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Federico Degrange, paleoornitólogo: “Las aves del terror fueron animales fantásticos”

Tras la desaparición de los dinosaurios, los fororracos (Phorusrhacidae) ocuparon el trono vacante de máximos depredadores en América del Sur. La nueva serie documental La vida en nuestro planeta (Life on our planet) de Netflix, que contó con el asesoramiento del científico argentino Federico Degrange, revela los secretos de estas mortales y enormes criaturas carnívoras que usaban sus picos como hachas o guillotinas para matar a sus presas.  

Federico Degrange, paleontólogo argentino. / Foto cedida por el autor

En 1887, el paleontólogo argentino Florentino Ameghino describió un extraño fósil hallado en la Patagonia. Se trataba de fragmentos de una mandíbula que, curiosamente, no presentaba dientes. El gran naturalista pensó que debía tratarse de un mamífero desdentado. Y lo llamó Phorusrhacos longissimus (“portador de arruga”). Tras varias investigaciones, se dio cuenta: se había equivocado. En realidad, eran los restos de uno de los depredadores más terribles que reinaron en las llanuras de América del Sur durante millones de años.

La comunidad científica de por entonces no podía creer lo que le sugería la evidencia: alguna vez existieron aves de 2,5 metros de altura y 130 kilos de peso que habitaron en bosques y pastizales en lo que hoy es la provincia de Santa Cruz. Millones de años después de que el famoso meteorito barriera a la gran mayoría de los dinosaurios de la Tierra, América del Sur se divorció del gran supercontinente Gondwana y quedó aislada del resto del mundo, a la deriva.

En ese momento se formó lo que se conoce como un “continente isla”, dándose así las condiciones para una reestructuración de la pirámide ecológica y el desarrollo de una fauna única en el mundo, una fauna propia. Comenzaron a rondar por las sabanas y bosques gliptodontes, osos hormigueros gigantes, animales de aspecto similar a los rinocerontes, boas y enormes cocodrilos. El rol de depredador había quedado vacante y una especie de lo más intrigante lo reclamó: los fororracos, también conocidos como “aves del terror”, un temible y diverso grupo de pájaros carnívoros de cabezas grandes, patas largas y devastadores picos ganchudos, bien afilados para apuñalar y perforar la carne.

“Se conocen hasta el momento alrededor de 18 especies, aunque algunas están en debate, como una descubierta en Argelia. Podemos decir que las aves del terror son casi exclusivamente sudamericanas”, explica a SINC el paleontólogo argentino Federico Degrange, investigador del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra de la Universidad Nacional de Córdoba y Conicet. “Son bichos fantásticos, el grupo de aves más asombroso que alguna vez haya existido”.

Considerado uno de los principales especialistas mundiales en el tema, este investigador es uno de los consultores científicos de la serie documental La vida en nuestro planeta (Life on our planet) –producida por Steven Spielberg y estrenada recientemente en Netflix que tiene a estos animales como uno de sus protagonistas.

A científicos como usted los llaman ‘dino’ pero no se dedica a estudiar dinosaurios, sino aves prehistóricas.

Soy paleoornitólogo y somos muy pocos. En Argentina, menos de diez y en el mundo, menos de cien. Se han encontrado muchos restos de antiguas aves pero son difíciles de estudiar. Hay muchos baches en el conocimiento de la evolución de estos animales. Sus huesos son muy frágiles y la falta de expertos hace que muchos fósiles no se reconozcan como huesos fosilizados de aves.

Soy paleoornitólogo y somos muy pocos. En Argentina, menos de diez y en el mundo, menos de cien.

¿Qué investiga de los fororracos?

Estudio su forma de vida. Fueron aves únicas. Varían en tamaño y vivieron en épocas diferentes. Sus restos fueron encontrados predominantemente en Argentina, Brasil y Uruguay. Algunas medían un metro de alto; otras tres. Me concentro en técnicas de lo que se llama “paleobiología virtual”: estudios que se realizan mediante modelados 3D del cerebro y oído de estos animales a partir de tomografías computadas. Analizo también cómo abrían y cerraban su pico, cómo manipulaban a sus presas. Y reconstruyo su musculatura. Estos modelos nos permiten estimar la fuerza de mordida, la resistencia del cráneo, la velocidad a la que corrían.

Algunas eran capaces de correr más rápido que Usain Bolt, a 70 km/h. ¿No es así?

Exacto. Siempre se dijo que estas aves no podían volar, lo cual es parcialmente cierto: parece que las especies más pequeñas podrían haber realizado algún tipo de vuelo medio torpe, como las chuñas actuales, sus parientes vivos más cercanos.

Recreación de dos aves del terror

Recreación de dos aves del terror

Ciencia y entretenimiento

La nueva docuserie La vida en nuestro planeta, producida por Spielberg, narra en ocho episodios las batallas épicas por la supervivencia a lo largo de la historia de la vida en la Tierra. Los fororracos tienen un rol protagonista en el primer capítulo. ¿Cómo llegó a ser consultor científico de este programa?

Me contactaron de la productora Silverback Films en 2019. Después de hacerme unas preguntas en un par de reuniones virtuales sobre cómo eran estos animales y cómo se habrían extinguido, me invitaron a Bristol, Inglaterra, para que los ayude a recrearlos en 3D. Firmé un contrato de confidencialidad. Fue divertidísimo, la mezcla perfecta de ciencia y entretenimiento. Me mostraron un storyboard de lo que querían hacer. Fue como ver una historieta. Me bombardearon de preguntas: de qué color eran, cómo eran sus plumas, qué sonido hacían. “¿Tenían pestañas?”, me llegaron a preguntar. “¿Cuántas?”. Los productores respetaron mis opiniones pero aprendí a hacer concesiones, llegar a consensos. Fue la parte más difícil para mí. Estos programas no existen sin licencias artísticas.

Firmé un contrato de confidencialidad. Fue divertidísimo, la mezcla perfecta de ciencia y entretenimiento. Me mostraron un storyboard de lo que querían hacer.

Las secuencias de efectos por computadora fueron realizadas por Industrial Light & Magic o ILM, la misma empresa que creó los efectos de la saga de películas Jurassic Park. ¿Fue cambiando mucho la imagen del fororraco?

Bastante. La especie que aparece en el primer episodio se llama Titanis walleri: medía 2,5 metros de altura y pesaba unos 150 kilos. Alcanzaba los 65 kilómetros por hora. Es una de las pocas aves del terror que se encontró fuera de Sudamérica. Sus restos fueron hallados en los años 60 en Florida, Estados Unidos. Creemos que migró hacia el norte después de que se formara el istmo de Panamá. La reconstrucción en 3D que se ve tiene ciertas licencias porque no sabemos de qué colores eran. No se conocen plumas. En octubre de este año se encontraron las primeras huellas fosilizadas de hace 8 millones de años de un ave del terror, en la provincia argentina de Río Negro.

Lo más difícil quizás para un científico es entender que este tipo de producciones deben entretener a un público amplio

Al principio, las proporciones del animal que habían hecho los animadores estaban mal, la cabeza era muy pequeña y el cuello delgado. Lo más difícil quizás para un científico es entender que este tipo de producciones deben entretener a un público amplio. Sirven mucho para dar a conocer este tipo de organismos tan extraños. Mientras haya rigurosidad científica basada en evidencias, estos documentales son muy valiosos. El problema está cuando estos animales no se ven creíbles porque no hay ningún investigador que los haya asesorado o porque no se basan en hipótesis actuales. Hay, sin embargo, otros aspectos que no podemos criticar porque no sabemos nada sobre el tema.

¿Por ejemplo? ¿Qué es lo que aún no se sabe de estos depredadores?

Hasta ahora no se encontró ningún huevo. Tampoco se conocen los nidos. Me encantaría saber cómo eran los pichones de fororracos, la morfología de sus picos. Para mí lo más intrigante es conocer su desarrollo, es decir, cómo pasaron de ser pichoncitos a animales de casi tres metros de alto.

Tomografía del esqueleto de Llallawa

Tomografía del esqueleto de Llallawa

La gran desaparición

Usted describió una especie nueva descubierta en 2010, Llallawavis scagliai, que vivió hace 3,5 millones de años en la costa de la provincia de Buenos Aires en Argentina. ¿Cómo era?

Medía 1,2 metros de altura y pesaba alrededor de 18 kilos. Tras escanear el cráneo con un tomógrafo, pudimos calcular su poder de audición. La reconstrucción del oído interno de este ejemplar nos indica que estaban capacitados para percibir sonidos de baja frecuencia. Si podían percibir estos sonidos es porque seguramente los podían producir.

Con sus gritos seguramente habrá atemorizado a la fauna local. ¿Se sabe cómo cazaban?

Creemos que se aproximaban a las presas corriendo y cuando estaban en cierto rango de alcance le daban hachazos verticales con el pico para tumbarlas, como se ve en el episodio seis de la serie.

Creemos que se aproximaban a las presas corriendo y cuando estaban en cierto rango de alcance le daban hachazos verticales con el pico para tumbarlas

¿Hay alguna hipótesis sobre cómo se extinguieron?

No conocemos muy bien por qué sucedió. Se han encontrado fósiles de aves del terror pequeñas en Uruguay de hace 17 mil años. Los fororracos más grandes estaban hiperespecializados en un tipo de presa en particular: mamíferos ungulados, como Theosodon, parecido a las actuales llamas y guanacos. Cuando estos animales empezaron a desaparecer porque cambió mucho el ambiente, estos depredadores se quedaron sin qué comer. No pudieron adaptarse y se extinguieron. Además, tuvieron que competir con smilodones o felinos dientes de sable.

Es lo que se ve en la serie. ¿Cree que han mejorado estos documentales en los últimos años en la representación de animales prehistóricos?

Son programas cada vez más realistas. Ahora parece como si pudiéramos tocarlos o salir de nuestras casas y encontrarlos en el jardín. Otra serie que me gustó mucho también fue Prehistoric planet. Nunca vamos a conocer todo sobre estas aves. No sabemos mucho sobre sus comportamientos. Quizás cuando dos machos se enfrentaban exhibían sus picos. Quizás se inflaban y se levantaban un poco para mostrar que uno era más grande que el otro, porque es lo que esperamos de un depredador. No sé si caminaban en paralelo midiéndose, como se ve en el primer episodio, porque eso es más propio de las grullas, que no tienen mucho que ver con los fororracos. A mí lo que más me interesaba era que la anatomía de estos animales fuese precisa. En esta docuserie lo es.

¿Cómo fue ver el programa terminado, con la narración de Morgan Freeman, después de tanto trabajo?

Me encantó. Me parecieron preciosos los fororracos. Estuve esperando para verlos cinco años, con una pandemia por medio. Los movimientos están muy bien logrados. Son parecidos a las chuñas, una familia de aves que viven en Bolivia, Paraguay, Brasil y Uruguay. Estoy muy feliz con el resultado final. Tanto me gustan estas increíbles aves que tengo un tatuaje de un fororraco en el omóplato. Lo llevo en el cuerpo, siempre está conmigo.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons

Sylvia Earle, bióloga marina y expedicionaria oceanográfica: “Pensamos en los seres acuáticos como si fueran productos, solo en términos de dinero»

Esta oceanógrafa que ha caminado por el lecho marino y ayudado a construir sus propios sumergibles aboga por cambiar nuestra mirada hacia los peces, tener empatía y comprender que cada uno es una criatura diferente, con una personalidad propia. Solo si dedicamos tiempo a observar y estudiar las especies acuáticas, podremos proteger los ecosistemas oceánicos y, en consecuencia, nuestra propia vida en la Tierra.    

Sylvia Earle posa delante de un acuario en el el Oceanogràfic de Valencia. / SINC / Fecyt / Scope Producciones.

Sus ojos conocen los destellos lumínicos de las criaturas con branquias y se han nutrido de los colores de bosques submarinos que casi nadie verá nunca; se la nombra como “la dama de las profundidades” (Her Deepness). No es para menos: Sylvia Earle (Nueva Jersey, EEUU, 1935), ha pasado miles de horas sumergida en el mar y guiado más de medio centenar de expediciones oceanográficas, ostenta también el récord de haber sido la primera persona en caminar sin ataduras sobre el lecho marino, con más de 380 metros de agua sobre su cabeza, en 1979.

Esta bióloga de los mares, premio Princesa de Asturias de la Concordia, en 2018, pasó esta semana por España, donde dio una conferencia para todo público en el Oceanogràfic de Valencia, asistió a la suelta de una tortuga boba (Caretta caretta) —recuperada en marco del ARCA del Mar, un proyecto de conservación de la Fundación Oceanogràfic— en el Mediterráneo, e inauguró la quinta edición del Foro Marino de Ibiza, donde pudo admirar un banco de posidonias.

Con 88 años, y en la estela del oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau, la impulsora de la organización Mission Blue continúa sumergiéndose para investigar y dar testimonio de la vida a la sombra del gran manto de agua de la Tierra, indispensable para toda la existencia en el resto del planeta.

Explora y bucea porque tiene que hacerlo, “como científica”, señala, porque es una simple manera de transportarse para entender el océano”. Y ante el asombro de la interlocutora aclara: “Si respiro, también puedo bucear”.

Dialogamos con ella junto a los peces del Oceanogràfic, en la ciudad de Valencia.

¿Cuáles son las amenazas a las que se enfrenta el océano?

El océano está en peligro por la misma razón por la que la vida terrestre está en problemas. El cambio climático significa calentamiento global. Esto es demasiado calor para muchas criaturas de aguas poco profundas como los arrecifes de coral, que están experimentando un declive sin precedentes. Y no solo es un riesgo para los corales, que están perdiendo su color, sino también para todos los organismos que viven en sus tejidos.

No valoramos a las criaturas del mar como valoramos a otros animales salvajes

He estado buceando recientemente en Mozambique, en África, y en otras regiones, como Bahamas, constatando la declive de los corales y, también, de los peces. ¿Dónde están los tiburones? Lo que ya no vive en el agua es lo que hemos sacado de allí. Son peces que contribuyen a la salud de los corales y que nos llevamos al mercado. Nos los comemos o los vendemos, sin respetar la vida de los océanos como vida salvaje. Y solamente pensamos en ellos como productos, algo para vender. Eso está matando a los océanos y, al mismo tiempo, tiramos basura y desechos contaminantes.

El mayor problema es que, además de lo que sacamos y lo que ponemos dentro, no tenemos en cuenta que lo que hace posible la existencia de la Tierra es la vida en el océano. Sabemos que es una verdad: si no hay océano no hay vida. Tenemos las evidencias.

Entre todos los cambios que ha ido observando en estos años de trabajo, ¿cuáles son los más graves y visibles en los ecosistemas?

