parece constituir la única salvación posible. Los conceptoa anteriores son un completo absurdo si se toma en consideración los daños absolutos que la técnica de fracturamiento hidráulico podría causar. Sin embargo, vamos por partes.

El primer elemento que debe ponerse en el debate es que la ministra Suárez como todo el gabinete del (pseudo)presidente Duque sigue unos intereses específicos, relacionados con los grandes poderes de multinacionales del petróleo. De manera que le queda muy mal a la Ministra posar como “preocupada” por la seguridad energética, si todos saben que son los negocios los que motivan sus “reflexiones”. Si en verdad la cartera de Minas y Energía, y por extensión todo el Gobierno Nacional estuvieran preocupados por la situación del país, entonces dirían algo en torno a que Colombia es el cuarto país más desigual del mundo, sólo por debajo de Sudáfrica, Haití y Honduras. Lo más grave es que, según la OCDE, una familia de bajos recursos tardaría 11 generaciones (¡once!) en alcanzar el ingreso promedio en el país. Pero hay datos más preocupantes: “el 10% de la población más rica gana cuatro veces lo que gana el 40% más pobre. El 20% de los ingresos totales están concentrados en sólo el 1% de la población, y la mitad total de los ingresos está en las manos del 10% de ella”. Por si fuera poco, el 1% de la población más rica, junto con algunas compañías transnacionales, poseen alrededor del 81% de las tierras en Colombia. Y todavía hay algunos que se atreven a decir que la concentración del territorio y la desigualdad económica no son los problemas más graves que aquejan al país.

Por esa simple razón, las declaraciones de la ministra Suárez son pura demagogia y oportunismo apocalíptico. ¿A quién quiere manipular la funcionaria con datos que sólo afectan a las empresas más ricas del país y a las compañías explotadoras en su mayoría norteamericanas? El día que ministros como María Fernanda Suárez denuncien la desigualdad en el país, que hablen con preocupación sobre los niños que mueren de inanición o las familias que viven por debajo de la línea de pobreza, ese día sí se les podrá llenar la boca al hablar de “crisis energética”. ¿Quiere hacer la Ministra, la “gran Juan Manuel Corzo” y decir que ya no habrá gasolina para los tres y cuatro carros de los altos funcionarios del gobierno?. Señora ministra: hay gente que muere de hambre y que ni toda la gasolina del mundo o incluso los billetes que usted tanto parece proteger, les darían lo que más necesitan. Por el contrario, el fracking representa un peligro definitivo para miles de comunidades cuyas únicas fuentes de agua potable estarían amenazadas.

En efecto, ya habíamos denunciado las graves afectaciones en temas de salud, cultura, política y economía que el fracking traería consigo. Sólo por recordar algunas de ellas, están: los riesgos de sismicidad que podrían ocasionarse con el ingreso de poderosas máquinas que arrasan todo a su paso; los grandes desperdicios de agua, pues justamente para la fracturación de las rocas se utilizan miles de litros del líquido a presión (mezclado con sustancias tóxicas); y la contaminación de acuíferos y otros cuerpos de agua a causa de las rupturas de las tuberías y que han producido los fenómenos de «ríos de fuego». De esta manera, no hay que ser ingeniero de petróleos ni experto en perforación para darse cuenta que el fracking es una industria dañina y peligrosa. Lo anterior se menciona debido al debate que se ha generado por “las voces no autorizadas” que han denunciado esta técnica. Pues bien, tampoco son expertos los miembros de las comunidades que tienen que padecer las consecuencias de unos pocos que se lucran a partir de la explotación de la tierra y viven en carne propia las decisiones que tecnócratas toman desde sus oficinas.

En consecuencia, la problemática es mucho más profunda que simplemente “la crisis energética” o “la ausencia de reservas petroleras”. El fracking como fenómeno productivo incluye una serie de elementos que superan el ámbito económico y que podrían incluso relacionarse con lo que los sociólogos llaman la interseccionalidad. Este término hace referencia a los elementos de género, etnia, clase o incluso de orientación sexual que también influyen sobre las relaciones de explotación y dominación. Dicho de otro modo, el impacto sobre las mujeres afrodescendientes en Tumaco (donde las necesidades básicas insatisfechas son cercanas al 50%) es distinto a las relaciones de dominación y explotación en otras regiones del país para un hombre blanco. Estos elementos deben incluirse a la hora de entender un fenómeno como el fracking que no sólo debe reducirse a las reservas energéticas del país, de hecho, hay detrás una serie variopinta de temas como: el reconocimiento de las comunidades ancestrales, la protección del medio ambiente, la búsqueda de modos de producción alternativos, la inclusión de la población en la toma de decisiones, entre otros.

Ahora bien, la decisión del Consejo de Estado se basó en ratificar la suspensión del fracking en el país, ignorando la medida cautelar impulsada por el Ministerio de Minas y Energía que pedía al menos mantener las pruebas piloto en Magdalena y Cesar. La decisión del alto tribunal se suma a la suspensión parcial de las normas que regulan la explotación de los yacimientos no convencionales (Decreto 3004 del 26 de diciembre de 2013 y Resolución 90341 del 27 de marzo de 2014) y contribuyó a poner un alto en las pretensiones de las empresas petroleras en el país. Con todo, la determinación del Consejo de Estado es un respiro para las comunidades, como lo dejó ver Carlos Andrés Santiago, miembro de la Alianza Colombia Libre Contra el Fracking para quien «lo que está en juego es el agua, el ambiente y la salud de las comunidades de las regiones donde se desarrollarían los pilotos de esta técnica». Esta perspectiva se conecta con el fenómeno de interseccionalidad pues deja ver el problema en su justa dimensión y no sólo como un dilema entre la seguridad energética y la “lucha de unos cuantos ambientalistas”. Por el contrario, el fracking es un asunto que le compete a todos los colombianos y debe tomarse con toda la seriedad antes que derive en un problema mayor.

No obstante, la reacción por parte de la Ministra de Minas y algunos sectores de la ultraderecha en el país fue la de rasgarse las vestiduras y asegurar que el Consejo de Estado incurría en un grave error pues prácticamente condenaba al país a la recesión energética. La ministra Suárez instó a “dejar la decisión sobre fracking en manos de la ciencia y no de Twitter”, como si el fallo de la alta Corte no tuviera relevancia por sí mismo. ¿Qué dirá la Ministra cuando los estudios científicos sean concluyentes en torno a los graves daños que el fracking causa a la salud y el medio ambiente? ¿Tendrá la misma postura o dirá que son estudios pagados o invenciones de Twitter? Lo grave de este caso es que ella, haciendo gala de su más vil politiquería, la ministra Suárez busca manipular a diversos sectores diciendo boca en jarro que las tarifas de energía y gas se pueden duplicar si no se acepta el fracking en el país. En otras palabras, o se acepta el fracking o el país tendrá que lamentar las consecuencias. ¡Qué bajeza, señora ministra!

A pesar de lo anterior, hay que ser sumamente prudentes con la decisión del alto tribunal pues es una medida provisional. De hecho, de acuerdo con una investigación de Nohora Celedón para el portal de la Silla Vacía, una sentencia de fondo de las altas Cortes puede demorar entre cinco y siete años, con lo cual, a pesar de que los sectores que se oponen al fracking han ganado algunas batallas, no se han hecho con la victoria definitiva. Debe considerarse una serie de variables como el término del periodo de algunos magistrados que, como Ramiro Pazos Guerrero, se han mostrado en contra de la implementación del fracking. Esto quiere decir que en cualquier momento se puede reactivar la normatividad que rige la explotación de yacimientos no convencionales y, con ello, el fracking podría convertirse en una alternativa de explotación de hidrocarburos.

Por lo expuesto hasta aquí, es necesario que los sectores sociales y movimientos ambientalistas no den su brazo a torcer y mucho menos se confíen frente a lo que está por venir. Si bien la ratificación del Consejo de Estado podría parecer esperanzadora, todavía no es una sentencia definitiva y en la cambiante política colombiana, todo puede suceder. Sin embargo, esto tampoco resta importancia a la decisión, de hecho, es un gran triunfo para aquellos sectores que han luchado con valentía para evitar la contaminación de sus entornos y debe tomarse en su justa proporción. Lo que debe rechazarse con vehemencia son las posturas alarmistas y manipuladoras de personas como la ministra María Fernanda Suárez que quieren reducir el debate de vida o muerte. Si ese fuera el caso, el fracking simboliza la muerte del medio ambiente, de los ecosistemas y del agua potable. Y no sólo eso, pues está en juego la independencia de las comunidades, su autodeterminación y la oportunidad de decidir su destino político. Retomando las palabras del novelista Edward Morgan Forster: “retengamos la idea de lucha: toda acción es una batalla; la única felicidad es la paz”.

La encrucijada de Bayer

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

La compra de Monsanto por parte de Bayer ha sido el peor negocio de la historia, así la industria alemana quiera negarlo o minimizar su impacto. En efecto, la empresa de origen norteamericano tiene la peor imagen en el mundo debido a que sus productos contienen sustancias peligrosas para la salud humana. En el mes de abril de 2019, en el World Conference Center de Bonn (Alemania), se desarrolló la reunión anual de accionistas de la farmacéutica alemana y los inversores lanzaron fuertes críticas a los ejecutivos de la firma debido a la crisis peliaguda por la que atraviesa en términos financieros. No es un dato menor decir que las acciones de Bayer han perdido la mitad de su valor. De hecho, por primera vez en más de cien años de historia, los accionistas no aprobaron la gestión de la junta directiva de Bayer y aunque no tiene implicaciones legales, sí es un mensaje simbólico para reprender a los ejecutivos sobre las malas decisiones que tomaron.

Sin embargo, el CEO de Bayer, Werner Baumann, se ha mostrado testarudo en sus decisiones y aunque es imposible tapar el sol con un dedo, insiste en decir que las deudas por concepto de las miles de demandas que recaen sobre Monsanto, son menores a los beneficios que se recibirán en el futuro. No obstante, para muchos analistas financieros, la decisión del jefe de Bayer fue precipitada, como si se hubiera absorbido a la compañía de agroindustria a ciegas. Lo anterior se sustenta en el hecho de las millonarias indemnizaciones que tendrá que pagar Bayer a personas que utilizaron su producto estrella: el herbicida Round up.

Por mencionar sólo dos casos está el del jardinero Dewayne Johnson quien recibirá luego de largos procesos, cerca de 80 millones de dólares por los daños causados a su salud. La misma situación vivió el matrimonio de Alva y Alberta Pilliod, una pareja de esposos californianos que durante 30 años utilizaron el Round up y quienes, en consecuencia, desarrollaron linfomas no hodgkinianos, esto es, cáncer. Un jurado encontró culpable a Monsanto por proporcionar sustancias nocivas para la salud y la indemnización será por 1.800 millones de dólares. De esta manera, las circunstancias no son tan “simples” como las ha querido mostrar Baumann, pues si continúan las demandas y por ende las millonarias indemnizaciones, es probable que Monsanto resulte inoperable y en un escenario más radical, lleve a Bayer a la bancarrota.

Los ejecutivos de Bayer, sin embargo, han buscado apelar todos los fallos judiciales, incluso calificando las decisiones de los jurados como “ muy emocionales” y alejadas de las “evidencias científicas”. Para los altos cargos de la multinacional, no existen estudios que prueben una correlación directa entre el glifosato (sustancia esencial del Round up) y el cáncer como lo han asegurado miles de campesinos en todo el mundo. Bayer-Monsanto se sustenta en una serie de 800 estudios científicos que probarían que el glifosato no causa daños a la salud humana. Sin embargo, de acuerdo con periodistas e investigadores, “la literatura especializada se puede comprar”, es decir, que la independencia de esos resultados es enteramente cuestionable debido a que el gigante agroquímico (como evidentemente lo ha hecho) puede manipular y comprar las conclusiones a su antojo.

Por si esto fuera poco, en 2017 salieron a la luz pública, una serie de documentos conocidos como Monsanto Papers. En estos folios con más de 10 millones de páginas, la empresa norteamericana queda al descubierto. Durante el proceso que se adelantó en su contra, Monsanto tuvo que entregar material sensible, analizado por la periodista Carey Gillam quien, dicho sea de paso, se ha convertido en un objetivo de difamación por parte de la multinacional. De hecho, la comunicadora logró difundir una serie de apartados de los documentos en los que se busca «encubrir los daños que produce el glifosato». La jefe toxicológica de la empresa agroindustrial (según se consigna en los Papers) dijo que “no se puede asegurar que Round up no provoque cáncer porque no lo hemos analizado lo suficiente”. Con estas declaraciones queda evidenciado que Monsanto no puede probar que no exista una correlación entre el cáncer y el uso del glifosato, de ahí que la gran cantidad de estudios que dicen tener, son invenciones pagadas.

