Bobby Fischer puso en la cumbre al ajedrez

Por: Wilson Zapata Bustamante / Maestro Nacional

«El Ajedrez es la Vida», «todo lo que quiero en la vida es jugar al ajedrez»; «existen los jugadores duros y los buenos muchachos, yo soy un jugador duro». «El ajedrez es ciertamente un arte, pero yo no pensaba en ello. Sólo el juego preciso y fuerte puede ser bonito». «La precisión, está en primer lugar; en última instancia, todo se decide por la clase. Luego podemos aspirar a una partida preciosa, pero para jugar con elegancia y precisión hay que saber mucho y ser capaz de utilizarlo». Robert Fischer.

Cuando Bobby Fischer renunció en 1975 al título mundial que había alcanzado en 1972 al derrotar al ruso Boris Spassky y abandonó las competencias, Caissa, la diosa del ajedrez, cayó en profunda melancolía y sombríos pensamientos. A los maestros que acudían a ella en busca de una sonrisa, los escuchaba ausente, como una madre escucha a sus hijos cuando su preferido ha muerto.

Considerado por muchos especialistas como el mejor jugador de todos los tiempos, se convirtió en un mito al renunciar a defender su título tras su brillante victoria contra Spassky en el Campeonato del Mundo celebrado en Reykiavik (Islandia) en 1972.

Su extraordinaria y continua capacidad de autosuperación le convirtieron en una leyenda viva del ajedrez .

Este genio misántropo abandonó la escuela para estudiar a fondo el ajedrez soviético y, para entusiasmo de Occidente, ¡consiguió dominarlo!

De forma implacable y con una exigencia sin compromiso, mejoró las condiciones del juego, la consideración social del ajedrez y de los ajedrecistas.

Tras proclamarse campeón mundial, sencillamente no pudo jugar más. Ese era el peligro: consiguió la perfección y una vez lograda, todo lo demás estaba por debajo de la perfección.

Abandonó el ajedrez a los 29 años, y solo jugó realmente durante diez años y, sin embargo, ¡consiguió más que nadie!

El secreto de los éxitos de Fischer era evidente:¡en cada partida solo jugaba a ganar!

Elevó el universalismo, exhibiendo una asombrosa técnica en la materialización de una ventaja, y un espléndido juego tanto combinativo como posicional. Pero lo más característico de él fue su talante competitivo que le llevaba a explotar cada posibilidad, hasta el último momento de la partida.

La fuerza de Bobby, entre otras cosas, radicaba en que después de la apertura elaboraba minuciosamente un plan. Al mismo tiempo jugaba como una computadora.

Fischer fue un jugador absolutamente extraordinario. Rápidamente captaba los problemas de una posición e inmediatamente los resolvía, armado con todas las nuevas ideas del ajedrez. Nada le sorprendía. Tan pronto como lograba la más mínima ventaja, comenzaba a jugar como una máquina. Ni siquiera se podía esperar que cometa un error.

Fischer tomaba decisiones con rapidez y se orientaba bien en una lucha complicada. También se distinguió por su excelente técnica. Tenía una regla: consciente o inconscientemente, siempre actuaba de forma racional ante el tablero. Fischer sólo entraba en una variante arriesgada si la podía dominar.

Aunque la meta deportiva estuviese asegurada, el juego de Fischer no mostraba la menor tendencia pacífica, como sucede con la mayoría de los grandes maestros, sino que, por el contrario, se volvía aún más velicoso y persistente.

El punto fuerte de Fischer era su versatilidad. En su estilo se apreciaba una constante búsqueda de la iniciativa y `respeto por el material`, armoniosamente combinados. Podía sacrificar material por ataque, pero también podía aceptar un sacrifico y asumir una defensa difícil… Fischer dominó el método psicológico de preparación, eligiendo de antemano la modalidad de combate.

Su juego era claro y transparente. No era difícil adivinar sus intenciones, pero era más difícil contrarrestarlas puesto que sus decisiones eran apropiadas y prácticas.

Tenía un juego extraordinario y feroz. A unos reflejos excepcionales se unía el gusto por castigar cualquier error del adversario, obteniendo un gran placer personal (eso afirmaba su analista). Por eso se encerró cada vez más en sí mismo cultivando paralelamente una desmesurada autoestima (afirmaba y declaraba ser el jugador más grande de todos los tiempos), imágenes grandiosas de su propio futuro y un odio ardiente hacia el prójimo.

