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Domingo de Pascua: El Papa Francisco dice que Cristo no se “puede reducir a un héroe del pasado”

la solemne Misa del Domingo de Pascua de Resurrección que fue presidida por el Cardenal Angelo ComastriLa solemne Misa del Domingo de Pascua de Resurrección que fue presidida por el Cardenal Angelo Comastri | Crédito: captura de pantalla Vatican Media

El Papa Francisco pidió buscar a Cristo «en lo cotidiano”, acompañando como Él “las lágrimas de los que sufren”, porque la Resurrección hace imposible reducirlo «a un héroe del pasado” o ser indiferente al sufrimiento.

“Él está vivo y permanece siempre con nosotros, llorando las lágrimas de quien sufre y multiplicando la belleza de la vida en los pequeños gestos de amor de cada uno de nosotros”, expresó en el texto de la homilía que preparó para la solemne Misa del Domingo de Pascua de Resurrección que fue presidida en su lugar por el Cardenal Angelo Comastri.

Alegre Misa del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro. Crédit: Daniel Ibañez/EWTN News
Alegre Misa del Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro. Crédit: Daniel Ibañez/EWTN News

El rito comenzó con el tradicional Resurrexit con el que se invitó a todos los presentes en la Plaza de San Pedro y a quienes siguieron la celebración en directo a unirse al júbilo de la victoria de Jesucristo sobre la muerte.

El Pontífice, que este Sábado Santo sorprendió a un grupo de peregrinos cuando se presentó por sorpresa en la Basílica de San Pedro para rezar, indicó que el anuncio de la Pascua es que “la muerte” no ha podido retener a Cristo, que “ya no está envuelto en el sudario, y por tanto no se le puede encerrar en una bonita historia que contar”.

Más de 10.000 ramos de flores adornaron la Plaza de San Pedro. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
Más de 10.000 ramos de flores adornaron la Plaza de San Pedro. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

En la homilía, el Papa Francisco reflexionó sobre la actitud que asumieron los discípulos,  que al recibir “la desconcertante noticia, corrían los dos juntos”.

“¡Todos los protagonistas de los relatos pascuales corren! Y este “correr” expresa, por un lado, la preocupación de que se hubieran llevado el cuerpo del Señor; pero, por otro lado, la carrera de la Magdalena, de Pedro y de Juan manifiesta el deseo, el impulso del corazón, la actitud interior de quien se pone en búsqueda de Jesús”, explicó el Santo Padre al constatar de este modo que los cristianos no pueden quedarse inmóviles.

Otro momento de la celebración. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
Otro momento de la celebración. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

“Porque si ha resucitado de entre los muertos, entonces Él está presente en todas partes, habita entre nosotros, se esconde y se revela también hoy en las hermanas y los hermanos que encontramos en el camino, en las situaciones más anónimas e imprevisibles de nuestra vida”, manifestó.

Por eso la fe pascual, enfatizó, “está lejos de ser una solución estática o un instalarse tranquilamente en alguna seguridad religiosa”.

Los Cardenales de la Curia participaron en la Misa del Domingo de Pascua. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
Los Cardenales de la Curia participaron en la Misa del Domingo de Pascua. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

Por el contrario, el Pontífice señaló que la Pascua “impulsa al movimiento” y a tener ojos capaces de “ver más allá, para descubrir a Jesús, el Viviente, como el Dios que se revela y que también hoy se hace presente, nos habla, nos precede y nos sorprende”.

“Esta es la esperanza más grande de nuestra vida: podemos vivir esta existencia pobre, frágil y herida, aferrados a Cristo, porque Él ha vencido a la muerte, vence nuestras oscuridades y vencerá las tinieblas del mundo, para hacernos vivir con Él en la alegría, para siempre”, indicó al tiempo que puso énfasis en que el Jubileo de la Esperanza 2025 llama a los fieles a renovar su esperanza y compartirla con la humanidad.

Icono bizantino de Cristo Resucitado. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
Icono bizantino de Cristo Resucitado. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

Y agregó: “No podemos aparcar el corazón en las ilusiones de este mundo ni encerrarlo en la tristeza; debemos correr, llenos de alegría. Corramos al encuentro de Jesús, redescubramos la gracia inestimable de ser sus amigos”.

Finalmente, el Cardenal Cosmatri agradeció al Santo Padre su esfuerzo por preparar la homilía: «Gracias Papa Francisco, por esta fuerte invitación a despertar de nuevo nuestra fe en Jesús resucitado y vivo y siempre presente a nuestro lado», señaló tras desear una buena Pascua a todos los presentes.

El Papa Francisco imparte la bendición «Urbi et Orbi» en el Domingo de Resurrección

“Queridos hermanos y hermanas, ¡Buena Pascua!”, exclamó el Santo Padre acompañado por su enfermero personal, Massimiliano Strappetti.

El Pontífice, de 88 años, que se presentó en silla de ruedas y sin cánulas canales deseó una feliz Pascua a todos los presentes y anunció, con la voz notablemente fatigada, que sería el Maestro de Ceremonias Pontificias, Mons. Diego Ravelli, quien leyera en su nombre el mensaje pascual dirigido a toda la Iglesia Católica y al mundo entero.

“Que nunca falle el principio de humanidad como eje cardinal. Ante la crueldad de los conflictos, no podemos permitirnos olvidar que no se ataca a objetivos, sino a personas con alma y dignidad», expresó el Pontífice, que proseguirá la convalecencia por la neumonía bilateral al menos hasta finales de mayo, según la prescripción de sus médicos.

Cuando apareció, estalló el júbilo entre las 35.000 de personas presentes en la Plaza de San Pedro.

Más de 35.000 personas en la Plaza de San Pedro. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
Más de 35.000 personas en la Plaza de San Pedro. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

Y añadió: “En este día, quisiera que volviéramos a esperar y a confiar en los demás —incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos diferentes de los que a nosotros nos resultan más familiares—; pues todos somos hijos de Dios. Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible”.

El Papa Francisco impartió la Benedición Apostólica pero no pudo leer el mensaje pascual. Crédito: Daniel Ibañez/EWTN News
El Papa Francisco impartió la Benedición Apostólica pero no pudo leer el mensaje pascual. Crédito: Daniel Ibañez/EWTN News

No ceder a la lógica del miedo que aísla

El Santo Padre instó de forma específica a los responsables políticos “a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”.

“Estas son las ‘armas’ de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte. Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad”, resaltó.

Así, lanzó un llamado urgente a la paz y la fraternidad y recorrió los principales focos de conflicto armado, recordando a “todas las víctimas, cuyas lágrimas han sido recogidas» por Cristo.

El Papa Francisco reapareció en San Pedro sin las cánulas nasales. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
El Papa Francisco reapareció en San Pedro sin las cánulas nasales. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

«Que irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa»

El Pontífice recordó la conmemoración conjunta este año de la Pascua católica y ortodoxa en la Iglesia del Santo Sepulcro y pidió que “se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero”. Al referirse al conflicto entre israelíes y palestinos, el Papa afirmó: “Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino”.

A continuación denunció asimismo el “creciente clima de antisemitismo” y apeló a un cese inmediato de las hostilidades en Gaza.

De este modo, pidió a las partes beligerantes “que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz”.

El Santo Padre pidió oraciones por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria “que ansían la estabilidad y la participación en el destino de sus respectivas naciones”.

Yemen y la martirizada Ucrania

El Pontífice también dirigió en el mensaje pascual un saludo especial al pueblo de Yemen, “que está viviendo una de las peores crisis humanitarias ‘prolongadas’ del mundo a causa de la guerra”, e invitó a la comunidad internacional a buscar soluciones mediante “un diálogo constructivo”.

Como suele hacer en todas sus citas públicas el Pontífice reclamó el don de la paz para “la martirizada Ucrania” e instó a todos los “actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera”.

Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán

El Santo Padre expresó también su anhelo de “que se llegue pronto a la firma y a la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a la tan deseada reconciliación en la región” y realizó un llamamiento para que, en los Balcanes occidentales, “se eviten comportamientos peligrosos y desestabilizantes”.

En su repaso geográfico por el continente africano, el Papa Francisco deseó que “Cristo resucitado, nuestra esperanza, conceda paz y consuelo a los pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur” y sostuvo a quienes sufren en “el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos”.

Myanmar, «atormentado desde hace años por conflictos armados»

Finalmente, al mencionar Asia, pidió no olvidar a Myanmar, que sufrió un catastrófico terremoto de magnitud 7,7 el pasado 28 de marzo que mató a más de 3.600 personas, si bien el número de víctimas puede seguir aumentando. “Que en este tiempo no falte nuestra ayuda al pueblo birmano, atormentado desde hace años por conflictos armados, que afronta con valentía y paciencia las consecuencias del devastador terremoto en Sagaing”, señaló.

