Por: Dr. Pedro Reino Garcés, Cronista Oficial de Ambato
¿Cómo está el espíritu de la humanidad contemporánea? Si estuviera bien me atrevería a decir y desear felicidad y prosperidad. Pero el caso es que hay que arrimarse a esta frase como cuando un niño suelta al agua su barco de papel y le dice: feliz viaje y pronto retorno. ¿Cómo está el alma de quienes gobiernan el mundo para creerles sus deseos de felicidad y prosperidad para sus sometidos pueblos? Estados Unidos y Rusia deseando felicidad y prosperidad a Ucrania. La OTAN enviando insistentemente sus amorosos misiles para que la paz reine en el mundo donde solo sobrevive el miedo que ha volado de los cadáveres que preocupa a la Cruz Roja y a la Media Luna Roja. China advirtiendo que no le fastidien su paciencia. Los niños de Siria buscando a sus dioses para entregarles su inocente alma. América Latina, el espacio de quienes huyeron de los imperios de antaño, boquiabierta como un niño que se impacienta a ver acción en las pantallas de sus celulares y en los noticieros de televisión, esperando las decisiones de los dueños del mundo.
Pensé y me arrepentí de titular este comentario: ¿Renovar el espíritu? Porque toda renovación no significa sino fortalecer los mismos instrumentos, los mismos elementos de funcionamiento de un sistema. Me imagino como que a un motor desgastado se le cambiaran las piezas para que siga funcionando de largo el renovado y sofisticado sistema de barbarie en el que ha caído el espíritu humano. Por eso es que no me calza esto de pedir renovaciones, sino refundaciones. ¿Qué es esto de pedir consultas populares o cambios de constituciones surgidas de los intereses de las máquinas del poder? ¿Es pedir a la gente renovación o refundación? Los “repuestos” son eso, un cambio o actuallización de piezas que interesa al dueño de la máquina.
Pero pedir refundaciones espirituales a un pueblo y a un mundo contaminado de odios y contradicciones es tan grave como pedir que un ciego cambie de gafas, para que deje de seguir en la tiniebla. A donde hay que apuntar es a que surja una nueva luz y se la defienda como la que más conviene a quien ha vivido supuestamente iluminado por lámparas ajenas que le han acostumbrado a sus reflejos y hasta han servido para sentimientos de gratitud a sus perversos obnuiladores. El desafío es sacar a un pueblo ciego de la neblina, sacar a un pueblo sordo a la audifonía de nuevas propuestas para refundar la dignidad humana, que quiero dejar como tarea a ilustres miembros de la Cruz Roja Ecuatoriana. Debe ser aquí más que en ningún otro espacio en donde debe renacer la fe en el surgimiento del ave fénix, después de los holocaustos que han dejado en cenizas a generaciones extinguidas. Una aureola distinta debe haber en los servidores de la Cruz Roja que cabalguen junto al Quijote tratando de enderezar los entuertos.
¿Cómo reencontrarnos con la dignidad humana si Michel Foucault nos aclara que los filósofos que han luchado en la tarea deben partir de no desligar la razón de la locura como forma de comportamiento humano, si está insertada “en la naturaleza misma de la razón”? Cita a Pascal que dijo: “Los hombres son tan necesariamente locos que sería estar loco de alguna manera el no estar loco” (Foucault, Historia de la Locura, p. 63).
¿Que´ nos queda aceptar de estas reflexiones? Pues que somos seres distópicos por naturaleza. Algo pasa en nuestra genética que no concuerda con mi planteamiento de querer encontrar la dignidad humana evolucionada del salvajismo cavernario que gravita como herencia de nuestros abuelos de la época primitiva en que surgió el regodeo del canibalismo contemporáneo.
¿Cómo sacarlos del conformismo, de la resignación, de la apatía, de la impotencia, de la alienación y de tantas formas de ceguera como las que decía Paulo Freire, que han aprendido a ver y actuar con los ojos del opresor? Rehabilitar a indigentes espirituales requerirá tiempo y procesos desafiantes que han de demorar mucho en la cronología, sin contar con que conseguir adeptos para esta causa es más difícil porque es una lucha en medio de procesos sistemáticos que el sistema opresor mantiene encendidos y vigentes por medio de la filosofía de la mediocridad mercantil con la que está educada la población globalizada.
