Homenaje a Oswaldo Guayasamín

El preámbulo de la celebración de los 100 años del natalicio de nuestro famoso Oswaldo Guayasamín comenzó el jueves 4 de julio del 2019 en la Asamblea Nacional con el reconocimiento al legado del distinguido pintor ecuatoriano. A través de sus hijas se le otorgó la condecoración post mortem al mérito cultural “Asamblea Nacional de la República del Ecuador, General Rumiñahui”.

Berenice Guayasamín, su hija y presidenta de la Fundación Guayasamín agradeció el reconocimiento institucional y recalcó que su padre mostró a través de su pintura lo que es Ecuador y América Latina. “Mi padre denunció la crueldad y las injusticias. La tragedia sigue viva y permanente y si mi padre estaría vivo, no podría nunca terminar su colección de la Edad y La Ira, porque seguimos el tiempo de la ira”, expresó muy emocionada.

La legisladora Amapola Naranjo, propulsora del reconocimiento Legislativo a la memoria del pintor Oaswaldo Guayasamín,dijo que hablar del pintor homenajeado es hablar de temas mayores. Fue escultor, dibujante, grafista, muralista, pero especialmente, el gran artista que plasmó con pasión su prolífica obra y en ella, nuestra historia, el dolor humano, la injusticia social, la ternura y el amor”, precisó.

Subrayó que todo su arte simboliza la rebeldía y fue contestatario de denuncia. Su basto legado ha sido cuidadosamente seleccionado, conservado y puesto en valor en la Fundación Guayasamín, agregó.

Esta celebración incluyó la exhibición de un mural y de varias gigantografías de la obra del pintor. Visitas ciudadanas guiadas, foros de cultura, publicaciones con historias y mensajes políticos del mural “La Imagen de la Patria”. También la intervención musical de la Orquesta Sinfónica Nacional, del Conservatorio Superior Nacional de Música y de las Décimas de Pepe Regato.

Durante dos días la ciudadanía participó de la Casa Abierta organizada por la Asamblea Nacional, en donde se montó un pequeño rincón del taller de trabajo del maestro Oswaldo Guayasamín, sus pinceles, espátulas, una prenda de vestir y su paleta, un cuadro original inacabado en el que estaba trabajando cuando le sorprendió la muerte, así como varias reproducciones más conocidas y que detallan su creación.

EL GRAN OSWALDO GUAYASAMÍN

Oswaldo Guayasamín nace el 6 de Julio de 1919, en Quito, Ecuador. En 1940, a sus 21 años, se gradúa de pintor y escultor en la Escuela de Bellas Artes y en 1942 gana sus dos primeros premios, uno, en el Salón Mariano Aguilera. Y el segundo, en 1956, su cuadro “El Ataúd Blanco” gana el Gran Premio de Pintura de la III Bienal Hispano-Americana de Arte.

En 1957 gana también el Primer Premio de la Bienal de Sao Paulo, y a estos se unirían en el futuro, otros premios de reconocimiento internacional.

A su primera exposición asiste Nelson Rockefeller, en ese entonces encargado de Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Queda impresionado con el trabajo de Guayasamín, le compra 5 cuadros y poco después gestiona una invitación para que el pintor visite y exponga en Estados Unidos por 7 meses, tiempo que Guayasamín aprovecha para visitar todos los museos posibles en el país anglosajón y conocer el trabajo de artistas de nivel mundial como El Greco, Goya, Velásquez, Picasso, Renault, Orozco, etc.

Con el dinero ahorrado durante ese tiempo en Estados Unidos, Oswaldo viaja a México con el objetivo de conocer a Orozco a quien admiraba profundamente, durante su visita conoce también a Diego Rivera y de ambos aprende la técnica de pintar al fresco. En ese viaje entabla amistad con el poeta chileno Pablo Neruda.

En 1945 emprende un viaje desde México hasta la Patagonia, recorriendo de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, haciendo apuntes y dibujos para la que será su primera serie de 103 cuadros, denominada «HUACAYÑAN», que en quechua (una de las lenguas aborígenes de Ecuador), significa «El Camino del Llanto».

Esta serie es una visión de los pueblos mestizos, indios y negros, con sus culturas y expresiones de alegría, tristeza, tradición, identidad y religión; sobre todo de los países andinos.

