Por: Rodolfo Bueno
Todo lo que pudiera ser llamado viejo paradigma, es herencia del racismo de Occidente, muchos de cuyos pensadores intentaron demostrar que los anglosajones, los celtas y los teutones son de raza superior. Rudyard Kipling en “La carga del Hombre Blanco”, hizo un llamado para que los blancos asuman el gobierno mundial; el conde de Gobineau, filósofo francés, escribió sobre la superioridad de la raza aria; Houston Chamberlain, elogió el rol de los pueblos germánicos y nórdicos, auténticos representantes de la raza aria, superior a las demás razas; la Enciclopedia Británica sostuvo en 1911 que “el Negro es intelectualmente inferior al caucásico”, etc.
A diferencia de toda guerra anterior, Alemania Nazi, secundada por Italia, Finlandia, Hungría, Rumania, Bulgaria, y apoyada por voluntarios de los Países Bajos, Francia, Checoslovaquia, España, Bélgica y Croacia, desató contra la URSS una guerra de exterminio, basada en su superioridad racial. Para lo cual, creó El Plan General del Este, cuyo objetivo era realizar la limpieza étnica de judíos, gitanos y eslavos, mediante la abolición física, la esclavitud y la deportación de estas poblaciones a Siberia. En los territorios conquistados se asentarían colonos alemanes, que utilizarían como mano de obra esclava a los subhombres eslavos; se dejaría morir de hambre a los que no fueran necesarios.
En enero de 1941, Heinrich Himmler dijo a los líderes de las SS, reunidos en el castillo de Wewelsburg, que el objetivo de la guerra contra la URSS era reducir su población en 30 millones de personas. Se derrotaría al comunismo y se conquistaría, así, el espacio vital para Alemania, donde se constituiría el Gran Imperio Alemán, que llegaría hasta los Urales. A los tres millones de soldados soviéticos, capturados durante la guerra, apenas les dieron de comer o de beber; los guardias se divertían viendo cómo se peleaban entre ellos cuando les lanzaban algunas hogazas de pan. Así, mataron de hambre a más de dos millones de soldados prisioneros.
Hoy, en Occidente ha resucitado la teoría del Espacio Vital. Los neocon, sector de la ultraderecha de EEUU, usaron a Ucrania como campo de batalla de un conflicto de mayor orden, de cuyo resultado depende la reorganización del mundo y su futura evolución. Los neocon postulan que, para que EEUU mantenga su hegemonía, debe primero destruir a Rusia, para luego eliminar a China. Para ello, apoyan al régimen nazi de Kiev, que en febrero de 2014 derrocó al legítimo Presidente Yanukóvich.
Por esta causa, en Crimea, Odesa, Járkov, Donetsk, Lugansk y otras ciudades hubo protestas masivas; sus poblaciones exigían que Ucrania sea un Estado federal. Como respuesta, Alexandr Turchínov, el presidente en funciones, inició una verdadera guerra de exterminio, apoyado por una coalición semejante a la que conformó Hitler.
Desde entonces, los ucranianos viven un infierno. ¿Qué dijo Occidente? Nada. Amparados por este silencio cómplice, el régimen de Ucrania prohibió el ruso, la lengua más hablada del país; proscribió a casi todos los partidos políticos; eliminó elecciones, impuso leyes amenazando al que se oponga; asesinó a niños, mujeres, ancianos, periodistas y escritores; atacó a la Iglesia ortodoxa de Ucrania, debido a su vínculo con el Patriarcado de Moscú; y perpetró un horrendo crimen, la masacre en la Casa de los Sindicatos de Odesa, donde quemó vivos a más de cincuenta personas, después disparó contra las ambulancias con los heridos. Durante los últimos once años, las tropas ucranianas han asesinado a decenas de miles de rusos de Ucrania. Rusia tenía que defender a esos habitantes y apoyar la elección del pueblo de Crimea, por estas razones se volvió inevitable su enfrentamiento con Occidente en Ucrania.
Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, subrayó que nadie en Occidente quiere notar el carácter nazi y rusófobo que se sigue creando en Ucrania. Occidente no solo no quiere darse cuenta de ello, sino que favorece directamente el mantenimiento de este carácter del Estado ucraniano, para seguir utilizando al régimen de Kiev en la guerra contra Rusia. De hecho, el objetivo es el mismo que el de Hitler y antes el de Napoleón: reunir a toda Europa y derrotar en consecuencia al pueblo y el Estado de Rusia. Por esta razón, el Presidente Putin declaró que la “desnazificación de Ucrania” es uno de los objetivos de la operación militar especial de Rusia, que se pudo evitar si Occidente aceptaba las garantías de seguridad propuestas por Moscú. No hay peor necio que el que no aprende de los errores ajenos, y, al agredir a Rusia, sus agresores repiten el mismo error de Hitler.
