Por: Dr. Juan Morales Ordóñez
No es suficiente y por el contrario es contraproducente, trabajar con eslóganes o afirmaciones que todos sabemos pero que no significan nada si no son correctamente contextualizados a nivel histórico, geográfico, social y político.
Una “educación en valores” –uno de los eslóganes a los que me refiero- que solamente trabaje con conceptos y definiciones, sin ubicarlos en los escenarios mencionados, no permite la conexión sensible entre el discurso y el valor, porque no se comprende que el principio moral para ser incorporado por las personas, debe estar orientado esencialmente a la sensibilidad de las conciencias y que se llega a estas con una serie de recursos conceptuales y con referencias socio – culturales que nos permitan comprender y sentir la importancia del respeto de los valores en una sociedad determinada.
Es indispensable tratar los aspectos relacionados con el ¿dónde?, el ¿cómo?, el ¿cuándo? y el ¿para qué? de los principios y valores que se trata de transmitir, para que sean asimilados y formen parte de la conciencia de los estudiantes.
Pero estos aspectos son soslayados en el proceso de formación moral. No sabemos con precisión quienes somos. Conocemos muy poco de los quince mil años de presencia humana originaria en el Ecuador. Conocemos parcialmente sobre el período inca en nuestro territorio, que fue de ochenta años. No sabemos lo suficiente sobre los trescientos años de colonia española. Si preguntamos sobre las acciones positivas o negativas de esa época, en general no las conocemos debidamente. Sabemos más, aunque siempre menos de lo que deberíamos, sobre la época republicana, sobre los casi doscientos años de vida nacional.
Tampoco comprendemos con solvencia la incidencia de lo geográfico en el desarrollo de la conciencia moral y la ética pública ecuatoriana.
No interpretamos analíticamente las relaciones de poder que se han dado siempre, ni su incidencia definitoria en la política ecuatoriana. No abordamos, si hablamos de educación en valores, estos aspectos que evidencian los intereses que siempre han determinado las formas de gobierno en la historia de los pueblos.
Si estos elementos son analizados reflexivamente, sin duda se incidirá en la sensibilidad moral de los estudiantes, despertando su compromiso con el bienestar de todos y con la construcción de un futuro colectivo, justo e incluyente.
La educación para “saber ser” personas, si bien debe considerar aspectos cognitivos, esencialmente tiene que ver con el despertar de una conciencia moral, primer paso para que los valores sean ejercidos en la cotidianidad de la vida.
La educación en valores debe combinar armoniosamente conocimientos sobre la realidad social y los principios morales, con el fin de alcanzar un nivel de conciencia que permita el ejercicio de una ética aplicada.