En Perú renace la esperanza

Rodolfo Bueno

Perú, tierra de grandes intelectuales, ha dado un giro importante no sólo en su propio desarrollo social sino en el de toda Latinoamérica. Es gigantesco el triunfo popular y moral de Pedro Castillo: popular, porque él representa el sentir del pueblo humilde; popular, porque él es un maestro que ha sufrido en carne propia la problemática de las instituciones educativas estatales del Perú, donde no hay pupitres, ni sillas ni pizarrones, menos aún computadoras, indispensables para una educación moderna y de buena calidad; popular, porque él tiene el mérito de ser un docente rural y líder sindical de la huelga del magisterio del 2017; también es moral, porque ganó pese a la campaña llevada en su contra, de una suciedad nunca antes vista y de una infamia comparable sólo con los libelos del nazismo.

Así, las radios, los periódicos y las estaciones de televisión le acusaron de que va a traer al Perú males apocalípticos, hambre y miseria; de que va a quebrar y expropiar las empresas privadas; de que va a arrebatar los ahorros familiares; de tener vínculos con el terrorismo; de ser comunista; de que se va perpetuar en el poder luego de eliminar la democracia, cantaleta que hasta el día de hoy, para mal de la democracia, continúan los partidarios de la candidata perdedora, Keiko Fujimore.

Más que tanta mentira y calumnia, vertidas contra Pedro Castillo, en el pueblo peruano pesaron las enseñanzas del Amauta José Carlos Mariátegui, revolucionario ejemplar, cuyas ideas contribuyeron al desarrollo del Socialismo Científico e impulsaron la transformación social como el único medio para cambiar las raíces malignas de la sociedad capitalista; además, pesaron las enseñanzas del destacado antropólogo José María Arguedas, nacido en las zonas más pobres del Perú andino, cuyos escritos y enseñanza docente retratan la realidad de un país dividido en dos: el altiplano peruano y su explotada población quechua, y las ciudades con raíces europeas. Es entre ambas comunidades donde se ha dado el actual conflicto político de Fujimore y Castillo.

Luego de que Pedro Castillo asuma la presidencia, tendrá que enfrentar a las empresas multinacionales, cuya agresión contra la naturaleza es uno de los problemas más graves, pues sus efectos repercuten contra el habitad de los pueblos indígenas, a los que vegetales y animales dan sustento. Sucede que el campesino, que está ligado a la tierra y que vive de ella, es el que menos disfruta de las aparentes ventajas de la civilización; por eso se juega la vida por el triunfo de Pedro Castillo.

En realidad, las clases dominantes de Latinoamérica deberían ser nacionalistas y defender los intereses de sus países, pero no lo hacen. En Perú, por ejemplo, mandan las empresas mineras extranjeras, de las que el Estado peruano es su fiel sirviente, razón por la cual el pueblo debe asumir el rol que la oligarquía desdeña.

Perú es un país que por los recursos naturales se encuentra en conflicto con sus indígenas. En su región amazónica hay cuantiosas reservas de petróleo y minerales, pero los intereses de los indios, sus moradores, no fueron tomados en cuenta cuando se comenzó a explotarlos. El área concedida a las trasnacionales durante el gobierno de Alan García corresponde a más de 70 % de la selva del Amazonas del Perú, la gran mayoría en tierras que pertenecen a los indígenas, a los que se estigmatiza de ser terroristas y de ser un obstáculo para el desarrollo económico.

Esto sucede no sólo en Perú sino en otros lugares del mundo: las trasnacionales compiten por recursos cada vez más escasos, las poblaciones indígenas y nativas defienden sus tierras y los gobiernos de turno se ponen en su contra. Así, para explotar bosques e hidrocarburos, las tierras de las comunidades awajun y wambis del Perú fueron privatizadas por decreto presidencial del gobierno de Alan García, que aplicaba el tratado bilateral de libre comercio firmado con Estados Unidos.

No asombra el silencio de los grandes medios de información, todos despotrican en un coro parcializado, porque esta es su metodología de siempre, y por doquier sobran cipayos que echan la culpa a los pueblos por oponerse a la modernidad y no tener una visión de lo que significa el desarrollo y el progreso, problema sin solución bajo el esquema neoliberal, que no toma en cuenta los intereses de las clases populares, menos aún, de los indígenas.