En 1961 empieza su segunda serie, “La Edad de la Ira”, con la cual quería mostrar los lugares y hechos que se convirtieron en mataderos de la humanidad durante el siglo XX, como fueron los campos de concentración nazis, la guerra civil española, las dictaduras en América Latina, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, las invación a Playa Girón en Cuba, entre otros. Esta serie, decía, – quedará inevitablemente inconclusa, puesto que es parte de un proceso histórico todavía en marcha.

En 1976 crea junto con sus hijos la Fundación Guayasamín, y a través de ella dona al Ecuador todo su patrimonio artístico, con el que organiza tres museos: Arte Precolombino (más de 2.000 piezas), Arte Colonial (más de 500 piezas) y Arte Contemporáneo (con más de 250 obras). En este último se exhiben los cuadros pertenecientes a la Edad de la Ira, la cual fue donada en su totalidad para evitar que se dividiera, como pasó con Huacayñán.

A partir de los años 80 empieza una nueva serie: Mientras Viva Siempre te Recuerdo, también conocida como la Edad de la Ternura o simplemente La Ternura, en homenaje a su madre, la cual da un giro esencial a los trabajos de Guayasamín. Es una declaración de amor a su madre, quien lo apoyó desde el principio a ser pintor, un “homenaje a la mujer de la Tierra, una defensa de la vida, la defensa de los Derechos Humanos”.

Realizó exposiciones monumentales -más de 200 individuales- en los museos más importantes de Francia, España, Italia, la ex-URSS, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, México, Cuba, Colombia, Venezuela, Perú, Chile, Argentina, etc.

Pintó a grandes personajes contemporáneos, escritores, artistas, políticos, estadistas. Entre ellos se destacan Juan Ramón Jiménez, Pablo Neruda, Juan Rulfo, Gabriela Mistral, Fidel Castro, Benjamín Carrión, Gabriel García Márquez, Ernesto Cardenal, Danielle y Françoise Mitterrand, el Rey Juan Carlos de España, la Princesa Carolina de Mónaco y muchos otros como para llenar un libro. Este libro, en efecto, existe.

Los críticos y coleccionistas, los personajes mundiales, consideran que la fecunda y personalísima obra de Guayasamín -cuya identidad es universal e inconfundible- trascenderá porque en ella está reflejada, con ira y con ternura, la imagen de «EL TIEMPO QUE ME HA TOCADO VIVIR», como decía el propio Guayasamín en un libro editado por el Instituto de Cooperación Iberoamericano de España.

A partir de 1996 inicia en Quito su obra más importante, el espacio arquitectónico denominado «La Capilla del Hombre» como un homenaje al ser humano, especialmente al pueblo latinoamericano con su sufrimiento, luchas y logros, pasando por el mundo precolombino, la conquista, la colonia y el mestizaje.

Oswaldo Guayasamín fallece el 10 de marzo de 1999, aún sin ver finalizada su obra máxima, La Capilla del Hombre, cuya primera fase se inauguró en el 2002. Este proyecto fue declarado por la UNESCO como «prioritario para la Cultura» y fue ejecutada con aportes de entidades de Ecuador, Chile, Bolivia, Venezuela y con la solidaridad de artistas -cantantes y pintores- de Hispanoamérica con la donación de obras y la realización de festivales musicales.

Sus cenizas descansan bajo el denominado “Árbol de la Vida”, un árbol de pino plantado por el mismo Guayasamín en la casa en que vivió sus últimos 20 años, dentro de una vasija de barro.

FRASES FAMOSAS DE OSWALDO GUAYSAMÍN

• Mi pintura es para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar lo que el Hombre hace en contra del Hombre.

• Mi madre era como el pan recién salido del horno. Me dio las dos vidas que tengo. Era y sigue siendo una tierna poesía.
Mientras viva siempre te recuerdo

• De pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad fuimos testigos de la más inmensa miseria: pueblos de barro negro, en tierra negra, con niños embarrados de lodo negro; hombres y mujeres con rostros de piel quemada por el frío, donde las lágrimas estaban congeladas por siglos, hasta no saber si eran de sal o eran de piedra.

• Música de zampoñas y rondadores que describen la inmensa soledad sin tiempo, sin dioses, sin sol, sin maíz. Solamente el barro y el viento.