De las 800 investigaciones que Monsanto dice tener en su poder, tan sólo 12 se relacionan con pesticidas cancerígenos. Además, de acuerdo a cinco estudios independientes, en los que fueron utilizados ratones, se pudo establecer que el glifosato efectivamente aumenta el riesgo de cáncer. La sentencia definitiva la dio el Centro Internacional de Investigaciones contra el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), un organismo de la Organización Mundial de la Salud de Naciones Unidas. Este centro investigativo aseguró que “el glifosato es probablemente cancerígeno para el ser humano”, con lo cual, queda demostrada la relación entre el Round up y el desarrollo de linfomas no hodgkinianos. En consecuencia, la encrucijada por la que atraviesa Bayer no es fácil de resolver, pues no sólo perdió su reputación como farmacéutica sino además como productora agrícola que era un campo en el que estaba explorando antes de su fusión con Monsanto. Con esta pérdida de credibilidad, Bayer también ha tenido que sortear profundos problemas internos y, de acuerdo con varios testimonios de empleados, es imposible realizar criticas a Monsanto sin recibir represalias y ser acusados de “desleales”.

Por su afán de mostrar solvencia económica y músculo financiero, Bayer cometió un grave error al fusionarse con Monsanto, pues en la actualidad se ha tenido que preocupar más por defenderse que por lanzar nuevos productos. Además de lo anterior, la multinacional estadounidense tiene a cuestas una investigación que, de comprobarse, la podría llevar a tener serios aprietos. El caso fue la venta de glifosato como el principal agente “reactivador” de los campos de té en Sri Lanka. De acuerdo con la propaganda hollywoodense, la agroindustria norteamericana logró la recuperación de los campos en esta isla y la reactivación de su economía. Empero, en un lapso de tan sólo 20 años, más de 70.000 personas adquirieron una extraña enfermedad crónica renal. La investigación del toxicólogo Channa Jayasumana logró determinar que la causa era el envenenamiento de los pozos de agua potable rociados con glifosato. De esa manera, el gigante agroindustrial es el culpable de causar enfermedades incurables a miles de personas inocentes. Aunque, claramente, como es su modus operandi, la empresa ha negado cualquier relación con sus productos y ha dejado en claro que es un fenómeno con causas diferentes. Además, como ya es una costumbre Bayer-Monsanto intentan difamar cualquier estudio o científico independiente acusándolo de querer “evitar el progreso de las sociedades y la búsqueda de alternativas para la alimentación de la población mundial”.

Otra de las investigaciones que ha llamado particularmente la atención son las muestras de cabello analizadas por científicos franceses en la que logró determinar que 1 de cada 2 personas están contaminadas con glifosato. En el laboratorio de ciencias de Kudzu en Estrasburgo, se analizaron pruebas de todo el mundo y la conclusión es que la mitad de las personas han tenido contacto con la sustancia. Sin embargo, aunque no se puede asegurar que esto sea causante de enfermedades, la realidad es que sí resulta preocupante. En esta misma línea, lo más alarmante del caso, es que el Detox Project Japan, estableció que «de 28 muestras de cabello tomadas a miembros del parlamento japonés, 75%de ellas dieron positivo en la exposición a pesticidas a largo plazo, con un total de 14 pesticidas detectados» . Esta situación demuestra los riesgos crecientes que tiene la expansión del glifosato y un posible proyecto de control demográfico por parte de las multinacionales de alimentos.

En Tilba, una región rural de Australia, también se sospecha de una conexión entre el glifosato y el desarrollo de linfomas no hodgkinianos. De ahí que se ha logrado determinar que el glifosato tiene una estrecha relación con la aparición de cáncer. En este caso, la granjera Tralee Snape asegura que la exposición a la sustancia le causó la enfermedad y está pendiente de establecer acciones legales en contra de la multinacional pues, según su testimonio, no existen en los envases del Round up, advertencias de posibles riesgos a la salud.

Con todo este panorama gris, la farmacéutica alemana se enfrenta a uno de los momentos más difíciles de su historia. De hecho, anunció la inversión en investigaciones por un valor de 5.000 millones de euros para encontrar productos alternativos al glifosato. El problema es que cada día que pasa es un riesgo altísimo para los granjeros y consumidores que están obligados a regar los campos con veneno. Por esa razón, Bayer tiene en sus manos la oportunidad de cambiar el régimen de producción alimentaria mundial y dependerá de su modelo de negocios cómo es que se distribuirán los recursos en el futuro. Sin embargo, si su actitud sigue siendo obstinada y sorda frente a las demandas de millones de personas y se sigue creyendo en que son sólo “juicios emocionales”, entonces es hora de que se denuncie a voz en cuello que Bayer y Monsanto quieren seguir envenenando el mundo.

 

El comediante presidente en grandes aprietos

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Habíamos anunciado desde esta tribuna que el gobierno del comediante Volodomyr Zelensky podía resultar complejo debido a su falta de experticia sobre los asuntos públicos

Argumentábamos que su efervescente y corta carrera política (resumida en interpretar al presidente de Ucrania en una famosa serie televisiva) podría resultar un descalabro, como evidentemente lo ha sido. En efecto, la poca experiencia del mandatario es más que notable, manifestada en la ausencia de un plan claro para solucionar los problemas internos del país como el desempleo y la corrupción, la falta de una ruta para abordar las cuestiones diplomáticas y, sobre estas cosas, la poca disposición a solucionar el conflicto en el oriente del país, así públicamente trate de mostrar lo contrario.

Al final del primer semestre de 2.019, el presidente ucraniano hizo un llamado al diálogo con el gobierno de su homólogo, Vladimir Putin, para tender posibles puentes en la resolución de la crisis de Donbáss. De acuerdo con portavoces del gobierno ucraniano, el primer tema que se trató fue la posible liberación de dos militares ucranianos en poder de la Federación rusa, luego del incidente en el mar de Azov en noviembre de 2018, en el cual fueron retenidas dos embarcaciones de bandera ucraniana, luego de una clara provocación . Esta circunstancia agudizó aún más la ya precaria relación entre las dos naciones, por lo que Zelensky ha buscado un primer encuentro en aras de solventar la crisis. Sin embargo, nuevamente su falta de experiencia le ha jugado una mala pasada al punto que tuvo que invocar la ayuda de Francia y Alemania e incluso la mediación del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, para acercarse al presidente ruso. Estas conversaciones se dan en el marco de una guerra en el oriente de Ucrania que le ha costado la vida al menos a 13.000 personas de acuerdo con cifras de las Naciones Unidas.

Durante su campaña, el hoy presidente-comediante prometió “acabar con la guerra en el este de Ucrania”; también pronunció uno de sus mejores chistes, dijo que “exigiría al presidente Putin devolver la península de Crimea”. Lo que hay que recordarle al novato jefe de Estado es que en un acto soberano, con un porcentaje por encima del 95%, los habitantes de la península votaron para anexarse a la Federación rusa . Y a pesar de que la prensa internacional, respaldada por poderosas potencias, por todos los medios a intentado minimizar este acto democrático, la población abrazó y celebró los resultados del referéndum. Por esa razón, “exigir” que el Kremlin devuelva la península es un acto de populismo infantil.

Lo peligroso del asunto es que, con las artimañas de la vieja clase política, Zelensky dice “negociar” una salida al conflicto en Ucrania (que, dicho sea de paso, en la primera semana de agosto cobró la vida a cuatro militares de ese país), pero continúa bombardeando la región de Donbáss. Contradicción a su máxima expresión. En otros términos, el comediante-presidente con una mano extiende la bandera de la paz, pero con la otra continúa asesinando civiles . No existe, por tanto, una verdadera voluntad del cese de las hostilidades pues Kiev está empecinado en retener a como dé lugar los Estados de Luhansk y Donetsk.

Mientras tanto, su homólogo Vladimir Putin, busca alternativas para reconocer a los habitantes de estas regiones del oriente del país como ciudadanos rusos. En contraste, los peligrosos ultranacionalistas ucranianos cuyas actuaciones no han sido rechazadas con vehemencia por Zelensky, siguen discriminando, amenazando y hasta asesinando a los habitantes del oriente del país. Ya reseñamos los terribles campamentos juveniles donde niños y niñas desde los ocho años son obligados a convertirse en máquinas de guerra, a esto hay que sumarle las declaraciones del jefe adjunto del llamado “Ministerio para los Territorios Ocupados Temporalmente”, Yury Grimchak, quien manifestó que despojará de la ciudadanía ucraniana aquellos habitantes de la región de Donbáss que acepten el pasaporte ruso ¿Dónde está el presidente para reprender a su funcionario por tales declaraciones? ¿No es acaso este un llamado a la discriminación y la violencia?

Lo que más preocupa es que es esta táctica no es exclusiva de los fascistas ucranianos, la misma Unión Europea está estudiando la posibilidad de negar la visa a los habitantes de la región de Donbáss que tengan pasaporte ruso ¿No es esto acaso una vulneración de los derechos humanos que la Unión Europea tanto dice defender? En todo caso, lo primero que debería hacer Zelensky antes de negociar salidas diplomáticas con Rusia, es negar rotunda y radicalmente el apoyo de ultranacionalistas y filonazis a su causa política, ese sería un gran paso para una negociación exitosa, pues no se puede permitir que los nacionalistas sigan torpedeando la democracia ucraniana. Dicho de otro modo, si el presidente-comediante logra desarmar definitivamente a los feroces sectores de la derecha ucraniana, se pueden encontrar alternativas a la crisis.

En este sentido, Zelensky debe negociar en nombre del interés del pueblo ucraniano y no convertirse en un títere de Francia y Alemania, todo por su ambición de ingresar a la Unión Europea. Es claro que estas y otras potencias occidentales tienen intereses en juego y quieren utilizar la figura de un líder carismático y manipulable para lograr sus objetivos. El jefe de Estado debe recordar que existen lazos históricos muy profundos que lo emparentan con Rusia y dejar de una vez por todas esa obsesión malsana de convertirse en sirviente de Bruselas, pues ello podría desencadenar nefastas consecuencias para el orden geopolítico del corazón del mundo.

En esta misma vía, la otra tentación de Zelensky es permitir que Estados Unidos influya sobre sus decisiones y termine por convertirlo en su Estado satélite. En este escenario podría producirse una tensión aún mayor, razón por la cual, la actitud del novato presidente a propósito de esta relación, marcará en buena medida su relación con Rusia. Dicho de otro modo, Zelensky no puede tener contentos a sus patrones de occidente, mientras busca entablar una relación “natural” con Moscú. Por el contrario, si quiere ser tomado como un socio estratégico e incluso como un Estado hermano por parte del Kremlin, debe reformular su política de complacencia frente a sus amos de occidente.

No obstante, la actitud de Zelensky parece contrariar esto último, pues sus decisiones no sólo dependen de su criterio político. Lo anterior quedó demostrado con su consulta a la OTAN (la alianza militar más peligrosa y mortífera del mundo) sobre la situación en el oriente del país. Aquí surgen varios interrogantes: ¿para qué buscar el apoyo de este tipo de instituciones cuya violencia ha sido varias veces conocida? ¿No es acaso esa decisión una provocación directa y una manera de decir que el conflicto continuará? A decir verdad, si Ucrania permanece en la línea de la OTAN, el peligro de la agudización del conflicto y la inclusión de nuevos actores, estaría a la vuelta de la esquina. No hay ninguna diferencia entre el actual mandatario y su antecesor, Petro Poroshenko, un hombre fiel a los dictados de occidente. ¿Para qué tanto espectáculo? ¿para retornar a lo mismo?

Volodomyr Zelensky es probablemente la clase de político más peligroso de todos: aquel que tira la piedra y esconde la mano, pues mientras habla de paz, dirige los bombardeos diarios a población inocente que dice defender. Qué paradoja. Mientras los asedios continúan, la milicia de la República Popular de Donetsk, derribó hace pocos días un dron ucraniano que posiblemente estaba orquestando “un ataque a una escuela, un jardín infantil o dos subestaciones eléctricas”, como ha sido el modus operandi del ejército ucraniano en esta región del país. De ahí que, el comediante-presidente se encuentra en graves aprietos pues si bien el gobierno del presidente Putin se ha mostrado abierto al diálogo, una de las condiciones que ha puesto es el cese el fuego en contra de la población civil.

En efecto, la primera preocupación de Zelensky es hacer respetar, por parte de sus comandos militares, el alto al fuego en Donbáss decretado a mediados de julio de 2019. O bien el jefe de Estado de los ucranianos es incompetente para imponerse sobre el estamento militar, o bien no tiene una verdadera intención de paz . El hecho de que el cómico no haya tomado medidas respecto a los ejércitos que violan el cese de las hostilidades, habla de su incoherencia programática y discursiva. Por ese motivo, cuando pase la efervescencia de la “victoria y la esperanza”, el pueblo de Ucrania se dará cuenta de la incompetencia de su primer mandatario.

