Plutarco Naranjo y Arturo Andrés Roig, personajes de la semana

Para el mundo académico e intelectual, el fallecimiento de los dos distinguidos ciudadanos del mundo fue una pérdida irreparable. Muy acertadamente, el Dr. Iván Carvajal, Filósofo y Poeta del Ecuador, señala que Naranjo y Roig “ Pertenecieron a la que quizá sea la última generación de sabios eruditos, herederos del humanismo y la ilustración. El ambateño, montalvino; el mendocino, estudioso crítico del pensamiento de Montalvo…”

Naranjo, subraya Iván Carvajal,” fue médico notable, alergólogo, dedicado a la clínica, a la salud pública. En su actividad científica en los campos de la medicina y la biología, contó a menudo con la colaboración de su esposa, la Dra. Enriqueta Banda. Se interesó por las prácticas médicas tradicionales y la historia de la medicina en el Ecuador. Incursionó en el periodismo; escribió artículos hasta la víspera de su muerte. Al médico y científico ambateño le debemos varios trabajos que se enmarcan en un área muy importante y aún poco explorada de la historia del Ecuador, la historia de la ciencia en el país. Pero su interés se abrió hacia otros campos. Con énfasis especial abordó el estudio del pensamiento de su admirado coterráneo Juan Montalvo”.

Arturo Andrés Roig, agrega, “llegó a Ecuador a mediados de los 70 del siglo pasado, junto a otros exiliados por las dictaduras del Cono Sur. Gracias a la PUCE y a su rector Hernán Malo González, encontró el espacio que le permitió realizar una importantísima labor en el campo de la filosofía y de la historia de las ideas en América latina y en el Ecuador. En la PUCE coincidieron varios profesores que renovaron el interés por el estudio de la filosofía, entre ellos Rodolfo Agoglia, Enzo Mella, Ricardo Gómez y Julio Terán Dutari.

“En esa Universidad, Roig impulsó la creación del Centro de Estudios Latinoamericanos. Rescató la revista Historia de las Ideas de la Casa de la Cultura, y con Malo creó la Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano. También fue profesor en Sociología de la Universidad Central, y más tarde en la Andina Simón Bolívar”, enfatiza Carvajal.

Apenas llegó a Quito, Roig inició sus estudios del pensamiento político y social del Ecuador. Aquí publicó sus libros ‘Esquemas para una historia de la filosofía ecuatoriana’, ‘El pensamiento social de Juan Montalvo’, ‘El humanismo ecuatoriano en la segunda mitad del siglo XVIII’, ‘Bolivarismo y filosofía latinoamericana’, ‘La utopía en el Ecuador’, ‘Pensamiento de Hernán Malo González’. En Ecuador escribió la que quizá sea su obra fundamental, ‘Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano’. Quienes fuimos sus estudiantes en esa época, asistimos al surgimiento de este libro sorprendidos por su erudición y por su rigor metodológico.

Ahora que se han ido, podemos recordarlos al modo borgeano: cruzan el umbral, conversan, su tema es Montalvo. Y como hombres sabios que eran, amigablemente discrepan.

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Arturo Roig, maestro y amigo

Pepe Lasso, catedrático de la Universidad Andina Simón Bolívar, anota: “Algo me hablaba de que podía ser la última vez que nos encontrábamos. Arturo Andrés Roig, gran filósofo e historiador latinoamericano, había venido a la Universidad Andina a dictar su curso sobre Pensamiento Latinoamericano. Estaba como siempre con Irma, su esposa. Entonces, me preguntó por todos los míos y yo le pregunté por todos los suyos. Nos sentamos en la pequeña cafetería y nos entregamos a la dulce tarea de recordar. Es que Arturo había llegado exilado, perseguido y despojado de un enorme pasado académico por la dictadura militar argentina. Hernán Malo le había acogido en la Universidad Católica, y allí debió haber sido por los años de 1975 cuando Arturo Roig comenzó a ejercer la docencia. Era la época de las grandes transformaciones. Malo había hablado de la urgencia de «ecuatorianizar» esa universidad. Y uno de los artífices de esa aventura fue Arturo Roig. Como ha escrito Enrique Ayala, «Arturo Roig es quizás el mejor conocedor del pensamiento ecuatoriano de todos los tiempos». Sus grandes trabajos son entre tantos sobre El humanismo ecuatoriano de la mitad del S.XVIII, Esquema para una historia de la filosofía ecuatoriana, Espejo, Montalvo, Malo, etc.

