Por: Dr. Lauro R. Yumbla Lucero
Azogues, Ecuador
Con el advenimiento del gobierno del Sr. Guillermo Lasso, los ecuatorianos –hastiados y asqueados de la corrupción imperante a todo nivel-, aspiramos que, la crisis de valores que vivimos en este país digno de mejor suerte, cambie para el bien de todos. Permitidme, unas reflexiones al respecto, ¿Qué son los valores y para qué sirven? Los valores son un conjunto de cualidades (atributos, propiedades, méritos, virtudes) que distinguen e identifican a una persona por darse a sus semejantes. Le dan valor, no importancia, le dan identidad, como ser único. Estos valores están dentro de cada persona, como la sangre que corre por sus venas. Los auténticos valores crecen, se agigantan, no se rinden ni se agotan; los valores puestos al servicio de los demás, hacen feliz a quien los da, mucho más que quien los recibe. Citaremos, algunos de ellos, como ejemplo, la bondad, la sinceridad, la empatía, el amor, el respeto, el optimismo, la paciencia, la gratitud, el perdón, la humildad, la responsabilidad, la solidaridad, etc.
Existe una multiplicidad de valores humanos que se pueden clasificar en cinco grupos: Naturales, económicos, político-sociales, estéticos y ético-morales. Cada uno de ellos cumple una función; y, dependiendo de la clasificación, se puede establecer la importancia en cada ámbito donde sean desarrollados. Si bien resulta imposible establecer una lista jerárquica de todos, por su importancia; al menos, hemos enumerado algunos, a los que otorgamos más importancia como sociedad. A cultivarlos, a partir de hoy, ¡por una sociedad libre de corrupción! ¿Será posible?
Todo el mundo habla de educar con valores a las nuevas generaciones de ecuatorianos, para que la sociedad del futuro sea mentalmente más sana y civilizada. Sin embargo, no está muy claro cómo se puede lograr esto, luego de haber vivido por más diez años, un gobierno autoritario, prepotente, agresivo, atentatorio a los derechos humanos; en suma, un mal ejemplo permanente para nuestros niños y jóvenes, quienes, a lo mejor pensaron en su momento que ese comportamiento era “normal”. Tampoco, la incorporación en el pensum académico, de asignaturas, como Cívica, Ética, Moral y Urbanidad y otras, que tratan el tema, será la panacea para corregir el gravísimo problema de la corrupción, con todos sus consecuencias negativas, si no cambia de mentalidad y actitud el ser humano, desde los hogares ecuatorianos.
Educar en valores significa extender el alcance de la educación de manera que no se limite a la enseñanza y el aprendizaje de materias, habilidades y temarios, planteándose metas relacionadas con el ámbito moral y el civismo, con objetivo final de formar ciudadanos de bien, responsables, útiles a los demás.
Por otra parte, según tratadistas, los valores no se enseñan. Se pueden y se deben vivir, cultivar, practicarlos habitualmente. Pero no se pueden enseñar en el sentido clásico como se enseña matemáticas, literatura o religión. Si lo que queremos es que nuestros niños y jóvenes no solo reciten de memoria ciertos contenidos valorativos sino que más bien, en consonancia, ellos cultiven sus valores desde adentro, de manera consciente, espontánea, natural, porque saben que eso es bueno, para ellos y para los demás. Es un error creer que los valores son algo cuya existencia dependerá de que su tratamiento se incluya en una asignatura escolar. Si bien es cierto que ello puede permitir un espacio para centrar la atención en este tema, no debemos olvidar que, cuando hay discrepancia entre los contenidos curriculares y la realidad, predomina la realidad.
Contrario a los valores que, sin duda, son manifestaciones positivas, están los antivalores, disvalores, contravalores. Entre la larga lista de antivalores o contravalores, podríamos citar: corrupción, impunidad, egoísmo, autoritarismo, descalificación, exclusión, etc.
Nuestro sistema educativo propone el valor de la “democracia”, en teoría, con un estilo en el cual los de “arriba” deciden inconsultamente las cosas para que los de “abajo” las cumplan “obedientemente”. De esta manera, jamás se va a lograr educar hacia la democracia. Una verdadera educación en valores se logra, a través del buen ejemplo que los padres debemos dar a nuestros hijos, desde nuestros hogares; los profesores a sus discípulos y los gobernantes a sus gobernados. En suma, ésta es tarea de todos; lo demás en pura declaración lírica, demagogia, de las que estamos cansados los ecuatorianos.