José Saramago: una evocación
Notas sobre sus obras
Modesto Ponce Maldonado
La realidad o el entorno no es suficiente para el ser humano. Existe una dosis de insatisfacción o de cuestionamiento o, por lo menos, de interrogación. En términos generales, se pueden encontrar tres formas de reaccionar ante esa realidad. La primera es la investigación e interpretación de los hechos del hombre, realizadas a través de la evolución histórica o del análisis de las ciencias sociales y humanas en su más amplio espectro. La segunda es la creación de mitos, utopías y religiones. La tercera es la creación, el arte; la opción estética.
Es significativa la determinación de estas premisas al considerar la obra de Samarago, por la cercanía de sus novelas a los sucesos históricos y por la referencia reiterada a los grandes problemas o angustias del ser humano y de la sociedad. Su formación marxista y su vocación humanista lo explican también.
Saramago comenzó a escribir literatura tardíamente cuando, después de muchos años de intensas lecturas, de ejercer el periodismo y de participar en la política, descubrió que solamente a través de la creación y de la palabra era posible decir todo lo que tenía que decir, puesto que “la historia es el territorio de la duda”. A los 25 años escribió una novela y luego otra que quedó en los cajones, sin editarse. Luego se calló por treinta años.
La intención de esta nota es tratar de dar una visión de la mayor parte de las obras del autor, de su estilo, características estéticas y contenidos.
Un primer segmento incluye las publicadas desde 1977, cuando José Saramago tenía 55 años, a 1980. Manual de pintura y caligrafía (1977) trata de la transformación de un pintor que pinta por encargo, sujeto al gusto del cliente (léase “mercado”) al verdadero artista que hace lo que cree que debe hacer. La obra incluye un apasionante paseo del protagonista por los museos italianos (Saramago es un gran amante del arte) y, en el fondo, simboliza el cambio del periodista al escritor. En 1978 publica Casi un objeto, una colección magnífica de seis cuentos largos, en la cual resaltan Centauro y Desquite. Se conoce que escribió un segundo libro de cuentos denominado Poética dos cinco sentidos, obras de teatro como In nomine Dei y buena parte de su poesía, cuyos textos completos acaban de ser publicados.
En 1980 aparece Levantado del suelo, ambientada en la zona rural de un Portugal pobre y feudal, donde nació y vivió sus primeros años, caminando descalzo y durmiendo entre cerdos y gallinas. A la vivienda de su familia él la llama, porque carecía de ventanas, “la casa de las cuatro paredes ciegas”, igual a las moradas de los campesinos de nuestra sierra.
Si la primera obra explica su vocación estética y su oficio como narrador, la segunda es la fuente de su vocación humanista y de su actitud ante la vida y el mundo, inclusive de su ideología socialista y de su posición antirreligiosa.
En ambas obras, están marcados el estilo y el ritmo de escritura que le caracterizarán en sus posteriores novelas.
En un segundo bloque se incluirían las grandes y más trascendentes novelas de Saramago, publicadas desde 1982 a 2000.
En 1982, con 60 años, publica Memorial del convento. El autor opina que es “el paso de una época a otra”. El tema se sitúa en el siglo XVIII durante la construcción del palacio, basílica y convento de Mafra. Dos personajes, tomados entre los miles que trabajaron en la construcción, son los centrales de la novela: Bluminda, llamada las siete lunas, que en ayunas veía qué sucede en el corazón de los hombres, y Balthazar, el siete soles, acaso dos de los personajes más hermosos de la narrativa del portugués. Mafra fue levantada bajo el dominio de la Iglesia y de una monarquía implacable.
El estilo inconfundible de Saramago se revela definitivamente, el ritmo de su prosa, la cadencia de sus textos, la avalancha de sus páginas, los cambios de tiempo pues la novela se mueve hacia el pasado y hacia el futuro. Por otro lado, las grandes metáforas que constituyen sus novelas comienzan a hacerse patentes en esta, como la presencia de una máquina voladora que significa el deseo de evadirse de la realidad. Aparecen también la variedad de recursos técnicos que suele usar el autor como, por ejemplo, dirigirse al lector en segunda persona.