Los gestos y los pequeños encuentros, vistos desde la memoria que habita el presente, cobran dimensiones singulares.

Tenía yo entre mis manos La morfología del cuento, de Vladimir Propp. Ese estudio maravilloso sobre el cuento fantástico. Le preguntaba a Arturo sobre ese texto que me encandilaba. Él comenzó, entonces, a hablarme de los límites del estructuralismo, la moda de esos años. Al poco tiempo me pasó un texto suyo. «Narrativa y cotidianidad. La obra de Vladimir Propp a la luz de un cuento ecuatoriano». Él había trabajado sobre uno de nuestros cuentos folclóricos: «Bella flor blanca», recogido por Paulo de Carvalho Neto.

Hoy me ha saltado una pregunta que me parece revelar una de las claves del pensamiento de Roig. Si yo o cualquiera de nosotros hubiera escrito ese texto, le habría titulado Un cuento ecuatoriano a la luz de la teoría y no la teoría a luz de un cuento que se llama «bella flor blanca». Así habríamos, inconscientemente, revelado eso que como decía Roig desde la Colonia nos ha convencido que los latinoamericanos somos inhábiles para el pensamiento filosófico y que le hemos hecho el juego al hombre europeo como civilizador y dominador legítimo.

Esta inversión del sentido es el lugar de inicio del pensamiento de Roig. Este lugar primero de una valoración antropológica de lo que somos.

«En los textos de Arturo Roig, ha escrito Fernández Nadal, la reflexión sobre la condición humana está íntimamente imbricada por la preocupación por una forma particular de la existencia: la propia de aquellos hombres y mujeres, a quienes ha acontecido la «suerte» de llevar adelante su proyecto vital (nacer,crecer, morir) en la circunstancia temporal y social que llamamos «Nuestra América». Es desde esa modalidad peculiar de lo humano que el filósofo mendocino se dispone a indagar la condición humana general.

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Roig, el maestro

El Dr. Enrique Ayala Mora, rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, publicó en el diario El Comercio, el Viernes 04/05/2012, la siguiente nota:

«Hasta hace poco más de medio siglo, incluso los propios latinoamericanos pensaban que nuestro continente no era para la producción de pensamiento filosófico; que este solo se generaba en Europa Occidental u otros países del Primer Mundo. Solo el advenimiento de una generación de pensadores de lo propio, que reivindicaron la capacidad de los latinoamericanos para hacer filosofía sin más, permitió que se redescubriera y desarrollara el filosofar en nuestro subcontinente, que sus impulsores llamaron “Historia de las Ideas”.

Uno de los pilares de esa generación fue el maestro argentino Arturo Andrés Roig, nacido en Mendoza en 1922 y fallecido en su ciudad natal el 30 de abril pasado. A los 89 años, había realizado una labor académica inmensa y había contribuido poderosamente a la consolidación de una identidad latinoamericana con un discurso de denuncia y compromiso.

Roig se formó en la centenaria Universidad Nacional de Cuyo. Realizó luego estudios en París. Siendo joven fue nombrado profesor de su universidad de Cuyo. Durante su vida se movió activamente por América y Europa, como profesor visitante, editor académico y conferenciante. Publicó una enorme cantidad de libros, artículos, ponencias y comentarios. Fundó varios centros de investigación y formó muchos discípulos.

Para el pensamiento ecuatoriano, Roig es su gran referente y organizador. Vino a Quito exiliado por la persecución de la dictadura argentina y fue acogido por Hernán Malo en la Universidad Católica, donde enseñó por varios años. Con el apoyo y la cercana amistad de Hernán, su colega filósofo, se dedicó a repensar el pensamiento nacional y a revalorizarlo. Aparte de varios libros, su mayor aporte fue la formulación del proyecto original de la “Biblioteca del Pensamiento Ecuatoriano”, que ha publicado la Corporación Editora Nacional con el auspicio del Banco Central. Arturo Roig es quizá el mejor conocedor del pensamiento ecuatoriano de todos los tiempos. Y un gran maestro formador de docentes e investigadores. Su obra es profundamente crítica y de denuncia. No es extraño que en sus años de la Católica hubieran reaccionarios que pidieron se lo expulsara por peligroso agitador. La visión y apertura de Hernán Malo impidió semejante barbaridad y le dio al país el mayor sistematizador de su pensamiento filosófico.

