Por: Dr. César Hermida B. | cesarh@plusnet.ec
La ciencia occidental, ante la incertidumbre de la encrucijada de sus paradigmas, ha propuesto una suerte de investigación cualitativa y participativa, a la que denomina “ciencia posnormal”. Se trata de complementar el conocimiento de los expertos con los conocimientos, percepciones e intuiciones de las poblaciones organizadas. Para los autores la ciencia posnormal “proporciona un contexto, una práctica y un compromiso para que los problemas reales de salud tengan una oportunidad de resolución auténtica. En la ciencia posnormal, el principio organizador no es la Verdad sino la Calidad. La tarea no es ya la de expertos individuales que descubren ‘hechos verdaderos’ para sustentar ‘buenas políticas’; más bien se trata de una tarea que recae en una comunidad extendida, que evalúa y gestiona la calidad de los inputs científicos, en procesos complejos de toma de decisiones donde los objetivos son negociados desde perspectivas y valores en conflicto”.
La ciencia posnormal no descarta los conocimientos de las disciplinas occidentales, pero trata de democratizar el conocimiento integrándolos a la comunidad con grupos focales, “testigos privilegiados” y otras alternativas. Se propone que al conocer la comunidad y reaprender la complejidad, se provoca una “democracia deliberativa”. La estrategia debe estar ligada, necesariamente, a los procesos de carácter político de las comunidades organizadas. Una autora dice que el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) del Brasil, los Cocaleros de Bolivia, la Confederación Nacional Indígena del Ecuador, CONAIE, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), son ejemplos de movimientos reivindicativos, en los cuales (no “con” los cuales) se debería trabajar. Pero, agrega, sin la aseveración equivocada de sostener, así en singular, que “el enemigo principal que enfrentan los movimientos lo constituye el gobierno, el presidente de cada país, como responsable de la política de exclusión.
Silvio Funtowicz y Bruna de Marchi, en su libro “Ciencia posnormal, complejidad reflexiva y sustentabilidad” (2000), plantean que “los retos que afronta la ciencia en la búsqueda de la sustentabilidad no son solamente de tipo técnico… (sino que) existen también aspectos de tipo moral y de procedimiento en la definición del rol del conocimiento científico… (que) los campos de conocimiento avanzado conllevan muchas esperanzas, pero al mismo tiempo, ciencia y tecnología, traen nuevos azares a la sociedad… Las intervenciones científicas en procesos naturales complejos, pueden constituir una fuente de generación de problemas que afecten no solamente al medio natural, sino también a la salud…”.
La ciencia posnormal plantea la complementación del conocimiento de la comunidad, los contenidos de los mensajes del tejido social, la confianza entre las personas y sus grupos, con los estudios y opinión de los expertos. Así se lograría reaprender la complejidad, con la participación activa de la población, para lograr una democracia deliberativa con soberanía. Todo esto tiene la música de volver la mirada, desde la ciencia occidental, hacia la población, pero con un lenguaje menos sofisticado, más sencillo y amigable, más humano, que es lo que acá se propone como el Sumak Kawsay.
Con autorización del autor: Tomado de El Tiempo (Cuenca, marzo 19 de 2012)