Vemos que el 90 % de las criaturas ha desaparecido o ha sufrido un declive poblacional enorme –entre ellos, tiburones, atunes y calamares– y esto tiene un impacto sobre la capacidad de los océanos de capturar carbono. Además, hay una clara relación entre lo que ponemos y sacamos. La Tierra es un sistema vivo, no son solo rocas, aire y agua: la atmósfera se genera por la vida en el planeta.

Vemos que el 90 % de las criaturas marinas ha desaparecido o ha sufrido un declive poblacional enorme –entre ellos, tiburones, atunes y calamares– y esto tiene un impacto sobre la capacidad de los océanos de capturar carbono

Habla de las necesidades del mercado de vender comida y la consecuente extracción de vida de los océanos…

Es una elección, no una necesidad. La mayoría de las calorías que consume la gente con poder provienen del maíz, el arroz, el trigo y, más recientemente, la soja (cuatro tipos de plantas que cultivamos). El 20 % restante proviene de los animales que criamos, y solo un pequeño porcentaje, de animales salvajes (pueden ser aves o pescados).

Pero, en realidad, buena parte de lo que tomamos de la naturaleza lo utilizamos para criar animales como los salmones. Y lo que consumimos por elección tiene un gran impacto en el océano.

Porque no tomamos aves silvestres para alimentar a otros animales de granja. En cambio, pensamos en los seres acuáticos como si fueran productos, en términos de dinero.

No valoramos a las criaturas del mar como lo hacemos con otros animales salvajes.

No valoramos a las criaturas del mar como lo hacemos con otros animales salvajes

¿Cómo podemos dejar de considerar a loas habitantes  marinos como meras mercancías?

La mayoría de la gente ve a los peces en un acuario y le parece que nadan a ciegas; creen que todos son iguales. Pero si te pones en medio del banco de peces y los miras como solemos mirar a los pájaros, todos son diferentes, todos tienen cara.

Cada uno tiene una personalidad y, si estuvieras allí, verías que todos son diferentes… Al igual que cuando vemos a una multitud de gente comprando en vacaciones, todos parecen iguales, aunque todos seamos distintos.

Tenemos que mirar la vida en el océano con mayor empatía y respeto para llegar a conocerlas como criaturas y no solamente como productos.

Los buceadores de todo el mundo, cuando se meten en el océano, son testigos de esos caracteres diferenciados y hasta de maneras de curarse distintas.

Necesitamos que la vida de los peces, de los calamares, de las ballenas, los pulpos etc. prospere. Ellos no han aprendido aún a tener miedo de nosotros. No han conocido a los humanos como depredadores hasta los últimos dos o tres siglos

¿Entonces, nuestra visión sobre la vida cambiará cuando podamos ver a cada pez como un individuo?

Sí, porque necesitamos que la vida en el océano prospere. La vida de los peces, de los calamares, de las ballenas y los pulpos. Ellos no han aprendido aún a tener miedo de nosotros. No han conocido a los humanos como depredadores hasta los últimos dos o tres siglos. Su vida se remonta a cientos de millones de años y somos recién llegados.

No saben que deben temernos. No hay nada en su programa de vida que les prepare para nosotros como predadores. Podrían decir: ¿qué hacen estos primates ahí fuera del océano cogiendo animales salvajes en este tiempo?

También hay algo nuevo para nosotros. Siempre hemos tomado cosas de la naturaleza durante nuestra existencia, en estos cientos de miles de años. Sin embargo, sobre todo en las últimas décadas, como nuestra tecnología nos lo permite, estamos extrayendo a una escala que no tiene precedentes y que ha sido capaz de eliminar un altísimo porcentaje de los tiburones desde la década de 1980. Estamos hablando de un mínimo lapso de tiempo.

Podemos sacar del mar especies a un nivel que está cambiando la química del océano. Hablamos de los ciclos del carbono, del nitrógeno, del fósforo, que constituyen elementos de la vida que estamos perturbando, porque interrumpimos cadenas alimentarias.

A su criterio, ¿existe la posibilidad de seguir pescando o comiendo pescado sin que esto conlleve una masacre?

Es posible. Por supuesto que podemos usar nuestros grandes cerebros para ser inteligentes. Podemos prestar atención a la nutrición. No solamente que lo que comemos sea comida sino que sea saludable, en su mayoría, proveniente de plantas, y, en la medida en que elegimos los animales, cultivar y criar de manera más eficiente. Hay que entender que las comunidades costeras de países insulares dependen directamente no de la venta de la fauna oceánica, sino de consumirla para su sustento. Ese no es el problema.

Las comunidades costeras de países insulares dependen directamente no de la venta de la fauna oceánica, sino de consumirla para su sustento. Ese no es el problema.

Lo que hace falta es pensar otras maneras de obtener dinero sin destruir la vida silvestre. Por ejemplo, la observación de ballenas se ha convertido en una actividad mucho más valiosa que matarlas.

¿No sabemos vivir en la Tierra sin matar?

Sí, sabemos. Y somos animales, así es que tenemos que comer algo. Elegimos comer animales. Está bien, pero hemos ido mucho más allá de comerlos. Hablamos de lo que es realista si quieres tener un planeta que siga funcionando a nuestro favor, un planeta habitable.

Nuestra propia existencia está en juego. Depende de nosotros tomar decisiones diferentes. Podemos elegir seguir haciendo lo que estamos haciendo ahora y esta es la trayectoria o podemos examinar esas proyecciones y cambiar. Hemos modificado el modo de comportarnos con las ballenas y con las aves salvajes, o con respecto al tabaquismo; hemos dejado de comer cosas a causa de nuestra salud y sabemos que lo que estamos arrojando al océano vuelve a través de la cadena alimentaria ¿Por qué queremos comer animales que están cargados de pesticidas o de productos químicos –en el mar hay microplásticos–. Te puede importar o no, pero ahora lo sabes

¿Por qué queremos comer animales que están cargados de pesticidas o de productos químicos –en el mar hay microplásticos–. Te puede importar o no, pero ahora lo sabes

¿Cambió de opinión cuando pudo caminar sobre el fondo del mar por las maravillas que vio allí?

Los astronautas vuelan alto en el cielo, miran atrás a la Tierra, vuelven y quieren contarle a todo el mundo cómo es, porque solo unas pocas personas consiguen llegar tan alto en el cielo.

Me siento una privilegiada por estar entre los pocos que han podido adentrarse en las profundidades marinas. Cuando regreso, también quiero que todos lo sepan y que comprendan las razones por las que es importante la salud de los océanos.

Puedo entender que, en el pasado, la gente consumiera especies de aves hasta su eliminación. Lo mismo está sucediendo en los océanos. Pero sabemos lo que hay que hacer: proteger al menos el 30 % de la Tierra para los pájaros, los animales, los árboles, la vida salvaje y para el océano.

Puedo entender que, en el pasado, la gente consumiera especies de aves hasta su eliminación. Lo mismo está sucediendo en los océanos

Me pregunto si el turismo en barcos y submarinos puede ser una opción para ser más conscientes del valor de los océanos.

No importa lo que cueste. En mi caso, me inspiré leyendo libros. Quise ir a las profundidades con las descripciones de William Beebe sobre el destello mágico y el resplandor de las criaturas del mar. Como a los 12 años supe que quería hacer esto. Muchos años después, allí estaba, buscando la manera de ser Beebe y ayudando a desarrollar un sumergible que íbamos a usar. Sabemos que los astronautas no construyen sus propias naves espaciales… En nuestro caso, es posible y hay un creciente sentido de las posibilidades de exploración del océano.

Por otro lado, es necesario entender que la mayor parte del océano nunca ha sido visto por nadie: por ejemplo, las personas que se han sumergido once kilómetros bajo el agua ¿cuántas son en el mundo? ¿Una docena? Quizá la misma cantidad que las que han estado en la Luna.

No obstante, hay más gente entrando en el océano que la que puede subir al cielo, a pesar de los aviones. Y no se trata solamente de estar allí: es también tener el don del tiempo.

Los astronautas no construyen sus propias naves espaciales… En nuestro caso, es posible y hay un creciente sentido de las posibilidades de exploración del océano

¿Alienta a los investigadores a centrarse en hábitos y sentimientos de las criaturas del mar?

Claro, ¿qué podríamos saber de las aves si solamente hubiéramos visto pájaros muertos? ¿cuánto sabríamos acerca de los perros si solo conociéramos perros muertos?

Por ejemplo, si pudiéramos llegar a dedicarle a un solo tipo de pez lo que Jane Goodall pasó estudiando a una especie de primate, probablemente pensaríamos de manera diferente sobre estos animales. Podríamos responder preguntas acerca de sus días y sus noches, lo que sienten  al sumergirse y hasta lo que saborean.

Estamos justo a las puertas de comprender lo que fue un momento iniciático de la vida en la Tierra, ya que nuestra existencia viene, en su mayoría, del mar. Y gran parte de esa existencia transcurre por debajo de donde brilla el sol.

¿Cuál es el océano más amenazado en el mundo?

El océano es solo uno. No podemos hablar de muchos mares u océanos. Todo es uno, y está en problemas. Todo está calentándose, volviéndose más ácido, agotándose y contaminándose en la fábrica la vida. Después de miles de millones de años, estamos juntos en esto: si el océano prospera y está sano, todos podremos estar sanos.

Los mares y océano son todo uno, y está en dificultados  Todo está calentándose, volviéndose más ácido, agotándose y contaminándose en la fábrica la vida

En cuanto a la contaminación, ¿cuál es la peor circunstancia? Porque oímos hablar de microplásticos, pero menos de aceites, pinturas y combustibles de la industria naviera…

Todo cuenta. Solo es una cuestión de grados. Creo que, en general, lo que estamos sacando del océano tiene el peor impacto porque es tan omnipresente y es tan nuevo que interrumpe la química del océano, la cadena alimentaria, la captura de carbono, la generación de oxígeno, lo básico de lo que el océano proporciona para mantener la Tierra habitable.

Entre todos los problemas, algo que podemos detener antes de que comience es la minería en aguas profundas. Es un riesgo que ahora todavía está en el horizonte. E implicaría un daño que en diez años podríamos magnificar irreparablemente.

¿Aún estamos a tiempo de cambiarlo?

Cada vez va a ser más difícil. Esta es la mejor oportunidad que hemos tenido nunca.

Armados con el conocimiento y con la capacidad de cambiar antes de que sea demasiado tarde, podemos decidir salvaguardar el mar profundo antes incluso de que la minería pueda empezar.

Antes de que comience, deberíamos detener la minería en aguas profundas. Es un riesgo que implicaría un daño que en diez años podríamos magnificar irreparablemente

El océano es el corazón azul del planeta, que a cada persona y a cada nación debería llevar a cuidar como nuestro sistema de soporte vital. Es donde se genera la mayor parte del oxígeno y se captura la mayor parte del carbono. Es lo mínimo que podemos hacer: proteger el 30 % de la Tierra y el 30 % de las regiones del océano bajo jurisdicciones nacionales hasta las 200 millas, pero todavía queda toda el alta mar sin dueño. Nadie o todos obtenemos beneficios de un espacio que podríamos perder en este momento.

Sabemos qué hay que hacer. Se necesita coraje, se necesita sabiduría, se necesita conocimiento.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons

Juan Antonio Madrid, fundador de Cronolab y experto en ritmos biológicos: “La toxicidad de la quimioterapia varía según la hora a la que se administre”

Este ‘relojero de la vida’ alerta en su última obra, Cronobiología: Una guía para descubrir tu reloj biológico, de cómo las sociedades modernas están alterando nuestros ritmos circadianos. También nos invita a conocer nuestro “cronotipo” y a mejorar nuestra salud mediante la regularidad de hábitos, los contrastes y la sincronización con el medio ambiente.

Juan Antonio Madrid, experto en la ciencia de los ritmos circadianos

Juan Antonio Madrid, experto en la ciencia de los ritmos circadianos. / Foto cortesía del autor

Aunque la luz artificial, los camiones de basura noctámbulos, nuestros horarios laborales o educativos y el llamado jet lag social nos lo dificulten, se puede llegar a coincidir con Juan Antonio Madrid (Rambla del Cañar, Cartagena, 1957) en que “dormir es un acto revolucionario”.

Este enamorado de la naturaleza y sus ciclos, director hasta hace poco y fundador de Cronolab, el Laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia, lleva más de 40 años desarrollando la disciplina que estudia los ritmos biológicos en los seres vivos. Aunque ya esté jubilado de su puesto como catedrático de Fisiología en esa universidad, sigue investigando y asesorando a administraciones, instituciones y empresas desde la dirección científica de la tecnológica Kronohealthspin-off del que fuera su laboratorio.

Madrid lamenta que la cronobiología sea aún poco conocida, incluso entre quienes se dedican a la salud. Su popularidad cobró fuerza tras la concesión en 2017 del Nobel de Fisiología o Medicina a los cronobiólogos estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young por sus descubrimientos sobre el funcionamiento de nuestro reloj biológico y los ritmos circadianos (del latín circa, ‘alrededor de’ y dies, ‘día’), las oscilaciones fisiológicas de variables como la temperatura, la tensión arterial o del ritmo vigilia-sueño que experimentamos en ciclos de 24 horas.

En Cronobiología: Una guía para descubrir tu reloj biológico (Plataforma Editorial, 2022), una obra didáctica y amena, el experto nos enseña cuál es nuestro “cronotipo” (la disposición natural individual a tener hábitos matutinos, vespertinos o intermedios), cómo varían los efectos beneficiosos o indeseados de algunos medicamentos según la hora a la que los tomemos, o por qué es menos saludable cenar tarde. Para mejorar nuestros ritmos biológicos, Madrid nos anima a “apagar la luz, prender las estrellas, equilibrar nuestros tiempos y ser dueños de nuestros sueños”.

¿Qué es el reloj biológico?

En realidad, es una simplificación. Hay un conjunto de relojes y sistemas que nos ayudan a generar ritmos biológicos, a producir señales de tiempo interno, a decirnos cuándo hemos de dormir, despertar, subir la presión arterial o cuándo hay que liberar melatonina o cortisol. Es decir, programan en el tiempo todas nuestras funciones y las sincronizan con el ambiente.

Suele incidir en la importancia para la salud de la regularidad de hábitos, los contrastes y de esa sincronización.