Los médicos saben que rehabilitar un cuerpo contaminado es tan difícil, igual que como dirán los sociólogos, que es rehabilitar una sociedad enferma. Pero, ¿quién está más enfermo, el opresor o el oprimido? ¿Acaso la soberbia y la vanidad no son desequilibrios del alma? Y no me refiero solamente a los cristianos.
Pero pensando más positivamente en lo relacionado con nuestro entorno inmediato, digamos que la experiencia social y un buen razonamiento que haga tendencia, sería una opción para refundar el espíritu. Cuando los pueblos caen en el fondo y se dan cuenta quiénes les han empujado al abismo; cuando les quitan la máscara a los aduladores que se han puesto de salvadores y pretenden renovarse mediante las democracias del engaño, para ser reelegidos después de haber mostrado su alma de pacotilla, sus círculos de la trampa que son los tentáculos del adulo orquestados por el idiotismo, es cuando buscarán nuevos caminos, renovarán la esperanza para enfrentar a la falacia y al engaño de los judas o de los caínes que pululan por nuestros pueblos amaestrados bíblicamente para la sumisión y la resignación.
Se ha dicho que siempre hay esperanza de que despierte el león dormido que es el pueblo. Pero esta misma afirmación no es acaso la contradicción al principio de la paz y la concordia? ¿Despiertan los leones en son de paz? ¿Acaso despertará a imponer la dignidad? ¿No han sido suficientes las traiciones en seguidilla que venimos soportando por culpa de las mayorías sumidas en la irreflexión y el envenenamiento colectivo? ¿Todavía somos resistentes ingenuos, y descerebrados, creyendo en las falacias de tanto perverso interesado en el sometimiento a los ciegos? Son ellos, las castas desquiciadas, quienes se presentan como renovadores de los sistemas, haciéndonos caer en la trampa que nos ofrecen cambios. Si ellos se autodefinen como tales, pasemos a idealizar educando a refundadores de una sociedad diferente que nos permita desbaratar la máscara.
¿Cómo enfrentar entonces lo que creemos de la razón frente a lo que opinamos que es la sinrazón?
“La Edad Media había colocado la locura en la jerarquía de los vicios. Desde el siglo XIII es corriente verla figurar entre los malos soldados de la Psicomaquia. Forma parte tanto en París como en Amiens, de las tropas malvadas y de las 12 dualidades que se reparten la soberanía del alma humana:
Fe e Idolatría, Esperanza y Desesperación, Caridad y Avaricia, Castidad y Lujuria, Prudencia y Locura, Paciencia y Cólera, Dulzura y Dureza, Concordia y Discordia, Obediencia y Rebelión, Perseverancia e Inconstancia. (solo aparecen 10).
¿Qué tendrá que ver esto con la Cruz Roja empeñada en reciclar una filosofía de un espíritu evolucionado? ¿Qué dualidades podemos decir que son las que dominan ahora mismo en el siglo XXI? ¿Acaso no está la fe descuartizada y la idolatría es un fetiche en un mundo de economía? ¿Acaso cada quien no piensa primordialmente en enriquecerse a su manera como única razón de haber llegado a la vida en este planeta?: “Es muy jodido ser dueño de un colchón”, dijo un indigente que dormía en las calles de Quito. “Puede uno terminar y amanecer muerto. Todos los que dormimos en la calle quieren robarme”, afirmó. ¿Qué pesa más aquí, la esperanza o la desesperación? ¿Qué piensa de esto una institución como la Cruz Roja? ¿Qué hacemos comprendiendo palabras enfrentadas como avaricia y caridad? ¿Vale más la contaminación del mundo que los empresarios extractivistas? ¿Hemos superado la Edad Media?
Y no se hable de socialismo a secas, puesto que el desequilibrio social y de la mala distribución de la riqueza, no necesita extremos sino un poco de alma para vivir con algo de justicia social que alivie la conciencia de quienes nacieron o se volvieron los marginales en las guerras implantadas por la prepotencia enfrentadas a la supervivencia, en donde creo que debe regir el espíritu de esos voluntarios del humanismo que es la razón de ser de la Cruz Roja.
Hagamos votos por una sociedad preventiva, por un oasis de misericordia en medio de un mundo que se desangra. Hagamos votos porque la bandera de la cruz roja sea una cosa que vaya más adentro del espíritu y flamee por sobre todo en las almas más iluminadas.