El inquilino de Mariyinski (palacio presidencial en Ucrania) debe ser consciente que su mandato no puede vivirse con el mismo tono de la campaña. Es hora de emprender acciones concretas en favor del bienestar de la población ucraniana y una de ellas es establecer un clima cordial y amistoso con su vecino histórico. Zelensky no puede esperar que otros hagan su trabajo, pues si decide entregarle el control del país a Francia, Alemania y Estados Unidos, lo estaría condenando a la inestabilidad y a una servidumbre permanente. Por esa razón, en las próximas decisiones se probará el talante, capacidad y liderazgo del comediante-presidente. Debe despertar de su novela de Servidor del Pueblo y comenzar a gobernar con auténtico criterio político.

Más sobre guerra genética: laboratorios secretos del Pentágono en Georgia

Como hemos mostrado en otras investigaciones, Estados Unidos tiene además de su desproporcionado arsenal militar, una serie de laboratorios desperdigados por el mundo: Se pueden contar al menos 25 de estos centros clandestinos repartidos en zonas geoestratégicas como la Amazonía y las naciones fronterizas con la Federación rusa. En efecto, y a propósito de otra de las pesquisas realizadas por este observador, el gobierno de los Estados Unidos está promoviendo investigaciones genéticas con el fin de desarrollar un arma biológica capaz de atacar genotipos específicos como, por ejemplo, los rasgos de las etnias eslavas. El objetivo de los centros de investigación es crear virus, toxinas y bacterias que atacarían eventualmente a poblaciones puntuales. No debe escatimarse que una buena parte de esos laboratorios se encuentran en ex repúblicas soviéticas como Georgia, Ucrania y Kazajistán.

Justamente, el presente artículo busca mostrar de manera detallada los hallazgos obtenidos en uno de esos centros de investigación más peligrosos financiados por el Pentágono en el corazón de Eurasia. Dicho laboratorio, conocido como Richard Lugar, ubicado en Tiblisi, la capital de Georgia (tierra natal del líder soviético Joseph Stalin), funciona aparentemente como un centro de desarrollo en detención y neutralización de virus. El presupuesto de este «Programa biológico participativo» es de 2.100 millones de dólares  y está financiado por la Agencia para la Reducción de Amenazas (DTRA, por sus siglas en inglés). El nombre oficial del proyecto es Programa de Participación Biológica Cooperativa y se estableció luego de un acuerdo diplomático entre los gobiernos de Georgia y Estados Unidos que data de 2002.

Lo anterior no es un dato menor pues, amparado en el acuerdo entre los gobiernos, la Casa Blanca ha desarrollado de manera secreta investigaciones de orden biológico y genético que serán detalladas más adelante. Por ahora baste con decir que, la fachada del laboratorio es un “centro de salud pública”, ubicado a tan sólo 17 kilómetros de la base aérea de “Vaziani”, es decir un punto geoestratégico de la capital georgiana. En una descomunal y muy bien documentada investigación, la periodista búlgara Dilyana Gaytandzhieva logró determinar que, en el tercer nivel de los laboratorios, sólo tienen acceso los ciudadanos estadounidenses que hayan obtenido permiso con información clasificada. Estos funcionarios tienen carácter diplomático en virtud del mencionado acuerdo intergubernamental sobre cooperación en la esfera de Defensa del 2002. En otros términos, empleados de la embajada de los Estados Unidos pueden realizar investigaciones sin rendir ningún tipo de cuentas al gobierno local.

La más reciente polémica, de acuerdo con las pesquisas de Gaytandzhieva, tienen que ver con experimentos con humanos que se estarían llevando a cabo en el laboratorio. Al respecto, el ex ministro de Seguridad del Estado georgiano, Igor Giorgadze, pidió al presidente Donald Trump que investigue los informes del centro Lugar pues de acuerdo con su testimonio hubo 24 personas que murieron en diciembre de 2015 durante un tratamiento contra la hepatitis C. Además, entre abril y agosto de 2016, según el ex ministro, perdieron la vida otras 30 personas y las causas de su deceso se catalogaron como «desconocidas». Se cree que las razones verdaderas de la muerte de estos ciudadanos georgianos tienen que ver con los experimentos desarrollados en el laboratorio, por lo que todavía no se ha levantado una investigación formal.

Sin embargo, según pudo establecer la periodista búlgara, el centro de investigación (que fue inaugurado en 2011), transporta sangre humana y agentes patógenos congelados como carga diplomática para un programa militar secreto apoyado por el Pentágono. La investigación logró determinar que el gobierno norteamericano ha gastado más de 161 millones de dólares de los contribuyentes en cuestiones relacionadas con enfermedades mortales e insectos picadores que serían enviados a países limítrofes a través de drones. Además de lo anterior, los vecinos del barrio Alexeevka, donde se encuentra el laboratorio, se quejan de que los químicos peligrosos se queman en secreto en las madrugadas y los desechos son vertidos en un río cercano  por medio de tuberías que conectan con el laboratorio. Según los testimonios: “hay humo negro, rojo y verde en la noche, o especialmente temprano en la madrugada, alrededor de las 3 o 4 am. Incluso las gallinas han muerto […] ese olor viene de allí. Huele a huevos podridos y a heno en descomposición. El olor se propaga en diferentes direcciones por el curso del viento”.

De acuerdo con el completo análisis de Dilyana Gaytandzhieva, la actividad secreta que allí se lleva a cabo cuenta con la complicidad de los militares georgianos y diplomáticos norteamericanos. Los vecinos del Lugar Center, todavía recuerdan un trágico episodio que involucró a cuatro ciudadanos filipinos que trabajaban en el laboratorio. Dos de los extranjeros murieron a causa de una supuesta intoxicación por gas en su apartamento, cerca del laboratorio, y los otros dos tuvieron afectaciones graves de salud. Por esa razón, creen los vecinos del lugar, que los desechos y la investigación en general resulta sumamente peligrosa. Y de hecho lo es.

En efecto, Estados Unidos está desarrollando un arma bioquímica lo suficientemente poderosa para disuadir al gobierno ruso liderado por el presidente Vladimir Putin y, de esa manera, posicionarse estratégicamente en el centro de Asia. Por ello, las agencias de seguridad norteamericanas con el aval de la Casa Blanca, están trabajando en el control de la población mundial. Uno de los indicios al respecto es el caso de Joshua Bast, subdirector de la Unidad de Investigación Médica del Ejército de los Estados Unidos- Georgia (USAMRU-G, por sus siglas en inglés). Este científico militar, según lo pudo establecer la periodista Gaytandzhieva, conduce un carro diplomático y goza de inmunidad, sin pertenecer al cuerpo de funcionarios de la Embajada de ese país. ¿Qué hay detrás de esto? La realidad es que Bast dirige una unidad especial secreta conocida como Walter Reed que opera dentro del laboratorio Lugar. Al ser confrontado por la periodista en razón a su categoría de agente diplomático, el científico negó categóricamente que trabajara en el laboratorio, cuando la evidencia dice todo lo contrario. Lo más preocupante del caso, es que Joshua Best es entomólogo, es decir, se dedica a la investigación con insectos. Uno más uno es dos.

Otra de las graves denuncias en este caso es el papel de los contratistas privados. De hecho, la Agencia para la Reducción de Amenazas (DTRA) entregó a compañías privadas los recursos para las investigaciones sobre armas biológicas. Lo complejo del asunto es que este tipo de empresas no tienen ninguna clase de control por parte del Congreso. Actualmente, hay tres de estos grupos trabajando en Georgia: CH2M Hill, Battele y Metabiota, quienes también laboran con otras agencias estatales como la CIA.

La primera de esas empresas ganó un contrato por 342 millones de dólares para trabajar en biolaboratorios en Georgia, Uganda, Tanzania, Irak, Afganistán y el sudeste asiático. Por su parte, el Battele Institute realiza pruebas con productos extremadamente tóxicos y sustancias patógenas, sus contratos ascienden a más de 2.000 millones de dólares. Finalmente, Metabiota recibió 18,4 millones de dólares por parte de la DTRA por servicios de consultoría científica y técnica en Ucrania y Georgia. En el sitio web de la empresa se ofrecen servicios consultivos sobre: “amenazas biológicas en todo el mundo, detección de patógenos, respuesta epidémica y ensayos clínicos”. Esta compañía también trabajó con el gobierno estadounidense en la epidemia del Ébola en África Occidental con un presupuesto que superó los 3 millones de dólares. Esta circunstancia demuestra que el sector privado está muy interesado en desestabilizar y controlar a las poblaciones en Eurasia, una de las zonas con mayor relevancia en cuestiones geopolíticas. Si las transnacionales están involucradas en Georgia es porque puede haber un negocio redondo que implique la devastación de recursos y pueblos enteros.

Uno de los mecanismos que desarrollan en los laboratorios es la guerra entomológica, esto es, la utilización de insectos para transmitir enfermedades. Aquí el mapa geopolítico adquiere una gran relevancia pues Georgia comparte frontera con Rusia, principal rival de los Estados Unidos. Si a esta circunstancia se suma el desarrollo de bacterias y virus en los laboratorios de Ucrania y Kazajistán, entonces podría afirmarse que el Pentágono está pretendiendo “cercar” a su enemigo político. Por esa razón, Moscú ha expresado repetidamente su preocupación por la posible utilización de armas biológicas a través de la propagación de insectos.

Tales temores no son infundados, considerando una reciente patente estadounidense para un Sistema de Esparcimiento Aérea de Mosquitos Tóxicos, otorgada por la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos en 2014. La invención incluye un dron que puede liberar mosquitos infectados, algo que la investigación de la periodista, Dilyana Gaytandzhieva, ha intentado probar, pues existen documentos que muestran proyectos del Pentágono que involucran a los insectos como posibles vectores de enfermedades en Georgia. En efecto, en 2014, el Centro Lugar fue equipado con una instalación para insectos y lanzó su proyecto sobre moscas de arena en Georgia y otras zonas del Cáucaso. Por si fuera poco, y de manera coincidente (?), la empresa Georgia Tech creó hace pocos días un diminuto robot de dos milímetros que se mueve aprovechando la vibración de actuadores piezoeléctricos, fuentes de ultrasonido o incluso pequeños altavoces. Estos “insectos del futuro” podrían utilizarse para transmitir las enfermedades creadas en los laboratorios. Por ese motivo, el devenir de la humanidad está en peligro si los contratistas privados siguen teniendo inmunidad diplomática para crear armas mortales. Es hora de ejercer control ciudadano y de pedirle al primer poder del mundo, una explicación satisfactoria.

Septiembre 2019

El peligroso nacionalismo ucraniano

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

El significado etimológico de Ucrania en ruso antiguo es “zona de frontera (borde u orilla)”, lo que ejemplifica en justa medida la condición actual de la nación eslava. En efecto, Ucrania se encuentra en los confines de Rusia muy próxima a las naciones de Europa central y los Balcanes. Esta condición histórica ha desarrollado una ambivalencia en el país, pues la zona oriental se identifica con el idioma y las tradiciones de Rusia, mientras que la franja del extremo occidental ha tendido a desplegar un discurso nacionalista (en ocasiones radical). De la mano de las ideologías europeas del siglo XIX, los ciudadanos ucranianos comenzaron a crear su propia conciencia nacional. El primer movimiento nacionalista fue fundado por el poeta Taras Shevchenko quien llegó a proponer un proyecto de la “Gran Ucrania”, territorio comprendido entre Galitzia (Polonia) y Bukovina (Rumanía) hasta los ríos Don y Kubán en los límites de Eurasia (https://www.eurasia1945.com/acontecimientos/fascismo/nacionalismo-ucraniano/). Esta idea que se fue radicalizando en los albores del siglo XX, promulgaba la “anti-rusificación” de Ucrania y de hecho se manifestó en la guerra civil que daría origen a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Durante la ocupación nazi de la URSS en 1941 bajo la “Operación Barbarroja”, algunas milicias nacionalistas ucranianas como el batallón “Roland” juraron lealtad a las banderas del Tercer Reich y de hecho combatieron en sus filas.

Un nombre recurrente al hablar de este periodo fue el nacionalista Stepan Bandera, uno de los fundadores del Ejército Insurgente y de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, quien tuvo un papel destacado en el asesinato de al menos 100.000 civiles polacos y judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora bien, Bandera es pues hoy la figura central de los nacionalistas de extrema derecha en Ucrania. De hecho, detrás las protestas de Euromaidán que ocasionaron la salida del poder del presidente Víctor Yanukovich en 2014 estaba la organización Pravy Sektor (“Sector de derecha”), un grupo nacionalista que recibía entrenamiento en artes marciales, tácticas de combate y cócteles molotov para combatir a la policía (https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/quienes-son-los-nacionalistas-ucranianos-articulo-489849). Este peligroso movimiento que cuenta al menos con unos 10.000 simpatizantes se suma a otras organizaciones de extrema derecha como el partido Svoboda (Libertad), el partido Batkivshchyna (Patria) y la Alianza Democrática para la Reforma (UDAR) sectores que, desde la crisis política en Ucrania que desencadenó la guerra civil en el oriente del país, han tenido un papel destacado en las confrontaciones armadas, pero también en el gobierno de Petro Poroshenko. El factor común de todos estos grupos extremistas es considerar a Stepan Bandera como un mártir, el ícono de la independencia y el nacionalismo ucraniano.