Pidió, finalmente, que en este Año jubilar, la Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos. “Queridos hermanos y hermanas: en la Pascua del Señor, la muerte y la vida se han enfrentado en un prodigioso duelo, pero el Señor vive para siempre y nos infunde la certeza de que también nosotros estamos llamados a participar en la vida que no conoce el ocaso, donde ya no se oirán el estruendo de las armas ni los ecos de la muerte. Encomendémonos a Él, porque sólo Él puede hacer nuevas todas las cosas. ¡Feliz Pascua a todos!“, concluyó.

El Papa Francisco recorrió la Plaza de San Pedro en papa móvil. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
El Papa Francisco recorrió la Plaza de San Pedro en papa móvil. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

Después el Pontífice recorrió durante unos minutos la plaza de San Pedro para saludar y bendecir a los fieles presentes.

Texto con las meditaciones del Papa Francisco para el Vía Crucis del Coliseo

El Papa Francisco preparó personalmente los textos para el Vía Crucis de este Viernes Santo en el Coliseo de Roma, si bien no podrá participar en este acto litúrgico por seguir convaleciente de la neumonía bilateral que puso en peligro su vida en dos ocasiones.

Introducción

La vía del Calvario pasa por nuestras calles de todos los días. Nosotros, Señor, por lo general vamos en dirección opuesta a la tuya. Precisamente de ese modo puede ocurrir que nos encontremos con tu rostro, que nos crucemos con tu mirada. Nosotros avanzamos como siempre y tú vienes hacia nosotros. Tus ojos nos leen el corazón. Entonces dudamos si continuar como si nada hubiera sucedido. Podemos darnos la vuelta, mirarte, seguirte. Podemos identificarnos con tu camino e intuir que es mejor cambiar de dirección.

Evangelio según san Marcos (10,21)
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Jesús es tu nombre y en ti verdaderamente «Dios salva». El Dios de Abrahán que llama, el Dios de Isaac que provee, el Dios de Jacob que bendice, el Dios de Israel que libera; en tu mirada, Señor que atraviesas Jerusalén, hay toda una revelación.

En tus pasos que salen de la ciudad está nuestro éxodo hacia una tierra nueva. Has venido a cambiar el mundo; esto significa para nosotros cambiar de dirección, ver la bondad de tus pasos, dejar trabajar en nuestro corazón la memoria de tus ojos.

El Vía Crucis es la oración del que se mueve; interrumpe nuestros recorridos habituales, para que del cansancio vayamos hacia la alegría. Es verdad, el camino de Jesús nos cuesta; en este mundo que calcula todo, la gratuidad tiene un alto precio. Pero en el don todo vuelve a florecer: una ciudad dividida en facciones y lacerada por los conflictos se encamina hacia la reconciliación; una religiosidad árida redescubre la fecundidad de las promesas de Dios; incluso un corazón de piedra puede convertirse en un corazón de carne. Sólo es necesario escuchar la invitación: «¡Ven! ¡Sígueme!». Y confiar en esa mirada de amor.

I estación: Jesús es condenado a muerte Evangelio según san Lucas (23,13-16)

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad». No fue así. No te dejó en libertad. Sin embargo, hubiera podido ser diferente.

Es el dramático juego de nuestra libertad. Aquello por lo cual, Señor, tanto nos estimaste. Diste confianza a Herodes, a Pilato, a amigos y a enemigos. Eres irrevocable en la confianza con la que te pones en nuestras manos. Podemos obtener de ella maravillas: liberando a quien es acusado injustamente, profundizando en la complejidad de las situaciones, contrastando los juicios que matan. Incluso Herodes hubiera podido seguir la santa inquietud que lo atraía hacia ti; no lo hizo, ni siquiera cuando se encontró finalmente en tu presencia. Pilato hubiera podido liberarte; ya te había absuelto.

No lo hizo. Jesús, el camino de la cruz es una posibilidad que ya hemos dejado pasar demasiadas veces. Lo confesamos: prisioneros de roles de los que no hemos querido salir, preocupados por las molestias de un cambio de dirección. Tú sigues estando ante nosotros, silenciosamente, en cada hermana y en cada hermano expuestos a juicios y prejuicios. Vuelven argumentos religiosos, objeciones jurídicas, el aparente sentido común que no se involucra en la suerte de los demás; miles de razones nos ponen de la parte de Herodes, de los sacerdotes, de Pilato y de la multitud.

Sin embargo, puede ser diferente. Jesús, tú no te lavas las manos. Sigues amando, en silencio. Has tomado tu decisión, y ahora nos toca a nosotros. Oremos diciendo: Abre mi corazón, Jesús Cuando ante mí hay una persona juzgada. Cuando mis certezas son prejuicios. Cuando me condiciona la rigidez. Cuando el bien me atrae secretamente.

Cuando quisiera tener valor, pero tengo miedo de perder.

Abre mi corazón, Jesús.

II estación: Jesús carga la cruz Evangelio según san Lucas (9,43b-45)

Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.

Desde hacía meses, quizás años, ese peso estaba sobre tus hombros, Jesús. Cuando hablabas de eso, nadie te prestaba atención; resistencia invencible, incluso al intuirlo. No la buscaste, pero sentiste que la cruz venía hacia ti, cada vez de una manera diferente. Si la acogiste, fue porque advertiste, más allá del peso, su responsabilidad. Jesús, el camino de tu cruz no es sólo en subida; es tu abajamiento hacia aquellos que has amado, hacia el mundo que Dios ama; es una respuesta, es asumir una responsabilidad. Cuesta, como cuestan los vínculos más auténticos, los amores más hermosos.

El peso que llevas describe el aliento que te mueve, ese Espíritu “que es Señor y da la vida”. Quién sabe por qué tememos incluso interrogarte sobre esto. En realidad, somos nosotros los que tenemos dificultad para respirar, a fuerza de evitar responsabilidades. Sería suficiente con no escapar y permanecer junto a aquellos que nos has dado, en los contextos donde nos has puesto.

Unirnos, sintiendo que sólo así dejamos de ser prisioneros de nosotros mismos. Lo había anunciado el profeta: “Los jóvenes se fatigan y se agotan, los adultos tropiezan y caen; pero los que esperan en ti renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan” (cf. Is 40,30-31).

Oremos diciendo:

Líbranos del cansancio, Señor Si nos angustiamos mirando a nuestro alrededor. Líbranos del cansancio, Señor Si nos parece no tener fuerzas para dedicarnos a los demás. Líbranos del cansancio, Señor. Si buscamos excusas para evadir las responsabilidades. Líbranos del cansancio, Señor. Si tenemos talentos y capacidades para poner en juego. Líbranos del cansancio, Señor. Si nuestro corazón sigue vibrando frente a la injusticia. Líbranos del cansancio, Señor.

III estación: Jesús cae por primera vez Evangelio según san Lucas (10,13-15)

«¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno».

Fue como un primer “tocar fondo” y pronunciaste palabras duras, Jesús, contra esos lugares que eran tan queridos para ti. La semilla de tu palabra parecía caer en el vacío y, del mismo modo, cada uno de tus gestos de liberación. Todo profeta se sintió caer en el vacío del fracaso, para seguir avanzando, después, en los caminos del Señor. Tu vida, Jesús, es una parábola; nunca cae en vano en nuestra tierra. Incluso esa primera vez, la decepción pronto fue interrumpida por la alegría de los tuyos, a los que habías enviado; regresaban de su misión y te narraban los signos del Reino de Dios.

Entonces tú exaltaste de alegría espontánea, exuberante, que hace saltar con una energía contagiosa. Bendijiste al Padre, que esconde sus designios a los sabios y entendidos, y los revela a los pequeños. También la vía de la cruz ha sido trazada de manera profunda en la tierra; los grandes se apartan de ella, quisieran tocar el cielo. Pero el cielo está aquí, ha descendido, es posible encontrarlo aun cayendo, aun permaneciendo en el suelo.

Los constructores de Babel nos dicen que no es posible equivocarse y que el que cae está perdido; es la obra del infierno. La economía de Dios, por el contrario, no mata, no descarta, no aplasta; es humilde, fiel a la tierra. Tu camino, Jesús, es el camino de las Bienaventuranzas: no destruye, sino que cultiva, repara, protege.

Oremos diciendo: Que venga tu Reino
Por aquellos que se sienten fracasados.
Para desafiar una economía que mata.
Para devolver la fuerza al que ha caído.
En las sociedades competitivas y entre los que buscan los primeros puestos. Que venga tu Reino
Por los que están en las fronteras y sienten que su viaje ha terminado.
Que venga tu Reino.

IV estación: Jesús encuentra a su madre Evangelio según san Lucas (8,19-21)

Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte». Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».

