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Porque el ejercicio es más importante que nunca

Por: Ximena Ortiz Crespo

El ejercicio sigue siendo tan importante como siempre para ayudar a mantenernos saludables. En primer lugar porque el ejercicio puede respaldar nuestro sistema inmunológico y, en segundo lugar, porque respalda nuestra salud mental. La asociación de profesionales para las ciencias del ejercicio y el deporte de Australia cita evidencias que muestran que llevar un estilo de vida físicamente activo reduce la incidencia de enfermedades transmisibles como las infecciones bacterianas y virales, es decir que la fuerza inmunológica de nuestro cuerpo mejora con los ejercicios regulares.

La asociación australiana no solo insta a los jóvenes a moverse más; dice que las personas de todas las edades deben realizar actividad física.  Así, cita un estudio efectuado en 2018 en Inglaterra que descubrió que 125 ciclistas aficionados no fumadores de entre 55 y 79 años seguían teniendo el sistema inmunológico de los jóvenes. Además, afirma que ejercicio es especialmente beneficioso para los adultos mayores que son más susceptibles a la infección en general y han sido identificados como una población particularmente vulnerable durante este brote de COVID-19.

Por otro lado, el Dr. Richard J. Simpson, en un artículo publicado por el Colegio Americano de Medicina de los Deportes sobre la relación entre el ejercicio,  la inmunidad y la pandemia del Covid-19, corrobora la importancia del ejercicio para la salud. Dice que cuando se hacen periódicamente ejercicios en intensidad moderada, tienen impacto positivo en el funcionamiento del sistema inmunológico pues mejora la aptitud cardiorrespiratoria y la respuesta inmune a las enfermedades, incluyendo las cardiovasculares, la diabetes, el deterioro cognitivo y la obesidad.

El mejorar el estado físico es un desafío ahora que la mayoría de nosotros no tenemos acceso a gimnasios y parques donde normalmente realizaríamos ejercicio y actividad física. De hecho los salubristas consideran que los lugares cerrados o muy concurridos son altamente contagiosos. Pero existen opciones saludables en el internet que van desde los Pilates, a los aeróbicos y hasta el Hata Yoga.

Si estamos en autoaislamiento, no significa que debamos de dejar de hacer ejercicio. Más bien, este es un buen momento para moverse más y mantener el cuerpo y la mente saludables. El adagio de “mens sana in corpore sano” se hace real de acuerdo a las investigaciones de los médicos. Se conoce que el confinamiento tiene efectos negativos sobre la inmunidad. Los glucocorticoides se elevan y pueden inhibir funciones de nuestro sistema inmunológico. Al estar estresados, la capacidad de nuestras células para multiplicarse en respuesta a agentes infecciosos se reduce notablemente.

Por cierto los deportólogos dicen también que es importante entender que hay mantener el equilibrio y realizar el ejercicio correcto para cada individuo. En algunos casos, el ejercicio excesivo puede reducir el sistema inmunológico, por lo tanto hay que hacer el ejercicio adecuado para la edad.

Es de gran importancia mantener las medidas más estrictas de higiene y protección contra la pandemia mientras se hace ejercicio.  Lo mejor es confiar en un/a profesional que tenga la experiencia y la educación para que nos ayude a mantenernos en forma. Ese/a profesional aconsejará los mejores métodos para trabajar en función de nuestra salud actual y de nuestras condiciones particulares. De hecho yo he optado por ello y agradezco profundamente a Hipatia, mi entrenadora, a la que ahora veo por Zoom, por sus esfuerzos en mantenerme ágil, activa y sana.

Significados

Por: Ximena Ortiz Crespo

Una mañana en el páramo de Cotopaxi vi a una niñita indígena que cargaba a sus espaldas, a la manera tradicional, una guagua de pan. Me quedé asombrada de ver que la tenía como un juguete. Entonces me di cuenta de que la guagua de pan debía tener muchos más significados que aquella de comprarla en la panadería del barrio y comerla rellena y repleta de adornos de azúcar en esta época del año.

Explicando en una clase a jóvenes norteamericanos la tradición de las guaguas y la colada morada les decía que las guaguas son muñecas de pan en forma de bebé envuelto a la manera tradicional, hechas de harina de trigo que se consumen en época de difuntos, acompañando a una bebida aromática que llamamos “colada morada” hecha de maíz, frutas -especialmente las rojas- y especias. Son elaboradas en familia y se intercambian entre grupos familiares y amigos. En los cementerios de zonas rurales y en comunidades indígenas, se acostumbra utilizarlas como ofrendas en  un rito ancestral de reencuentro con los antepasados.