Desde las protestas de 2014, los movimientos ultranacionalistas y filonazis adquirieron cierta visibilidad en el país y a pesar de que su representación no llega al 5% en la Rada Suprema, lo cierto es que su poder va en progresivo incremento. En junio de 2018, por ejemplo, al menos unos 20.000 nacionalistas ucranianos marcharon para conmemorar el “Día del defensor de la Patria y el 75 aniversario de la fundación del Ejército Insurgente Ucraniano (UPA)”. En un desfile propio de la iconografía de la Italia fascista, los nacionalistas, antorchas en mano, proclamaban consignas xenófobas dirigidas principalmente a los rusos que viven en Ucrania (https://www.publico.es/videos/637296/miles-de-nacionalistas-ucranianos-marchan-por-las-calles-de-kiev). El centro de la manifestación fue nuevamente Stepan Bandera que hoy constituye una figura polémica entre los ucranianos. Sus defensores insisten en reconocerlo como un personaje vital para la independencia del país (así eso haya implicado colaborar con el nazismo); mientras que sus detractores lo consideran una figura peligrosa con un discurso abrasivo. Al margen de la discusión, lo cierto es que Bandera es hoy por hoy el símbolo del peligroso nacionalismo ucraniano.

Los discursos extremistas de “Ucrania para los ucranianos” ha encontrado eco en diversos movimientos y líderes locales que buscan a toda costa negar los nexos históricos y familiares que los emparentan con Rusia. El propósito esencial de estos grupos es crear un ambiente de división y exclusión, alimentando de manera consiente el odio hacia su vecino. Ejemplo de lo anterior fue la declaración del jefe adjunto del llamado “Ministerio para los Territorios Ocupados Temporalmente”, Yury Grimchak quien aseguró que Ucrania despojará de su ciudadanía a aquellos habitantes de Donbass (región actualmente en disputa en el oriente del país) que adquieran el pasaporte ruso (https://es.news-front.info/2019/04/17/ucrania-se-prepara-para-despojar-de-la-ciudadania-ucraniana-a-los-ciudadanos-de-donbass-que-obtengan-pasaporte-de-rusia/). Esta muestra de mezquindad política deja entrever el nacionalismo exacerbado y fanático que busca desconocer los lazos históricos entre dos pueblos hermanos. La intención de los nacionalistas ucranianos es, por tanto, negar ese camino común y a cambio impulsar el odio y la xenofobia.

La circunstancia que agudiza aún más lo anterior y que torna el asunto de manera peligrosa son las estructuras paramilitares y abiertamente neonazis que entrenan en diversas partes del país para enfrentar al ejército ruso en un eventual conflicto de gran escala. Lo inquietante es que las milicias están conformadas por niños entre los 7 y 16 años que son adoctrinados para “matar rusos” (http://diariodelcauca.com.co/noticias/internacional/en-este-campamento-de-ucrania-les-ensenan-los-ninos-mata-480632).

En los denominados “campamentos patrióticos” se organizan actividades políticas y entrenamiento militar permanente y agresivo. Por ejemplo, en el campo ubicado en Gart Voli (región de Ternopil) hay unos 11.000 miembros, desde activistas antiestablecimiento pasando por nacionalistas radicales y hooligans hasta individuos abiertamente neonazis. En ese ambiente es justamente donde están creciendo miles de niños ucranianos. Un crimen total.

En estos campamentos, los muchachos son adoctrinados para considerar a los rusos como el enemigo acérrimo, como el fin último de sus acciones violentas. Los instructores del partido Svoboda lanzan consejos del calibre: “No pienses en tu blanco como si fuera una persona” y ese blanco son los soldados rusos que los nacionalistas perciben como invasores por lo que buscan expulsarlos o aniquilarlos. En la misma dirección, van las arengas de Yuri Cherkashin, un ex combatiente que lidera el campamento, según él, “nunca apuntamos las armas a las personas, pero no consideramos que los separatistas sean personas” (https://hsbnoticias.com/noticias/internacional/en-este-campamento-de-ucrania-les-ensenan-los-ninos-mata-480632). Esta clase de discursos son muy similares a los utilizados en su época por Adolfo Hitler para emprender su sanguinaria matanza en contra del pueblo judío, de ahí que resulte extremadamente peligroso que niños desde los 7 años estén siendo adoctrinados para eliminar a quienes consideran “subhumanos”.

En el oriente del país se encuentra una de las estructuras más peligrosas: el batallón de Azov. Esta organización es el brazo militar del partido político Cuerpo Nacional que cuenta con dos escaños en la Rada Suprema. El grupo armado ha sido financiado y entrenado por cuerpos élite de Estados Unidos e Israel, según información del FBI. Originalmente, “el batallón de Azov surgió como un grupo paramilitar de nazis ucranianos vinculados al partido Nacional Socialista y luego se incorporó al Ministerio del Interior como parte de la Guardia Nacional” (https://movimientopoliticoderesistencia.blogspot.com/2018/11/fascismo-e-imperialismo-estados.html), lo que demuestra la filtración de grupos extremistas en las altas esferas del Estado ucraniano. De acuerdo con palabras de su fundador y actual parlamentario, Andrey Bilitsky, “la misión histórica de nuestra nación en este momento crítico es dirigir las razas blancas del mundo en una cruzada final para su supervivencia”. Amparando el racismo y la supremacía nacional se esconde el apoyo de Estados Unidos que, como hemos visto en otras investigaciones tiene claros intereses en el conflicto en Ucrania (http://laotraopinion.net/geopolitica/global/los-intereses-de-estados-unidos-en-el-conflicto-de-ucrania/).
Este apoyo soterrado se ha buscado la desestabilización de una zona sensible en la seguridad mundial.

Uno de los campos de acción más efectivos del movimiento nacionalista ucraniano ha sido el discurso político. De hecho, de tendencias claramente xenófobas, estos grupos han buscado difundir su odio a los rusos y ucranianos del este, declarándolos personas “no gratas”(https://www.eldiario.es/theguardian/milicias-neonazis-ucranianas-muestran musculo_0_749625905.html). Estas manifestaciones son muy similares a las alocuciones venenosas del presidente Trump en torno a la construcción del muro en la frontera con México. Los nacionalistas tienden a proclamar una arenga de supremacía y división como quedó evidenciado en las palabras del líder ultranacionalista Dimitri Korchinsky para quien “los ucranianos del este no merecen compasión”(https://es.news-front.info/2019/03/20/nacionalista-ucraniano-dice-que-los-residente-de-donetsk-y-lugansk-en-el-donbass-no-merecen-la-compasion-de-ucrania/). Esta clase de frases contundentes y agresivas pululan a diario en el oriente de Ucrania, donde los ciudadanos que no apoyen la causa de los nacionalistas radicales son percibidos como personas de segunda clase. El objetivo final es crear un relato anti ruso.

De acuerdo con distintos analistas, a pesar de la relativa baja representación en el parlamento con la que cuentan los grupos nacionalistas (cercana al 5%), la tendencia puede ir en crecimiento debido al renovado interés que han adquirido los partidos de derecha en Europa y a la situación de crisis política y económica en la que está sumida Ucrania. No debe perderse de vista que el fatídico ascenso de Adolfo Hitler en Alemania se debió a las complejas circunstancias económicas por las que atravesaba el país. En este sentido, el poder de los ultranacionalistas puede incrementarse en Ucrania, más si se toma en cuenta la influencia ideológica ejercida sobre los “niños soldado” (https://www.elconfidencial.com/mundo/2018-10-30/ucrania-ninos-campos-entrenamiento-rusia_1637439/). Al respecto debe mencionarse el relativo poco cubrimiento por parte de la prensa occidental de una situación que es una clara violación a los derechos de los niños. Las fotografías difundidas por medios como The Guardian dan cuenta de la preocupante circunstancia y de las consecuencias nocivas del nacionalismo en dicho país.

La influencia de los extremistas de derecha en el Estado ucraniano es hoy una realidad. Lo complejo del asunto es que ningún gobierno podrá alejarlos de manera definitiva pues ellos (los nacionalistas) creen que el derrocamiento del presidente Yanukovich fue una victoria suya. Además de este factor, debe considerarse que las grandes potencias como Estados Unidos y el Reino Unidos están dispuestas a intervenir de manera activa para desestabilizar Eurasia e influir a los gobiernos que contravengan sus directrices. Teniendo en cuenta que Ucrania es un importante centro de acopio del mercado negro de armas (http://laotraopinion.net/geopolitica/global/los-intereses-de-estados-unidos-en-el-conflicto-de-ucrania/), la situación puede devenir en un polvorín desatando terribles consecuencias en la región, entre las cuales podría estar un futuro gobierno ultranacionalista.

De comediante a presidente: ¿cambia en algo la situación política en Uucrania con la elección de Volodymir Zelensky?

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

La victoria por la carrera presidencial del actor Volodymir Zelensky fue un duro golpe para la clase política tradicional de Ucrania y un mensaje para el electorado del mundo entero. Un discurso antiestablecimiento y la lucha contra la corrupción le sirvieron para llevarse una victoria contundente en segunda vuelta contra el representante de esa élite tradicional: Petro Poroshenko, quien aspiraba a la relección del cargo. De hecho, el triunfo de Zelensky con cerca del 73% de los votos fue incontestable y marca la pauta de una nueva era en la política del país eslavo (https://es.euronews.com/video/2019/04/22/volodimir-zelenski-de-humorista-a-presidente-de-ucrania). Sin embargo, es prematuro vaticinar cómo será la presidencia del comediante, toda vez que su falta de experiencia pública puede jugarle en contra en un momento delicado en la seguridad de Europa del este y con unas tensas relaciones con su vecino histórico.

La imagen del nuevo presidente ucraniano se fue romantizando luego de su paso por la exitosa serie televisiva Servidor del pueblo, transmitida por el canal 1+1, que contaba la historia de un maestro que luego de caer en la miseria, decide postularse para la presidencia del país y a la postre obtiene la victoria (https://expansion.mx/mundo/2019/04/22/el-interpreto-al-presidente-de-ucrania-para-la-tv-ahora-lo-es-en-realidad). Como si fuera una extensión de la ficción, Zelensky asumió su papel en la vida real y con un discurso contestatario fue venciendo uno a uno a los representantes de la política tradicional, entre ellos, la ex primera ministra Julia Timochenko, una de las principales opcionadas para la primera magistratura. No obstante, cuando pase el bombo y la algarabía de su victoria, es cuando se tendrá que preguntar ¿cambia en algo la situación política de Ucrania con la elección de Zelensky?

A priori el actor y comediante ha asumido una postura prooccidental lo que puede marcar la hoja de ruta de su gobierno. Por esa razón, su presidencia no resulta esperanzadora para solucionar la crisis en el oriente del país, ni mucho menos para reconstruir las relaciones con Rusia. Por el contrario, la falta de experiencia en la administración pública puede ser un problema mayor. La presidencia de un país como Ucrania, con su sensible posición geopolítica, no es un show de televisión. Esta es la primera consideración que debe tener el electorado ucraniano, pues el ejercicio de la política se aleja del tono desafiante que se presentó en la serie. La historia comprueba que más allá de una buena campaña es necesario contar con una excelente gestión en los asuntos del país, por lo que la realpolitik le puede jugar una mala pasada al nuevo presidente.

En efecto, Zelensky deberá sortear situaciones complejas como el conflicto en las regiones de Donetsk y Luhansk, los incidentes en la península de Kerch y la compleja situación económica del país. Empero, desde la época electoral, sus posturas políticas no han sido del todo claras. Su plataforma fue imprecisa, nada concreta y algunos de hecho la han calificado de “populista” pues dijo lo que la gente quería oír, pero en absoluto planteó cómo lo hará. Por ejemplo, la anexión de la península de Crimea a la Federación rusa en 2014 sigue siendo una herida abierta para los habitantes del occidente del país. El conflicto que se desencadenó posteriormente y que ha cobrado la vida a más de 13.000 personas (entre ellos 3.321 civiles) según cifras de las Naciones Unidas, es un tema de primordial interés a resolver, pero poco ha sido lo que el nuevo presidente ha dicho al respecto, de ahí que su administración pueda desinflarse en pocos meses o incluso llegue a ser una gran decepción. El otro tema de importancia fue el incidente en el mar de Azov que enfrentó a las armadas de Rusia y Ucrania y que llevó al entonces presidente Poroshenko a la imposición de la ley marcial. En tal sentido, ¿qué experiencia tiene un actor en el manejo de una crisis de este tipo? La presidencia de un país no es un concurso de popularidad.

