El vasallo instruido

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Los que se creen príncipes, reyes, patrones, superiores, semidioses, predestinados, gente selecta y con otras telarañas en su ego, mirando a los demás con una mentalidad monárquica, o medieval, creen que todos han de ser sus vasallos, sus incondicionales, los de fidelidad perruna, los que no tienen derecho a contradecir cuando hay razón. Si la mentalidad del amo es muy obnubilada, es producto de muy pequeña médula, de ratita con corona, de limitado alcance cultural, han de creer y actuar creyendo que la fidelidad se impone pensando en que, quienes no están en el poder,tan solo les queda la resignación de obedecerles.Pero resulta que pensando en esto, y leyendo a ciertos sociólogos, nos encontramos con que habrían de surgir,por lo menos, tres clases de vasallos: los sumisos tímidos por ignorancia, los sumisos tímidos por resignación de su situación y destino; y los vasallos instruidos que son deliberantes, aunque dependientes y conscientes de su realidad de sometimiento a una jerarquía, puesto que así lo dice la ley o algún reglamento.

Los vasallos instruidos, los que son deliberantes, son quienes en las instituciones contemporáneas son vistos, como pensaba Joaquín de Finestrand por la década de 1780,una suerte de subalternos comprometidos, quienes iban a procurar nuevas formas de mirar la sociedad cuando se halla estancada y con sus aguas podridas. El vasallo instruido es el antecedente de toda revolución, puesto que evidencia lo que sabe, porque entiende cómo funciona un aparato dominante con el que no está totalmente de acuerdo. Puede ocurrir que un buen vasallo se re-categorice y pase a un nivel de asesor, pero ya en este caso, con el poder de sus saberes, el amo tiene un rival potencial, no un vasallo.

Los vasallos incondicionales son los que más interesan a un sistema constituido. En las organizaciones jerárquicas por excelencia, como en el ejército, en la policía o en la iglesia, funciona el poder de la palabra, con la función que se llama perlocutiva, que quiere decir que ha de hacer cambiar la conducta del receptor. Ni siquiera se opina si algo es voluntad o es deseo; pueda que sea capricho; pero una palabra salida de esa boca pasa a ser entendida y medida,como para ser esculpida para petrificar la obediencia.

Comentando de hojeada estas aseveraciones, tendríamos también unas cuantas clases de amos contemporáneos: los ignorantes natos, embarcados en el poder por dinero, por herencia, por haber sido elegidos en procesos democráticos por votación de analfabetos, de marginales, y hasta de gente de lumpen. Los acomodados a las leyes, son amos timoratos que para todo consultan con el vademécum de disposiciones, que además las interpretan con su limitadísimo razonamiento, y por ello hacen que el subalterno se sienta menos que un piojo, incrustado en medio de un rumerío de códigos de la sociedad represiva, en la que nos ha tocado desarrollar nuestra existencia. Los terceros serían esos amos águilas, destripadores, calculadores, inteligentes e inteligenciados. Los amos demócratas, humanistas son punto y aparte, caballeros en el sentido más noble del término, que ven en los demás a sus colaboradores, a gente solidaria con causas y procesos vitales, que entienden que lo que hace cada quien dignifica y permite crecer al ser humano, colaborando en cualesquier institución y en cualquier peldaño de las organizaciones.