Si nos ponemos a averiguar más, las guaguas de pan son parte de ritos ancestrales en toda la zona andina, desde el sur del Colombia al norte de Argentina. Se hornean y consumen junto a la colada morada principalmente el  2 de noviembre en conmemoración de los fieles difuntos, pero también son parte de los ritos del calendario agrícola, de carnavales o de Navidad como elemento simbólico para establecer alianzas y compromisos sociales.

En el Perú, durante el día de Todos los Santos o en el día de los Difuntos la tradición de algunos lugares dicta instalar altares caseros o mesas de difuntos,  con las “tantawawas” como les llaman allá.  Interesamente,  al mismo tiempo,  con la masa se elaboran  escaleras y figuras de caballos o llamas que sirven para ayudar a que el alma de los difuntos pueda subir o cruzar ríos y charcos para alcanzar el cielo. Las guaguas se regalan a parientes, sobretodo a niños, a ahijados y a compadres, lo que fortalece las relaciones de reciprocidad.

En Pasto, Colombia, en las fiestas de San Pedro y San Pablo, se elaboran también “castillos de guaguas de pan” que son estructuras en forma de altares.  Por otro lado, en Sucre, en el altiplano austral de Bolivia,  las guaguas son parte de la tradición de establecer relaciones de compadrazgo durante el Carnaval y se acostumbra bautizarlas.  En Azuay, en el Ecuador son elementos rituales de Navidad como parte del “pase del niño” o de los pesebres o nacimientos.

En muchas culturas, los ritos relacionados con el culto a los difuntos tiene que ver con apoyar al alma de los seres queridos en su paso y permanencia en el más allá.  Al mismo tiempo son un mecanismo de consuelo para los deudos.  Vemos por ejemplo,  que  en Inglaterra,  las familias solían utilizar representaciones físicas en el caso de un niño que había fallecido.   Esto sucedía a principios del siglo XX, durante la «era victoriana, cuando  se hizo costumbre encargar una «muñeca de duelo» confeccionada en cera y vestida con la ropa del pequeño para  colocarla en su tumba.

En la tribus indígenas Ojibwa de Canadá era costumbre crear una pequeña muñeca con el cabello de un niño que había muerto a la que llamaban «muñeca de la tristeza». La madre del niño fallecido llevaba consigo el muñeco durante un año para facilitar la transición del alma del niño del cuerpo al muñeco.

Las muñecas katsinas de los indígenas Hopi, esculpidas en madera, representan  espíritus de deidades, elementos naturales o animales, o los antepasados fallecidos y sirven para educar a las niñas mujeres.

Según las teorías antropológicas, los seres humanos inventan rituales funerarios o festivos con diferentes propósitos. Como hemos visto en las costumbres aquí referidas, el significado de estas,  en las que se utilizan alimentos coloridos  y de formas específicas,   es mantener la memoria y acercarse a vivos o difuntos a través del uso de símbolos. El ritual tiene un papel comunicativo. Hay un propósito, una función y un significado espiritual o social detrás de la acción ritual.

Aún no he conseguido saber porqué la niña del páramo cargaba su guagua, pero puedo imaginarme que su madrina se la regaló. En las sociedades humanas, las costumbres  tienen implicaciones para las relaciones y la estructura social. Se convierten en vehículos de comunicación y de reforzamiento del tejido social.  Son nuestro patrimonio material e inmaterial.  Tanto que hoy, comer guaguas de pan y colada morada hechas en familia nos acerca y nos conforta.

 

Sobrecalificados

Por: Ximena Ortiz Crespo

En países como el nuestro, una parte importante de la fuerza laboral está capacitada y educada más allá de lo necesario para los trabajos que desempeña. La sobre-calificación se ha vuelto cada vez más común porque nuestros profesionales acceden a niveles de educación más altos, estudiando en el país o en el exterior, que lo que hacían los profesionales de antaño. Deberíamos medir este fenómeno a nivel nacional.  La tasa de sobre-calificación se define como la proporción de personas con estudios superiores que trabajan en un puesto establecido en la clasificación internacional de ocupaciones de OIT que requiere destrezas y habilidades inferiores a la que tiene el empleado.