Tu madre está en la vía de la cruz; ella fue tu primera discípula. Con delicada determinación, con esa inteligencia de las cosas que le hace conservarlas y meditarlas en el corazón, tu madre está.

Desde el instante en el que le fue propuesto acogerte en su seno hizo un cambio, se convirtió a ti. Unió sus caminos a los tuyos. No fue una renuncia, sino un descubrimiento continuo, hasta el Calvario. Seguirte es dejar que sigas tu camino; tenerte es dar espacio a tu novedad. Lo sabe toda madre: un hijo sorprende. Hijo amado, tú reconoces que tu madre y tus hermanos son aquellos que escuchan y se dejan cambiar. No hablan, sino que hacen. En Dios las palabras son hechos, las promesas son realidades. En la vía de la cruz, oh Madre, estás entre las pocas que lo recuerda.

Ahora es el Hijo el que te necesita. Él percibe que tú no desesperas, que sigues engendrando la Palabra en tu seno. También nosotros, Jesús, logramos seguirte generados por quien te ha seguido.

También nosotros hemos venido al mundo por la fe de tu madre y de innumerables testigos que generan vida incluso allí donde todo habla de muerte. Aquella vez, en Galilea, fueron ellos los que querían verte. Ahora, subiendo al Calvario, tú mismo buscas la mirada del que te escucha y lo pone en práctica. Acuerdo indescriptible. Alianza indisoluble.

Oremos diciendo: He aquí a mi madre
María escucha y habla.
María pregunta y reflexiona.
María sale de su casa y viaja decidida.
María se alegra y consuela.
María acoge y cuida.
María se arriesga y protege.
María no teme juicios ni insinuaciones.
María espera y permanece.
María orienta y acompaña.
María no concede nada a la muerte.
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre
He aquí a mi madre

V estación: Jesús es ayudado por el Cirineo a llevar la cruz Evangelio según san Lucas (23,26)

Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.

No se ofreció, lo detuvieron. Simón regresaba de trabajar y lo cargaron con la cruz de un condenado. Habrá tenido el físico adecuado, cierto, pero su camino era otro, su plan era otro. Con Dios nos podemos tropezar con una situación así. Quién sabe por qué, Jesús, ese nombre ―Simón de Cirene― se hizo rápidamente imborrable entre tus discípulos. En el camino de la cruz no estaban ellos, tampoco nosotros, Simón, en cambio, sí. Sigue siendo válido hoy que mientras alguien ofrece todo de sí, nosotros, o podemos estar en otra parte, incluso tratando de huir; o bien, podemos involucrarnos. Jesús, nosotros creemos recordar el nombre de Simón porque aquel incidente lo cambió para siempre.

No cesó nunca de pensar en ti. Se volvió parte de tu cuerpo, testigo de primera mano de la diferencia entre ti y cualquier otro condenado. Simón de Cirene se encontró cargando con tu cruz, sin haberla pedido, como el yugo del que tú hablaste un día: «mi yugo es suave y mi carga liviana» (Mt 11,30). También los animales trabajan mejor si avanzan juntos. Y tú,

Jesús, amas involucrarte con tu trabajo, que prepara la tierra para que sea nuevamente sembrada.

Necesitamos esa sorprendente delicadeza. Necesitamos a alguien que nos detenga, a veces, y ponga sobre nuestros hombros algún trozo de realidad que simplemente necesita ser cargado. Se puede trabajar el día entero, pero sin ti, se desperdicia. En vano se cansan los constructores, en vano vigila el centinela de la ciudad que Dios no construye (cf. Sal 127). Por eso, en el camino de la cruz surge la nueva Jerusalén. Y nosotros, como Simón de Cirene, cambiamos rumbo y trabajamos contigo.

Oremos diciendo: Detén nuestra carrera, Señor Cuando vamos por nuestro propio camino, desinteresándonos de los demás. Detén nuestra carrera, Señor
Cuando las noticias no nos conmueven. Detén nuestra carrera, Señor
Cuando las personas se vuelven números. Detén nuestra carrera, Señor
Cuando nunca hay tiempo para escuchar. Detén nuestra carrera, Señor
Cuando tenemos prisa por decidir. Detén nuestra carrera, Señor
Cuando los cambios de programa no son permitidos. Detén nuestra carrera, Señor

VI estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús Evangelio según san Lucas (9,29-31)

Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.

Salmo 27 (27,8-9a) Mi corazón sabe que dijiste: «Busquen mi rostro».

Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí.

En tu rostro, Jesús, vemos tu corazón. Tu decisión se lee en tus ojos, traspasa tu semblante, vuelve tus facciones expresión de una atención inconfundible. Te fijas en Verónica y también en mí.

Yo busco tu rostro, que describe la decisión de amarnos hasta el último suspiro: incluso más allá, porque fuerte como la muerte es el amor (cf. Ct 8,6). Tu rostro, que quisiera imprimir y conservar, nos cambia el corazón. Tú te entregas a nosotros, día tras día, en el rostro de cada ser humano, memoria viva de tu encarnación. Cada vez que nos acercamos al más pequeño, en efecto, nos interesamos por tus miembros y tú permaneces con nosotros. De esta forma nos iluminas el corazón y la expresión de nuestro semblante. En vez de rechazar, ahora acogemos.

En el camino de la cruz nuestro rostro, como el tuyo, puede volverse finalmente resplandeciente y derramar bendiciones. Has grabado en nosotros la memoria, presentimiento de tu regreso, cuando nos reconocerás con la primera mirada, uno a uno. Entonces, tal vez, te asemejaremos. Y estaremos cara a cara, en un diálogo sin fin, en la intimidad de la que nunca nos cansaremos, familia de Dios.

Oremos diciendo: Graba en nosotros tu recuerdo, Jesús
Si nuestro rostro es inexpresivo.
Si nuestros proyectos excluyen.
Si nuestro corazón es indiferente.
Si nuestras actitudes causan división.
Si nuestras elecciones lastiman.
Graba en nosotros tu recuerdo, Jesús Graba en nosotros tu recuerdo, Jesús Graba en nosotros tu recuerdo, Jesús Graba en nosotros tu recuerdo, Jesús
Graba en nosotros tu recuerdo, Jesús

VII estación: Jesús cae por segunda vez Evangelio según san Lucas (15, 2-6)

Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”».

Caer y levantarse; caer y volver a levantarse. Así nos has enseñado a leer, Jesús, la aventura de la vida humana. Humana porque es abierta. A las máquinas no les permitimos equivocarse, las pretendemos perfectas. En cambio, las personas dudan, se distraen, se pierden. Y, sin embargo, conocen la alegría: aquella de los nuevos inicios, aquella de los renacimientos. Los humanos no se generan mecánicamente, sino artesanalmente: somos piezas únicas, un entrelazado de gracia y responsabilidad.

Jesús, te hiciste uno de nosotros; no tuviste temor de tropezar y de caer. Quien se avergüenza de ello, quien hace alarde de infalibilidad, quien oculta sus propias caídas y no perdona las de los demás, reniega del camino que tú has elegido. Tú eres, Jesús, el Señor de la alegría. En ti todos nos encontramos y somos llevados a casa, como la única oveja que se había perdido.

Deshumana es la economía en la que noventa y nueve valen más que uno. Sin embargo, hemos construido un mundo que funciona de ese modo; un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables. La ley de tu casa, economía divina, es otra, Señor. Volvernos a ti, que caes y te levantas, es un cambio de ruta y un cambio de paso. Conversión que devuelve alegría y nos lleva a casa.

Oremos diciendo: Levántanos, oh Dios, nuestra salvación
Somos niños que a veces lloran. Levántanos, oh Dios, nuestra salvación
Somos adolescentes que se sienten inseguros. Levántanos, oh Dios, nuestra salvación
Somos jóvenes que muchos adultos desprecian. Levántanos, oh Dios, nuestra salvación
Somos adultos que se han equivocado. Levántanos, oh Dios, nuestra salvación
Somos ancianos que aún quieren soñar. Levántanos, oh Dios, nuestra salvación

VIII estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén Evangelio según san Lucas (23,27-31)

Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: “¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!”

Entonces se dirá a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a los cerros: “¡Sepúltennos!”

Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?».

En las mujeres has reconocido desde siempre, Jesús, una particular correspondencia con el corazón de Dios. Por eso, en la gran multitud del pueblo que aquel día cambió dirección y te seguía, inmediatamente viste a las mujeres y, una vez más, estableciste con ellas una conexión especial. La ciudad es distinta cuando se lleva en el vientre a sus habitantes, cuando se amamanta a los niños: en definitiva, cuando no se conoce solamente el registro del dominio, sino que las cosas se viven desde dentro. A las mujeres que por deber llevan a cabo el rito de la compasión, tú les golpeas el corazón.