El expresidente Joe Biden, y algunos gobiernos que le precedieron, desnudaron la política imperial de EEUU, realizando una diplomacia aventurera y peligrosa, a la vez, sin respetar las más elementales normas del derecho internacional, rompiendo convenios alcanzados después de largos años de negociaciones diplomáticas, que fueron el fundamento de la paz mundial; además, según ellos, un país es democrático si se somete a su vasallaje, si su economía es privada y está controlada por el FMI y el BM, es decir, por ellos. Además, convirtieron la guerra en el más lucrativo e importante negocio, por lo que ya no deberían cantar Dios salve a EEUU sino Ares salve a EEUU, pues es como si hubieran encadenado a este dios griego en el sótano de la Casa Blanca para que no se les escape, igual a lo que hacían los espartanos.
¿Qué les falló con Rusia? En lo que fallan los planes elaborados por gente que, aunque sesuda, desconoce la realidad. Tal como confesó Robert McNamara, exsecretario de Defensa de EEUU, durante la Guerra de Viet Nam: “Yo nunca había visitado Indochina y no comprendía nada de su historia, de su lengua, de su cultura, de sus valores. Era totalmente insensible a todo ello (…) Mire, en un periodo de cinco años lanzamos sobre esa minúscula zona entre tres y cuatro veces el tonelaje empleado por los Aliados en todos los teatros bélicos de la Segunda Guerra Mundial. Fue algo increíble. Matamos a 3´200.000 vietnamitas (…) El problema es que tratábamos de llevar a cabo algo militarmente imposible, tratábamos de doblegar voluntades”. Algo semejante podría decirse de Rusia, que desconocen su historia, su lengua, su cultura, sus valores; que tratan de llevar a cabo algo que es imposible, doblegar la voluntad de los rusos; creen que el dinero compra todo, tal vez eso se cumple en otras sociedades, donde incluso las bellas artes se miden con dinero, pero no en la patria de Pedro el Grande y Catalina la Grande. ¡Sí!, a Zelensky lo pudieron comprar, pero ese tipo de gentuza es más gringa que los gringos y no sienten un ápice de amor por su pueblo.
El Presidente Trump regresó a la Casa Blanca luego de comprender que no vale la pena mantener el liderazgo de EEUU a cualquier precio, que se agotó la posibilidad de gobernar cargando sobre los hombros el control total de los acontecimientos que se dan en el mundo, ya que eso cuesta mucho y los resultados son magros. Por eso dio el primer paso hacia la normalización de las relaciones bilaterales con Rusia y llamó al Presidente Putin, con vistas a iniciar una negociación basada en los principios de respeto mutuo e igualdad.
Esta idea, cambiar la política estatal de EEUU, enmarcada en los viejos paradigmas de la propaganda nazi y de la Guerra Fría, es lo que se refleja en el discurso de James D. Vance, vicepresidente de EEUU, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, que contradice la arcaica visión europea, aferrada a los viejos dogmas ideológicos enumerados al comienzo de este escrito y acomodados contra Rusia.
El discurso de Vance, plantea un nuevo paradigma: detener la Guerra Fría y evitar la Guerra Nuclear. Europa occidental no lo entiende e insiste en apoyar a Ucrania para que derrote a Rusia, caso contrario, sostiene, Occidente perecerá, o sea, lo plantea como una cuestión de supervivencia. En cambio Trump, hombre pragmático, dice a través de Vance, lo que debió decirse hace mucho y que debido al poder de los neocon se calló: “La amenaza que más me preocupa respecto a Europa no es Rusia, no es China, no es ningún otro actor externo. Lo que me preocupa es la amenaza desde dentro, el retroceso de Europa respecto a algunos de sus valores más fundamentales, valores compartidos con Estados Unidos”.
En adelante, ambas potencias, EEUU y Rusia, están abiertas al diálogo, dispuestas a negociar con firmeza, teniendo en cuenta las realidades y sus intereses nacionales, predeterminados por la historia, la geografía, la cultura y la idiosincrasia de sus respectivos pueblos. Si así llueve, que no escampe.