Las Vacas Flacas

Por: Rodolfo Bueno 

El Faraón soñó que siete vacas, de feo aspecto y enjutas de carnes, devoraban a siete hermosas y muy gordas vacas; después, despertó. ¿Despertarán los actuales faraones de la terrorífica pesadilla que hoy recorre el mundo? Los datos confirman que el derrumbe económico recién ha comenzado y que las vacas gordas todavía pastan gozosas en el prado junto al río, pues solo vivimos el preludio y no el final de la sinfonía macabra que el capitalismo compuso para las exequias de la humanidad:

La industria moderna, otrora en constante desarrollo, se encuentra al borde de la bancarrota, para evitarla, los estados cancelan las deudas de los empresarios; los precios de las materias primas caen vertiginosamente en picada causando pérdidas de los beneficios, antes apetecibles; las bolsas funcionan como escenario de operaciones especulativas, tal vez sería mejor cerrarlas para evitar nuevos descalabros financieros; se fugan los capitales, incluso de países desarrollados; la desocupación campea por doquier y en los Estados Unidos, donde las estadísticas oficiales minimizan esta realidad, alcanza ya un terrorífico 10%; el PIB de la China crece apenas en un 6% anual, lo que para ellos es recesión, las fábricas se cierran, los obreros retornan al campo, del que nunca debieron salir, los capitalistas prefieren invertir en Vietnam porque los salarios son más bajos; en Rusia, el Estado rescató a la oligarquía que se apropió de las riquezas de la antigua URSS, donde, teóricamente, pertenecían a toda la sociedad, pero a la que tenía acceso únicamente la gerontocracia.

Todo esto sucede a pesar de los billones de dólares inyectados por el Estado mediante la adquisición de activos de dudoso valor. Pero tanto derroche fue absorbido por el agujero negro de la falta de crédito y, por paradójico que parezca, ha servido de razón para la propagación de la crisis, pues los tenedores de acciones las rematan para pagar dividendos y comprar las empresas rivales. Los gobiernos siguen inyectando fondos para financiar a los capitalistas sin lograr cerrar el círculo vicioso de las quiebras, agotando así la capacidad de intervención del Estado, y este despilfarro lo ha dejado impotente para sufragar las demás necesidades sociales. Así, la deuda de los Estados Unidos ha alcanzado la fabulosa cifra de diez billones de dólares. ¿La podrán pagar algún día? ¿Qué pasa si no la pagan? Tal vez, la única via que les queda es matar la gallinita de los huevos de oro mediante la emisión inorgánica de moneda, cuya consecuencia sería el acabose del sistema financiero internacional.

Los estados capitalistas alimentan su descalabro al actuar con una lógica de pacotilla, consistente en alimentar su propio desarrollo sobre la base del derroche inmisericorde de los recursos naturales, cuando se requiere de una economía sustentada en la austeridad. Pero los únicos austeros del mundo son, por definición, los pobres, y como no hay manera de obligar a los demás a ahorrar para el mañana incierto, se sobrentiende que solo queda un sendero sembrado de quimeras revolucionarias, que a muchos disgusta.

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