Por: Vinicio Vásquez Bernal
La razón de existir de los profesionales radica en que su accionar ha de permitir el desarrollo tecnológico de la sociedad; es decir, posibilitar que las actividades que se despliegan en su medio, sean tecnificadas y mejoradas a través del apoyo de los fundamentos teóricos, siempre teniendo claro los objetivos que cada grupo se plantea para su bienestar; recordando con especificidad plena lo que un conglomerado social requiere para su normal desenvolvimiento; asumiendo con responsabilidad absoluta el rol de generador de resultados que ayuden a una mejor calidad de vida de sus semejantes.
El conglomerado social requiere de involucrados que cumplan las distintas actividades que se necesitan para un convivir armónico, todas y cada una importantes y complementarias, enmarcadas siempre en un accionar ético, donde el rol del profesional debe posibilitar resultados que engrandezcan su entorno, nutriéndole de la tecnología necesaria para facilitar su desarrollo, accionar que debe basarse principalmente en la pertinencia, es decir con resultados que surjan como respuestas directas a las reales necesidades de su grupo, absolutamente enmarcadas en la moral y la cultura de cada sociedad.
La idea de un profesional que se sujete a la idea de conseguir un empleo y olvidar lo expuesto condena a las sociedades a la mediocridad, permitiendo que de su seno surjan falsas ideas de desarrollo, peor aun cuando la ética de un profesional sucumbe a los deleites de una vida de placeres fatuos y permite que la corrupción de cualquier índole, enrumbe sus pasos.
La felicidad no es una meta, es un camino constante y continuo que permite disfrutar las bondades de la vida y del entorno. En ese sentido cada profesión debe significar una satisfacción plena de quien la ostenta, por cuanto le permite servir y construir para los suyos una propuesta que ha de mejorar la calidad de sus vidas, construida en esa área que particularmente nos deleita.
Profesional que no vive esta realidad, podrá tener en su vida cualquier satisfacción material pero no gozará de la felicidad que significa el desarrollo pleno de sus aspiraciones, y tal vez pueda mostrarse ante la sociedad con los atavíos de la excelencia, a la vez que esconda los sinsabores de vivir una realidad de frustraciones.
La profesión, por tanto, es mucho más que un título, es una actitud ante la vida, donde lo importante es poder contribuir a la comunidad con productos que la engalanen, permitiendo que el actor viva la dicha de saberse útil.
El titulo por si olo no significa nada. Quizá su sonoridad produzca satisfacción en esos que erróneamente piensan que el mismo les hace superior a los demás, con lo que distorsionan absolutamente el real significado del compromiso social que la naturaleza innata de estos posee.
Un título es un compromiso con la sociedad, pues indica en qué rama una persona está capacitada para servir, mas tampoco es una meta, es un camino para construir el bienestar colectivo, para lograr esa verdad que ha de mejorar la vida de los demás, y lo hará siempre que los actos estén ligados a la ética y la moral. La profesión cuando es vivido a plenitud, abre tantas interrogantes que obliga más pasos en el mundo de la ciencia.
Un profesional debe reinventarse a cada instante, buscando estar siempre al son de lo que la sociedad requiere, buscando un accionar vinculado, donde las respuestas sean integrales y sobre todo respondan de forma efectiva a los requerimientos del conglomerado, utilizando los recursos de forma eficiente.