El final de la partida

Por: Wilson Zapata Bustamante / Maestro Nacional

El ajedrez es un juego, en verdad, pero también una escuela de razonamiento.

Si como juego merece ser difundido, se justifica mucho más ampliamente como excusa para que el hombre joven se habitúe a razonar, a sacar conclusiones, a desconfiar del primer impulso y, especialmente, a sintetizar su labor mental para crear el saldo de la misma; la respuesta justa. En esto, el ajedrez alecciona a la vez que entretiene.

Existe una gran cantidad de personas a quienes se les ha proporcionado todos los elementos para triunfar en una empresa, pero carecen del hábito y la capacidad de razonar lógicamente, por lo que no logran coordinar un plan. Lo mismo sucede en el ajedrez con una apreciable mayoría de jugadores, y esto es lo que puede evitarse a poco que se comprenda el juego en su verdadero alcance, y aún más, en su verdadera función social: como gimnasia mental.

Interesa mucho más que ganar una partida concebir y llevar adelante una idea estratégica, no proveniente de un detalle accidental de la lucha, sino de la estructura íntegra de la posición. ¿Pero cómo hallar la idea? ¿Qué es lo que permite atrapar el sutil hilo del plan? Este es en realidad el obstáculo, ya que los planes no siempre existen de manera definida. Pero quien se grabe en la mente que el plan nace en ajedrez desde el primer momento que se mueve un peón y que su conformación impone el ritmo de la lucha habrá ganado la batalla contra tan difícil, interrogante.

El final de una partida de ajedrez

Si ninguno de los jugadores tiene la ventaja en la fase del medio juego, se llega a la fase denominada del “final”, cuando el número de piezas es muy reducido. Una característica peculiar del final es la evolución estratégica que tiene el peón.

Una segunda característica importante es el cambio de funciones del rey. Cuando quedan en el campo de batalla fuerzas muy reducidas, los peligros de ataques violentos al rey disminuyen drásticamente, tanto que con frecuencia es preferible llevarlo a una posición más expuesta, si de esta manera puede apoyar y defender a los peones propios y/o constituir una barrera a la amenaza de ingreso del rey adversario en el campo propio.

La teoría de los finales es muy vasta. A continuación se dan algunas maniobras básicas que, además de explicar cuál es la técnica necesaria para vencer en estos finales específicos, resultan, en sustancia, válidas, aunque las mismas piezas se encuentren en el tablero en posiciones diferentes.

El final de la partida con Alfiles de distinto color

“Es tablas (empate). Tenemos alfiles de distinto color”. Esto se oye permanentemente en la práctica de torneos. Cada vez que se llega a un final de este tipo, los jugadores se apresuran a declarar tablas la partida, sin reparar en que, si bien la existencia de alfiles de distinto color acentúa las perspectivas de hacer tablas y dificulta la tarea de quien puede ganar, no “obliga” a declarar empatado un juego, mientras haya posibilidades de acción.

Existen varios motivos que justifican ese comportamiento de los jugadores, hasta de primera categoría. Uno de ellos es la propia supervaloración de la capacidad, ya que generalmente propone tablas quien está un poco inferior, y no concibe cómo es posible que él pierda un final de alfiles de distinto color con peones iguales. Cansado de saber que en los finales donde quedan muy pocos efectivos no bastan a menudo dos, en algunas situaciones especiales hasta tres peones para ganar, esgrime este argumento en el subconsciente, para convencerse de que el empate que propone es justo, ya que él sabrá, sin dificultades, llegar a ese resultado.

El otro motivo, y sin duda muy poderoso, es que, en realidad, en la mayoría de los finales de alfiles de distinto color se llega a posiciones de tablas. El hecho de que los alfiles no puedan encontrarse nunca y que en consecuencia sean difíciles de neutralizar, hace que determinados sectores del tablero sean inaccesibles para cada uno de los competidores.

Esto es evidentemente cierto cuando se tiene un peón de ventaja y se llega a un final de alfil y peón contra alfil. Es menos cierto cuando se trata de un final de alfil y dos peones contra alfil, si bien hay multitud de posiciones típicas de empate. Es probable cuando hay muchos peones en el tablero, y simplemente posible cuando hay, además de los alfiles, torres o damas y abundantes peones por ambos bandos.

Es incuestionable que para poder hablar de empate por la presencia de los alfiles de distinto color, hay que haber cambiado las demás piezas menores. Estas posibilidades existen el momento en que queda un sólo alfil por ambos lados, aun cuando haya torres y damas en juego, porque es difícil y peligroso apelar al recurso de entregar calidad para evitar la nulidad, aunque en muchas posiciones da buenos resultados.

