La actual zozobra universitaria ecuatoriana (I)

Por: Dr. José Manuel Castellano Gil

Hace unos días he leído con mucho interés el artículo “¡Detener la debacle universitaria!” firmado por Alexandra Kennedy-Troya, profesora de la Universidad de Cuenca. Debo subrayar, para que el lector no caiga en banales e inapropiadas interpretaciones, que no tengo vínculo alguno con la Dra. Kennedy, de hecho la conocí personalmente hace unos pocos días en un encuentro académico, aunque es cierto que ya poseía con anterioridad un amplio conocimiento de su labor profesional, producto de la lectura de sus publicaciones y, también, de sus tesis dirigidas.

La Dra. Kennedy plantea en su exposición dos aspectos claves del mundo universitario ecuatoriano (la politización y los recortes presupuestarios), siguiendo el estudio realizado por el Dr. Jan Feyen, para describir desde su propia visión y experiencia como se está desarmando la formación y la investigación en los centros universitarios a través de un sistema que atenta tanto contra la participación democrática y estabilidad laboral de sus docentes (incluidos administrativos y alumnos) con la imposición de un “clima de terror”, de desconfianza dirigido por grupos sectarios dominantes.

La Dra. Kennedy, además, aporta otros puntos de gran relevancia vinculados a la falta de pertinencia de los contenidos universitarios y la posición que ocupan estos centros superiores ecuatorianos en el ranking internacional.

Sin duda, esta es una visión aproximativa pero contundente a simple vista, aunque su realidad es mucho más sangrante y profunda todavía, que tiene un recorrido histórico de mayor alcance que es preciso analizar y debatir pública y abiertamente para descender a la dura realidad actual, que parece reconducirnos al peor de los pasados.

Modestamente, como enunciado preliminar, creo que se debe iniciar urgentemente un proceso de depuración de responsabilidades, pues, flaco favor se hace a la sociedad, a Ecuador y a los futuros universitarios el esconder la basura debajo de las alfombras.

No estoy muy seguro o convencido, a pesar de su estrecha relación, que la situación actual obedezca simplemente a una reducción presupuestaria en el país sino más bien a la mala gestión económica realizada por sus gestores. Y para muestra un botón: ¿Quién me podría explicar las contrataciones de docentes y administrativos avalados simplemente por una meritoria reducida a una prioritaria cualidad de simpatizantes o fidelidad? O ¿Quién podría responder por los excesos cometidos por algunos directivos que pasan más tiempo viajando fuera o dentro del país, sólo o con su cohorte de aduladores o su barra de hooligan, que en sus centros universitarios?

Y como no hay dos sin tres: ¿Cómo se puede sostener una calidad formativa de los estudiantes universitarios cuando existe un trasiego continuo y permanente de salidas (expulsión) de docentes y nuevas contrataciones? ¿Cómo se puede explicar que los alumnos pierdan sus clases porque no tienen un docente asignado? ¿Cómo se justifica que cualquier perfil diferente a una materia puede ser impartido por un profesor?

Intentaremos abordar en detalles estas pocas cuestiones, y otras, para que el lector pueda acercarse a una realidad existente, que tiene amplias implicaciones en la transferencia de valores que se está trasladando con eficiencia a los estudiantes y que devalúa los procesos formativos, el mundo universitario, científico que condena al ostracismo el futuro de Ecuador.