La cita será este lunes 22 de octubre a las 17:30 en la Aula Magna del IAEN en Quito, la entrada está abierta al público y la invitación al debate está hecha.
La Universidad es una de las instituciones, que menos cambios positivos a favor de la equidad de género, ha experimentado en el mundo y en el país. El mundo de las universidades es en su mayoría, un mundo masculino. Esta es una de las primeras conclusiones a las que ha llegado la Dirección de Estudios de Investigaciones del Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (CEAACES).
Dentro de las diversas líneas de investigación que desarrolla el Consejo, el tema “Género y universidad” es uno de los más reveladores sobre las hondas brechas que, aún existen entre hombres y mujeres, y que enfrenta la sociedad ecuatoriana. Quizá, solo la iglesia, sería la institución donde más desigualdades existen entre hombres y mujeres, y luego estaría la universidad. Así lo confirman estudios y datos internacionales y nacionales. Basta analizar esta evidencia: la mayoría de los cargos de niveles altos de docencia están ocupados por hombres y el nivel de matrícula más elevado corresponde a las mujeres. Sin embargo, a pesar de este proceso fuerte de feminización de la matrícula, las mujeres no llegan a culminar sus estudios de posgrados y menos de doctorados.
Entre 1970 y 2009, a nivel mundial el número de estudiantes matriculados se incrementó de 32 a 165, y la matrícula femenina fue del 8 al 28%, según la UNESCO, 2012. Las mujeres continúan asumiendo multiroles y una triple carga. Lo que sucede, es que además de criar a los hijos, la familia, asumir el cuidado del hogar, estudiar y trabajar, asumen otros roles adicionales del mundo contemporáneo, afirma Cristina Bastidas, directora de investigaciones del CEAACES. “Los hijos y el mundo laboral no les permite llegar a culminar niveles de maestrías y doctorados; uno de cada 10 hombres trabaja medio tiempo y una de cada cuatro mujeres accede a esta forma de trabajo que le permitiría profesionalizarse mucho más”.
Para Soledad Álvarez, investigadora del CEAACES, hay varios datos contundentes que evidencian las desigualdades en las universidades: el porcentaje de hombres científicos es del 70%, frente al de mujeres que es de apenas el 20%. Los rectores de las universidades del país son casi todos hombres; en la enseñanza pre escolar, primaria y secundaria hay más docentes mujeres, pero en los niveles universitarios y de posgrados los docentes son hombres. A todo esto se suma una problemática fuerte vinculada con la desigualdad salarial, y se debe a que las mujeres siguen estudiando carreras tradicionales vinculadas al cuidado y la protección: las mujeres que estudian carreras de educación y salud corresponde al 70%; en carreras de ingenierías el 100% son hombres y un 25% son mujeres. En cuanto al salario, los hombres ganan un 17% más en América Latina que las mujeres.
Frente a éstas cifras, las dos investigadoras del CEAACES, concluyen que desde las últimas tres décadas sí se han dado cambios y transformaciones en las relaciones entre hombres y mujeres; muchos de los cambios se deben a la participación de los movimientos feministas, la visibilidad de los derechos humanos de las mujeres, el incremento y garantía de políticas públicas y programas que empoderan a las mujeres y otras acciones. Pero aún hay mucho por transformar y revelar, y gran parte de esos cambios hay que hacerlos dentro del mundo universitario.
El aporte del CEAACES en este campo, es realmente importante porque en el Ecuador y en general en América Latina, no existen investigaciones que profundicen en las universidades y el tema de género, es por eso que el aporte del Consejo tiene mucha trascendencia y abre un debate nacional que será este lunes 22 de octubre y luego estará recogido en un libro que aparecerá en mayo del 2013 y que ahondará en otra de las problemáticas que encierran las universidades: las violencias veladas y explícitas al interior del mundo universitario. Es decir, aquellas violencias que van desde las diferencias salariales, el acoso sexual, la invisibilización del trabajo, hasta la verticalidad en las decisiones del mundo académico.