En efecto, es en el corazón donde se enlazan los acontecimientos y nacen los pensamientos y las decisiones. «No lloren por mí». El corazón de Dios vibra por su pueblo, genera una nueva ciudad. «Lloren más bien por ustedes y por sus hijos». En realidad, existe un llanto donde todo renace. Pero son necesarias lágrimas de reconsideración, de las que no hay que avergonzarse, lágrimas que no se pueden esconder en lo íntimo. Nuestra convivencia herida, oh Señor, en este mundo hecho trizas, necesita lágrimas sinceras, no de circunstancia. De lo contrario, se realizará lo que predijeron los apocalípticos: ya no generaremos nada y todo se derrumbará.

En cambio, la fe mueve montañas. Los montes y las colinas no se derrumban sobre nosotros, sino que en medio a ellos se abre un camino. Es tu camino, Jesús: un camino en salida, en el que los apóstoles te abandonaron, pero tus discípulas ―madres de la Iglesia― te siguieron.

Oremos diciendo: Danos un corazón materno, Jesús
Has poblado de santas mujeres la historia de la Iglesia. Danos un corazón materno, Jesús
Has repudiado la prepotencia y el dominio. Danos un corazón materno, Jesús
Has reunido y consolado las lágrimas de las madres. Danos un corazón materno, Jesús
Has confiado a las mujeres el mensaje de la resurrección. Danos un corazón materno, Jesús
Has inspirado en la Iglesia nuevos carismas y sensibilidad. Danos un corazón materno, Jesús

IX estación: Jesús cae por tercera vez Evangelio según san Lucas (7,44-49)

[Jesús] dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor».

Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?».

No sólo una o dos veces, tú caes de nuevo, Jesús. Te caías cuando eras niño, como todo niño. Así abarcaste y acogiste nuestra humanidad, que cae una y otra vez. Si el pecado nos aleja, tu existir sin pecado te acerca a todo pecador, te une indisolublemente a las caídas. Y esto mueve a la conversión.

Escándalo para quien toma distancia de los demás y de sí mismo. Escándalo para quien vive dividido en dos, entre lo que debería ser y lo que realmente es. En tu misericordia, Jesús, cae toda hipocresía. Las máscaras, las fachadas hermosas no sirven más. Dios ve el corazón. Ama el corazón.

Enciende el corazón. Y de esta manera me levantas y me colocas en caminos nunca antes recorridos, audaces, generosos. ¿Quién eres, Jesús, que perdonas también los pecados? De nuevo caído por tierra, en el camino de la cruz, eres el Salvador de esta tierra nuestra. No sólo la habitamos, sino que hemos sido plasmados con ella. Tú, por tierra, nos sigues modelando, como un hábil alfarero.

Oremos diciendo: Nosotros somos arcilla en tus manos
Cuando las cosas parecen no poder cambiar, acuérdate de nosotros: Nosotros somos arcilla en tus manos
Cuando de los conflictos no se ve el final, acuérdate de nosotros: Nosotros somos arcilla en tus manos
Cuando la tecnología nos engaña haciéndonos creer omnipotentes, acuérdate de nosotros: Nosotros somos arcilla en tus manos
Cuando los éxitos nos despeguen de la tierra, acuérdate de nosotros: Nosotros somos arcilla en tus manos
Cuando nos preocupa más la apariencia que el corazón, acuérdate de nosotros: Nosotros somos arcilla en tus manos

X estación: Jesús es despojado de sus vestiduras Libro de Job (1,20-22)

Entonces Job se levantó y rasgó su manto; se rapó la cabeza, se postró con el rostro en tierra y exclamó: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor!». En todo esto, Job no pecó ni dijo nada indigno contra Dios.

No te desnudas, te desnudan. La diferencia está clara para todos nosotros, Jesús. Sólo quien nos ama puede acoger nuestra desnudez entre sus manos y en su mirada. Tememos, en cambio, la mirada de quien no nos conoce y sólo sabe poseer. Estás desnudo y expuesto a todos, pero tú transformas incluso la humillación en familiaridad. Quieres revelarte íntimo incluso a quien te destruye, miras a quien te desnuda como a una persona amada que el Padre te ha dado. Aquí hay más que la paciencia de Job, incluso más que su fe. En ti está el Esposo que se deja tomar, tocar y trueca todo en bien. Nos dejas tus vestiduras, como reliquias de un amor consumado.

Están en nuestras manos, porque has estado en casa, has estado con nosotros. Nosotros tomamos tus vestiduras y ahora las echamos a suerte, pero la suerte, aquí, no favorece a uno, sino a todos. Nos conoces uno a uno, para salvar a todos, todos, todos. Y si la Iglesia te parece hoy como una vestidura rasgada, enséñanos a recoser nuestra fraternidad, fundada sobre tu entrega. Somos tu cuerpo, tu túnica indivisible, tu Esposa. Lo somos juntos. Para nosotros la suerte ha caído en un lugar de delicias, estamos contentos con nuestra herencia (cf. Sal 16,6).

Oremos diciendo: Concede a tu Iglesia paz y unidad
Señor Jesús, que ves divididos a tus discípulos. Concede a tu Iglesia paz y unidad
Señor Jesús, que llevas las heridas de nuestra historia. Concede a tu Iglesia paz y unidad
Señor Jesús, que conoces la fragilidad de nuestro amor. Concede a tu Iglesia paz y unidad
Señor Jesús, que nos quieres miembros de tu Cuerpo. Concede a tu Iglesia paz y unidad
Señor Jesús, que vistes la túnica de la misericordia. Concede a tu Iglesia paz y unidad

XI estación: Jesús es clavado en la cruz Evangelio según san Lucas (23,32-34a)

Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados. Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

Nada nos asusta más que la inmovilidad. Y tú estás clavado, inmovilizado, bloqueado. Lo estás, pero junto a otros, nunca solo; estás determinado a revelarte también en la cruz como el Dios con nosotros. La revelación no se detiene, no se clava. Tú, Jesús, nos muestras que en cualquier circunstancia hay una decisión que tomar. Y este es el vértigo de la libertad. Ni siquiera en la cruz estás neutralizado, tú decides para quién estás ahí. Tú prestas atención tanto a uno como a otro de los que están crucificados contigo; dejas deslizar los insultos de uno y acoges la invocación del otro.

Tú prestas atención a quien te crucifica y sabes leer el corazón de quien no sabe lo que hace. Tú prestas atención al cielo, lo quisieras más claro, pero rasgas la barrera de la oscuridad con la luz de la intercesión. Clavado, de hecho, intercedes, te pones en medio de las partes, entre los opuestos. Y los llevas a Dios, porque tu cruz derriba los muros, cancela las deudas, anula las sentencias, establece la reconciliación. Eres el verdadero Jubileo. Conviértenos a ti, Jesús, que clavado todo lo puedes. Oremos diciendo: Enséñanos a amar

Cuando nos sentimos con fuerzas y cuando parece que nos faltan. Enséñanos a amar
Cuando nos vemos inmovilizados por leyes y decisiones injustas. Enséñanos a amar
Cuando nos vemos contrastados por quien no quiere la verdad y la justicia. Enséñanos a amar
Cuando estamos tentados de perder la esperanza. Enséñanos a amar
Cuando se dice que “no hay nada más que hacer”. Enséñanos a amar

XII estación: Jesús muere en la cruz Evangelio según san Lucas (23,44b-49)

El sol se eclipsó […] El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo». Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

En el Calvario, ¿dónde estamos nosotros?, ¿bajo la cruz?, ¿a cierta distancia?, ¿lejos? O tal vez, como los apóstoles, ya no estamos. Tú expiras, y este respiro, último y primero, sólo pide ser acogido. Señor Jesús, orienta nuestros caminos hacia tu don. No permitas que tu soplo de vida se disipe. Nuestra oscuridad busca luz. Nuestros templos quieren permanecer definitivamente abiertos.

Ahora el Santo ya no está detrás del velo, su secreto se ofrece a todos. Lo percibe un militar, que observando de cerca cómo mueres reconoce un nuevo tipo de fuerza. Lo comprende la multitud que había gritado contra ti; antes estaba distante, pero ahora encuentra el espectáculo de un amor jamás visto, de una belleza que la hace volver a creer. A quienes te ven morir, Señor, tú les das el tiempo de volver, golpeándose el pecho, golpeándose el corazón, para que su dureza se haga pedazos. A nosotros, Jesús, que frecuentemente te miramos todavía desde lejos, concédenos vivir acordándonos de ti, para que un día, cuando vengas, también la muerte nos encuentre vivos.

Oremos diciendo: ¡Ven, Espíritu Santo!
Nos hemos mantenido a distancia de las llagas del Señor. ¡Ven, Espíritu Santo!
Ante el hermano caído hemos mirado hacia otro lado. ¡Ven, Espíritu Santo!
Los misericordiosos y los pobres en el espíritu parecen unos perdedores. ¡Ven, Espíritu Santo! Creyentes y no creyentes están frente al crucificado. ¡Ven, Espíritu Santo!
El mundo entero busca comenzar de nuevo. ¡Ven, Espíritu Santo!