Si bien la sobre-calificación puede tener efectos positivos obvios, como que un empleado se desempeñe de mejor manera, puede también resultar en que la persona que busca empleo tenga expectativas salariales más altas que las que encuentra, se sienta menos satisfecho cuando acepta un empleo y una vez que está desempeñando el puesto asignado, esté esperando una oportunidad para dejar ese puesto en aras de conseguir uno mejor. Esto sucede con frecuencia en el Ecuador y es un problema económico y social.

Hay muchas razones por las que la sociedad puede producir más educación que la que el mercado laboral requiere. La demanda de estatus social o las barreras de ascenso social que tiene una sociedad (el social closure al que se refería Weber), son también causas para la búsqueda de adquirir mejores niveles de educación. En el Ecuador, el estado aumentó temporalmente la contribución a la educación superior para que los jóvenes ecuatorianos salieran a estudiar en el extranjero.  Entre el 2007 y el 2018 invirtió aproximadamente $600 millones en becas para 12.000 becarios, la mayoría de las cuales fueron para maestrías y doctorados. De regreso al país, al menos una cuarta parte se encontró desempleada, lo que constató el mismo autor del programa de becas. Todos recordarán cómo el Presidente de entonces (2016), en una visita a la Amazonía, se encontró en una sabatina con un ex becario geólogo que no había conseguido trabajo.

El impacto en la economía general de la sobre calificación es muy alto, pues se invierte en educación sin haber planificado lo suficiente, una cosa perecida sucede en la economía individual. En cuanto a la economía nacional, esta pierde una cantidad enorme de recursos, sin lograr los resultados de cambio en el desarrollo del país. Se desperdicia talento. Produce en realidad, un efecto muy parecido al fenómeno llamado “fuga de cerebros”. A nivel individual, se desperdician miles de dólares que gastó el individuo o su familia obedeciendo a expectativa demasiado altas respecto al mercado laboral del Ecuador.

Por cierto, lo que sucede en nuestro país no es un fenómeno exclusivo del Ecuador y de los ecuatorianos. Conocemos casos de migrantes extranjeros que llegan a nuestro país y sufren subempleo. Igual situación la viven en Europa y Estados Unidos, migrantes calificados que llegan a países desarrollados.

A nivel personal constatar que estás demasiado calificado resulta muy desesperanzador. Es el caso de personas que se han preparado, se han quemado las pestañas, se han endeudado, han dedicado una importante parte de su vida al estudio. Y de repente experimentan el impacto psicológico de encontrar que la oferta laboral –de haberla– no están ni de lejos cerca de las expectativas que tuvo el individuo. Al empezar su vida profesional se obligan a aceptar trabajos en los que no se requiere sino una parte de todo su acervo de conocimientos.  Esa persona no puede sentirse cómoda pues no tiene un entorno profesional ni una comunidad afín que lo acoja. El impacto mayor que sufre es la frustración que siente al darse de bruces con la realidad.

Tejer redes profesionales, estar a la expectativa de oportunidades, ser flexibles, innovadores, pensar que con el tiempo habrá oportunidades para construir una carrera, no dejar los sueños, seguir capacitándose en asuntos digitales, son cosas que pueden hacer mis queridos estudiantes sobre – calificados. Las oportunidades de trabajo en el exterior son calvas. Sólo la resiliencia y el amor al país les permitirá quedarse, aprovechar los dones que tienen y desplegar las destrezas en las que han sido educados.

El país, por su parte, deberá medir este fenómeno, planificar concienzudamente y establecer políticas para que sus ciudadanos se eduquen, se potencien en sus facultades y éstas sirvan a una realidad que los acoja. El desarrollo humano y el crecimiento de la economía podrían así ir a la par.

Vayamos a lo mínimo

Por: Ximena Ortiz Crespo

La experiencia de estar recluidos nos lleva a tratar de abrir espacios para el uso diario en la casa y nos encontramos con mil objetos que se nos ponen al paso. Que el florero, la alfombra, la vitrina de miniaturas, las colecciones, las mesitas, los manteles de encaje, las vajillas, las copas, los souvenirs, la ropa. Están allí, hay que mantenerlos y, además, limpiarlos. Llega un momento en que sólo queremos deshacernos de ellos, nos pesan.

