“A nuestro alrededor no hacemos más que percibir el grito de la creación y en ella el de quien está destinado a la gloria y es la finalidad por la que fue querida la creación: la persona humana”, expresó el purpurado, prefecto emérito del Dicasterio para las Iglesias Orientales.
“La tierra grita —insistió—, pero sobre todo grita una humanidad abrumada por el odio, que a su vez es fruto de una profunda devaluación del valor de la vida que, como hemos escuchado, para nosotros los cristianos es participación en la familia de Dios, hasta la concorporeidad y consanguinidad con Cristo Señor, a quien celebramos en este sacramento de la Eucaristía”.
El arzobispo italiano, quien será uno de los cardenales electores del cónclave, añadió en su homilía que a la humanidad le cuesta expresar “en su grito su oración y su invocación al Dios de la vida”.
Es entonces, indicó, que “el Espíritu interviene en nosotros y hace de nuestros silencios rocosos y de nuestras lágrimas inexpresadas una invocación a nuestro Dios, con gemidos indecibles o, como también se puede traducir, con gemidos inexpresados, es decir, silenciosos”.
“El Papa Francisco nos ha enseñado a recoger el grito de la vida violada, a asumirlo y presentarlo al Padre, pero también a trabajar para aliviar concretamente el dolor que este grito suscita, en cualquier latitud y en las infinitas formas en que el mal nos debilita y nos destruye”, afirmó en la Eucaristía celebrada este 2 de mayo.
En su extensa homilía, el Cardenal Gugerotti también se refirió a la celebración de la resurrección, un fenómeno que no es intrínseco a la naturaleza humana, sino que “es Dios quien nos resucita, a través de su Espíritu”.
Asimismo, destacó la presencia en la misa de “algunos padres e hijos de las Iglesias Orientales Católicas”, cuya asistencia testimonia “la riqueza de su experiencia de fe y el grito de su sufrimiento, ofrecido por el eterno descanso del Pontífice difunto”, quien dio varios gestos de amor por los católicos orientales.
Entre estos, mencionó la inclusión del monje armenio San Gregorio de Narek entre los doctores de la Iglesia.
“El Papa Francisco, que nos enseñó a amar la diversidad y la riqueza de la expresión de todo lo humano, hoy creo que se alegra de vernos juntos en oración por él y por su intercesión”, afirmó.
Por ello, el Cardenal Gugerotti animó a los católicos occidentales a comprometerse en acoger a sus hermanos de Oriente que “se ven obligados a dejar sus antiguas tierras, que eran Tierra Santa, para salvar sus vidas y ver un mundo mejor”, y ayudarles “a preservar la especificidad de su aportación cristiana, que es parte integrante de nuestro ser Iglesia Católica”