Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato
“Yo Manuel Calderón escribano de recepción de los de número de esta Real Audiencia, certifico y doy fe y verdadero testimonio en cuanto puedo y a lugar en derecho a los señores que el presente vieren que Viernes que se cuentan 19 de este mes de Noviembre y año de 688 como entre 10 y 11 horas del día fui a la cárcel real en asistencia de su merced el señor doctor don Juan de La Rea Zurbano Caballero de la Orden de Alcántara del Consejo de Su Majestad, Oidor Alcalde de Corte de esta dicha Real Audiencia a reconocer el estado y calidad del perforamiento y señales por donde se dice haber hecho fuga de dicha cárcel un religioso lego del orden del Señor San Agustín y habiendo a… de los dos calabozos de la grada el más pequeño que confronta con la ventana de rejas de ella y corresponde para la calle vi de que a mano derecha como se entra al dicho calabozo y en altura de vara y cuarta está rota la pared con su grande abra, pero por lo alto de anchos de media vara y por lo ancho en partes de madera y de dos tercios más abajo quitados los adobes por manera que atraviesa al buque de una chimenea que de anchor de media vara poco más se sigue y confina hasta el techo del confín de las casas de dicha cárcel, donde se principia el de la capilla real del señor San Benito, y dentro de dicha chimenea habiendo asomado por dicho abujero vide asimismo están dos barrotes que parece corresponden al altar de dicha capilla en altura de más de una vara, y poco más arriba un pedazo de madera labrada clavado en la pared a manera de atravesaño de mesa que hice quitar de dicha pared, y colgado un cordel muy correspondiente al que por la parte de la calle estaba pendiente desde el confín del dicho techo, y haciéndola bajar asimismo reconocí tener de largo 8 varas y media poco más, y del gordor del dedo pulgar sin que se pudiese reconocer por mí ninguna señal el instrumento con que fuese perforado dicha pared, y hacia la parte de la calle vide quebradas algunas tejas del halar del tejado de dicha capilla, y para que así conste en cumplimiento de lo que se me está mandado por el dicho señor Oidor doy el presente y lo firmo en esta ciudad de San Francisco del Quito dicho día mes y año.- Firma Manuel Calderón, escribano de recepción.”
Los vecinos de la iglesia de San Agustín miran de reojo la soga de cabuya que cuelga de la chimenea por donde se ha hecho humo fray Nicolás Vaca. Convertido en hollín creen que debe estar fugándose por los siglos de los siglos con el alma tiznada perseguido por el arcángel San Miguel que vino con la espada de los conquistadores a buscar a los diablos que les habían venido persiguiendo en los barcos a los migrantes del siglo XVII. Muchos decían que Quito puede llegar a ser en el futuro un emporio de esos vampiros espirituales porque los cornudos de alas membranosas habían llegado atraídos por el olor de tanto perverso que llegaba armado de sedición, declarándose ferviente cristiano apto para todo tipo de gobierno en tan basta provincia llena de indios resignados a toda clase de obediencias aprendidas en escuelas y en la evangelización de las mentiras.
Algunas mujeres que decían haberlo conocido al hermano fray Nicolás, se persignaban cogiendo la soga del mismo gordor del dedo más gordo del fraile y rezaban avemarías y padrenuestros pidiendo que las justicias nunca dieran con su paradero, porque sabían que el hermano lego era muy servicial en las dependencias del convento haciendo todo lo que le ordenaban los superiores en cosas de carpintería, cuidado de la granja, la cocina y otros menesteres propios de su condición de lego. Ellas sabían que todo lo hacía con devoción y con rezos, y sobre todo, sabían que el lego hacía de todo hasta que los monjes del coro se prepararan en sus cantos de alabanza buscando la misma voz de los ángeles. Alguna vez fray Nicolás les había advertido que los querubes de los coros eran diferentes de esos que habían ido a vivir tallados sosteniendo los púlpitos. Decían que los escultores chambones habían copiado caras del populacho para ponerlos en esos púlpitos porque se necesitaba gente amorochada para que sostengan esos nidos de palo a donde subían los predicadores. Esas eran caras de mestizos que pujaban con sus bocas cerradas, sosteniendo el peso de tanta sotana con su mengana que tiene la religión.
“En la ciudad de San francisco del Quito a 16 días del mes de octubre de 1690 años en audiencia de relaciones ante los señores presidente y oidores de ella doctor don Juan de La Rea Zurbano, Caballero de la orden de Alcántara, licenciados don Pedro de Salcedo y Fuenmayor caballero de la orden de Calatraba y don Cristóbal de Ceballos Morales y Borja oidores, se presentó esta petición. Los dichos señores proveyeron el decreto de suso.- Hay una firma ilegible.
En la ciudad de San Francisco del Quito a 17 días del mes de octubre de 1690 años, yo el escribano receptor, cité en forma con la petición de esta otra parte y de auto de suso como en uno y otro se contiene al Bachiller Manuel García Maldonado, presbítero, en persona.- Doy fee. José Suárez, escribano receptor, (hay otra firma). En cumplimiento del decreto de suso y citación fecha, yo el gobernador don Nicolás de Andagoya, y a tal hora escribano de Cámara de esta Real Audiencia, por ausencia de don Alonso Sánchez…
En la ciudad de San Francisco del Quito a 19 días del mes de noviembre de 1688 años, los señores Presidente Y Oidores de la Audiencia y Chacillería Real que esta ciudad reside= Dixeron que se les ha dado noticia de que anoche hizo fuga de la cárcel real desta corte un religioso lego de la orden de San Agustín que estaba preso en ella por orden de su provincial el Reverendo… Francisco Montaño y para que se verifique la dicha fuga = mandaron que el Dr. Don Juan de La Rea Zurbano … Oidor de esta Real Audiencia vaya a dicha cárcel y reciba información de la dicha fuga y de la custodia en que estaba el dicho religioso y si antes estaba con prisiones de grillos, y por qué se la quitaron y con qué orden estando en el calabozo de la dicha cárcel lo mudaron a los cuartos altos de ella, y así lo proveyeron y rubricaron.- ante mí (firma ilegible)”.
Entonces se acordaron que debían pedir declaración de Alonso Falcón. Le dijeron que haga la señal de la cruz como la mejor forma de derecho, y que luego ya podría dar soltura a su lengua. Gracias a él ratificamos por su declaración particularmente importante, que los conventos de Quito eran los más impresionantes pulgueros. Decían que por eso los religiosos preferían andar desnudos por los dormitorios rezando rosarios hasta que las pulgas eróticas se queden dormidas en los repliegues de las de las vírgenes. “Dijo que anoche como a las once horas della habiéndose desvelado este testigo porque le apuraban las pulgas oyó algún ruido como que cayó alguna cosa por manera que por ser moderado no le dio cuidado y por hallarse fatigado de dichas pulgas mandó a un hijo suyo llamado Agustín Falcón de edad de 10 años se levantase a encender vela en el altar de encima de la grada, en cuya traza y cuarto alto vive este hijo, y a poco rato estando buscando dichas pulgas el muchacho con luz, fue tan grande el ruido que repitió que parecía se le venía la casa al suelo, por lo cual, con gran sobresalto se levantó este testigo de su cama y salió para afuera y dio voces a los guardas diciéndoles viesen si algún preso se huía y prontamente bajó para la puerta y notició dicho ruido a Prudencio de …. Alcaide de esta cárcel, el cual hallándose como se halla enfermo en cama e imposibilitado de enfermedad grave viéndose afligido de la mala noticia se valió deste testigo para que registrase los presos de riesgo, y dichos los guardas dieron voces preguntando quién faltaba.”