¿A qué hora fue que acumulamos tanta tontería? Muchos de los objetos que poseemos tienen significados para nosotros, nos traen recuerdos del viaje, de la casa de nuestros padres, de quiénes somos. Muchos también los tenemos exclusivamente para mostrar a nuestros visitantes. Otros para adornar y hacernos grata la vida rodeándonos y contemplando cosas bonitas.

Pero ahora estamos en otro momento. Necesitamos libertad, comodidad, espacio, movimiento, limpieza, claridad. Necesitamos poseer menos. Necesitamos volvernos minimalistas, es decir, vivir intencionalmente solo con las cosas que realmente necesitamos, esos elementos que apoyan nuestro propósito actual. Eliminar la distracción del exceso de posesiones para poder concentrarnos más en lo que más importa. Y lo que importa es que estemos tranquilos y que disfrutemos del bienestar que nos trae estar libres de preocupaciones y de objetos.

Nos hemos contagiado de la cultura moderna que nos dice que la buena vida se encuentra acumulando cosas, poseyendo tanto como sea posible. Pero eso contradice todo lo que vivimos cuando niños. En nuestras casas del Siglo XX se vivía con muchísimo menos y no por ello éramos menos felices. En nuestros hogares de nacimiento había probablemente el diez por ciento de lo que tiene ahora los hogares modernos.

Adoptar la vida simple te libera de la obsesión del shopping center, de la que afortunadamente parece que ya nos hemos empezado a curar. El estar libres de la carga de lo material nos deja el alma fresca para buscar el placer de lo sencillo. Nos hace valorar las relaciones, las experiencias, y nos permite tener tiempo para la introspección. Al hacerlo, encontramos una vida más abundante.

Dios quiera que las generaciones modernas puedan entender esto. Es necesario apagar esa pasión por poseer más cosas, pues eso significa esclavizarse o corromperse. Si optamos por la vida con menos cosas materiales, necesariamente trabajaremos con menos presión, buscaremos conservar solo lo esencial, iremos más despacio, consumiremos menos, estaremos mejor organizados y ordenados. Eliminar lo frívolo nos permitirá concentrarnos en lo significativo.

FUENTE: EL TELÉGRAFO

Octubre 3 de 2020

 La educacion en paréntesis

Por: Ximena Ortiz Crespo

La brecha digital es tema de mucho preocupación entre los académicos.  Mientras unos pocos estudiantes tienen excelentes conexiones a Internet en las principales ciudades la gran mayoría tiene poca conexión. En algunos profesores hay verdadera desesperación sobre la dificultad de llegar a los alumnos y están atentos a lo que está haciendo el gobierno con respecto al aprendizaje en línea. Al fin y al cabo sólo el 45,5 por ciento de los hogares tienen acceso a Internet, según la Encuesta Multipropósito Tecnologías de la Información y Comunicación 2019, que publicó el mes pasado del Instituto Nacional de Estadística y Censos.

Y por supuesto, las ciudades más grandes están provistas y dentro de ellas especialmente las personas que pueden pagar el acceso a internet de alta velocidad, pero en la periferia, en los municipios más pequeños o en las áreas rurales, es bastante pobre o inexistente. Para la mayoría de los estudiantes ecuatorianos, entonces, el aprendizaje en línea no ocurrirá si las circunstancias continúan como están ahora.

Pero además, tener acceso al Internet o wifi no es suficiente. El ancho de banda puede variar e influye en cuanto a la posibilidad de poder compartir textos, gráficos y audio -que en los niveles menores se puede hacer- , pero se necesitan cinco veces mayor capacidad  para captar videos. Por ello, idealmente el profesor debe diseñar sus cursos para el menor ancho de banda para llegar a la mayoría de los estudiantes que con seguridad tendrán solamente  acceso a ese nivel. En ese caso debe olvidarse de Zoom, transmisión de videos o de diapositivas de PowerPoint con gráficos de buena calidad.

Aunque los estudiantes tengan cobertura, el aprendizaje en línea requiere más tiempo en línea que el de recibir clases. De otra manera, ¿cómo se hace la investigación? .

