Breve diagnóstico de un paciente llamado Ecuador

Por: Mateo Cedillo Pacheco
Estudiante universitario y miembro de CES-AL, Cuenca (Ecuador)

Las últimas semanas se convirtieron en las más convulsas para el gobierno nacional al atravesar dieciocho oprobiosos días de movilización y paralización de los sectores productivos del país. Hemos de reconocer que el Ecuador tiene una herencia sumamente compleja en los ámbitos económicos, políticos, sociales e internacionales. Conviene que, para entender la situación, utilice una analogía médica. Nuestro país es un paciente que en los últimos quince años ha desarrollado una enfermedad degenerativa, grave y cancerígena. Se presentan dos causas a los médicos:

La primera, el grave déficit fiscal producto de las erróneas políticas populistas, cuya permanencia han sido sumamente perniciosas para el desarrollo económico sostenible de la nación.

La segunda, una fiebre que aumenta desmedidamente y recibe el nombre de déficit de la balanza de pagos, que impide al gobierno cumplir con sus obligaciones.

Cruzando este interregno, la institucionalidad de los poderes del Estado es golpeado por un auto que viajaba a una violenta velocidad conducido por un Congreso Nacional que solicita una destitución del presidente de la República. En una muy probable respuesta de la Asamblea, se niega dicha petición, como una muestra de que vivimos en el país más fragmentado de América Latina. En este oasis pequeñito, ubicado junto al océano Pacífico, no existe mayor característica de la política nacional que sus perentorios y volátiles acuerdos.

El enfermo Estado-Nación ha necesitado en varias ocasiones trasfusiones urgentes de capitales por parte de un organismo internacional de crédito (el Fondo Monetario Internacional). Felizmente, los rubros fueron entregados y el alivio económico parecía llegar. Entonces, el innecesariamente obeso Estado empezó a gastar como un enfermo sin cura, a desentenderse de las políticas de inversión nacional y a desperdiciar los créditos.

El estallido social es una muestra del desconocimiento parcial o total de la realidad financiera en la que se encuentra. También, la ausencia de consideración ante los destrozos que deja a su paso la paralización, ha prolongado una hemorragia de dinero que desde hace dos años nos afecta gravemente. Fieles decididos de que el Ecuador tiene alguna salida. De que existen varios diagnósticos y soluciones a largo y mediano plazo, nos quedamos a observar su lenta recuperación. Esperamos no fallecer en la helada noche de los ajustes y demandas redactadas a la brevedad para complacer a los prepotentes líderes sindicales.