Por: Wilson Zapata Bustamante / Maestro Nacional
Una de las rivalidades más comentadas en las últimas décadas es la de los ajedrecistas Anatoly Karpov y Garry Kasparov. Ambos son considerados dos de los más grandes jugadores de todos los tiempos, pero también dos de las personalidades más antagónicas que han chocado jamás en un tablero. Los dos ajedrecistas se han enfrentado por más de 25 años.
Esta enemistad en los tableros trascendió a lo personal, pues era de todos sabido que ambos personajes no se llevaban bien, y que sus formas antagónicas de ser los condujo a tener tales diferencias que Karpov fue considerado el jugador favorito del Kremlin, mientras que Kasparov se volvió una suerte de rebelde en la URSS.
En 1973 Anatoly Karpov ganó el torneo de Madrid y obtuvo el “Oscar de Ajedrez” otorgado por la Asociación Internacional de Prensa de Ajedrez. Ese mismo año obtuvo el segundo lugar en el campeonato soviético y el primero en el torneo interzonal de Leningrado, lo que le dio derecho a participar en los matches de candidatos. Tras vencer en cuartos de final a Lev Polugaevsky, debió enfrentarse al ex campeón mundial Boris Spassky, a quien derrotó, convincentemente y contra todo pronóstico, por 4-1 (las tablas no contaban). En la final derrotó a Víctor Korchnoi por un estrechísimo 12.5 -11.5. Esto le dio el derecho a enfrentarse a Robert Fischer por la corona mundial.
En 1974 Karpov obtuvo el “VIII Oscar de Ajedrez”. ¡El mundo espera con expectación el match Fischer-Karpov! Pero la renuncia del estadounidense a defender su título lo convirtió en 1975 en el 12º campeón mundial sin necesidad de jugar un match.
Ya en 1975, cuando Karpov tenía apenas 23, había un niño de 11 que comenzó a llamar la atención por su manera de jugar. Se trataba de Kasparov, un pequeño en el que se depositaron tantas expectativas, que en el periódico inglés The Guardian, Leonard Barden escribió que la única persona capaz de hacerle frente a Bobby Fischer, en un futuro próximo, era Karpov, y la única persona capaz de opacar a Karpov era el pequeño Kasparov, “claro, sólo hay que dejarlo madurar un poco”.
La obtención del título mundial sin haberse enfrentado a Fischer lo llevó a Karpov a probar que era efectivamente el jugador más fuerte del mundo, y no un campeón de papel, objetivo que cumplió con pleno éxito defendiendo su título en 1978 (en Baguio) y en 1981 en (Merano) ante Víctor Korchnoi con resultados de 6-5 y 6-3, respectivamente (las tablas no contaban). Además ganó incontables torneos y fue el líder indiscutido hasta la aparición de Garry Kasparov, con quien se enfrentaría durante más de dos décadas en una rivalidad tan fuerte y apasionante como pocas en la historia del deporte. En 1984 debió defender su título contra él. Las expectativas fueron tantas que muchos auguraban que la experiencia de Karpov se iba a imponer, mientras que otros, decían que los bríos de Kasparov eran la clave del triunfo.
Los filósofos dedicados a la lógica suelen plantear la siguiente paradoja, “¿qué pasaría si una fuerza irresistible choca contra una fuerza inamovible?”. En aquel año, antes del primer encuentro entre el sólido Karpov y el vertiginoso Kasparov, miles de entusiastas del ajedrez se preguntaron exactamente lo mismo, y el resultado sorprendió a todos.
Tras una polémica cancelación (tras liderar 5-0 el aspirante se acercó a 5-3 pero el match se había prolongado más de tres meses) y Karpov se mantuvo como campeón hasta 1985, año en que fue batido por Kasparov. Garry Kasparov obtuvo el campeonato mundial en 1985 al derrotar a Anatoly Karpov en Moscú por 5-3 y 16 empates.
Luego Karpov perdió tres apretadísimos encuentros: En Leningrado 1986 por 12.5-11.5, en Sevilla 1987 12-12 (el campeón Kasparov mantenía el título en caso de empate) y en Nueva York-Lyon 1990 12.5-11.5.
En el match de revancha por la corona mundial de ajedrez se produjeron muchos planteamientos nuevos, valiosos para la teoría de las aperturas. Sin exageración se puede decir que éstos figuraron en casi todas las partidas jugadas. Cabe decir que para la teoría cada jugada novedosa, especialmente hecha por los ajedrecistas más fuertes del planeta, reviste un profundo sentido, por cuanto estos ajedrecistas precisamente trazan las nuevas vías del arte ajedrecístico y marcan la pauta no sólo de la moda, sino también del estudio aún más profundo del antiguo juego ciencia. Por eso, cada nueva idea adelantada por estos grandes jugadores en la teoría significa la apertura de todo un capítulo de ésta.
