Tecnología y Universidad (II)

Por: Dr. Enrique Espinoza Freire, PhD
Universidad Técnica de Machala (Ecuador)

En el trabajo anterior intentamos un acercamiento reflexivo sobre la implementación de las tecnologías en los procesos formativos, investigativos y de vínculos con la comunidad en las instituciones de la enseñanza superior; enfatizando en las limitaciones que aún existen en este sentido, tanto en el orden institucional como del personal docente, las cuales se hicieron evidentes, ante la urgencia de su empleo como alternativa para la continuidad de estos procesos, en tiempos de Covid-19.

Motivados por el interés que este tema despertó entre muchos colegas y estudiantes, hoy volvemos nuestros pasos sobre algunos aspectos, que por cuestión de espacio fue imposible, en aquel momento, abordar con mayor profundidad.

En primer lugar, es importante hacer énfasis en las necesidades cognitivas y educativas de la generación de estudiantes que se encuentra hoy en las aulas universitarias al ser diferentes a las de los educandos de ayer; esto exige cambios en las formas de instruir y educar, que requieren de la participación creativa del docente en el diseño de novedosos materiales didácticos de apoyo al proceso de enseñanza-aprendizaje que se ajusten a las características propias de cada grupo de discentes, de forma tal, que estos se sientan identificados con el contexto en el que se produce el aprendizaje, no debemos olvidar que son “nativos digitales” y que la universidad debe ser tributaria de un profesional capaz de contribuir con acciones innovadoras al perfeccionamiento de la Sociedad del Conocimiento.

No se trata de que el profesor se convierta en un especialista en tecnologías, pero sí de que tenga habilidades y conocimientos básicos para construir espacios de aprendizaje eficientes soportados en recursos digitales, lo que ya es un hecho demostrado.

Actualmente existen herramientas tecnológicas que con una preparación elemental previa pueden ser utilizados en la elaboración de medios de enseñanza; por ejemplo, las plataformas didácticas, que permiten la creación de cursos interactivos, no solo a distancia, sino también de modalidad hibrida; incluso existen  recursos tecnológicos que el estudiante emplea de manera cotidiana y que aún están estigmatizados para su empleo en las clases; me pregunto ¿cuántos profesores utilizamos los móviles para el desarrollo de los contenidos de una clase?, ¿cuántos empleamos las redes sociales con fines educativos?; acotando que, no es emplear la tecnología por la tecnología, pues esto sería un gran error, recordemos que las tecnologías son un medio y no un fin en sí mismas.

Otro elemento a tener presente es el desarrollo de las habilidades investigativas del estudiante en un medio globalizado, que lo expone a una gama de información variada y a la cual debe enfrentarse con conocimientos para discernir cuál es útil y cual no; siendo esta otra razón por la cual las instituciones universitarias deben ofrecer una adecuada educación tecnológica a los discípulos.

Por último, la universidad debe brindar una educación de servicio, lo que implica   cambios radicales de los modelos pedagógicos basados en la trasmisión de información y que aún siguen agazapados en nuestras instituciones, para adoptar novedosas formas que potencien el talento y la creatividad del aprendiz puestos en función del bienestar colectivo.

Sé que aún queda mucho por decir de este apasionante y controversial asunto, pero sirvan estas líneas para mantener el interés por la indagación sobre la utilidad de las tecnologías en el ámbito educativo universitario.