Las opiniones francamente discutibles y el comportamiento antisocial de Fischer fueron explicados por Fine, que por un tiempo fue su psicoanalista, como una reacción a la pérdida de sus padres.

Pese a su comportamiento y los giros peculiares de su vida, Fischer merece ser recordado por su inmensa contribución al ajedrez. Su permanencia en la cumbre fue desgraciadamente breve, pero brilló por encima de sus contemporáneos como un nuevo Paul Morphy.

Robert James Fischer, este genio ajedrecístico nacido en Chicago en 1943, alcanzó la cumbre el 1 de septiembre de 1972, cuando finalizó un encuentro de dos meses contra el ruso Boris Spassky, entonces campeón del mundo, con 7 victorias, 3 derrotas y 11 partidas empatadas, para una anotación de 12 ½ por 8 ½ . Sin embargo, el objetivo que Bobby se fijó era el de sobrepasar el campeonato del mundo. Tenía un apremio evidente de que se le reconozca como el jugador de ajedrez más grande que haya existido jamás.

El propio Bobby dijo que su gran emoción en el ajedrez se produce en el momento crítico de una partida de ajedrez, cuando comprende que su opositor está en el torno. Él le llamaba a eso triturar el ego de su contrario. Todos convenían en que Bobby saciaba su vida emocional viendo cómo sus adversarios se desintegraban. En el proceso, su propio ego se vigorizaba correspondientemente.

Fischer reconoció el ajedrez como un medio infinitamente absorbente de ideas bellas. Una partida de Fischer es un todo lógico y orgánico cuyos momentos tácticos fluyen con naturalidad de la estrategia correcta y no del oportunismo. El ajedrez no fue para él un medio para llegar a un fin, bien sea en forma de ganarse la vida, un deporte subvencionado, un foro en el que demostrar hipótesis filosóficas o una válvula de escape de emociones más bajas. Para Fischer, el ajedrez fue un fin en sí.

El “enfant terrible”, «el Mozart del ajedrez»

”Su ascenso a la elite de la competición fue muy rápido. Con trece años de edad participó en el torneo “Rosenwald Memorial” y, durante mucho tiempo, su partida contra Donald Byrne en ese torneo fue catalogada por los expertos como la “Partida del Siglo”.

Fue llamado el Mozart del ajedrez en el momento en que ganó el campeonato de los Estados Unidos en 1957, cuando tenía 14 años de edad. En esos días era un muchacho que crecía con un feroz deseo de ganar y una aptitud infinita para el juego.

En 1960, el ecuatoriano César Muñoz Vicuña le ganó a Bobby Fischer, en la Olimpiada de Leipzig, planteándole la defensa Siciliana (Variante del Dragón).

Era hosco, suspicaz, caprichoso; se negaba a vestir todo lo que no fuesen camisetas deportivas, pantalones azules y zapatos de lona con suela de caucho; no sabía de otra cosa que no fuera ajedrez; no le preocupaba nada fuera del ajedrez. Se arrojó al ajedrez como si no le importase nada más. Devoraba cualquier pedazo de literatura ajedrecística que pudiera encontrar. Estudiaba y analizaba incesantemente, abandonó la escuela. Se dedicó al ajedrez porque era el ajedrez lo que amaba. Y Caissa, la Diosa del Ajedrez, correspondería en amplia medida a semejante devoción. El ajedrez era casi el universo para él. ¡Y qué ajedrez sabía jugar!

Anthony Saidy considera que Bobby Fischer sabía casi todo lo que había que saber respecto a determinadas aperturas, incluyendo sus propios descubrimientos. Su medio juego era rectilíneo, como el del genial Raúl Capablanca, y fulguraba con brillantes ataques, como Alekhine. Se mostraba siempre duro y agresivo, pero raramente se extendía en demasía, porque tenía el instinto innato de la corrección posicional. No desdeñaba en absoluto el final de juego; cuando surgía, podía mantenerse horas tratando de extraer la menor posibilidad de victoria de una posición.