Antes de la pandemia las universidades destinaban ingentes recursos en proveer acceso a computadora e internet en los campus. Ahora el profesor se ve obligado a diseñar actividades que puedan hacerse también sin conexión, por ejemplo, leer libros de texto o hacer ejercicios sobre programas de la TV nacional, o de la radio.

La Corporación Nacional de Telecomunicaciones CNT ha empezado a hacer la la entrega de planes móviles y modems a la población más necesitada y ha reiterado  su compromiso por entregar a la comunidad estudiantil conectividad a precios accesibles. Estas acciones son especialemente importantes para conectar a los estudiantes de la periferia de las ciudades y de provincia. Por otro lado, el Ministerio de Telecomunicaciones informó hace dos meses se colocarían puntos wifi en infocentros de parroquias de las regiones Costa y Galápagos, lo mismo que ofertarían planes de datos de 2 GB mensuales, para que los estudiantes pudieran acceder a la plataforma del Ministerio de Educación.

Pero las brechas de conectividad son mucho menos importantes que los métodos de enseñanza que utilizamos. En otras palabras, existen oportunidades para los profesores en cuanto a  sustituír de una forma de enseñanza presencial por otra en línea sin que se produzca una pérdida de efectividad en el aprendizaje, siempre que el medio de reemplazo esté bien diseñado.

A medida que  escuelas, colegios y universidades se ven obligados a incorporar programas de aprendizaje en línea en su plan de estudios, es importante también para los profesores reflexionar sobre las destrezas  que deben  desarrollar. Esta nueva forma de entregar contenidos influye necesariamente en un cambio de enfoque de la enseñanza que debe centrarse en el alumno, lo que se traduce en que la planificación debe ser minuciosa para una exitosa ejecución de la práctica docente.

Además de preocuparse por la conectividad, el docente tiene la oportunidad de reflexionar sobre su práctica, cuestionar sus metas y objetivos de enseñanza, crear la estructura y andamiaje para que sus estudiantes aprendan a aprender.  Para ello la clave está en planificar y diseñar sus cursos de tal manera que se pueda maximizar el tiempo de clase y lograr que se produzca el aprendizaje.

La brecha digital, la calidad y capacidad de la conexión, el tiempo en línea, las actividades de aprendizaje sin conexión, los esfuerzos estatales para dar mayor accesibilidad, los métodos de entrega.  Lo cierto es que la educación no ha sido nunca un tema sencillo.

¿Democracia sin mujeres?

Por: Ximena Ortiz Crespo

Parecería que vamos retrocediendo en cuanto a representación de las mujeres en el mapa político del Ecuador. Veinte años atrás ya creíamos que habíamos superado esa lacra, pero viendo el panorama de los binomios ya nos percatamos de que solo la mitad incluye a una mujer, y exclusivamente en un caso una encabeza una fórmula electoral. Por otro lado, siguen existiendo restricciones legales en cuanto al porcentaje de mujeres que pueden participar como candidatas a asambleístas y solo en pocos casos ellas encabezarán listas. La participación de las mujeres como candidatas a la Asamblea debe avanzar progresivamente a partir del 15%, según las últimas reformas al Código de la Democracia. Definitivamente, estamos retrocediendo. ¡Es una gran decepción constatar que las mujeres seguimos sin representación suficiente!

Y por ello, no podemos dejar de decir que la inclusión es la clave para construir democracias verdaderas. Estas solo existen si se respeta la diversidad y, al mismo tiempo, se logra la igualdad. Con miras a conseguir esa inclusión tendremos que seguir trabajando en las leyes y los códigos nacionales, elaborar reglamentos al interior de los partidos políticos que los obliguen/comprometan a convocar a mujeres; combatir y visibilizar las reglas y prácticas no escritas que nos excluyen de participar en el ámbito político, y oponernos a todos aquellos que se hacen de la vista gorda sobre los asuntos que atañen a las mujeres.

Nuestra cultura no ha podido romper aún con creencias y normativas profundamente arraigadas sobre restringir el rol de la mujer como líder. Esas normas patriarcales están incrustadas en las estructuras económicas y políticas. Ahora constatamos que las empresas electorales masculinas formulan reglas elitistas y discriminatorias para el reclutamiento y selección de las candidaturas. Sus estructuras internas y modelos de financiamiento rechazan el que la mujer intervenga, por ello las mujeres continuamos estando subrepresentadas y excluidas de los niveles superiores de las estructuras de poder.

