Historia del Ajedrez

Por: Wilson Zapata Bustamante / Maestro Nacional

“No sin razón es el único juego que, desde que se inventó, aproximadamente el año 600 d.d.J.C., se ha jugado más en todas las partes del mundo, ha cautivado la imaginación y el interés de millones de personas y ha sido fuente de grandes tristezas y grandes alegrías”, dice el ajedrecista e historiador Norman Reider.

Nadie sabe hoy con precisión cuándo y cómo fue concebido el ajedrez en la mente del hombre antiguo. Pero casi todos los que aman el juego tienen alguna sospecha de para qué.

Algunos historiadores sostienen que el ajedrez fue invención de los griegos, derivado del petia, un juego inventado por Palamedes, parecido al de damas y que entretenía a los soldados durante el sitio de Troya.

Otros han pretendido demostrar su origen indio, y no ha faltado quien lo atribuya a las primeras civilizaciones chinas y japonesas, a los egipcios, y a otros remotos pueblos.

El común sentir de los historiadores es que el ajedrez empezó en la India en el siglo VI o VII. Su precursor fue un juego de dados de cuatro jugadores llamado chaturanga (“cuatro miembros del ejército”). En algún momento los dados, y con ellos el elemento de la suerte ciega, fueron descartados y nació el ajedrez. No era exactamente el juego que conocemos hoy; por ejemplo, la poderosa dama o reina no existía aún.

El ajedrez pronto viajó a Persia donde se llamó shatranj y posteriormente shah mat (“El rey ha muerto”). A través de los árabes, que dominaban casi la totalidad del territorio español, el juego llegó a Europa entre los siglos VIII y X.

Excavaciones realizadas en tumbas vikingas muestran que estos aventureros también conocían por aquellos años los misterios de peones y reyes.

Aunque los orígenes del ajedrez son milenarios y su cuna de nacimiento posiblemente se encuentre en el oriente, la verdad es que su actual forma de juego se perfeccionó en España, gracias a la imaginación y sensibilidad ibérica allá por el siglo XV.

Los cambios formales en el ajedrez siguen un aproximado paralelismo con los de la vida guerrera y política (aunque su carácter regio no se ha perdido en la era democrática). En la Edad Media, el poder de las piezas era reducido. El juego a menudo estaba restringido a ganar por agotamiento y el jaque mate claro era muy raro. De pronto, aproximadamente en 1485, el Visir, que había sido en otros tiempos el débil consejero del Rey, se convirtió en mujer: En ¡Reina! (o Dama) y en la pieza más poderosa del tablero. La asociación de un rey con un Visir no se adecuaba ni a las costumbres ni a la cultura occidental, de modo que el Visir cambia de sexo para convertirse en una ¡bella mujer y muy poderosa! No es ajena a esta modificación la influencia de la religión: la moral quiere que un rey se case con una reina. Esta transformación se ha atribuido al florecimiento por aquel tiempo en Italia de dirigentes femeninos dominantes.

Se cuenta, incluso, que gracias a que Fernando El Católico ganó una partida de ajedrez el insigne Cristóbal Colón pudo conseguir sus tres carabelas. El buen humor del rey español facilitó la empresa a la reina Isabel, y Colón logró para España y para la humanidad el descubrimiento de las Indias Occidentales. «No deja de ser una leyenda más. Lo único que queremos hacer constar con ella es la importancia del ajedrez, no solo como pasatiempo sino como propiciador de medidas políticas de carácter histórico», expresan los investigadores que se dedican  a descubrir los orígenes del ajedrez.

Agregan que el  ajedrez se extendió por España en el siglo XVI, por Italia en el XVII, por Francia en el XVIII. En tiempos más recientes, Inglaterra, Alemania, América y finalmente Rusia han conquistado la primacía.

Anthony Saidy opina que a lo largo de los siglos el ajedrez ha llegado hasta nosotros con múltiples cambios, repleto de mitos y leyendas y simbolizando la historia y la lucha del hombre.

A menudo más reveladores que el hecho histórico son los mitos surgidos en tiempos antiguos y que, recontados y modificados, deben de haber tenido una profunda resonancia inconsciente en el hombre. No pocos de estos mitos se refieren al ajedrez. El tema de Edipo aparece una y otra vez. En un cuento, el ajedrez fue inventado por sabios para curar la locura de un tirano que había asesinado a su padre. Una leyenda de otra índole utilizaba el ajedrez para consolar a una apesadumbrada reina madre cuyo hijo había muerto en una guerra de verdad.

Se dice que Lahur Sissa inventó el noble juego del Ajedrez para orientar con sabios y prudentes consejos al Rey de la Deia de Taligana, a fin de que saliera de la profunda tristeza en que se encontraba por la pérdida de su hijo Adjamir. Pues bien, el inventor se propuso componer un juego en el que, no obstante ser el rey la pieza principal, nada pudiera hacer sin sus súbditos.

El nuevo juego agradó tanto al rey de la Deia de Taligana, quien en un rasgo de generosidad, ofreció a su autor que pidiera lo que quisiera; y éste, queriendo dar otra lección de sus elevados conocimientos matemáticos y de su evidente ¡ingenio!, solicitó un grano de trigo para la primera casilla del tablero de ajedrez, dos para la segunda, cuatro para la tercera, y así sucesivamente, en progresión geométrica, (siempre doblando la cantidad) hasta llegar a la casilla 64… y que se los entregaran todos juntos.

La petición -tan modesta a primera vista- fue concedida; pero, después de hechos los cálculos respectivos, resultó que todos los tesoros de la India no bastaban para satisfacerla. La cantidad de granos, según la fórmula 264 es: 183446,744273,709´551,615 . Según P.F. Kornokov, la cifra exacta es: 18.446.744.551.615 granos de trigo (¡más de dieciocho billones!). La cifra era tan cuantiosa que por aquel tiempo –establece la leyenda- había que sembrar 76 veces todos los continentes de la Tierra para obtenerla.

Si es cierto o no, es algo que yo ni nadie puede asegurar, pero sirve de anécdota y de dato curioso.

Lo mitos revelan que el tablero de ajedrez, aparentemente inocuo, tiene el misterioso poder de suscitar los sentimientos más profundos dentro del corazón humano.

Los seres humanos han encontrado en el ajedrez virtudes y valores, tanto para la práctica ético-moral como para el desarrollo del intelecto.

El ajedrez nos dice, mucho más que ningún otro dato, que la humanidad es extraordinaria.

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