• La pesadilla del hombre que se extiende, el miedo a una guerra atómica, el terror y la muerte que siembran las dictaduras militares, la injusticia social que abre una herida cada vez más profunda, la discriminación racial que destroza y mata; están carcomiendo lenta y duramente el espíritu de los hombres en la tierra.

• La vieja y lejana esperanza de paz es todavía puntal que nos sostiene en nuestra angustia.

• Si no tenemos la fuerza de estrechar nuestras manos con las manos de todos, si no tenemos la ternura de tomar en nuestros brazos los niños del mundo, si no tenemos la voluntad de limpiar la tierra de todos los ejércitos; este pequeño planeta será un cuerpo seco y negro, en el espacio negro.

• Yo sé que los ejemplos de tortura física y mental, de crímenes cotidianos, son más o menos conocidos. Pero hay otra forma de tortura o crimen oficial, menos visible, menos conocida, pero más devastadora, que apunta al mismo objetivo: la destrucción de nuestro pueblos, aniquilando nuestra cultura, convirtiéndolos en consumidores de productos y conceptos elaborados a miles de kilómetros de nuestros países, en esa guerra total que el fascismo ha declarado, una vez más, a la cultura.

• Mientras haya gente que aprenda a matar, existirán las víctimas. En la historia de los tiempos tiene que alborear el día en que el soldado no tenga razón de ser.

• Creo que nuestro siglo puede ser considerado como el más horrendo de la Historia de la Humanidad. Nunca hemos sufrido ni asistido a tantos crímenes, guerras, bombas atroces, campos de concentración, dictaduras bestiales y tantas crueldades juntas.

• Pese a todo, no hemos perdido la fe en el hombre, en su capacidad de alzarse y construir; porque el arte cubre la vida. Es una forma de amar.

• No señor… yo no sé hacer nada más que pintar. Creo que no hubiera podido ser nada más que pintor.
• El artista no tiene modo alguno de evadirse de su época, ya que es su única oportunidad. Ningún creador es espectador; si no es parte del drama, no es creador.

• El hombre contemporáneo vive dos dramas, el uno es de piel hacia adentro y el otro de piel para afuera, que al final son solo uno: la angustia del tiempo que nos ha tocado vivir.

• Quiero mostrar a estos dos hombres distintos, el pasado y el futuro, en esta lucha presente.

• Mi pintura no es fácil, no es de cartel, pero yo puse allí toda mi alma y reflejé los temas más eternos, como el odio, el amor, la ternura.

• Soy incapaz de criticar a otro pintor; creo humildemente y firmemente, que cualquier persona que toma un papel para escribir un verso o apuntar una idea, que cualquier persona que toma en sus manos un instrumento, que cualquier persona que modela un poco de barro para hacer un objeto, cualquier persona que tiene en su mano una paleta es digna de la más alta admiración.

• Para nosotros, los indios, la muerte es una consecuencia de la vida y enterramos a los muertos como se entierra una semilla. Desde otro punto de vista: tengo dibujos, apuntes, bocetos y necesitaría doscientos o trescientos años para pintar esos proyectos de cuadros. Sé que no podré hacerlo, y eso me angustia.

• Somos una unidad de 8 mil años de cultura precolombina y seremos un continente que dará al mundo una fuerza de civilización de paz y no de guerra.

• La aspiración de todo creador de arte es que su palabra, que su voz, sea cada vez más clara y más honda. Que lo que pinte sea cada vez más simple y más profundo en el tiempo.

• A mí me toca pintar para indagar, para que la gente vea las monstruosidades que se cometen contra los seres humanos y se decida a actuar.

• Pintar los triunfos es y será tarea de otros artistas.

• No me interesa el estilo, me interesa ser claro en mi palabra, tratar de ser lo más hondo, lo más auténtico, lo más claro en el mensaje que quiero dar.

• El hombre que ha vivido a través de los milenios con esta gran columna vertebral que es la Cordillera de los Andes, es una misma cultura que viene desde México y se va al sur extremo de este continente, y esto nos hace pensar en la necesidad contemporánea de volver a la unidad latinoamericana en todo sentido, sobre todo en el sentido espiritual.

• En mis cuadros de naturaleza muerta y paisajes entra mucho la parte privada mía, de desilusiones, ilusiones, esperanzas, tragedias, abandonos, soledades, y me desahogo de estas cosas dolorosas al pintar.

• Siempre voy a volver. Mantengan encendida una luz.

FUENTE: Fundación Guayasamín

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