Desde 1992, en que se fundó, Roig fue profesor visitante de la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito. Hasta 2006 sus cursos de Pensamiento Latinoamericano contribuyeron a la formación de generaciones de intelectuales. En los últimos años ya no pudo viajar a nuestra capital, pero hasta hace pocas semanas estuvo en contacto con esta, que él consideraba su segunda patria. El pensador de Latinoamérica pensó en nuestro Ecuador hasta el final».

Plutarco Naranjo

Finalmente, el Dr. Rodrigo Borja Cevallos, ex Presidente Constitucional del Ecuador, publicó en el diario El Comercio (06/05/2012) el siguiente comentario acerca del Dr. Plutarco Naranjo nuestro sabio ambateño fallecido el 27 de abril de 2012.

Dice el Dr. Rodrigo Borja: “No he conocido persona de mayor capacidad de trabajo. Lo advertí hace muchos años en la Casa de la Cultura. Él era vicepresidente y miembro del Consejo Académico y yo, secretario general. Dos o tres veces a la semana me visitaba para pedirme sacar a limpio los borradores de sus artículos para revistas científicas europeas con las que colaboraba permanentemente.

Hombre inteligente y de férrea disciplina, Plutarco fue un dechado de aprovechamiento del tiempo. Extrajo del tiempo toda la utilidad posible.

Recuerdo, como anécdota, que cuando le propuse asumir el Ministerio de Salud me aceptó con una condición: que sólo podría trabajar a partir de las 8 de la mañana porque de 6 a 8 estaba obligado a atender a sus pacientes, que no podía abandonar.

Fue un hombre excepcional. No soportó la quietud. Se entregó impulsiva y compulsivamente a la acción. A hacer cosas. A crear. Tenía horror a la inactividad. Me recordaba a Ortega y Gasset y a su tesis de que existen dos tipos humanos no sólo distintos sino antagónicos: el hombre de acción y el hombre de pensamiento. Al primero llama “ocupado”, porque en él lo inmediato es la acción; y al segundo, “preocupado” porque con sus interminables cavilaciones se ocupa antes de ocuparse, es decir, se “pre-ocupa”, y con ello se sume en la inacción: en la «apraxia», que él decía, para referirse a la casi patológica incapacidad para la acción de los intelectuales puros.

Plutarco fue un hombre de pensamiento y de acción. Formó parte —en palabras de Ortega y Gasset— del «tipo de hombre menos frecuente, más difícil de lograr, precisamente por tener que unir entre sí los caracteres más antagónicos: fuerza vital e intelección, impetuosidad y agudeza».

Humanista, científico, historiador, arqueólogo, catedrático, académico, literato, político, diplomático, escritor, sociólogo, antropólogo, indigenista, médico, alergista, cirujano, fisiólogo, farmacólogo, anatomista, botánico. Fue autor de 40 libros y coautor de 50. No hay campo del saber que él no haya penetrado con su aguda inteligencia e inagotable energía.

Sus conocimientos y aptitudes los puso al servicio del Ecuador en el Ministerio de Salud. La tarea fue fecunda. Estructuró el Plan Nacional de Salud, impulsó la construcción y equipamiento hospitalarios, extendió la red de farmacias populares en escala nacional para abastecer a precios reducidos a los pacientes pobres, creó 324 centros de salud, batió marcas internacionales en vacunación infantil y, lo más importante, creó el programa médico familiar con el que atendió gratuitamente en sus propios hogares a un millón y medio de ecuatorianos de bajos ingresos en todo el país.

Hizo milagros con los escasos recursos económicos —el precio del petróleo fluctuaba alrededor de 11 dólares el barril— y pudo cumplir su vieja e irreductible vocación de servicio a los más necesitados”.

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En los próximos días se continuará hablando más y más de estos dos ilustres personajes, y nosotros aprendiendo más y más del mundo académico.

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