Sí, son tres factores muy importantes para los ritmos biológicos. La regularidad ayuda a nuestro cuerpo a prepararse. No implica que los hábitos sean monótonos, sino que tengan cierta periodicidad regular. Porque cuando suceden fenómenos que producen cierto estrés, si ocurren en intervalos regulares, el reloj biológico nos permite anticipar. Por ejemplo, un horario de comida regular permite al tracto gastrointestinal prepararse para recibir y procesar el alimento. Lo mismo cuando haces ejercicio intenso. Si se hace en un horario regular, tu cuerpo prepara sistemas antioxidantes con antelación. Cuando te despiertas todos los días a la misma hora, tu cuerpo va ajustando los niveles de glucemia, la presión arterial y la frecuencia cardiaca para que cuando pongas un pie en el suelo, estés preparado.

Si despiertas todos los días a la misma hora, tu cuerpo ajusta  los niveles de glucemia, presión arterial y frecuencia cardiaca para que estés preparado al levantarte

¿Por qué es importante establecer contrastes?

Es el segundo factor determinante, las diferencias entre lo que hacemos durante el día y la noche. A medida que las sociedades se desarrollan, van eliminando ese contraste: nos permiten estar siempre sentados, de picoteo permanente, con luz continua… Aconsejamos volver al contraste natural, que nos movamos más de día, menos de noche. Que el día sea elegido para comer, recibir la luz más intensa y socializar. Cuando anochece, tras una transición de unas dos horas, que llegue el periodo de oscuridad, reposo, sueño, silencio y ayuno. En la medida en que contrastemos ambas situaciones, aumentamos la salud de nuestro reloj biológico y el tiempo que estamos sanos durante la vida.

¿Cómo actúa el tercer elemento, la sincronización de los diferentes tiempos?

El reloj biológico tiene unos generadores de tiempo interno que han de ponerse en hora con el ciclo de luz-oscuridad natural, el tiempo ambiental. Han de sincronizarse asimismo con unos horarios de alimentación y ayuno, el tiempo metabólico, y con unos horarios sociales derivados del horario de trabajo o educativo. También con los horarios de ocio, aunque estos son más irregulares. Todos estos tiempos deben estar armonizados. En la medida en que no generen tensiones entre ellos, nuestros relojes biológicos, nuestros ritmos circadianos y el sueño funcionarán mejor.

También habla de la “cronodisrupción”, generada por factores como la luz eléctrica. ¿Qué es exactamente?

La cronodisrupción es la pérdida, atenuación o desincronización crónica de los ritmos biológicos. El elemento que más la favorece comienza hace 140 o 150 años, la luz eléctrica, pero en los últimos años cobra más importancia. Va encendiendo la noche y acabando con el mencionado contraste del día, es un factor cronodisruptor de primer orden. Ahora incluso nos la llevamos a la cama en forma de dispositivos electrónicos, de pantallas. Es una intromisión en un periodo natural de oscuridad que altera nuestros ritmos.

El uso de pantallas en la cama de noche es una intromisión en un periodo natural de oscuridad. / Cottonbro studio/Pexels

Toda la vida los seres vivos han evolucionado en un ambiente con luz y oscuridad. Ni siquiera sabemos todavía lo que la pérdida de uno de los dos provoca en la biodiversidad, a nivel de la extinción de animales o vegetales, y desconocemos el impacto en las generaciones que están incorporando pantallas a su vida desde que nacieron.

Pero sabemos que la cronodisrupción afecta a quienes trabajan a turnos o de noche, ¿correcto?  

Claro. Para empezar, el trabajo por turnos implica irregularidad. Además, si es turno de noche, supone que vas a tener luz cuando tu cuerpo está preparado para la oscuridad, a comer cuando está preparado para el ayuno y a moverte cuando deberías estar dormido. Vamos en contra de nuestro diseño evolutivo, de nuestra genética, que nos ha programado como una especie diurna. El trabajo por turnos es muy cronodisruptor.

El trabajo por turnos o de noche es muy cronodisruptor

¿Cómo nos afecta la cronodisrupción?

Disponemos de estudios con animales en los que simulamos un trabajo a turnos, aplicamos luz nocturna o alimentación en la fase opuesta a la natural que constatan múltiples trastornos. En humanos, las evidencias provienen de estudios epidemiológicos en los que observamos riesgo de aparición de ciertas patologías o de agravamiento y aceleración de estas. Por ejemplo, pérdida de memoria, alteraciones cognitivas, hipertensión, alteraciones del sueño, trastornos metabólicos, como diabetes tipo 2, síndrome metabólico u obesidad, trastornos depresivos, mayor susceptibilidad a infecciones bacterianas o víricas por una cierta inmunodepresión, e incluso infertilidad.

La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado que el trabajo a turnos o con iluminación nocturna es potencialmente cancerígeno. Puede aumentar el riesgo de cáncer de próstata, de mama y el colorrectal.

¿Por qué alimentarnos de noche es peor para nuestra salud?

Hay que considerar dos factores. Uno, el tipo de alimento y otro, el horario. La cultura popular es muy sabia en este sentido, como la frase “desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo”, que se atribuye a Maimónides o, como decía Don Quijote, “Sancho, matan más cenas que guerras”.

Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo

La cena está en entredicho, en concreto la cena tardía que, al hacerse durante nuestro periodo natural de ayuno nocturno, interfiere con el metabolismo. Por un lado, nos hacemos más intolerantes a la glucosa y más resistentes a la insulina. Así, la ingesta de dulces de noche produce picos de glucemia mayores que por la mañana. Además, los cambios fisiológicos hacen que una cena tardía facilite la acumulación de grasas procedentes de los carbohidratos y aumenta el perímetro abdominal.

¿Qué recomendarías entonces?

La hora de la cena debería adelantarse y habría que controlar el tipo de alimento. El carbohidrato de liberación rápida durante la noche no es lo ideal. En todo caso, carbohidratos complejos, integrales, de liberación más lenta, acompañados de proteínas y grasas saludables. Además, de noche el tránsito gastrointestinal se enlentece. El vaciamiento del estómago de una misma comida que lleva una hora por la mañana, dura 90 minutos por la noche. Es una digestión más pesada. Aconsejaría siempre cena ligera y al menos dos o tres horas antes de dormir.

¿Cuándo es mejor hacer ejercicio?

Depende de si está orientado a la competición o a mantener un buen estado de salud. En general, los esfuerzos que impliquen un alto grado de estímulo cardiorrespiratorio, de elasticidad y flexibilidad se suelen hacer mejor por la tarde, cuando aumentan la temperatura interna (motivo por el cual también la fiebre es más alta), la velocidad de conducción nerviosa y el calibre bronquial. En general, cualquier actividad física moderada es muy beneficiosa, pero cada uno debe de conocer su cronotipo. Una persona de cronotipo matutino, preferirá caminar o correr por la mañana. Perfecto, que lo mantenga. Pero al vespertino le vendría mejor por la tarde.

Una persona de cronotipo matutino preferirá caminar o correr por la mañana, pero al vespertino le vendrá mejor por la tarde

Cualquier actividad física moderada es beneficiosa. / Olmo Calvo/SINC

Ahora bien, habría que evitar la actividad intensa antes de dormir. En contra del pensamiento de que “así me voy a la cama cansado y duermo mejor”, esa actividad no se considera saludable porque vas a dormir con cierto grado de inflamación muscular, tienes microrroturas de las fibras musculares que dificultan la profundidad del sueño en la primera parte de la noche. Incluso te activa y retrasa la conciliación del sueño.

En España salimos de trabajar más tarde que en toda Europa y tenemos uno de los prime time televisivos más tardíos del mundo. ¿Cómo nos afecta?

En España la duración del sueño entre semana es muy corta, pero hay políticas públicas que nos podrían ayudar. Por ejemplo, salir tarde del trabajo dificulta conciliar. Hay que desconectar de la actividad mental diaria y eso no se consigue solo por apagar la luz. Las televisiones solo son un espejo de nuestros ritmos, lanzan su programa estrella en un horario en que saben que, tras cenar tarde, ya estás relajado para verlo y eso también retrasa la hora de dormir.

Además dormimos tarde porque durante medio año nuestro horario oficial tiene dos horas de diferencia con el solar. Lo acabamos de cambiar y tenemos una diferencia de una sola hora, pero hasta ahora hemos tenido un horario que hace que salga y se ponga el sol más tarde que lo que ocurre en Reino Unido o Portugal, situados en una franja horaria similar. También eso es una decisión política que hace que nuestros horarios sean tardíos. La alternativa sería retrasar el inicio de la jornada laboral, llevarlo a las 9 o las 10 de la mañana.

¿Nos tendríamos que quedar con el horario de invierno?

La Sociedad Española del Sueño y las sociedades de cronobiología creemos que el horario que acabamos de adquirir a finales de octubre es el que deberíamos mantener todo el año, equilibra más la luz entre la mañana y la noche. No nos quita una hora de sol, lo único que hace es moverla. Si mantuviésemos la hora de verano, obligaríamos a los escolares de Extremadura o Galicia a levantarse y empezar sus clases en la oscuridad durante el invierno y eso no es razonable.

Deberíamos mantener el horario de invierno todo el año

¿Habría que tener en cuenta la hora a la que se prescriben o administran ciertos medicamentos?

Para mí fue clave leer, mientras estudiaba cronobiología en la Universidad Pierre y Marie Curie de París, una investigación publicada en 1985 en The Lancet que afirmaba que las probabilidades de remisión completa y de supervivencia de la leucemia linfoblástica aguda infantil mejoraban si su tratamiento se administraba por la tarde. Eso me abrió los ojos, pensé que a esto merecía dedicarle una vida entera.

Sabemos por estudios en animales que la toxicidad de cualquier fármaco empleado en la quimioterapia del cáncer es muy diferente según la hora a la que se administre. Los efectos dañinos, tóxicos e incluso mortales cambian. Eligiendo las horas más adecuadas aumentamos su eficacia, disminuyendo su toxicidad. Es el objetivo de ramas de la cronobiología como la cronofarmacología y la cronoterapia. De hecho, existen estudios similares sobre tratamientos como el de la hipertensión, la inmunoterapia contra el cáncer, el asma, o los antidepresivos, cuyos efectos varían según la hora del día. Por ejemplo, las estatinas son más eficientes para controlar el colesterol si se administran por la noche.

¿Por qué los profesionales de la salud no prestan suficiente atención a estas investigaciones?

Porque los avances que no encajan con los paradigmas dominantes en una ciencia tardan mucho tiempo en incorporarse y el paradigma que existe hoy en la biomédica es que lo constante es bueno. De hecho, se habla de las constantes biológicas, cuando ninguna es constante, todas están sometidas a ritmos. Eso ha impregnado todo: “hay que mantener constante el nivel de hierro, glucosa…”.

No hemos interiorizado que el tiempo es una variable fundamental para explicar cómo cambia la fisiología entre el día y la noche en todos los seres vivos. De ahí, la diferencia entre esos dos grandes estados de nuestra conciencia: el sueño y la vigilia. El sueño es una forma de vivir adaptada a un medio distinto, sin luz, con temperaturas más bajas, preparado para “no hacer” en las especies diurnas.

¿Qué políticas urbanísticas recomendarías?

Debería existir un derecho a la luz y un derecho a la oscuridad. Por ejemplo, deberíamos cuidar la intrusión lumínica de farolas situadas a la altura de nuestros dormitorios. Bajar la persiana no es la solución en verano, cuando necesitamos abrirla para estar más frescos. Habría que cuidar que todos los edificios tengan acceso a la luz natural y proteger la oscuridad de la noche.

El ruido es otro factor que rompe el sueño y que olvidamos, en especial en España. Hace falta mejorar los aislamientos, pero también mucha más sensibilidad ante el ruido. Por otro lado, podemos vincular la actividad física con la necesaria exposición a la luz creando carriles bici. Del mismo modo, las llamadas “rutas del colesterol” para caminar en pueblos y ciudades tienen un impacto enorme y un coste muy pequeño. Tendríamos que valorar la reducción que experimenta el gasto sanitario cuando los ayuntamientos incorporan estas medidas.

¿Cómo contribuye la emergencia climática a la cronodisrupción? 

Ni siquiera sabemos hasta dónde va a llegar porque año tras año la situación empeora. Va a afectar a nuestros ritmos biológicos, sobre todo al sueño. No podemos dormir con una temperatura elevada porque para ello necesitamos enfriar el cuerpo: el calor fragmenta el sueño. Además, no todo el mundo tiene la posibilidad de tener aire acondicionado, una opción que tampoco es muy saludable.

Fuente: SINC
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Jean-Pierre Sauvage, premio Nobel de Química en 2016: “En nanomedicina, investigar en materiales biocompatibles debe ser prioritario”

Especializado en química supramolecular y nanotecnología, el científico se enorgullece de lo que su equipo avanzó en la síntesis de moléculas que podrían desplazarse como un minirrobot a través de nuestro torrente sanguíneo, pero cree que aún están lejos las posibilidades de encontrarles aplicaciones. Para conseguir esos avances en clínica médica es necesario estudiar mejor los  componentes que no resulten tóxicos para nuestro organismo, sostiene.

Jean Pierre Sauvage

Jean Pierre Sauvage ganó el Premio Nobel de Química, en 2016, junto a James Fraser Stoddart y a Ben Feringa, por el diseño de máquinas moleculares extremadamente pequeñas, que un día podrían desplazarse por nuestro organismo con fines terapéuticos. / P4K / Javier Larrea.

Jean-Pierre Sauvage (París, 1944) ganó el Premio Nobel de Química, en 2016, junto al escocés James Fraser Stoddart y el neerlandés Ben Feringa, por el diseño y la síntesis de máquinas moleculares extremadamente pequeñas, que un día podrían desplazarse por el torrente sanguíneo para acceder a órganos que alojen células tumorales, entre muchas otras potencialidades quirúrgicas y terapéuticas.

Discípulo de Jean-Marie Lehn (premio Nobel de Química de 1987), el actual profesor emérito de la la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo fue, hasta 2009, director de Investigación del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS) y hoy, entre otras, ejerce funciones como asociado extranjero en la Academia Nacional de Ciencias de EE UU, en la que ingresó en abril de 2019.

Especializado en química supramolecular y nanotecnología, el profesor Sauvage se muestra satisfecho por lo que su equipo ha podido avanzar en la síntesis de moléculas capaces de realizar las funciones de un minirrobot dentro de nuestro cuerpo. Sin embargo, es muy sincero sobre las posibilidades de encontrarles aplicaciones prácticas en un horizonte cercano. No quiere dar falsas esperanzas sobre el tiempo que aún resta para que estos hallazgos en ciencias básicas den paso a nuevos enfoques en la clínica médica. Y tiene clara la prioridad: hay que investigar en biocompatibilidad.

Paciente y didáctico, dibuja en un papel, uno a uno, sus logros conseguidos en el laboratorio a partir de haber podido enlazar moléculas, desde el nodo y los dos primeros eslabones hasta las cadenas moleculares que ideó, a fuerza de horas y horas de experimentos.

