La educación debe permitir al joven ingresar al mundo de la razón

Por: Gustavo Vega Delgado *

Los jóvenes, como los adultos, se enfrentan a un mundo de problemas y decisiones que reflejan la complejidad de la vida del hombre.

En estas decisiones están en juego los valores como fuerzas directivas de acción. Éstos con frecuencia entran en conflicto; en parte por la poca claridad del sistema de valores de la sociedad y la desorientación de la existencia humana.

La tarea de educar y, con ello, la de educar en valores, no queda circunscrita al ámbito escolar. Familia y sociedad son espacios sociales fuertemente comprometidos en esta responsabilidad.

Todos debemos enfrentar el reto de educar. Pero la educación no se reduce a la realización profesor-alumno. En el marco de la escuela como institución se da una interacción constante entre la estructura, la organización, la metodología y la didáctica. Estos conllevan a juicios de valor y convierten a estos medios en vehículos decisivos de esquemas de valoración y adhesión a determinados valores.

Los valores no existen sin el ser humano, que con ellos está en disposición de dar significado a la propia existencia. El centro o el “lugar” de los valores es el ser humano concreto que existe con los demás en el mundo para realizar su propia existencia. Las cosas adquieren valor en la medida en que se insertan en este proceso de humanización del hombre y la mujer.

Esta condición del encuentro con los valores reclama una actitud educativa en la que de nuevo hay que reconocer el lugar central del hombre en la constelación de los valores, reconocimiento que nos conduce de inmediato a la esfera de la libertad humana. Y, ¿no es éste el terreno educativo por excelencia?

Por ello es preciso recordar que la educación debe permitir al joven ingresar al mundo de la razón y por ella a la ciencia, a la tecnología y al trabajo, diciéndole al mismo tiempo que la mayoría de lo que se enseña es transitorio, que lo esencial será aprender a pensar y aprender a aprender por sí solos.

La educación es esencialmente educación para la reflexión. Educamos a seres humanos y los seres humanos somos, por sobre todo, racionales. De allí que el conocimiento no puede quedarse en la mera información, hay que privilegiar el discernimiento, la discriminación, la capacidad de juzgar los hechos y tomar posición sobre los acontecimientos. Ese debería ser un reto esencial de la educación en valores.

Crear un orden de valores que permita reconocer el rostro del hombre es una importante propuesta de “humanidad” que exige de la acción educativa un serio compromiso con la historia que también nosotros, educadores, construimos.

Si el sujeto de la educación ha de ser el protagonista de su libertad hemos de salvar, en cualquier caso, que sea él quién descubra los valores y opte libremente por ellos.

Estamos seguros que el exponer a los alumnos a niveles superiores de razonamiento los estimulará a alcanzar el paso siguiente superior del desarrollo moral.

• El Dr. Gustavo Vega es uno de los hombres más cultos y más brillantes del Ecuador. Fue Rector de la Universidad de Cuenca, Presidente del Consejo Nacional de Educación Superior. Embajador de Ecuador en México.

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