Por ese motivo, luego de que pase todo el boom mediático frente a la victoria de un offsider, que no deja de ser un evento llamativo, se demostrará el talante del nuevo presidente. No obstante, hay que estar preparados para todo, menos para una actitud de colaboración con Moscú. De hecho, ya los líderes del G7 mostraron su disposición a trabajar con Zelensky (https://www.ukrinform.es/rubric-polytics/2686934-los-paises-del-g7-estan-dispuestos-a-cooperar-con-el-presidente-electo-de-ucrania.html). Esto es una clara señal de influencia e intromisión que demostrarán el carácter del nuevo mandatario. Por tanto, no hay que guardar muchas expectativas si desde el primer día, los siete países más poderosos del mundo en términos económicos y militares dan una voz de respaldo al nuevo mandatario. ¿Es Zelensky el nuevo gobernador-títere que Estados Unidos siempre ha soñado tener en Ucrania? Sólo el tiempo traerá la respuesta, pero como se ha dicho hasta aquí, es poco el margen de maniobra que el comediante tendrá si sus socios occidentales comienzan a imponer sus directrices.

En consecuencia, no debe haber muchas esperanzas puestas sobre el nuevo presidente quien se ha mostrado a favor de impulsar un refrendo que lleve a decidir al país su ingreso a la OTAN. Sin embargo, tras esta máscara de “elección democrática” se esconde el deseo de tomar partido a favor de esa peligrosa organización. De hecho, si los habitantes del oriente del país no son tomados en cuenta en las elecciones y en algunos casos se les ha retirado sus derechos ciudadanos, entre ellos el voto, ¿cómo se espera que ese referendo refleje de manera auténtica los deseos de toda la población? Pura pantomima es lo que busca Zelensky con esta decisión, pues para nadie es un secreto que los gobernantes prooccidentales tienen como prioridad en su agenda internacional el ingreso a la organización trasatlántica. Del mismo modo, la obsesión de convertirse en un Estado miembro de la Unión Europea puede revivir viejas tensiones regionales que, como hemos visto en otros análisis, son perjudiciales para la seguridad de la región (http://laotraopinion.net/sin-categoria/ucrania-nuevo-estado-satelite-de-estados-unidos/).

En esta misma vía, el gobierno ruso no ha tenido una posición frente a la nueva elección presidencial en Ucrania. El Kremlin tan sólo destacó que los resultados demostraron el fracaso de las políticas de Poroshenko, ¿continuará su sucesor con esta línea de administración? Al margen de ello, es claro que las “espectaculares” elecciones en Ucrania no fueron del todo democráticas pues gran parte de los habitantes del oriente del país fueron excluidos del proceso mediante varios artilugios. En efecto, de acuerdo con cálculos un millón de personas migran de Ucrania al año a causa de la compleja situación política y económica (https://www.diariosur.es/sociedad/ucrania-pierde-millon-20180904130354-ntrc.html). Esas personas prácticamente sostienen a la nación pues las remesas en 2017 ascendieron a 7.894,5 millones de dólares, lo que equivale a la nada despreciable suma del 7, 04% del PIB del país. En esa medida, los ucranianos expatriados han tenido mucho que ver con la reconstrucción del país. (https://datosmacro.expansion.com/demografia/migracion/remesas/ucrania). Sin embargo, debido a la campaña nacionalista impulsada desde Kiev, estos ciudadanos son excluidos de los procesos electorales por lo que desde esa perspectiva las pasadas elecciones pueden ser al menos cuestionadas si se considera que gran parte del potencial electoral del oriente del país no tuvo la oportunidad de ejercer su derecho.

También hay que considerar la piedra en el zapato en la campaña de Zelensky: su relación con el oligarca Ihor Kolomoisky, uno de los tres hombres más ricos del país, hecho que se buscó ocultar al máximo pero que resultó inevitable. Aunque la campaña del nuevo presidente negó tajantemente el nexo, lo cierto es que en los últimos meses, Zelensky registró al menos 14 viajes a Tel Aviv y Ginebra, donde el magnate tiene sus negocios, de ahí que parte de la prensa de ese país lo califique de “títere del oligarca” (https://www.grupolaprovincia.com/internacionales/zelenski-de-presidente-en-la-ficcion-al-gobierno-de-ucrania-268753). Otro de los motivos que pueden reforzar esa hipótesis es el hecho de que Kolomoisky tiene el 70% de las acciones del canal 1+1 donde la figura del comediante adquirió gran relevancia debido a la serie Servidor del pueblo. Además de ello, el canal de televisión fue una palestra pública desde donde Zelensky comenzó su estratosférica carrera hacia la presidencia. En todo caso, no deja de ser sospechosa esa relación y ello podría determinar aún más la presidencia del comediante. Esto no debe olvidarse de cara a lo que viene, ¿es Zelensky tan independiente como dice ser?

Sin embargo, es oportuno decir que el caso de “patrocinio” de un oligarca a una campaña presidencial no es exclusivo de Zelensky, de hecho, es una costumbre muy arraigada en Ucrania incluso desde el momento mismo de su independencia de la Unión Soviética en 1992. A partir de entonces, se formaron tres clanes económicos que a su vez se relacionaron fuertemente con la política: el de Kiev, que controlaba las empresas de energía y madereras regionales e invirtió en medios de difusión; el clan de Dniepropetrovsk que invirtió en la industria de tuberías de energía (gas y petróleo) y el grupo de Donetsk dedicado a la minería incluido el barón de la metalurgia Ronat Ajmétov, el hombre más rico del mundo poscomunista (https://www.foreignaffairs.com/articles/russia-fsu/2005-03-01/ukraines-orange-revolution). De esa manera, la élite económica ha tenido un papel destacado e influyente dentro las elecciones. Cada uno de los clanes mencionados anteriormente creó su propio partido político y respaldó a candidatos que a la postre serían grandes figuras políticas del país. Un ejemplo de lo anterior, es el apoyo que recibió por parte del clan de Kiev la ex primera ministra Julia Timochenko (candidata que ocupó el tercer lugar en las votaciones) y quien es conocida como “la princesa del gas”. A su vez, el saliente presidente Petro Poroshenko es representante de esa oligarquía económica pues antes de su ingreso a la política era conocido como el Rey del chocolate debido a los negocios que lo impulsaron a convertirse en uno de los hombres más ricos del país.

Dicho lo anterior, hay tres razones para desconfiar del ascenso de Zelensky como nuevo presidente de Ucrania. En primera instancia, la absoluta falta de conocimiento frente al manejo de los asuntos públicos y, por encima de eso, de las crisis políticas que puedan desencadenarse en el oriente del país. El carisma y el discurso “anti-sistema” no le servirán de mucho cuando tenga que enfrentar una tensión de orden militar. De hecho, a partir del domingo 21 de abril de 2019, Volodymir Zelensky entró a formar parte de esa élite política que tanto critica. En segunda medida, uno de sus problemas más visibles es su ambivalencia y falta de claridad frente a los temas más sensibles del país. El que no sea capaz de asumir una postura férrea de cara a esos asuntos, demuestra que su gobierno puede ser un vaivén en el mejor de los casos o simplemente una administración-títere de occidente, en el peor de ellos. Finalmente, la ausencia de reconocimiento y la falta de diálogo con los sectores de la oposición en el oriente del país puede resultar un asunto de gravedad toda vez que, contrario a sus promesas de solucionar las crisis, puede agudizarlas de manera inusitada.

Otro tema polémico tiene que ver justamente con su relación frente a los habitantes de la región este del país. El personaje de Zelensky en Servidor del pueblo, Vasili Goloborodko, habla ruso al igual que él. “Es una herencia cultural”, según palabras del nuevo presidente, afirmación que de alguna manera puede mostrar su cercanía con su vecino histórico. Además, constituye una oportunidad única para reconstruir los lazos políticos afectados desde 2014. Sin embargo, en 2017, el gobierno de Petro Poroshenko impuso el ucraniano como único idioma en las escuelas estatales a partir del quinto año, desconociendo a los rusoparlantes en el oriente del país, hecho que ha desatado enormes críticas (https://expansion.mx/mundo/2019/04/22/el-interpreto-al-presidente-de-ucrania-para-la-tv-ahora-lo-es-en-realidad). Por todo lo anterior, Zelensky deberá sortear las diatribas de los sectores nacionalistas y filonazis del país que, dicho sea de paso, han tenido un preocupante incremento de popularidad ¿Podrá el nuevo presidente soportar la presión?

Es claro que Zelensky tiene miedo a salirse del libreto de los nacionalistas por temor a las represalias de los grupos radicales que podrían atentar contra su vida. La gran paradoja que de aquí se desprende es que además de hablar ruso (y de considerarse cercano a estas tradiciones), Zelensky es el primer presidente judío de la historia de Ucrania. De esa manera, ¿cómo es posible entender que dentro de los sectores que apoyaron su candidatura y ahora su gobierno se encuentren personas que glorifiquen la figura de Stephan Bandera, el culpable del asesinato de al menos 100.000 judíos en su país? Es por eso, que las relaciones del nuevo presidente con los grupos nacionalistas marcarán la hoja de ruta y el éxito o fracaso de su administración, pues una cosa es gobernar bajo presión y otra muy distinta, colaborar con aquellos que alaban la matanza de su propio pueblo.

Con todo lo dicho anteriormente, lo cierto es que la elección de Volodymir Zelensky abre un periodo de incertidumbre en Ucrania. El manejo de un país tan importante no es una comedia y se debe considerar acciones concretas para combatir la corrupción y mantener la unidad de sus habitantes, sin caer en el discurso xenófobo y discriminatorio de la administración anterior (https://www.tvanouvelles.ca/2019/04/21/victoire-ecrasante-du-comedien-zelensky). Por ese motivo, el reto es mayor y no será una tarea fácil para el comediante-presidente. Más si se toma en cuenta que según algunos analistas, los votantes ucranianos no eligieron a Zelensky sino a su personaje, Vasili Goloborodko, debido a que representaba un cambio en el manejo de la política desde la narrativa de la esperanza. De ahí que, el nuevo presidente pueda resultar decepcionante no solo para aquellos que depositaron su confianza en él, sino para el sistema político en general. En todo caso, estaremos desde esta tribuna analizando sus aciertos y criticando sus decisiones polémicas. Amanecerá y veremos.

De la libertad de expresión y la actual censura de internet

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Uno de los bastiones fundamentales de las democracias actuales es la libertad de expresión. De hecho, es uno de los principios rectores consagrados en la Constitución de los Estados Unidos, la democracia más antigua del mundo moderno. En la primera enmienda realizada a la Carta Magna que data de 1815, se estableció la libertad de culto, de expresión, de prensa, petición (que es el derecho que permite a los ciudadanos reclamar ante las autoridades gubernamentales una compensación por agravios) y de reunión, sin la interferencia del gobierno (https://www.law.cornell.edu/wex/es/la_primera_enmienda). Esta serie de garantías resultaron fundamentales para el ejercicio práctico de la democracia y aún hoy constituyen valores centrales para el goce efectivo de los derechos.

Sin embargo, aunque todo parezca positivo sobre el papel, la realidad es bien distinta, pues la libertad de expresión (ese valor supremo de las democracias occidentales) ha sido probada una y otra vez a lo largo de la historia. En no pocos episodios, estas libertades han sido censuradas, cuestionadas, coartadas o incluso muchas personas han sido llevadas a la cárcel por tener ideas políticas impopulares (https://www.aclu.org/libertad-de-expresion).

Baste recordar el oscuro período en la historia norteamericana comprendido entre 1950 y 1956 conocido popularmente como el Macartismo. En medio de la Guerra Fría, el senador Joseph McCarthy extendió declaraciones, denuncias y acusaciones infundadas de personas sospechosas de ser comunistas bajo epítetos como “traición a la patria o subversión”. Varios individuos durante estos años fueron llevados ante tribunales y no se respetaron los procesos legales respectivos. Este, que es sólo uno de los momentos donde se puso en cuestión la primera enmienda, demuestra lo complejo que ha sido su ejercicio, razón por la cual debe indagarse en torno a ¿qué límites y qué garantías tiene en la actualidad la libertad de expresión?

Esta cuestión toma especial relevancia debido al papel protagónico que ha tenido Internet como la moneda de cambio en las comunicaciones actuales. Volveremos más adelante sobre esto. Por ahora, es necesario mencionar que la libertad de expresión es una condición indispensable para que se den las demás formas de autonomía social. No obstante, estos derechos de manifestación tienen una serie de limitantes que varían de un país a otro, dependiendo del sistema legal. Por ejemplo, en Estados Unidos existen algunas excepciones a la primera enmienda tales como: la incitación a una acción ilegal inminente; el falso testimonio; la obscenidad; la pornografía infantil; infringir angustia emocional severa o brindar declaraciones que pongan en peligro la seguridad nacional (https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/05/140508_libertad_de_expresion_en_estados_unidos_bd). Bajo el paraguas de esta última limitación, el gobierno de Estados Unidos ha justificado toda clase de abusos a la libertad de expresión de miles de ciudadanos pues ¿quién establece realmente qué pone en peligro la seguridad del país?

El caso reciente más sonado respecto a la violación del derecho a la libertad de expresión es el del periodista australiano Julián Assange, detenido de manera arbitraria en Londres, luego de que fuera retirado su asilo en la embajada de Ecuador. El fundador, editor y portavoz del sitio web WikiLeaks (un canal dedicado a la filtración de noticias de interés público) fue pedido en extradición por el gobierno de Estados Unidos.