Esto quiere decir que quien esté mejor o tenga algún peón más debe tratar de evitar llegar a este final de alfiles de distinto color, pero esto no debe interpretarse como que se justifican los empates con multitud de peones apenas se arribe a un final de este tipo. Muchas victorias se han dejado de obtener por esta sugestión colectiva, y muchos triunfos espléndidos se han logrado a pesar de la existencia de alfiles de distinto color, por haber buscado la victoria en situaciones que para la gran mayoría de aficionados son tablas.

Consejos útiles para los finales:

  1. Coloque al rey en el centro del tablero o en el flanco donde se tiene menos peones.
  2. No apresure las jugadas (deben ser precisas, matemáticas).
  3. No arriesgue para ganar una partida que es tablas.
  4. Conserve siempre la iniciativa.
  5. Evite mates por ahogamiento.
  6. No dé por hechas las cosas.
  7. Estudie el manejo de los peones.
  8. Vigile siempre una posición segura.

Un final de partida requiere tanto estudio como el dedicado a una buena apertura o al medio juego.

Dado que el fin de toda partida es dar mate al rey adversario, hay que ir a buscar con un buen final una forma práctica, eficiente, de dar ese jaque definitivo. ¿Cómo lograrlo?

Lo ideal es llegar al final con pocas piezas sobre el tablero.

Aunque un final de partida no posee la agresividad en la lucha de un medio juego, la posición presenta, a causa de su simplicidad y su precisión matemática, un inmenso interés en la exposición de las ideas y una estética en la elegancia de su resultado final.

En líneas generales, podemos decir que todo final de partida se basa en seis puntos de carácter general, imprescindible para su logro:

  1. Dado que el objetivo es el mate, la necesidad de un plan extremadamente preciso constituye la base de la estrategia de un final de partida. Como hemos dicho, en las posiciones simples el jugador basará este final sobre un mate técnico.
  2. El objetivo de la partida: el rey. Este último es activo, marcha a la cabeza de sus peones, toma posiciones clave.
  3. El peón se convierte en un arma dinámica: va a dama, defiende al rey, ataca al rey adversario y sirve a menudo de cimiento, paralizando al adversario en sus ataques.
  4. Las torres se convierten, en todo final de partida, en algo tan importante como es una dama. Habiéndose apoderado de las columnas abiertas, rodean al rey, se apoderan fácilmente de los peones no defendidos y ejecutan “trabajos rectangulares” con resultados que son muchas veces mortales para el adversario.
  5. Cuando los alfiles no han sido cambiados, deben servir, gracias a sus fuegos cruzados, para defender a los peones y al rey, y para atacar a las piezas rivales.
  6. Un final de partida, en un noventa por ciento de los casos, se juega sobre una fuerza posicional, lo que equivale a decir que un final de partida es el triunfo de la lógica.

Al margen de los seis consejos que hemos dejado anotados como imprescindibles para el éxito de la fase final de toda partida ajedrecística, hay una serie de factores puramente técnicos que lo condicionan en sentido positivo, caso de seguirse en sus líneas generales:

  1. Sosteniendo, por medio del rey, a los peones que van a dama.
  2. Redoblando los esfuerzos de lógica y, por tanto, de precisión, en cada una de las jugadas.
  3. Tratando de evitar las tablas hasta el último esfuerzo.
  4. Evitando bloquear los peones en provecho de “horizontes libres”.
  5. No olvidar que las torres dobladas y las torres en cabeza de columna son eficaces en un cien por cien.
  6. No olvidando que un final es fruto del estudio y de la lógica.

Si estos son los puntos básicos para llevar a cabo un buen final de partida, también hay una serie de puntos que nos indican cuándo este final se ha malogrado lamentablemente. Los errores principales en los cuales se incurre son, en forma esquemática, los siguientes:

  1. Creer que porque se tienen dos peones más que el adversario ya se ha ganado la partida.
  2. No reaccionar cuando se perfilan ya las amenazas de mate.
  3. Creer de manera conformista, que unas tablas ya son un buen resultado y buscar más las mismas que la victoria en sí.
  4. Bloquear los peones propios con los peones del rival.
  5. Dejando a unas piezas como las torres, vitales en todo final de partida, arrinconadas en sus lugares de origen, o sin apenas hacerlas cambiar de escaque.
  6. Diciéndose a sí mismo que un final de partida es cosa que carece de interés.

CONOCIMIENTO DE EL CUADRADO

En los estudios de los finales de una partida de ajedrez, cualquier jugador no puede pasar por alto el conocimiento de el cuadrado. Ese conocimiento es muy útil porque a simple vista se puede calcular si el rey propio puede dar alcance al peón contrincante antes de que se corone.

Para ello, se imaginará en el tablero un cuadro perfecto en cuyo ángulo inferior se encuentra la casilla ocupada por el peón y el otro en la octava casilla, donde ha de coronar.