XIII estación: Jesús es bajado de la cruz Evangelio según san Lucas (23,50-53a)

Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después [lo bajó] de la cruz. Finalmente, tu cuerpo está en las manos de un hombre bueno y justo. Tú estás envuelto en el sueño de la muerte, Jesús, pero el que se hace cargo de ti es un corazón vivo, que ha hecho una elección. José no era de aquellos que dicen y no hacen.

“Había disentido con las decisiones y actitudes de los demás”, dice el Evangelio. Y esto es una buena noticia: te abraza, Jesús, uno que no ha abrazado la opinión común. Se hace cargo de ti uno que ha asumido las propias responsabilidades. Estás en tu sitio, Jesús, en el seno de José de Arimatea, que “esperaba el Reino de Dios”. Estás en tu sitio entre quien espera todavía, entre quien no se resigna a pensar que la injusticia es inevitable. Tú rompes la cadena de lo ineludible, Jesús.

Rompes los automatismos que destruyen la casa común y la fraternidad. A quienes esperan tu Reino les das el valor de presentarse a las autoridades, como Moisés al Faraón, como José de Arimatea a Pilatos. Nos habilitas para grandes responsabilidades, nos haces audaces. Así, aun estando muerto, sigues reinando. Y para nosotros, Jesús, servirte es reinar.

Oremos diciendo: Servirte es reinar
Dando de comer a los hambrientos. Servirte es reinar
Dando de beber a los sedientos. Servirte es reinar
Vistiendo al desnudo. Servirte es reinar
Hospedando a los forasteros. Servirte es reinar
Visitando a los enfermos. Servirte es reinar
Visitando a los encarcelados. Servirte es reinar
Enterrando a los muertos. Servirte es reinar

XIV estación: Jesús es colocado en el sepulcro Evangelio según san Lucas (23,53b-56)

Lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

En un sistema que nunca se detiene, Jesús, tú vives tu sábado. Lo viven también las mujeres, a las que aromas y perfumes quisieran ya hablar de resurrección. Enséñanos a no hacer nada, cuando únicamente se nos pide esperar. Edúcanos en los tiempos de la tierra, que no son los del artificio. Colocado en el sepulcro, Jesús, compartes la condición que nos acomuna a todos y alcanzas los abismos que tanto nos asustan. Ves cómo los rehuimos, multiplicando nuestras actividades. Giramos frecuentemente en círculos, pero el sábado brilla con sus luces, nos educa y nos pide descanso. Vida divina, vida a la medida del hombre, la que conoce la paz del sábado.

«Cada uno se sentará bajo su parra y bajo su higuera, sin que nadie lo perturbe» (Mi 4,4),

profetizaba Miqueas. Y Zacarías se hace eco de esta palabra: «Aquel día –oráculo del Señor de los ejércitos– ustedes se invitarán unos a otros debajo de la parra y de la higuera» (Za 3,10). Jesús, que pareces dormir en un mundo tempestuoso, llévanos a todos a la paz del sábado. Entonces la creación entera nos parecerá muy buena y hermosa, destinada a la resurrección. Y habrá paz para tu pueblo y entre todas las naciones.

Oremos diciendo: Que venga tu paz
Para la tierra, el aire y el agua. Que venga tu paz
Para los justos y los injustos. Que venga tu paz
Para quien es invisible y carece de voz. Que venga tu paz
Para quien no tiene poder ni dinero. Que venga tu paz
Para quien espera un brote justo. Que venga tu paz

Invocación final

«“Laudato si’, mi’ Signore” – “Alabado seas, mi Señor”, cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana […]. Esta hermana clama por el daño que le provocamos» (Carta enc. Laudato si’, 1-2). «“Fratelli tutti”, escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio» (Carta enc. Fratelli tutti, 1). «“Nos amó”, dice san Pablo refiriéndose a Cristo […], para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada “podrá separarnos”» (Carta enc. Dilexit nos, 1).

Hemos recorrido la vía de la Cruz; nos hemos dirigido al amor del que nada podrá separarnos. Ahora, mientras el Rey duerme y un gran silencio cubre toda la tierra, haciendo nuestras las palabras de san Francisco invoquemos el don de la conversión del corazón.

¡Oh alto y glorioso Dios!,
ilumina las tinieblas de mi corazón.
Concédeme fe recta,
esperanza cierta,
caridad perfecta
y humildad profunda.
Concédeme, Señor, sabiduría y discernimiento
para cumplir tu santa voluntad. Amén.

  • Papa Francisco

Hoy celebramos el Jueves Santo, día de la Última Cena del Señor

El Jueves Santo es la “puerta de entrada” al Triduo Pascual, es decir, es el “inicio” del periodo más importante de la Semana Santa, en el que conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor.

Nos decía el Papa Francisco en la audiencia general del 31 de marzo de 2021: “La tarde del Jueves Santo, entrando en el Triduo pascual, reviviremos la Misa que se llama in Coena Domini [en la Cena del Señor], es decir la Misa donde se conmemora la Última cena, lo que sucedió allí, en ese momento. Es la tarde en la que Cristo dejó a sus discípulos el testamento de su amor en la Eucaristía, pero no como recuerdo, sino como memorial, como su presencia perenne. Cada vez que se celebra la Eucaristía… se renueva este misterio de la redención”.

La Misa de la Cena del Señor es la celebración central del Jueves Santo, pero no es la única celebración eucarística que se lleva a cabo, como veremos a continuación.

Cada Jueves Santo se celebran dos misas muy importantes.

En la mañana se celebra la llamada Misa Crismal, en la que se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos que serán usados en los sacramentos de iniciación. Por la tarde -como recordaba el Papa- se realiza la Misa de la Cena del Señor, acto central del día.

En la Misa Crismal, además, se realiza la renovación de las promesas sacerdotales de todos los presbíteros y sacerdotes incardinados en una diócesis frente al obispo local.

En la Misa de la Cena del Señor, a celebrarse al caer la tarde, se conmemora la última Pascua que Jesús pasó con los apóstoles, Pascua que habría de ser “redefinida” a partir del sacrificio de Cristo en la Cruz.

2.- La Misa de la Cena del Señor: ‘Un mandamiento nuevo’ 

La Iglesia Católica conmemora el Jueves Santo con una celebración eucarística muy especial, de profundo sentido litúrgico. En ella, el sacerdote realiza, a imitación de Cristo, el lavatorio de pies a doce personas de la asamblea -cada uno de estas como representante de uno de los apóstoles-.

Con este gesto, es Jesús mismo quien se pone enfrente de cada ser humano, haciéndose ‘paradigma’ -modelo y medida- de amor a través del servicio: “Si, pues, Yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis unos a otros lavaros los pies, porque os he dado el ejemplo, para que hagáis como Yo os he hecho” (Jn 13, 14-15).

Entonces, estando nuestros ojos fijos en el Maestro, escucharemos su voz que dice: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros: para que, así como Yo os he amado, vosotros también os améis unos a otros” (Jn 13, 34). Del Señor recibimos el ‘mandamiento nuevo’ de la caridad, ¡la propuesta más grande!, el reto más elevado, la aventura más hermosa. Esta es la iniciativa de Dios más importante, porque es una invitación a la que podemos responder si cooperamos con su gracia desbordante-.

Algunos años atrás, en conversación con ACI Prensa, el sacerdote y profesor de teología, P. Donato Jiménez, OAR, recordaba que durante el Jueves Santo debemos aprovechar la oportunidad de reconciliarnos con el prójimo, interiorizando la enseñanza de Jesús sobre la caridad. Jiménez recordaba también que mucha gente acude a la Eucaristía central del día, la Misa de la Cena del Señor, “por un acto de fe”, cosa que está bien, pero a la que hay que añadir “un corazón dispuesto a encontrar el sentido del amor al prójimo”.

Lo que no debemos perder de vista: la vida sacramental

Por otro lado, no debemos perder de vista que hoy celebramos simultáneamente que Cristo instituyó el Sacramento del Orden Sacerdotal, junto al Sacramento de la Eucaristía.

Eso quiere decir que Jesús estableció un antes y un después para la vida de la gracia, que cada uno debe acrecentar. Este quiebre o giro se produjo cuando Jesús partió el pan en la Última Cena y dijo a sus apóstoles: “Hagan esto en memoria mía”. En palabras del P. Jiménez, “en este día Jesús deja su testamento: la Eucaristía, el sacerdocio y el mandato de amarnos los unos a los otros”.