El cordial encuentro con Sauvage se produce en el marco de la última edición del Festival Internacional de Ciencia Passion for Knowledge, organizado por el Donostia Inernational Physics Center, en San Sebastián, a principios de octubre, precisamente en el día y a la hora en que se anunciaba el Nobel de Química 2023, lo que le lleva a recordar la llamada de Estocolmo y su incredulidad inicial: “Pensé que era una broma”.

Las ciencias experimentales son caras. Por ello, han de ser los países ricos los que investiguen. Es una injusticia, pero así funciona

Frente al monitor en el que ha sintonizado la señal en directo de la Academia Sueca, a punto de saber quiénes serán los científicos que se sumen a la distinción, es él quien bromea con que, a esta hora, “todos los químicos del mundo están haciendo exactamente lo mismo, sentados frente a la pantalla del ordenador, arriesgando nombres”. Acerca de sus favoritos, solo nos deja saber que sí postuló a alguien y que este investigador no es de su nacionalidad.

Si algo es seguro, a la hora de sentarse con expectativas frente al nuevo fallo del Nobel, es que se premia a investigadores de grandes laboratorios de países centrales. ¿Le resultan notorios esos desequilibrios entre el sur y el norte en materia de oportunidades científicas?

Sí. Así es. Aunque esto es menos cierto en el caso de las matemáticas. En esta disciplina son muy importantes los que provienen del llamado sur. Por ejemplo, de la India. Además, las matemáticas son árabes… Por cierto, álgebra es una palabra que viene del árabe. Pero, en efecto, las ciencias experimentales son caras. Por eso hace falta que sean los países ricos los que investiguen. Es una injusticia, pero así funciona.

Los Nobel suelen reconocer a varios científicos al mismo tiempo. Ese fue el caso del vuestro, en 2016, que premió sus aportaciones, las de Ben Feringa y las de Fraser Stoddart ¿Cómo se dan esos intercambios entre gente de diferentes países?

La ciencia experimental es todo trabajo en equipo, desde estudiantes de tesis a investigadores posdoctorales. En nuestro caso, en Estrasburgo, hay investigadores profesionales y otros que vienen a pasar un tiempo en el laboratorio, en particular del CNRS, o profesores universitarios. Así se forman equipos. Por esto, no se puede decir que Sauvage hizo una máquina, sino que su equipo y él hicieron una máquina.

Estamos satisfechos al haber demostrado un nuevo conocimiento. Para eso estamos aquí. Lo que venga después dependerá de otras personas, que tendrán que tener suficiente imaginación para encontrar aplicaciones

Desde allí se contacta con otros grupos, que son laboratorios que trabajan en territorios de conocimiento muy próximos. Con Ben (Feringa), que trabaja en Groningen, Países Bajos, por ejemplo, o con Stoddart, que nos conocemos desde 1978. En nuestro caso, nunca hubo tensión, siempre trabajamos muy próximos. Son intercambios a distancia. En la vida cotidiana, leemos las publicaciones de otros y si vemos algo interesante en el propio campo, contactamos a la persona a cargo.

 ¿Qué aportaron cada uno de vuestros tres laboratorios para hacer funcionar esos nanorrobots que les valieron el Nobel?

Nosotros teníamos que fabricar máquinas moleculares que contuvieran elementos metálicos, como el cobre. Y así podríamos ‘hablar’ con ellas, hacerlas moverse usando señales eléctricas o señales fotónicas (luz a través de metales). Stoddart se encargó de la parte de química orgánica y Feringa hizo exclusivamente lo que tiene que ver con la luz. Se trataba de moléculas orgánicas, pero los movimientos son dirigidos por la luz. En su caso, lo realmente impactante es que consiguieron que las moléculas girasen en un sentido o en el otro, pero siempre en la misma dirección.

En su propio laboratorio venían de desarrollar los catenanos, que fueron las primeras máquinas moleculares artificiales, ya a inicios de los años 80…

La primera máquina consistió en hacer girar un anillo dentro de otro, a través del cobre. Después continuamos, nos dio mucho placer desarrollar esa investigación y llegó el Nobel.

Con ese hallazgo, ¿ustedes pensaron que la ciencia sería capaz de conseguir el transporte de medicamentos —o que se podrían practicar cirugías—  haciendo circular las nanomáquinas por el cuerpo?

Han pasado seis años desde el premio, pero aún estamos lejos de eso. Digamos que hay bastantes equipos intentando encontrar sistemas para matar células cancerígenas. Una de las posibilidades consistiría en enviar máquinas que se adhieran a las células cancerosas y liberen un fármaco para destruirlas. Esa es una opción puramente química en la que hay laboratorios trabajando. Algún día funcionará.

¿Piensa que se manejan plazos más largos en medicina que en otras disciplinas?

Creo que, en cualquier caso, entre los descubrimientos fundamentales y las aplicaciones puede pasar mucho tiempo. Pondré un ejemplo: el de los teléfonos móviles. Todos los sistemas informáticos se basan en semiconductores, desarrollados por Faraday, en 1830. Un siglo después vinieron los transistores. Y luego está la informática. Así es que, en total, pasaron unos 150 años para tener celulares. Por eso, no siempre se puede decir que, el año que viene, tal cosa va a ser útil para algo.

Todo se resume en aquello de la escala y los plazos de las ciencias, ¿verdad?

Es el problema de los descubrimientos de las ciencias básicas, que tratan de proponer nuevos conocimientos y conceptos para comprender mejor el mundo. Pero luego están las aplicaciones que necesitan de esos conocimientos y allí hay una distancia bastante grande.

Sé tan bien como cualquiera de mis amigos científicos que, a menudo, el público se siente decepcionado cuando tenemos que decir que este fue un descubrimiento fundamental original, pero que estos nuevos aportes no se  aplicarán hasta dentro de 10, 20 o 30 años. Porque no podemos prometer otra cosa.

¿Les produce alguna inquietud que no vayan a ver posiblemente los descubrimientos con funcionalidades en la práctica que darán sus estudios?

No, no creo que haya ninguna frustración. Estamos satisfechos al haber demostrado un nuevo conocimiento. Para eso estamos aquí. Lo que venga después dependerá de los ingenieros y de otras personas, quizás incluso de otros científicos, que tendrán que tener suficiente imaginación para encontrar aplicaciones.

¿Se trata de un acto de generosidad superior de vuestra parte?

O de un egoísmo. Porque trabajamos en problemas que nos fascinan. Como en conseguir hacer un catenano o un nodo molecular, aunque no tengan aplicación. Podemos mostrar lo que hemos llegado a hacer con una molécula aunque no sabemos si esto va a ser útil. Sin embargo, es un reto y hemos conseguido hacerlo.

En nanomedicina, lo fundamental es encontrar máquinas que sean capaces de llegar a las células cancerosas y terminar con ellas

Es, quizá, una suerte de privilegio poder librarse a la imaginación y obtener reconocimiento por llegar a conceptos que no sabemos para qué pueden resultar útiles. Por supuesto, tienen que ser cosas nuevas y originales.

A propósito, en este momento, ¿cuál cree que es el reto que debería aportarse desde su campo de estudio?

En nanomedicina, encontrar máquinas que sean capaces de llegar a las células cancerosas y terminar con ellas. Esta es una de las prioridades en cuanto a las aplicaciones.

¿Qué nos falta ahora para lograrlo?

Tienen que ser máquinas moleculares biocompatibles. En este campo no ha habido tanto interés hasta ahora. La investigación en biocompatibilidad debe ser prioritaria, porque las máquinas que podríamos usar hoy son tóxicas y serían rechazadas por el organismo. Si tuviera 20 años menos, sería un proyecto de investigación que lanzaría: intentar fabricar máquinas moleculares biocompatibles. Así se podrían inyectar en un organismo vivo, con una función específica.

¿También han estado interesados en el terreno del cambio climático, analizando la posibilidad de contar con mejores catalizadores de CO2 para conseguir aprovechar ese gas y transformarlo en otros combustibles o materiales?

Sí, trabajamos en conversión del CO2 en moléculas orgánicas. Hay mucho trabajo en ese campo para conseguir transformar los gases de efecto invernadero en metano o en algo interesante, que consiga conservar el dióxido de carbono, en lugar de que este se disperse en la atmósfera. El gran problema es que se necesita una fuente de energía. El CO2 es una molécula muy, muy estable, y si quieres transformarla en algo interesante, necesitas energía, o luz como fuente de energía, como sucede con la fotosíntesis, que posibilita que se convierta en azúcares.

Hay que poner el énfasis en imitar a la naturaleza, que siempre aporta soluciones interesantes, ¿por qué mecanismos se decanta usted?

La fotosíntesis es fantástica. Tenemos agua, luz, CO2 y obtenemos azúcar y oxígeno. Solo eso ya sería formidable. Este proceso químico con herramientas hechas por el hombre resultaría muy interesante.

Lo que hace soñar al público son especialmente las estrellas, los agujeros negros y los exoplanetas

¿Cree que podremos alimentar máquinas y catalizadores con luz?

Es posible, ese es el futuro. Soy optimista y creo que, a medio y largo plazo, podremos utilizar la energía solar de forma mucho más eficiente.

¿Qué le diría a todas las personas que trabajan en un laboratorio de Química y que probablemente sepan que nunca van a ganar un premio de la envergadura de un Nobel?

En mi caso, nunca fui pretencioso. Y no miro a los demás por encima del hombro después de ganar el Nobel. Digamos que yo también he pasado 12 horas al día en un laboratorio durante décadas, y lo he disfrutado. Si eres feliz en tu trabajo, estupendo, aunque no ganes el Nobel u otro galardón, si las condiciones son buenas.

No en todos lados es así, es cierto, pero tu recompensa como investigador es haber hecho un descubrimiento, aunque sea modesto, dar con algo original y luego publicar un artículo para anunciar a la comunidad internacional lo que has encontrado.

Por lo demás, ¿siente que hoy existe una competencia con la física por la espectacularidad y lo mediático de los descubrimientos, teniendo en cuenta todos los enigmas que abre la mecánica cuántica, por ejemplo?

No creo que al público le interese tanto la física cuántica como la astrofísica. Lo que hace soñar al público son especialmente las estrellas, los agujeros negros y los exoplanetas. La física cuántica, también, pero es tan difícil de entender que resulta demasiado complicada para los no especialistas.

Mucha gente es crítica con la química, porque la palabra química tiene dos significados: es una ciencia fundamental, en la que intentamos hacer moléculas que se muevan, pero también significa la industria, donde se han hecho cosas muy perjudiciales

¿Cuánto le cuesta a un químico llegar al público en general?

Mucha gente es crítica con la química y eso sucede porque la palabra química tiene dos significados. En efecto, puede ser una ciencia fundamental, en la que intentamos hacer moléculas que se muevan, y eso para mí es maravilloso. Pero también significa la industria, y las compañías químicas han hecho cosas muy perjudiciales, provocando accidentes y contaminación, y muy a menudo se confunde a la gente, que llega a asociar la ciencia química con la industria química. Por esta razón la ciencia química es menos popular entre el público, por los problemas asociados a una industria que sigue contaminando demasiado.

El Nobel de este año, acabamos de verlo, ha sido para Moungi Bawendi, Louis Brus y Alexei Ekimov ¿Les conoce? ¿Qué piensa del descubrimiento?

Era esperable que alguien como Louis Brus lo ganara. Lo conozco y también su campo de acción. Los puntos cuánticos —un hallazgo que está entre la física y la química— son diminutos cristales semiconductores. Son importantes en ciencia, pero no necesariamente útiles en alguna aplicación. Con todo, sus posible utilidad en el campo de la informática está más cercana que las de las máquinas moleculares.

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Donna Strickland, física especializada en óptica de la Universidad de Waterloo:“Somos gente corriente viviendo con el Nobel”

La científica que ganó el premio Nobel de Física en 2018 considera que el lenguaje de esta disciplina son las matemáticas, una herramienta esencial para describir los fenómenos físicos. En esta entrevista, la investigadora canadiense también habla de cómo han ido cambiando los condicionamientos de género en las ciencias básicas y del valor de comunicarse con el público.

Donna Strickland

Donna Strickland durante su visita al festival internacional de ciencia Passion for Knowledge en San Sebastián. / Passion for Knowledge (P4K) / Javier Larrea

A finales de septiembre, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) entregó su Medalla de Oro a Donna Strickland (Guelph-Canadá, 1959), catedrática de Física y Astronomía de la Universidad de Waterloo (Canadá).

Se concedía esta excepcional distinción a la investigadora cuyos descubrimientos pioneros en óptica y el campo del láser le habían valido el Nobel de Física en 2018. Sus trabajos resultaron útiles para el desarrollo de aplicaciones que requieren pulsos de láser ultracortos, como la realización de cortes precisos en la industria y la cirugía. También abrieron camino a nuevas posibilidades diagnósticas en medicina.

La candidatura para su nueva medalla fue respaldada por la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC. Precisamente, acerca de lo que significan los premios en la carrera de una mujer de las ciencias básicas y los condicionamientos de género en la práctica científica, hablamos con Strickland durante la reciente edición del festival internacional de ciencia Passion for Knowledge (P4K), organizado por el Donostia International Physics Center (DIPC), en San Sebastián.

¿Resulta interesante para usted encontrarse con otros Nobeles en citas como esta, porque uno es Premio Nobel para toda la vida, no?

Sí, lo ganas para siempre. Lo que es sorprendente cuando lo consigues es que te enteras de que la gente ordinaria es la que gana el Nobel. Y cuanto más les conoces, más te das cuenta de que somos gente corriente viviendo con esta distinción.

Sabes que a la mayoría de las personas les gusta ponerte en un pedestal y probablemente yo también lo hice con otros, antes de haberlo recibido. Y entonces te conviertes en uno y piensas que no mereces estar ahí. Adquieres otra manera de ver las cosas.

¿A qué conclusión llega al pensar si uno o su trabajo— merecen estar o no en ese pedestal?

Hay mucha buena ciencia por ahí y un montón de gente muy inteligente trabajando muy duro. Así que creo que es una combinación de hacer buena ciencia y, también, de tener suerte.

Hay que hablar con los medios y la gente para que se comprenda que si dejas de hacer ciencia, los ingenieros no tendrán herramientas con las que seguir trabajando en nuevas tecnologías

Claro, no todo el mundo llega a ganar un premio tan importante. Se da uno por año a cada disciplina y a un tema por año. Y entonces, incluso entonces, ya sabes, tienen que elegir no más de tres personas para representar a ese tema, por lo que es muy difícil alcanzar ese lugar.