Sin embargo, y a pesar de iniciativas que quieren eliminar la obligatoriedad del voto, las mujeres saldremos en masa a votar y elegiremos a candidatos varones y mujeres en cuyos planes esté eliminar las barreras que constriñen la participación, que analicen temas desde una perspectiva de género y desarrollen discursos electorales sensibles a las necesidades de cuidado y protección.

Además, tenemos que seguir soñando en gobernar. Y forzando nuestra participación. Cuando tengamos el poder lograremos desterrar los crímenes que todos los días se comenten en contra nuestra. Es necesario evidenciar que mientras los hombres juegan a la política, decenas de mujeres son asesinadas en lo que va de la pandemia, la violencia machista sigue, el acoso sexual presencial y telemático continúa rampante, centenas de mujeres abortan clandestinamente poniendo en riesgo su vida y miles de adolescentes son embarazadas al ser víctimas de violación.

Pero también es necesario afincarnos en los triunfos. A pesar de la discriminación, la lucha constante y valiente de las mujeres ha dado enormes pasos. Algunos de esos avances, como la Ley para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, de 2018, y los recientes cambios del Código de Salud, como la eliminación de la objeción de conciencia para entrega de anticonceptivos y la no criminalización a las mujeres en emergencia obstétrica, son logros muy importantes.

La lucha de las mujeres seguirá adelante, sin pausa ni desmayo. Es apremiante que arreglemos nuestra casa común. Necesitamos con urgencia actuar en el espacio público. De otra manera, en el Ecuador nos volverá a tomar décadas cerrar la brecha de género en la política. Debemos seguir, sin desmayar, hacia la inclusión y la democracia profunda.

Vulnerabilidad estructural

Por:  Ximena Ortiz Crespo

No hace falta que los observadores de la pandemia seleccionen indicadores de vulnerabilidad social en el Ecuador. Porque para los ecuatorianos es evidente que el covid-19 llegó, contagió y destruyó casi todo lo que habíamos imaginado como seguro y confortable, menos lo que construimos individualmente. De repente salimos de nuestra zona de confort y nos encontramos con que el Estado que creíamos armado ni vela por nosotros, ni nos protege, ni tan siquiera puede identificarnos. Estamos desprotegidos y, además, desconcertados.

Nuestro rol como seres sociales que construimos una comunidad en el intercambio prácticamente ha desaparecido. Cuando nos ponemos a observar desde el encierro, nos encontramos con verdades a medias, información oculta, cifras que no nos dicen nada y autoridades que no tienen idea por dónde ir. Se siente que hemos tocado fondo. No tenemos ingresos, las personas se desploman en la calle, nuestros amigos o están enfermos o han muerto. El semáforo se ha puesto en amarillo con el resultado de más contagios y más muertes. Las autoridades nacionales no dan oídos a las opiniones de los médicos. Sálvese quien pueda…

¿Cómo hemos llegado a esto? Es clara la desinstitucionalización a la que asistimos. Ni el gobierno nacional ni los seccionales parecen tener la respuesta. Los grandes donantes de alimentos hacen lo que pueden sin suficiente coordinación con el gobierno. Sus acciones son paliativas, no sustentables. No hay declaratorias de trabajo conjunto, cada uno hace lo que le parece.

Quito está muy resentida. Toda la acción que el gobierno nacional desplegó en Guayaquil no se realiza en la capital. Ya no se ven las cadenas nacionales frecuentes orientando a la ciudadanía. A Quito ya llegaron cansados. Y el burgomaestre se pone a pavimentar cuando las personas mueren por decenas en los hospitales o en la calle. ¿Dónde están las pruebas moleculares? ¿Dónde están los insumos de protección médica? ¿Dónde están los cercos epidemiológicos? ¿Qué se ha hecho para contener el contagio en los barrios? ¿Cómo se permite la aglomeración de gente en El Ejido tratando de ingresar al IESS?

¿Para qué tenemos autoridades? ¿Para que se contradigan?, ¿para que tengan que asistir a la Fiscalía a confesar el reparto de cargos, de adjudicaciones, de contratos? ¿Cómo es posible que haya gente aprovechándose de la indefensión del pueblo?

A mí no me hablen de elecciones. Seguiremos estando sin representación. He llegado a la conclusión de que sólo la acción nuestra, la de la sociedad civil, construirá de nuevo el país. Por ahora quedémonos en casa. El Estado que está llamado a protegernos, no velará por nosotros.

