Por: Juan Cruz Albornoz
Msc. Docente e investigador universitario. Ex Vicerrector de la UTE.
Esta reflexión alivia el ánimo de quienes compartimos la expectativa de direccionar la actividad académica hacia nuevas metas de aprendizaje y de innovación tecnológica y científica.
Estamos de acuerdo en el concepto de que la universidad es una institución enraizada en las teorías de la organización, pero si se las aplica a una modalidad humanística y trascendente. La gestión debe dirigirse hacia las personas y hacia los resultados que beneficien a la colectividad.
“Otra universidad sí será posible”, logrando renovar el concepto de “calidad”, identificándolo con nuevos procedimientos de gestión, aplicados a los componentes básicos de la institución universitaria, que son, las personas, las actividades de docencia, vinculación e investigación, dentro de una economía sana, que oxigene los procesos.
“La calidad”, estimamos al momento, que el único indicador para saber si la poseemos o no, es el organismo del estado. Así por ejemplo ocurrirá, en nuestro medio, con el informe de evaluación externa que seguramente presentará el 20 de octubre del 2013, el Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (CEAACES). Sin embargo, aparte de él, cabría pensar que los usuarios del servicio universitario, los que lo producen y difunden en las universidades y por qué no, los acreditadores internacionales, con suficiente experiencia y prestancia, pueden ser escuchados comparativamente, para obtener la objetividad que garantice si se posee o no la “calidad” para sobrevivir y para ubicarse con dignidad.
¿Y cuáles podrían ser los “valores intrínsecos de la calidad” universitaria? ¿Existen y son aceptados universalmente? Las respuestas las hallaremos los académicos, dirigentes y docentes universitarios, en nuestro propio análisis, con honestidad científica.
En el marco de estas reflexiones, me permito compartir con los lectores, en tertulia amigable, a través de esta ventana feliz que nos ofrece la revista digital de Wilson Zapata, nuestro amigo, algunos pensamientos sobre los que se podrían diseñar rutas, hacia la “calidad universitaria”.
1. Contar con la sana disposición para un cambio radical: de hábitos, de procedimientos, del trabajo académico y para ello la humildad de escoger una universidad que ya logró trascender el umbral de la excelencia, observarla e imitarla.
2. Lograr el compromiso franco de los actores universitarios. Conformarles a todos, es tarea titánica, pero lograr viabilizar la participación suya en las decisiones, sin secretos, con transparencia, permitirá obtener ese sentido de pertenencia buscado.
3. Priorizar el ejemplo, más allá de las órdenes. Obtener que en la vida universitaria se siga a los líderes más que obedecerles con temor.
4. Direccionar la gestión hacia el usuario y su entorno. La meta es satisfacer a quien confió en la institución y a los actores, que con pertenencia, se invirtieron con entereza en ello. La inequidad desaceleraría el proceso de calidad.
5. Compartir la información con todos, sin la mezquindad de pensar que sólo deben conocerla los directivos. Valorar las potencialidades y aceptar las limitaciones para reconvertirlas. La comunicación es el sistema sanguíneo que revitaliza el organismo.