Actores de la formación académica integral

El Informe del Mandato 14 elaborado por el ex CONESUP (Consejo Nacional de Educación Superior) señala: “ Los profesores, como facilitadores de la formación académica integral de los estudiantes y conscientes de la trascendencia de su trabajo, se deben distinguir por su responsabilidad en la docencia, el entusiasmo por la investigación, la vocación por servir a la sociedad y su afán por renovar en forma permanente sus prácticas pedagógicas y didácticas.

El profesor debe ser un orientador, un tutor y conductor del proceso educativo. Su misión es compartir conocimientos y experiencias, formar con el ejemplo a los futuros profesionales desarrollando en el estudiante habilidades y destrezas para que aprenda por su cuenta, para que sea creativo, ordenado, disciplinado, trabaje en equipo, tome decisiones; busque, procese y analice información, en fin, que tenga sentido de organización y responsabilidad.

La evaluación de la calidad, el desempeño y la producción académica debe ser el distintivo de las instituciones de educación superior del país, en ambientes participativos, reflexivos y propositivos, pensando en el mejoramiento personal e institucional.

Con la finalidad de garantizar la formación académica, científica, técnica y humana de los estudiantes, las instituciones de educación superior tienen que definir una rigurosa, exigente y diáfana selección del personal docente. Una planta docente de calidad será su mejor inversión para conseguir la formación de profesionales de excelencia académica y profunda sensibilidad social.

Estudiantes

La formación académica se debe orientar a estimular las potencialidades de la juventud para que a través de las instituciones de educación superior se contribuya al desarrollo local, regional y nacional, y a revertir las tendencias perturbadoras de la sociedad. Educar no es solamente adiestrar y mejorar la capacidad de competir e innovar; es algo más profundo: es formar hombres y mujeres de bien; solidarios, alegres y participativos, enriquecidos por las tradiciones culturales y por los avances científicos y tecnológicos.

Siendo la juventud el centro del proceso educativo, la educación superior debe estimular las iniciativas que promuevan la construcción del buen vivir, de una utopía vinculada con los procesos de paz y de acciones solidarias. Las instituciones de educación superior deben interesar a los jóvenes en el encanto de las obras literarias y artísticas, en la investigación científica y tecnológica, en el servicio a la sociedad y en la reflexión histórica.

Más que conocimientos, la formación académica deberá desarrollar en los alumnos habilidades y destrezas profesionales relacionadas con la creatividad, la capacidad negociadora para resolver problemas, el trabajo en equipos inter y multidisciplinarios, la dedicación a la lectura, la aptitud para comprender y expresarse correctamente. También promoverá la educación en valores en procura de formar ciudadanos con conciencia crítica y ética profesional.

Las instituciones de educación superior deben ser entidades para todos y todas, dando facilidades para que el estudiante tenga la oportunidad de probar su aptitud para seguir una carrera profesional y no se quede frustrado al no permitirle hacer el intento, para lo cual se deberán organizar cursos de nivelación de conocimientos, propedéuticos y eventos académicos afines.

Formación académica y cultura

Uno de los referentes esenciales de la formación académica deberá ser la cultura, en vista de la vinculación, y más que vinculación, la identificación que las instituciones de educación superior deben mantener con su entorno social que es esencialmente cultural. En este sentido, la formación académica debe necesariamente incorporar la dimensión cultural como eje transversal del plan de estudios donde se condense la experiencia histórica de los pueblos, sus valores, sus formas de vida y las respuestas colectivas dadas a los desafíos de su existencia y que se encuentran contenidos en el arte, los mitos, los ritos, las formas políticas, las costumbres, los saberes, la ciencia y la técnica. En este proceso, la formación académica se deberá orientar a mantener y rescatar la diversidad de las formas de vida para convertirlas en prácticas educativas concretas.

La formación académica integral se vuelve cultura en la medida que procesa el conocimiento y la práctica de los sujetos colectivos para luego socializar lo encontrado en perspectiva de conservar y fortalecer la identidad cultural contra las imposiciones de la sociedad de consumo y del mercado. También se convierte en cultura en cuanto rescata el patrimonio cultural de los pueblos y los devuelve transformados en contenidos curriculares.

La educación superior debe apoyar el fortalecimiento de la identidad cultural que significa reconocernos como sujetos colectivos, ser conscientes de dicha identidad y buscar nuestras propias opciones históricas reconociendo lo pluricultural y multiétnico de nuestras sociedades. También debe apoyar el rescate del rico patrimonio cultural de nuestros pueblos: sus costumbres, leyendas, tradiciones, ritos, ceremonias, modos de trabajar, lenguaje, vestido, alimentación, música, medicina tradicional; sus saberes y prácticas ancestrales para devolverlos transformados en teatro, danza, títeres, pintura, escultura, música, videos, publicaciones, encuentros y toda actividad educativa que se oriente en este sentido”.

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