En el plano internacional, su carrera coincidió con el apogeo de la escuela soviética que dominó el mundo del ajedrez desde 1948 hasta 1972. El campeonato de EE.UU. es de carácter zonal para la FIDE y su victoria en el año 1957 le abrió las puertas de los campeonatos internacionales. Al año siguiente, a la edad de quince años, logró el título de Gran Maestro al ocupar el quinto puesto en el Interzonal de Portoroz, siendo el ajedrecista más joven en obtener esa distinción hasta ese momento. Con ese quinto lugar consiguió además el derecho de jugar el Torneo de candidatos en el que se seleccionaba al que había de disputar el título mundial al campeón del momento ( a la sazón Mikhail Botvinnik).

Durante algún tiempo pareció que obtendría el título de campeón del mundo en los comienzos de su carrera.

Sin embargo, falló en sus dos primeros intentos y después, durante varios años, rehusó jugar en ninguna competencia por el campeonato del mundo. Durante ese tiempo, afirmó que los rusos actuaban en confabulación y que ningún jugador occidental podría ganar el título. Finalmente se cambió el sistema y él volvió a la competición. Todavía habría de esperar mucho para lograr la cumbre. A pesar de conseguir sensacionales resultados en los torneos internacionales desde fines de los años 50, diversos factores (a veces su propio carácter, en otras ocasiones la auténtica supremacía de los ajedrecistas soviéticos) retrasaron su lucha por el título máximo.

A principios de los años 70 llegó a la final del campeonato mundial. Tras ganar el interzonal de Palma de Mallorca y derrotar a Mark Taimanov (6-0), Bent Larsen (6-0) y Tigran Petropsian (6.5-2.5) en los enfrentamientos del torneo de candidatos, se ganó el derecho a enfrentarse a Boris Spassky. (Yo tuve la suerte de conocer a Fischer en Buenos Aires, durante el Coktail´s- lunch que con motivo de la entrega de premios y clausura del match semifinal del campeonato del mundo G. M. I. PETROSIAN vs. G..M.I. FISCHER, se realizó el día jueves 28 de octubre de 1971 a las 18h30 hs. en el Teatro Municipal General San Martín, organizado por la Federación Argentina de Ajedrez y la Federación Internacional de Ajedrez –FIDE- Todos los ajedrecistas que participamos en el Campeonato Panamericano realizado en Tucumán, fuimos invitados a la ceremonia).

Su racha de 19 victorias consecutivas (las 6 últimas del Interzonal, las de sus enfrentamientos con Taimanov y Larsen y la primera de su enfrentamiento con Petrosian) constituye un hito histórico que será difícil de igualar.

El Match del Siglo

El encuentro con Spassky se celebró en Reykjavik, Islandia. Concitó una extraordinaria atención en todo el mundo. Y no sólo por su carácter deportivo. (En Quito, los jugadores de Primera Categoría ubicamos un tablero mural  en la Plaza de la Independencia, frente al Palacio de Gobierno, y reproducíamos jugada tras jugada las partidas del match entre Bobby Fischer y Boris Spassky, ante el asombro de miles de  espectadores que  se entusiasmaban con las explicaciones que dábamos), y También fue visto como un encuentro político (en plena guerra fría y con intervención directa del entonces Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger). Después de un tenso encuentro, Fischer venció a su rival tras 21 partidas y se coronó campeón mundial el 31 de agosto de 1972 con un total de 7 partidas ganadas, 3 perdidas y 11 tablas. El primer (y hasta el momento el único) norteamericano en conquistar el título.

El match de Fischer contra Spassky de Reykiavik 1972 fue el de mayor influencia política hasta ese momento, en plena guerra fría y con multitud de propaganda y símbolos en juego, la Unión Soviética sufrió como una humillación en su propio terreno, la pérdida del título de Campeón del Mundo que les había pertenecido desde los años 40. ¡Nueve de los diez campeones del mundo entre 1948 y 1999 fueron soviéticos!

En 1972, con 29 años de edad, Bobby Fischer era un joven colosal (1,87 de estatura), bien proporcionado, con hombros amplísimos. Vestía trajes de calle cuando era necesario, incluyendo corbata, e incluso se ponía zapatos de vestir. Y había adquirido varias afabilidades sociales. Pero aún era un hombre que no sabía nada más fuera del ajedrez y no se preocupaba más que por el ajedrez. Todavía era hosco; era todo menos instruido; tenía pocos amigos (y ninguno fuera de los círculos ajedrecísticos); no hablaba de su vida privada, y llevaba sobre sí el ajedrez con intensidad maniática. El niño fue el creador del hombre.