¿Siente que con un premio de esta envergadura tiene un mayor compromiso para continuar investigando en el mismo campo, incluso aunque tuviera el deseo de cambiar?

Me gustaría seguir en el laboratorio, con mis estudiantes, trabajando en mis láseres. Pero creo que con un Nobel se nos da una voz mucho más alta que a la mayoría de los científicos, y entonces es importante (y tal vez aún más relevante en estos días) tener a más científicos hablando de la ciencia en la sociedad. Para que el público entienda que vale la pena hacerla, porque tienes que proveer ciencia fundamental durante 50 años para tener las aplicaciones que tenemos hoy. Y que la gente comprenda que si dejas de hacer ciencia, los ingenieros no tendrán herramientas con las que seguir trabajando para idear nuevas tecnologías.

Por tanto, como tenemos esta voz, debemos dedicar tiempo a hablar con los medios de comunicación. La mayoría de los científicos no dedican tiempo a esto o a dar conferencias públicas y con estudiantes para tratar de mantener el papel esencial de la ciencia. Por supuesto, esto nos quita tiempo para hacer ciencia en el laboratorio.

Recientemente, además, usted recibió la medalla de oro del CSIC.

Siempre estoy feliz de contar con momentos en los que se muestre la importancia de la ciencia. De hecho, me sorprendió bastante que aquí, en España, tuviera 30 minutos para estar con el presidente del Gobierno. Esto es mucho tiempo en la vida de un presidente y el hecho de que él eligiera pasar media hora con una científica, junto con su ministra de Ciencia, para discutir el papel de esta en la sociedad, resalta el hecho de que esta debe ser fomentada, protegida y promovida.

Me sorprendió bastante tener 30 minutos para estar con el presidente del Gobierno de España, eso es mucho tiempo en la vida de un presidente

¿Qué es lo que quiso saber el presidente?

Está muy interesado en asegurarse de que tiene a científicos y científicas a su alrededor para cuando pueda necesitar su opinión, y creo que los necesitamos todo el tiempo. Porque la ciencia tiene un impacto económico, médico y social. Definitivamente, pienso que está tratando de ampliar el papel de los científicos que hablan con el público y esto es fantástico.

¿Fue sorprendente para usted esta audiencia con Pedro Sánchez porque nunca ha estado con Justin Trudeau, el primer ministro de su país?

Bueno, compartí mesa con el primer ministro canadiense, pero, ya sabes, un montón de gente le demanda. Luego se suponía que iba a tener 30 minutos con él, pero, de nuevo, ocurrió otra crisis, y así es que, cuando estuve, me dieron como… cinco minutos.

Vayamos a su campo de estudio, la física, una disciplina que se mueve desde el attosegundo, protagonista del Nobel de este año, y las pequeñas partículas hasta el infinito y los grandes misterios del universo. La física va desde lo minúsculo a la tentación de conocerlo todo…

Efectivamente, los attosegundos son el nuevo Premio Nobel de Física, y debían venir después de los láseres CPA [Chirped Pulse Amplification, técnica desarrollada por Strickland y Gérard Mourou reconocida en su Nobel de 2018], porque estos son necesarios en su investigación.

Donna Strickland en su laboratorio de la Universidad de Waterloo (Canadá). / University of Waterloo

Y, sí, la ciencia está conectada, correcto, ya sea que se estudien los attosegundos, la transferencia de electrones, o los puntos cuánticos (Nobel de Química de este año), todo utiliza la mecánica cuántica. Tal vez en cien años tendremos incluso una nueva teoría que vaya más allá de esta y que pueda explicar aun otros puntos fundamentales.

Pasé de ser la tercera en la historia y la única Nobel de Física viva a participar de un grupo de tres mujeres Nobel en Física que conviven en el mismo tiempo

En efecto, estamos todos vinculados y la física tiene conexión con estas diversas teorías. El universo es vasto y las escalas de tiempo son de miles de millones de años: todavía tenemos que seguir indagando dentro de los sistemas solares. Nos queda mucho…

¿Se espera una teoría que abarque todos esos puntos inconclusos de las investigaciones? 

Con el paso del tiempo fuimos de Aristóteles a Newton, que trabajó y nombró los fenómenos. Después necesitamos de la mecánica cuántica. Pero creo que podría haber algo que descubrir en el camino que quizá ayude a explicar las probabilidades de lo que aún quede por verificar en este momento. Si cavamos más profundo, tal vez encontremos una nueva ciencia para las propiedades de los fotones, por ejemplo.

¿Ustedes, los físicos, se sienten cómodos con la probabilidad?

Estamos cómodos porque el lenguaje de la física son las matemáticas. No es inglés o francés. Hay teorías que cubren todo esto. Por eso estamos cómodos, porque contamos con teorías matemáticas que pueden describir los fenómenos. Quizá esto no funcione en inglés, francés, español o euskera, pero funciona con el lenguaje matemático. Y por eso diría que nos sentimos cómodos en física, porque podemos exponerlo en nuestro lenguaje matemático y tiene sentido.

Hablemos de la visibilidad de las mujeres en la física: usted fue la tercera en recibir un Nobel después de Marie Curie (1903) y Maria Goeppert-Mayer (1963). Aunque ahora ya son cinco las distinguidas, incluyendo a Andrea Ghez (2020) y Anne L’Huillier (2023)…

Al principio siempre había una sola Nobel de Física viva en cada época, porque cuando ganó Mary Goeppert, Maríe Curie ya había muerto; y cuando yo lo gané, Goeppert ya había fallecido. Y ahora somos tres viviendo al mismo tiempo. Así que pasé de ser la tercera y la única viva, a participar de un grupo de tres mujeres Nobel en Física compartiendo la misma época. Estamos repuntando: hemos sido tres las galardonadas en los últimos cinco años.

¿Cree que las mujeres en la física tienen otras expectativas o distintos objetivos que los investigadores hombres?

No, creo que somos la mitad de la población. Si nos retraemos, quitamos la mitad de las posibilidades de dedicación a esta disciplina. Así que tenemos que tener a todos en la mesa.

No sé si pensamos diferente que los hombres cuando se trata de física. Creo que probablemente la aprendemos y entendemos de la misma manera. Eso sí, tenemos que entender las matemáticas, para ser capaces de jugar con las herramientas necesarias.

En el día a día de los laboratorios, ¿no se ven aproximaciones diferenciadas o distintos modos de plantear nuevas preguntas?

Yo creo que no. La diferencia probablemente se debe a que creo que a los hombres tal vez se les enseña más a estar siempre mostrando lo que saben y a las mujeres, no.

A los hombres tal vez se les enseña más a estar siempre mostrando lo que saben y a las mujeres, no

Pienso que una vez que superemos ese sentimiento, tenemos que situarnos frente a la gente y contar qué es lo que sabemos y lo que hicimos. Pero aprendemos, y esto cambiará a medida que pase el tiempo, cuando los hombres y las mujeres, niños y niñas, sean educados de la misma manera. Se nos escuchará.

En este momento, ya se supone que ambos podemos estar fuera, en el mundo, pero también ambos tenemos que asumir nuestra responsabilidad en casa. Tanto si se trata de cuidar a los niños como a los mayores, o de hacer las tareas domésticas. Esto también debe ser igualitario para que las mujeres podamos salir al mundo y hacer nuestro trabajo.

¿No cree que a través de la historia se ha consolidado el mandato de género que implica que las mujeres tengan miedo a mostrar que saben algo?

Eso es verdad. Y es una lástima. Yo nunca tuve ningún problema en este sentido. Todos sabían que era una buena estudiante y nunca nadie me hizo sentir mal por ser una mujer y ser una buena estudiante.

¿Ni en el trabajo ni en la escuela?

No. Ni siquiera en el instituto, en Ontario. Yo era tan tímida que pensaba “oh, van a etiquetarme como una nerd” (cerebrito). Pero, no, la gente me decía: “Debe ser lindo ser tan inteligente”. Esa fue una lección de vida.

Además, en mi escuela, tanto niños como niñas eran tratados de la misma manera. He vuelto para un evento de exalumnos y les pregunté a las otras chicas de mi clase y me dijeron que no, que nunca me vieron como a una nerd. Creo que viví en un lugar afortunado en la Tierra, en la década de 1970.

En Occidente, tal vez nuestras madres sí vivieron ciertos condicionamientos todavía en los 60…

Mi madre, sí. Tengo que decir que tanto ella como su hermana vivían en un pequeño pueblo de granjeros de mil habitantes y ambas fueron a la universidad, mientras su hermano se quedó a trabajar en la granja cuando el padre falleció. Es verdad que era algo raro.

También es cierto que su hermana hizo enfermería —algo tradicionalmente femenino—, en lugar de medicina. Y mi madre, que quería estudiar matemáticas, acabó estudiando inglés e historia, porque le dijeron que como mujer no debía hacerlo.

Así que no dejes que nadie te diga lo que tienes que hacer.

No dejes que nadie te diga lo que tienes que hacer

Entonces, la experiencia de su madre fue la de esas mujeres a las que les dijeron que las ciencias duras no eran para ellas.

Sí, pero tengo un marido que fue criado por una madre que trabajó siempre fuera del hogar y cursó su maestría en matemáticas. Mi suegra hizo toda una carrera en el área de informática. Así es que también he tenido mucha suerte de que mi compañero de vida también considere que mi carrera es importante.

Creo que, para tener éxito, cualquier persona necesita tener un partner que la acompañe. Y, supongo que sí, que he sido afortunada a lo largo de toda mi vida, pero también elegí a alguien que era a quien yo necesitaba, alguien que no se sintiera amenazado por mí.

En cuanto a las preguntas de la religión, especialmente las ligadas al origen del universo y la vida, ¿cree que son similares a las de física?

Son dos cosas separadas. Personalmente, creo que a los científicos nos ha sido dado el universo. No sabemos si alguien lo creó o si siempre ha estado allí. Lo que nos corresponde es averiguar cómo funciona el cosmos. Por su parte, la religión puede hacer la pregunta acerca de si hay un dios ahí fuera que lo creó. No sé si como científicos podemos averiguar eso. Para mí, son cuestiones muy distintas.

Por ejemplo, cada vez que estoy en mi casa de campo que mira al oeste sobre un gran lago, cuando veo hermosas puestas de sol sobre el agua, como científica especializada en óptica puedo explicar por qué el sol es rojo, el cielo es azul o la luz se dispersa con las nubes. Todas estas cosas se entienden desde la ciencia, pero esto no me impide pensar cada noche: “Oh, Dios, gracias por darme otra hermosa puesta de sol”. Me siento muy agradecida. Entonces, si tienes que asignar ese agradecimiento a algo, ese algo podría llamarse Dios, ¿verdad?

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Liliana Valiña: Frente a la desigualdad, educación y participación

Liliana Valiñas es presidenta del Mecanismo de Expertos sobre el Derecho al Desarrollo del Consejo de Derechos Humanos.

Liliana Valiña , experta en desarrollo y en derechos humanos señala que, teniendo en cuenta la participación de las personas y las comunidades, los Estados deben generar políticas públicas que permitan el acceso a recursos y derechos básicos como la salud, la educación, la alimentación y la vivienda. Liliana Valiña también habla en una entrevista con Noticias ONU de la urgente necesidad de regular la inteligencia artificial.

Liliana Valiña es la presidenta del Mecanismo de Expertos sobre el Derecho al Desarrollo, un mecanismo de cinco expertos independientes del Consejo de Derechos Humanos relativamente nuevo.

Valiña acaba de pasar por Nueva York para entregar su último informe y, con ese motivo, Noticias ONU estuvo conversando con ella para que nos explique cuáles son los retos y asuntos que más obstaculizan en este momento el derecho al desarrollo y las soluciones para poder disfrutar de él.

Noticias ONU¿Qué es el derecho al desarrollo y qué entendemos por desarrollo?

Liliana Valiña: Está muy relacionado con lo que plantea la Declaración de Naciones Unidas sobre el Derecho al desarrollo, que por una parte señala que se trata de un derecho inalienable de toda persona y de todos los pueblos. O sea, está la dimensión individual pero también la colectiva (…) (Ambos) están facultados para acceder y participar en un desarrollo que tiene toda esta dimensión social, cultural, política, económica y, aunque la Declaración no lo dice porque es de otra época, hoy en día agregamos también la medioambiental.

La idea es que a partir de esta participación (las personas y comunidades) puedan acceder a la plenitud de los derechos humanos y las libertades fundamentales, a contribuir al desarrollo y a recibir sus beneficios.

Y en este aspecto, un elemento central es el deber de los Estados generar políticas públicas que creen oportunidades, incluidas el acceso a recursos básicos y a los derechos básicos como salud, educación, alimentación, vivienda…

Esas políticas deben incluir la participación. Este es un concepto que me gustaría destacar porque lo que señala es con la participación activa, libre y significativa, no cualquier participación, sino una que se incluya (en las políticas públicas), es decir que sea una influya en la toma de decisiones para la equitativa distribución de los beneficios que da el desarrollo.

Y el otro aspecto que recoge la declaración, que también es fundamental, es que como estamos dentro de un mundo donde el impacto no es sólo sobre un país, sino que es global cuando hay dificultades para acceder al desarrollo y llegar a los objetivos estamos hablando de la necesidad de la solidaridad y de la cooperación internacional.

El Pabellón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible durante la Asamblea General.
ONU/Mark Garten
El Pabellón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible durante la Asamblea General.

Frente a la desigualdad, educación y participación

Noticias ONUEl informe de este año del mecanismo es un informe de amplio espectro, porque el mismo derecho al desarrollo, como acaba de explicar, lo es. Pero ¿cuáles son los aspectos más destacados?

Liliana Valiña: En este informe hemos tratado de reflejar áreas importantes para la realización del derecho al desarrollo como la desigualdad, la protección social y el derecho al desarrollo, el derecho al desarrollo y el derecho internacional de las inversiones y el deber de cooperar de los actores no estatales, es decir, aquellos actores como el sector privado y cómo contribuyen al derecho al desarrollo.

Noticias ONUHa hablado usted de la desigualdad… ¿Cómo abordan ustedes como el desarrollo puede contribuir a limar o a erradicar esa desigualdad?

Liliana ValiñaLa desigualdad es una de nuestras principales preocupaciones, porque una de las contribuciones que hicimos justamente era la medición del progreso más allá del Producto Bruto Interno. ¿Por qué? Porque justamente necesitamos (…) ver la realidad más allá de unos parámetros generales de un país. Necesitamos mirar la situación de las personas, de las comunidades y el acceso concreto a sus derechos básicos y a poder participar y beneficiarse de los del desarrollo.

No existe una legislación verdaderamente sobre la inteligencia artificial.

