Hoy se recuerda el Día Mundial de Libertad de Prensa, que sirve para evaluar el trato que dan los pueblos y gobiernos a la vital labor de los medios de comunicación y a los periodistas. La celebración se estableció el 3 de mayo de 1991 con un manifiesto denominado Declaración de Windhoek.
El documento pide a la comunidad internacional declarar ilegal la censura de presa, por constituir un grave atentado contra los derechos humanos; en él se demanda también a los gobiernos que garanticen constitucionalmente la libertad de prensa, pues continúan la represión, la persecución y crímenes contra periodistas.
La Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aprobó la Declaración e instauró el 3 de mayo de cada año como Día Mundial de la Libertad de Prensa. Esto abrió un nuevo camino para conocer hasta qué medida el trabajo periodístico y sus gestores principales, los periodistas, son respetados por gobiernos, instituciones, etc., que se consideran democráticas.
Es cierto que hemos alcanzado mucho. Pero no olvidemos que la libertad de expresión se encuentra siempre amenazada desde los dos extremos del paisaje.
De una aparte, la amenazan aquellos que pretenden reducirla a mera libertad mercantil, y los timoratos o egoístas que presionan para que se suprima la expresión de las ideas que no les gustan o los amenazan. Tal vez no se acuerdan de que la prueba de nuestra devoción a la libertad reside en la actitud que asumimos ante las ideas contrarias a las nuestras. Es muy fácil defender el derecho de quien piensa igual que nosotros; más complicado el disponerse a defender con el mismo ahínco el del que piensa de manera opuesta a nosotros. El díctum de Voltaire sigue vigente: podemos aborrecer intensamente las ideas que sostiene nuestro prójimo, pero debemos estar dispuestos a defender con nuestra vida su derecho a expresarlas libremente.
Wilson Zapata Bustamante,
Director de EcuadorUniversitario.Com