FUENTE: EL TELÉGRAFO

04 de julio de 2020

Hacer una carrera

Por: Ximena Ortiz Crespo

El ingreso a la universidad de los hijos se va volviendo una prioridad para los padres. Y cuando se discute la importancia de obtener una educación los mismos jóvenes mencionan la importancia social que tiene obtener un título universitario. Está comprobado que a mayor educación, mejores posibilidades de conseguir trabajo. Y de hecho, en cuanto al prestigio social, la adquisición de un título por parte de un individuo mejora el reconocimiento tiene en la consideración de los demás.

En una sociedad como la ecuatoriana donde hay tanta inequidad social, ir a la universidad es verdaderamente una tabla de salvación. Me lo dice mi alumna Karol quien manifiesta el cambio rotundo que experimentó al ingresar a la universidad. Ella dice que le cambió la vida. Para empezar, se sintió libre por primera vez. El tener una variedad grande de compañeros y compañeras le hizo sentir menos sui generis. Y le permitió también escoger a sus panas entre un espectro mucho mayor de individuos que el que tenía en el colegio.

Por otro lado, había escogido una carrera que le interesaba mucho y eso le permitía crecer. El haber decidido tan joven sobre el camino a seguir le causaba mucha tensión. Temía equivocarse. Pero ya una vez embarcada en los temas y asuntos de su profesión futura, podía ya imaginarse lo que significará ejercerla. Por otro lado, algunas materias le resultaban fascinantes y podía dedicarles tiempo e ilusión a conocer más profundamente su significado. En algunas, se sentía realizada plenamente. Deseaba saber más.

Karol considera que la universidad en donde se graduará este año, le permitió mejorar su autoestima y seguridad en sí misma. Al estudiar su licenciatura, desarrolló su pensamiento crítico, mejoró su forma de expresarse en las dichosas presentaciones, aumentó su léxico al escribir una infinidad de trabajos. Además, aprendió a trabajar en grupo, lo que le permitió ser flexible pero también exponer su punto de vista al mismo tiempo que medir sus propios talentos y destrezas. Todo ello le servirá en el momento de enfrentarse al mundo del trabajo.

Estudiar una carrera universitaria crea oportunidades de crecimiento, tanto personal como profesional. Se adquiere disciplina, se ejercita la creatividad, se aprende a enfrentar problemas, se madura y se adquiere mayor responsabilidad sobre una misma. Además, se aprende a hilar los pensamientos de forma lógica, a presentarse en público, a argumentar, a defender ideas. Todas estas habilidades resultan indispensables para lidiar con los retos y presiones de la vida. La sensación de que una, al estudiar, está haciendo algo en bien de sí misma es inigualable, además la adquisición de nuevos conocimientos te aporta seguridad y te abre un campo de miras mucho más amplio. Al fin y al cabo, estás alimentando tu cerebro.

De acuerdo con las conclusiones de estudios sobre los ingresos de personas que cuentan con un título universitario y los que no, los primeros llegan a ganar, en promedio, 70% más que los segundos. La posibilidad de ganarse el pan en buena lid permite que los jóvenes se vuelvan independientes, puedan labrarse su propia vida y no vivan a expensas de los demás.

Obtener un título universitario significa un mayor bienestar para el estudiante y su familia, permite luchar para conseguir seguridad y estabilidad laboral. Verdaderamente ir a la universidad es una inversión para el futuro. Posibilita crear redes de compañerismo e intercambio profesional. Cuando la Karol dice: “la universidad me cambió la vida”, lo dice bien.  Está hablando de la universidad pública.

FUENTE: EL TELÉGRAFO

– 20 de junio de 2020

 

Sin educación no hay desarrollo

Por: Ximena Ortiz Crespo

El impacto que el covid-19 tendrá en nuestro país es un asunto que podremos medir sólo cuando tengamos la perspectiva suficiente. Pero el recorte de recursos a la educación pública que acaba de hacer el gobierno nos permite ya ver los efectos desastrosos que tiene esa medida en la vida de los ecuatorianos.  Los rectores de las universidades lo denuncian: todo el esfuerzo realizado para elevar la calidad de la educación superior en el país se viene abajo. No se podrá aceptar nuevos bachilleres, no se podrá graduar a muchos de los actuales estudiantes, los planes y programas de grado y posgrado se reducirán, la investigación se detendrá.