De 1984 a 1990, estos dos hombres disputaron 144 partidos, y aunque a la larga Kasparov se quedaría con el título de campeón del mundo, quienes saben de este juego tuvieron que conceder que ninguno pudo demostrar superioridad sobre el otro, “y los números son elocuentes; en ese lapso Kasparov apenas ganó 21 juegos y Karpov 19, mientras que empataron en 104 ocasiones. Básicamente se trató de dos fuerzas colosales que se anularon mutuamente”.
Sin embargo, eso no impide que ambos personajes coincidan de otra manera, una más enriquecedora para quienes tiene la suerte de estar junto a ellos, porque a decir de los expertos, fuera de su estilo de jugar, lo único que hacen mejor cuando están juntos es analizar las partidas de otros.
The New York Times reseñó una anécdota que refleja la complicada relación que llevan estos maestros.
En un torneo, súbitamente los ajedrecistas se separaron de la multitud, buscaron un lugar tranquilo y comenzaron a charlar. De vuelta, los periodistas le preguntaron a Kasparov que por qué si ellos no eran amigos y discrepaban tanto, habían pasado tanto tiempo a solas, a lo que el maestro respondió: “Porque tratándose de ajedrez, sólo él tiene la capacidad de entender y ver lo mismo que yo entiendo y veo”.
Se dice que Karpov es frío al jugar, analítico, preciso y que gusta de destruir, poco a poco, las defensas de su enemigo (“toda una boa constrictora”, dijo uno de sus oponentes en alguna ocasión); mientras que Kasparov echa mano de técnicas incendiarias, agresivas y confía con más frecuencia en la intuición que en el cálculo sereno.
En un mensaje a la juventud, Kasparov considera como una obligación de los jóvenes auto explorar sus fortalezas para obtener lo mejor de sí mismos y aplicarlo a sus proyectores personales, lo que les permitirá asumir riesgos con mayor confianza y, al final, obtener una recompensa mayor.
Aprender de mis errores y asumir con valor el reto de tomar decisiones no sólo me permitió superar esas derrotas, sino ganar en 1984-1985 cinco torneos mundiales consecutivos”, agregó el famoso ajedrecista conocido también cono el Ogro de Bakú, y cuyo legado después de su retiro profesional en 2005, es su colección de libros denominado “Mis Grandes Predecesores”.
PARTIDA PARA EL ESTUDIO
LANCAS: Kasparov
NEGRAS: KARPOV
Defensa Petrof
1.e4 e5
2. Cf3 Cf6
3. Cxe5 d6
4. Cf3 Cxe4
5. d4 d5
6. Ad3 Cc6
7. 0-0 Ae7
8. c4 Cf6
9. Cc3 0-0
10. h3 dxc4
11. Axc4 Ca5
12. Ad3 Ac6
13. Te1 Cc6
14. a3 a6
15. Af4 Dd7
16. Ce5 Cxe5
17. Dxe5 Cd5
18. Cxd5 Axd5
19. Dc2 g6
20. Tad1 c6
21. Ah6 Tfd8
22. e6! fxe6 (obligado)
23. Axg6! Af8
El alfil no puede tomarse
24. Axf8 Txf8
25. Ae4 Tf7
26. Te3 Tg7
27. Tde3 Tf8
28. Tg3 Rh8
29. Dc3 Tff7
30. Tde3 Rg8
31. De5 Dc7
32. TxT TxT
33. AxA DxD
34. Axe6 Dxe6
35. Txe6 Td7
36. b4 Rf7
Las blancas pasan a un final con un peón de ventaja
37. Te3 Td1+
38. Rh2 Tc1
39. g4 b5
40. f4 c5
41. bxc5 Txc5
42. Td3 Re7
43. Rg3 a5
44. Rf3 b4
45. axb4 axb4
46. Re4 Tb5
47. Tb3 Tb8
48. Rd5 Rf6
49. Rc5 T68
50. Txb4 Te3
51. h4 Th3
52. h5 Th4
53. f5 Th1
54. Rd5 Td1
55. Td4 Te1
56. Rd6 Te8
57. Rd7 Tg8
58. h6 Rf
59. Tc4 Rf6
60. Tc4 Rf7
61. Rd6 Rf6
62. Te6+ Rf7
63. Te6+ Rf7
64. Tg7 Td8
65. Rc5 Td5+ (si RxT, tablas por ahogo)
66. Rc4 Td4+
67. Rc3 Y Karpov se rinde.
Brillante triunfo de Kasparov.
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