El año de la muerte de Ricardo Reiss (1984), “el paso de la vida a la muerte y de la muerte a la vida”, es un homenaje a Pessoa y a la ciudad de Lisboa. El gran poeta Pessoa, que muere en 1935, tenía varios heterónimos, uno de ellos Ricardo Reiss, quien en la novela, una vez muerto su “creador”, regresa de Brasil y durante nueve meses dialoga con Pessoa, yacente en el cementerio, mientras se desarrolla un romance entre Reiss y Lidia. Las historias de amor, siempre intensas, son inherentes a casi toda la obra de Saramago. En una de las páginas, la fuerza del texto da la impresión de mirar el efecto del zum cinematográfico.
En 1986 aparece La balsa de piedra, una obra con una alegoría que denota un desborde extraordinario de imaginación: la ruptura violenta de los Pirineos provoca que la península ibérica se transforme en una isla a la deriva en el Atlántico y comience a navegar sin rumbo. En el fondo, el texto reclama la unidad y la individualidad de lo ibérico con respecto al resto de Europa. El colapso provoca el corte de vías y de servicios públicos, y en el pánico general se encuentran diversos personajes unidos por la desventura y la incertidumbre, a través de los cuales se desarrolla la trama novelesca.
Historia del cerco de Lisboa (1989) es para el autor el “paso radical”, quizá por la total ruptura de los tiempos narrativos y por la gran ironía que encierra al poner bajo sospecha la verosimilitud de la historia como ciencia. Se trata de una novela de impecable estructura y de extraordinarios recursos técnicos. La obra narra cómo una crónica con el mismo nombre es puesta en manos de un corrector de pruebas para su edición, quien, por su propio capricho pone un “no” donde debía ser “sí” y altera el contenido de los hechos. El ambiente se sitúa en el siglo XII cuando los islámicos fueron expulsados de Lisboa por los cristianos. La contratapa del libro habla de las “Las relaciones complejas entre realidad y la escritura”. Paralelamente al texto se desarrolla una historia de amor maduro entre el corrector Raimundo Silva y María Sara la editora.
En 1991 aparece El evangelio según Jesucristo, su novela más polémica. El escritor la define como el “paso de todos los pasos”, pues la obra enfoca el problema del bien y del mal y la rebelión del hijo de Dios contra su padre aliado con el Diablo para repartirse el mundo. La tesis no debe ser tan escandalosa como ha sido presentado por mentes conservadoras, pues en los mismos textos de San Agustín y en la teología, Satanás es necesario para vencer al mal y obtener la salvación, y es bastante difícil demostrar que el mundo no ha estado y está dominado por el mal. Adicionalmente, la única obligación de la literatura es estar bien hecha y no tiene por qué sujetarse a dogmas, creencias o tesis. Saramago declaró que él ha efectuado una interpretación libre de los textos, además de valerse de los silencios evangélicos que nada dicen sobre la vida de Jesús desde los 12 a los 33 años. Juzgada desde un punto de vista laico, la novela tiene lógica y coherencia.
Ensayo sobre la ceguera es de 1995. Dice Saramago que “se trata de una novela sin personajes pero no sin humanidad”. La profunda alegoría de esta novela es equiparar a quienes van perdiendo paulatinamente la vista para sustituirla por una nube blanca ante sus ojos y que son aislados de la sociedad por las fuerzas del orden, con los marginados del mundo, sean estos indígenas, negros o migrantes. En el abandono y en el hacinamiento de los ciegos, solamente hay una persona que ve: una mujer. Este personaje rescata, una vez más, la posición del autor frente a la mujer, a la cual, a través de sus personajes femeninos siempre más fuertes que los masculinos, mira como una de las esperanzas que le quedan a este mundo. No son los ciegos los que no pueden ver, sino los “ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”, termina escribiendo en la novela.
En 1997 publica Todos los nombres”. Según la crítica, en esta obra “el cementerio se mete a la ciudad” o es un libro “sobre la vida que reivindica a la muerte”. Cuenta la historia de don José, un escribiente del Registro Civil, maduro tan solo que dialogaba con el techo para evitarse hablar consigo mismo, que vive aislado entre miles de legajos de partidas de nacimiento y defunción. Una casualidad le lleva a interesarse de una mujer que, estando en las estanterías de los muertos, no tiene partida de defunción. Decide indagar sobre ella, se enamora de la desconocida en forma obsesiva para descubrir, al final, a más de detalles de su vida, que había sido una suicida depositada en un lugar común del cementerio. Una historia como pocas que rescata el amor como el único remedio contra la muerte y el olvido.