La pregunta es si la primera enmienda puede proteger a Assange. Aunque las opiniones están dividas al respecto, lo cierto es que Estados Unidos puede crear un artilugio legal para condenar al fundador de WikiLeaks so pretexto de “haber violado la seguridad nacional” (https://www.voanoticias.com/a/eeuu-inglaterra-julianassange-analisis-wikileaks-extradicion-primeraenmienda-ecuador-hilaryclinton-donaldtrump/4873854.html). Por esa razón, los peligros a la interpretación de las libertades y derechos están siempre latentes y sujetos en buena medida a quién lo ordena. En otras palabras, la existencia de la autonomía de pensamiento y expresión es un tema de poder y no de derechos como lo comprueba el caso Assange.

En efecto, su captura fue una operación que violó absolutamente las convenciones del derecho internacional establecidas por el grupo de trabajo de la ONU contra las detenciones arbitrarias (http://www.asturbulla.org/index.php/politica/derechos-humanos/38485-assange-y-los-villanos). Pasando por encima de las leyes internacionales, los gobiernos de Ecuador, Reino Unido y Estados Unidos aplacaron a uno de los periodistas que mayores revelaciones ha hecho en los últimos tiempos a propósito de las malas prácticas en política. Por eso es claro que la persecución a Assange es una prioridad del gobierno norteamericano. En tal sentido, en su carrera a la presidencia Donald Trump manifestó: “Amo a WikiLeaks”, pero su discurso ha cambiado drásticamente y es probable que sea la principal figura política que promueva la extradición de Assange como un bálsamo para conseguir la necesaria popularidad, ampliamente requerida en estos tiempos pre-electorales. No obstante, el periodista de origen australiano parece no tener garantías para un juicio justo.

Además, según se ha podido establecer, el gobierno de Estados Unidos quiere juzgar a Assange por hacker y no por periodista. Esto quiere decir que su colaboración con Chelsea Manning (ex analista del ejército de Estados Unidos, quien filtró miles de documentos clasificados sobre las guerras de Afganistán e Irak) para descifrar una clave que les dio acceso a documentos secretos, es el motivo enrevesado que quieren utilizar para condenar al creador de WikiLeaks. Lo preocupante es que un gobierno pueda decidir quien es periodista y quien no, o incluso pueda considerar qué se puede hacer público, lo cual genera una clara violación a la libertad de expresión. Por ese motivo, el caso Assange tiene una consecuencia de fondo y es el hecho de que la promesa de libertad promulgada por Internet ha llegado a su fin (http://www.asturbulla.org/index.php/politica/trampas-y-medios/38489-julian-assange-en-prision-o-el-fin-de-la-promesa-libertaria-de-Internet). Dicho de otro modo, el mensaje que tiene implícito la captura de Assange es que el periodismo que se atreva a denunciar, cuestionar o desafiar al poder será perseguido y juzgado. La libertad de expresión se convierte entonces en un campo restringido donde se reproducen las ideas de los poderosos sin el mínimo atisbo de crítica o cuestionamiento.

Todo este entramado ha permitido hacer una reflexión en torno a la actual censura de Internet. De hecho, es una cuestión fundamental en los tiempos que corren: ¿qué criterios utilizar para saber qué se puede prohibir y qué no? En ese sentido, Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook pidió en una carta publicada por The Washington Post “nuevas reglas” para “proteger Internet de los contenidos peligrosos” e instó “un papel más activo por parte de los gobiernos” para el control de los contenidos inapropiados o lesivos.
(https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-sociales-censura-reino-unido-australia-facebook.html). Esta declaración la hace el hombre cuya empresa vendió los datos personales de millones de usuarios a diversas empresas entre ellas Cambridge Analytica, responsable de influenciar a millones de votantes en el mundo. Por esa razón, la libertad sólo es útil cuando beneficia a los poderosos, pero cuando no los beneficia, la respuesta es otra: juicio y censura. Resulta, por decir lo menos, increíble que un hombre que ha dedicado su vida a combatir los poderes oscuros de la política mundial sea encarcelado y aquel que vendió información personal de millones de personas sea considerado un héroe mediático. Parece que las prioridades en este mundo están invertidas.

Con relación a lo anterior, en el pasado mes de marzo de 2019, el Parlamento Europeo aprobó una nueva directiva de copyright, lo cual significa un duro golpe para la libertad de expresión en Internet. Dos artículos particularmente han resultado polémicos: el primero relacionado con el uso digital de las publicaciones de prensa desde citas a enlaces, otorgando a los editores el derecho a autorizar o prohibir su reproducción, lo que brindaría un poder sin parangón a los creadores. Y la segunda relacionada con la vigilancia de contenidos protegidos por parte de las plataformas, permitiendo que “ciberpolicías” puedan monitorear a los usuarios. Para algunos analistas estas restricciones suponen el fin de una era de intercambio de conocimientos y contenidos que fue el propósito fundamental de los inicios de Internet. El hecho de que se hagan cada vez más rígidos los mecanismos para compartir la información significa, sin ambages, la limitación y control de los internautas por parte de un puñado de empresas de informática.

En efecto, esta medida viola claramente la libertad de expresión toda vez que restringe la libre circulación de información y limita las acciones de las personas so pena de ser acusados de infringir delitos virtuales.

Al respecto, Simona Levi, fundadora de Xnet, “califica el monitoreo como una “gobernanza algorítmica” y aunque las medidas se circunscriben a los derechos de autor cree que se extenderán más allá amenazando a la libertad de expresión” (https://www.xataka.com/legislacion-y-derechos/que-propuesta-directiva-europea-copyright-preocupante-para-Internet). La tendencia de los gobiernos es a restringir al máximo los usos de Internet y a bloquear las opiniones disidentes. En consecuencia, es posible esperar que en un futuro cercano los contenidos estén cada vez más limitados y las producciones condicionadas a cumplir un marco regulatorio que no es otra cosa que la castración de los derechos y libertades virtuales.

Por ello, el debate central será determinar los mecanismos que se emplearán para establecer qué contenidos serán “infractores” de cara a lo que viene. Como otro escenario de relaciones de poder, Internet constituye un bastión de disputa entre los gobiernos y la ciudadanía. Ejemplo de lo anterior es la polémica propuesta de la primera ministra inglesa Teresa May de crear una autoridad “independiente” que limpie plataformas de contenidos considerados peligrosos. Sin embargo, ¿no es esta una forma de censura moderna? En la misma línea, en Singapur se ha presentado un proyecto de ley contra las fake news, donde se permite a cada uno de los ministros del gobierno, la corrección y la eliminación de cualquier contenido que considere falso, lo cual crea una preocupación en torno a la censura en los tiempos actuales (https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-sociales-censura-reino-unido-australia-facebook.html). Este complejo escenario hace pensar que las batallas por la libertad de expresión se librarán en la red y es oportuno que el mundo conozca que las dictaduras y tiranías comienzan cuando una opinión contraria a la mayoritaria es ocultada, silenciada o despreciada. La censura a Internet es un primer campanazo frente a un eventual gobierno global de dictadores cibernéticos.

¡No a la intervención militar de Estados Unidos en Venezuela!

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

Ríos de tinta han corrido en torno al tema de la situación sociopolítica en Venezuela. Las grandes empresas mediáticas de occidente financiadas por el Pentágono y sus aliados se han dedicado a difundir sistemáticamente noticias a propósito de una crisis humanitaria que, según su sesgada opinión, tiene al país suramericano al borde del colapso. Sin embargo, lejos de estas interpretaciones apocalípticas, Estados Unidos como el principal líder de la oposición al gobierno del presidente Nicolás Maduro tiene intereses puntuales que espera llevar a cabo por distintos medios. En efecto, la Casa Blanca ha comprobado que su modus operandi en contra de las administraciones de izquierda en el continente ha surtido un efecto profundo en el objetivo de minar la confianza de las poblaciones y torpedear las democracias latinoamericanas. Un ejemplo claro de lo anterior fue la pantomima en contra de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil y el posterior apoyo al ultraderechista y ex militar Jair Bolsonaro. Una vez más el Pentágono demuestra que la democracia tiene muy poco valor frente a los intereses económicos y geopolíticos en la región. Esta es justamente la lógica que la administración Trump quiere aplicar en Venezuela.

Para nadie es un secreto que Venezuela constituye hoy en día el principal objetivo geopolítico de los Estados Unidos. Las razones saltan a la vista: enormes reservas de gas y oro, pero sobre todo los yacimientos de petróleo hacen parte de los cálculos de Washington para contemplar una intervención militar con el fin de explotar este recurso estratégico. Hasta noviembre de 2017, Venezuela contaba con más de 300 millones de barriles en reservas probadas ubicadas en la Faja Petrolífera del Orinoco “Hugo Chávez”(https://www.telesurtv.net/news/que-buscan-acciones-eeuu-contra-gobierno-venezolano-20190124-0005.html). Esta cifra, según estimaciones, equivale a 500 años de producción de petróleo lo que convierte al país suramericano en la principal reserva de crudo del mundo. El segundo país con más fuentes en hidrocarburos es Arabia Saudita cuyas reservas alcanzan para 70 años. Esta disparidad muestra la importancia que en términos estratégicos tiene Caracas para la Casa Blanca pues el reino saudí es su principal socio en Medio Oriente, con lo cual, el gobierno del norte espera obtener a como dé lugar el petróleo del Orinoco.

La táctica de Washington para cumplir con sus objetivos es multimodal: provocaciones políticas y diplomáticas, financiación de grupos armados ilegales que contravengan la administración del presidente Maduro (destacando el caso de las milicias en las fronteras), los montajes mediáticos para poner en contra a la opinión pública internacional, entre otras. Es claro que el presidente Trump no es un defensor de los derechos humanos ni mucho menos del sistema democrático, es simplemente un empresario cuyos intereses están involucrados en un posible negocio redondo, pues Estados Unidos ya no tendría que comprar el petróleo venezolano sino que bastaría una invasión tipo Irak para hacerse con los yacimientos (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-47126324). El magnate presidente está empecinado en llevar a cabo sus propósitos y el llamado “cerco diplomático” no es más que una primera fase de lo que podría ser una intervención militar que eventualmente podría desencadenar una guerra civil en el vecino país.

Es aquí donde se presenta la gran paradoja ya que la tradición política de Estados Unidos se jacta de ser la democracia más antigua del mundo contemporáneo, pero en realidad no la respeta en absoluto. Por el contrario, es una característica de su política exterior estar dispuesto a violar el principio de no intervención en asuntos internos y ésta ha sido una tendencia histórica y constante. Desde el nacimiento mismo del Estado y la independencia de las trece colonias, la Casa Blanca ha jugado un papel intervencionista que intercala según los intereses involucrados, es decir, algunas veces actúa como juez internacional haciendo presión mediática a través de periodistas a sueldo u otras actúa directamente con ataques militares. Cabe recordar que en el llamado periodo de “aislacionismo” cristalizado en la Doctrina Monroe (1823) y su aforismo “América para los americanos”, donde los Estados Unidos supuestamente no intervinieron más que en su desarrollo doméstico, se dieron casos de influencia como la separación de Panamá (y la posterior construcción del canal interoceánico) o el envío de tropas a África y Asia.

Todo este panorama permite corroborar que el andamiaje institucional de Washington no se mueve sin un propósito específico. Dicho de otro modo, no debe perderse de vista que el apoyo irrestricto al autoproclamado presidente interino, Juan Guaidó, hace parte de una estrategia mayor. En efecto, ¿quién era este líder de la oposición antes del advenimiento de la crisis? La respuesta es clara y concisa: un total desconocido. Sin embargo, esta figura irrelevante en el escenario político venezolano tuvo un estrepitoso ascenso y el motivo ha sido el apoyo incondicional de la Casa Blanca. Por tal razón, Guaidó es un enviado especial de los centros de inteligencia estadounidenses que busca desestabilizar la región so pretexto de “proteger la democracia” en el vecino país (https://www.hispantv.com/noticias/venezuela/409363/guaido-eeuu-paises-reconocen-presidente-venezuela). No debe caerse en la ingenuidad de pensar que el presidente de la Asamblea es un líder carismático, un auténtico offsider del sistema político que viene a “salvar a Venezuela de la crisis”. Si tiene el apoyo de Estados Unidos y más aún de un presidente como Donald Trump, lo mínimo que debe generar es una desconfianza absoluta. Ahora, lo que debe establecerse es hasta qué punto Guaidó se dejará manejar por sus jefes de Washington, ¿estaría dispuesto a escalar la situación hasta una intervención militar?

