La academia de las musas

La academia de las musas es la última película del cineasta español José Luis Guerín, invitado de Eurocine 2016 que se inaugura en Quito, en Ochoymedio, este jueves 22 de septiemrbe. Guerín graba las clases del profesor de filología raffaele pinto en las que los estudiantes (en su mayoría mujeres) reflexionan sobre el amor, el deseo, la poesía, la palabra y un nuevo sentido de las musas que el profesor ha desarrollado a partir de la literatura de dante. A medida que la trama avanza, los límites del documental y la ficción se vuelven cada vez más ambiguos. La película fue estrenada en el Festival de Cine de Locarno, ganó el Giraldillo de oro en el Festival de cine Europeo de Sevilla, además del premio al mejor director en el Festival Internacional de Cartagena de Indias.

Por: Paulina Simon T

No me apasionó particularmente la mitología cuando estudiaba literatura en la universidad. Amé La Odisea, pero con Ovidio y la inconmensurable genealogía de los dioses y toda su descendencia, me sentí abrumada. Sentí como si todo el tiempo los dioses me estuvieran jugando la mala pasada de cambiarse de nombre, de esposa o de oficio, justo cuando ya había aprendido la versión sencilla y resumida. Un compañero – que sí se dedicó a las letras – tenía un cartel enorme con todo tipo de árboles genealógicos que andaba alimentando en cada clase, mientras yo me sentaba con los que dibujaban el cómic de la profesora con toga y sandalias aladas. Nunca pensé que esta historia, que tiene más de 10 años, me iba a servir de algo, y no es que en realidad sirva, pero es de algún modo parte del fantástico viaje a través de la palabra al que me invitó La academia de las musas (2015), película del cineasta español José Luis Guerín, que me ha llevado nostálgicamente de mis comportamientos ociosos en la universidad, a mi edición de Cátedra de las Metamorfosis a tratar de entender primero el índice por cantos y versos, y después a encontrarme con Orfeo, el enamorado ansioso que invoca a las musas y después, entrar en el juego de la poesía, que es un poco de ingenio y mucho de musa.

Así, pretendiendo entender la palabra y queriendo parecer culta, pensaba citar a Orfeo en latín al inicio cuando invoca a las musas y les pide que intercedan por él con Júpiter para dar inicio a su canto: Ab Jove principium dice Orfeo y yo leo Ab Love principium. Muy conveniente para mí, e inexistente en latín, me parece una afortunada coincidencia para hablar de musas y de una academia llena de ellas, hacerlo desde Ab Love principium: “Desde el inicio del amor”.

Al inicio estaba el amor y entonces Guerín decidió hacer un experimento: grabar las clases del maestro filólogo Raffaele Pinto, un seminario de la Universidad de Barcelona, llamado La academia de las musas, otro experimento, para que las alumnas naveguen por las aguas de la poesía, se adentren en ellas, se hagan a alta mar, eventualmente naufraguen consumidas por la pasión, la vanidad y los celos, y resurjan en pleno dominio de la palabra y el arte, ya no tanto del amor.

Las clases de Pinto son hipnóticas, apasionantes, repletas de Virgilio y Dante, de versos, de hondura estética. Sin embargo, la experiencia lírica no siempre es completa e incuestionable para toda la clase. La mayoría de las alumnas son mujeres y muchas resienten el rol de la mujer en la poesía medieval, resienten la imagen de la mujer pecadora que no ha podido vivir la plenitud de su amor como Beatriz en la Divina Comedia, resienten que exista una diferenciación entre el deseo del hombre y el deseo de la mujer, que exista la culpa de la mujer que ha tentado y que la musa sea esta presencia etérea en el arte.

Es precisamente este juego disfrazado de enseñanza y viceversa, el que dará inició en el seminario: Volver corpórea a la musa. La musa activa, no una mujer de ensoñación, sino una mujer de carne y hueso que, de acuerdo a su rol originario, provocará gran inspiración en el poeta, en este caso en el maestro. Provocadas poéticamente por él, en pleno ejercicio estético, y entregadas a su lado más sensible, algunas alumnas asumirán el rol de musas y a su vez, serán seducidas por la figura del profesor. Encontrarán en él la verdad, la esencia misma de la palabra, será su profeta, su padre y en algún momento el objeto de sus deseos.

Hasta aquí, en el aula, la poesía de la palabra y de inmediato, en el mundo, la poesía del cine. Guerín sale de la academia, como tal, del espacio físico habitado por versos y se acerca a las musas y al poeta de carne y hueso a través del cristal de un parabrisas. Nos quiere llevar a su intimidad, pero nos limita a escucharlos. Nos deja afuera de ese surgimiento del amor, nos da pistas, nos acerca románticamente, pero nos frena, este amor, este enamoramiento solo le pertenece al poeta y su musa.
Mientras, el amor, la más noble de las pasiones, aflora gracias a la literatura, el matrimonio pasa a ser competencia de la economía, según claramente le ha explicado Pinto a su esposa. El maestro que doma e hipnotiza con poesía no logrará el mismo efecto en su esposa. Guerín también lo sabe, por eso prefiere quedarse afuera, desde la ventana, como si la decadencia de la pasión se contemplará en un escaparate. Privacidad y voyerismo, todo a la vez. Escuchar las conversaciones ácidas del maestro y su mujer, es algo que deja muy mal parado al amor y a las musas. Ella no se fía de los métodos del maestro. Ella sabe que él se rodea de jóvenes por vanidad. Ella sabe que todo este lío de la escuela de musas no es más que una provocación. Él se defiende y le dice “Enseñar y aprender es un riesgo”, Ella le responde: “Claro, pero tú no eres Sócrates”. Ella le dice: “Algo se ha roto aquí” y él le responde: “Yo no creo que se ha roto nada. Lo que nos separa es la libertad. Que es la responsabilidad que tiene uno de ser fiel a uno mismo antes que a cualquier relación”.

A medida que avanza el curso, las pasiones se intensifican, los proyectos van tomando forma, y las atracciones van mutando y variando de musa a musa. La libertad que les ha dado a todos la palabra, se la ha quitado los celos. Todo amante y todo poeta deberá recorrer sus propios infiernos.

El cineasta, por su parte, es un maestro de la persuasión en este doble juego. Mientras Pinto seduce a su clase con su mente brillante, Guerín nos seduce a los espectadores con su cine a la vez sencillo, y perfecto. Nada importan las fronteras. No queremos saber de géneros. De nada vale el debate del registro y la puesta en escena, como de nada sirve saber quién es la musa y quien el seducido, quién domina y quién se entrega. Ambas partes de la relación, como ambos géneros del cine, serán las dos caras de la misma moneda.

La academia de las musas es un anzuelo, es una vitrina a las pasiones humanas, es una invitación a alta mar. Hay que naufragar en ella y dejarse arrastrar con fe.

FUENTE: http://eurocineecuador.com/2016/09/13/el-doble-juego-de-la-palabra-el-cine-y-el-amor/
Cortesía de Ochoymedio

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