Este primer bloque se cierra con La caverna (2000), inspirada en la parábola de la caverna de Platón. Es una crítica directa al mundo consumista moderno. Todos estamos de espaldas a la realidad, mirando únicamente hacia el fondo de la caverna, sujetos a una ilusión mentirosa, donde se refleja lo que sucede afuera. En la novela, una ciudad-centro comercial ha absorbido todo el entorno, incluyendo la naturaleza, los animales, en definitiva al ser humano que pasa a ser una pieza en el inmenso engranaje del mercado. El contrapunto lo constituye un alfarero pobre y su familia que trata de sobrevivir afuera fabricando sus objetos de arcilla.
Sobre las obras anteriores, Saramago ha opinado que a través de ellas ha dicho todo lo que tenía que decir, y que ya el cine y la televisión cuentan historias, de modo que “a la novela y al novelista no lo restan regresar sino a las tres o cuatro grandes cuestiones humanas, quizás sólo dos, la vida y la muerte, intentar saber, ni siquiera de dónde venimos ni hacia dónde vamos, sino simplemente quiénes somos”.
Un tercer bloque, con temáticas, tramas y estructuras más restringidas, aunque los contenidos siguen siendo universales y los puntos de vista cambian en cierta forma, se inicia con El hombre duplicado (2002). Dos seres exactamente iguales se encuentran. Parecen haber sido clonados. El uno es un solitario historiador que vive con su madre y el otro es un conocido artista de cine que vive con su novia. La obra tiene un contenido de suspenso originado en el enfrentamiento de los protagonistas causados por el encuentro y sus temperamentos disímiles. El final es imprevisto y dramático. En el fondo, aunque no se exprese en forma explícita, renace uno de los temas más reiterativos del autor: el conflicto entre lo estético y lo histórico. La intervención del narrador es determinante y, entre los recursos literarios que suele usar Saramago, en este libro cuenta inclusive lo que no sucederá.
En 2004 se edita Ensayo sobre la lucidez. Puede decirse que el tema es político. La obra defiende el derecho de votar en blanco pero el desarrollo de los acontecimientos convierte a la tesis en un verdadero enemigo político, de modo que la abstención es severamente perseguida y reprimida como una rebelión contra una democracia postiza. La novela tiene un ritmo muy enérgico que gana intensidad mientras avanza. La única mujer que ve en El ensayo sobre la ceguera aparece nuevamente de personaje. Curiosamente, el autor se refiere a otras de sus obras dentro del texto. No se mencionan nombres en la novela.
Las Intermitencias de la muerte es de 2005. Un día la gente deja de morir. La muerte deja de actuar pero el tiempo no se ha detenido. Las consecuencias son inimaginables. Confirma una vez que la muerte es parte de la misma vida. Es una obra sin personajes, aunque es obvio que hay dos protagonistas: la muerte y el arte que, a la larga, sobrevive. Es frecuente el uso de la segunda persona por parte del narrador dirigiéndose a la muerte. Vuelve la tesis de que el amor hace soportable la vida y la misma muerte. Saramago, que no deja de tener giros inesperados, se embroma a sí mismo por su estilo de escribir.
En 2008 aparece El viaje del elefante. El regalo del animal por parte de un monarca portugués a su primo, también monarca de Austria, en el siglo XVI, es el motivo de la obra. Resalta una vez más, la prosa del autor, su capacidad de narrar y contar una historia, ahora en realidad simple, pero rodeada de peripecias y estrategias de transporte y superación de obstáculos, a más de referencias irónicas a las tácticas militares. La presencia de una serie de personajes curiosos, en especial el cuidador del elefante, le da a la obra un matiz humano.
La última editada, antes de la muerte de Saramago, es Caín (2009). Si en El evangelio según Jesucristo, situada en el Nuevo Testamento, el escritor se refiere a la rebelión del hijo de Dios contra su padre, en Caín el tema central es la rebelión del hombre contra Dios, pues el asesino de Abel nació predestinado, en definitiva, para el mal. La novela se sitúa en los espacios y hechos relatados en el Antiguo Testamento. Es una obra dura, bañada en sangre debido a las guerras, matanzas y genocidios que aparecen en los diferentes libros bíblicos. A esta novela, debido al tema tratado, le hace falta la dimensión del Evangelio. Debía ser una obra con una estructura diferente, más completa, con la sutileza de esta última.
En junio de 2010 muere José Saramago dejando una obra inconclusa sobre la guerra.