Hasta antes de 1972 no había ganado mucho dinero. Este estado de cosas habría de tener un cambio drástico. Como ganador del torneo por el campeonato del mundo obtendría cerca de 160.000 dólares, una suma sin precedentes en los círculos ajedrecísticos, donde un primer premio de 5.000 dólares se consideraba como un gran lujo. Por esa vía habría de llegar una gran cantidad de dinero. Él sostenía que jugaría contra cualquiera si el premio era conveniente. Cualquier retador, o quienes respalden a un retador, tendrán que ofrecer por lo menos 100.000 dólares. Para él se inició también un proceso de actividades monetarias de toda clase. Le pidieron a Bobby que anuncie productos, que escriba libros (le ofrecieron 65.000 dólares anticipados por su autobiografía), que colabore con una columna sindicada de ajedrez, etc. etc.

Desafortunadamente, en la práctica, este momento culminante también marcó el fin de su carrera. Desde entonces, no volvió a jugar ninguna partida oficial durante su reinado y, cuando en 1975 tuvo que defender el título frente al aspirante Anatoly Karpov, planteó exigencias inaceptables para la FIDE, la cual lo despojó del título. Desde entonces y hasta 1992 no volvió a jugar en público y llevó una vida retirada y excéntrica.

Cuando Bobby Fischer renunció al título y abandonó las competencias, Caissa, la diosa del ajedrez, cayó en profunda melancolía y sombríos pensamientos. A los maestros que acudían a ella en busca de una sonrisa, los escuchaba ausente, como una madre escucha a sus hijos cuando su preferido ha muerto.

Problemas legales

En septiembre de 1992, aceptó participar en un encuentro conmemorando su enfrentamiento con Spassky (ya nacionalizado francés) que había de tener lugar en la antigua Yugoslavia. Volvió a vencer a su antiguo rival y se embolsó el premio de 3 millones de dólares que había ofrecido un magnate yugoslavo. Pero este encuentro habría de tener repercusiones políticas. En 1992, Belgrado estaba bajo el bloqueo del gobierno de los EE.UU. y la acción de Fischer fue considerada en su propio país como un acto de traición y fue puesto en la lista de fugitivos del FBI y de la CIA. Entonces, Fischer desapareció de nuevo.

El 13 de julio de 2004, Fischer reapareció en público cuando, mientras pretendía ir a Filipinas desde Japón, fue detenido en el aeropuerto internacional de Narita por usar un pasaporte que el gobierno de los EE.UU. había cancelado. Las autoridades japonesas le recluyeron en espera de resolver el problema suscitado por la petición de extradición de EE.UU. El 15 de diciembre de ese mismo año, el gobierno islandés aceptó darle asilo político a Fischer en ese país, para así escapar a la extradición a Estados Unidos, y ordenó su traslado inmediato a Reykjavík, donde podría recibir una nueva ciudadanía. A pesar de las presiones del gobierno estadounidense, el 9 de marzo de 2005, aún encarcelado, recibió un pasaporte islandés como regalo por su 62 cumpleaños.

El 21 de marzo, el parlamento islandés aprobó conceder la ciudadanía islandesa a Bobby Fischer, con 40 votos a favor y dos abstenciones, y tres días después, tras ocho meses de penosa detención, fue puesto en libertad y deportado a Islandia, calificando a George W. Bush de «criminal» y al primer ministro japonés Jun’ichiro Koizumi como «títere de Bush». A su llegada a Reykjavík fue aclamado como un héroe por una multitud de seguidores.

Desafió a Kasparov y Karpov a jugar un torneo mundial

El 3 de noviembre de 2007, diario `Marca´ publicó una noticia en la que el legendario ajedrecista Bobby Fischer desafió a los rusos Gary Kasparov y Anatoly Karpov a medirse con él en un campeonato mundial «no amañado» en la modalidad Random, donde se sortea la disposición inicial de las piezas.

Fischer, refugiado en Islandia de la Justicia de su país, EEUU, hizo esta propuesta en una entrevista al semanario ruso «Rodnaya Gazeta», a pesar de que seguía convencido de que Kasparov y Karpov eran «mentirosos y fariseos» que «jugaban partidas amañadas».

