De la Lengua…

Por: Dr. José Vega Delgado 

Hubo un tiempo en que LA ACADEMIA DE LA LENGUA, era la reina de las Academias, exceptuando a las Universidades las Academias por excelencia, -y parafraseando a Inmanuel Kant (1724-1804) en su Prefacio de la primera edición a la (1781), a propósito de la Filosofía-, mutatis mutandis podemos decir ahora: “Los vientos que en estos tiempos corren son muy contrarios a ella; por todas partes se ve el desprecio en que se la tiene, y la matrona rechazada y abandonada gime, como Hécuba”.

El más significativo poeta vivo del Ecuador, no está en ella: Efraín Jara  Idrovo. El más completo políglota del país, no está en ella: Julio  Terán  Dutari  S.I.; como tampoco se le invitó a ser miembro, al filósofo y proficuo escritor: Francisco Álvarez González . No fueron, además, recibidos: Jorge Icaza, Benjamín Carrión, Jorge Enrique  Adoum y un muy largo etcétera, que llega hasta España con las figuras cimeras de Miguel  de Unamuno y José Ortega y  Gasset.

Algún rancio académico decía que: ¡la Academia de la Lengua es para linguistas y creadores literarios!; ha poco se le incorporó a Rodrigo Borja Cevallos, rompiendo el trasnochado y falaz axioma. ¿Quiénes son los miembros de número -es decir, los titulares con voz y voto-, de la Academia Ecuatoriana de la Lengua?. El paciente lector podrá informarse con detalle mediante la Internet para estas cosas es muy útil tal instrumento, que nos da su orden por antigüedad, amén de dignatarios actuales. De las 19 personas, llama la atención que el académico más antiguo no sea su Director, y, que, por primera vez haya una Subdirectora.

En Cuenca, un grupo de exalumnos y amigos del maestro de juventudes, poeta y escritor Efraín Jara Idrovo, se ha propuesto conseguir que LA ACADEMIA ECUATORIANA DE LA LENGUA, Correspondiente de la Real Española, haga justicia eligiéndole MIEMBRO DE NÚMERO; más allá de los cabildeos, palanqueos y padrinazgos de costumbre, en la expectativa de que no ocurra lo que sucedió con otro notable bardo, César Andrade y Cordero, quien murió durante el proceso de su elección, sin conseguirla, y, por tanto, sin la esperada incorporación. Otros, en cambio, llegaron a la Academia trepados en hombros ajenos…

El Mercurio

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