La estafa del siglo

Por: Rodolfo Bueno

Al terminar el primer año del gobierno de Mahuad, en uno de sus habituales exabruptos, Febres Cordero le achacó haber perpetrado la estafa del siglo, el decreto que fuesen los mismos bancos los que fijaran a su gusto y paladar los intereses y la legalización de los préstamos vinculados. A partir de entonces, la plata iba y venía por la vía libre hacía empresas fantasmas conectadas con la banca, sin que nadie controlara el desafuero.

Puesto que tan sólo los dueños de grandes capitales podían hacer inversiones importantes ─los demás eran impedidos por los intereses de agiotaje que pululaban exentos de toda sanción penal y en ocasiones superaban la increíble barrera del ciento por ciento─, el desarrollo del país se detuvo y los recursos se concentraron en las manos de unos cuantos banqueros dedicados a especular con las divisas, la deuda externa y la emisión inorgánica de moneda, o sea, la falsificación legal del dinero.

Durante el gobierno de Mahuad se produjo la ruptura del modelo económico clásico, y el ecuatoriano se convirtió en rentista y no en inversionista. El frenesí con el que el poder financiero dictaba normas en favor de ellos mismos, demostraba que lo hacía con siniestras intenciones. En síntesis, el descalabro bancario nació de la Ley que dio total libertad a la banca sin fortalecer los controles.

Para poder saquear las arcas públicas, los empresarios jugaron a ser capitalistas, sin aceptar las reglas de este sistema, y apenas comenzaron a perder, lanzaron gritos de auxilio al Estado para que los rescatara. Una política económica desacertada terminó deteriorando las instituciones públicas y, a la larga, el poder económico se tomó el poder político del Estado.

Mientras tanto, la gente depositaba sus ahorros en las instituciones financieras, esperando vivir de los fabulosos intereses que éstas pagaban, pues ninguna otra actividad, a pesar de que se sudara la gota gorda, producía réditos de tal magnitud. Todo era un insondable misterio: ¿Cómo sucedía que, si ningún negocio daba utilidades como para pagar los intereses del mercado, la banca los abonaba religiosamente a sus clientes? ¿De dónde sacaba fondos para cubrir tanto compromiso si casi nadie acudía a sus dominios en busca de préstamos? ¡Cómo iban a sospechar los ingenuos ecuatorianos que se les pagaba con dinero de otros clientes, igualmente crédulos como ellos!

Lastimosamente, sólo después de que el equipo económico de Mahuad decidiera que lo mejor que se puede hacer cuando el paciente tiene fiebre es sumergirlo en hielo hasta la coronilla y nos congelara los depósitos bancarios, se aclaró este sucio panorama. Por supuesto, semejante receta fue como darle viagra a un enfermo del corazón, y sucedió lo que tenía que suceder, los bancos se derrumbaron unos tras otro.

Finalmente se cerró el círculo y la trampa piramidal cayó sobre los cándidos que hasta ese entonces confiaron sus haberes en manos de los modernos cuatreros que, luego del batiburrillo, se levantaron con el santo y la limosna y pusieron en paraísos fiscales un grueso fajo de dólares comprado con la plata de los timados. ¿Y qué? ¡Viva la bachata!

Ecuador, en tus manos está evitar el retorno de los buitres hambrientos, con tu voto consolida la democracia. Que tu decisión sea salvar el porvenir.

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