Pues bien: si el rey adversario se halla dentro de este cuadro o, tocándole jugar, puede penetrar en el mismo, el peón será capturado puesto que a cada paso que avance el peón, el cuadro se achica una casilla por lado.

En cambio si el rey contrario en su primera jugada no puede colocarse en el cuadrado, el peón alcanzará su finalidad.

Queda demostrada, pues, la utilidad de conocer este cálculo a simple vista, ya que tanto para un jugador como para el otro es de máximo interés.

«Un peón llega a coronar si el número de filas entre el peón y la casilla de coronación es menor que el número de columnas entre el peón y el rey enemigo.»

Técnicamente el cuadrado se dibuja desde la casilla en que está situado el peón hasta la casilla de coronación y ese mismo número de casillas hacia su lado más largo. Si el rey enemigo está dentro de ese cuadrado llega a capturar al peón, si está fuera no.

Como en todo, siempre hay una excepción a la regla, y ésta es que cuando el rey débil sólo tiene un camino para capturar al peón pasado que va a coronar, debemos asegurarnos de que no haya ningún obstáculo que impida el acercamiento del rey, ya que el tiempo que se emplea en despejar o rodear el obstáculo deja al rey fuera del cuadrado.

La Regla de el Cuadrado es una de las lecciones de final serias e indispensables que todo ajedrecista debe de dominar ya que como dijera el Gran Philidor: «Los peones son el alma del ajedrez» y el saber materializar una ventaja por muy mínima que esta sea puede inclinar las cosas a nuestro favor.

Ahora veamos unos consejos útiles para aplicar en toda la partida:

  1. No saque prematuramente la dama.
  2. No dé jaques prematuros.
  3. Vigile las piezas clavadas.
  4. No siempre hay que conservar una ventaja
  5. Procure diagonales para los alfiles.
  6. Tome en cuenta que los cambios favorecen al que tenga mejor posición.
  7. Los ataques se contrarrestan contraatacando u oponiendo fuerzas iguales.
  8. Medite antes de ofrecer cambios de piezas.
  9. Vigile siempre cuál es la pieza más inactiva para tratar de mejorarla.
  10. Acuérdese de que las torres son más fuertes en las columnas centrales y en la séptima fila.
  11. Haga jugadas de preparación.
  12. La Dama no debe perder el tiempo tomando peones.
  13. La Dama no debe permanecer inactiva cuando pueda atacar sin peligro.

El papel de los peones en las tres fases de la partida

  1. En la apertura, el peón debe darles vía libre a algunas piezas y controlar cuadros críticos para determinar algunas características de la fase siguiente.
  2. En el medio juego, el peón actúa como soporte de las piezas que más se insinúan en el campo adversario, y lanzado al ataque contra el Rey, determina cuándo se abre (o se cierra) el juego.
  3. En el final, el peón se vuelve todavía más esencial e importante porque, con frecuencia, la estrategia de esta fase se centra en la tentativa de promoción de por lo menos uno de los propios peones. Cuando por lo menos uno de los dos jugadores logre tal objetivo, casi siempre se crea una situación de ventaja que resulta determinante.

Los peones: Base de los Planes Estratégicos

El jugador inexperto asigna al peón la mínima importancia técnica de la partida. Como son las piezas menos valiosas, la pérdida o el avance de uno de ellos no significa nada. Por otro lado, como habitualmente compite contra adversarios de su misma fuerza, sucede que no son explotados los errores técnicos de este tipo que los comete, y vive en el mejor de los mundos, convencido de que no juega mal y que comprende cabalmente el ajedrez. Atribuye siempre su imposibilidad de alternar con los grandes jugadores a la falta de tiempo para dedicarse al ajedrez o a la falta de paciencia. Como no comprende el juego, cae en el enorme error de creer que es cuestión de paciencia.

Su estrategia es simple, y por cierto productiva, frente a rivales, que como él, solo saben mover las piezas y convierten el ajedrez, de una lucha armónica donde el raciocinio, el análisis y la síntesis juegan un papel decisivo, en un juego de azar más o menos evidente.

Quien sólo intenta dar jaques dobles o un mate de sorpresa, y en cada jugada que efectúa defiende una amenaza o ensaya un lance, no juega aún en realidad el ajedrez. Si lo hace porque no le es posible practicarlo de otra manera y sólo como un estado preparatorio para la mayor comprensión del juego, nada puede reprochársele, pero si no aspira nada más que a eso desconocerá siempre el verdadero interés del ajedrez, no lo comprenderá nunca y en realidad disminuye sin proponérselo, su verdadera función.

Más adelante, en futuras lecciones, estudiaremos en profundidad, los temas de las aperturas, el medio juego y el final. Es decir, las tres fases de una partida de ajedrez.

Ahora, me interesa que el estudiante o el padre de familia (que en el futuro actuará como entrenador de ajedrez), conozca ampliamente los principios generales del juego ciencia.

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