El Papa Francisco llama a los sacerdotes a “salir del clericalismo”

El cardenal italiano Domenico Calcagno leyó la homilía preparada por el Santo PadreEl cardenal italiano Domenico Calcagno leyó la homilía preparada por el Santo Padre | Crédito: Daniel Ibañez/EWTN News

“El Año Jubilar representa así, para nosotros los sacerdotes, un llamado específico a recomenzar bajo el signo de la conversión. Peregrinos de esperanza, para salir del clericalismo y convertirnos en anunciadores de esperanza”, aseguró el Santo Padre en la homilía que preparó para la Misa del Jueves Santo, celebrada en su lugar por el Presidente Emérito de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), el cardenal italiano Domenico Calcagno.

El Papa Francisco confió la celebración al Cardenal Calcagno. Crédito: Daniel Ibaéz/ EWTN News
El Papa Francisco confió la celebración al Cardenal Calcagno. Crédito: Daniel Ibaéz/ EWTN News

El Pontífice, de 88 años, sigue mejorando de sus problemas de salud, tanto desde el punto de vista de la movilidad como de la respiración y de la voz, pero ha optado por delegar en cardenales de la Curia las principales celebraciones litúrgicas de Semana Santa.

“El pastor que ama a su pueblo no vive en búsqueda de aprobación y consenso a toda costa”, afirmó en la homilía que pronunció el prelado italiano ante cerca de 4.300 personas.

En esta celebración, los sacerdotes renuevan ante el obispo las promesas que hicieron el día de su ordenación.

Se llama Misa Crismal porque incluye la bendición de los santos óleos, que servirán a lo largo del año para impartir los sacramentos de la confirmación, la unción de los enfermos y la ordenación sacerdotal. El cardenal Calcagno la ha celebrado en la Basílica de San Pedro, ante cerca más de 1.800 sacerdotes que renovaron sus promesas simbólicamente ante su obispo, el Papa Francisco.

Por otro lado, el Papa Francisco pidió a los presbíteros que no caigan en el desánimo porque “Dios nunca falla”. “Al llamarnos a su misión y al insertarnos sacramentalmente en su vida, Él también libera a otros a través de nosotros”, agregó el Santo Padre.

Más de 1.000 sacerdotes renovaron sus promesas simbólicamente ante su obispo, el Papa Francisco. Crédito: Vatican Media
Más de 1.000 sacerdotes renovaron sus promesas simbólicamente ante su obispo, el Papa Francisco. Crédito: Vatican Media

A continuación, constató que el ministerio sacerdotal es “una entrega silenciosa, pero radical y gratuita”.

El Pueblo de Dios quiere participar

“Es el Reino de Dios, ese que narran las parábolas, eficaz y discreto como la levadura, silencioso como la semilla”, explicó, tras hacer hincapié en que el Pueblo de Dios espera “la restitución y la remisión de deudas”, así como “la redistribución de responsabilidades y de recursos”.

En una mención velada a las indicaciones prácticas del Sínodo de la Sinodalidad —para las que el Pontífice aprobó un plan de aplicación en todas las diócesis hasta 2028—, señaló que el Pueblo de Dios “quiere participar y, en virtud del Bautismo, es un gran pueblo sacerdotal”.

“Este reino de sacerdotes no se refiere sólo al clero. El «nosotros» que Jesús plasma es un pueblo cuyos límites no podemos ver, en el que caen los muros y las aduanas”, remarcó.

Y agregó: “Nuestra casa común, tan herida, y la fraternidad humana, tan negada pero imborrable, nos llaman a tomar posición. La cosecha de Dios es para todos: un campo vivo, donde crece cien veces más de aquello que fue sembrado. Que nos anime, en la misión, la alegría del Reino, que recompensa todo esfuerzo”.

La Misa Crismal abre el Triduo Pascual de la Semana Santa. Crédito: Vatican Media
La Misa Crismal abre el Triduo Pascual de la Semana Santa. Crédito: Vatican Media

En su homilía —que suele ser una de las más largas de las que se leen en las celebraciones—, ha propuesto a los sacerdotes “leer el sacerdocio ministerial como puro servicio al pueblo sacerdotal, que pronto habitará una ciudad sin necesidad de templo”.

Así, aseguró que, a través de la renovación de la promesa sacerdotal, “es todo un pueblo el que encuentra consuelo”, ya que “el Jubileo comienza en nuestra vida”. Y pidió, a este respecto, que esto “no sea una vez cada veinticinco años”, sino en esa cercanía cotidiana del sacerdote con su gente, en la cual se cumplen las profecías de justicia y paz.

En esta celebración, los sacerdotes renuevan ante el obispo las promesas que hicieron el día de su ordenación. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News
En esta celebración, los sacerdotes renuevan ante el obispo las promesas que hicieron el día de su ordenación. Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

El Pontífice citó en la homilía a san Carlos de Foucauld e instó a los sacerdotes a tener, como Jesús, “un corazón enamorado de la Palabra de Dios”.

Además, les propuso reflexionar, en concreto, sobre cuál profecía cumplir: “Hay una página vocacional, por lo general, al comienzo del camino de cada uno de nosotros. A través de ella, Dios nos sigue llamando, si la custodiamos, para que no se entibie el amor”.

Y añadió: “Queridos sacerdotes, cada uno de nosotros tiene una Palabra que cumplir. Cada uno de nosotros tiene con la Palabra de Dios una relación que viene desde lejos. Y la ponemos al servicio de todos sólo cuando la Biblia sigue siendo nuestro primer hogar. Dentro de ella, cada uno tiene páginas más queridas. ¡Esto es hermoso e importante! Ayudemos también a que otros encuentren las páginas de su vida: tal vez a los esposos, cuando eligen las lecturas de su matrimonio; o a quienes están de luto y buscan pasajes para encomendar al difunto a la misericordia de Dios y a la oración de la comunidad”.

Sin embargo, aseguró que también es importante “la página escogida por Jesús”.

“No hay gracia ni Mesías si las promesas permanecen sólo como promesas, si desde aquí abajo no se hacen realidad. Todo se transforma. Este es el Espíritu que invocamos sobre nuestro sacerdocio: hemos sido ungidos con Él, y precisamente el Espíritu de Jesús permanece como protagonista silencioso de nuestro servicio”, indicó.

Por eso instó a los sacerdotes a ser coherentes, porque “el pueblo percibe” el olfato del Espíritu Santo “cuando en nosotros las palabras se hacen realidad”.

“Los pobres, antes que otros, así como los niños, los adolescentes, las mujeres y también quienes han sido heridos en su relación con la Iglesia, tienen ‘olfato’ para el Espíritu Santo: lo distinguen de otros espíritus mundanos, lo reconocen cuando coinciden en nosotros el anuncio y la vida. Podemos convertirnos en una profecía cumplida, ¡y eso es hermoso!”, aseguró.

Asimismo, pidió a los fieles que recen “por la alegría de los sacerdotes”.

“Muchos miedos nos habitan y grandes injusticias nos rodean, pero un mundo nuevo ya ha surgido. Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo, Jesús. Él unge nuestras heridas y enjuga nuestras lágrimas”, concluyó.

Victoria Cardiel

Diálogos y acuerdos

Por: Dra. Rosalía Arteaga Serrano, Presidenta de UNIR Ecuador

Luego del proceso electoral y del desarrollo de las elecciones del pasado domingo, con una victoria contundente para el actual presidente de la República, es evidente que Daniel Noboa ha sido reelecto, las cifras lo demuestran, así como la activa participación de sectores y grupos, que, como los de la tercera edad, definieron el triunfo electoral.

Ahora, previa la inauguración del gobierno en el mes de mayo, le toca al gobernante establecer los primeros pasos que debe dar en este nuevo período, desde la reestructuración de su gabinete, con la búsqueda de los mejores perfiles, decidir quiénes se quedarán de entre quienes le acompañaron en el período de transición que le tocó vivir, hasta buscar los mejores caminos de diálogo con los diversos sectores, especialmente con la Asamblea Legislativa.

La tarea no es simple, requerirá una aguzada sensibilidad política, así como la decisión de llevar adelante las propuestas de campaña y una gran dosis de empatía para los electores y para los grupos más vulnerables del país.

De igual manera, será prioritario continuar con la puesta en orden de las finanzas públicas, el relacionamiento con los fondos internacionales, los prestamistas con quienes deberá negociar nuevos desembolsos y las mejores condiciones para que el país pueda navegar en estos tiempos difíciles.

La apertura del actual gobierno de Estados Unidos es una coyuntura favorable que también deberá aprovechar, así como continuar con las negociaciones de los tratados de libre comercio que ya están en marcha y abrir posibilidades con otros, que alienten al sector productivo del país, que tan golpeado ha sido en las últimas décadas.

El diálogo tiene que ser su mejor herramienta, la capacidad de llegar a acuerdos, pero también la firmeza, sobre todo frente a la inseguridad que azota al país y que necesita acciones efectivas y rápidas.