Otra de las preguntas que deben plantearse es ¿qué pasaría si se hiciera efectiva una intervención militar en Venezuela con base en Colombia? Sin duda, la situación sería nefasta para ambas naciones y como es su costumbre, Estados Unidos no comprometería en absoluto su territorio. De hecho, el único conflicto que se ha desarrollado en suelo norteamericano fue la guerra civil que enfrentó a la Unión y la Confederación (1861-1865), el total restante de las guerras en las que Washington ha participado se han desarrollado a miles de kilómetros de sus costas. En tal sentido, no debe escatimarse el episodio de la polémica anotación del asesor de seguridad de Trump, John Bolton, quien escribió 5,000 troops to Colombia (5.000 tropas a Colombia)¸ lo cual fue un claro indicio de lo que podría venir en caso de no encontrar una salida a las tensiones (https://www.vanguardia.com/colombia/llegarian-cinco-mil-tropas-a-colombia-FA398777). Y aunque el Pentágono observa esta circunstancia con normalidad pues es común que resuelva todo en clave de fuerza y autoritarismo como la historia lo ha demostrado, las consecuencias para el subcontinente latinoamericano serían catastróficas. Por una parte, el índice de violaciones a derechos humanos aumentaría y el peligro de una guerra civil total estaría siempre latente. De ahí que la intervención militar promovida por Estados Unidos resulta contraproducente y antidemocrática.

Por otra parte, una de las principales consecuencias sería el aumento de las migraciones de venezolanos a Colombia y otros países del continente. Según cálculos de migración Colombia, hay actualmente en el país cerca de 900 mil venezolanos, cifra que con el estallido de un eventual conflicto podría aumentar exponencialmente y de esa forma profundizaría la crisis humanitaria que viene golpeando al vecino país (http://migracioncolombia.gov.co/index.php/es/prensa/comunicados/comunicados-2018/julio-2018/7929-mas-de-870-mil-venezolanos-estan-radicados-en-colombia).

Sin embargo, lejos de la narrativa estadounidense, la situación sociopolítica no es a consecuencia de la administración del presidente Maduro sino de los constantes ataques económicos recibidos entre ellos bloqueos y guerra de precios. De esa manera, la intervención militar lejos de solucionar las tensiones profundizaría la situación de millones de personas y sembraría un clima de zozobra frente a la recomposición del país, todo por las ambiciones de la Casa Blanca.

Además de lo antedicho, ¿es realmente útil una guerra entre países hermanos? Al respecto el gobierno del presidente Duque debe ser plenamente consciente de las nefastas consecuencias que traería apoyar una intervención militar. A pesar de que la posición de Colombia ha sido de negar el uso de la fuerza, ésta no ha sido lo suficientemente categórica para acallar los rumores de un complot para derrocar al presidente Maduro por medio de las armas. Es por esa razón que estamos avocados a un delicado equilibrio, una suerte de olla a presión que en cualquier momento puede cobrar víctimas civiles (https://www.aporrea.org/internacionales/a275647.html). El objetivo de Estados Unidos es crear el ambiente necesario para que se perciba como “irreversible” el uso de la fuerza y así poder entrar a territorio venezolano y cooptar las principales fuentes de petróleo. Empero, en su astucia programada, el gobierno del norte espera que, tras las provocaciones solapadas del Pentágono, se entienda que fue el presidente Maduro quien inició la confrontación. El show mediático de siempre aplicado a una escala regional.

No obstante, nadie tiene el suficiente poder predictivo para saber qué sucederá con la situación política en la hermana república. Y a pesar de que la mayoría de países que se oponen al gobierno Maduro han solicitado prolongar los diálogos, debe tenerse en consideración que la última palabra de este bloque la tiene Estados Unidos. En otros términos, si el Pentágono decide atacar la soberanía de Venezuela no habrá quien se lo impida. Sin embargo, los costos económicos y sobre todo diplomáticos de una intervención serían altísimos de ahí que Washington podría desestimar esta opción. Pero como se mencionó arriba nada está escrito y todas las opciones se contemplan. Es por eso que la Casa Blanca está buscando por diversos medios generar un clima de tensión insostenible para imponer su “ayuda salvadora”. No hay que perder de vista que ese gobierno es especialista en exportar la democracia y la libertad a sangre y fuego. Por todas las razones expuestas, una resolución de la situación en Venezuela por vía militar sería catastrófica para el continente y reviviría
décadas de barbarie con las dictaduras en el cono sur, por eso una y mil veces:

¡No a la intervención de Estados Unidos en Venezuela!

Ucrania: ¿nuevo estado satélite de Estados Unidos?

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

El conflicto contemporáneo entre Ucrania y Rusia se remonta a las denominadas protestas de Euromaidán en noviembre de 2013 tras el anuncio soberano del presidente de entonces, Viktor Yanukovich, de suspender la firma del acuerdo de asociación y libre comercio con la Unión Europea. Las manifestaciones –que fueron presentadas por la prensa occidental como muestra del más puro “ejercicio de libertad y democracia”– causaron la salida del presidente Yanukovich, elegido por voto popular. Lo que poco se referencia es que una cantidad considerable de los manifestantes hacían parte de grupos ultranacionalistas y filonazis como el partido Svoboda (Libertad) que, dicho sea de paso, tuvo participación en el primer gobierno de transición. Esta circunstancia causó un gran descontento en el oriente del país donde la población mayoritariamente habla ruso. Una de las consecuencias fue el inicio de una guerra civil en Ucrania y el deseo del Consejo Supremo de Crimea de solicitar su adhesión a la Federación Rusa. Esta petición se llevó a cabo mediante un referéndum que obtuvo un apoyo contundente del 96,77% (https://www.abc.es/internacional/20140316/abci-crimea-referendum-separatista-201403160709.html). Desde luego, los países occidentales desconocieron los resultados pero fue tal el respaldo que poco a poco tuvieron que resignarse a aceptarlo. ¿Por qué unos comicios electorales sí son válidos y otros no? Sencillo: porque unos sí convienen a los interés de Estados Unidos.

Una de las tensiones geopolíticas más recientes que reavivó el conflicto antes descrito ocurrió en noviembre de 2018 en el mar de Azov. De acuerdo con el portavoz de la presidencia rusa, Dimitri Peskov, el incidente que tuvo como consecuencia la captura de tres buques ucranianos por parte de la guardia rusa en el estrecho de Kerch (único lugar de acceso que conecta al mar Negro con el mar de Azov), se debió a una clara “provocación por parte de Ucrania que requiere atención y un examen especial”. Desde esta perspectiva, la flota rusa buscó salvaguardar sus intereses en Crimea y proteger a su población de la constante influencia de Ucrania en la región de Azov. De hecho, el respaldo de las potencias occidentales ha sido crucial en la reciente tensión, por lo que no debe descartarse un escalamiento del conflicto ya que los intereses de Estados Unidos están involucrados, toda vez que este punto geopolítico es fundamental para el comercio de acero y trigo por parte de Ucrania (https://www.eleconomista.es/internacional/noticias/9546445/11/18/Por-que-es-tan-importante-el-mar-de-Azov-en-el-conflicto-entre-Rusia-y-Ucrania.htm). Sin embargo, so pretexto de “proteger la soberanía económica del estado ucraniano”, el presidente saliente y actual candidato Petro Poroshenko pretende invocar la ayuda de occidente para salvaguardar el interés de una pequeña élite y de paso provocar a Rusia a un nuevo enfrentamiento.

Ucrania quiere dejar a como dé lugar el paso libre para el ingreso de las tropas de la OTAN a las aguas del mar de Azov. En efecto, una de las prioridades del actual gobierno ha sido su integración a la organización militar que traería consecuencias notorias para la seguridad en la frontera ruso-ucraniana. En marzo de 2018, la OTAN le otorgó a Ucrania el estatus de “país aspirante a ingreso”, con lo cual, la posibilidad de que Kiev forme parte de dicha alianza es cada vez más alta. Si se toma en cuenta que el presidente Poroshenko declaró prioridad nacional el ingreso de su país a la OTAN, el riesgo en términos políticos se incrementa (https://www.hispantv.com/noticias/ucrania/390302/maniobras-militares-otan-rusia). Ucrania corre el riesgo de una fragmentación sólo observada luego de la implosión de la Unión Soviética en los albores de 1992. De esta manera, el ingreso de Kiev al sistema europeo traería consecuencias de orden territorial y aumentaría la zozobra en una zona con relevancia geopolítica sin parangón en el globo. La situación es más grave aún si se toma en cuenta la posición política del otro aspirante a la primera magistratura, Volodymyr Zelensky, quien está a favor del ingreso de su país a la Unión Europea y a la OTAN, con lo cual, los resultados de la segunda vuelta programada para el 21 de abril son irrelevantes pues los dos tienen acuerdo sobre este punto.

El propósito esencial de un eventual ingreso de Ucrania a la Unión Europea y al sistema de alianzas militares trasatlánticas es el de convertirse en un caballo de Troya de occidente en una región estratégica del mundo pues allí se concentran no sólo el interés de grandes potencias como Rusia, sino además importantes fuentes de recursos como petróleo y gas. Es por esa razón que los líderes del mundo occidental más influyentes como la canciller alemana, Angela Merkel, han buscado a toda costa alejar a dos naciones que compartieron un pasado común (https://www.ukrinform.es/rubric-polytics/2626751-presidente-ucrania-recibe-un-fuerte-apoyo-en-todas-las-reuniones-en-davos.html). En efecto, Ucrania y Rusia hicieron parte de la misma organización política durante la Edad Media en un proto-estado conocido como el Rus de Kiev, razón por la cual, los lazos familiares y políticos son tradicionalmente fuertes. Kiev y Moscú están hermanados y es esa unión con la que Estados Unidos quiere acabar.

En este orden de ideas, la Casa Blanca y sus socios de occidente quieren imponer un cerco a Rusia desde tres aristas. Primero de naturaleza política a través del apoyo irrestricto al ingreso de Ucrania a la Unión Europea, buscando acabar con los acuerdos económicos y de cooperación entre Ucrania y Rusia, dos socios naturales. El segundo cerco es de orden militar por medio del mencionado ingreso de Kiev a la OTAN, que pretende desestabilizar una zona de por sí compleja, atizando la provocación con el refuerzo de la defensa antiaérea en la frontera ruso-ucraniana. Finalmente, occidente busca imponer una guerra comercial con el objetivo de aislar a Rusia de Europa (lo cual es claramente un disparate debido a la influencia y poderío de Moscú) a través de nuevas fuentes de gas (http://spanish.xinhuanet.com/2019-01/25/c_137772003.htm). Así pues, Estados Unidos quiere convertir a Ucrania en un Estado satélite que siga al pie de la letra sus intereses pero esto significa un riesgo de enfrentamiento permanente con Rusia.

La influencia del Pentágono ha llegado también a verse en el ámbito interno del sistema político ucraniano. La presión ha sido tal que un tribunal de justicia condenó en ausencia al expresidente Viktor Yanukovich a 13 años de prisión por “alta traición y complicidad en la agresión militar de Rusia en Ucrania en la primavera de 2014” (https://www.elmundo.es/internacional/2019/01/24/5c49dafa21efa03a048b4629.html). Este es un intento más por parte de las naciones occidentales de justificar una agresión a la democracia del país eslavo pues no debe perderse de vista que Yanukovich fue elegido por voto popular y que su mandato fue interrumpido por la violencia de las protestas de Euromaidán. Estados Unidos que siempre posa como el adalid de la democracia y la libertad impulsa un juicio contra un mandatario democráticamente elegido. Hipocresía en su máxima expresión. Después de cooptar el ámbito de las relaciones internacionales, el objetivo de la Casa Blanca será el de influir en las decisiones internas con el fin de generar una ruptura en las relaciones ruso-ucranianas.
A lo anterior debe sumarse una circunstancia fundamental y es el balotaje que se llevará a cabo el 21 de abril de 2019. A pesar de los brotes de inconformismo, de la ley marcial y en general del mal gobierno, Petro Poroshenko aspira a reelegirse y los más de tres millones de votos obtenidos en la primera vuelta son un capital político importante. Sin embargo, la popularidad de Volodymyr Zelensky, un completo desconocido en la esfera pública del país eslavo es algo que tiene preocupada a la élite tradicional ucraniana. Zelensky, un actor que protagonizó una serie muy famosa en ese país, Sirviente del pueblo, está ad portas de ser el nuevo presidente, al obtener 5,7 millones de votos en la primera rueda presidencial. No obstante, como se mencionaba con anterioridad, en términos substanciales una u otra opción es prácticamente lo mismo. Aunque Zelensky representa la “nueva sangre política”, también es un socio de las directrices de Bruselas y de paso no sería raro que se convirtiera en un Sirviente de la Casa Blanca. Esta situación llena aún más de incertidumbre a una nación que se debate entre un nacionalismo extremo y tóxico y el apoyo a una nación como Rusia cuyos lazos parentales son más que evidentes.

En caso de una victoria de Poroshenko, el entorno de seguridad en el Mar Negro y en la frontera ruso-ucraniana puede tornarse, por decir lo menos, tensionante. Es claro que las intenciones de Kiev serán agudizar las confrontaciones con su vecino, como quedó demostrado en la reciente petición del presidente de llevar tropas de la OTAN al mar de Azov (https://www.elmundo.es/internacional/2018/11/29/5bff9e4dfc6c836c458b459e.html). Este tipo de provocaciones lo único que generan es un clima de irresponsabilidad política, pero a Estados Unidos no le importa en lo más mínimo sacrificar el bienestar y la seguridad de una nación como la ucraniana con tal de cumplir con sus más profundos objetivos geoestratégicos. Convirtiendo a Ucrania en un caballo de Troya, Estados Unidos se asegura la obtención de productos a bajo costo mediante supuestos “acuerdos comerciales” y de paso lograría desestabilizar la seguridad en Eurasia. Lo más preocupante es que la victoria del actor y guionista podría desencadenar una situación idéntica.

Si Estados Unidos logra su objetivo de transformar a Ucrania en un Estado satélite podría obtener enormes dividendos pues un socio de esta naturaleza tiene al menos tres características definitorias. En primera instancia es un “aliado permanente” o, lo que es lo mismo, un lacayo fiel que responde a todas las ordenes de su amo sin cuestionarlo, lo que es una ventaja significativa para el Pentágono: defender su interés nacional a miles de kilómetros de distancia. En segunda medida, un Estado satélite puede ser utilizado (a su antojo) como una amenaza frente a otros Estados, buscando rivalizar con sus intereses y ocasionando una situación de zozobra permanente como, por ejemplo con Rusia. La tercera característica es que su ayuda puede ser desechada en cualquier momento sin oportunidad de contravenir sus deseos. Sin embargo, la explotación y la barbarie a la que fue sometido el Estado satélite es permanente y difícil de recuperar. La Casa Blanca es una experta sin igual para crear este tipo de circunstancias de desestabilización y violencia para luego abandonar los lugares en medio de caos y la pobreza como lo hizo en Irak y Afganistán, de ahí el peligro de que la nación eslava se convierta en su Estado mandadero.

Dicho todo esto, Ucrania tiene una relevancia geopolítica fundamental debido a su posición privilegiada en el globo, su cercanía a las costas del mar Negro y de Azov, su proximidad a Europa y su relación con Turquía. Todos estos factores la convierten en una auténtica llave de acceso a Eurasia pues su condición de “Estado bisagra” le permite relacionarse con diversas potencias y ser un centro neurálgico para el paso de gas y petróleo. En efecto de acuerdo con el aforismo de Sir Halford Mackinder uno de los pioneros en el estudio de la geopolítica y su teoría del Heartland, “quien gobierne en Europa del este dominará el Heartland (corazón continental); quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial controlará el mundo”. Ucrania está ubicada al borde próximo de ese corazón continental por lo que su dominio resulta necesario para controlar el mundo, y aunque esta teoría parezca exagerada o anacrónica para Estados Unidos es de vital importancia.

La otra cara de los “cascos blancos” en el conflicto sirio

Por: Rodrigo Bernardo Ortega

La decisión del magnate-presidente, Donald Trump, de ordenar el regreso de más de 2.000 soldados estadounidenses que combatían en Siria dejó perplejo al mundo político. En efecto, el secretario de Defensa de ese país, James Mattis, presentó su renuncia luego de calificar la retirada de las tropas como un “error estratégico” (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-46642980). Comienzan a evidenciarse algunas fisuras dentro del gobierno de la Casa Blanca, pues mientras los generales y altos mandos militares rechazaron con vehemencia la decisión del presidente Trump, los rangos medios y bajos del ejército celebraron el anuncio. Analistas coinciden en asegurar que el repliegue de las fuerzas armadas en Siria obedece a una estrategia mediática del presidente para apaciguar el caldeado ambiente interno. Nada tiene que ver como lo manifestó el propio Trump que “Estados Unidos venció a ISIS y que, por tanto, su misión en el Oriente Medio estaba concluida”. De hecho, sucede todo lo contrario: las fuerzas rebeldes han tomado un segundo aire y se preparan para una arremetida en la República árabe. Quizás la razón fundamental es que los Estados Unidos quieren evitar una humillación similar a Vietnam, aún más si se considera el poderío antiaéreo ruso (https://www.voltairenet.org/article204442.html). Con todo, la retirada de las tropas estadounidenses puede abrir una ventana de oportunidad para una salida negociada de las confrontaciones.

De hecho, la guerra en Siria es uno de los conflictos actuales más virulentos si se toma en consideración el número de actores involucrados, los delicados equilibrios de poder y sobre todo la cantidad de muertes y daños físicos ocasionados. Así, se calcula que en casi nueve años de confrontaciones (2011-2019), más de 500.000 personas han perdido la vida, de los cuales cerca del 43% son civiles y dentro de ellos miles de niños (https://elpais.com/internacional/2018/03/12/actualidad/1520865451_577510.html). Este panorama muestra lo complejo de la situación ya que además de las diversas facciones en combate y de las truculentas alianzas, cada día se suman nuevos actores e intereses que parecen complicar aún más la situación. Y a pesar de que Estados Unidos haya anunciado su retiro de Siria, no debe descartarse que esto pueda ser un artilugio para continuar la guerra por otros frentes.

Dentro del transcurso de la guerra, varios grupos (legales e ilegales) se han unido paulatinamente a los bandos en confrontación; otros prestan ayuda humanitaria como es supuestamente el caso de los “cascos blancos”. Esta organización creada a principios de 2013 como una “fuerza humanitaria alternativa”, actúa en los territorios afectados por la violencia en Siria y sus fronteras. Su objetivo es prestar ayuda a las víctimas y rescatar a los inocentes que se encuentren en fuego cruzado. Con más de 3.700 voluntarios, los “casos blancos” participan en actividades de rescate como lo manifiesta su principal responsable, Raed Saleh (https://elcomercio.pe/mundo/actualidad/cascos-blancos-siria-quienes-son-socorristas-vieron-obligados-dejar-siria-amenaza-bashar-assad-fotos-noticia-538674). La organización ha adquirido un amplio reconocimiento internacional luego de ser nominada al nobel de paz en 2016 y de haber conseguido, por su supuesta labor humanitaria, el “nobel alternativo” de la fundación sueca Rigth Livehood.

A pesar de su prestigio, pocas veces se difunde el verdadero origen de los “cascos blancos”. En los albores de 2013, el ex oficial del ejército británico James Le Mesurier, comenzó a entrenar a los primeros “defensores civiles” en Turquía. Por esa razón, en contravía de la opinión occidental mayoritaria, el origen de la Guardia Civil Siria tiene una clara influencia militar. De hecho, Le Mesurier sirvió en la infantería de su país durante campañas en Bosnia, Kosovo e Irlanda del Norte para luego realizar consultorías en temas de seguridad y contraterrorismo en Estados Unidos, Gran Bretaña y Emiratos Árabes Unidos  (http://www.granma.cu/mundo/2017-05-04/el-lado-oscuro-de-los-cascos-blancos-04-05-2017-22-05-02). De esa manera, el padrino de los “cascos blancos” hace parte de uno de los actores activos en el conflicto y es un agente que sigue sirviendo a los intereses de su nación.

De ahí que resulte inverosímil creer que los “cascos blancos” son una fuerza humanitaria y “neutral” en el conflicto. Por el contrario, son una organización apoyada no sólo por los gobiernos occidentales que la financian económicamente sino además por la academia de artes de los Estados Unidos que en 2017 le otorgó un premio Óscar a un documental que enaltecía de manera exagerada y poco crítica a la mal llamada organización humanitaria. Esta sobreexposición en los medios masivos ha provocado que los “cascos blancos” se hayan transformado rápidamente en los héroes del conflicto. Sin embargo, en varios videoclips han que quedado delatados como auténticos actores y productores de falsos rescates (https://www.hispantv.com/noticias/opinion/374431/eeuu-ataque-siria-quimico-cascos-blancos). Por ese motivo, la organización ha devenido en una empresa audiovisual que, amparándose en supuestas acciones humanitarias, oculta una clara tendencia política que favorece los intereses de las grandes potencias occidentales involucradas en Siria. No debe perderse de vista también que la página web de los “cascos blancos” pertenece al grupo de abogados The Syria Campaign, registrada en el Reino Unido.

Los mal llamados “guardias civiles” han jugado un doble papel en el conflicto en Siria. Por una parte, se han transformado en un medio eficaz para desprestigiar las acciones defensivas del gobierno de Bashar Al Assad y el ejército ruso y, por otra, han ocultado los vejámenes y graves afectaciones que han provocado las matanzas perpetradas por los gobiernos extranjeros, es decir, sus aliados. Toda esta pantomima se realiza mediante videos editados en los que se presentan como “salvadores humanitarios”. No obstante, han circulado una serie de videoclips en los que se evidencia su claro respaldo a la doctrina occidental lo que se transforma en ejercicios de provocación que profundizan el círculo de violencia, con lo cual, su aporte a la solución del conflicto ha sido casi nula.

Su discurso “neutral y antibelicista” no pasa de ser una estrategia para granjearse el apoyo de incautas empresas mediáticas de occidente. En videos han quedado registrado miembros de los “cascos blancos” con armas e incluso apoyando a facciones de grupos como Al Qaeda (https://www.liveleak.com/view?i=fd8_1430900709). No debe olvidarse que el principal financiador de la organización terrorista fue y ha sido el Pentágono. Entonces, bajo la cobertura y prestigio que da ser un “grupo de voluntarios que realiza acciones humanitarias”, los “cascos blancos” han ocultado terribles crimenes y han brindado apoyo a grupos que han causado daños irreparables a la población civil. Es curioso que la organización sólo opere en zonas controladas por el Frente Al Nusra (vinculado a Al Qaeda) y que múltiples organizaciones incluidos los Médicos Suecos por los Derechos Humanos hayan catalogado de falsos los procedimientos que observaron en un producto audiovisual elaborado por los “cascos blancos” (http://www.granma.cu/mundo/2017-05-04/el-lado-oscuro-de-los-cascos-blancos-04-05-2017-22-05-02). Todas estas evidencias dan muestra de las acciones acomodadas de la supuesta organización humanitaria.

Sumado a lo anterior cabe resaltar el apoyo que los “cascos blancos” han recibido de Estados como Israel.  En efecto, luego de la falsa acusación en contra del gobierno sirio de utilizar armas químicas en Duma, al este de Damasco (algo que nunca pudo probarse), el falso grupo humanitario tuvo que huir del país demostrando de esa manera quiénes financiaban sus actividades de desprestigio y falsa propaganda. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, apoyó la evacuación de al menos 800 miembros de la organización y sus familias de Siria a Jordania, comprobando que los “cascos blancos” no son ningún grupo neutral o apolítico (https://www.hispantv.com/noticias/rusia/383393/operacion-evacuacion-cascos-blancos-siria). Por el contrario, es evidente sirven a intereses particulares, pagados a sueldo por sus jefes que están en cómodas sillas en Washington, Londres y Ottawa.

La pregunta que salta a la vista es ¿qué nivel de independencia puede tener una supuesta organización humanitaria que es financiada por las grandes potencias del mundo? El principal donante de los “cascos blancos” es la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) que aportó más de 23 millones de dólares en 2015. Por su parte, el ministerio británico de relaciones exteriores reconoció un aporte de cerca de 3,5 millones de libras esterlinas para apoyar a la llamada defensa civil siria, lo que se suma a otros donantes de Japón y Dinamarca e incluso el magnate George Soros (http://cubacoopera.uccm.sld.cu/el-perverso-arte-de-construir-una-guerra-primera-parte/?print=pdf). Así pues, queda confirmado que los “cascos blancos” no son ninguna “fuerza humanitaria” sino que se asemejan más una clase de agitadores profesionales y productores de audiovisuales financiados por poderosos gobiernos que buscan cumplir con sus más bajos intereses, pasando por encima incluso del dolor de las víctimas.

La estrategia con este grupo es llevar el “conflicto por otras vías”, convertir la guerra en un espectáculo y presentar a occidente como “salvadores humanitarios”. Sin embargo, el efecto ha sido contrario a lo propuesto pues buscando atacar y desprestigiar a los gobiernos de Siria y Rusia, lo único que han conseguido es perder credibilidad de las acciones que realizan supuestamente de manera desinteresada. Lo curioso es que los “casos blancos” no han ayudado a las víctimas que apoyan el gobierno de Al Assad, por lo que su “acción humanitaria” es selectiva y discriminatoria. Con todo, lo único que la defensa civil siria ha podido hacer es profundizar las acciones belicistas en el territorio.

Para resumir lo antes dicho, es necesario decir que la autodenominada defensa civil siria no es una auténtica y genuina fuerza democrática comprometida con la solución al conflicto en Siria como los medios e incluso el cine la han querido presentar. Los “cascos blancos” tienen una cara oculta que se caracteriza por ser una organización infiltrada y financiada por gobiernos extranjeros que persiguen ganancias e intereses específicos que se basan en la prolongación del conflicto. La ambición de las grandes potencias occidentales lideradas por Estados Unidos y el Reino Unido demuestran una vez más que la guerra es un negocio lucrativo y que no les importa pasar por encima de las víctimas que hipócritamente dicen defender. Mientras tanto la población sigue en medio del fuego cruzado resistiendo las terribles consecuencias de una guerra que no parece llegar a su fin.