No es posible dejar de referirse a Los cuadernos de Lanzarote, publicados entre 1993 y 1997, en los cuales José Saramago, tan comprometido e informado de los sucesos del mundo, vierte sus opiniones y comentarios. El premio Nobel siempre siguió de cerca todos los principales acontecimientos, hasta tal punto que tuvo oportunidad de referirse en forma irónica a la guerra del Cenepa entre Ecuador y Perú y la criticó, con razón, ácidamente: “no es posible que tantos mueran por unos pocos kilómetros de selva amazónica que ambos juran pertenecerles”, escribió. En Los cuadernos está, como en tantas conferencias, declaraciones y entrevistas, expuesto claramente su pensamiento. Saramago no se refugió nunca a hacer solamente literatura. Él estuvo con el mundo, más aún como marxista convencido que fue, aunque en ese punto siempre habrá que analizar lo que Marx pensó y las “aplicaciones” de sus tesis.
Los cuadernos fueron el antecedente de los blogs que mantendría posteriormente Saramago en la Internet.
Para un mejor conocimiento de la personalidad y de la vida de Saramago, especialmente en su infancia, vale la pena consultar Las pequeñas memorias (2006), aunque gran parte de su contenido se encuentra en Los cuadernos y otras fuentes, como por ejemplo en El amor posible del periodista español Juan Arias, basado en una serie de entrevistas con el gran escritor.
Finalmente, menciono con especial interés Viaje a Portugal (1995), el relato, a modo de crónica, de un periplo por buena parte de su país de origen, en el cual José Saramago demuestra su amor a las expresiones artísticas, en especial del Renacimiento. Es una obra básica para conocer “el otro lado” de este gran ser humano. El autor de esta nota conserva la obra con especial cariño, pues fue enviada directamente desde la isla de Lanzarote con una dedicatoria muy expresiva del mismo José Saramago.
Notas sobre su estilo
A modo de introducción inicial a los secretos de la obra de Saramago, pues toda obra de arte es un asunto relacionado con lo estético y con las emociones que puede producir, como medio para comprender el mundo del artista y lo que quiere develarnos, se señalan someramente los principales rasgos de su prosa. En alguna forma puede sostenerse que hay que “aprender” a leer a Saramago, pues cuando lo conocemos por primera vez siempre nos sorprende.
- Sensibilidad extraordinaria, imaginación, vastísima cultura y prodigiosa memoria, a más de humanismo y compasión.
- Sus novelas son verdaderas alegorías, metáforas totales, símbolos.
- Los textos saramagianos equivalen a un torrente que no se detiene, a un río grande que no cesa de fluir. Esto se debe principalmente que escribe “más para ser oído que para ser leído”, pues su infancia se desarrolló en el campo y los cuentos de sus abuelos y el hablar de la gente fueron determinantes.
- El modo de usar los signos de puntuación, solamente con comas y puntos, y los diálogos de los personajes que se inician con una mayúscula, prescindiendo de los guiones u otras formas de denotarlos, es una consecuencia del habla cotidiana de la gente, pues no nos expresamos con signos de puntuación, sí con énfasis, ritmos, pausas y tonos. En Saramago se cumple a cabalidad aquello de que el contenido y la forma se confunden y se vuelven uno solo.
- Saramago no acepta totalmente la idea del narrador omnisciente, a quien califica como “narrador inestable”. Para él, “el lector no lee la novela, lee al novelista”.
- Para él cuenta más “la voz que dentro de la cabeza del lector dice más que lo ojos que simplemente ven”. Es el lector el final destinatario de los libros y cada uno los interpreta a su manera.
- El escritor piensa que todos somos “pasados acumulados”. Por ese motivo su literatura es fundamentalmente intemporal. El tiempo desaparece a través del texto y los saltos de una época a otra son algo frecuentes en casi todas sus novelas. Dice que “el tiempo pasado se presenta unificado ante nuestro entendimiento”.
- Los cambios frecuentes de la tercera persona a la primera en plural o en singular, o el uso de la segunda persona, provoca una movilidad asombrosa y les da sentido al texto. A veces interviene el mismo narrador y en otras ocasiones el autor dialoga con el lector. Las variaciones en este campo son vastísimas.
- La estructura de sus obras es generalmente impecable, de lo que se deriva la unidad y el equilibrio de lo contado y la posibilidad de que el lector sea “arrastrado” a seguir adelante.
- Los personajes son el soporte de toda novela. Sin personajes no puede hablarse de novela. En el Ensayo sobre la ceguera el personaje es colectivo. Y cada uno de los creados por Saramago, y especialmente los femeninos, son extraordinarios y únicos, inolvidables.
Foto Cortesía: Cristóbal Corral
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