La agenda es compleja, el país le ha dado su confianza y espera mucho del joven presidente reelecto.

En Ecuador pasan cosas raras

Entrevista a Rodolfo Bueno Ortiz Asociación AMARUN

 Por: Rodolfo Bueno

Las siguientes líneas no van a cambiar el hecho de que en Ecuador el Presidente Noboa haya sido declarado presidente, electo legalmente por la autoridad competente, lo que no despeja las dudas de si hubo o no fraude electoral en las últimas elecciones presidenciales del 13 abril. La respuesta oficial es que si hubo irregularidades, fueron muy pequeñas y no incidieron en los resultados. Al autor de este escrito no le gusta el Presidente Noboa, es más, le disgusta por su estilo de gobernar, por ser autoritario. Piensa también que el resultado es raro, por decir lo menos.

Pasa que el sistema electoral de Ecuador no es ni arcaico ni anacrónico, como piensan algunos bien pensados, el resultado de la elección presidencial supera todo lo que podría suceder incluso en un mundo de fantasía.

Lo último hace referencia a lo que pasó en Ecuador, los dos candidatos partían en igualdad de condiciones, 44% de la votación en la primera vuelta, cuando se cerraron los centros de votación el Presidente Noboa ganaba con más de un millón de votos. Este evento es casi imposible que suceda.

Se explica la razón de esta rareza mediante el siguiente experimento imaginario. Si se lanza una moneda al aire, se ve el resultado, y si cae cara, se vuelve a lanzar la moneda porque se busca que caiga sello. Se supone que cara es un voto por Noboa y que sello es un voto por Luisa, suposición que se semeja a lo que pasó en Ecuador, donde, después de contar millones de votos de la primera vuelta, ambos candidatos estaban prácticamente empates. Se pregunta, qué tan probable es que en la segunda vuelta más de un millón de electores voten a favor de Noboa y casi nadie vote a favor de Luisa o, lo que se plantea en el experimento, que la moneda marque más de un millón de veces cara y casi ni una sola vez sello. Este resultado es raro que se dé.

Se explica por qué. Porque si 0,5 es la probabilidad de que la moneda marque cara y se la lanza 1.000.000 veces, la probabilidad de que ese 1.000.000 veces caiga cara es de (0,5)1.000.000. El valor de esta probabilidad es tan pequeño, que es mucho más probable que todos lo burros del mundo vuelen antes de que 1.000.000 electores voten por Noboa y casi nadie vote por Luisa, como pasó el 13 de abril en Ecuador.

Se explica lo de los burros voladores. Si se juega con los números, se puede concluir lo siguiente: Como todos los seres humanos estamos compuestos de átomos, que caóticamente se mueven en nosotros, qué pasaría si en algún momento todos los átomos se movieran en una sola dirección, por ejemplo, hacia arriba. Pues que saldríamos volando sin tener alas. Esto pasaría no sólo con nosotros sino con cualquier objeto que, como se sabe desde la antigua Grecia, esté compuesto por átomos. En otras palabras, incluso una manada de burros podrían comenzar a volar si sus átomos se movieran hacia arriba. Este fenómeno nunca pasa por ser muy improbable.

Regresando al tema electoral. Para que se tenga la esperanza de que se dé el evento 1.000.000 votos en favor de Noboa y casi ninguno a favor de Luisa, si ambos candidatos tienen igual probabilidad de ser votados, habría que repetir la elección de Ecuador 21.000.000 de veces, pero esta magnitud, que bien pudiera ser llamada “Número de Ecuador o Ne”, es tan grande, pero tan grande, que es casi imposible compararla con algo existente. Por ejemplo, si se supone que por cada átomo del universo hay un burro volador, se obtendría a duras penas 10180 burros voladores, pues se estima que hay 1080 átomos en el universo y que la esperanza de que un burro vuele es de 10100.

Se analiza otro experimento imaginario. Si se lanza cada segundo una moneda al aire, se ve el resultado, y si cae cara, se vuelve a lanzar la moneda porque se busca que caiga sello. Se supone que cara es un voto por Noboa y que sello es un voto por Luisa, suposición que se semeja a lo que pasó en Ecuador, donde, después de contar millones de votos, ambos candidatos estaban, casi, casi, empates. Se pregunta, qué tan probable es que de la noche a la mañana haya millón de votos a favor de Noboa y casi ningún voto a favor de Luisa o, lo que en el experimento se va a plantear, si se lanza cien veces una moneda al aire, que al caer la moneda marque cien veces cara y ni una sola vez sello. Este resultado es poco probable.

Se explica por qué. Porque si 0,5 es la probabilidad de que la moneda marque cara y se la lanza 100 veces, la probabilidad de que esas 100 veces marque cara es de (0,5)100 o, lo que es lo mismo, (0,1)30. Como el resultado deseado para el experimento tiene una probabilidad tan baja de cumplirse, se debería realizar un mínimo de 1030 veces el experimento para tener la esperanza que se cumpla por lo menos una vez ese resultado, o sea, deberían transcurrir 100×1030 = 1032 segundos sin que aparezca ni una sola vez sello y todas la veces cara, si cada segundo se realiza el experimento.

Ahora bien, según postula la ciencia moderna, han transcurrido 1017 segundos desde que se produjo el Big Bang, o sea, desde que apareció el universo hasta el día de hoy, por lo que, debería el universo, hoy día, desaparecer y volver a aparecer 1000 billones de veces, para que la moneda marque cara 100 veces. Si esto pasa con sólo 100 monedas, o sea, lo que equivale a 100 votos, es imposible que para ambos candidatos, que tienen casi igual probabilidad de ser votados, haya cien votos a favor del uno y ni uno sólo a favor del contrincante. Con más razón, es completamente improbable que se dé el evento 1.000.000 a favor de Noboa y casi ni uno sólo en favor de Luisa, tal como pasó en Ecuador. No se exagera.

Sin embargo, Noboa ha triunfado, tampoco se exagera. Lo reconocen todos los líderes políticos del mundo, la prensa mundial y la mar en coche; por algo será. Sólo los obsecuentes correistas no lo reconocen, mérito o demérito, así son ellos. Amanecerá y veremos.

El comercio mundial podría caer un 3% con las medidas arancelarias estadounidenses

Un carguero atracado en el puerto de Vigo (España).

© FAO/Miguel Riopa:  Un carguero atracado en el puerto de Vigo (España).

 

Esos impuestos también generarían cambios en las cadenas de suministro y una reevaluación de las alianzas globales. Además, habrá giros geopolíticos y económicos, dice el centro de la ONU especializado en comercio internacional.

El comercio mundial podría contraerse un 3% como resultado de las nuevas medidas arancelarias de Estados Unidos, que a largo plazo reconfigurarían e impulsarían vínculos comerciales regionales aún sin explotar, dijo este viernes 11 de abril  la directora del Centro de Comercio Internacional (ITC).

“Creo que habrá cambios en las cadenas de suministro y una reevaluación de las alianzas globales. Habrá cambios geopolíticos y económicos también”, apuntó Pamela Coke-Hamilton.

En conferencia de prensa en Ginebra, tras el anuncio del miércoles de la Casa Blanca sobre una pausa de 90 días a los aranceles, que denomina como “recíprocos”, para la mayoría de los países, con excepción de China, Coke-Hamilton señaló que las exportaciones de México ya se habían visto “muy afectadas” por cambios radicales previos en la política comercial estadounidense.

“Países como México, China y Tailandia, pero también países del sur de África, se encuentran entre los más afectados, junto con el propio Estados Unidos”, subrayó.

Aranceles entre Estados Unidos y China

Si bien la pausa de 90 días en los llamados aranceles recíprocos incluye las importaciones de la mayoría de los países y reduce las tasas a un  todavía considerable 10%, los aranceles sobre las importaciones procedentes de China se sitúan actualmente en el 145%.

China, por su parte, ha elevado los aranceles a las mercancías estadounidenses al 125%.

Los países desvían sus exportaciones

Los productos de exportación de México ya se han desviado de mercados como Estados Unidos, China, Europa y otros países latinoamericanos para obtener “modestos avances” en Canadá, Brasil “y, en menor medida, India”, explicó la directora del ITC, una agencia especializada de la ONU que ofrece asistencia a los países en desarrollo.

Otros países han seguido el ejemplo, como Vietnam, cuyas exportaciones se están desviando de Estados Unidos, México y China, mientras que aumentan sustancialmente hacia la Unión Europea, Corea del Sur y otros países, abundó Coke-Hamilton.

El problema para las economías emergentes es que están menos preparadas para adaptarse ante la inestabilidad, explicó, ya que a menudo carecen de la diversidad de manufactura y la capacidad de agregar valor a las materias primas.

Entre los socios comerciales especialmente vulnerables de Estados Unidos se encuentran Lesoto, Camboya, Laos, Madagascar y Myanmar, continuó.