La corrupción es otro síntoma del mal del Perú y de resto del mundo. A Alan García le prohibieron salir del país por estar investigado por colusión, lavado de dinero y tráfico de influencias relacionadas a la concesión a Odebrecht de la construcción de una línea del metro de Lima, que le entregó por lo menos cuatro millones de dólares a Luis Nava, su exsecretario durante su presidencia. También fueron investigados por tener vínculos con la misma empresa, otros tres exmandatarios, Ollanta Humala, Pedro Kuczynski y Alejandro Toledo, a los que se acusa de haber recibido sobornos y aportaciones no declaradas para sus campañas electorales.

La misma candidata perdedora, Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori, expresidente del Perú, es acusada por la Fiscalía de liderar una banda que realizaba lavado de dinero, entre otros delitos, y está en libertad bajo fianza de la prisión preventiva por 36 meses, que cumplía por la acusación de lavado de activos de la contabilidad paralela de Odebrecht.

El inicio de la dictadura de Alberto Fujimori se dio en abril de 1992 y a partir de esa fecha se implementó el modelo económico neoliberal privatizador, que no ha sido desmontado hasta el día de hoy; su golpe de Estado puso en riesgo la existencia de todo el Perú. Ahora está preso, porque durante su dictadura se cometió crímenes de lesa humanidad, entre ellos, la creación del Grupo Colina, que realizó en 1991 la masacre de Barrios Altos y en 1992, la de la universidad de Cantuta, así como la eliminación de periodistas y políticos; además, se le acusa de robo y corrupción.

Su guerra antiterriorista fue realmente terrorismo de Estado, y Sendero Luminoso, movimiento extremista que consideraba traidor y sentenciaba a muerte a todo el que no se sumaba a sus filas, sirvió de pretexto para que durante el gobierno de Fujimore se desate una guerra sin ley ni principios, se meta preso y se torture a líderes campesinos, dirigentes sociales, sindicales, estudiantiles, o se los asesine, para que se destruya organizaciones sociales, como la Confederación Campesina del Perú, prácticamente eliminada durante dicha dictadura; para que se clausure el Congreso, el Poder Judicial y el Ministerio Público. Como consecuencia de ese conflicto hubo cerca de 70.000 muertos, casi todos indígenas.

Por eso se repudia al fujimorismo, por eso no hay indiferentes ante este fenómeno sino personas que todos estos años buscan justicia y siguen luchando, para que esos crímenes no queden impunes. No se van a callar porque tienen sed de justicia. La victoria de Pedro Castillo se ha dado para evitar el regreso del fujimorismo.

Otro problema grave, al que debe enfrentar el gobierno de Pedro Castillo cuando intente realizar su programa electoral y reconstruir la sociedad peruana para un mejor futuro, son los servicios de inteligencia estadounidenses, que no sólo ahora sino desde siempre han actuado contra las aspiraciones de los pueblos. En 1954, la CIA organizó en Guatemala un golpe de Estado contra el gobierno nacionalista del Coronel Jacobo Arbenz, al que acusó de formar parte del complot soviético para subvertir el hemisferio occidental; en Chile constituyó el grupo Patria y Libertad, que asesinó al General Schneider, para crear el caos y justificar el posterior golpe fascista de Pinochet; en Brasil derrocó a Joao Goulart, acusándolo de tener contactos con Luiz Carlos Prestes, el legendario Caballero de la Esperanza y líder comunista; en Cuba realizó cientos de atentados contra la vida de Fidel Castro y planificó la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos, en conmemoración de cuya victoria, que realmente fue su primera gran derrota, acaba de emitir una moneda recordatoria; en Ecuador derrocó al gobierno progresista de Carlos Julio Arosemena, por criticar en público a los monopolios de EEUU; las acciones sediciosas contra Venezuela son diarias…

Perú es un país clave por donde se lo mire y de importancia mundial. Pedro Castillo debe dormir con un ojo abierto y el otro bien despabilado, pues de hoen adelante los medios de comunicación masiva y el clima de confusión generalizada, de los que se valen los oligarcas para defender sus privilegios, que antes defendían con armas perversas, ahora van a multiplicar por mil esa perversidad, pues todo vale para no perder las riquezas que durante siglos arrebataron al pueblo.

Hasta ahora, Pedro Castillo ha hecho lo que se debe hacer, ha sido aristotélico en eso de realizar una política dentro de sus posibilidades y, luego del pasado balotaje, los pensadores José Carlos Mariátegui y José María Arguedas deben sentirse orgullosos por el gran avance de la sociedad peruana y el fortalecimiento de los principios democráticos que ha conquistado ese pueblo, que busca superar los golpes semejantes a los de la ira de Dios, como hubiera dicho el gran poeta César Vallejo.