Por: Dra. Guadalupe Fierro Acosta
Presidenta de la Unión Nacional de Periodistas del Ecuador
Los periodistas ecuatorianos rendimos hoy un sencillo pero vibrante homenaje, a un extraordinario hombre, el doctor Eugenio Espejo, porque es el símbolo de una causa comprometida con la búsqueda del progreso social y cultural del pueblo, utilizando como exclusiva herramienta de combate las ideas, la palabra escrita, la palabra impresa, que multiplica en poderosas ondas expansivas el contenido informativo y crítico del multifacético pensamiento humano.
Este hombre magnífico, nacido en 1747, en las postrimerías del vasallaje colonial, demostró tempranamente su talento y voluntad para un voraz aprendizaje. En sus palabras, “El conocimiento propio es el origen de nuestra felicidad”; analizando la originalidad y profundidad de sus reflexiones filosóficas, Samuel Guerra, doctor en filosofía por la PUCE, en la obra “Espejo, conciencia crítica de su época” dice: “Nótese que Espejo hablaba en Quito de autoconciencia, cuando Hegel era un jovenzuelo en Europa”.
La madurez intelectual de Espejo fue precoz: graduado de bachiller en filosofía a los 15 años (1762), de médico a los 20 (1767) y licenciado en derecho civil y canónico a los 23 (1770); adolescente aún, superó largamente a sus preceptores jesuitas y dominicos, y esto, combinado con su altiva capacidad de debatir y mantener sus tesis, atrajo el rencor de los representantes del poder colonial, que buscaron la venganza humillando su origen indígena y mestizo.
Su espíritu rebelde y libertario, manifestado en sus críticas ingeniosas y mordaces, o en los luminosos análisis sobre la educación, la economía o la medicina, le atrajo una persecución tras otra: tres encarcelamientos no lo intimidaron y prosiguió su lucha hasta ofrendar su vida a los 48 años.
Estudiosos de la vida y obra de Espejo dicen que la cárcel y la enfermedad consumieron tempranamente su vida. Mas, el ilustre médico ecuatoriano Enrique Garcés afirma que Espejo fue envenenado con arsénico, pues desde el centro imperial de Bogotá se emitió orden expresa para eliminar por cualquier medio a los causantes de disturbios contra el régimen colonial. Dice Garcés que el cuadro clínico de la disentería, causa oficial de su muerte, es igual al cuadro clínico provocado por el arsénico.
De ser así, este inconfesado crimen sería un magnicidio más que enluta la política nacional. La persecución y hostigamiento que Espejo soportó toda su vida, fue por sus ideas incómodas para el poder, porque no transigió jamás al defenderlas, porque el régimen opresor quería conjurar el peligroso contagio social de las ideas libertarias. Sus enemigos pretendieron terminar la persecución con otro crimen, el olvido: Como un Duende, Espejo fue enterrado en el cementerio de El Tejar, se le prohibió una cruz, sin una lápida conmemorativa, hasta que sus restos, batallando contra el tiempo, se perdieron.
Años más tarde, el presidente de la Real Audiencia Joaquín Molina declaró a Espejo autor intelectual del 10 de agosto de 1809, que convirtió a Quito en “Luz de América”, según declaró el Congreso de la República de Chile, explicando que “el marqués de Selva Alegre y su familia, eran herederos del proyecto sedicioso de un antiguo vecino nombrado Espejo”.
Se perdió el cuerpo físico de Espejo, sus cenizas están confundidas con el barro mestizo americano. Pero sus ideas no se perdieron. Y al contrario de lo que buscaron sus carceleros y victimarios, dos siglos después sus ideas viven, están más jóvenes que nunca, caminan libres por la geografía patria e inflaman a los seguidores del Duende, a un pequeño ejército del pensamiento que la modernidad llama periodistas y que obstinadamente levantan la bandera de la libertad de expresión.
Son los mismos que hoy incomodan al poder, que se atreven a cuestionar, a preguntar, a investigar, a informar y difundir ideas, opiniones, con herramientas técnicas, tecnológicas muy alejadas de la pequeña imprenta manual que usaba Espejo, pero con el mismo espíritu de compromiso social.
El 5 de Enero de 1792 surgió el primer hito del periodismo ecuatoriano, “Primicias de la Cultura de Quito”. Siete números después el medio de comunicación fue censurado, padeció la autocensura por presiones y asfixia económica y, finalmente, fue prohibido de publicar por España y su séquito colonial americano.
Las constituciones ecuatorianas desde 1830 acogen el principio de la libertad de expresión y no admiten la censura previa, con la excepción de las expedidas en regímenes autoritarios: la floreana de 1943, la garciana de 1861, la última dictadura militar que impuso un régimen especial de control para la libertad de expresión.
Es decir, no es una concesión actual el reconocimiento a este derecho fundamental. El principio de la libertad de expresión atraviesa toda nuestra tradición constitucional, herencia de la revolución francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; como correlato se ha prohibido la censura previa y se señala la responsabilidad social.
Hoy, la Unión Nacional de Peridistas del Ecuador ratifica su defensa de la libertad de expresión, el respeto al periodismo independiente, la eliminación de figuras jurídicas contrapuestas a la libertad de expresión.
Esta defensa la hacemos conscientes de que la libertad de expresión y la libertad de prensa son pilares de la democracia, como lo señala la UNESCO, y porque, en la tradición de Espejo, los periodistas y ciudadanos no claudicaremos en defender este derecho fundamental del ser humano.
En la cárcel, con grilletes pero victorioso, el prócer dijo: “TODOS MIS ENEMIGOS NO HACEN UN ESPEJO”.
Parafraseando los periodistas decimos: “Todos los enemigos del periodismo independiente no podrán nunca hacer una cárcel para la libertad de expresión”.