La desigualdad es está en el centro de los obstáculos para el desarrollo y una de las respuestas claves es la participación. La necesidad de focalizarnos en que debe haber una participación diversa, que incluya a las mujeres, los niños, los adolescentes, los jóvenes, pero también tanto la población rural como población urbana.

Es decir, (se trata de) asegurarnos que las respuestas tienen en cuenta las especificidades y riesgos que generan algunas acciones y políticas sobre alguna comunidades, el entorno en el que se dan, y por eso la necesidad de una actualización y adaptación local en relación con las políticas, programas y estrategias para el acceso al derecho al desarrollo.

Noticias ONUEntiendo que es una participación de la sociedad civil, pero ¿a quién se le pide que se incluya esa participación?

Liliana Valiña: Aquí, el tema de la educación es fundamental, porque es una educación a nivel de ciudadano y de persona para poder ser responsable y buscar la participación.

Pero, al mismo, tiempo es una educación de actores políticos, actores económicos, actores sociales que deben contribuir a generar las condiciones para la participación de todas las personas en su diversidad y también para que esa participación sea realmente significativa, es decir, que tenga un impacto.

Por eso, el derecho al desarrollo da la oportunidad (…) para que a partir de la educación las personas accedan a poder participar (…) y poder incidir así en la toma de decisiones y las prioridades de su comunidad o de su país.

La sociedad civil pide durante la Cumbre Ministerial una fiscalidad mundial inclusiva, sostenible y equitativa.
Alfredo Marimon/Avaaz
La sociedad civil demanda mayor igualdad.

La inteligencia artificial y sus riesgos

Noticias ONUFinalmente, ustedes han abordado algo nuevo en el informe que es la inteligencia artificial. ¿Qué retos plantea al derecho al desarrollo esta nueva tecnología?

Liliana Valiña: Sí es un tema que hemos identificado como uno de los grandes desafíos y por eso lo hemos incluido (…)

¿Por qué seleccionamos este tema? Porque efectivamente, si volvemos a la esencia del derecho al desarrollo, de la necesidad, de la participación activa y significativa de las personas y los pueblos, la inteligencia artificial, por una parte, puede aportar beneficios y evidentemente acelerar procesos, ya sea de procesos científicos, tecnológicos y hasta en la salud, para dar respuestas más rápidas a distintos diagnósticos, pero al mismo tiempo genera una serie de riesgos.

Porque si no hay suficiente regulación y claridad puede tener un impacto e inhibir los filtros que ya existen para evitar, por ejemplo, la discriminación o la exclusión de grupos (…), o puede incluso tener un impacto sobre ciertos tipos de violencia.

Entonces, se necesita construir una serie de reglas y de parámetros claros que permitan prevenir y también mitigar esos riesgos. Hoy por hoy no existe una legislación verdaderamente sobre la inteligencia artificial.

Existen regulaciones que pertenecen a las empresas que trabajan el tema y que se focalizan bastante en temas de límites éticos, pero no hay una claridad en la definición de qué hablamos cuando hablamos de ética, cuáles son verdaderamente esos límites, cuáles son las medidas y cómo se supervisa también para que verdaderamente se eviten esos impactos negativos.

El derecho al desarrollo puede, por una parte, beneficiarse de los avances de la inteligencia artificial, pero requiere urgentemente trabajar sobre los riesgos y los impactos perversos sobre las personas, sobre la exclusión en la participación y en diversidad de las comunidades.

 

Federico Ariel, biólogo molecular: “Gracias a la pandemia, el ARN se instaló en el centro de la biotecnología agrícola”

Según la Organización Mundial de la Salud, más de 200 mil personas mueren cada año debido al uso de agroquímicos. El equipo de este investigador argentino, ganador del Premio Unesco-Al Fozan para Jóvenes Científicos de este año, desarrolló una alternativa: una especie de vacuna de ARN para los cultivos que entrena a las plantas para defenderse por sí solas de la infección de patógenos, reemplazando así a los pesticidas sintéticos.

Con el fin de impulsar una agricultura sostenible, el científico argentino Federico Ariel diseña moléculas de ARN especiales para reemplazar los pesticidas sintéticos en el cultivo de frutas y hortalizas. / Universidad Nacional del Litoral (Argentina).

A pesar del gran daño ambiental y a la salud humana que provocan, el uso de pesticidas sintéticos no deja de crecer. Unos 60 años después de la publicación del libro Primavera silenciosa (1962) —en el que la bióloga Rachel Carson denunció los efectos nocivos de productos químicos de alta toxicidad como el DDT—, en todo el mundo se usan más cantidades de insecticidas, fungicidas y herbicidas que nunca.

Según el Atlas de los pesticidas (2023), publicado por la Fundación Heinrich Böll, en los últimos 20 años el mercado de estos agrotóxicos se ha duplicado. A la par han aumentado los afectados: la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que cada año se producen a nivel global 385 millones de casos de intoxicación y 200 mil muertes por estos productos sintéticos que penetran el suelo, llegan a las aguas subterráneas o que dejan residuos en los alimentos.

América Latina como en el resto del Sur global, donde las regulaciones sanitarias, ambientales y de seguridad a menudo son más débiles— es la región en la que más crecieron: un 119 % desde 1999, en especial impulsados por el cultivo de plantas genéticamente modificadas como la soja, diseñadas por las mismas corporaciones que producen los herbicidas.

“En Argentina, hay un abuso del glifosato. Es un desastre lo que se está haciendo”, dice a SINC el biólogo molecular Federico Ariel, reciente ganador del Premio Unesco-Al Fozan para Jóvenes Científicos. “Se está usando nueve veces la dosis recomendada de este herbicida”, apunta.

Nos dimos cuenta de que podíamos comunicarnos con las plantas usando ARN exógeno, es decir, producido fuera de estos organismos vivos para ‘entrenarlos’, a fin de que desarrollen una respuesta inmune específica contra los patógenos

Según un relevamiento de la Universidad Nacional de La Plata, el 76,6 % de las frutas y hortalizas que llegan a las mesas argentinas están contaminadas con agrotóxicos. Una investigación de 2019 detectó que en este país sudamericano se usan 107 productos prohibidos o no autorizados en otros países, de los cuales un 33 % son plaguicidas altamente peligrosos según la OMS y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

El cambio climático y la inminente necesidad de cantidades cada vez mayores de alimentos para la población mundial plantean enormes desafíos a la agricultura.

“Para impulsar una segunda revolución verde, necesitamos urgentemente reemplazar los pesticidas sintéticos por soluciones menos tóxicas”, señala este científico argentino del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (Conicet/Universidad Nacional del Litoral). En sus palabras, “las tecnologías basadas en ARN en las que trabajamos permiten resguardar la productividad de los cultivos y a la vez proteger el ambiente y la salud humana”.

¿En qué consisten estas innovaciones?

Desarrollamos una especie de vacuna para los cultivos. Básicamente, les damos información a las plantas. Les mostramos un segmento del genoma de un patógeno. Es algo muy parecido a lo que se hace con las vacunas de ARN contra la Covid-19. Los humanos necesitamos que nos inyecten estas vacunas que hacen que generemos anticuerpos contra el coronavirus. Pero las plantas son capaces de absorber ARN. Al mostrarle un segmento de un patógeno codificado en ARN, lo reconocen como extraño y generan moléculas, pequeños ARNs, para defenderse por sí solas de la infección.

¿Y cómo se aplica?

Con un spray. Una persona puede recorrer la plantación con una mochila y rociar las plantas. Pero también se puede hacer mediante aviones.

Para aplicar esta 'vacuna', una persona puede recorrer la plantación con una mochila y rociar las plantas, o puede hacerse mediante aviones. / Apolo Biotech

¿En qué se diferencia esto de los pesticidas?

En que no genera un impacto negativo en el ambiente o en la salud humana. En la actualidad, en agricultura se usan fungicidas de amplio espectro: matan al hongo patógeno pero también aniquilan a todos los hongos buenos del agroecosistema y todo lo que hay allí: a los ratones, renacuajos y también a las abejas que, como polinizadoras, son cruciales para la estabilidad del ecosistema. Y, encima, contaminan el agua y ponen en peligro la salud humana. Esta tecnología de ARN, en cambio, se degrada rápidamente sin dejar rastro, ayuda a eliminar la plaga sin los efectos nocivos de los pesticidas y no altera el genoma de los cultivos.

En general, en América Latina todas las frutas y hortalizas se producen en los cordones periurbanos: arrojar agroquímicos allí tiene un impacto directo en las personas

Para desarrollar esta solución amigable con el ambiente y la salud humana, en 2022, creó la empresa de biotecnología ‘APOLO Biotech’ con base en la ciudad de Santa Fe. Pero, ¿cómo surgió la idea?

En mi posdoctorado en Francia, comencé a trabajar en biología de ARN en plantas. En un momento, con mi equipo nos dimos cuenta de que podíamos comunicarnos con las plantas usando ARN exógeno, es decir, producido fuera de estos organismos vivos para ‘entrenarlos’, a fin de que desarrollen una respuesta inmune específica contra los patógenos. Tras mi repatriación a la Argentina, en 2016, colaboramos con varios grupos locales que trabajan en nanotecnología y pudimos estabilizar las moléculas de ARN, presentes en todas las células, donde juegan un papel fundamental en la transmisión de información genética al operar como intermediarias entre el ADN y las proteínas.

¿Para qué tipo de plantas están pensadas estas ‘vacunas’?

A priori, para cualquier tipo de cultivos. Aunque estamos más focalizados en cultivos intensivos como frutales y hortalizas por una cuestión básicamente social: son de consumo directo humano. En general, en Argentina y América Latina todas las frutas y hortalizas se producen en los cordones periurbanos. Arrojar agroquímicos allí tiene un impacto directo en las personas. Además, los residuos de esos pesticidas en una manzana o en un tomate terminamos comiéndolos. Tenemos ensayos en peras y manzanas en la Patagonia, vid en Mendoza, bananos en el norte argentino, papa, lechuga y tomate. Y también en maní (cacahuete).

El procedimiento para conseguir esta solución menos tóxica para los cultivos consiste en 'mostrarles' a las plantas un segmento del genoma de un patógeno (algo muy parecido a lo que se hace con las vacunas de ARN). / Apolo Biotech.

Apolo Biotech.

¿En qué patógenos se enfocan?

En especial, en hongos y virus. No existen productos químicos contra virus en la agricultura. En general, lo que se hace es matar al vector que lo transmite. Lo que nosotros hacemos es altamente específico: diseñamos ARN para tal o cual tipo de hongos. Uno de los patógenos que estudiamos es Botrytis cinerea, un hongo que infecta las uvas y prácticamente todas las frutas y hortalizas, y provoca podredumbre. Actualmente se controla con agroquímicos.

¿Y si estos patógenos mutan y se vuelven resistentes?

Debido al fitomejoramiento o mejoramiento genético, estamos en una carrera permanente con los patógenos en la agricultura. Siempre habrá una nueva variante que va a volver a atacar a los cultivos. A diferencia de los pesticidas sintéticos, nuestro proyecto es altamente versátil: podemos tomar un hongo que ataca a las bananas y que produce la enfermedad Sigatoka Negra, secuenciarlo y volver a diseñar una nueva vacuna de ARN. Es parecido a lo que ocurrió durante la pandemia de Covid-19: cuando surgieron variantes nuevas del coronavirus, resistentes a las vacunas como delta y ómicron, la empresa Moderna las secuenció, se fijó cuáles eran las mutaciones y sacó una nueva vacuna..

¿La pandemia marcó un antes y después para las soluciones basadas en ARN?

Absolutamente. El ARN, gracias a la pandemia de Covid-19, se instaló en el centro de la biotecnología en el siglo XXI: es superversátil. Es el lenguaje universal entre todos los seres vivos. Puedo ‘hablar’ con la planta y decirle cómo defenderse de un patógeno. Antes de la pandemia,  conocíamos cómo funcionaba. Pero trabajar con ARN era muy costoso.

Los grandes productores de frutas saben que no podrán seguir comerciando con los países europeos si no abandonan estos agroquímicos tan nocivos

Con las emergencia sanitaria, la industria en torno al ARN creció mucho. Y gracias a eso hoy podemos hacer ARN a bajo costo, para ser competitivos con un agroquímico tradicional. El sector productivo alrededor del ARN creció tanto que bajaron los costes. Lo que hasta hace unos años nos parecía una utopía ahora es tangible. Cuando empezamos a trabajar en esto, pensamos que nos iba a costar una fortuna. Quizás dentro de poco podamos aplicarlo en soja, lo que sería un gran avance.

¿No cree que pretender reemplazar los pesticidas sintéticos es una batalla algo quijotesca?

No somos los únicos. Ya hay equipos en Australia, en Francia y Estados Unidos que están empezando a estudiar ARN para la agricultura. Además, en 2020, la Unión Europea adoptó una estrategia llamada Farm to fork (De la granja a la mesa), que estableció un calendario para reducir en un 50 % el uso de pesticidas para 2030. Desde entonces, tampoco se van a poder importar frutas y hortalizas con trazas de agroquímicos. Los grandes productores de frutas saben que no podrán seguir comerciando con los países europeos si no abandonan estos agroquímicos tan nocivos. Así se abrió un nicho de posibilidades para nosotros y para empresas que desarrollen alternativas a los pesticidas sintéticos.

Las tecnologías basadas en ARN en las que trabajan permiten resguardar la productividad de los cultivos, según Federico Ariel. / UNESCO

¿Por qué cree que en las grandes ciudades de América Latina los habitantes no se alarman mucho por los pesticidas?

Porque no los ven. No es el caso de las ciudades más pequeñas, cercanas a las fincas. En Argentina, hay unas 15.000 escuelas rurales que conviven con la producción agraria. En provincias como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, los ciudadanos están en riesgo por las fumigaciones constantes que se llevan a cabo sin control en los campos cercanos. Ese desinterés de los habitantes de los grandes centros urbanos hizo que estos productos sintéticos crecieran mucho.

Además, los agroquímicos ayudan a que aumente la productividad pero con efectos nefastos. El uso intensivo de fertilizantes y pesticidas ha contaminado el agua, el suelo y los alimentos. Se necesita un urgente cambio de paradigma en la producción de alimentos en la Argentina y en el mundo. Y, además de lo que ya se aprecia en la industria farmacéutica, el potencial de las tecnologías de ARN para la agricultura sostenible parece ilimitado.

Usted ha señalado que, primero, hace falta entender a las plantas para luego diseñar estrategias de agricultura sostenible. ¿Qué es lo que más le atrae de estos organismos?

