Por:Rodolfo Bueno
Paul C. Roberts, ex secretario del tesoro del gobierno de Reagan, niega la posibilidad de que un presidente de EE.UU. “pueda cambiar las cosas” porque “en la política estadounidense, los grupos de interés son más poderosos que los políticos electos”; añade que “la humanidad no tiene futuro a menos que despierte y se dé cuenta de que el mal total lleva las riendas de Occidente”. Sabe de qué habla porque, igual que Martí, vivió en las entrañas de la bestia. Estos grupos de poder controlan la Reserva Federal, FED, institución privada de servicio público que responde al interés de Wall Street, responsable de la emisión inorgánica de dólares.
Unos expertos señalan que EE.UU. tienen activos tan grandes y una economía tan eficaz que no hay problema con su deuda, que crecerá sin límites mientras el mundo esté dispuesto a financiar su desarrollo económico; que sus bonos del Tesoro son la inversión más fiable y que mientras no exista otra, y los países los compren, Washington seguirá endeudándose sin límite, porque su deuda es su principal motor de desarrollo y que si su economía colapsara, dejaría de importar mercancías y el comercio mundial se paralizaría.
Los políticos de EE.UU. están tan persuadidos de ello que acordaron en el Congreso en 23 billones de dólares el horizonte de la deuda, lo que es el próximo escalón para un endeudamiento que aparentemente no va a terminar nunca.
¿Será así? ¿Hasta cuándo podrá crecer esta deuda y por cuánto tiempo se mantendrá la economía mundial funcionando como hasta ahora? Laurence Kotlikoff, que fuera el principal asesor económicos de Reagan, ha advertido al Comité de Presupuesto del Senado que, debido a su enorme deuda externa y a su déficit presupuestario, la situación económica de EE.UU. es más mala de lo que se cree. “De hecho, nuestro pueblo se encuentra en una situación financiera peor que la de cualquier país desarrollado, incluido Grecia. Nuestra nación está en quiebra, y no entrará en quiebra dentro de 75 o de 50 años, está en quiebra hoy”. Según él, EE.UU. disfrazan sus problemas y si a la deuda oficial se sumara la deuda implícita, que incluye los compromisos contraídos a largo plazo, en su mayoría pagos a futuro destinados a la seguridad social, la brecha fiscal real sería de 222 billones de dólares, lo que equivale a casi 3 veces el PIB del mundo, un número “12 veces superior a la deuda oficial”.
Dijo que “se oculta intencionalmente la gravedad de la misma, lo que indica que la deuda oficial es inútil para la comprensión de la situación fiscal real de nuestra nación, que los presidentes en los últimos años se han centrado sólo en la deuda oficial y, básicamente, no han informado al público sobre las otras grandes facturas”.
Estima que la gravedad de la brecha podría provocar un colapso de la deuda porque “en algún momento el Estado chino y otros dejarán de prestarnos dinero, y nuestras tasas de interés subirán dramáticamente”. Sostiene que el público no percibe la situación porque los políticos dejan en manos de las generaciones futuras idear una solución.
Quito, 31 de agosto de 2015