Tan extravagante como siempre, Fischer insistió en que él es «el último gran campeón mundial», a pesar de que en 1975 fue privado del título «de manera indignante e ilegal», y reiteró su tesis de que «desde entonces el viejo ajedrez está muriendo». «Aparte de que todos los encuentros están preparados de antemano y todas las jugadas aprendidas de memoria, casi todas las partidas y torneos están amañados», afirmó.

«Mi único y último interés en el viejo ajedrez es demostrar que el encuentro Karpov-Kasparov de 1984-85 fue un montaje preparado por el Partido Comunista Soviético y el KGB. ¡Y lo demostraré! Karpov y Kasparov son unos mentirosos y unos fariseos», enfatizó.

El hecho de que Kasparov calificara a Fischer como «uno de los ajedrecistas más grandes de la historia» no fue óbice para que Bobby cambiara su opinión: «Yo lo llamo criminal. Kasparov es la personificación del mal». Si bien se abstuvo de dar más calificativos a Karpov, de Kasparov dijo que el mero hecho de que éste dejara el ajedrez y se lanzara a la política para luchar contra el autoritarismo del presidente ruso Vladímir Putin «es suficiente para apoyar a Putin».

En contrapartida al ajedrez clásico, Fischer defendió su propia modalidad, Random, donde la disposición inicial de las piezas la determina al azar una computadora, al señalar que «es un juego que requiere intelecto, y no dinero o ‘enchufes’, como en el viejo ajedrez controlado por la Federación Internacional (FIDE)».

Preguntado sobre sus medios de subsistencia, se mostró despreocupado al señalar que desde su encuentro con Boris Spassky en 1992 tenía «unos tres millones y medio de dólares en un banco suizo». «Mejor dicho, no lo tengo en dólares, sino en francos suizos y en lingotes de oro, pues odio todo lo estadounidense», se corrigió enseguida, fiel a su postura crítica hacia su país natal.

Al mismo tiempo, afirmó que a fin de popularizar el Random y mejorar aún más su situación financiera, estaría dispuesto a medirse en esa modalidad con cualquier jugador de renombre, incluidos sus «bestias negras». «Si me ofrecen buen dinero, estoy dispuesto a jugar hasta un torneo oficial por el título de campeón del mundo. Con quien sea, hasta con los criminales. Si ven a Karpov o Kasparov, transmítanles mi propuesta», dijo Fischer a los periodistas rusos.»

El ocaso del genio

Información publicada en el diario ‘El Mundo’ 19.11.2007 dio cuenta que a sus 64 años, el excéntrico ajedrecista había sido ingresado en un hospital de la capital islandesa con problemas físicos y signos de paranoia.

El ocaso se cernía en torno a una de las leyendas más grandes del deporte, el hombre que elevó al ajedrez a la altura de una confrontación más de la guerra fría. Bobby Fischer había sido traicionado por su propia mente. Según el diario argentino ‘Página 12’, se encontraba internado con problemas físicos y «signos de paranoia» en el Landspitalia, el hospital de la Universidad de Reikiavik.

«Bobby es una personalidad trágica. Me di cuenta de ello desde que le conocí. Es honesto, de buena naturaleza y con un alto sentido de la justicia. Pero completamente antisocial. Es alguien que ha hecho prácticamente todo en contra de sí mismo», opinó Spassky.

El mejor ajedrecista de todos los tiempos, permanecía en la capital más septentrional del mundo, acompañado por Miyoto Watai, su novia.

“Sabíamos que estaba enfermo desde hace varios meses, pero no sabíamos de qué”, declaró a los medios Gudmundur Hermansson, un periodista del diario Morgunblandid.

“Fischer murió el jueves 17 de enero de 2008 de insuficiencia renal después de una prolongada enfermedad”, dijo su vocero, Gardar Sverrisson.

Si en 1975, la desaparición de Fischer de la escena fue una gran tragedia tanto para el ajedrez como para él mismo; su muerte nos conmocionó. Derrotó a los mejores grandes maestros del mundo. Consiguió su objetivo de toda su vida. Se convirtió en una leyenda viviente. Pero su última y principal batalla la  perdió y la diosa del ajedrez, Caissa, se puso muy triste, gimió y lloró por él.

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