Hay científicos que trabajan en biología molecular de plantas, pero en su casa no tienen ni un cactus. No es mi caso. Siempre me gustaron las plantas. De chico tuve una huerta. Mi abuela me transmitió todo su amor por las plantas. Ya de mayor, trabajando en el laboratorio, le he preguntado varias veces cómo hace para tener las plantas como las tiene. Nuestra relación con estas especies vegetales está mediada por la paciencia. No se tiene una flor de un día para el otro. Es un vínculo de mucho respeto y que se mueve con tiempos más laxos. Eso, además de su increíble plasticidad para adaptarse al ambiente, a mí me seduce. Y también me fascina.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons

Fredrik Dalerum, ecólogo terrestre: “Aunque el lobo ha sido cazado hasta la extinción, me cuesta mucho imaginar que eso vuelva a ocurrir”

La coexistencia entre personas y grandes carnívoros no siempre es fácil. Una de las líneas de investigación Fredirk Dalerum, científico del CSIC, es precisamente la subsistencia de lobos y osos en España, y el choque con los intereses humanos. Sobre ello acaba de publicar un estudio. Mientras, en Europa se reabre el debate para revisar el estado de conservación de los lobos.

Fredrik Dalerum acaba de publicar un estudio sobre los patrones temporales de actividad de osos, lobos y humanos en la Cordillera Cantábrica. / Foto cedida por el autor

El pasado mes de septiembre, la Comisión Europea lanzaba una nueva consulta sobre la rebaja de las normas de protección de los lobos. “La concentración de lobos en algunas regiones europeas se ha convertido en un peligro real para el ganado y, potencialmente, también para los seres humanos. Insto a las autoridades locales y nacionales a que tomen medidas cuando sea necesario. De hecho, la legislación vigente de la UE ya les permite hacerlo”, argumentó entonces Úrsula von der Leyen.

Fredirk Dalerum, científico titular del CSIC es experto en el comportamiento de los procesos de depredación de los carnívoros, así como en la conservación de especies como el lobo y el oso.

En España, se aprobó la prohibición de la caza del lobo al entrar en 2021 en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESRPE). ¿Qué le parece que la Unión Europea revise su estatus de protección?

No veo problema en reevaluar el estado de conservación de esta especie. Sin embargo, un problema específico de los lobos es que provocan una respuesta emocional en las personas, ya sea positiva o negativa, que dificulta cualquier evaluación objetiva. Para la gente que quiere protegerlos, nunca habrá suficientes argumentos que justifiquen la regulación de la población, y para aquellos que están en contra, siempre habrá demasiados. Por lo tanto, cualquier evaluación estará plagada de presiones políticas.

Un problema específico de los lobos es que provocan una respuesta emocional en las personas, tanto positiva como negativa

Como científico especializado en su comportamiento y en los conflictos que se generan, ¿qué les diría a los europarlamentarios que modelan las leyes?

Cualquier fundamentalismo me parece antiproductivo. La gestión de los recursos medioambientales, incluida la de animales como el lobo, incluye decisiones multidimensionales que a menudo van mucho más allá de la ecología.  Por tanto, no creo que debamos considerar «intocable» a ningún organismo biológico.

La coexistencia entre humanos y otros organismos biológicos es casi siempre posible, pero tendrá un coste. Por eso, probablemente la medida de gestión más importante sea garantizar que esos costes se repartan entre los miembros de una sociedad, y que la gente se ponga de acuerdo colectivamente sobre cuáles son los costes aceptables de la coexistencia.

En su último trabajo sobre lobos y osos en la Cordillera Cantábrica estudia sus cambios de comportamiento por la presencia humana. ¿Por qué es importante saber más sobre este aspecto?

Este interés se debe a dos razones. Primero de todo, los grandes depredadores, como los lobos y los osos, influyen en muchos otros organismos. Por lo tanto, para poder evaluar plenamente nuestra influencia en los ecosistemas, no solo tenemos que medir los impactos directos de nuestras propias actividades, sino también los indirectos que podemos causar al cambiar su comportamiento. Además, estas dos especies son propensas al conflicto y, por tanto, difíciles de gestionar. Es importante comprender cualquier cambio de comportamiento provocado por el hombre que pueda influir en dicha tarea.

Los grandes depredadores, como los lobos y los osos, influyen en muchos otros organismos

Hicieron un seguimiento de su actividad nocturna y diurna. ¿Cómo se comporta el lobo a la hora de cazar y qué podemos aprender de ellos para que los ganaderos no tengan pérdidas?

Los lobos suelen perseguir a sus presas y cazan principalmente al amanecer, al atardecer y por la noche. Por ello, mantener un control estricto del ganado, sobre todo durante esas horas, es un método eficaz para restringir los daños, pero no es el único. Sin embargo, todos los métodos para evitar pérdidas incurren en costes, lo que puede impedir que los ganaderos los adopten.

Fredrik Dalerum. / Foto cedida por el investigador

Fredrik Dalerum. / Foto cedida por el investigador

¿Qué papel tiene el lobo en los hábitats europeos en los que vive?

La fuerza relativa de la depredación como mecanismo regulador disminuye con el descenso de la productividad. En entornos de productividad media a baja, como los de Europa, esta fuerza como mecanismo regulador de los ecosistemas es relativamente limitada. Esto se pone de manifiesto, por ejemplo, en las zonas bastante extensas con hábitats relativamente funcionales, pero donde los grandes depredadores se han extinguido. Las Islas Británicas son un buen ejemplo.

Personalmente, creo que los lobos no llegarán a ser fuerzas reguladoras fuertes en los ecosistemas europeos. Sin embargo, esto no es un argumento para no intentar mantener poblaciones viables.

¿Cuál es el estado de conservación actual en Europa?

Si la pregunta se refiere al estado de la población de lobos europeos, no me gustaría adelantarme a una posible evaluación formal. Sin embargo, está bien documentado que los lobos están presentes en casi toda Europa, pero con hábitats fragmentados.

Un informe reciente de la UE sugiere que aproximadamente la mitad de los estados miembros declaran una protección legal estricta del lobo

¿Qué países son los que tiene una mejor política de conservación?

El lobo está protegido en toda Europa, pero se permiten excepciones a esta norma general. Un informe reciente de la UE sugiere que aproximadamente la mitad de los estados miembros declaran una protección legal estricta del lobo, aproximadamente una cuarta parte lo protegen pero permiten su caza en circunstancias excepcionales, y la otra cuarta parte lo declara especie cinegética.

¿Qué podría ocurrir si se quitase la protección a esta especie?

En un escenario ideal, desaparecería toda o, al menos, parte de la persecución ilegal no regulada actualmente hacia el lobo, sería regulada y, por tanto, controlada. En el peor de los casos, se producirían muchas extinciones locales. Esto llevaría nuevamente a la retirada de la especie de la lista de especies cinegéticas.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons

Ana María Cetto, física de la Universidad Nacional Autónoma de México: “La mecánica cuántica es una descripción muy elegante de lo que está por encima de lo que vemos”

La catedrática mexicana conjuga su actividad en el laboratorio y la difusión de los postulados de la física cuántica con su compromiso ciudadano. Durante la Guerra Fría participó en el movimiento contra el armamento nuclear y hoy insta a que las instituciones de investigación recuperen el control de la ciencia que producen.

Ana María Cetto durante el evento sobre ciencia abierta (4th Open Science FAIR Conference) celebrado en Madrid. / FECYT

La biografía de Ana María Cetto (México, 1946) indica que es la primera mujer doctorada en Física en México. Catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y profesora de biofísica de la Universidad de Harvard, su área de investigación es la mecánica cuántica.

Ha escrito 25 libros y cientos de artículos en revistas especializadas, pero su vida excede las paredes del laboratorio, porque está comprometida con la ciencia que afecta a los ciudadanos, con el antibelicismo y con el acceso público y justo a los avances en investigación. Ve al mundo como un lugar rico frente al que hay que plantar una cara optimista.

Se define a sí misma como “una científica informada, que ha participado en el movimiento antinuclear”, tanto “por el lado gubernamental» como «por el no gubernamental”. Lo aclara mientras recuerda su activismo en las Conferencias Pugwash por la eliminación de todas las armas de destrucción masiva, durante la Guerra Fría.

También cree que las mujeres “obligadas a actuar o a rendir a la par con los hombres cuando entran al medio científico”, suelen “dejar a un lado valores que ellas promoverían de forma natural”, lo cual significa “una especie de renuncia” que lamenta.

Hablamos con ella durante la 4th Open Science FAIR Conference, un evento sobre ciencia abierta organizado en el marco del la presidencia española del Consejo de la Unión Europea, a finales de septiembre de 2023, en el museo Reina Sofía de Madrid.

¿Se suele pensar primero en lo que se quiere investigar y luego se busca financiación, o sucede a la inversa?

En Europa y en Estados Unidos, todo es muy mercantil. Este es un proceso que se inició después de la Segunda Guerra en EE UU y ha tenido influencia en el resto del mundo, porque ha llegado en paralelo el avance de la ciencia con el crecimiento de la ciencia institucionalizada. Así, los mecanismos de financiación se han convertido en parte del sistema científico mismo. Y no era así en la mitad en la primera mitad del siglo pasado.

Parece que en Latinoamérica rige más el valor del saber que el del mercado: consideramos que cualquier conocimiento y, en particular, el generado con bienes públicos (aunque no solamente) debe estar accesible a todos, para beneficio de todos y de la ciencia misma.

En Latinoamérica rige más el valor del saber que el del mercado: consideramos que cualquier conocimiento, sobre todo el generado con bienes públicos, debe estar accesible a todos

Aquí hay dos sistemas en conflicto: el europeo y el latinoamericano. En el contexto de la ‘ciencia abierta’ y de las recomendaciones de la UNESCO, se usa cada vez más la noción de un ecosistema de ciencia abierta. Pero si queremos un verdadero ecosistema tenemos que tomar en cuenta estos conflictos y qué valores son los que van a regir. 

¿Cómo se logra menos peso del mercado si los avances científicos se publican en revistas privadas cuyo modelo de negocio es difundir el conocimiento conseguido con apoyo público?

Sin dejar de insistir en que las sociedades científicas y las instituciones de investigación o las universitarias recuperen el control de la comunicación, ¿por qué lo han cedido? Esto es un contrasentido, producto de la mercantilización.

Los científicos debemos ser conscientes de ello y buscar que lo que no está funcionando empiece a hacerlo, que esto se corrija.

En América Latina, todavía la tónica es pensar primero en qué queremos investigar, antes de buscar financiación. Por ejemplo, está el caso de un proyecto de ‘ciencia ciudadana’ que inicié en México, reuniendo a un grupo multidisciplinario (pero pequeño) de expertos en iluminación y en sus impactos.

¿Nos puede detallar más sobre este proyecto?

Lo llamamos Luces sobre la ciudad, con la intención de contribuir con nuestro conocimiento a una buena iluminación urbana en la ciudad de México. Allí confluían muchos problemas: hay contaminación lumínica, se desperdicia energía, no hay luz donde debiera y hay demasiada en donde no hace falta, malas luminarias, etcétera.

Lo iniciamos poco antes de la pandemia; luego llevé la iniciativa a la Secretaría de Ciencia y Tecnología del gobierno de la Ciudad de México, quienes se mostraron interesados. Ni siquiera pensamos en términos de financiación en un inicio, pero deliberamos acerca de dónde había que aportar más investigación.

Colaboraron expertos que no se conocían porque vienen de diferentes ramas. Poco después, fue emitida una ley federal contra la contaminación lumínica. Esa fue la oportunidad para que nos dirigiéramos a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, que era la responsable de elaborar la normativa.

Así, este grupo tuvo la motivación de saber que el trabajo que están haciendo va a redundar en las recomendaciones de una nueva reglamentación. Y buscamos financiación nada más que cuando tuvimos necesidad de contar con equipos más precisos de medición.

Usted hace investigación en el Instituto de Física de la UNAM y, además, da a conocer lo que estudia en un momento en que de física cuántica se habla quizá demasiado y no siempre con fundamentos ciertos. ¿Qué es lo que cree que habría que explicar mejor de su disciplina?

Es bueno que me pregunte esto, porque esa es una motivación muy profunda que tengo. Con mi colega y esposo estamos escribiendo un nuevo libro sobre mecánica cuántica para estudiantes. Damos conferencias y cursos, también.

Y, precisamente, a lo que nos hemos dedicado durante más de 50 años es a encontrar la fundamentación física de la mecánica cuántica. Porque hay preguntas abiertas y todo tipo de interpretaciones; algunas que van en contra de los principios más básicos de la física y, sin embargo, se habla de «la nueva física», pero no.

Circulan todo tipo de interpretaciones entre gente del público, aunque también entre colegas míos físicos… algunos hasta con premio Nobel, que afirman que un objeto puede estar en dos lugares al mismo tiempo o en dos estados al mismo tiempo. Son barbaridades desde el punto de vista de la física.

Decir que un objeto puede estar en dos lugares o en dos estados al mismo tiempo son barbaridades desde el punto de vista de la física

Entonces, nos hemos dedicado a entender qué hay detrás de la mecánica cuántica, qué es lo que nos está diciendo realmente, pero para entenderlo bien tenemos que ir por debajo de la mecánica cuántica, entender de dónde surge, de dónde salen todos estos postulados de los que está llena la teoría.

¿Qué es lo que hay debajo… o por qué se interpretó tan mal esto de los dos lugares o los dos estados al mismo tiempo?

Porque tuvo demasiado éxito cuando emergió la mecánica, como un formalismo con enorme éxito matemático, y con aplicaciones y comprobaciones experimentales también, sin entender realmente qué es lo que da lugar al fenómeno cuántico.

La gente no se detuvo a pensar, o a buscar las repuestas para estas preguntas. Las hicieron de lado y empezaron a dar a interpretaciones muy subjetivas, como que la mecánica cuántica nos dice que cuál es la nueva realidad. La realidad no nos la da la mecánica cuántica. Esta es una descripción eficiente, muy elegante, de lo que está por encima de lo que se ve. Pero no nos dice cómo se cuantiza la materia.

¿Qué sería lo verdadero de la mecánica cuántica, lo que se puede explicar de la cuantización?

Verdad es un término más bien filosófico, porque la ciencia busca entender mejor la realidad. Nunca vamos a entenderla completa porque es infinita, pero queremos entenderla mejor, para tener una visión más objetiva.

La ciencia busca entender mejor la realidad, aunque nunca vamos a entenderla completa porque es infinita

Eso es importante no solamente para los especialistas, también para el público: saber que hay una realidad que es enorme, y simplemente tenemos diferentes visiones de ella y que entre todos podemos aportar para entender mejor.