La situación muestra la fragilidad de todo el sistema estatal. Por mucho que el Ecuador quiera cumplir el objetivo de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas de impartir una educación inclusiva, no lo podrá hacer.  La educación pública ha sido afectada en todos sus niveles.  Programas emblema como el Servicio de Atención Familiar para la Primera Infancia o el Bachillerato Internacional que elevan significativamente las destrezas de niños y jóvenes de los establecimientos públicos, han sido abolidos.  Y duele porque en los últimos años se había mejorado tanto el acceso como las tasas de escolarización, sobre todo, en el caso de las niñas.

Tendremos que seguir luchando para que el Estado haga lo que le corresponde. Los recursos destinados a la educación pública ayudan a la población a adquirir las herramientas necesarias para desarrollar soluciones a los problemas de la vida y mejoran el ascenso social, creando una sociedad más equitativa.  El Estado tiene la obligación de proveer recursos para la formación de la población de menos ingresos. Si no lo hace, las brechas académicas y económicas se amplían.

Una sociedad del conocimiento se logra al hacer inversión para crear una población educada, si se forma y emplea a docentes con altas calificaciones, si se nutre la investigación, si se construyen infraestructuras modernas, si se provee recursos telemáticos de última generación, si se ofrece una mejor proporción alumnos/profesor.

Pensemos en que las medidas económicas en contra de la educación pública son un traspié temporal.   Mientras tanto, sigamos creyendo, como la mayoría de ecuatorianos, que una educación pública de calidad es la clave para alcanzar un mejor futuro individual y colectivo.  Que nadie se quede atrás.

FUENTE: EL TELÉGRAFO

09 de mayo de 2020

Arroz con leche, me quiero casar

Por: Ximena Ortiz Crespo

A pesar de que soy una de las que no se ha rebelado suficientemente, ni se ha desgañitado en contra de los varones, considero que la naturalización de los roles impuestos a hombres y mujeres en nuestra sociedad siguen condicionando el desarrollo personal y profesional de cada una de nosotras, instilando sutilmente en nuestra mente conceptos y comportamientos desde que somos niñas.

Sonreír. Ser buena. Ser complaciente. Casarse. No ser ambiciosa. Ser linda. Estar linda. No exhibirse. Estar impecable. Vestirse con modestia. No ser mujer pública. No promocionarse. Ser pasiva. Ser cortés y respetuosa. Ser amable. Nunca estar sola. No confrontarse. No quejarse. No reclamar. Ser responsable. Ser hacendosa. Ser hospitalaria. Saber cocinar, limpiar, lavar y planchar. Saber labores de mano. ¡Ufff! El solo enumerar las cualidades de la mujer perfecta me agota. Si eso es lo que la sociedad espera, ¿cómo salir adelante y volverse autónoma económicamente, dejar el rol servicial y preocuparse por una misma, en lugar de atender las necesidades del resto?, ¿cómo aspirar a lo que nos corresponde? La solución es cambiar el chip, negar la realidad y construir nuestro propio sueño.

A las mujeres nos toca aún un largo trecho para ir educando a nuestros hombres en la igualdad. Mostrándoles una y otra vez que ser mujer es una enorme responsabilidad, que nuestra carga sigue siendo mucho más pesada que la de ellos y que nuestra labor es la más delicada en el sustento diario de la vida. Y a las mujeres nos toca también luchar en contra de sus negligencias, sus micro y macro machismos, sus acosos verbal y físico, sus maltratos y sus horrorosos crímenes de feminicidio. Luchar contra ellos y no parar de denunciarlos.

Para este 9 de marzo las organizaciones feministas mundiales llaman a las mujeres a hacer un paro y a no participar de ninguna actividad, ni doméstica ni laboral. Ni una sola mujer en las oficinas, en las tiendas, en las escuelas, en las casas. Es una propuesta inquietante. Paradójicamente, ese negarnos a servir nos hará volvernos visibles. Tal vez sea la única forma en que los hombres entiendan que es imposible que sobrevivan si no cuidan de nosotras igual que nosotras cuidamos de ellos.

FUENTE: EL TELÉGRAFO
07 de marzo de 2020 –