Tras confirmar que la Organización Mundial del Comercio (OMC) había estimado que el comercio entre China y Estados Unidos podría caer hasta en un 80 % si la situación excepcional continúa, la secretaria ejecutiva del ITC señaló que estos países representan sólo entre el 3% y el 4% del comercio mundial, por lo que hay un 96 % que sigue y seguirá comerciando.

La pausa de 90 días, insuficiente para estabilizar

Con respecto a la pausa de 90 días para algunos aranceles anunciada por el presidente estadounidense, el ITC considera que no es suficiente para calmar los efectos.  “El hecho de que no haya estabilidad, que no haya previsibilidad, afectará el comercio y las empresas y las decisiones que se están tomando en tiempo real”, dijo su responsable.

A la pregunta de si la guerra de aranceles puede modificar el sistema económico mundial, respondió que no espera que sea el “final” del modelo actual, pero que sí habrá fuertes sacudidas.

“No es la primera vez que hay temblores en la economía mundial, los hemos visto en los últimos 50 años, éste es probablemente un poco más duro, un poco más fuerte. Habrá cambios en las cadenas de suministros, se reevaluarán las alianzas globales, habrá giros geopolíticos y económicos”, acotó Coke-Hamilton.

 

Homilía del Papa Francisco en el Domingo de Ramos 2025

El Papa Francisco 29032025El Papa Francisco en el Aula Pablo VI en el Vaticano. | Crédito: Vatican Media

Debido a su convalecencia y delicado estado de salud, el Papa Francisco no participó en la Misa del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, que estuvo presidida por el Cardenal Leonardo Sandri, Vicedecano del Colegio Cardenalicio.

En su homilía, preparada previamente, el Santo Padre reflexionó sobre Simón de Cireneo, quien ayudó a Jesús a cargar con la cruz.

A continuación, la homilía del Papa Francisco:

¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor!» (Lc 19,38). De este modo la multitud  aclama a Jesús al entrar en Jerusalén. El Mesías atraviesa la puerta de la ciudad santa, abierta de par  en par para recibir a Aquel que, pocos días después, saldrá de allí proscrito y condenado, cargado con  la cruz.

Hoy también nosotros hemos seguido a Jesús, primero acompañándolo festivamente y después  en una vía dolorosa, inaugurando la Semana Santa que nos prepara a celebrar la pasión, muerte y  resurrección del Señor.

Mientras contemplamos, entre la multitud, los rostros de los soldados y las lágrimas de las  mujeres, llama nuestra atención un desconocido, cuyo nombre entra en el Evangelio de improviso:  Simón de Cirene. Este hombre fue detenido por los soldados, que «lo cargaron con la cruz, para que  la llevara detrás de Jesús» (Lc 23,26). Él regresaba en ese momento del campo, pasaba por ahí, y se  vio envuelto en una situación inquietante, como el pesado madero cargado sobre sus espaldas.

De camino hacia el Calvario, reflexionemos un momento sobre el gesto de Simón, busquemos  su corazón, sigamos sus pasos junto a Jesús.

En primer lugar, su gesto, que tiene un doble significado. Por un lado, en efecto, el Cireneo  es forzado a llevar la cruz; no ayuda a Jesús por convicción sino por obligación. Por otro lado, se  encuentra en primera persona participando en la pasión del Señor. La cruz de Jesús se convierte en la  cruz de Simón. Pero no de aquel Simón llamado Pedro que había prometido seguir siempre al  Maestro. Ese Simón había desaparecido en la noche de la traición, después de haber afirmado: “Señor  […], estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte” (Lc 22,33). Detrás de Jesús no camina ya  el discípulo, sino este cireneo. Sin embargo, el Maestro había enseñado claramente: “El que quiera  venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga” (Lc 9,23).  Simón de Galilea dice, pero no hace. Simón de Cirene hace, pero no dice; entre él y Jesús no hay  ningún diálogo, no se pronuncia ninguna palabra. Entre él y Jesús sólo está el madero de la cruz.

Para saber si el Cireneo socorrió o detestó al exhausto Jesús, con el que debía compartir la  pena; para entender si llevó o soportó la cruz, debemos mirar su corazón. Mientras el corazón de Dios  está a punto de abrirse, traspasado por un dolor que revela su misericordia, el corazón del hombre  permanece cerrado.

No sabemos qué hay en el corazón del Cireneo. Pongámonos en su lugar:  ¿sentiríamos rabia o piedad, tristeza o fastidio? Si recordamos lo que hizo Simón por Jesús,  recordemos también lo que hizo Jesús por Simón —como lo hizo por mí, por ti, por cada uno de  nosotros—: redimió al mundo. La cruz de madera, que el Cireneo sostiene, es la de Cristo, que carga  con el pecado de todos los hombres. La lleva por amor a nosotros, en obediencia al Padre (cf. Lc 22,42), sufriendo con nosotros y por nosotros. Este es precisamente el modo, inesperado y  desconcertante, en el que el Cireneo se ve involucrado en la historia de la salvación, donde ninguno  es extranjero, ninguno es ajeno.

Sigamos ahora los pasos de Simón, porque nos enseña que Jesús sale al encuentro de todos,  en cualquier situación. Cuando vemos la multitud de hombres y mujeres que manifiestan odio y  violencia en el camino del Calvario, recordemos que Dios transforma este camino en lugar de  redención, porque lo recorrió dando su vida por nosotros. ¡Cuántos cireneos llevan la cruz de Cristo!  ¿Los reconocemos? ¿Vemos al Señor en sus rostros, desgarrados por la guerra y la miseria? Frente a  la atroz injusticia del mal, llevar la cruz nunca es en vano, más aún, es la manera más concreta de  compartir su amor salvífico.

La pasión de Jesús se vuelve compasión cuando tendemos la mano al que ya no puede más,  cuando levantamos al que está caído, cuando abrazamos al que está desconsolado. Hermanos, hermanas, para experimentar este gran milagro de la misericordia, decidamos durante la Semana  Santa cómo llevar la cruz; no al cuello, sino en el corazón. No sólo la nuestra, sino también la de  aquellos que sufren a nuestro alrededor; quizá la de aquella persona desconocida que una casualidad  —pero, ¿es justo una casualidad?— hizo que encontráramos. Preparémonos a la Pascua del Señor  convirtiéndonos en cireneos los unos para los otros.

Sanar un país partido

César Montaño Galarza
Por: Dr. César Montaño Galarza Ph.D.
Rector de la Universidad Andina Simón Bolívar

Un país partido dejan años de polarización política y de repetir incesantemente que unos son los buenos y otros los malos, que unos son honrados y que otros son los corruptos, que unos son los democráticos y otros los totalitarios. Actores de izquierdas y derechas dinamitan la nación. Relatos de odio y separatismo corren sin freno por los medios y las redes sociales. La culpa es del otro, pero alguien con lógica bien puede decir: que lance la primera piedra quien esté libre de pecado. Se ha abierto una grieta cada vez más ancha entre conciudadanos, difícil de cerrar, más aún cuando tenemos un país tan rico y diverso. Sanar el país es impostergable.

El debate público ha decaído dando paso a la irracionalidad colectiva que legitima o pulveriza todo, el victimismo y la amenaza están en primera línea. Prima lo identitario desde una esquina y, se desechan y censuran el universalismo, los valores y la realidad; se licúan los problemas sociales y comunes. Grandes perdedores en esta situación son la democracia liberal, la razón y el espíritu crítico, que yacen destrozadas por la política de las emociones y la posverdad -cada grupo defiende sus teorías-. Urge la instalación del discurso racional sobre el emotivo y, un trabajo sostenido para recuperar el pluralismo, la duda y la autocrítica, el respeto a la verdad fáctica, el debate abierto y el rechazo al autoritarismo, pilares de la democracia liberal

Tras las elecciones, quien gane debe construir una narrativa común basada en nuestra historia, columna de un proyecto colectivo fraguado con lo que nos une: identidad, territorio, cultura, lucha contra las injusticias. Debe fomentarse el debate basado en hechos y, los diálogos ciudadanos, involucrando a todos los sectores. La educación deberá servir para el pensamiento crítico y la empatía, para minar las diferencias eliminando los prejuicios, la ignorancia o la desinformación. Cívica, pensamiento crítico y desarrollo emocional son vitales en la Educación.

La política debe nutrirse de ética, transparencia y justicia, para edificar instituciones sólidas e imparciales. Los liderazgos deben renovarse, ser más humanos y menos populista, preparados para escuchar, conciliar y construir; los líderes deben tender puentes para eliminar la polarización tan rentable para la política y tan venenosa para la sociedad. Se trata de recuperar la confianza con acciones simbólicas y prácticas, como reconocer errores o pedir perdón cuando se yerra.