Ana María Cetto durante su ponencia en el marco del encuentro ‘Open science for next generation’, en el Museo Reina Sofía de Madrid (25 al 27 de septiembre de 2023). / FECYT

Por eso la mecánica cuántica tiene que ser mejor explicada al público general, pero no sobre la base de simples postulados o de todas estas interpretaciones raras (a veces, algunas medio mágicas). Se trata de visiones de una realidad que se nos escapa porque es muy compleja.

La mecánica cuántica tiene que ser mejor explicada al público general, pero no sobre la base de simples postulados o interpretaciones raras, a veces medio mágicas

Es como si estuviéramos diferentes microscopios y cada uno nos dice algo del mismo objeto, pero ninguno nos da la realidad completa.

Entonces, la idea de la mecánica cuántica aúna diferentes maneras de medir (o leer) la realidad…

De interpretarla. Incluso diferentes formalismos nos dicen cosas distintas, pero ninguno llega al fondo. Entonces, tenemos la intención de, al menos, tener una visión clara para saber de dónde vienen estos postulados de los que ahora están llenos los libros de texto. Se postula el principio de indeterminación o se postula la ecuación de tal o cual, pero una teoría completa no puede estar construida a base de postulados. Hay que entender de dónde vienen esos postulados.

¿Habría, pues, algunos postulados verificables y otros, no?

Verificables todavía no, porque se necesitarían tiempos muy breves (más breves de estos con los que contamos ahora en el laboratorio), pero, teóricamente, algunos postulados forman un conjunto congruente de explicaciones. Por ejemplo, lo que te permite entender este carácter aparentemente dual de la materia. Los electrones siguen siendo partículas, los átomos están hechos de partículas (de electrones, de protones), pero tienen un carácter ondulatorio, cuando se les analiza estadísticamente.

Y eso se debe a que esas partículas —elementales o no— están en permanente contacto con un campo de radiación de fondo que les imprime características ondulatorias, porque los campos sí están hechos de ondas. Entonces, esas propiedades ondulatorias de las partículas son adquiridas por ellas porque están en permanente contacto con un fondo ondulatorio.

¿Esta interacción con un ambiente ondulatorio es lo que hace que las partículas aparenten ser duales, o una cosa y la otra a la vez?

Exactamente, eso es. Aparentemente es la palabra que nos permite entenderlo. Y que haya no localidades: son aparentes. No es que el mundo sea no local; los fenómenos físicos son perfectamente locales, pero cuando tienes a las partículas interaccionando con ondas, aparecen esas no localidades. Porque las ondas transmiten (o median) la información de un lado a otro, entre partículas. Eso es lo que permite entender el fenómeno de entrelazamiento cuántico, que está ahora muy de moda por su uso en las telecomunicaciones.

Los fenómenos físicos son perfectamente locales, pero cuando tienes a las partículas interaccionando con ondas, aparecen esas no localidades

Finalmente, tanto la propia existencia como el medio ambiente y la ciencia se explican por las interacciones…

Sí, que además tienen efectos recíprocos para ambas partes. Por eso es importante pensar en un átomo como un sistema: no es que el átomo esté formado nada más que por el núcleo y los electrones; está formado también por el medio en el vive, con el que está interaccionando, y eso es lo que lo cuantiza.

¿Podría tratarse de una excelente metáfora de la vida: lo que cuantiza es la interacción?

Cuantizar sería lo que nos hace diferentes. Somos los mismos, pero al interaccionar formamos parte de un conjunto, sometido a las reglas del conjunto.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons

Françoise Berthoud, ingeniera informática e investigadora del CNRS: “La industria digital promueve el aumento de la producción y el consumo sin contar con los efectos”

La investigadora y ecóloga francesa hace hincapié en la forma en la que tendemos a invisibilizar la huella digital. No se trata solo de reducir el streaming por los gases de efecto invernadero que este genera, sino de ser sobrios en el consumo y en tomar conciencia del daño que causamos a la salud de las personas y del planeta. Así lo sugiere en el documental Frankenstream. El monstruo que nos devora, que alerta sobre el impacto global de la industria de internet

Françoise Berthoud, especialista en biomatemáticas y ecología, investigadora del CNRS de Francia. / Foto cedida por la entrevistada

Uno de los elefantes en la habitación de nuestras vidas contemporáneas es lo que contaminamos y nos contaminan en esta era digital. Dependientes confesos de nuestros smartphones y otros dispositivos electrónicos, no queremos ni pensar en lo que deja a su paso la industria de internet.

Sin embargo, hay quienes estuvieron allí desde el nacimiento de la web, contribuyendo a su desarrollo, que hoy se ocupan activamente de concienciar a los usuarios sobre las prioridades en esta lucha contra la polución digital. Es el caso de la ingeniera informática y ecóloga Françoise Berthoud, investigadora en Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS) e impulsora de la plataforma EcoInfo.

Este es el enfoque del documental Frankenstream. El monstruo que nos devora, producido por el canal cultural europeo Arte.tv, que está estructurado en cuatro capítulos y da cuenta de cómo el streaming (transferencia de datos en flujo continuo y tiempo real), aparentemente inofensivo, tiene un creciente impacto ambiental. En él dan su testimonio tanto Berthoud como otros padres fundadores y desarrolladores de la web.

En este documental, la ingeniera del CNRS destaca el hecho de que, en el mundo occidental, ya desde el vocabulario se perpetúa la idea de que la industria digital es ‘virtual’, en el sentido de ‘desmaterializada’. Y habla de todo lo que podemos alojar en ‘nubes’, remarcando la ironía de lo que parece ‘etéreo’ y no lo es… “Como si pagar los impuestos online no requiriese ninguna materia”, comentará luego en una entrevista telefónica con SINC desde la localidad francesa de Grenoble.

Berthoud baja la conversación a tierra, a la Tierra con sus límites materiales. En efecto, ella comenzó su carrera como especialista en biomatemáticas y encargada de las máquinas de su centro de investigación, utilizando aquellos viejos equipos informáticos que, en los años 80, ocupaban mucho espacio físico. Así, pronto advirtió que para hacer cálculos en ordenadores más eficaces se requería una mayor potencia eléctrica, porque la que había no alcanzaba.

A ese primer tope, se sumaron las dimensiones de la sala, la cual también hubo que ampliar para dar cabida a más computadoras y más potentes, según rememora la experta.

En cuanto a la existencia de los ordenadores, el avance tecnológico consiguió empequeñecerlos, abaratarlos y extender su uso a toda la población, por lo que su huella ‘material’ hoy abarca al mundo entero. Así llegamos a las primeras décadas del siglo XXI, cuando los internautas apenas imaginan que “detrás de su foto almacenada en Google en la otra punta del mundo, hay tanto material que se moviliza”, apunta.

¿Cuándo empezó a ser consciente del impacto ambiental que tenía el desarrollo de lo digital?

En los años 80, cuando el laboratorio de informática se quedó estrecho para albergar las computadoras que necesitaban los físicos para sus simulaciones. Entonces, empecé a pensar en la noción de los límites en la habitación, e hice la conexión con los del planeta.

¿Son relevantes documentales como el de Arte.tv para concienciar a los usuarios?

Aunque estoy de acuerdo con la mayor parte de las cosas que allí se dicen, cuando participo en uno de estos audiovisuales me digo que esta será la última vez, porque hay muchos otros impactos de la industria digital que se pasan por alto.

Habría que prestar atención al consumismo promovido por el sector digital, algo que va más allá de ver un vídeo con menos resolución para generar menos CO2

Me parecería importante que este tipo de documentales expliciten su propósito, porque, en efecto, lo digital tiene un impacto sobre el cambio climático, pero la mayor parte del daño no tiene que ver con que la gente mire un vídeo en streaming.

A mi juicio, lo esencial es que la industria digital promueve el aumento de la producción y el consumismo en la sociedad sin contar con los efectos sobre la concentración de poder y el hecho de que las personas se vuelvan adictas a cierto tipo de comunicación. Y eso perjudica su capacidad para desarrollar un espíritu crítico. En esta dirección, habría que enfocar el problema, que va más allá de ver un vídeo con menos resolución para generar menos CO2.

‘Frankenstream. El monstruo que nos devora’ puede verse en abierto en Arte.tv.

¿Hay una paradoja en lo ‘Frankenstream’ si estamos viendo estos documentales en streaming?

Se elige hablar de la ‘sobriedad digital’; esto es, de cambiar la forma en que se diseñan los servicios digitales y la manera en que utilizamos los equipos para que los servidores tengan menos impacto en el medio ambiente. En cambio, yo digo que no se trata de sobriedad a secas.

La sobriedad digital no tiene sentido si no se extiende a lo demás, es decir, si montas un servicio con cuidado de que el servidor no consuma demasiada energía, pero este servicio consiste en enviar publicidad para que la gente compre mis mercancías, ahí es cuando entra en juego la sensibilidad.

La tecnología digital no es neutra en el medio ambiente. Pero, de repente, en lugar de mirar la cuestión de su uso global, en lugar de hacerse preguntas como si es pertinente usar la inteligencia artificial para el triaje en las urgencias de los hospitales, las administraciones y las empresas van a hacer lo mismo pero con tecnología digital ‘sobria’. No se preguntan por las necesidades que tenemos sino por optimizar la IA para que consuma menos energía…

Utilizar el calor de los servidores de centros de datos para que crezcan tomates en lugares donde no se cultivarían, debido a que no es la estación correcta o no tienen el clima adecuado, me parece poco inteligente

¿Qué piensa de iniciativas como la de utilizar el calor de los servidores de un centro de datos para cultivar hortalizas en invernaderos de Suecia, por ejemplo?

Este calor de los data center lo llamamos el ‘calor fatal’. Utilizar el calor para que crezcan los tomates en lugares donde no se cultivarían porque no es la estación correcta o no tienen el clima adecuado me parece bastante poco inteligente. Estamos intentando optimizar algo manteniendo el sistema tal y como está sin reflexionar y decidir que sería mejor no cultivar tomates en ese sitio.

Y cuando tengamos el calor residual, tal vez debamos utilizar otros sistemas de optimización en su lugar o, tal vez, trasladar el centro de datos a un sitio en el que podamos utilizar el aire exterior para refrigerarlo. Hay otras soluciones técnicas disponibles y que no necesitan desarrollos técnicos suplementarios.

De nuevo, esto sería desviar las prioridades, porque los data center no constituyen el problema principal de lo digital. Su impacto ambiental está ligado fundamentalmente a los terminales, lo que usted y yo tenemos en nuestras casas (los ordenadores, tabletas, televisores, teléfonos, etcétera).

¿Entonces el gran impacto viene de nuestra responsabilidad por el consumo excesivo y la extracción intensiva de materias primas?

Efectivamente. Los impactos son de tres tipos: los ligados a la extracción de metales que se hace muy lejos de los lugares en los que consumimos (minerales que estamos contribuyendo a agotar). Y como no reciclamos mucho, esos metales ya se han perdido. El segundo es que la industria minera y el reciclaje en malas condiciones generan contaminación, que es bastante grave porque se trata de sustancias químicas bioacumulativas que permanecen en la cadena alimentaria durante mucho tiempo y tienen efectos sobre las hormonas o en la aparición de diferentes tipos de cáncer.

Además, los equipos que usamos contienen plásticos que liberan disruptores endocrinos, que circulan a través del polvo de la casa. Esto resulta dañino para la biodiversidad y la salud humana. Pero, en el campo de la salud, también cuentan otros efectos por la excesiva utilización de pantallas.

En tercer lugar, en cuanto a lo medioambiental, figuran las emisiones de gases de efecto invernadero que provienen del uso de combustibles fósiles, especialmente durante la extracción de metales, la fabricación de equipos y luego, por supuesto, durante su uso, por la electricidad. Por cierto, también hay un problema con el agua que se utiliza, especialmente durante la extracción de metales.

Es preocupante la falta de atención y el desapego de los padres cuando son ellos los que están frente a una pantalla

¿Existen otros asuntos invisibilizados o disfrazados sobre los que sensibilizar los usuarios?

Yo hago mucho hincapié en los impactos indirectos de la tecnología digital para animar a la gente a pensar de una manera más sistémica. A este lado del mundo, habría que poner parte del énfasis en los efectos de la sobreutilización de pantallas en la salud humana. En los adultos, hay problemas ligados a la reducción en la cantidad y la calidad del sueño, o por el estilo de vida sedentario. Y están los riesgos relacionados con la vista: en los niños menores de 3 años, que no deberían mirar pantallas en absoluto, y en los bebés, este problema es especialmente grave, porque su vista se está desarrollando. Además, es preocupante la falta de atención y el desapego de los padres cuando son ellos los que están frente a una pantalla.

Fotograma del documental ‘Frankenstream. El monstruo que nos devora’, producido por Arte.tv.

¿Cuáles serían sus recomendaciones?

En cuanto a una menor utilización de material, creo que actualmente podríamos proponer que la garantía legal de base de todos estos equipos se ampliara a 10 años, por ejemplo, y los fabricantes tienen capacidad para hacerlo. Estas recomendaciones podrían hacerse a escala de la Unión Europea a través de requisitos públicos exigibles a los fabricantes.

Hay que liberarse un poco de las garras de lo digital para encontrar espacio en la cabeza que nos permita pensar en la construcción de un mundo diferente

Otro conjunto de posibles soluciones podría pasar por los padres y por dejar de usar pantallas en las escuelas. También haría falta contar con legislación que no permitiera la publicidad que promueve ciertas adicciones o la pornografía de libre acceso en internet. En este sentido, el problema no es el porno —ni el ancho de banda que ocupe— sino que casi la mitad de los niños al final de la escuela primaria,es decir, a los 10 años, ya accede al sexo online y eso tiene un impacto enorme en la sexualidad de los jóvenes.

En fin, hay que liberarse un poco de las garras de la tecnología digital para poder encontrar espacio en la cabeza que permita pensar en la construcción de un mundo diferente.

Una estela como la de la industria de la aviación

A la hora de dar a la tecla enter en una búsqueda de Google resulta difícil detenerse a pensar en la  huella de carbono que este gesto genera. No obstante, la contaminación que provoca la industria de internet comenzó a alarmar a los expertos hace ya una década. Porque en 2013, nuestra existencia online producía unos 830 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) por año, que equivalía al 2 % de las emisiones globales, la misma proporción que toda la industria de la aviación.

Desde entonces, la cosa ha empeorado bastante, ya que, en 2020, lo digital comportaba el 4 % de la cifra global de gases de efecto invernadero, es decir, el doble de lo que contaminan todos los vuelos mundiales, según los informes del laboratorio internacional The shift Project. De esta cifra, aproximadamente el 20 % corresponde al streaming (visionado de series y películas, radio, Youtube o llamadas online) y el consumo de energía de la tecnología digital sigue creciendo.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons