Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato
Las mulas, las codiciadas mulas en nuestro medio, siempre serán animales emblemáticos. La Real Academia define como mulos al “híbrido resultante del apareamiento del asno con la yegua o del caballo con la burra. Es menos ágil que el caballo y más que el asno, y excede a entrambos en fuerza y sufrimiento: machos y hembras son, con rara excepción, infecundos.” La propia Real Academia, iguala este concepto al de mulo que acabamos de anotar.
En las acepciones populares nuestras, las mulas son las hembras de estos híbridos, y los machos son su ratificación. No solo el actual Ecuador lleno de contrastes geográficos, sino toda América por su contrastiva topografía, está identificada y simbolizada con las mulas. En la zona andina, las mulas fueron famosas en Loja y en Chimbo. La gente comerciaba en la compra-venta de estos codiciados animales haciendo largos viajes entre la provincia de Bolívar con la de Loja. En Tungurahua, los blanqueamulas aparecieron para robarlas y revenderlas. Igual que ahora se vuelven a repintar los vehículos que los roban, a las mulas les echaban un baño de cal con pegamentos sacados de los llamados espinos blancos, y quedaban con un aspecto canoso irreconocible. De este modo, los ladrones engañaban a los propietarios y se llevaban los animales por las propias narices de sus dueños. Así hacían los abigeos de Mocha, donde se hospedaban muchos viajeros coloniales; de ahí el mote con el que se los distinguía, de ser blanqueamulas.
El léxico de la época nos dice que había muleros, mulateros o mulantes, que por lo general eran los negros y los mulatos con sus recuas. También en la vida colonial la historia dice que “se cambiaban dos mulas y media por un esclavo, y que en 1779 se introdujeron 1.647 esclavos a cambio de 4.000 mulas (Ver. Humberto Triana, Historia del Negro en América, p. 492). Chúcaro es voz americana que remite a la idea que el animal no ha sido amansado.
Según una escritura hecha en Ambato un 13 de diciembre de 1745, “el Alférez Sebastián Montero de la Thorre, vecino del asiento de Chimbo, y residente al presente en este asiento, dijo que por cuanto para más señorío de Dios Nuestro Señor y su gracia, contrajo el santo matrimonio…con doña Rosalía Yánez, hija legítima del Alférez Bonifacio Yánez y de doña Josefa de Villacreses y Ortega, vecinos de este dicho asiento, quienes para la ayuda del santo matrimonio le tienen dado por vía de dote y cuenta de su legítima paterna y materna, la cantidad de 700 pesos en esta manera: 300 en plata usual y corriente, 10 mulas chúcaras lojanas, y el resto en ajuares, que todo importan los 700 pesos, tasadas las mulas y ajuar a satisfacción del otorgante.
Y al presente le ha pedido el dicho alférez Bonifacio Yánez, le otorgue escritura de recibo de dote…otorga que ha recibido dicha cantidad a satisfacción y contento…y que se obliga a tener la dicha cantidad en lo más seguro y bien parado de todos sus bienes muebles y raíces, derechos y acciones habidos y por haber que le pertenecen y le pertenecieren; hipoteca al seguro de dicha cantidad…y no los disipará ni obligará a sus deudas, crímenes ni excesos, y si lo hiciere…no valga ni haya fe en juicio…y en caso de disolución del matrimonio, a su mujer y herederos, se ejecute con esta escritura…Firman los testigos Bonifacio Ponce, Antonio de Zurita, Sebastián Montero de la Thorre, ante el escribano Santiago Ponce.”Finalmente, según este terrible dato, la criminalidad manifiesta del futuro yerno, hace que sus señores suegros, la dejen advertida a futuro, para los fines consiguientes.